La palabra Saliendo ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
La llamada de la selva de Jack London
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece saliendo.
Estadisticas de la palabra saliendo
Saliendo es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 5724 según la RAE.
Saliendo aparece de media 15.58 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la saliendo en las obras de referencia de la RAE contandose 2368 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Saliendo
Cómo se escribe saliendo o zaliendo?

la Ortografía es divertida

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece saliendo
La palabra saliendo puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 699
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Era la justicia patriarcal y sencilla del buen rey de las leyendas saliendo por las mañanas a la puerta del palacio para resolver las quejas de sus súbditos; el sistema judicial del jefe de cabila sentenciando a la entrada de su tienda. ...
En la línea 1523
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Aún tuvo que beber una segunda copa, obsequio del gitano, y, al fin, cortando en seco su raudal de ofrecimientos y zalamerías cogió el ronzal de su nuevo caballo, y con ayuda del ágil Monote, montó en el desnudo lomo saliendo a paso corto del ruidoso mercado. ...
En la línea 2125
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pimentó, de bruces en el suelo, se quejaba con lamentos que parecían ronquidos, saliendo a borbotones la sangre de su rota cabeza. ...
En la línea 2160
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y después venían las horas de inquietud por la ausencia de su marido, unas tardes interminables de angustia, esperando al hombre que nunca regresaba, saliendo a la puerta de la barraca para explorar el camino, estremeciéndose cada vez que sonaba a lo lejos algún disparo de los cazadores de golondrinas, creyéndolo el principio de una tragedia, el tiro que destrozaba la cabeza del jefe de la familia o que le abría las puertas del presidio. ...
En la línea 444
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y saliendo del portalón, en plena lluvia, agarró de un brazo a Salvatierra, para que entrase en el cortijo. Don Fernando opuso resistencia. Iba a refugiarse en la gañanía con su compañero; no debía contrariarle, pues este era su gusto. Pero Rafael protestaba. ¡El gran amigo de su padrino, el que había sido jefe de su padre!... ¿Cómo podía pasar por la puerta de su casa sin entrar en ella?... Y casi a viva fuerza lo metió en el cortijo, mientras Manolo seguía adelante. ...
En la línea 706
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Transcurrió aún mucho tiempo antes de que los habitantes de Marchamalo diesen señales de vida. Los mastines ladraron dando saltos, cuando el capataz abrió la puerta de la casa de los lagares. Después, con caras de malhumor, fueron saliendo a la explanada los viñadores, obligados a permanecer en Marchamalo para asistir a la fiesta. ...
En la línea 807
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El resto de la procesión avanzaba lentamente, saliendo de sus filas un rugido cada vez más desgarrado con sonoridades burlescas y temblores irónicos. ...
En la línea 926
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Se han juntado dos locos--continuó Fermín.--Cualquier día se pelearán, saliendo de una de sus juergas echando sangre; pero, mientras tanto, se creen felices y exhiben su dicha con una desvergüenza admirable. Yo creo que lo que más les divierte es la indignación de don Pablo y su familia. ...
En la línea 1432
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Estaba saliendo el sol cuando me desperté. ...
En la línea 1788
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y fue que, en saliendo al camino real, se puso en busca del Toboso, y otro día llegó a la venta donde le había sucedido la desgracia de la manta; y no la hubo bien visto, cuando le pareció que otra vez andaba en los aires, y no quiso entrar dentro, aunque llegó a hora que lo pudiera y debiera hacer, por ser la del comer y llevar en deseo de gustar algo caliente; que había grandes días que todo era fiambre. ...
En la línea 1870
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Estaba Cardenio entonces en su entero juicio, libre de aquel furioso accidente que tan a menudo le sacaba de sí mismo; y así, viendo a los dos en traje tan no usado de los que por aquellas soledades andaban, no dejó de admirarse algún tanto, y más cuando oyó que le habían hablado en su negocio como en cosa sabida -porque las razones que el cura le dijo así lo dieron a entender-; y así, respondió desta manera: -Bien veo yo, señores, quienquiera que seáis, que el cielo, que tiene cuidado de socorrer a los buenos, y aun a los malos muchas veces, sin yo merecerlo, me envía, en estos tan remotos y apartados lugares del trato común de las gentes, algunas personas que, poniéndome delante de los ojos con vivas y varias razones cuán sin ella ando en hacer la vida que hago, han procurado sacarme désta a mejor parte; pero, como no saben que sé yo que en saliendo deste daño he de caer en otro mayor, quizá me deben de tener por hombre de flacos discursos, y aun, lo que peor sería, por de ningún juicio. ...
En la línea 2259
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Mira, Sancho -respondió don Quijote-: si el consejo que me das de que me case es porque sea luego rey, en matando al gigante, y tenga cómodo para hacerte mercedes y darte lo prometido, hágote saber que sin casarme podré cumplir tu deseo muy fácilmente, porque yo sacaré de adahala, antes de entrar en la batalla, que, saliendo vencedor della, ya que no me case, me han de dar una parte del reino, para que la pueda dar a quien yo quisiere; y, en dándomela, ¿a quién quieres tú que la dé sino a ti? -Eso está claro -respondió Sancho-, pero mire vuestra merced que la escoja hacia la marina, porque, si no me contentare la vivienda, pueda embarcar mis negros vasallos y hacer dellos lo que ya he dicho. ...
En la línea 3629
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Si no, díganme también que no es verdad que fue caballero andante el valiente lusitano Juan de Merlo, que fue a Borgoña y se combatió en la ciudad de Ras con el famoso señor de Charní, llamado mosén Pierres, y después, en la ciudad de Basilea, con mosén Enrique de Remestán, saliendo de entrambas empresas vencedor y lleno de honrosa fama; y las aventuras y desafíos que también acabaron en Borgoña los valientes españoles Pedro Barba y Gutierre Quijada (de cuya alcurnia yo deciendo por línea recta de varón), venciendo a los hijos del conde de San Polo. ...
En la línea 618
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 16 de marzo.- He aquí en pocas palabras el relato de una corta excursión que ha hecho alrededor de una parte de esta isla. Salgo el 16 por la mañana con seis caballos y dos gauchos; eran estos hombres admirables para el objeto que me proponía, acostumbrados como estaban a no contar sino consigo mismos para, encontrar aquello de que podían necesitar. El tiempo está muy frío; hace mucho viento y de vez en cuando caen fuertes nevadas. Avanzamos, no obstante, muy deprisa; pero aparte el punto de vista geológico, nada menos interesante que este viaje: siempre la misma llanura ondulada; siempre el suelo cubierto de hierbas pardas agostadas y de arbustillos insignificantes; todo saliendo de un suelo turboso elástico. En algunos puntos se ven, en los valles, pequeñas bandadas de pájaros salvajes, y es tan blando el suelo, que la gallineta ciega encuentra con facilidad allí el alimento. Fuera de éstos hay muy pocos pájaros. Atraviesa la isla una cadena principal de colinas, en su mayoría formadas de cuarzo y de cerca de 2.000 pies de elevación: pasamos grandes trabajos para salvar estas colinas rugosas y estériles. Al sur de ellas hallamos la parte del país más a propósito para alimentar los animales silvestres; sin embargo, no encontramos muchos, porque en estos últimos tiempos se han hecho frecuentes cacerías. ...
En la línea 731
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Entrábamos en una bahía retirada, donde esperábamos pasar una noche tranquila, y de repente resonaba en nuestros oídos esta palabra odiosa, saliendo de cualquier rincón oscuro que no habíamos advertido; después una señal de fuego avisaba la noticia de nuestro paso. Al abandonar cada punto nos felicitábamos mutuamente y nos decíamos: «¡Gracias a Dios que al fin hemos dejado a estos salvajes atrás!» Un grito penetrante, lanzado desde enorme distancia, llegaba de improviso hasta nosotros, grito en el cual podíamos distinguir sin esfuerzo el odiado yammerschooner. Hoy, por el contrario, mientras más fueguenses había, más nos divertíamos. Hombres civilizados y salvajes, todos reíamos, nos mirábamos y nos admirábamos. Les mirábamos con piedad, porque nos daban buenos peces y excelentes langostas, a cambio de guiñapos de cualquier clase; ellos aprovechaban la ocasión rarísima que les proporcionaban gentes tan locas que cambiaban ornamentos tan espléndidos por una comida. La sonrisa de satisfacción con que una joven de cara pintada de negro ataba con juncos varios pedazos de tela encarnada alrededor de su cabeza nos divertía extraordinariamente. Su marido, que gozaba del privilegio universal en este país de tener dos mujeres, llegó a estar celoso de las atenciones que teníamos con la más joven, por lo cual, después de una breve consulta con sus desnudas beldades les ordenó forzar los remos para alejarse. ...
En la línea 910
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Después, saliendo de no sabía qué pozo negro su pensamiento, atendió a lo que leía. ...
En la línea 4871
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Ella habitaba el segundo piso, a sus anchas; no quería ruido de curas y frailes entrando y saliendo; pero tampoco consentía que su hijo, su pobre Fermín, que para ella siempre sería un niño a quien había que cuidar mucho, durmiese lejos de toda criatura cristiana. ...
En la línea 5217
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y, saliendo del despacho, dijo todavía: —¡Qué capricho de hombres!. ...
En la línea 5609
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¡Pero eso es un cómico! pensaba; y pensaba repetirlo en saliendo. ...
En la línea 533
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sólo estuvo en Valencia unos días. Volvió otra vez a Madrid, no queriendo seguir el vial e en ferrocarril hasta Barcelona, Peñíscola estaba en el camino. Además, saliendo de España por la estación de Port-Bou caería en Aviñón, y esto le pareció equivalente a volcar con un pie la colmena de sus recuerdos, que, como abejas irritadas le perseguirían en su fuga. ...
En la línea 654
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... También desfilaban ante las mesas castillos embanderados; todos de confitería, y estas obras eran arrojadas a continuación por los balcones del comedor sobre el populacho, que coreaba desde fuera con sus gritos las músicas del banquete. Igualmente estaban hechos de turrón y otras materias semejantes diez navíos que se presentaban cargados de peladillas en forma de bellotas, por figurar la bellota en el escudo de los Roveres. Como final, aparecía Venus en su carro de nácar tirado por cisnes; una montaña que se partía, saliendo de ella un poeta para expresar en forma rimada su admiración ante tal banquete; y tropas coreográficas de mujeres, bailando danzas antiguas, pretexto, según el gusto de entonces, para excitar la concupiscencia. En los tres años que duró su cardenalato, gastó Pedro Riario trescientos mil ducados de oro (varios millones de la moneda actual), dejando aún deudas por valor de sesenta mil. Sixto IV le lloraba con un dolor de padre, olvidando sus despilfarros y la enfermedad crapulosa que ocasionó su muerte en pocos días, viendo solamente lo que este joven, digno de su época, había hecho en favor de las artes, protegiendo a pintores, escultores y arquitectos. Todos los poetas de Roma le lloraron en sus versos como un nuevo Mecenas. ...
En la línea 1142
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... León XIII, el Pontífice diplomático, admirador de la obra política de Alejandro VI, daba fin en el siglo xix a esta leyenda mentirosa, restaurando y abriendo al público los abandonados y misteriosos salones. La calumnia histórica se venía al suelo inmediatamente. Todo falso. Alejandro aparecía de rodillas, pero ante una imagen de Cristo resucitado saliendo de su sepulcro. Por ninguna parte se veía a la bella Julia . Fueron otros, algunos años después de muerto dicho Papa, los que la copiaron desnuda, abajo, en plena Iglesia de San Pedro. ...
En la línea 1162
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Preparó Alejandro una recepción ostentosa a los jóvenes príncipes, saliendo a caballo todos los cardenales y las corporaciones fuera de las puertas de la ciudad para acompañarlos hasta la presencia del Santo Padre, rodeado de su Corte y de los embajadores. ...
En la línea 678
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Gillespie vio surgir por los escotillones a muchos servidores suyos, hombres y mujeres, que se colocaron en uno de los lados de la planicie de madera, esperando órdenes. Luego fueron saliendo de dos en dos los doctores jóvenes, yendo a situarse en el borde de la mesa, frente al gigante. Muchos de ellos llevaban lentes de disminución para examinarlo detenidamente. Otros, los mas gallardos y de buen ver, reían y se empujaban con el codo, mirando a ojos simples la cara de Gillespie y haciendo suposiciones sobre sus enormidades ocultas, que provocaban el escándalo y la protesta de sus compañeras mas graves y virtuosas. ...
En la línea 736
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Su propia voz saliendo de la boca de Ra-Ra le distrajo por algún tiempo. El joven hablaba con entusiasmo, y Popito, a pesar de que vivía en la triunfante República de las mujeres, mostraba al escucharle una supeditación de hembra feliz que desea verse dirigida y únicamente pide amor. Era igual a las mujeres descritas por el doctor Flimnap que vivían en las épocas anteriores a la Verdadera Revolución. ...
En la línea 953
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Mientras tanto, Momaren, saliendo de su nimbo de vanidad, decía con acento conciliador: ...
En la línea 1428
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Venceremos, gentleman -dijo con entusiasmo-. Desde anoche están saliendo tropas para los Estados donde se han sublevado los hombres. Ya le he dicho que estos disponen de una invención, de una especie de nube que los pone a cubierto de los rayos negros; pero aunque esto parezca de gran importancia a ciertos varones ilusos, influirá poco en el resultado final. Si ellos pueden valerse, gracias a su descubrimiento, de las armas antiguas que inventaron los hombres, nosotros también podemos hacer uso de ellas, y las guardamos en mayores cantidades. Esta mañana hemos extraído de los archivos de la Universidad Central una estadística de todos los depósitos que existen en las otras universidades y se hallan en poder del gobierno. Por cierto que esto me ha permitido adquirir noticias sobre el Padre de los Maestros, que esta enfermo de gravedad, lo que originó ayer muchos comentarios. ...
En la línea 841
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Los dos aludidos, mostrando al sonreír sus dientes blancos como la leche y sus labios más rojos que cerezas entre el negro que los rodeaba, contestaron que sí con sus cabezas de salvaje. Empezaban a sentirse avergonzados y no sabían por dónde tirar. En el mismo instante salió una mujeraza de la puerta más próxima, y agarrando a una de las niñas embadurnadas, le levantó las enaguas y empezó a darle tal solfa en salva la parte, que los castañetazos se oían desde el primer patio. No tardó en aparecer otra madre furiosa, que más que mujer parecía una loba, y la emprendió con otro de los mandingas a bofetada sucia, sin miedo a mancharse ella también. «Canallas, cafres, ¡cómo se han puesto!». Y al punto fueron saliendo más madres irritadas. ¡La que se armó! Pronto se vieron lágrimas resbalando sobre el betún, llanto que al punto se volvía negro. «Te voy a matar, grandísimo pillo, ladrón… ». Estos son los condenados charoles que usa la señá Nicanora. Pero, ¡re—Dios!, señá Nicanora, ¿para qué deja usté que las criaturas… ?». ...
En la línea 866
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Guillermina, después de sacar varios bonos, como billetes de teatro, y dar a la infeliz familia los que necesitaba para proveerse de garbanzos, pan y carne por media semana, dijo que se marchaba. Pero Jacinta no se conformó con salir tan pronto. Había ido allí con determinado fin, y por nada del mundo se retiraría sin intentar al menos realizarlo. Varias veces tuvo la palabra en la boca para hacer una pregunta a D. José, y este la miraba como diciendo: «estoy rabiando porque me pregunte usted por el Pituso». Por fin, decidiose la dama a romper el silencio sobre punto tan capital, y levantándose dio algunos pasos hacia donde Ido estaba. Este no necesitó más que verla venir; y saliendo rápidamente del cuarto, volvió al poco con una criatura de la mano. ...
En la línea 956
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Había presenciado parte de la escena y estaba aterrada. «Ya le pasó lo peor—dijo Nicanora saliendo a recibirla—. Ataque muy fuerte… Pero no hace daño. ¡Pobre ángel! Se pone de esta conformidad cuando come». ...
En la línea 1038
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Jacinta empezaba a impacientarse porque no llegaba su amiga, y en tanto tres o cuatro mujeres, hablando a un tiempo, le exponían sus necesidades con hiperbólico estilo. Esta tenía a sus dos niños descalcitos; la otra no los tenía descalzos ni calzados, porque se le morían todos, y a ella le había quedado una angustia en el pecho que decían era una eroísma. La de más allá tenía cinco hijos y vísperas, de lo que daba fe el promontorio que le alzaba las faldas media vara del suelo. No podía ir en tal estado a la Fábrica de Tabacos, por lo cual estaba pasando la familia una crujida buena. El pariente de estotra no trabajaba, porque se había caído de un andamio y hacía tres meses que estaba en el catre con un tolondrón en el pecho y muchos dolores, echando sangre por la boca. Tantas y tantas lástimas oprimían el corazón de Jacinta, llevando a su mente ideas muy latas sobre la extensión de la miseria humana. En el seno de la prosperidad en que ella vivía, no pudo darse nunca cuenta de lo grande que es el imperio de la pobreza, y ahora veía que, por mucho que se explore, no se llega nunca a los confines de este dilatado continente. A todos les daba alientos y prometía ampararles en la medida de sus alcances, que, si bien no cortos, eran quizás insuficientes para acudir a tanta y tanta necesidad. El círculo que la rodeaba se iba estrechando, y la dama empezaba a sofocarse. Dio algunos pasos; pero de cada una de sus pisadas brotaba una compasión nueva; delante de su caridad luminosa íbanse levantando las desdichas humanas, y reclamando el derecho a la misericordia. Después de visitar varias casas, saliendo de ellas con el corazón desgarrado, hallábase otra vez en el corredor, ya muy intranquila por la tardanza de su amiga, cuando sintió que le tiraban suavemente de la cachemira. Volviose y vio una niña como de cinco o seis años, lindísima, muy limpia, con una hoja de bónibus en el pelo. ...
En la línea 1342
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El cronista dice: 'En el extremo superior de la calle Gracechurch, ante el emblema del Águila, la ciudad había erigido un monumental arco, bajo el cual estaba una tarima que se extendía de un lado al otro de la calle. Era un espectáculo histórico que representaba a los inmediatos progenitores del rey. Allí estaba Isabel de York, sentada en. medio de una inmensa rosa blanca, cuyos pétalos formaban elaborados volantes alrededor de ella; a su lado estaba Enrique VII, saliendo de una enorme rosa roja, dispuesta de la misma manera; las manos de la pareja real estaban entrelazadas, y ostentosamente exhibido el anillo de boda. De las rosas rojas y blancas salía un tallo que llegaba hasta una segunda tarima, ocupada por Enrique VIII, saliendo de una rosa roja y blanca, con la efigie de la madre del nuevo rey, Juana Seymour, representada a su lado. Salía una rama de aquella pareja, que ascendía hasta una tercera tarima, donde se veía la efigie del mismo Eduardo VI, sentado en su trono con regia majestad, y todo el espectáculo estaba enmarcado con guirnaldas 'de rosas, rojas y blancas.' ...
En la línea 1342
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El cronista dice: 'En el extremo superior de la calle Gracechurch, ante el emblema del Águila, la ciudad había erigido un monumental arco, bajo el cual estaba una tarima que se extendía de un lado al otro de la calle. Era un espectáculo histórico que representaba a los inmediatos progenitores del rey. Allí estaba Isabel de York, sentada en. medio de una inmensa rosa blanca, cuyos pétalos formaban elaborados volantes alrededor de ella; a su lado estaba Enrique VII, saliendo de una enorme rosa roja, dispuesta de la misma manera; las manos de la pareja real estaban entrelazadas, y ostentosamente exhibido el anillo de boda. De las rosas rojas y blancas salía un tallo que llegaba hasta una segunda tarima, ocupada por Enrique VIII, saliendo de una rosa roja y blanca, con la efigie de la madre del nuevo rey, Juana Seymour, representada a su lado. Salía una rama de aquella pareja, que ascendía hasta una tercera tarima, donde se veía la efigie del mismo Eduardo VI, sentado en su trono con regia majestad, y todo el espectáculo estaba enmarcado con guirnaldas 'de rosas, rojas y blancas.' ...
En la línea 1095
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –No sé. Ello irá saliendo. Yo me dejo llevar. ...
En la línea 335
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Mientras se deslizaba silencioso como una sombra, su hocico giró bruscamente a un lado, como si una fuerza se lo hubiera agarrado y hubiese tirado de él. Siguiendo el inesperado olor hasta el interior de unos matorrales, Buck encontró a Nig. Yacía de costado, muerto en el lugar donde se había arrastrado, con la flecha que lo había atravesado saliendo por el cuerpo. ...
En la línea 1120
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Y miró hacia todas partes buscando la puerta. La cual estaba en el fondo, frontera a la que al jardín salía, y Lucía alzó el tupido cortinón y puso la trémula mano en el pestillo, saliendo a un corredor casi del todo tenebroso. Quedose sin respirar, y lo que es peor, sin saber adónde se encaminase, y entonces maldijo mil veces de su terquedad en no haber querido visitar antes la casa. De pronto oyó un ruido, unos tropezones sonoros, un choque de vajilla y loza… El ama Engracia fregoteaba sin duda los platos en la cocina. ¿Cómo lo adivinó tan presto Lucía? El entendimiento se aguza en las horas críticas y extraordinarias. Guiada negativamente por el ruido, Lucía siguió andando en dirección opuesta, hacia el extremo del pasillo, en que reinaba el silencio. El piso alfombrado apagaba su andar, y con ambas manos extendidas palpaba las dos murallas buscando una puerta. Al fin, sintió ceder el muro, y, siempre con las manos delante, penetró en una estancia que le pareció chica, y donde al pasar tropezó en varios objetos, entre ellos unas barras de metal que se le figuraron de una cama. De allí pasó a otra habitación mucho mayor, todavía iluminada por un leve resto de luz diurna, que entraba por alta vidriera. Lucía no dudó ni un instante de su acierto: aquella cámara debía de ser la de Artegui. Había estanterías cargadas de volúmenes, preciosas pieles de animales arrojadas al desdén por la alfombra, un diván, una panoplia de ricas armas, algunas figuras anatómicas, enorme mesa escritorio con papeles en desorden, estatuas de tierra cocida y de bronce, y sobre el diván un retrato de mujer, cuyas facciones no se distinguían. Medio desmayada se dejó caer Lucía en el diván, cruzando ambas manos sobre el seno izquierdo, que levantaban los desordenados latidos del corazón, y diciendo en voz alta también: ...
Más información sobre la palabra Saliendo en internet
Saliendo en la RAE.
Saliendo en Word Reference.
Saliendo en la wikipedia.
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