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La palabra llanura
Cómo se escribe

la palabra llanura

La palabra Llanura ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece llanura.

Estadisticas de la palabra llanura

Llanura es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 10704 según la RAE.

Llanura aparece de media 7.1 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la llanura en las obras de referencia de la RAE contandose 1079 apariciones .

Errores Ortográficos típicos con la palabra Llanura

Cómo se escribe llanura o llanurra?
Cómo se escribe llanura o yanura?

Más información sobre la palabra Llanura en internet

Llanura en la RAE.
Llanura en Word Reference.
Llanura en la wikipedia.
Sinonimos de Llanura.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece llanura

La palabra llanura puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 914
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Reinaba en el caserón un estrépito de trabajo ensordecedor y fatigoso para las hijas de la huerta, acostumbradas a la calma de la inmensa llanura, donde la voz se transmite a enormes distancias. ...

En la línea 866
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Ni un árbol, ni un edificio. La llanura esparcíase hasta las montañas que, esfumadas por la distancia, cerraban el horizonte; inculta, salvaje, con la solemnidad monótona de la tierra abandonada. ...

En la línea 868
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Unos alambres interminables iban de poste en poste, casi a ras de tierra, marcando los límites de la llanura, repartida en proporciones gigantescas. Y en estos cercados de término indefinido, que no podían abarcarse con los ojos, movíanse los toros con paso tardo, o permanecían inmóviles en el suelo, empequeñecidos por la distancia, como caídos de una caja de juguetes. El cencerro de los cabestros hacía palpitar con lejana ondulación el silencio de la tarde, dando una nueva nota melancólica al paisaje muerto. ...

En la línea 870
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Millares de hombres sufrían el tormento del hambre, víctimas del jornal, por no tener campos que cultivar; y la tierra reservábase para las bestias, en los alrededores de una ciudad civilizada. Pero no era el buey pacífico que fabrica carne para el sustento del hombre, el animal dominador de aquella llanura, sino el toro bravo que había de lidiarse en los circos y cuya fiereza cultivaba el ganadero, esforzándose por acrecentarla. ...

En la línea 1651
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Se agrupaban los recién llegados a un lado del comino, en la llanura cubierta de matorrales. Los toros que pastaban en ella retirábanse hacia el fondo, como asustados por esta mancha negruzca, que crecía y crecía, alimentada incesantemente con nuevos grupos. ...

En la línea 2768
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Inmensas ruinas la rodean por todas partes, atestiguando la pasada grandeza de la «ciudad de la llanura». ...

En la línea 3156
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Acaso no se encuentre, aun buscándolo por todo el mundo, un lugar cuyas ventajas naturales rivalicen con las de esta llanura o valle de Bembibre, con su barrera de ingentes montañas, con sus copudos castaños, y con los robledales y saucedas que visten las márgenes del río, tributario del Miño. ...

En la línea 3705
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En el curso de mis viajes he observado que siempre hay vestigios de volcanes en las cercanías de los manantiales de aguas calientes, ya sea montañas hendidas, o gruesos peñascos que emergen aislados en la llanura o en la ladera como si los titanes hubiesen estado jugando a los bolos. ...

En la línea 5703
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Al instante ensillé mi _jaca cordobesa_, y juntos salimos del pueblo, dirigiéndonos a través de la llanura hacia el río. ...

En la línea 76
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Salimos de la costa y penetramos de nuevo en la selva. Los árboles son muy altos; la blancura de su tronco contrasta sobremanera con lo que estamos habituados a ver en Europa. Hojeando las notas tomadas en el momento del viaje, advierto que las plantas parásitas, admirables, pasmosas, llenas todas de flores, me chocaban más que nada, como los objetos más nuevos en medio de esas escenas espléndidas. Al salir del bosque, atravesamos inmensos pastos muy desfigurados por un gran número de enormes hormigueros cónicos que se elevan a cerca de 12 pies de altura. Esos hormigueros hacen asemejarse exactamente esta llanura a los volcanes de barro del Jorullo, tal como los pinta Humboldt. Es de noche cuando llegamos a Engenhado, después de estar diez horas a caballo. Por otra parte, no cesaba yo de sentir la mayor sorpresa al pensar cuántas fatigas pueden soportar esos caballos; también me parece que sanan de sus heridas con más rapidez que los caballos de origen inglés. Los vampiros les causan a menudo grandes sufrimientos, mordiéndoles en la cruz, no tanto a causa de la pérdida de sangre que resulta de la mordedura, como a causa de la inflamación que luego produce el roce de la silla. Sé que en Inglaterra han puesto en duda últimamente la veracidad de este hecho; por tanto, es una buena suerte el haber estado yo presente un día en que se cogió a uno de esos vampiros (Desmodus d'Orbigny, Wat.), en el mismo dorso de un caballo. Vivaqueábamos muy tarde una noche cerca de Coquinho, en Chile, cuando mi criado, adviertiendo que un caballo de los nuestros estaba muy agitado, fue a ver qué ocurría; creyendo distinguir algo encima del lomo del caballo, acercó con rapidez una manu y cogió un vampiro. A la mañana siguiente, la hinchazón y los coágulos de sangre permitían ver dónde había sido mordido el caballo; tres días después hicimos uso de éste, sin que pareciera resentirse ya de la mordedura. ...

En la línea 141
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Al día siguiente llegamos al pueblecillo de Las Minas. Algunos cerros más, pero en resumen el país conserva el mismo aspecto; sin embargo, un habitante de las Pampas vería de seguro en él una región alpestre. La comarca está tan poco habitada, que apenas encontramos una sola persona durante un día entero de viaje. El pueblo de Las Minas aún es menos importante que Maldonado; está en una pequeña llanura rodeada de cerrillos pedregosos muy bajos. Tiene la forma simétrica de costumbre, y no deja de presentar un aspecto bastante bonito con su iglesia enlucida con cal y sita en el centro mismo del pueblo. Las casas de los arrabales se elevan en el llano como otros tantos seres aislados, sin jardines, sin patios de ninguna especie. Es la moda del país; pero eso da, en último término, a todas las casas una apariencia poco cómoda. Pasamos la noche en una pulpería o taberna. Gran número de gauchos acuden por la noche a beber alcohólicos y a fumar cigarros. Su aspecto es muy chocante: suelen ser fornidos y guapos, pero llevan impresos en la cara todos los signos del orgullo y de la vida relajada; muchos de ellos gastan bigote y cabellos muy largos, ensortijados por la espalda. Sus vestidos, de colores chillones; sus grandísimas espuelas resonantes, en los talones; sus cuchillos, llevados en el cinto a modo de dagas (de los cuales hacen tan frecuente uso), les dan un aspecto muy diferente de lo que pudiera hacer suponer su nombre de gauchos o simples campesinos. Son en extremo corteses; nunca beben sin pediros que probéis su bebida; pero mientras os hacen un saludo gracioso, puede decirse que están dispuestos a asesinaros si se presenta ocasión. ...

En la línea 150
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Regresamos a Maldonado por un camino un poco diferente. Paso un día en casa de un viejo español muy hospitalario, cerca del «Pan de Azúcar», sitio muy conocido para quien haya remontado el Plata. Una mañana temprano subimos a la «Sierva de las Animas». Gracias a la salida del sol, el paisaje es casi pintoresco. Al poniente se extiende la vista por una inmensa llanura hasta la montaña de Montevideo, y al oriente por la región ondulosa de Maldonado. En la cúspide de la montaña hay varios montoncitos de piedras, que evidentemente están allí desde hace mucho tiempo. Mi compañero de viaje me asegura que son obra de los indios antiguos. Esos montones se parecen, en pequeño, a los que con tanta frecuencia se encuentran en el país de Gales. ...

En la línea 163
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El orden de los roedores cuenta aquí con especies numerosas; me proporcioné ocho especies de ratones4. El roedor más grande que hay en el mundo, el Hidrochoerus capybara (cerdo de agua), es muy común en este país. En Montevideo maté uno que pesaba 98 libras; desde la punta del hocico hasta la cola medía tres pies y dos pulgadas de longitud; su circunferencia era de tres pies y ocho pulgadas. Estos grandes roedores frecuentan algunas veces las islas en la desembocadura del Plata, donde el agua es completamente salada; pero abundan mucho más en las márgenes de los ríos y de los lagos de agua dulce. Cerca de Maldonado suelen vivir tres o cuatro juntos. Durante el día están tendidos entre las plantas acuáticas o van tranquilamente a pacer la hierba de la llanura5. Vistos desde cierta distancia, su paso y su color les hace parecerse a los cerdos; pero cuando están sentados, vigilando con atención todo lo que pasa, vuelven a adquirir el aspecto de sus congéneres los cavias y los conejos. La gran longitud de su maxilar le da una apariencia cómica cuando se les ve de frente o de perfil. En Maldonado son casi mansos; andando con precaución, pude acercarme a una distancia de tres metros a cuatro de estos animales. Puede explicarse esta casi domesticidad por el hecho de que el jaguar ha desaparecido por completo de este país desde hace algunos años, y el gaucho no piensa que ese animal sea digno de ser cazado. Conforme iba acercándome a los cuatro individuos, de los cuales acabo de hablar, dejaban oír el ruido que les caracteriza, una especie de gruñido sordo y abrupto; no puede decirse que sea un sonido, sino más bien una expulsión brusca del aire que tienen en los pulmones; no conozco sino un solo ruido análogo a ese gruñido, y es el primer ladrido ronco de un perro grande. Después de habernos mirado mutuamente por espacio de algunos minutos, pues me examinaban ellos con tanta atención como podía yo examinarlos, tiráronse todos al agua con el mayor ímpetu, dejando oír su gruñido. Después de zambullirse durante algún tiempo volvieron a la superficie, pero sin sacar más que la parte superior de la cabeza. Cuando la hembra va a nado dícese que sus hijuelos se sientan en el lomo de la madre. Fácilmente se podría 4 En junio hallé 27 especies de ratones en la América del sur, donde aún se conocen 13 más, según las obras de Azara y de otros autores. Mister Waterhouse ha descrito y dado nombre, en las reuniones de la Sociedad Zoológica, a las especies que traje. Aprovecho esta ocasión para mostrar mi agradecimiento a Mr. Waterhouse y a los demás sabios miembros de esta Sociedad por la benévola ayuda que se han dignado concederme en todas ocasiones. ...

En la línea 1862
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La había creído igual a una de esas aves marinas cuyas alas son fuertes como las del águila y puramente blancas como las de la paloma, volando sobre la inmensidad oceánica, viendo las olas altísimas cual insignificantes arrugas de la llanura azul, y ahora resultaba un ave de corral, ansiosa, de vivir entre polluelos. ...

En la línea 94
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Al salir a una llanura abierta en la selva enana, se sentó en el suelo, admirando la suavidad del césped. Lo mismo era pasar allí la noche que en la embarcación. No hacía frio, y además el estaba abrumado por el cansancio y por las tremendas emociones sufridas en el mar. Comió varias galletas y un pedazo de chocolate encontrados en sus bolsillos y acabó por tenderse, reconociendo que este lecho algo duro no le privaría del sueno. ...

En la línea 370
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Gillespie admiró en las horas de sol la blanca arquitectura de la capital, a la que podía llegar con solo varios saltos, y durante la noche sus esplendidas iluminaciones. Veía entrar y salir en el puerto los buques, que parecían juguetes de estanque, y llegar por el aire, sobre la llanura oceánica o sobre las montañas, innumerables máquinas voladoras llevando sobre sus lomos y sus pintarrajeadas alas pasajeros y mercancías procedentes de misteriosos países. ...

En la línea 998
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Seguíamos caminando por aquella vasta llanura que parecía no tener límites. Al cortar con la mano la masa líquida que se cerraba tras de mí, comprobé que la huella de mis pasos se borraba inmediatamente bajo la presión del agua. ...

En la línea 1002
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Entreví todas esas maravillas en el espacio de un cuarto de milla, deteniéndome apenas y siguiendo al capitán Nemo que, de vez en cuando, me hacía alguna que otra señal. La naturaleza del suelo empezó a modificarse. A la llanura de arena sucedió una capa de barro viscoso que los americanos llaman oaze, compuesta únicamente de conchas silíceas o calcáreas. Luego recorrimos una pradera de algas, plantas pelágicas muy frondosas que las aguas no habían arrancado todavía. Aquel césped apretado y mullido habría podido rivalizar con las más blandas alfombras tejidas por la mano del hombre. Pero a la vez que bajo nuestros pies, la vegetación se extendía también sobre nuestras cabezas. Una ligera bóveda de plantas marinas, pertenecientes a la exuberante familia de las algas, de las que se conocen más de dos mil especies, se cruzaba en la superficie de las aguas. Veía flotar largas cintas de fucos, globulosos unos, tubulados otros, laurencias, cladóstefos de hojas finísimas, rodimenas palmeadas semejantes a abanicos de cactus. Observé que las plantas verdes se mantenían cerca de la superficie del mar, mientras que las rojas ocupaban una profundidad media, dejando el fondo a los hidrófilos negros u oscuros. ...

En la línea 1032
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Durante una hora, se desarrolló ante nosotros una llanura de arena que a menudo ascendía a menos de dos metros de la superficie. Entonces veía nuestra imagen, nítidamente reflejada, dibujarse en sentido invertido y, por encima de nosotros, aparecía una comitiva idéntica que reproducía nuestros movimientos y nuestros gestos con toda fidelidad, con la diferencia de que marchaba cabeza abajo y los pies arriba. ...

En la línea 1304
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Aquella colección carecía, sin embargo, de un pájaro propio de estas tierras hasta el punto de que nunca ha salido de los límites de las islas de Arrú y de las islas de los Papúas. Pero la suerte me tenía reservada la posibilidad de admirarlo al poco tiempo. En efecto, después de atravesar un soto de escasa frondosidad nos encontramos en una llanura llena de matorrales. Fue allí donde vi levantar el vuelo a unos magníficos pájaros a los que la disposición de sus largas plumas obligaba a dirigirse contra el viento. Su vuelo ondulado, la gracia de sus aéreos giros y los reflejos tornasolados de sus colores atraían y encantaban la mirada. Pude reconocerlos sin dificultad. ...

En la línea 431
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Cuando ya el sol iba a desaparecer en el horizonte y alargaba en el suelo hasta la sombra de la menor piedrecilla, Jean Valjean se sentó detrás de un matorral en una gran llanura rojiza, enteramente desierta. Estaría a tres leguas de D. Un sendero que cortaba la llanura pasaba a algunos pasos del matorral. ...

En la línea 461
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Después de algunos minutos se lanzó convulsivamente hacia la moneda de plata de dos francos, la cogió, y enderezándose miró a lo lejos por la llanura, dirigiendo sus ojos a todo el horizonte, anhelante, como una fiera asustada que busca un asilo. ...

En la línea 462
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Nada vio. La noche caía, la llanura estaba fría, e iba formándose una bruma violada en la claridad del crepúsculo. ...

En la línea 1415
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El tren, al salir de Great Lake City y de la estación de Odgen, se elevó durante una hora hacia el Norte hacia el río Veber, después de recorrer unas novecientas millas desde San Francisco. En esta parte de territorio, comprendida entre esos montes y las Montañas Rocosas, propiamente dichas, los ingenieros americanos han tenido que vencer las más serias dificultades. Así, pues, en ese trayecto, la subvención del gobierno de la Unión ha ascendido a cuarenta y ocho mil dólares por milla, al paso que no eran más que dieciséis en la llanura; pero los ingenieros, como hemos dicho, no han violentado a la naturaleza, sino que han usado con ella la astucia, sesgando las dificultades, no habiendo tenido necesidad de perforar más que un túnel de catorce mil pies para llegar a la gran cuenca. ...

En la línea 1446
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... A las doce y media, los viajeros divisaron el puente Halleck, que domina aquella comarca. Con algunas horas más, el trayecto de las Montañas Rocosas quedaría hecho, y, por consiguiente, podía esperarse que ningún incidente perturbaría el paso del tren por tan áspera región. Ya no nevaba y el frío era seco. A lo lejos unas aves grandes, espantadas por la locomotora. Ninguna fiera, ni oso, ni lobo, aparecía en la llanura. Era el desierto con su inmensa desnudez. ...

En la línea 1466
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Además, el descontento era general entre los viajeros, quienes, sin contar con el atraso, se veían obligados a andar unas quince millas por la llanura nevada. Hubo, pues, alboroto, vociferaciones, gritería, y esto hubiera debido llamar la atención de Phileas Fogg, a no estar absorto en el juego. ...

En la línea 1582
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Entretanto, todos los viajeros habían abandonado el tren. Las ruedas de los vagones estaban manchadas de sangre. De los cubos y de los ejes colgaban informes despojos de carne. Se veían por la llanura largos rastros encarnados, hasta perderse de vista. Los últimos indios desaparecían entonces por el sur hacia el rio Republican. ...


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