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La palabra desgracias
Cómo se escribe

la palabra desgracias

La palabra Desgracias ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Niebla de Miguel De Unamuno
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece desgracias.

Estadisticas de la palabra desgracias

Desgracias es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 12910 según la RAE.

Desgracias aparece de media 5.57 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la desgracias en las obras de referencia de la RAE contandose 846 apariciones .

Errores Ortográficos típicos con la palabra Desgracias

Cómo se escribe desgracias o desgrracias?
Cómo se escribe desgracias o dezgraciaz?
Cómo se escribe desgracias o desgrazias?
Cómo se escribe desgracias o desjracias?


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece desgracias

La palabra desgracias puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1369
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Llovían desgracias sobre la barraca. ...

En la línea 1393
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Al pobre Batiste, tan severo y amenazador, lo que más le dolía de todas sus desgracias era el desconsuelo de la muchacha, falta de apetito, amarillenta, ojerosa, haciendo esfuerzos por mostrarse indiferente, sin dormir apenas, lo que no impedía que todas las mañanas marchase puntualmente a la fábrica, con una vaguedad en las pupilas reveladora de que su pensamiento rodaba lejos, de que estaba soñando por dentro a todas horas. ...

En la línea 1394
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿Eran posibles más desgracias?. ...

En la línea 1411
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Señor, que le engañasen sus presentimientos de madre dolorosa; que fuese sólo este sufrido animal el que se iba; que no se llevase sobre sus lomos al pobre chiquitín camino del Cielo, como en otros tiempos le llevaba por las sendas de la huerta agarrado a sus crines, a paso lento, para no derribarlo! Y el pobre Batiste, con el pensamiento ocupado por tantas desgracias, barajando en su imaginación el niño enfermo, el caballo muerto, el hijo descalabrado y la hija con su reconcentrado pesar, llegó a los arrabales de la ciudad y pasó el puente de Serranos. ...

En la línea 1921
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Otro día le agitó una nueva sorpresa. Sentado al sol, a la puerta de su casa, vio la sombra de un hombre inmóvil junto a él. Levantó la cabeza y dio un grito. ¡Don Fernando!... Era su ídolo, el buen Salvatierra, pero envejecido, más triste, con la mirada apagada tras las gafas azules, como si pesasen sobre él todas las desgracias y las iniquidades de la ciudad. ...

En la línea 3916
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Desde estas desgracias, estoy sujeto a desmayos que se apoderan de mí de pronto, y acabo de sentir pasar por mí un estremecimiento. ...

En la línea 4623
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Helo aquí - dijo Aramis con aire modesto que no estaba exento de cierto tinte de hipocresía:Los que un pasado lleno de encantos lloráis, y pasáis días desgraciados, todas uuestras desgracias habrán terminado cuando sólo a Dios vuestras lágrimas ofrezcáis, vosotros, los que lloráis. ...

En la línea 7110
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan lanzó un suspiro; porque aquella voz respondía a una voz de su alma, que le decía que grandes desgracias lo esperaban. ...

En la línea 9118
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¿Que os cuente mis desgracias para que las tratéis de fábulas? ¿Que os diga mis proyectos para que vayáis a denunciarlos a mi perse guidor? No, señor. ...

En la línea 907
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y cuéntase desta buena moza que jamás dio semejantes palabras que no las cumpliese, aunque las diese en un monte y sin testigo alguno; porque presumía muy de hidalga, y no tenía por afrenta estar en aquel ejercicio de servir en la venta, porque decía ella que desgracias y malos sucesos la habían traído a aquel estado. ...

En la línea 1065
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Así que, no debes congojarte por las desgracias que a mí me suceden, pues a ti no te cabe parte dellas. ...

En la línea 1281
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... De lo del ser otra vez manteado, no digo nada, que semejantes desgracias mal se pueden prevenir, y si vienen, no hay que hacer otra cosa sino encoger los hombros, detener el aliento, cerrar los ojos y dejarse ir por donde la suerte y la manta nos llevare. ...

En la línea 1555
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, cuando vuestra desventura fuera de aquellas que tienen cerradas las puertas a todo género de consuelo, pensaba ayudaros a llorarla y plañirla como mejor pudiera, que todavía es consuelo en las desgracias hallar quien se duela dellas. ...

En la línea 16218
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Pero temiendo nuevas desgracias, por su manera torpe de proceder. ...

En la línea 16722
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Aborrecía los libros, fuesen los que fuesen; todo raciocinio la llevaba a pensar en sus desgracias; el caso era no discurrir. ...

En la línea 1201
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Aquí Gurdilo se lanzó rencorosamente contra Momaren, describiéndolo sin dar su nombre, relatando sus desgracias domésticas, su lucha con Popito, su odio contra el gigante, por creerle cómplice de Ra-Ra. Hasta los senadores mas amigos del Padre de los Maestros rieron francamente cuando el senador fue relatando, con una cómica exageración, todo lo ocurrido en la tertulia literaria. La imagen de los dos poetas cayendo envueltos por el salivazo del gigante provocó risas tan enormes, que el orador se vio obligado a una larga pausa. Fueron muchos los que empezaron a ver en aquel coloso, tenido por estúpido, una bestia chusca, graciosa por sus brusquedades y merecedora de cierta piedad. ...

En la línea 1945
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —No hay novedad, a Dios gracias. Doña Lupe esperaba aquel día noticia de un asunto que le interesaba mucho. Como siempre se ponía en lo peor para que las desgracias no la cogieran desprevenida, pensó, al ver entrar a su agente, que le traía malas nuevas. Temió preguntarle. La cara de militar adulterado no expresaba más que un interés decidido por la familia. Al fin Torquemada, que no gustaba de perder el tiempo, dijo a su amiga: ...

En la línea 3432
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pero la contenía un cierto respeto que no acertaba a explicarse. Se alejó, y desde la acera de enfrente miró hacia la casa, diciendo para sí: «Habrá luz en el gabinete de Jacinta, donde estarán de tertulia». Pero no vio nada. Todo cerrado; todo a oscuras… «¡Si habrán salido… ! No, estarán ahí burlándose de mí, riéndose de la trastada que me han hecho… Buenos son todos: ¡tales hijos, tales padres!». Volvió a sentir el insensato anhelo de entrar en la casa, y dio tres o cuatro pasos hacia ella; pero retrocedió por segunda vez. «¿A ver quién sale?». Era un viejo que se detenía en el portal y echaba un párrafo con Deogracias. La joven reconoció a Estupiñá, que había sido vecino suyo cuando ella vivía en la Cava, donde tuvieron principio sus interminables desgracias. Plácido se embozó en su capa tomando hacia la calle del Vicario Viejo. Siguiole Fortunata con la vista hasta verle desaparecer, y poco después volvió a su acecho. ¿Quién salía? Un caballero con botines blancos que parecía extranjero. El tal pasó junto a ella, la miró, casi casi se detuvo un instante para verla mejor; después siguió su camino. Otras personas salían o entraban. Aunque en el pensamiento de Fortunata iba condensándose la imposibilidad de entrar, continuaba allí clavada sin saber por qué. No se podía marchar, aunque iba comprendiendo que la idea que a tal sitio la llevó era una locura, como las que se hacen en sueños. Uno de los muchos desvaríos que se sucedieron en su mente fue imaginar que tal o cual hombre de los que vio salir era amante de Jacinta. «Porque a mí no me digan que es virtuosa… Vaya unos embustes que corre la gente. No se puede creer nada. ¿Virtuosa?, tie gracia… Ninguna de estas casadas ricas lo es ni lo puede ser. Nosotras las del pueblo somos las únicas que tenemos virtud, cuando no nos engañan. Yo, por ejemplo… verbigracia, yo». Entrole una risa convulsiva. «¿Y de qué te ríes, pánfila?—se dijo a sí misma—. Más honrada eres tú que el sol, porque no has querido ni quieres más que a uno. ¿Pero estas… estas?… Ja ja ja. Cada trimestre hombre nuevo, y virtuosa me soy. ¿Por qué? Pues porque no dan escándalos, y todo se lo tapan unas con otras. ¡Ah!, señora doña Jacinta, guárdese el mérito para quien lo crea; usted caerá… tiene usted que caer, si no ha caído ya». ...

En la línea 4686
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Doña Lupe dejó la costura y se preparó a hablar, como los oradores de profesión. «Yo me pongo en el caso de una mujer que siente una pasión antigua, con raigones muy hondos y que no se pueden arrancar. Hay casos, y verdaderamente, esto es para mirarlo despacio. Pues si tú hubieras venido a mí y me hubieras dicho: 'Tía, esto me pasa. Me persiguen; yo no sé si podré defenderme; soy débil; ayúdeme usted… '. ¡Oh!, la cosa variaba mucho. Porque yo te habría dirigido, yo te habría dado fortaleza, consuelo… Pero no; se te antoja campar por tus respetos, y hacer y acontecer, como una mozuela sin juicio… Eso es un disparate: ahí tienes, ahí tienes el motivo de todas tus desgracias al no contar para nada con las personas que deben guiarte. Total; que cuando acudas pidiendo socorro ya será tarde, y esas personas te dirán: 'Entiéndete ahora, húndete, y cúbrete de vergüenza y date a los demonios'». ...

En la línea 4977
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Se agitó tanto, que tuvo que levantarse y ponerse a pasear. «Vaya que este mundo es una cosa divertida. Yo desgraciado; ella desgraciada, porque su marido es un ciego y desconoce la joya que posee. De estas dos desgracias podríamos hacer una felicidad, si el mundo no fuera lo que es, esclavitud de esclavitudes y toda esclavitud… Me parece que la estoy viendo cuando le dije aquello… ¡Qué risita, qué serenidad, y qué contestación tan admirable! Me dejó pegado a la pared. Tan pegado estoy, que no he vuelto por otra, y cuando preparo algo para decírselo, ¡anda valiente!… le digo todo lo contrario. Que se vuelva uno tan estúpido, es cosa que no me cabía en la cabeza. ¡Ay! Dios, si me muero, y el pensamiento vive más allá de la muerte, estaré viendo toda la eternidad esta carita graciosa, con su expresión celestial, estos ojos serenos y risueños, esta cabellera oscura con ráfagas blancas que le hacen tanta gracia… esta boca, que no habla sin que me duela el alma. ¡Pobre ángel!, su única pasión es la maternidad, sed no satisfecha, desconsuelo inmenso. Su pasión se me comunica y me abrasa; yo también quiero tener un hijo, yo también. ¡Si me parece que le estoy viendo!, si está aquí, en los linderos de la vida, mirándome, diciéndome que le traiga, y no falta más que traerlo. Vendría si ella quisiera. Tengo la seguridad de que vendría; es una idea que se me ha clavado aquí. Y yo le digo: 'Por un niño, bien se podría dar la virtud… '. ¡Ah!, no tener valor para decirle esto… ¿Pero cómo?, ¡si no hay palabra que se preste a decirlo!… ». ...

En la línea 1531
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «Pero… ¿y si, volviéndose atrás de lo que me dijo –pensó luego–, me dice que sí y me acepta como novio, como futuro marido? Porque hay que ponerse en todo. ¿Y si me acepta?, digo. ¡Me fastidia! ¡Me pesca con mi propio anzuelo! ¡Eso sí que sería el pescador pescado! Pero ¡no, no!, ¡no puede ser! ¿Y si es? ¡Ah! entonces no queda sino resignarse. ¿Resignarse? Sí, resignarse. Hay que saber resignarse a la buena fortuna. Y acaso la resignación a la dicha es la ciencia más difícil. ¿No nos dice Píndaro que las desgracias todas de Tántalo le provinieron de no haber podido digerir su felicidad? ¡Hay que digerir la felicidad! Y si Eugenia me dice que sí, si me acepta, entonces… ¡venció la psicología! ¡Viva la psicología! Pero ¡no, no, no! No me aceptará, no puede aceptarme, aunque sólo sea por salirse con la suya. Una mujer como Eugenia no da su brazo a torcer; la Mujer, cuando se pone frente al Hombre a ver cuál es de más tesón y constancia en sus propósitos, es capaz de todo. ¡No, no me aceptará!» ...

En la línea 2003
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Sí –le dije–, tú –y recalqué este tú con un tono autoritario–, tú, abrumado por tus desgracias, has concebido la diabólica idea de suicidarte, y antes de hacerlo, movido por algo que has leído en uno de mis últimos ensayos, vienes a consultármelo. ...

En la línea 458
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —No vale la pena tampoco fijarse en ello… Con el consiguiente disgusto del público correcto se las tolera aquí. Por lo menos a las que cambian todos los días en la mesa billetes de mil francos. Por otra parte, en cuanto dejan de cambiar billetes, se les ruega que se retiren. La señorita Zelma continuó cambiando, pero fue todavía más desgraciada. Advierte usted que esas señoras tienen a menudo suerte. Poseen un sorprendente dominio de sí mismas. En fin, mi historia termina aquí. Un día el conde desapareció, igual que el príncipe. La señorita Zelma fue a jugar sola por la noche. Aquella vez no hubo quien le ofreciera el brazo. En dos días quedó completamente arruinada. Después de arriesgar y perder su último luis de oro, miró en torno y vio al barón de Wurmenheim, que la examinaba con una atención indignada. Pero la señorita Zelma no reparó en esa indignación y, dirigiéndose al barón, con una sonrisa profesional, le rogó apostase por ella diez luises al rojo. Poco después, y debido a una denuncia de la baronesa, fue invitada a no dejarse ver más por el casino. ¿Le extraña tal vez que yo conozca todos esos escandalosos detalles? Los sé por Mr. Fider, mi pariente, que condujo, aquella noche misma, en su coche, a la señorita Zelma. Ahora comprenda usted: la señorita Blanche quiere ser generala, sin duda para no volver a caer en semejantes desgracias. Ahora no juega ya, tiene un capital que presta a los jugadores mediante usura. Es mucho más práctico. Sospecho que el desgraciado general es uno de sus deudores. Des Grieux quizá también, a menos que vayan a medias. Comprenderá usted que hasta después de haberse casado no desee llamar la atención del barón ni de la baronesa. En su situación, nada tiene que ganar con un escándalo. Usted está relacionado con su casa y sus actos pueden provocar escándalo, con mayor motivo porque ella se exhibe cada día en público del brazo del general o con miss Paulina. ¿Comprende usted ahora? ...


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Más información sobre la palabra Desgracias en internet

Desgracias en la RAE.
Desgracias en Word Reference.
Desgracias en la wikipedia.
Sinonimos de Desgracias.

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