La palabra Diestra ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece diestra.
Estadisticas de la palabra diestra
Diestra es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 17210 según la RAE.
Diestra aparece de media 3.75 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la diestra en las obras de referencia de la RAE contandose 570 apariciones .
Más información sobre la palabra Diestra en internet
Diestra en la RAE.
Diestra en Word Reference.
Diestra en la wikipedia.
Sinonimos de Diestra.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece diestra
La palabra diestra puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1326
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Formaban los muchachos por parej¡as, cogidos de la mano -lo mismo que en los colegios de Valencia; ¿qué se creían algunos?-, y salían de la barraca, besando antes la diestra escamosa de don Joaquín y repitiendo todos de corrido al pasar junto a él: -¡Usted lo pase bien! ¡Hasta mañana, si Dios quiere! Acompañábalos el maestro hasta la plazoleta del molino, que era una estrella de caminos y sendas, y allí deshacíase la formación en pequeños grupos, alejándose hacia distintos puntos de la vega. ...
En la línea 1441
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En torno a cada caballería cuya venta se estaba ajustando se formaban grupos de gesticulantes y parlanchines labriegos en mangas de camisa, con una vara de fresno en la diestra. ...
En la línea 5584
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... _Al campo, al campo._ «Camina, avanza prósperamente y reina por medio de la verdad y de la mansedumbre y de la justicia; tu diestra te conducirá a cosas maravillosas.» Caminaré, pues, María. ...
En la línea 6217
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El ángel, empuñando con la diestra una espada flamígera, guía al niño, que es, a juicio mío, la creación más prodigiosa de Murillo. ...
En la línea 1125
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Enciso, enterado de su fuga discreta, venía a despedirlo. Le estrechó la diestra silenciosamente, haciendo un gesto melancólico, lo mismo que si lo saludase en un entierro. ...
En la línea 1281
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La última fiesta era una corrida de toros en los jardines del Vaticano, a la que asistían más de diez mil personas. Avanzaba el cardenal de Valencia al frente de su cuadrilla compuesta de doce jinetes, llevando un traje a la morisca, como los sarracenos españoles, compuesto de marlota de raso, blanca y roja, que doña Sancha había bordado de oro, bonete carmesí con penacho, borceguíes azules y una espada forjada expresamente para dicha fiesta. Iba montado en un caballo blanco con ricos jaeces y blandía en su diestra un lanzón, regalo también de doña Sancha. Doce mozos vestidos de raso amarillo y terciopelo carmesí marchaban a pie delante de él. ...
En la línea 1296
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... «¡ Micalet!… ¡ Micalet!… ». decía Alejandro VI moviendo el índice de su diestra pontifical, como si presintiese alguna mala acción de esta bestezuela temible y le amenazase de antemano. ...
En la línea 1301
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Rodrigo de Borja, famoso por su valor tranquilo, siguió estas indicaciones, y Corella, con la espada en la diestra y la capa enrollada en el brazo izquierdo, continuó marchando, siempre de frente a la fiera, teniendo a sus espaldas al Papa, más alto y corpulento que él. Tal situación angustiosa duró largos minutos, mostrándose indeciso el león ante la actitud resuelta de la masa humana formada por los dos hombres. Al fin, los fugitivos, que habían dado la alarma en los jardines del Vaticano, volvieron con numerosos soldados españoles de la guardia del Pontífice, y éstos acosaron al león hasta su jaula, terminando así tan peligroso episodio. ...
En la línea 88
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Lo primero que pensó fue buscar una piedra, un árbol, algo donde atar la cuerda del bote, que sostenía con su diestra. Tuvo miedo de que durante la noche la resaca se llevase mar adentro esta embarcación, que representaba su única esperanza. ...
En la línea 279
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Al entrar al día siguiente en el despacho del jefe mensual del gobierno, vio con alegría que el doctor Momaren, el Padre de los Maestros, estaba hablando con el supremo magistrado. Flimnap, antes de dar cuenta al presidente de todos sus trabajos, ofreció a Momaren varias hojas de papel con la traducción de los versos de Gillespie. El Padre de los Maestros, colocándose ante los ojos unas gafas redondas, empezó su lectura junto a una ventana. Cuando Flimnap acabó su informe sobre los trabajos para la instalación del gigante, el personaje universitario se aproximó conservando los papeles en su diestra. ...
En la línea 450
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los soldados vieron como sus fusiles estallaban entre sus manos antes de disparar y como se inflamaban las cápsulas en sus cartucheras, acribillándolos de heridas mortales. Los que estaban más lejos, espantados por el fenómeno, arrojaban las armas y se despojaban de sus bolsas de municiones, viendo en el propio equipo militar un peligro de muerte. Los oficiales, impulsados por el orgullo profesional, gritaban: '¡Adelante!', pero el revolver estallaba en su diestra, llevándoles la mano y el brazo. Los artilleros abandonaban las piezas para huir, en vista de que los armones llenos de proyectiles se inflamaban sólos lo mismo que si fuesen volcanes, haciendo volar los miembros de los hombres despedazados. ...
En la línea 574
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Un gran personaje distrajo momentáneamente la atención de los curiosos. Se abrió ancho camino en la muchedumbre para dejar paso hasta el espacio descubierto a un carruajito de dos ruedas, en figura de concha, tirado por tres esclavos melancólicos que llevaban por toda vestidura un trapo en torno a sus vientres. Estas bestias humanas iban guiadas por una mujer, seca de cuerpo, con nariz aquilina, ojos imperiosos y un látigo en la diestra. La corona de laurel que adornaba sus sienes sirvió para que la reconociesen hasta aquellos que habían llegado recientemente a la capital. ...
En la línea 1355
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Diciendo esto, el duque esparció un puñado de monedas a diestra y siniestra, y luego se retiró a su sitio. El fingido rey hizo maquinalmente lo que le sugerían. Su sonrisa era forzada, pero pocos ojos estuvieron lo bastante cerca o fueron lo bastante perspicaces para descubrirlo. Los movimientos de su empenachada cabeza al saludar a sus súbditos eran llenos de gracia y gentileza; las dádivas que su mano prodigaba eran regiamente generosas; así se desvaneció la ansiedad del pueblo y las aclamaciones volvieron a estallar con la poderosa intensidad de antes. ...
En la línea 618
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pero, permítame… –y le cogió entre sus manos la diestra aquella blanca y fría como la nieve, de ahusados dedos, hecha para acariciar las teclas del piano, para arrancarles dulces arpegios. ...
En la línea 795
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Junto a él un hombre susurraba rezos. El hombre se levantó para salir y él le siguió. A la salida de la iglesia el hombre aquel mojó los dedos índice y corazón de su diestra en el aguabenditera y ofreció agua bendita a Augusto, santiguándose luego. Encontráronse en la cancela. ...
En la línea 1679
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pues bien, Augusto, ya que tú, que eres al fin y al cabo un hombre, no te crees obligado a guardar la palabra, yo que no soy nada más que una mujer tampoco debo guardarla. Además, quiero librarte de la Rosario y de las demás Rosarios o Petras que puedan envolverte. Lo que no hizo la gratitud por tu desprendimiento ni hizo el despecho de lo que con Mauricio me paso –ya ves si te soy franca– hace la compasión. ¡Sí, Augusto, me das pena, mucha pena! –y al decir esto le dio dos leves palmaditas con la diestra en una rodilla. ...
En la línea 1939
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Los soldados se atrincheraron detrás de los cadáveres de sus caballos y se defendían valerosamente. Cimitarra en mano, Sandokán procuraba deshacer aquella muralla de hombres para ir a socorrer al portugués. Rugía, hendía cabezas a diestra y siniestra. La resistencia de los ingleses no podía durar mucho más. ...
En la línea 152
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... El padre le dio, con su ancha diestra, una palmadita en la mejilla. ...
En la línea 241
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... El empleado, desorientado, se volvió hacia el viajero, tendida la diestra. ...
En la línea 257
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Diciendo esto, introdujo la diestra en el bolsillo de su americana, y sacó unos papeles grasientos y verdosos, cuya vista despejó al punto el perruno entrecejo del empleado, que al recibir el billete bajó dos o tres tonos el diapasón de su bronca voz. ...
En la línea 770
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Conforme dejaban atrás el puente, llegando a internarse en la frondosa alameda que a Vesse conduce, dilatábasele el corazón a Lucía, creyendo hallarse de veras en el campo. Estaban allí los árboles menos simétricos, limpios y derechos que en Vichy; más desigual el suelo de la ruta; más virgen la hierba de los linderos; menos barnizadas, pulidas y flamantes las quintas y hoteles que ambos lados del camino guarnecían. Ninguna mano celosa barriera las hojas secas que hacían natural y blanca alfombra, ni los parches de boñiga de vaca caídos a trechos como descomunales obleas negras. De tiempo en tiempo veíase algún cobertizo, en cuya sombra relucían los aperos de labranza y el rústico y potente olor de la fecunda tierra labradía penetraba en los pulmones, sano y fuerte como las robustas hortalizas que vegetaban en los huertos próximos. Corta distancia había desde el puente al manantial intermitente. Cruzaban el zaguán de la casita, entraban en el jardín y se dirigían al cenador cubierto de viña virgen, que el pilón resguardaba. Hallábase el pilón vacío, y el tubo de bronce del surtidor no despedía ni gota de agua. Pero Pilar sabía de antemano la hora del singular fenómeno, y calculaba con exactitud. El tiempo que tardaba en presentarse estábase ella inclinada sobre el pilón, palpitante, muda, haciendo un embudo al oído con la diestra. ...

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