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La palabra consultaba
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la palabra consultaba

La palabra Consultaba ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece consultaba.

Estadisticas de la palabra consultaba

La palabra consultaba no es muy usada pues no es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE

Errores Ortográficos típicos con la palabra Consultaba

Cómo se escribe consultaba o conzultaba?
Cómo se escribe consultaba o sonsultaba?
Cómo se escribe consultaba o consultava?

Más información sobre la palabra Consultaba en internet

Consultaba en la RAE.
Consultaba en Word Reference.
Consultaba en la wikipedia.
Sinonimos de Consultaba.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece consultaba

La palabra consultaba puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 10636
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Quintanar le consultaba acerca del estado de Ana. ...

En la línea 983
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Mientras tanto, el monarca francés consultaba a sus astrólogos el día más favorable para hacer su entrada en la Ciudad Eterna. Estos designaron el de San Silvestre, y el 31 de diciembre penetró Carlos en Roma con el aparato de un triunfador dando por segura los enemigos de Rodrigo de Borja la pérdida de su tiara. Rovere y los cardenales que iban en el séquito real proyectaban la reunión de un conclave que le depondría, nombrando a otro Pontífice. ...

En la línea 4440
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Aquella noche hizo Maxi mil extravagancias, y a la mañana siguiente se puso tan encalabrinado y vidrioso, que no se le podía aguantar. «Hay que tener mucha paciencia—dijo doña Lupe a Fortunata—. ¿Sabes lo que te aconsejo? Que no le lleves la contraria en nada. Hay que decirle a todo que sí, sin perjuicio de hacer lo que se deba. El pobrecito está mal. Me ha dicho esta mañana Ballester que tiene algo de reblandecimiento cerebral. Dios nos tenga de su mano». Sentía Fortunata vivos deseos de salir a la calle, y no sabía qué pretexto inventar para procurarse escapatorias. Ofrecíase a hacer compras de que doña Lupe tenía necesidad, e inventaba menesteres que motivaran una salidita. La taimada viuda de Jáuregui comprendió que una sujeción absoluta sería perjudicial, y empezó a darle libertad. Un día le leyó la cartilla en estos términos: «Puedes salir; no eres una chiquilla y ya sabes lo que haces. Yo creo que no nos darás ningún disgusto, y que has de mirar por el decoro de la familia lo mismo que miro yo. La dignidad, hija, la dignidad es lo primero». Pero doña Lupe empezaba a hacérsele horriblemente antipática, y por nada del mundo le habría hecho una confidencia. Hablando con verdad, lo que más disgustada tenía a doña Lupe era, no que Fortunata saliese, sino que no le comunicase nada de lo que pensaba o sentía. El pensar que tal vez estaría a la sazón la señora de Rubín jugando una gran trastada al decoro de la familia, la mortificaba, sí, pero no tanto como el ver que no la consultaba ni le pedía consejo sobre aquello desconocido y oscuro que sin duda le ocurría. «El tapujito es lo que me revienta. Como yo lo descubra va a ser sonada. En hora maldita entró aquí esta loquinaria. No, yo nunca la tragué, el Señor es testigo… siempre me dio la cara. El ganso de Nicolás fue quien lo echó a perder tomándolo por lo religioso… Si al menos se llegara a mí y me dijera: «tía, yo me veo en este conflicto, yo he faltado o voy a faltar, o puede que falte si no me atajan… ». Demasiado sabe ella que con este mundo que yo tengo y con lo bien que discurro, gracias a Dios, le abriría camino para poner a salvo el honor de la familia. Pero no… la muy bestia se empeña en gobernarse sola, ¿y qué hará?… Alguna barbaridad, pero gorda. Si no, allá lo veremos». ...

En la línea 1562
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Hacia las dos de la tarde me hallaba en el salón, ocupado en clasificar mis notas, cuando apareció el capitán. A mi saludo respondió con una inclinación casi impercetible, sin dirigirme la palabra. Volví a mi trabajo, esperando que me diera quizá alguna explicación sobre los acontecimientos de la noche anterior, pero no me dijo nada. Le miré. Su rostro denunciaba la fatiga, sus ojos enrojecidos no habían sido refrescados por el sueño. Toda su fisonomía expresaba una profunda tristeza, un sentimiento de pesadumbre real. Iba y venía, se sentaba y se incorporaba, tomaba un libro al azar para dejarlo en seguida, consultaba sus instrumentos sin tomar notas como solía, y parecía no poder estar quieto ni un instante. ...

En la línea 2848
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Es fácil averiguarlo -les respondí, a la vez que consultaba el manómetro. ...


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