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La palabra chicos
Cómo se escribe

la palabra chicos

La palabra Chicos ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece chicos.

Estadisticas de la palabra chicos

Chicos es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 3185 según la RAE.

Chicos tienen una frecuencia media de 29.62 veces en cada libro en castellano

Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la chicos en 150 obras del castellano contandose 4502 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Chicos

Cómo se escribe chicos o chicoz?
Cómo se escribe chicos o shisos?
Cómo se escribe chicos o cicos?

Algunas Frases de libros en las que aparece chicos

La palabra chicos puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 701
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y el público, no queriendo perder palabra, hombres, mujeres y chicos, estrujábanse contra la verja, retrocediendo algunas veces con violentos movimientos de espaldas para librarse de la asfixia. ...

En la línea 901
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Colocaba la mísera comida en una cestita, luego se pasaba un peine por los pelos de un rubio claro, como si el sol hubiese devorado su color; se anudaba el pañuelo bajo la barba, y antes de salir volvíase con un cariño de hermana mayor para ver si los chicos estaban bien tapados, inquieta por esta gente menuda, que dormía en el suelo de su mismo estudi, y acostada en orden de mayor a menor desde el grandullón Batistet hasta el pequeñuelo que apenas hablaba, parecía la tubería de un órgano. ...

En la línea 1195
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y los gorriones, los pardillos y las calandrias, que huían de los chicos como del demonio cuando los veían en cuadrilla por los senderos, posábanse con la mayor confianza en los árboles inmediatos, y hasta se paseaban con sus saltadoras patitas frente a la puerta de la escuela, riéndose con escandalosos gorjeos de sus fieros enemigos al verlos enjaulados, bajo la amenaza de la caña, condenados a mirarlos de reojo, sin poder moverse y repitiendo un canto tan fastidioso y feo. ...

En la línea 1314
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... A la caída del sol soltaban los muchachos su último cántico, dando gracias al Señor porque los había asistido con sus luces, y recogía cada cual el saquillo de la comida, pues como las distancias en la huerta no eran poca cosa, los chicos salían por la mañana de sus barracas con provisiones para pasar el día en la escuela. ...

En la línea 375
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Hablamos un poco, y me enseñó los libros que usaba para la instrucción de los chicos; eran unos silabarios muy semejantes a los usados en las escuelas rurales de Inglaterra. ...

En la línea 376
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Al preguntarle si era costumbre poner las Escrituras en manos de los chicos, me respondió que mucho antes de adquirir capacidad suficiente para entenderlas, los padres retiraban de la escuela a sus hijos para que los ayudasen en las labores del campo; en general, los padres no tenían el menor deseo de que sus hijos aprendieran cosa alguna, por considerar tiempo perdido el empleado en aprender. ...

En la línea 1943
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ¡Agua fresca! Estos dos jóvenes son los hijos de Gabiria, intendente de la reina, el hombre más rico de Madrid; son guapos chicos y me compran mucha fruta. ...

En la línea 4136
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... La tienda y el portal hallábanse atestados de vecinos de Finisterre: hombres, mujeres y chicos; estos últimos desnudos casi todos, chorreando agua, como si los hubieran llamado a toda prisa de sus juegos en la orilla del mar. ...

En la línea 7533
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Apenas hubo dicho esto Minos, juez y compañero de Radamanto, cuando, levantándose en pie Radamanto, dijo: -¡Ea, ministros de esta casa, altos y bajos, grandes y chicos, acudid unos tras otros y sellad el rostro de Sancho con veinte y cuatro mamonas, y doce pellizcos y seis alfilerazos en brazos y lomos, que en esta ceremonia consiste la salud de Altisidora! Oyendo lo cual Sancho Panza, rompió el silencio, y dijo: -¡Voto a tal, así me deje yo sellar el rostro ni manosearme la cara como volverme moro! ¡Cuerpo de mí! ¿Qué tiene que ver manosearme el rostro con la resurreción desta doncella? Regostóse la vieja a los bledos. ...

En la línea 1821
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Los chicos innobles, que pudiera decirse, de Vetusta, no eran grandes proporciones; pero aunque se quisiera apencar —apencar decía doña Águeda en el seno de la confianza —, con algún abogadote, ninguno de aquellos bobalicones se atrevería a enamorar a una Ozores, aunque se muriese por ella. ...

En la línea 2610
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No cabía duda que los chicos sólo en Madrid se despabilaban. ...

En la línea 3107
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¿Por qué? Porque el saber esas cosas no es para chicos. ...

En la línea 6552
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¡demonio de chicos! —Bautista no alcanza —observó otra vez el Marqués —. ...

En la línea 35
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pues esta prenda, esta nacional obra de arte, tan nuestra como las panderetas o los toros, no es nuestra en realidad más que por el uso; se la debemos a un artista nacido a la otra parte del mundo, a un tal Ayún, que consagró a nosotros su vida toda y sus talleres. Y tan agradecido era el buen hombre al comercio español, que enviaba a los de acá su retrato y los de sus catorce mujeres, unas señoras tiesas y pálidas como las que se ven pintadas en las tazas, con los pies increíbles por lo chicos y las uñas increíbles también por lo largas. ...

En la línea 467
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Señora, señora, no deje de ver las cretonas que han recibido los chicos de Sobrino… ¡Qué divinidad!». ...

En la línea 469
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y en el pórtico, donde ya estaba Plácido esperándola, decía: «Vamos a casa de los chicos de Sobrino». ...

En la línea 474
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Ea, chicos, que lo mandéis todo al momento a casa—decía con despotismo Estupiñá al despedirse, señalando las compras. ...

En la línea 56
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Mancebo, en los verdores de la edad, fuerte como un toro y laborioso como manso buey, salió de su patria el señor Joaquín, a quien entonces nombraban Joaquín a secas. Colocado en Madrid en la portería de un magnate que en León tiene solar, dedicose a corredor, agente de negocios y hombre de confianza de todos los honrados individuos de la maragatería. Buscabales posada, proporcionabales almacén seguro para la carga, se entendía con los comerciantes y era en suma la providencia de la tierra de Astorga. Su honradez grande, su puntualidad y su celo le granjearon crédito tal, que llovían comisiones, menudeaban encargos, y caían en la bolsa, como apretado granizo, reales, pesos duros y doblillas en cantidad suficiente para que, al cabo de quince años de llegado a la corte, pudiese Joaquín estrechar lazos eternos con una conterránea suya, doncella de la esposa del magnate y señora tiempo hacía de los enamorados pensamientos del portero; y verificado ya el connubio, establecer surtida lonja de comestibles, a cuyo frente campeaba en doradas letras un rótulo que decía: El Leonés. Ultramarinos. De corredor pasó entonces a empresario de maragatos; comproles sus artículos en grueso y los vendió en detalle; y a él forzosamente hubo de acudir quien en Madrid quería aromático chocolate molido a brazo, o esponjosas mantecadas de las que sólo las astorganas saben confeccionar en su debido punto. Se hizo de moda desayunarse con el Caracas y las frutas de horno del Leonés; comenzó el magnate, su antiguo amo, dándole su parroquia, y tras él vino la gente de alto copete, engolosinada por el arcaico regalo de un manjar digno de la mesa de Carlos IV y Godoy. Y fue de ver como el señor Joaquín, ensanchando los horizontes de su comercio, acaparó todas las especialidades nacionales culinarias: tiernos garbanzos de Fuentesaúco, crasos chorizos de Candelario, curados jamones de Caldelas, dulce extremeña bellota, aceitunas de los sevillanos olivares, melosos dátiles de Almería y áureas naranjas que atesoran en su piel el sol de Valencia. De esta suerte y con tal industria granjeó Joaquín, limpia si no hidalgamente, razonables sumas de dinero; y si bien las ganó, mejor supo después asegurarlas en tierras y caserío en León; a cuyo fin hizo frecuentes viajes a la ciudad natal. A los ocho años de estéril matrimonio naciole una niña grande y hermosa, suceso que le alborozó como alborozaría a un monarca el natalicio de una princesa heredera; más la recia madre leonesa no pudo soportar la crisis de su fecundidad tardía, y enferma siempre, arrastró algunos meses la vida, hasta soltarla de malísima gana. Con faltarle su mujer, faltole al señor Joaquín la diestra mano, y fue decayendo en él aquella ufanía con que dominaba el mostrador, luciendo su estatura gigantesca, y alcanzando del más encumbrado estante los cajones de pasas, con sólo estirar su poderoso brazo y empinarse un poco sobre los anchos pies. Se pasaba horas enteras embobado, fija la vista maquinalmente en los racimos de uvas de cuelga que pendían del techo, o en los sacos de café hacinados en el ángulo más obscuro de la lonja, y sobre los cuales acostumbraba la difunta sentarse para hacer calceta. En suma, él cayó en melancolía tal, que vino a serie indiferente hasta la honrada y lícita ganancia que debía a su industria: y como los facultativos le recetasen el sano aire natal y el cambio de vida y régimen, traspasó la lonja, y con magnanimidad no indigna de un sabio antiguo, retirose a su pueblo, satisfecho con lo ya logrado, y sin que la sedienta codicia a mayor lucro le incitase. Consigo llevó a la niña Lucía, única prenda cara a su corazón, que con pueriles gracias comenzaba ya a animar la tienda, haciendo guerra crudísima y sin tregua a los higos de Fraga y a las peladillas de Alcoy, menos blancas que los dientes chicos que las mordían. ...

En la línea 685
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Encendiéronse rápidamente en una llamarada de curiosidad las mejillas del mancebo, y clavó de nuevo en Lucía sus ojos chicos examinándola implacablemente. ...

En la línea 713
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¿Pero está de cuidado, de cuidado? -interrogó el mozo abriendo cuanto podía sus ojos chicos. ...

En la línea 967
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Adiós, chicos -dijo entrando en el cuarto de Miranda vestido de viaje, con polainas de paño, un casquete de fieltro y terciada al hombro una escopeta de caza de dos cañones. ...


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Más información sobre la palabra Chicos en internet

Chicos en la RAE.
Chicos en Word Reference.
Chicos en la wikipedia.
Sinonimos de Chicos.

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