La palabra Fusiles ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece fusiles.
Estadisticas de la palabra fusiles
Fusiles es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 10674 según la RAE.
Fusiles aparece de media 7.13 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la fusiles en las obras de referencia de la RAE contandose 1083 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Fusiles
Cómo se escribe fusiles o fuciles?
Cómo se escribe fusiles o fuzilez?

la Ortografía es divertida

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece fusiles
La palabra fusiles puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 891
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Tienen los ojos en el cogote, y si algo ven, es hacia atrás. Mientras los gobernantes surjan de su clase y tengan a su servicio los fusiles que pagamos todos, se ríen de las rebeldías de abajo. Además, conocen a la gente. ...
En la línea 1310
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Allí estaba por su voluntad y allí se quedaba... Por fin, las autoridades habían exhumado uno de los muchos procesos que tenía pendientes por sus propagandas de rebelde social, y un juez le llamó a Madrid, emprendiendo don Fernando el viaje a viva fuerza, acompañado de la guardia civil, como si su destino fuese viajar siempre entre una pareja de fusiles. ...
En la línea 1718
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... No tardaron en saberlo. De una reja baja partió una llama fugaz, una línea roja disolviéndose en humo. Un trallazo enorme y seco conmovió la plaza. Después, otro y otro, hasta nueve, que a la gente, inmóvil por la sorpresa, le parecieron infinitos en número. Era la guardia, que hacía fuego antes de que ellos se pusieran delante de los fusiles. ...
En la línea 1796
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Era Luis Dupont el que gritaba, en medio del silencio que imponían a la ciudad tantos fusiles en sus calles. Iba borracho: bien a las claras lo daban a entender sus ojos brillantes y su aliento fétido. Detrás de él marchaban el _Chivo_, y un camarero de colmado, con vasos en las manos y botellas en los bolsillos. ...
En la línea 7859
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Señores -dijo Athos, que había tomado el mando de la expe dición-, mientras Grimaud pone la mesa, comencemos a recoger los fusiles y los cartuchos; además podemos hablar al cumplir esa tarea. ...
En la línea 7867
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿Cuántos fusiles, señores. ...
En la línea 7987
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Los jóvenes se levantaron con presteza a los fusiles. ...
En la línea 7993
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Es muy simple -respondió Athos-:tan pronto como el enemi go esté al alcance del mosquete, nosotros hacemos fuego;si continúa avanzando, nosotros volvemos a hacer fuego; hacemos fuego mientras tengamos los fusiles cargados; si lo que quede de la tropa quiere todavía subir al asalto, dejamos a los asaltantes bajar hasta el foso, y entonces les echamos encima de la cabeza ese lienzo de muralla que sólo está en pie por un milagro de equilibrio. ...
En la línea 2029
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Pero ¿en qué están pensando esos dragones, que evidentemente son del bando contrario, a juzgar por sus gritos? ¿Por qué, estando detrás de los infantes, no les dan una carga y los desbaratan? En seguida la gente les quitaría los fusiles. ...
En la línea 2404
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... egó un misionero a casa de un jefe y encontró a toda la tribu preparándose para la guerra; los fusiles estaban limpios y dispuestas las municiones ...
En la línea 443
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sus cañones del tamaño de casas, sus fusiles y ametralladoras, que lanzaban plomo con la misma rapidez que una máquina de coser da puntadas, podían suprimir instantáneamente las manifestaciones femeninas, por numerosas que fuesen. Además, la mujer, acobardada por tantos siglos de servidumbre, tenía miedo a los procedimientos de violencia. Solo las jóvenes que habían cultivado sus músculos en los deportes al aire libre se reían de estos temores de las señoras de salón. Todas se mostraban acordes al lamentar los crímenes de los hombres, pero la situación angustiosa parecía sin remedio… . ...
En la línea 450
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los soldados vieron como sus fusiles estallaban entre sus manos antes de disparar y como se inflamaban las cápsulas en sus cartucheras, acribillándolos de heridas mortales. Los que estaban más lejos, espantados por el fenómeno, arrojaban las armas y se despojaban de sus bolsas de municiones, viendo en el propio equipo militar un peligro de muerte. Los oficiales, impulsados por el orgullo profesional, gritaban: '¡Adelante!', pero el revolver estallaba en su diestra, llevándoles la mano y el brazo. Los artilleros abandonaban las piezas para huir, en vista de que los armones llenos de proyectiles se inflamaban sólos lo mismo que si fuesen volcanes, haciendo volar los miembros de los hombres despedazados. ...
En la línea 502
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Nadie. Y si alguno lo supiera, aparte de nosotros los estudiosos, procuraría olvidarlo, por ser un secreto cuya revelación acarrea la muerte. No todos los armamentos fueron destruidos por los 'rayos negros'. Era tan enorme el material de guerra, que permanecieron intactas grandes cantidades en muchas poblaciones de la República. Estos cañones, fusiles, ametralladoras y demás herramientas mortíferas, así como grandes montañas de proyectiles, están guardados en los vastos gabinetes históricos de las universidades, y únicamente nosotros los conocemos. ...
En la línea 1273
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los nuevos tiempos estaban próximos. Ya había sido descubierto el gran secreto que neutralizaría el poder de los rayos negros. Los días de lo que llamaban las mujeres la Verdadera Revolución estaban contados. Sus máquinas que habían hecho estallar las armas sostenedoras del poder de los hombres resultaban ya inútiles. Los fusiles y los cañones sacudirían su largo ensueño para recobrar el diabólico poder que les hacía temibles. Los iniciados más valerosos se estaban ejercitando ya en su manejo. ...
En la línea 1615
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Estaba el pobre Juanito Santa Cruz sometido al horroroso suplicio de la idea fija. Salió, investigó, rebuscó, y la mujer aquella, visión inverosímil que había trastornado a Villalonga, no parecía por ninguna parte. ¿Sería sueño, o ficción vana de los sentidos de su amigo? La portera de la casa indicada por Jacinto se prestó a dar cuantas noticias se le exigían, mas lo único de provecho que Juan obtuvo de su indiscreción complaciente fue que en la casa de huéspedes del segundo habían vivido un señor y una señora, «guapetona ella» durante dos días nada más. Después habían desaparecido… La portera declaraba con notoria agudeza que, a su parecer, el señor se había largado por el tren, y la individua, señora… o lo que fuera… andaba por Madrid. ¿Pero dónde demonios andaba? Esto era lo que había que averiguar. Con todo su talento no podía Juan darse explicación satisfactoria del interés, de la curiosidad o afán amoroso que despertaba en él una persona a quien dos años antes había visto con indiferencia y hasta con repulsión. La forma, la pícara forma, alma del mundo, tenía la culpa. Había bastado que la infeliz joven abandonada, miserable y quizás mal oliente se trocase en la aventurera elegante, limpia y seductora, para que los desdenes del hombre del siglo, que rinde culto al arte personal, se trocaran en un afán ardiente de apreciar por sí mismo aquella transformación admirable, prodigio de esta nuestra edad de seda. «Si esto no es más que curiosidad, pura curiosidad… —se decía Santa Cruz, caldeando su alma turbada—. Seguramente, cuando la vea me quedaré como si tal cosa; pero quiero verla, quiero verla a todo trance… y mientras no la vea, no creeré en la metamorfosis». Y esta idea le dominaba de tal modo, que lo infructuoso de sus pesquisas producíale un dolor indecible, y se fue exaltando, y por último figurábase que tenía sobre sí una grande, irreparable desgracia. Para acabar de aburrirle y trastornarle, un día fue Villalonga con nuevos cuentos. «He averiguado que el hombre aquel es un trapisondista… Ya no está en Madrid. Lo de los fusiles era un timo… letras falsificadas». ...
En la línea 1648
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Esto pasaba a fines de 1872. De pronto Rubín dijo que iba al extranjero a reanudar sus trabajos de viajante de comercio. Desapareció de Madrid, y al cabo de meses se susurró en la tertulia del café que estaba en la facción, y que D. Carlos le había nombrado algo como contador o intendente en su Cuartel Real. Súpose más tarde que había ido a Inglaterra a comprar fusiles, que hizo un alijo cerca de Guetaria, que vino disfrazado a Madrid y pasó a la Mancha y Andalucía en el verano del 73, cuando la Península, ardiendo por los cuatro costados, era una inmensa pira a la cual cada español había llevado su tea y el Gobierno soplaba. ...
En la línea 1671
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —¿Qué ha de ser, hombre?… ¡Buena púa está! Llegó a Madrid no hace mucho tiempo con un barbián… creo que tratante en fusiles. ¡Traían un tren, chico!… La vi una noche… Te juro que daba el puro opio. Parecía del propio París… Pero yo no sé lo que pasó, ¡narices! ...
En la línea 1787
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Otro velo… Maximiliano se vio precisado a echar otro velo… «Cállate, hazme el favor de callarte» le dijo, pensando que, según iba saliendo la historia, necesitaba lo menos una pieza de tul. Pero ella siguió narrando. Pues como iba diciendo, el tal joven salió también un buen punto. Una mañana, mientras ella dormía, le empeñó todas sus alhajas, para jugar. Y aquí paz… Vino después un viejo que le daba mucho dinero y la llevó a París donde se engalanó y afinó extraordinariamente su gusto para vestirse. ¡Viejo más cuco!… Había sido general carcunda en la otra guerra, y trataba mucho con gente de sotana. Era muy vicioso y le daba muchas jaquecas con tantismas incumbencias como tenía. Un día se quemó ella y le plantó en la calle. Sucesor, Camps, que le puso casa con gran rumbo. Parecía hombre muy rico; pero luego resultó que era un trampa-larga. Antes de venir a Madrid le dio a ella olor de chubasco, y a poco de estar aquí vio que se venía la tempestad encima. Camps traía recomendaciones para el director del Tesoro, y quiso cobrar unos pagarés falsos de fusiles que se suponían comprados por el Gobierno. Una noche entró en casa muy enfurruñado, trincó una maleta pequeña, llenola de ropa, pidió a Fortunata todo el dinero que tenía y dijo que iba al Escorial. Escorial fue, que no ha vuelto a parecer. Lo demás bien lo sabía Maximiliano… El sucesor de Camps había sido él, y ya se le conocía en cierto resplandor de sus ojos el orgullo que la herencia le produjera. Porque bien claro lo había dicho Fortunata. ¡Gracias a Dios que encontraba en su camino una persona decente! ...
En la línea 569
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Subió a la ventana y saltó en medio de una espesa cortina de trepadoras que lo ocultaron por completo. Unos sesenta soldados avanzaban lentamente hacia la casa, con los fusiles preparados para hacer fuego. Sandokán, que seguía emboscado como un tigre, el sable en la mano derecha y el kriss en la izquierda, no respiraba ni se movía. El único movimiento que hacía era levantar la cabeza para mirar hacia la ventana donde estaba Mariana. ...
En la línea 627
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Subió a la ventana y saltó en medio de una espesa cortina de trepadoras que lo ocultaron por completo. Unos sesenta soldados avanzaban lentamente hacia la casa, con los fusiles preparados para hacer fuego. Sandokán, que seguía emboscado como un tigre, el sable en la mano derecha y el kriss en la izquierda, no respiraba ni se movía. El único movimiento que hacía era levantar la cabeza para mirar hacia la ventana donde estaba Mariana. ...
En la línea 1055
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Dos hombres solos, aunque sean dos tigres de Mompracem, no pueden hacer frente a cincuenta fusiles. ...
En la línea 1270
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Cuatro soldados aparecieron en una ventana, apuntándole con los fusiles. ...
En la línea 985
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El capitán Nemo, uno de sus compañeros -una especie de Hércules, que debía tener una fuerza prodigiosa-, Conseil y yo nos hallamos pronto revestidos de aquellos trajes, a falta tan sólo ya de alojar nuestras cabezas en sus esferas metálicas. Pero antes de proceder a esta operación, pedí permiso al capitán para examinar los fusiles que nos estaban destinados. ...
En la línea 1216
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Al día siguiente, 5 de enero, se extrajo de su alvéolo la canoa y se botó al mar desde lo alto de la plataforma. Dos hombres bastaron para realizar la operación. Los remos estaban ya a bordo y nos embarcamos a las ocho de la mañana, con nuestras hachas y fusiles. ...
En la línea 1355
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Nos incorporamos los tres, y tomando nuestros fusiles nos dispusimos a repeler todo ataque. ...
En la línea 1830
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¿Y nuestras armas? ¿Los fusiles? ...
En la línea 320
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Después de una hora de marchar así llegamos junto a una mala cabaña de madera y a un embarcadero. En la primera había un guardia que nos dió el «¿Quién vive?», pero el sargento contestó con el santo y seña. Luego entramos en la cabaña, en donde se percibía pronunciado olor a tabaco y a cal apagada. Había un hermoso fuego y el lugar estaba alumbrado por una lámpara, a cuya luz se distinguía un armero lleno de fusiles, un tambor y una cama de madera, muy baja, como una calandria de gran magnitud sin la maquinaria, y capaz para doce soldados a la vez. Tres o cuatro de éstos que estaban echados y envueltos en sus chaquetones no parecieron interesarse por nuestra llegada, pues se limitaron a levantar un poco la cabeza, mirándonos soñolientos, y luego se tendieron de nuevo. El sargento dio el parte de lo ocurrido y anotó algo en el libro registro, y entonces el penado a quien yo llamo «el otro» salió acompañado por su guardia para ir a bordo antes que su compañero. ...
En la línea 1564
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Estos sioux estaban armados de fusiles. De aqui las detonaciones, a que correspondían los viajeros, casi todos armados. Los indios habían comenzado por arrojarse sobre la máquina. El maquinista y el fogonero habían sido ya casi magullados. Un jefe sioux, queriendo detener el tren, había abierto la introducción del vapor en lugar de cerrarla, y la locomotora, arrastrada, corría con una velocidad espantosa. ...
Más información sobre la palabra Fusiles en internet
Fusiles en la RAE.
Fusiles en Word Reference.
Fusiles en la wikipedia.
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