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La palabra lamentos
Cómo se escribe

la palabra lamentos

La palabra Lamentos ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece lamentos.

Estadisticas de la palabra lamentos

Lamentos es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 18241 según la RAE.

Lamentos aparece de media 3.47 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la lamentos en las obras de referencia de la RAE contandose 527 apariciones .

Errores Ortográficos típicos con la palabra Lamentos

Cómo se escribe lamentos o lamentoz?


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece lamentos

La palabra lamentos puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1565
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La falsa calma del hombretón, sus ojos secos, agitados por nervioso parpadeo, la frente inclinada sobre su hijo, ofrecían una expresión aún más dolorosa que los lamentos de la madre. ...

En la línea 1705
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y lloró con toda su alma, inclinándose sobre el muertecito, rozando apenas con sus labios la frente pálida y fría, como si con sus lamentos temiese despertarlo. ...

En la línea 1739
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y prorrumpíendo en lamentos más fuertes, se abalanzó sobre el frío cadáver, queriendo abrazarlo. ...

En la línea 1796
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Dentro sonaban lamentos, consejos dichos con voz enérgica, un rumor de lucha. ...

En la línea 886
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Él no aborrecía absolutamente las grandes propiedades. Eran una facilidad para el comunismo de la tierra, ensueño generoso cuya realización creía muchas veces próxima. Cuanto más reducido fuese el número de los propietarios del suelo, más fácilmente se resolvería el problema e interesarían menos los lamentos de los desposeídos. ...

En la línea 1143
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La vieja prorrumpió en lamentos. ¡Lo que ella había dicho! ¡La _sangre corrompía_; el maldito susto que no había querido salir y ahora, con la muerte, se le esparcía por todo el cuerpo! Y se abalanzaba sobre la agonizante, besándola con una avidez loca, como si la mordiese para volverla a la vida. ...

En la línea 1155
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Era una carrera loca de duendes al través de todas las dependencias del cortijo, como si quisieran que los más humildes animales se enterasen de su desgracia. Penetraban en las cuadras, se escurrían entre las patas de las bestias, repitiendo su quejido por la muerte de Mari-Cruz; corrían, ciegos por las lágrimas, tropezando con las esquinas, con los marcos de las puertas, volcando en su carrera aquí un arado, más allá una silla y seguidos por los perros libres de cadena que les acosaban por todo el cortijo, uniendo sus ladridos a los desesperados lamentos. ...

En la línea 1184
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En la puerta de la gañanía aglomerábanse los trabajadores, brillando en su negra masa la lucecilla del candil. Todos seguían con silenciosa atención el chirrido del carro, invisible en la oscuridad; los lamentos de la gitanería, que rasgaban la calma del campo azulado y muerto bajo la fría luz de las estrellas. ...

En la línea 1502
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, hojeando casi todo el librillo, halló otros versos y cartas, que algunos pudo leer y otros no; pero lo que todos contenían eran quejas, lamentos, desconfianzas, sabores y sinsabores, favores y desdenes, solenizados los unos y llorados los otros. ...

En la línea 3147
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, volviéndose a Zoraida, teniéndole yo y otro cristiano de entrambos brazos asido, porque algún desatino no hiciese, le dijo: ''¡Oh infame moza y mal aconsejada muchacha! ¿Adónde vas, ciega y desatinada, en poder destos perros, naturales enemigos nuestros? ¡Maldita sea la hora en que yo te engendré, y malditos sean los regalos y deleites en que te he criado!'' Pero, viendo yo que llevaba término de no acabar tan presto, di priesa a ponelle en tierra, y desde allí, a voces, prosiguió en sus maldiciones y lamentos, rogando a Mahoma rogase a Alá que nos destruyese, confundiese y acabase; y cuando, por habernos hecho a la vela, no podimos oír sus palabras, vimos sus obras, que eran arrancarse las barbas, mesarse los cabellos y arrastrarse por el suelo; mas una vez esforzó la voz de tal manera que podimos entender que decía: ''¡Vuelve, amada hija, vuelve a tierra, que todo te lo perdono; entrega a esos hombres ese dinero, que ya es suyo, y vuelve a consolar a este triste padre tuyo, que en esta desierta arena dejará la vida, si tú le dejas!'' Todo lo cual escuchaba Zoraida, y todo lo sentía y lloraba, y no supo decirle ni respondelle palabra, sino: ''Plega a Alá, padre mío, que Lela Marién, que ha sido la causa de que yo sea cristiana, ella te consuele en tu tristeza. ...

En la línea 7807
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No eran fúnebres lamentos, las campanadas como decía Trifón Cármenes en aquellos versos del Lábaro del día, que la doncella acababa de poner sobre el regazo de su ama; no eran fúnebres lamentos, no hablaban de los muertos, sino de la tristeza de los vivos, del letargo de todo; ¡tan, tan, tan! ¡cuántos! ¡cuántos! ¡y los que faltaban! ¿qué contaban aquellos tañidos? tal vez las gotas de lluvia que iban a caer en aquel otro invierno. ...

En la línea 7807
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No eran fúnebres lamentos, las campanadas como decía Trifón Cármenes en aquellos versos del Lábaro del día, que la doncella acababa de poner sobre el regazo de su ama; no eran fúnebres lamentos, no hablaban de los muertos, sino de la tristeza de los vivos, del letargo de todo; ¡tan, tan, tan! ¡cuántos! ¡cuántos! ¡y los que faltaban! ¿qué contaban aquellos tañidos? tal vez las gotas de lluvia que iban a caer en aquel otro invierno. ...

En la línea 960
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La joven esposa de Juan Galeas, verdadero señor de Milán, se echaba a los pies del rey francés haciéndole saber que el usurpador Ludovico el Moro guardaba a su sobrino preso para conservar el gobierno del país. Lloró Carlos VIII de emoción escuchando tan justos lamentos; pero como Ludovico era quien le abría la península italiana, dejándolo entrar en Milán se enjugó las lágrimas y siguió adelante. Poco después, Galeas moría envenenado por su tío para que la viuda no hiciese más protestas. ...

En la línea 1220
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Tan violento fue el dolor de Alejandro, que tomó aspecto de demencia. El hombre meridional, con sus complejidades inexplicables y sus arrepentimientos ardorosos, reaparecía en este varón siempre sereno y jocundo. Tres días estuvo encerrado en su cámara, sollozando como un niño. A través de las puertas se escuchaban sus lamentos entremezclados con rezos o imprecaciones terribles. Del miércoles al sábado no tuvo un solo instante de calma. El cardenal de Segovia, su allegado más íntimo, permaneció en el umbral de su puerta durante los tres días, siendo el único que pudo decidirle finalmente a que comiese un poco. ...

En la línea 1222
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Entrecortó su discurso con lamentos, se golpeó el pecho, expresando su desesperación Ingenuamente, con hipérboles semejantes a las de la poesía oriental: «Si Nos tuviésemos siete tronos—decía—, todos ellos los daríamos por devolver la vida al duque» Y lo que más le apenaba era recordar que el cadáver de aquel hijo, siempre cubierto de sedas y joyas, el primer elegante de su tiempo, había sido recogido junto a un albañal, en la parte más infecta del Tíber, por una red de pescador. ...

En la línea 1377
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Lo mismo que dos piedras atravesaron la obscuridad, perdiéndose sus lamentos en el sonoro chapoteo de su caída. ...

En la línea 1467
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Al oírse llamar así, creyó Popito que verdaderamente sus lamentos distraían al gigante, y permaneció silenciosa. ...

En la línea 1635
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Mientras tanto, Ra-Ra lanzaba continuos lamentos, iguales a los aullidos de una bestezuela herida muy lejos … muy lejos… . ...

En la línea 5979
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Depende también de las personas con quien uno se junta—le dijo su amigo muy serio—. Hablemos ahora de otra cosa. De ciertos atrevimientos que yo tenía y tengo respecto a usted, no quiero decirle nada, porque se nos va a hacer santa… Aunque todo podía conciliarse, me parece a mí, ser santa y querer a este hijo de Dios… Pero en fin, vuelvo la hoja. ¿Sabe usted que si me descuido pierdo mi colocación en la botica de Samaniego? Si doña Casta sabe que estas ausencias mías son para venir a visitar a la que le tomó las medidas a su niña, al instante me limpia el comedero. Por eso no puedo tirar mucho de la cuerda, y esta noche no vendré. Tengo que quedarme de guardia. Yo rompería con todo, si no fuera porque me será difícil encontrar colocación inmediatamente, y crea usted que un periodo de vacaciones me balda… Por mí no me importaría; pero a mi madre y a mi hermana no quiero hacerlas ayunar. El pobre pensador, mi ilustre cuñado, está mal de intereses, y si yo no tiro del carro, los ayes y lamentos pidiendo pan se han de oír en Algeciras. ...


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Más información sobre la palabra Lamentos en internet

Lamentos en la RAE.
Lamentos en Word Reference.
Lamentos en la wikipedia.
Sinonimos de Lamentos.

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