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La palabra hacer
Cómo se escribe

la palabra hacer

La palabra Hacer ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El cuervo de Leopoldo Alias Clarín
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
Blancanieves de Jacob y Wilhelm Grimm
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece hacer.

Estadisticas de la palabra hacer

La palabra hacer es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 110 según la RAE.

Hacer es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 631.99 veces en cada obra en castellano

El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la hacer en 150 obras del castellano contandose 96063 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Hacer

Cómo se escribe hacer o hacerr?
Cómo se escribe hacer o acer?

Más información sobre la palabra Hacer en internet

Hacer en la RAE.
Hacer en Word Reference.
Hacer en la wikipedia.
Sinonimos de Hacer.


la Ortografía es divertida


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece hacer

La palabra hacer puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 286
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y ahora venía a apretarle la argolla, a hacer morir con sus recordatorios aquel viejo sin entrañas que era el amo, aunque no sabía coger un azadón ni en su vida había doblegado el espinazo, impelido por el trabajo. ...

En la línea 299
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Ah! Y por eso mismo le recordaba que habría de hacer efectivo el préstamo para la compra del rocín, cantidad que, con los réditos, ascendía a. ...

En la línea 306
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Lo sentía mucho, pero no podía hacer otra cosa. ...

En la línea 361
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡En seguida! Bien se adivinaba en la arruga vertical hinchada entre sus cejas el propósito firme de hacer polvo al autor de su ruina. ...

En la línea 9
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Era un «santo laico», según confesaban sus adversarios. Nacido dos siglos antes, hubiese sido un religioso mendicante preocupado por el dolor ajeno y tal vez habría llegado a figurar en los altares. Mezclado en las agitaciones de un período de luchas, era un revolucionario. Se conmovía con el lloro de un niño: desprovisto de todo egoísmo, no había acción que considerase indigna para auxiliar a los desgraciados, y, sin embargo, su nombre producía escándalo y temor en los ricos, y le bastaba, en su existencia errante, mostrarse algunas semanas en Andalucía, para que al momento se alarmasen las autoridades y se concentrara la fuerza pública. Iba de un lado a otro como un Asheverus de la rebeldía, incapaz de hacer daño por sí mismo, odiando la violencia, pero predicándola a los de abajo como único medio de salvación. ...

En la línea 14
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Al llegar a Jerez, después de permanecer algunos días en Madrid entre los periodistas y los antiguos compañeros de vida política, que le habían conseguido el indulto sin hacer caso de su resistencia a aceptarlo, Salvatierra se dirigió en busca de los amigos que aún le restaban fieles. Había pasado el domingo en una pequeña viña que tenía cerca de Jerez un corredor de vinos, antiguo compañero de armas del período de la Revolución. Todos los admiradores habían acudido al enterarse del regreso de don Fernando. Llegaban viejos arrumbadores de las bodegas, que de muchachos habían marchado a las órdenes de Salvatierra por las asperezas de la inmediata serranía, disparando su escopeta por la República Federal: jóvenes braceros del campo que adoraban al don Fermín de la segunda época, hablando del reparto de las tierras y de los absurdos irritantes de la propiedad. ...

En la línea 28
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los compañeros de armas de don Fernando recordaban el período heroico de su vida, las partidas en la Sierra, dando cada uno gran abultamiento a sus hazañas y penalidades, con el espejismo del tiempo y de la imaginación meridional, mientras el antiguo jefe sonreía como si escuchase el relato de juegos infantiles. Aquella había sido la época romántica de su existencia. ¡Luchar por formas de gobierno!... En el mundo había algo más. Y Salvatierra recordaba su desilusión en la corta República del 73, que nada pudo hacer, ni de nada sirvió. Sus compañeros de la Asamblea, que cada semana tumbaban un gobierno y creaban otro para entretenerse, habían querido hacerle ministro. ...

En la línea 42
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fermín pasó frente a la puerta de lo que llamaban el _Tabernáculo_, un pabellón ovalado, con montera de cristales, inmediato al cuerpo de edificio donde estaban el escritorio y la oficina de expedición. El _Tabernáculo_ contenía lo más selecto de la casa. Una fila de toneles derechos ostentaba en sus panzas de roble los títulos de los famosos vinos que sólo se dedicaban al embotellado; líquidos que brillaban con todos los tonos del oro, desde el resplandor rojizo del rayo de sol al reflejo pálido y aterciopelado de las joyas antiguas: caldos de suave fuego que, aprisionados en cárceles de cristal, iban a derramarse en el ambiente brumoso de Inglaterra o bajo el cielo noruego de boreales esplendores. En el fondo del pabellón, frente a la puerta, estaban los colosos de esta asamblea silenciosa e inmóvil; los _Doce Apóstoles_, barricas enormes de roble tallado y lustroso como si fuesen muebles de lujo; y, presidiéndolos, el _Cristo_, un tonel con tiras de roble esculpidas en forma de racimos y pámpanos, como un bajo-relieve báquico de un artista ateniense. En su panza dormía una oleada de vino; treinta y tres botas, según constaba en los registros de la casa, y el gigante, en su inmovilidad, parecía orgulloso de su sangre, que bastaba para hacer perder la razón a todo un pueblo. ...

En la línea 169
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... » Hablaba más alto que los demás; pisaba con menos precaución y respeto; no temía hacer ruido; traía de la calle un aire de frescura y de esperanza. ...

En la línea 203
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Si asomos de hipocresía cortés o piadosa había al principio, íbanse al diablo luego; y todos, seguros de hacer una buena obra velando, dejaban, al cabo, asomar la fresca sonrisa del egoísmo satisfecho de la salud fortificante. ...

En la línea 319
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Por hacer algo, iban preparando varas; las dejaban sobre los setos, entre las ramas de los árboles, y se retiraban a esperar el resultado de sus asechanzas; si los pájaros tardaban en caer. ...

En la línea 334
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... «Bueno, bueno; no hay que hacer caso», piensa Cuervo. ...

En la línea 22
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Los tres presentes del señor D'Artagnan padreEl primer lunes del mes de abril de 1625, el burgo de Meung, donde nació el autor del Roman de la Rose, parecía estar en una revolución tan completa como si los hugonot es hubieran venido a hacer de ella una segunda Rochelle. ...

En la línea 59
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Al salir de la habitación paterna, el joven encontró a su madre, que lo esperaba con la famosa receta cuyo empleo los consejos que acaba mos de referir debían hacer bastante frecuente. ...

En la línea 99
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Lo cual fue una di-versión tan rápida y tan completa en el ataque, que el adversario de D'Artagnan, mientras éste se volvía para hacer frente a aquella lluvia de golpes, envainaba con la misma precisión, y, de actor que había dejado de ser, sevolvía de nuevo espectador del combate, papel que cumplió con su impasibilidad de siempre, mascullando sin embargo:-¡Vaya peste de gascones! ¡Ponedlo en su caballo naranja, y que se vaya!-¡No antes de haberte matado, cobarde! - gritaba D'Artagnan mientras hacía frente lo mejor que podía y sin retroceder un paso a sus tres enemigos, que lo molían a golpes. ...

En la línea 206
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... También estaba el padre Joseph cierto; pero su nombre a él nunca le era pronunciado sino en voz baja, ¡tan grand e era el terror que inspiraba la eminencia gris, como se llamaba al fami liar del cardenal!Por eso, arrojando su chuzo lejos de sí, y ordenando a su mujer hacer otro tanto con su mango de escoba y a sus servidores con sus bastones, fue el primero que dio ejemplo en buscar la carta perdida. ...

En la línea 30
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Desaparecieron estas visitas, como otras muchas cosas con que tanto prestijio adquirió el nombre español, y con ellas un grande elemento de hacer muchos bienes sin causar ningun mal: volverlas al estado y forma antiguos, sobre no ser fácil, tampoco produciria los bienes que antes, por causas, que sobre ser largo enumerarlas, no son de este lugar. ...

En la línea 59
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Los señores fiscales, ademas de las tequiosas tareas de su vasto ministerio, que son muy grandes y complicadas (como que es proberbio comun que ningun fiscal resiste ese despacho cinco años cumpliendo como es debido), tienen sobre sí la llamada proteccion de indios y de chinos, reducida nada menos que á tomar por sí (por privilejios que aquellos tienen) la defensa de sus personas, y aun negocios, cuando atropelladas por alguna persona creen que no se les ha de hacer justicia, que se acojen (y lo hacen facilmente) á la proteccion fiscal, y los ocupan, y no poco á veces, por nada; pero que distraen de sus importantes trabajos á los señores fiscales cuando se les antoja sin motivo, y con razon cuando le hay. ...

En la línea 64
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Demostrados los muchos y graves obstáculos que se oponen para que la administracion de justicia en Filipinas sea tan pronta cual es de desear ante el tribunal superior, ó sea de segunda y tercera instancia, se sigue manifestar los mas graves que median en los juzgados inferiores, pues aunque distintos en mucho á los enunciados, no son ni menos graves y dignos de la atencion del Gobierno como aquellos, y de la consideracion de los Cuerpos colejisladores en su dia, para que se procure removerlos en cuanto ser pueda, y al darse la ley especial para nuestras provincias de Ultramar, se tengan presentes y en lo que el Gobierno haya dejado de hacer, se perfeccione la obra, y queden removidos completamente, empezando una nueva marcha mas análoga y propia de los adelantos de aquellas provincias, y que les facilite consumar la rejeneracion perfecta de un ramo tan importante como el de que se trata, y sacar de él los frutos que todos apetecen y corresponde. ...

En la línea 98
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... La estincion de los llamados honorarios de los jueces es un punto de reforma el mas interesante, pues hará que los jueces sean verdaderamente jueces imparciales, que no admitan peticiones estemporáneas, ni se multipliquen dilijencias inútiles, que muchas veces tienen lugar por hacer subir esos honorarios, que sobre el perjuicio que su desembolso irroga á los litigantes, no es de menor bulto el que sufren los negocios judiciales, por la dilacion y pérdida de tiempo precioso que se gasta en tales actuaciones. ...

En la línea 42
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Volvió a encontrar a Jasper Petulengro, y se fué con él a vivir en hermandad con los gitanos, trabajando en hacer herraduras, y preso en las redes honestas de una linda moza de la tribu. ...

En la línea 85
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Por el camino fué madurando su plan de campaña: le pareció necesario, ante todo, hacer en España una tirada de la Biblia en castellano, porque sólo podían circular las impresas en el reino. ...

En la línea 265
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... España no pudo ya seguir pagando a Pedro sus cuartos con la holgura de antaño, y desde entonces, Roma, que no respeta a ninguna nación más que en cuanto puede hacer de ella el ministro de su crueldad o de su avaricia, la miró con desprecio. ...

En la línea 290
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Respecto de mis modestos trabajos, he de hacer notar aquí que lo realizado fué muy poca cosa; no tengo la pretensión de haber conseguido brillantes triunfos; cierto que fuí enviado a España, más que nada, a explorar el país y a comprobar hasta qué punto el espíritu del pueblo estaba preparado para recibir las verdades del cristianismo; obtuve, sin embargo, mediante el apoyo de buenos amigos, un permiso del Gobierno español para imprimir en Madrid una edición del libro sagrado, que subsiguientemente repartí por la capital y las provincias. ...

En la línea 9
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Con tanto que todas las veces que hubiéredes de hacer imprimir el dicho libro, durante el tiempo de los dichos diez años, le traigáis al nuestro Consejo, juntamente con el original que en él fue visto, que va rubricado cada plana y firmado al fin dél de Juan Gallo de Andrada, nuestro Escribano de Cámara, de los que en él residen, para saber si la dicha impresión está conforme el original; o traigáis fe en pública forma de cómo por corretor nombrado por nuestro mandado, se vio y corrigió la dicha impresión por el original, y se imprimió conforme a él, y quedan impresas las erratas por él apuntadas, para cada un libro de los que así fueren impresos, para que se tase el precio que por cada volume hubiéredes de haber. ...

En la línea 22
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Porque te sé decir que, aunque me costó algún trabajo componerla, ninguno tuve por mayor que hacer esta prefación que vas leyendo. ...

En la línea 23
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Muchas veces tomé la pluma para escribille, y muchas la dejé, por no saber lo que escribiría; y, estando una suspenso, con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría, entró a deshora un amigo mío, gracioso y bien entendido, el cual, viéndome tan imaginativo, me preguntó la causa; y, no encubriéndosela yo, le dije que pensaba en el prólogo que había de hacer a la historia de don Quijote, y que me tenía de suerte que ni quería hacerle, ni menos sacar a luz las hazañas de tan noble caballero. ...

En la línea 34
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... »En lo de citar en las márgenes los libros y autores de donde sacáredes las sentencias y dichos que pusiéredes en vuestra historia, no hay más sino hacer, de manera que venga a pelo, algunas sentencias o latines que vos sepáis de memoria, o, a lo menos, que os cuesten poco trabajo el buscalle; como será poner, tratando de libertad y cautiverio: Non bene pro toto libertas venditur auro. ...

En la línea 17
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Santiago.-Islas de Cabo Verde Después de ser dos veces rechazado por terribles tempestades del sudoeste, el buque de Su Majestad Beagle, brick de diez cañones, al mando del capitán Fitz-Roy, de la marina real, zarpó de Devonport el 27 de diciembre de 1831. El objeto de la expedición era: completar el estudio de las costas de la Patagonia y de la Tierra del Fuego (estudio comenzado bajo las órdenes del capitán King, de 1826 a 1830); levantar los planos de las costas de Chile, del Perú y de algunas islas del Pacífico, y, por último, hacer una serie de observaciones cronométricas alrededor del mundo. El 6 de enero llegamos a Tenerife, donde nos impidió desembarcar el temor de que llevásemos el cólera. A la mañana siguiente veíamos alzarse el sol tras la quebrada línea de la mayor de las islas Canarias. Ilumina de pronto el pico de Tenerife, mientras la parte inferior de la isla permanece aún oculta por ligeros vapores; primera jornada deliciosa, seguida de tantas otras cuyo recuerdo nunca se borrará. El 16 de enero de 1832 anclamos en Porto-Praya, en la isla de San lago, la mayor de las del archipiélago de Cabo Verde. ...

En la línea 33
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Un Octopus o pulpo, me interesó también mucho, y pasé largas horas estudiando sus costumbres. Aunque abundan en los charcos que deja la marea al retirarse, estos animales no son fáciles de coger. Por medio de sus largos tentáculos o brazos y de sus ventosas o chupadores, consiguen meterse dentro de grietas muy estrechas; y, una vez allí, necesita emplearse mucha fuerza para hacer que salga. Otras veces se lanzan con la rapidez de una flecha, llevando la cola adelante, de un lado a otro del charco, y al mismo tiempo coloran el agua, difundiendo en torno suyo una especie de tinta de color castaño oscuro. Estos animales tienen también la facultad de cambiar de Color para ocultarse a la vista. Parecen variar los matices de su cuerpo según la naturaleza del terreno sobre el cual pasan: cuando están en un sitio donde es poco profunda el agua, suelen presentar un color de púrpura parduzco; pero cuando se les coloca encima de la tierra o en un sitio donde es poco profunda el agua, ese tinte oscuro desaparece y lo reemplaza un color verde amarillento. Si se examina más atentamente el color de estos animales, se ve que son grises y tienen manchas numerosas de un color amarillo fuerte; algunas de esas manchas varían de intensidad, otras aparecen y desaparecen de continuo. Estas modificaciones de color se efectúan de tal modo, que parece como si se vieran pasar constantemente sobre el cuerpo del animal nubes de colores que varían del rojo jacinto al rojo castaño. Toda parte de su cuerpo sometida a un ligero choque galvánico se pone negra; puede producirse un efecto análogo aunque menos marcado arañándoles la piel con una aguja. Estas nubes o llamaradas de color, como pudieran llamarse, dícese que son producidas por la dilatación y la contracción sucesivas de unas vesículas muy pequeñas que contienen fluidos diversamente coloridos. ...

En la línea 57
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Después de haber permanecido inflado durante algún tiempo, el Diodon suele expeler el aire y el agua con mucha fuerza, por las branquias y por la boca. Puede desembarazarse a voluntad de una parte del agua que dejó entrar. Por tanto, parece probable que sólo absorbe en parte este líquido para regularizar su peso específico. El Diodon posee varios medios de defensa. Puede hacer una terrible mordedura y echar el agua por la boca hasta cierta distancia, a la vez que mete un ruido extraño agitando las mandíbulas. Además, el inflamiento de su cuerpo hace enderezar las papilas que cubren su piel y que entonces se transforman en aceradas puntas. Pero la circunstancia más curiosa consiste en que la piel de su vientre, cuando se le toca, segrega una materia fibrosa de un rojo carmín admirable, que mancha el papel y el marfil de un modo tan tenaz, que manchas obtenidas por mí de esa manera, están aún tan brillantes como el primer día. Ignoro en absoluto cuáles puedan ser la naturaleza y el uso de esta secreción. El doctor Allande Torres me ha afirmado haber visto a menudo un Diodon vivo, y con el cuerpo inflado, dentro del estómago de un tiburón; además, ha visto que este animal consigue abrirse paso al exterior, devorando, no sólo las paredes del estómago, sino también los costados del monstruo, a quien acaba así por matar. ¿Quién imaginaría que un pececillo, tan blando e insignificante, pudiera llegar a destruir al tiburón con ser tan grande y tan feroz? 18 de marzo.- Zarpamos de Bahía. Algunos días después, a corta distancia de las isletas Abrolhos, observé que el mar había adquirido un tinte pardo rojizo. Vista con lente de aumento, toda la superficie del agua parecía cubierta de briznas de heno picado y cuyas extremidades estuviesen deshilachadas. Son pequeñas confervas en paquetes cilíndricos que contienen unas cincuenta o sesenta de esas plantitas. Mr. Berkeley me advierte que pertenecen a la misma especie (Trichodesmium erythraeum) que las encontradas en una gran extensión del mar Rojo, y las cuales han dado este nombre a ese mar ...

En la línea 65
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Las indicaciones que acabo de dar, se prestan a hacer dos preguntas importantes: en primer lugar, ¿cómo es que los diferentes cuerpos que constituyen las zonas de bordes bien limitados permanecen reunidos? Cuando se trata de crustáceos análogos a los langostinos, no hay nada de extraordinario en ello; pues los movimientos de estos animales son tan regulares y simultáneos como los de un regimiento de soldados. Pero no puede atribuirse esta reunión a un acto voluntario por parte de los óvulos o de las confervas, y probablemente por parte de los infusorios. En segundo lugar, ¿cuál es la causa de la mucha longitud de las zonas? Estas zonas se asemejan tan por completo a lo que puede verse en cada torrente, donde el agua arrastra en largas tiras la espuma producida, que es preciso atribuir aquéllas a una acción análoga de las corrientes del aire o del mar: Si se admite este supuesto, también debe creerse que estos diferentes cuerpos organizados provienen de sitios donde se producen en gran número y que las corrientes aéreas o marítimas los arrastran a lo lejos. Sin embargo, confieso que es muy difícil creer que en un solo lugar, sea cual fuere, puedan producirse millones de millones de animalillos y de confervas. En efecto, ¿cómo habían de poder encontrarse estos gérmenes en esos lugares especiales? ¿No han sido dispersados los cuerpos productores por los vientos y por las olas en toda la inmensidad del océano? Sin embargo, preciso es confesar también que no hay otra hipótesis para explicar ese agrupamiento. Quizá convenga añadir que, según Scoresby, se encuentra 5 M. LESSON. (Voyage de la Coquille, tomo I, pág. 255) señala la existencia de agua roja a lo largo de Lima, color producido sin duda por la misma causa. El célebre naturalista Peron indica, en el Voyage aux terres australes, lo menos doce viajeros que han aludido a la coloración del mar (tomo II, pág. 239). A los viajeros indicados por Peron pueden añadirse: Humboldt, Pers. Narr., tomo VI, pág. 804; Flinder, Voyage, tomo 1, página 92. Labillardiere, tomo I, pág. 287; Ulloa, Viaje; Voyage de l Astrolabe et de la Coquille; Capitán King, Surrey of Australia, etc. ...

En la línea 47
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Los enanos le dijeron: -Si quieres hacer la tarea de la casa, cocinar, hacer las camas, lavar, coser y tejer y si tienes todo en orden y bien limpio puedes quedarte con nosotros; no te faltará nada. ...

En la línea 84
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... La pobre Blancanieves, que nunca pensaba mal, dejó hacer a la vieja pero apenas ésta le había puesto el peine en los cabellos el veneno hizo su efecto y la pequeña cayó sin conocimiento. ...

En la línea 138
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Entonces la mala mujer lanzó un juramento y tuvo tanto, tanto miedo, que no supo qué hacer. ...

En la línea 74
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Álvaro de Mesía, acabado tipo de la corrupción que llamamos de buen tono, aristócrata de raza, que sabe serlo en la capital de una región histórica, como lo sería en Madrid o en cualquier metrópoli europea; hombre que posee el arte de hacer amable su conducta viciosa y aun su tiranía caciquil. ...

En la línea 172
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¿Qué iba a hacer allí aquel señor tan respetable? Esto preguntaban los ojos del delantero a los del acólito. ...

En la línea 213
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El acólito, de puntillas, sin hacer ruido, se había acercado por detrás al Provisor y procuraba seguir la dirección del catalejo. ...

En la línea 527
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Pero su prudente esposo, considerando que Bermúdez pasaba con afectado desdén delante de aquellos vivos y flamantes colores, dio un codazo a su mujer para que entendiera que por allí se pasaba sin hacer aspavientos. ...

En la línea 56
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Puesto que no le dejaban ser mártir, verter la sangre, tenía terror al enemigo que llevaría dentro de sí, a lo que querría hacer la sangre que aprisionaba dentro de su cuerpo. ...

En la línea 47
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Ya no podía embarcarse para hacer una revolución más en su patria, acoplar dinero y volverse a París. La pequeña República había seguido la evolución de los países vecinos, abominando repentinamente de Urdaneta. Ahora gobernaban la nación hombres jóvenes que habían estudiado en los Estados Unidos o en Europa, y establecían empresas industriales, necesitadas de paz. ...

En la línea 49
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Y Urdaneta, que desde París husmeaba los vientos de su patria lo mismo que sus corresponsales, se abstenía de embarcarse para hacer una intervención armada, sabiendo que en el lenguaje de su tierra perjudicar equivalía poco más o menos a fusilamiento. ...

En la línea 50
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Agobiado por deudas crecientes y en la obligación de hacer economías—lo que era para él signo de indiscutible decadencia—, manteníase indeciso, no sabiendo qué nuevo rumbo seguir. Hombre experto en amores, no intentó recobrar a la millonaria argentina. ¡ Historia terminada!… No iba a retroceder Rosaura hacia él teniendo a este joven supeditado completamente a su voluntad, dulce en palabras y actos. Además, conocía el valor de la juventud para las mujeres procedentes de América, mundo en extremo joven, que siente aún fervores de tribu primitiva ante las existencias primaverales. ...

En la línea 84
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Como este martirio de las preguntas era siempre de noche y en el lecho ella no podía escapar a tal obsesión, y procuraba hacer frente valiéndose de femeninas habilidades. ...

En la línea 24
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La viuda no ahorró medios para hacer ver al ingeniero su hostilidad. Evitaba ostensiblemente el invitarlo a sus fiestas; fingía no conocerle; estorbaba con frecuentes astucias que su hija pudiera encontrarse con el. ...

En la línea 34
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Miss Haynes era una buena hija y no se declararía nunca en rebelión contra su madre. Pero como en sus afectos solo podía mandar ella, juró a Edwin que le esperaría un año, dos, tres, todos los que fuesen necesarios, hasta que el encontrase una situación verdaderamente lucrativa o un medio indiscutible de hacer fortuna. Con esto era seguro que la madre cejaría en su resistencia. ...

En la línea 78
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... No pudo comprender la desaparición de sus compañeros. Es más: presintió que este misterio no lo aclararía nunca. Tal vez se habían precipitado sin quererlo en el mar, al hacer una maniobra de la que el no se dio cuenta durante su sueño. Luego pensó que, al encontrarse en el curso de la noche con alguna de las grandes balleneras procedentes del paquebote, el oficial y el marinero habían querido pasar a ella por considerarla más segura, abandonando a Edwin a su suerte para no cargar a la repleta embarcación con un pasajero más. ...

En la línea 160
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... También he registrado hasta hace unos momentos el enorme navío que le trajo a nuestras costas. He examinado todo lo que hay en el; he traducido los rótulos de las grandes torres de hoja de lata cerradas por todos lados, que, según revela su etiqueta, guardan conservas animales y vegetales. Los encargados de hacer el inventario han podido adivinar que era usted un gentleman porque tiene la piel fina y limpia, aunque para nosotros siempre resulta horrible por sus manchas de diversos colores y los profundos agujeros de sus poros. Pero este detalle, para un sabio, carece de importancia. También han conocido que es usted un gentleman porque no tiene las manos callosas y porque su olor a humanidad es menos fuerte que el de los otros Hombres-Montañas que nos visitaron, los cuales hacían irrespirable el aire por allí donde pasaban. Usted debe bañarse todos los días, ¿no es cierto, gentleman?… Además, el pedazo de tela blanca, grande como una alfombra de salón, que lleva usted sobre el pecho, junto con el reloj, ha impregnado el ambiente de un olor de jardín. ...

En la línea 15
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando comunicaba sus temores a D. Baldomero, este se echaba a reír y le decía: «El chico es de buena índole. Déjale que se divierta y que la corra. Los jóvenes del día necesitan despabilarse y ver mucho mundo. No son estos tiempos como los míos, en que no la corría ningún chico del comercio, y nos tenían a todos metidos en un puño hasta que nos casaban. ¡Qué costumbres aquellas tan diferentes de las de ahora! La civilización, hija, es mucho cuento. ¿Qué padre le daría hoy un par de bofetadas a un hijo de veinte años por haberse puesto las botas nuevas en día de trabajo? ¿Ni cómo te atreverías hoy a proponerle a un mocetón de estos que rece el rosario con la familia? Hoy los jóvenes disfrutan de una libertad y de una iniciativa para divertirse que no gozaban los de antaño. Y no creas, no creas que por esto son peores. Y si me apuras, te diré que conviene que los chicos no sean tan encogidos como los de entonces. Me acuerdo de cuando yo era pollo. ¡Dios mío, qué soso era! Ya tenía veinticinco años, y no sabía decir a una mujer o señora sino que usted lo pase bien, y de ahí no me sacaba nadie. Como que me había pasado en la tienda y en el almacén toda la niñez y lo mejor de mi juventud. Mi padre era una fiera; no me perdonaba nada. Así me crié, así salí yo, con unas ideas de rectitud y unos hábitos de trabajo, que ya ya… Por eso bendigo hoy los coscorrones que fueron mis verdaderos maestros. Pero en lo referente a sociedad, yo era un salvaje. Como mis padres no me permitían más compañía que la de otros muchachones tan ñoños como yo, no sabía ninguna suerte de travesuras, ni había visto a una mujer más que por el forro, ni entendía de ningún juego, ni podía hablar de nada que fuera mundano y corriente. Los domingos, mi mamá tenía que ponerme la corbata y encasquetarme el sombrero, porque todas las prendas del día de fiesta parecían querer escapárseme del cuerpo. Tú bien te acuerdas. Anda, que también te has reído de mí. Cuando mis padres me hablaron… así, a boca de jarro, de que me iba a casar contigo, ¡me corrió un frío por todo el espinazo… ! Todavía me acuerdo del miedo que te tenía. Nuestros padres nos dieron esto amasado y cocido. Nos casaron como se casa a los gatos, y punto concluido. Salió bien; pero hay tantos casos en que esta manera de hacer familias sale malditamente… ¡Qué risa! Lo que me daba más miedo cuando mi madre me habló de casarme, fue el compromiso en que estaba de hablar contigo… No tenía más remedio que decirte algo… ¡Caramba, qué sudores pasé! 'Pero yo ¿qué le voy a decir, si lo único que sé es que usted lo pase bien, y en saliendo de ahí soy hombre perdido… ?'. ...

En la línea 16
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Ya te he contado mil veces la saliva amarga que tragaba ¡ay, Dios mío!, cuando mi madre me mandaba ponerme la levita de paño negro para llevarme a tu casa. Bien te acuerdas de mi famosa levita, de lo mal que me estaba y de lo desmañado que era en tu presencia, pues no me arrancaba a decir una palabra sino cuando alguien me ayudaba. Los primeros días me inspirabas verdadero terror, y me pasaba las horas pensando cómo había de entrar y qué cosas había de decir, y discurriendo alguna triquiñuela para hacer menos ridícula mi cortedad… Dígase lo que se quiera, hija, aquella educación no era buena. Hoy no se puede criar a los hijos de esa manera. Yo ¡qué quieres que te diga!, creo que en lo esencial Juanito no ha de faltarnos. Es de casta honrada, tiene la formalidad en la masa de la sangre. Por eso estoy tranquilo, y no veo con malos ojos que se despabile, que conozca el mundo, que adquiera soltura de modales… ». ...

En la línea 18
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Mira, mujer, para que los jóvenes adquieran energía contra el vicio, es preciso que lo conozcan, que lo caten, sí, hija, que lo caten. No hay peor situación para un hombre que pasarse la mitad de la vida rabiando por probarlo y no pudiendo conseguirlo, ya por timidez, ya por esclavitud. No hay muchos casos como yo, bien lo sabes; ni de estos tipos que jamás, ni antes ni después de casados, tuvieron trapicheos, entran muchos en libra. Cada cual en su época. Juanito, en la suya, no puede ser mejor de lo que es, y si te empeñas en hacer de él un anacronismo o una rareza, un non como su padre, puede que lo eches a perder. ...

En la línea 29
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La casa del gordo Arnaiz era relativamente moderna. Se había hecho pañero porque tuvo que quedarse con las existencias de Albert, para indemnizarse de un préstamo que le hiciera en 1843. Trabajaba exclusivamente en género extranjero; pero cuando Santa Cruz hizo su traspaso a los Chicos, también Arnaiz se inclinaba a hacer lo mismo, porque estaba ya muy rico, muy obeso, bastante viejo y no quería trabajar. Daba y tomaba letras sobre Londres y representaba a dos Compañías de seguros. Con esto tenía lo bastante para no aburrirse. Era hombre que cuando se ponía a toser hacía temblar el edificio donde estaba; excelente persona, librecambista rabioso, anglómano y solterón. Entre las casas de Santa Cruz y Arnaiz no hubo nunca rivalidades; antes bien, se ayudaban cuanto podían. El gordo y D. Baldomero tratáronse siempre como hermanos en la vida social y como compañeros queridísimos en la comercial, salvo alguna discusión demasiado agria sobre temas arancelarios, porque Arnaiz había hecho la gracia de leer a Bastiat y concurría a los meetings de la Bolsa, no precisamente para oír y callar, sino para echar discursos que casi siempre acababan en sofocante tos. Trinaba contra todo arancel que no significara un simple recurso fiscal, mientras que D. Baldomero, que en todo era templado, pretendía que se conciliasen los intereses del comercio con los de la industria española. «Si esos catalanes no fabrican más que adefesios —decía Arnaiz entre tos y tos—, y reparten dividendos de sesenta por ciento a los accionistas… ». ...

En la línea 16
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Poco a poco, las lecturas y los sueños de Tom sobre la vida principesca le produjeron un efecto tan fuerte que empezó a hacer el príncipe, inconscientemente. Su discurso y sus modales se volvieron singularmente ceremoniosos y cortesanos, para gran admiración y diversión de sus íntimos. Pero la influencia de Tom entre aquellos muchachos empezó a crecer, ahora, de día en día, y con el tiempo vino a ser mirado por ellos con una especie de temor reverente, como a un ser superior. ¡Parecía saber tanto, y sabía hacer y decir tantas cosas maravillosas, y además era tan profundo y tan sabio! ...

En la línea 35
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Media docena de circunstantes se abalanzaron a –no sé qué—… , –sin duda a interferir. Mas fueron apartados mediante regio ademán, y se quedaron clavados inmóviles donde estaban, como otras tantas estatuas. Eduardo se llevó a Tom a una rica estancia en el palacio, que llamaba su gabinete. A su mandato trajeron una colación como Tom no había encontrado jamás, salvo en los libros. El príncipe, con delicadeza y maneras principescas, despidió a los criados para que su humilde huésped no se sintiera cohibido con su presencia criticona; luego se sentó cerca de Tom a hacer preguntas mientras aquél comía: ...

En la línea 116
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Ese día cuando cerró la noche, el príncipe se encontró metido en la parte más edificada de la ciudad. Su cuerpo estaba golpeado, sus manos sangraban y sus andrajos estaban sucios de lodo. Vagó más y más, cada vez más aturdido, y tan cansado y débil que apenas podía levantar los pies. Había cesado de hacer cualquier pregunta, puesto que sólo le ganaban insultos en lugar de información. Continuaba diciendo entre dientes: 'Offal Court, ése es el nombre. Si tan sólo pudiera encontrarlo antes de que mi fuerza se agote por completo y me derrumbe, estaré salvado, porque su gente me llevará al palacio y probara que no soy de los suyos, sino el verdadero príncipe; y tendré de nuevo lo que es mío.' Y de cuando en cuando su mente recordaba el trato que le habían dado los groseros muchachos del Hospital de Cristo, y decía: 'Cuando sea rey, no sólo tendrán pan y albergue, sino enseñanza con libros, porque la barriga llena vale poco cuando mueren de hambre la mente y el corazón. Guardaré esto muy bien en mi memoria: que la lección de este día no se pierda y por ello sufra mi pueblo; porque el aprender suaviza el corazón y presta gentileza y caridad.'[2] ...

En la línea 129
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Tom Canty, solo en el gabinete del príncipe, hizo buen uso de la ocasión. Volviáse de este y del otro lado ante el gran espejo, admirando sus galas;. luego dio unos pasos imitando el porte altivo del príncipe y sin dejar de observar los resultados en el espejo. Sacó después la hermosa espada y se inclinó, besando la hoja y cruzándola sobre el pecho, como había visto hacer a un caballero noble, por vía de saludo al lugarteniente de la Torre, cinco o seis semanas atrás, al poner en sus manos a los grandes lores de Norfolk y de Surrey, en calidad de prisioneros. Jugó Tom con la daga engastada en joyas que pendía de su cadera; examinó el valioso y bello decorado del aposento; probó cada una de las suntuosas sillas, y pensó cuán orgulloso se sentiría si el rebaño de Offal Court pudiera asomarse y verlo en esta grandeza. Preguntóse si creerían el maravilloso suceso que les contaría al volver a casa, o si menearían la cabeza diciendo que su desmedida imaginación había por fin trastornado su razón. ...

En la línea 7
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «Pero aquel chiquillo –iba diciéndose Augusto, que más bien que pensaba hablaba consigo mismo–, ¿qué hará allí, tirado de bruces en el suelo? ¡Contemplar a alguna hormiga, de seguro! ¡La hormiga, ¡bah!, uno de los animales más hipócritas! Apenas hace sino pasearse y hacernos creer que trabaja. Es como ese gandul que va ahí, a paso de carga, codeando a todos aquellos con quienes se cruza, y no me cabe duda de que no tiene nada que hacer. ¡Qué ha de tener que hacer, hombre, qué ha de tener que hacer! Es un vago, un vago como… ¡No, yo no soy un vago! Mi imaginación no descansa. Los vagos son ellos, los que dicen que trabajan y no hacen sino aturdirse y ahogar el pensamiento. Porque, vamos a ver, ese mamarracho de chocolatero que se pone ahí, detrás de esa vidriera, a darle al rollo majadero, para que le veamos, ese exhibicionista del trabajo, ¿qué es sino un vago? Y a nosotros ¿qué nos importa que trabaje o no? ¡El trabajo! ¡El trabajo! ¡Hipocresía! Para trabajo el de ese pobre paralítico que va ahí medio arrastrándose… Pero ¿y qué sé yo? ¡Perdone, hermano! –esto se lo dijo en voz alta–. ¿Hermano? ¿Hermano en qué? ¡En parálisis! Dicen que todos somos hijos de Adán. Y este, Joaquinito, ¿es también hijo de Adán? ¡Adiós, Joaquín! ¡Vaya, ya tenemos el inevitable automóvil, ruido y polvo! ¿Y qué se adelanta con suprimir así distancias? La manía de viajar viene de topofobía y no de filotopía; el que viaja mucho va huyendo de cada lugar que deja y no buscando cada lugar a que llega. Viajar… viajar… Qué chisme más molesto es el paraguas… Calla, ¿qué es esto?» ...

En la línea 7
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «Pero aquel chiquillo –iba diciéndose Augusto, que más bien que pensaba hablaba consigo mismo–, ¿qué hará allí, tirado de bruces en el suelo? ¡Contemplar a alguna hormiga, de seguro! ¡La hormiga, ¡bah!, uno de los animales más hipócritas! Apenas hace sino pasearse y hacernos creer que trabaja. Es como ese gandul que va ahí, a paso de carga, codeando a todos aquellos con quienes se cruza, y no me cabe duda de que no tiene nada que hacer. ¡Qué ha de tener que hacer, hombre, qué ha de tener que hacer! Es un vago, un vago como… ¡No, yo no soy un vago! Mi imaginación no descansa. Los vagos son ellos, los que dicen que trabajan y no hacen sino aturdirse y ahogar el pensamiento. Porque, vamos a ver, ese mamarracho de chocolatero que se pone ahí, detrás de esa vidriera, a darle al rollo majadero, para que le veamos, ese exhibicionista del trabajo, ¿qué es sino un vago? Y a nosotros ¿qué nos importa que trabaje o no? ¡El trabajo! ¡El trabajo! ¡Hipocresía! Para trabajo el de ese pobre paralítico que va ahí medio arrastrándose… Pero ¿y qué sé yo? ¡Perdone, hermano! –esto se lo dijo en voz alta–. ¿Hermano? ¿Hermano en qué? ¡En parálisis! Dicen que todos somos hijos de Adán. Y este, Joaquinito, ¿es también hijo de Adán? ¡Adiós, Joaquín! ¡Vaya, ya tenemos el inevitable automóvil, ruido y polvo! ¿Y qué se adelanta con suprimir así distancias? La manía de viajar viene de topofobía y no de filotopía; el que viaja mucho va huyendo de cada lugar que deja y no buscando cada lugar a que llega. Viajar… viajar… Qué chisme más molesto es el paraguas… Calla, ¿qué es esto?» ...

En la línea 8
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Y se detuvo a la puerta de una casa donde había entrado la garrida moza que le llevara imantado tras de sus ojos. Y entonces se dio cuenta Augusto de que la había venido siguiendo. La portera de la casa le miraba con ojillos maliciosos, y aquella mirada le sugirió a Augusto lo que entonces debía hacer. «Esta Cerbera aguarda –se dijo– que le pregunte por el nombre y circunstancias de esta señorita a que he venido siguiendo y, ciertamente, esto es lo que procede ahora. Otra cosa sería dejar mi seguimiento sin coronación, y eso no, las obras deben acabarse. ¡Odio lo imperfecto!» Metió la mano al bolsillo y no encontró en él sino un duro. No era cosa de ir entonces a cambiarlo, se perdería tiempo y ocasión en ello. ...

En la línea 83
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¿Hará el favor, señora Margarita, de hacer llegar esta carta a las propias blancas manos de la señorita Eugenia? ...

En la línea 268
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... A pocos pasos oyó el murmullo de un arroyo. A él se dirigió como pudo y lavó su herida cuidadosamente y la oprimió hasta hacer brotar unas gotas de sangre. Después la cerró y la ligó con una tira de su camisa. ...

En la línea 389
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Qué iba a hacer! —exclamó con voz ronca—. Pero, ¿será verdad que amo a esa muchacha? ¿No es esto una locura? No soy ya el pirata de Mompracem, pues me siento arrastrado por una pasión irresistible hacia esa hija de una raza que odio. ¿Olvido a mi salvaje Mompracem, a mis fieles tigrecitos, a mi buen Yáñez? ¿Olvido que los compatriotas de ella no esperan más que el momento oportuno para destruir mi poder? ¡Apaguemos este volcán que arde en mi corazón, indigno del Tigre de la Malasia! ¡Haz oír tu rugido, Tigre; destierra de tu pecho el reconocimiento que debes a estas gentes que te han curado la herida y huye de estos sitios! ¡Vuelve al mar; vuelve a ser el terrible pirata de Mompracem! ...

En la línea 490
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Si me preparan una traición —dijo al fin Sandokán alzando los hombros—, yo sabré deshacerla! Nunca he tenido miedo a los ingleses. Descansemos y mañana ya veré qué es lo que hay que hacer. ...

En la línea 494
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¿Se ha marchado sin haberme dicho nada anoche? —murmuró—. ¿Se estará tramando alguna traición en mi contra? ¿Y si esta noche volviera como enemigo? ¿Qué debo hacer con ese hombre que me ha cuidado como un padre y que es el tío de la mujer a quien adoro? ¡Ah, qué bella estaba Mariana la tarde en que intenté huir! ¡Y yo trataba de alejarme para siempre de ti, cuando tú me amabas ya! ¡Extraño destino! ¿Quién hubiera dicho que yo amaría a esa mujer? ¡Y cómo la amo! ¡Por esa mujer sería capaz de hacerme inglés, me vendería como esclavo, dejaría para siempre la borrascosa vida de aventurero, maldeciría a mis tigrecillos y a ese mar que domino y que considero como la sangre de mis venas! ...

En la línea 75
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Desde hacía diez años, Conseil me había seguido a todas partes donde me llevara la ciencia. jamás le había oído una queja o un comentario sobre la duración o la fatiga de un viaje, ni una objeción a hacer su maleta para un país cualquiera, ya fuese la China o el Congo, por remoto que fuera. Se ponía en camino para un sitio u otro sin hacer la menor pregunta. ...

En la línea 75
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Desde hacía diez años, Conseil me había seguido a todas partes donde me llevara la ciencia. jamás le había oído una queja o un comentario sobre la duración o la fatiga de un viaje, ni una objeción a hacer su maleta para un país cualquiera, ya fuese la China o el Congo, por remoto que fuera. Se ponía en camino para un sitio u otro sin hacer la menor pregunta. ...

En la línea 79
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¡Conseil! -repetí, mientras comenzaba febrilmente a hacer mis preparativos de partida. ...

En la línea 268
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¿Qué hacer entonces? ...

En la línea 71
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Y se dedicó a preparar los cachivaches del té, en tanto que Joe me miraba por encima de su pierna, como si, mentalmente, se imaginara y calculara la pareja que haríamos los dos en las dolorosas circunstancias previstas por mi hermana. Después de eso se acarició la patilla y los rubios rizos del lado derecho de su cara, en tanto que observaba a la señora Joe con sus azules ojos, como solía hacer en los momentos tempestuosos. ...

En la línea 78
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Oye - murmuró Joe mirándome y meneando la cabeza con aire de censura -. Oye, Pip. Te va a hacer daño. No es posible que hayas mascado el pan. ...

En la línea 86
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Mira, Pip - dijo Joe con los ojos fijos en mí, sin hacer caso de la señora Joe y sin tragar el pan que tenía en la mejilla-. Cuando yo tenía tu edad, muchas veces tragaba sin mascar y he hecho como otros muchos niños suelen hacer; pero jamás vi tragar un bocado tan grande como tú, Pip, hasta el punto de que me asombra que no te hayas ahogado. ...

En la línea 86
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Mira, Pip - dijo Joe con los ojos fijos en mí, sin hacer caso de la señora Joe y sin tragar el pan que tenía en la mejilla-. Cuando yo tenía tu edad, muchas veces tragaba sin mascar y he hecho como otros muchos niños suelen hacer; pero jamás vi tragar un bocado tan grande como tú, Pip, hasta el punto de que me asombra que no te hayas ahogado. ...

En la línea 17
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Aquel día se había propuesto hacer un ensayo y su agitación crecía a cada paso que daba. Con el corazón desfallecido y sacudidos los miembros por un temblor nervioso, llegó, al fin, a un inmenso edificio, una de cuyas fachadas daba al canal y otra a la calle. El caserón estaba dividido en infinidad de pequeños departamentos habitados por modestos artesanos de toda especie: sastres, cerrajeros… Había allí cocineras, alemanes, prostitutas, funcionarios de ínfima categoría. El ir y venir de gente era continuo a través de las puertas y de los dos patios del inmueble. Lo guardaban tres o cuatro porteros, pero nuestro joven tuvo la satisfacción de no encontrarse con ninguno. ...

En la línea 58
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El joven cogió el dinero. No quería discutir. Miraba a la vieja y no mostraba ninguna prisa por marcharse. Parecía deseoso de hacer o decir algo, aunque ni él mismo sabía exactamente qué. ...

En la línea 108
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »‑Yo no puedo hacer eso, Catalina Ivanovna. ...

En la línea 110
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »‑Yo no puedo hacer eso ‑repitió, remedándola, Catalina Ivanovna‑. ¡Vaya un tesoro para que lo guardes con tanto cuidado! ...

En la línea 97
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Me sentía incluso desconcertado y penetré de muy mal humor en la sala de juego. Nada de todo aquello me agradó a la primera ojeada. No puedo soportar el servilismo de los cronistas de todos los países, y especialmente de Rusia, que al comenzar la primavera celebran a coro dos cosas: primero, el esplendor y el lujo de las salas de juego en los balnearios del Rin, y luego los montones de oro, que, según afirman, cubren las mesas. No se les paga por hacer estas descripciones, que sólo están inspiradas en una complacencia desinteresada. ...

En la línea 104
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Como yo experimentaba en mí mismo un vivo deseo de ganar, esa ansia, ese pecado general si se quiere, me era familiar en el mismo momento de entrar en la sala. Nada tan encantador como no hacer ceremonias, como conducirse abiertamente y con desenfado. Además, ¿para qué censurarse a sí mismo? ¿No es la ocupación más vana e inconsiderada? Lo que no gustaba, a primera vista, en esa reunión de jugadores, era su modo respetuoso de proceder, la seriedad y la deferencia con que todos rodeaban el tapete verde. He aquí por qué existe una precisa demarcación entre el juego llamado de mal género y el que es permitido a un hombre correcto. ...

En la línea 106
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Un caballero, por ejemplo, arriesga cinco o diez luises, raramente más —si es rico llegará hasta mil francos—, pero los arriesga por amor al juego sólo por placer. Se proporciona el placer de la ganancia o de la pérdida sin apasionarse por el lucro. Si la suerte le favorece tendrá una sonrisa de satisfacción, bromeará con su vecino, quizá se atreva a doblar de nuevo la postura, pero únicamente por curiosidad, para observar el caprichoso azar, para hacer cábalas; en ningún caso obedecerá al plebeyo deseo de ganar. ...

En la línea 108
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Esta ignorancia completa de la realidad, esta credulidad inocente, serían, sin duda alguna, sumamente aristocráticas. He visto a algunas madres hacer avanzar a sus hijos, graciosas e inocentes criaturas de quince a dieciséis años, y entregarles algunas monedas de oro explicándoles las reglas del juego. La ingenua jovencita ganaba o perdía y se retiraba encantada, con la sonrisa en los labios. ...

En la línea 199
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Parece que yendo a hacer algunas compras para la cena había oído referir ciertas cosas en distintos sitios. Se hablaba de un vagabundo de mala catadura; se decía que había llegado un hombre sospechoso, que debía estar en alguna parte de la ciudad, y que podían tener un mal encuentro los que aquella noche se olvidaran de recogerse temprano y de cerrar bien sus puertas. ...

En la línea 280
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Por la noche volvía cansado a la casa y comía su sopa sin decir una palabra. Mientras comía, su hermana a menudo le sacaba de su plato lo mejor de la comida, el pedazo de carne, la lonja de tocino, el cogollo de la col, para dárselo a alguno de sus hijos. El, sin dejar de comer, inclinado sobre la mesa, con la cabeza casi metida en la sopa, con sus largos cabellos esparcidos alrededor del plato, parecía que nada observaba; y la dejaba hacer. ...

En la línea 298
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Se preguntó si la sociedad humana podía tener el derecho de hacer sufrir igualmente a sus miembros, en un caso su imprevisión irracional, y en otro su impía previsión; y de apoderarse para siempre de un hombre entre una falta y un exceso; falta de trabajo, exceso de castigo. ...

En la línea 307
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... ¿Puede la naturaleza humana transformarse así completamente? Al hombre, creado bueno por Dios, ¿puede hacerlo malo el hombre? ¿Puede el destino modificar el alma completamente, y hacerla mala porque es malo el destino? ¿No hay en toda alma humana, no había en el alma de Jean Valjean en particular, una primera chispa, un elemento divino, incorruptible en este mundo, inmortal en el otro, que el bien puede desarrollar, encender, purificar, hacer brillar esplendorosamente, y que el mal no puede nunca apagar del todo? ...

En la línea 22
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Aturdido, sufriendo un dolor intolerable en la garganta y en la lengua, medio asfixiado, Buck intentó hacer frente a sus torturadores. Pero una y otra vez lo tumbaron y le apretaron más la cuerda hasta que lograron limar el grueso collar de latón y quitárselo del pescuezo. Entonces retiraron la soga y con violencia lo metieron en un cajón grande semejante a una jaula. ...

En la línea 39
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... -«Responde al nombre de Buck» -citó el hombre hablando consigo mismo en alusión a la carta del tabernero que le había anunciado el envío del cajón y su contenido-. Bien, Buck, muchacho -prosiguió en tono jovial-, hemos tenido nuestro pequeño jaleo, y lo mejor que podemos hacer es dejarlo así. Tú te has enterado de cuál es tu sitio y yo me sé el mío. Sé un buen perro y todo irá bien. Pórtate mal y te arrancaré las tripas. ¿Entendido? ...

En la línea 54
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... El primer día de Buck en la playa de Dyea fue una pesadilla. Todas y cada una de las horas estuvieron llenas de conmoción y sorpresas. Lo habían arrancado de golpe del centro de la civilización y lo habían arrojado bruscamente al corazón mismo de lo primitivo. Ya no era una vida regalada acariciada por el sol, sin otra cosa que hacer que dormitar y aburrirse. Aquí no había paz ni descanso ni un momento de seguridad. Todo era confusión y actividad, y no había un solo momento sin que la vida o algún miembro corrieran peligro. Era necesario estar siempre alerta porque aquellos perros y aquellos hombres no eran perros y hombres de ciudad. Eran todos salvajes que no conocían más ley que la del garrote y el colmillo. ...

En la línea 83
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Por su parte, posiblemente porque adivinaba que Buck era un peligroso rival, Spitz nunca perdía la oportunidad de enseñarle los dientes. Incluso hacía lo imposible por bravuconear ante él, esforzándose constantemente por iniciar una pelea que sólo podría acabar con la muerte de uno de los dos. A poco de emprendido el viaje, tal cosa pudo haber ocurrido, de no ser por un inesperado accidente. Al final de aquel día habían instalado un precario campamento a orillas del lago Le Barge. Una violenta nevada, el viento, que cortaba como una cuchilla al rojo vivo, y la oscuridad los habían forzado a buscar a ciegas un lugar de acampada. Dificilmente podrían haber encontrado uno peor. A sus espaldas se levantaba una pared perpendicular de roca, y Perrault y François no tuvieron más remedio que hacer la hoguera y tender los sacos de dormir sobre el mismo hielo del lago. Se habían deshecho de la tienda en Dyea con el fin de viajar ligeros de peso. Unas pocas tablas sobrantes les proporcionaron un fuego que se hundió al derretirse el hielo dejándolos a oscuras para cenar. ...

En la línea 66
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Solía Miranda hacer, de pascuas a ramos, tal cual escapatoria a Madrid, y en una de las últimas encontró al Don Fulano del señor Joaquín -a quien llamaremos Colmenar por respetos a su incógnito-, amostazado y furioso con otro Don Zutano que se empeñaba en desbaratarle sus combinaciones todas y en echarle por tierra todas sus hechuras. No había manera de arreglarse con aquel diablo de hombre, que así cortaba y segaba en el granado campo de los adictos colmenaristas. El destino de Miranda, a la sazón, estaba comprometidísimo. Pegó Miranda al escucharlo un brinco en el muelle diván. ...

En la línea 80
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Y el prohombre celebró su propio retruécano disparando larga risa. Miranda quedose pensativo mascando la miga de la proposición, cuyas ventajas le saltaron a los ojos prontamente. Ningún medio más acertado para prevenir las embestidas de la mala fortuna y asegurar el dudoso porvenir, mientras no emigrasen del todo los ya ralos cabellos, y no desapareciese el barniz de gallardía que aún abrillantaba su persona. Por otra parte, León era ciudad que involuntariamente sugería ideas matrimoniales. ¿Qué hacer sino casarse allí donde todo era calma y tedio, donde la soltería inspiraba desconfianza, donde la más insignificante aventurilla provocaba los furiosos ladridos del escándalo? Así es que dijo en voz alta: ...

En la línea 159
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Está visto -pensó el señor Joaquín para su capote-: hierve la olla; a esta chica hay que casarla. Y en voz alta: pues siendo así, niña, creo que no debes hacer un desaire al señor de Miranda. Es todo un señor… y en política, ¡vamos, es mucho olfato el suyo! ¿A ti no te desagrada? ...

En la línea 178
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¡Y vamos! que eso de casarse no sucede todos los días… y es natural que trastorne un poco… es cosa grave, muy grave, ya me lo avisó el Padre Urtazu… , y así es que yo anoche no pegué ojo, y conté todas las horas, las medias y los cuartos que dio el cuco de la antesala… a cada campanada que oía… ¡tam, tam!, exclamaba yo ¡maldito! aguárdate, que voy a taparme la cara con las sábanas, y a llamar el sueño, y no volverás a hacer de las tuyas… , pero ni por esas. Ahora, como ya pasó, es lo mismo que cuando hay que saltar un foso muy ancho: se salta, ¡zas!, y ya no se piensa en ello. ¡Se acabó! ...

En la línea 11
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Nadie sabía que tuviese mujer ni hijos- cosa que puede suceder a la persona más decente del mundo-, ni parientes ni amigos- lo cual era en verdad algo más extraño-. Phileas Fogg vivía solo en su casa de Saville Row, donde nadie penetraba. Un criado único le bastaba para su servicio. Almorzando y comiendo en el club a horas cronométricamente determinadas, en el mismo comedor, en la misma mesa, sin tratarse nunca con sus colegas, sin convidar jamás a ningún extraño, sólo volvía a su casa para acostarse a la media noche exacta, sin hacer uso en ninguna ocasión de los cómodos dormitorios que el Reform Club pone a disposición de los miembros del círculo. De las veinticuatro horas del día, pasaba diez en su casa, que dedicaba al sueño o al tocador. Cuando paseaba, era invariablemente y con paso igual, por el vestíbulo que tenía mosaicos de madera en el pavimento, o por la galería circular coronada por una media naranja con vidrieras azules que sostenían veinte columnas jónicas de pórfido rosa, Cuando almorzaba o comía, las cocinas, la repostería, la despensa, la pescadería y la lechería del club eran las que con sus suculentas reservas proveían su mesa; los camareros del club, graves personas vestidas de negro y calzados con zapatos de suela de fieltro, eran quienes le servían en una vajilla especial y sobre admirables manteles de lienzo sajón; la cristalería o molde perdido del club era la que contenía su sherry, su oporto o su clarete mezclado con canela, capilaria o cinamomo; en fin, el hielo del club- hielo traído de los lagos de América a costa de grandes desembolsos-, conservaba sus bebidas en un satisfactorio estado de frialdad. ...

En la línea 20
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Juan, si el señor no lo lleva a mal- respondió el recién venido-. Juan Picaporte, apodo que me ha quedado y que justificaba mi natural aptitud para salir de todo apuro, Creo ser honrado, aunque, a decir verdad, he tenido varios oficios. He sido cantor ambulante, he sido artista de circo donde daba el salto como Leotard y bailaba en la cuerda como Blondín; luego, al fin de hacer más útiles mis servicios, he llegado a profesor de gimnasia, y por último, era sargento de bomberos en París, y aún tengo en mi hoja de servicios algunos incendios notables. Pero hace cinco años que he abandonado la Francia, y queriendo experimentar la vida doméstica soy ayuda de cámara en Inglaterra. Y hallándome desacomodado y habiendo sabido que el señor Phileas Fogg era el hombre más exacto y sedentario del Reino Unido, me he presentado en casa del señor, esperando vivir con tranquilidad y olvidar hasta el apodo de Picaporte. ...

En la línea 27
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Vais cuatro minutos atrasado. No importa. Basta con hacer constar la diferencia. Conque desde este momento, las once y veintinueve de la mañana, hoy miércoles 2 de octubre de 1872, entráis a mi servicio. ...

En la línea 62
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Pero conviene hacer observar aquí- y esto da más fácil explicación al hecho- que el Banco de Inglaterra parece que se desvive por demostrar al público la alta idea que tiene de su dignidad. Ni hay guardianes, ni ordenanzas, ni redes de alambre. El oro, la plata, los billetes, están expuestos libremente, y, por decirlo así, a disposición del primero que llegue. En efecto, sería indigno sospechar en lo mínimo acerca de la caballerosidad de cualquier transeúnte. Tanto es así, que hasta se llega a referir el siguiente hecho por uno de los más notables observadores de las costumbres inglesas: En una de las salas del Banco en que se encontraba un día, tuvo curiosidad por ver de cerca una barra de oro de siete a ocho libras de peso que se encontraba expuesta en la mesa del cajero; para satisfacer aquel deseo, tomó la barra, la examinó, se la dio a su vecino, éste a otro, y así, pasando de mano en mano, la barra llegó hasta el final de un pasillo obscuro, tardando media hora en volver a su sitio primitivo, sin que durante este tiempo el cliero hubiera levantado siquiera la cabeza. ...

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