La palabra Flancos ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
La llamada de la selva de Jack London
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece flancos.
Estadisticas de la palabra flancos
Flancos es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 23389 según la RAE.
Flancos aparece de media 2.43 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la flancos en las obras de referencia de la RAE contandose 369 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Flancos
Cómo se escribe flancos o flancoz?
Más información sobre la palabra Flancos en internet
Flancos en la RAE.
Flancos en Word Reference.
Flancos en la wikipedia.
Sinonimos de Flancos.
Algunas Frases de libros en las que aparece flancos
La palabra flancos puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1409
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Veía al pequeñín cuando lo colocaba su padre sobre la dura espina del animal, golpeando con sus piececitos los lustrosos flancos y gritando: «¡Arre, arre!», con infantil balbuceo. ...
En la línea 1208
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Si; _Alcaparrón_ sentiría cerca de él a su amada muerta. Algo de ella subiría hasta su rostro como un perfume, cuando arañase la tierra con el azadón y el surco nuevo enviase a su olfato la frescura del suelo removido. Algo habría también de su alma en las espigas del trigo, en las amapolas que goteaban de rojo los flancos de oro de la mies, en los pájaros que cantaban al amanecer cuando el rebaño humano iba hacia el tajo, en los matorrales del monte, sobre los cuales revoloteaban los insectos asustados por las carreras de las yeguas y los bufidos de los toros. ...
En la línea 6592
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En alas del ensueño, quizás habría llegado a la conclusión de que el Genio del Africa, bajo la forma de aquel monstruo, el más poderoso de cuantos cría, había cruzado de un salto el mar, desde el país de la arena y del sol, con ánimo de destruir el continente rival; imagen robustecida por el color de sus flancos de roca, del espinazo y de la cerviz, tan curtidos como la piel del rey del desierto. ...
En la línea 6928
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Al Este se alzan portentosas colinas y montañas: son el Gebel Muza y su cadena; y aquel su compañero que se levanta a lo lejos es el pico de Tetuán; las brumas grises de la tarde envuelven sus flancos. ...
En la línea 818
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Nos habíamos quedado mudos e inmóviles, no sabiendo qué sorpresa, agradable o desagradable, Os esperaba. Se oyó algo así como un objeto que se deslizara. Se hubiera dicho que se maniobraba algo en los flancos del Nautilus. ...
En la línea 1177
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Yo deseaba vivamente visitar ese arrecife de trescientas sesenta leguas de longitud contra el que el mar rompía su oleaje con una formidable intensidad sólo comparable a la de las descargas del trueno. Pero en aquel momento, los planos inclinados del Nautilus nos llevaban a una gran profundidad y no pude ver nada de esas altas murallas coralígenas. Hube de contentarme con la observación de los diferentes especímenes de peces capturados por nuestras redes. Observé, entre otros, a unos escombros, grandes como atunes, con los flancos azulados y surcados por unas bandas transversales que desaparecían con la vida del animal. Estos peces nos acompañaban en gran cantidad y suministraron a nuestra mesa un delicado manjar. Cogimos también un buen número de esparos de medio decímetro de longitud, cuyo sabor es muy parecido al de la dorada, y peces voladores, verdaderas golondrinas marinas que, en las noches oscuras, rayan alternativamente el agua y el aire con sus resplandores fosforescentes. Entre los moluscos y los zoófitos hallé en las redes de la barredera diversas especies de alcionarias, de erizos de mar, de martillos, espolones, ceritios, hiálidos. La flora estaba representada por bellas algas flotantes, laminarias y macrocísteas, impregnadas del mucílago que exudaban sus poros y entre las que recogí una admirable Nemastoma geliniaroíde, que halló su lugar entre las curiosidades naturales del museo. ...
En la línea 1466
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Estuve trabajando en mi camarote hasta mediodía, sin ver ni un solo instante al capitán Nemo. No parecía efectuarse ninguna maniobra de partida a bordo. Esperé aún durante algún tiempo y luego fui al salón. El reloj de pared indicaba las dos y media. Dentro de diez minutos la marea debía alcanzar su máxima altura y, si el capitán Nemo no había hecho una promesa temeraria, el Nautilus quedaría liberado. Si así no ocurría, podrían pasar meses antes de salir de su lecho de coral. Pero no tardé en sentir los estremecimientos precursores que agitaron el casco del buque. Luego se oyeron rechinar los flancos del mismo contra las asperezas calcáreas del arrecife. ...
En la línea 1673
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La desaparición de los argonautas coincidió con la súbita caída de la noche. Las olas, apenas levantadas por la brisa, golpeaban los flancos del Nautilus. ...
En la línea 341
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Cazando sus presas en los flancos del grupo migratorio de alces, como lo hacían los yeehat, la manada de lobos finalmente había dejado atrás los bosques y las corrientes para invadir el valle de Buck. Llegaron al claro del bosque como una avalancha de sombras plateadas por la luna; y en el centro del claro estaba Buck, inmóvil como una estatua, esperándolos. Sobrecogidos ante su quietud y su corpulencia, se detuvieron, hasta que el más audaz se abalanzó sobre él. Buck reaccionó como un rayo y le quebró el pescuezo. A continuación se quedó, como antes, inmóvil, con el lobo herido agonizando a sus pies. Otros tres lo intentaron y uno tras otro se retiraron, chorreando sangre por la garganta y con el lomo desgarrado. ...
En la línea 342
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Eso bastó para que la manada entera atacase, precipitándose y obstruyéndose el camino en su ansia por derribar a la presa. La rapidez y agilidad pasmosas de Buck le fueron de gran provecho. Girando sobre las patas traseras, dando mordiscos y dentelladas, estaba en todas partes al mismo tiempo, presentando un frente inquebrantable por la rapidez con que giraba y se cubría los flancos. Pero, para evitar que se colocasen detrás, se vio obligado a retroceder más allá de la laguna y por el cauce del riachuelo hasta dar contra un elevado talud de grava. Se fue desplazando gradualmente hasta llegar a un entrante del talud que los mineros habían excavado en ángulo recto, y allí se guareció, protegido por tres lados y teniendo que ocuparse únicamente del frente. ...
En la línea 322
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Volvió en breve, y el tren comenzó de nuevo su marcha, que de noche parecía vertiginosa y fatigosa de día. El sol iba ascendiendo a su cenit, y el calor se anunciaba por ráfagas tibias y pesadas, alientos de fuego que encendían la atmósfera. Ligero polvillo de carbón, procedente de la máquina, entraba por las ventanas, depositándose en los blanquecinos cojines y en el velo de percal que preservaba el respaldo de los asientos. A veces, contrastando con el tufo penetrante del carbón de piedra, venía una bocanada del agreste perfume de los encinares y las praderías, extendidas a uno y otro lado del tren. Tenía el país mucho carácter: eran las Vascongadas, rudas y hermosas. Por todas partes dominaban el camino amenazantes alturas, coronadas de recias casamatas o fuertes castillos recientemente construidos allí para señorear aquellos indomables cerros. En los flancos de la montaña se distinguían anchas zanjas de trincheras o líneas de reductos, como cicatrices en un rostro de veterano. Altos y elegantes chopos ceñían las bien cultivadas llanuras, verdes e iguales, a manera de un collar de esmeraldas. De entre el blanco y limpio caserío se destacaban las torres de los campanarios. Lucía se signaba al verlas. ...
En la línea 575
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Salió el carruaje veloz como un dardo, y Lucía cerró los ojos, gozando en no pensar, en sentir las rápidas caricias del viento, que echaba atrás las puntas de su corbata, los undívagos mechones de su cabellera. Pintoresco y ameno, el camino merecía, no obstante, una mirada. Eran cultivadas tierras, casas de placer con picudos techos, parques ingleses de fresco césped y menuda grama, amarillenta ya, como de otoño. Al divisar torcida vereda que, desviándose de la carretera, culebreaba por entre los sembrados, detuvo Artegui con un grito al cochero, y dio a Lucía la mano para que descendiese. Buscó el vasco el abrigo de unas tapias donde parar sin riesgo el sudoroso tronco, y Artegui y Lucía se internaron a pie siguiendo el senderito, ella delante, recobrada su alegría infantil, su gozar inocente en el cansancio del cuerpo. La cautivaba todo, las flores del trébol, que salpicaban de una lluvia de pintas carmesíes el verdinegro campo; las manzanillas tardías y los acianos pálidos en las lindes, las digitales que cogía risueña haciéndolas estallar con las dos manos, los rizados airones del apio, las acogolladas coles, puestas en fila, separada cada fila por un surco, semejante a una trinchera. La tierra, de puro labrada, abonada, removida, tenía no sé qué aspecto de decrepitud. Sus poderosos flancos parecían gemir, sudando una humedad viscosa y tibia, mientras en los linderos incultos, al borde del caminillo, quedaban aún rincones vírgenes, donde a placer crecían las bellas superfluidades campestres, las gramineas vaporosas, las florecillas multicolores, los agudos cardos. ...
En la línea 1218
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Vete, digo. -Y Lucía se incorporó, tranquila en apariencia: Miranda oprimía en la diestra la faca. Sardiola, arrojándose a él, se la arrebató, y tomando desesperada resolución, salió al pasillo gritando: «Socorro, socorro; se ha puesto mala la señorita». Diose de manos a boca con dos personas que subían la escalera, y que al oírle se precipitaron en la estancia mortuoria. Eran el Padre Arrigoitia y Duhamel, el médico. Hallaron un grupo extraño: al pie de la cama en que yacía la muerta, una mujer tendía las mano s para amparar sus flancos y su seno de los golpes que le descargaba, a puño cerrado, un hombre… Con vigor no presumible en su endeble cuerpo de cañaheja, interpúsose el Padre Arrigoitia, atrapando, si las crónicas no mienten, algún sopapo en la venerable tonsura; y a su vez Duhamel, emulando con científico valor el arresto del jesuita, cogió del brazo al furioso, logrando pararle… Lástima grande que no fuese posible a ningún taquígrafo estenografiar el donoso y elocuente discurso que en chapurradísima ensalada franco-luso-brasileña dirigió el buen doctor a Miranda, con el fin de demostrarle cuán bárbaro y cruel era eso de aporrear a una menina que está en las circunstancias de Lucía… Miranda oía con rostro cada vez más torvo, mientras el Padre Arrigoitia prodigaba a la maltratada mujer cuidados y consuelos afectuosísimos. De pronto el marido se encaró con el médico, y preguntándole broncamente: ...

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