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La palabra contemplaba
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la palabra contemplaba

La palabra Contemplaba ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece contemplaba.

Estadisticas de la palabra contemplaba

Contemplaba es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 9956 según la RAE.

Contemplaba aparece de media 7.81 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la contemplaba en las obras de referencia de la RAE contandose 1187 apariciones .

Más información sobre la palabra Contemplaba en internet

Contemplaba en la RAE.
Contemplaba en Word Reference.
Contemplaba en la wikipedia.
Sinonimos de Contemplaba.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece contemplaba

La palabra contemplaba puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 893
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El revolucionario pensaba en el _Maestrico_, en aquel muchacho que había visto escribir trabajosamente a la luz del candil, en la gañanía de Matanzuela. Tal vez aquella alma simple contemplaba mejor el porvenir al través de su sencilla fe, que él con su indignación, que ansiaba destruir inmediatamente todo lo malo. Lo primero era crear hombres nuevos, antes de ir a la supresión del mundo caduco. Y pensando en la muchedumbre miserable y sin voluntad, hablaba con cierta tristeza. ...

En la línea 913
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los hombres, siguiéndole, no habían visto un horizonte nuevo: habían caminado por senderos conocidos. Sólo cambiaban el exterior y el nombre de las cosas. La humanidad contemplaba a la luz cenicienta de una religión que maldice la vida, lo que antes había visto en la inocencia de la infancia. El esclavo redimido por Cristo era ahora el asalariado moderno, con su derecho a morir de hambre, sin el pan y el cántaro de agua que su antecesor encontraba en el ergástula. Los mercaderes arrojados del templo tenían asegurada la entrada en la gloria eterna y eran los sostenes de toda virtud. Los privilegiados hablaban del reino de los cielos como de un placer más que añadir a los que disfrutaban en la tierra. Los pueblos cristianos se exterminaban, no por los caprichos y los odios de sus pastores, sino por algo menos concreto, por el prestigio de un trapo ondeante, cuyos colores les enloquecían. Se mataban fríamente hombres que no se habían visto nunca, que dejaban a sus espaldas un campo por cultivar y una familia abandonada; hermanos de dolor en la cadena del trabajo, sin otras diferencias que la lengua y la raza. ...

En la línea 1008
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y tan borracha como los otros, apoyando su cabeza rubia en una mano, la _Marquesita_ le contemplaba con los ojos entornados; unos ojos azules, cándidos, que parecían no manchados jamás por la nube de un pensamiento impuro. ...

En la línea 1412
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fermín Montenegro contemplaba tristemente el curso de esta lucha sorda, que había de terminar forzosamente con algo ruidoso; pero de lejos, rehuyendo el trato con los rebeldes, ya que no estaba en Jerez su maestro Salvatierra. Callaba también en el escritorio, cuando en su presencia manifestaban los amigos de don Pablo los crueles deseos de una represión que atemorizase a los trabajadores. ...

En la línea 6644
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Sentado en un banquillo frente por frente del mostrador, pegado a la puerta, en el zaguán de la hostería donde me hallaba alojado temporalmente, abarcaba con la vista la plaza de la Bolsa y cuanto en ella entraba, y con sólo alzar los ojos, contemplaba a placer la estupenda montaña que se yergue sobre la ciudad hasta unos mil pies de altura. ...

En la línea 238
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Como recuerdos de un poema heroico leído en la juventud con entusiasmo, guardaba en la memoria brillantes cuadros que la ambición había pintado en su fantasía; en ellos se contemplaba oficiando de pontifical en Toledo y asistiendo en Roma a un cónclave de cardenales. ...

En la línea 253
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Don Fermín contemplaba la ciudad. ...

En la línea 272
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Desde aquella infancia ignorante y visionaria al momento en que se contemplaba el predicador no había intervalo; se veía niño y se veía Magistral: lo presente era la realidad del sueño de la niñez y de esto gozaba. ...

En la línea 3109
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¡Tanto le había ablandado el alma la elocuencia de Mesía! ¡Qué grande contemplaba ahora a su don Álvaro! Mucho más grande que nunca. ...

En la línea 249
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Juan de Dios contemplaba tranquilo, sin vergüenza, sin remordimiento, aquellos pálidos, aquellos pobres músculos muertos, aniquilados. ...

En la línea 1549
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Ahora la conocía demasiado; la iba desnudando con sus ojos; la contemplaba en su imaginación lo mismo que muchas noches en aquel dormitorio de la Costa Azul, junto al Mediterráneo oscuro, partido por el reguero triangular de plata viva desprendido de la luna, viendo el ébano de sus sombras enlazadas y casi desnudas proyectándose sobre el mosaico de la terraza inmediata con barandas de flores. ...

En la línea 809
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Gillespie vio jabalíes de erizado pelaje y ciervos de complicadas y altísimas astamentas, que parecían datar de los tiempos en que cazaban los emperadores. Estas bestias de terrorífico aspecto hacían temblar de emoción al profesor Flimnap, a pesar de que las contemplaba desde una altura prodigiosa. El gigante, al salir del palacio ruinoso para correr la selva, había creído prudente llevar con el a su traductor. ...

En la línea 1684
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La otra no desplegaba sus labios. Parecía que estaba de muy mal humor. Maximiliano contemplaba como un bobo aquellos ojos, aquel entrecejo incomparable y aquella nariz perfecta, y habría dado algo de mucho precio porque ella se hubiese dignado mirarle de otra manera que como se mira a los bichos raros. «¡Qué lástima que no sea honrada!—pensaba—. Y quién sabe si lo será, quiero decir que conserve la honradez del alma en medio de… ». ...

En la línea 2822
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Mientras comieron, Fortunata contemplaba a su marido, más que en la realidad, en sí misma, y de este examen surgía un tedio abrumador, y la antipatía de marras, pero tan agrandada, tanto, que ya no cabía más. Y la perversa no trató de combatir aquel sentimiento; se recreaba en él como en una monstruosidad que tiene algo de seductora. ...

En la línea 3519
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Me la comería—pensó D. Evaristo, que la contemplaba embobado, sin decir nada. ...

En la línea 1372
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Luego un espléndido himno barrió la Abadía con sus olas de sonido, y de esta manera anunciado y recibido, Tom Canty fue conducido al trono. Hiciéronse las antiguas ceremonias con impresionante solemnidad, mientras el auditorio las contemplaba; y mientras más se acercaban a su fin, Tom Canty palidecía más y más, y una profunda angustia y melancolía, que crecía progresivamente, se posesionó de su ánimo y de su corazón lleno de remordimientos. ...

En la línea 2103
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... El pobre no podía descansar. Pasaban a su vista los páramos castellanos, ya los encinares, ya los pinares; contemplaba las cimas nevadas de las sierras, y viendo hacia atrás, detrás de su cabeza, envueltas en bruma las figuras de los compañeros y compañeras de su vida, sentíase arrastrado a la muerte. ...

En la línea 1153
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Mientras contemplaba yo así aquellos restos desolados, el capitán Nemo me decía con una voz grave: ...

En la línea 3308
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Esa manera de hablar, lo imprevisto de la escena, la historia del barco patriota y la emoción con que el extraño personaje había pronunciado la últimas palabras, ese nombre de Vengeur, cuya significación no podía escaparme, me impresionaron profundamente. No podía dejar de mirar al capitán que, con las manos extendidas hacia el mar, contemplaba, fascinado, los gloriosos restos. Quizá no debiera yo saber jamás quién era, de dónde venía, adónde iba, pero cada vez veía con más claridad al hombre liberarse del sabio. No era una misantropía común la que había encerrado en el Nautilus al capitán Nemo y a sus hombres, sino un odio monstruoso o sublime que el tiempo no podía debilitar. ¿Buscaba ese odio la venganza? El futuro debía darme pronto la respuesta. ...

En la línea 276
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Mientras yo los contemplaba reunidos en torno de la fragua y divirtiéndose, pensé en el terrible postre que para una comida resultaría la caza de mi amigo fugitivo. Apenas hacía un cuarto de hora que estábamos allí reunidos, cuando todos se alegraron con la esperanza de la captura. Ya se imaginaban que los dos bandidos serían presos, que las campanas repicarían para llamar a la gente contra ellos, que los cañones dispararían por su causa, y que hasta el humo les perseguiría. Joe trabajaba por ellos, y todas las sombras de la pared parecían amenazarlos cuando las llamas de la fragua disminuían o se reavivaban, así como las chispas que caían y morían, y yo tuve la impresión de que la pálida tarde se ensombrecía por lástima hacia aquellos pobres desgraciados. ...

En la línea 443
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... La vivienda del señor Pumblechook, en la calle Alta de la ciudad, tenía un carácter farináceo e impregnado de pimienta, según debían ser las habitaciones de un tratante en granos y especias. Me pareció que sería hombre muy feliz, puesto que en su tienda tenía numerosos cajoncitos, y me pregunté si cuando él contemplaba las filas de paquetes de papel moreno, donde se guardaban las semillas y los bulbos, éstos, aprovechando un buen día de sol, saldrían de sus cárceles y empezarían a florecer. ...

En la línea 639
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Mientras miraba tristemente a Joe, éste me contemplaba con el mayor desencanto. ...

En la línea 666
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Como era sábado por la tarde, encontré al dueño, que tristemente contemplaba aquellos apuntes, pero como me llevaba allí Joe y no el deseo de hablar con él, me limité a darle las buenas noches y pasé a la sala general, situada al extremo del corredor, en donde ardía un buen fuego en la cocina. Encontré a Joe fumando una pipa en compañía del señor Wopsle y de un desconocido. El primero me saludó alegremente, y en el momento en que lo hacía, pronunciando mi nombre, el desconocido volvió la cabeza y me miró. ...

En la línea 1010
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof contemplaba esta escena con profunda sorpresa y una especie de inconsciente pavor. Decidió guardar silencio y esperar el desarrollo de los acontecimientos. ...

En la línea 1266
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof, que en aquel momento estaba echado boca arriba, no quitaba ojo al recién llegado y seguía encerrado en su silencio. Ahora se veía su semblante, pues ya no contemplaba la florecilla del empapelado. Estaba pálido y en su expresión se leía un extraordinario sufrimiento. Era como si el enfermo acabara de salir de una operación o de experimentar terribles torturas… Sin embargo, el visitante desconocido le inspiraba un interés creciente, que primero fue sorpresa, en seguida desconfianza y finalmente temor. ...

En la línea 2017
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Mientras hablaba se ponía apresuradamente el sombrero y la mantilla. Dunetchka se compuso también. Sus guantes estaban no solamente desgastados, sino agujereados, como pudo ver Rasumikhine. Sin embargo, esta evidente pobreza daba a las dos damas un aire de especial dignidad, como es corriente en las personas que saben llevar vestidos humildes. Rasumikhine contemplaba a Avdotia Romanovna con veneración y se sentía orgulloso ante la idea de acompañarla. Y pensaba que la reina que se arreglaba las medias en la prisión debía de tener más majestad en ese momento que cuando aparecía en espléndidas fiestas y magníficos desfiles. ...

En la línea 2617
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Tenía que hacer grandes esfuerzos para respirar, y aunque estaba bien despierto le parecía que su sueño continuaba. La causa de ello era que, en pie en el umbral de la habitación, cuya puerta estaba abierta de par en par, un hombre al que no había visto jamás le contemplaba atentamente. ...

En la línea 512
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Al ver a la abuela el general, de pronto, se quedó estupefacto, abrió la boca y no llegó a pronunciar una frase. La contemplaba con las pupilas dilatadas… como fascinado por la mirada de un basilisco. La abuela le examinaba también, inmóvil, con aire de triunfo, provocativo y burlón. Se observaron así durante unos diez segundos, en medio de un profundo silencio. Des Grieux se sintió primeramente aniquilado, pero pronto su rostro reflejó una inquietud extrema. La señorita Blanche, con las cejas levantadas, la boca abierta, miraba estúpidamente a la abuela. La mirada de Paulina expresaba asombro y duda extraordinarios; de pronto se puso pálida como la cera y al cabo de un instante la sangre afluyó a su rostro coloreándole las mejillas. ¡Sí, aquélla era verdaderamente una catástrofe para todo el mundo! ...

En la línea 1168
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Desde mi banco os contemplaba a los dos. ¡Qué repugnancia manifestabas en salir a su encuentro! ¡Cómo me reí! —añadió, soltando la risa. ...

En la línea 667
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Y fueron viniendo botellas, aumentándose copas a la ya formidable batería que cada convidado tenía ante sí; anchas y planas, como las de los relieves antiguos, para el espumante Champagne; verdes y angostas, finísimas, para el Rhin; cortas como dedales, sostenidas en breve pie, para el Málaga meridional. Apenas llegó Lucía a catar dos dedos de cada vino; pero los iba probando todos por curiosidad golosa; y, un tanto pesada ya la cabeza, olvidando deliciosamente las peripecias del paseo matinal, se recostaba en la butaca, proyectando el busto, enseñando al sonreír los blancos dientes entre los labios húmedos, con risa de bacante inocente aún, que por vez primera prueba el zumo de las vides. La atmósfera de la cerrada habitación era de estufa: flotaban en ella espirituosos efluvios de bebidas, vaho de suculentos manjares, y el calor uniforme, apacible de la chimenea, y el leve aroma resinoso de los ardidos leños. Lindo asunto para una anacreóntica moderna, aquella mujer que alzaba la copa, aquel vino claro que al caer formaba una cascada ligera y brillante, aquel hombre pensativo, que alternativamente consideraba la mesa en desorden, y la risueña ninfa, de mejillas encendidas y chispeantes ojos. Sentíase Artegui tan dueño de la hora, del instante presente, que, desdeñoso y melancólico, contemplaba a Lucía como el viajero a la flor de la cual aparta su pie. Ni vinos, ni licores, ni blando calor de llama, eran ya bastantes para sacar de su apático sueño al pesimista: circulaba lenta en sus venas la sangre, y en las de Lucía giraba pronta, generosa y juvenil. Hermoso era, sin embargo, para los dos el momento, de concordia suprema, de dulce olvido; la vida pasada se borraba, la presente era como una tranquila eternidad, entre cuatro paredes, en el adormecimiento beato de la silenciosa cámara. Lucía dejó pender ambos brazos sobre los del sillón; sus dedos, aflojándose, soltaron la copa, que rodó al suelo, quebrándose con cristalino retintín en el bronce del guardafuego. Riose la niña de la fractura, y, entreabiertos los ojos y clavados en el techo, se sintió anonadada, invadida por un sopor, un recogimiento profundo de todo su ser. Artegui, en tanto, mudo y sereno, permanecía enhiesto en su butaca, orgulloso como el estoico antiguo: acre placer le penetraba todo, el goce de sentirse bien muerto, y cerciorarse de que en vano la traidora Naturaleza había intentado resucitarle. ...


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Errores Ortográficos típicos con la palabra Contemplaba

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