La palabra Caracteres ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece caracteres.
Estadisticas de la palabra caracteres
Caracteres es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 4970 según la RAE.
Caracteres tienen una frecuencia media de 18.24 veces en cada libro en castellano
Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la caracteres en 150 obras del castellano contandose 2772 apariciones en total.
Errores Ortográficos típicos con la palabra Caracteres
Cómo se escribe caracteres o carracterres?
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Más información sobre la palabra Caracteres en internet
Caracteres en la RAE.
Caracteres en Word Reference.
Caracteres en la wikipedia.
Sinonimos de Caracteres.

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece caracteres
La palabra caracteres puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 5870
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... La señora Coquenard atrajo la fuente para sí, separó hábilmente las dos grandes patas negras, que puso en el plato de su marido; cortó el cuello, que se puso, dejando a un lado la cabeza, para ella; cortó el ala para Porthos y devolvió a la criada que acababa de traerlo el animal, que volvió casi intacto, y que había desaparecido antes de que el mosquetero tuviera tiempo de examinar las variaciones que el de sencanto pone en los rostros, según los caracteres ytemperamentos de quienes lo experimentan. ...
En la línea 242
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Desde el principio hasta el fin fuí, digámoslo así, a la deriva por España, tierra de antiguo renombre, tierra de maravillas y de misterios, en condiciones tales para conocer sus extraños secretos y peculiaridades como quizás a ningún otro individuo le hayan sido nunca dadas, y ciertamente a ningún extranjero; y si en muchos casos presento escenas y caracteres tal vez sin precedente en una obra de esta índole, sólo haré observar que durante mi estancia en España me vi tan inevitablemente mezclado con ellos, que hubiera sido difícil referir con fidelidad mis andanzas sin dar de tales cosas una referencia tan puntual como la que aquí he puesto. ...
En la línea 298
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Para componerlo me he valido de ciertos diarios que fuí escribiendo durante mi estancia en España y de numerosas cartas escritas a mis amigos de Inglaterra, que han tenido después la bondad de restituírmelas; sin embargo, la mayor parte de él, consistente en descripciones de lugares y escenas, en bosquejos de caracteres, etcétera, se la debo a mi memoria. ...
En la línea 361
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Ante el portal de la quinta hay unos fragmentos de estelas que tienen profundamente grabados versos en sánscrito, sacados de los vedas, tan oscuros como si estuviesen en caracteres rúnicos; son piedras traídas por Castro desde Goa, brillantísimo escenario de su gloria, antes de que Portugal cayera en su profunda decadencia. ...
En la línea 2423
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Recuerdo que una vez estábamos registrando la casa de un eclesiástico acusado de judaísmo negro, y, después de buscar mucho, encontramos debajo del piso una caja de madera, y en ella un pequeño relicario de plata, donde había guardados tres libros forrados de negra piel de cerdo; los abrimos, y resultaron libros devotos judíos, escritos en caracteres hebreos, antiquísimos; al ser interrogado, no negó su culpa el reo; antes bien, se vanaglorió de ella, diciendo que no había más que un Dios, y atacando el culto a María Santísima como una idolatría grosera. ...
En la línea 226
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El país que recorremos al otro día es enteramente semejante al que habíamos recorrido la víspera. Muy pocas aves, muy pocos animales habitan en él. De vez en cuando se ve un ciervo o un guanaco (Llama salvaje); pero el agutí (Cavia patagónica) es el más común de todos los cuadrúpedos. Este animal se asemeja a nuestra liebre, aun cuando difiere de este género en muchos caracteres esenciales; por ejemplo, no tiene más que tres dedos en las patas traseras. Adquiere también doble tamaño que la liebre, pues pesa de 20 a 25 libras. El agutí es el verdadero amigo del desierto; a cada instante vemos dos o tres de estos animales saltando uno tras otro a través de estas llanuras silvestres. Se extienden al norte hasta la sierra Tapalguen (latitud, 370 30'), punto donde la llanura se hace de pronto más húmeda y más verde; el límite meridional de su vivienda está entre Puerto-Deseado y el puerto San Julián, aun cuando la naturaleza del paisaje no cambia en nada. Es de advertir que aunque el agutí ya no se encuentra en ningún punto más al sur del puerto San Julián, el capitán Wood vio en este sitio grandísimo número de ellos durante su viaje en 1670. ¿Qué causa ha podido modificar en una región salvaje,, desierta y tan escasamente visitada como esta, la habitación de este animal? Fundándose en el número de agutís que el capitán Wood mató en un solo día en Puerto-Deseado, parece también que dichos animales eran allí mucho más numerosos entonces que ahora. En todas partes donde habita la viscacha, este animal hace galerías, y el agutí se sirve de ellas; pero en los lugares donde no se encuentra la viscacha, como en Bahía Blanca, el mismo agutí hace minas. Igual acontece con el pequeño búho de las Pampas (Athene cunicularia), descrito tan a menudo, como estando de centinela a la entrada de las conejeras; en efecto, en la banda oriental, donde no hay viscachas, ese ave se ve obligada a hacerse ella misma su guarida en tierra. ...
En la línea 285
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Añadiré que estas observaciones se aplican directamente a los animales que se han encontrado en Siberia conservados en el hielo. El convencimiento de que para asegurar la subsistencia de unos animales tan grandes era preciso en absoluto una vegetación que poseyese todos los caracteres de la tropical, y lo imposible de conciliar este sentir con la cercanía de los hielos perpetuos, han sido unas de las principales causas de las numerosas teorías imaginadas para explicar el sepelio de dichos animales en el hielo, en medio de revoluciones climáticas repentinas y de catástrofes espantosas. ...
En la línea 489
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... pero con los caracteres niata vigorosamente marcados. Según el señor Muñiz, está probado, en contra de la experiencia habitual de los ganaderos en análogo caso, que una vaca niata cruzada con un toro ordinario transmite con más fuerza sus caracteres particulares de lo que suele hacerlo el toro niata cruzado con una vaca ordinaria. ...
En la línea 489
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... pero con los caracteres niata vigorosamente marcados. Según el señor Muñiz, está probado, en contra de la experiencia habitual de los ganaderos en análogo caso, que una vaca niata cruzada con un toro ordinario transmite con más fuerza sus caracteres particulares de lo que suele hacerlo el toro niata cruzado con una vaca ordinaria. ...
En la línea 47
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... De mí sé decir que pocas obras he leído en que el interés profundo, la verdad de los caracteres y la viveza del lenguaje me hayan hecho olvidar tanto como en esta las dimensiones, terminando la lectura con el desconsuelo de no tener por delante otra derivación de los mismos sucesos y nueva salida o reencarnación de los propios personajes. ...
En la línea 72
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Dejando, pues, el asunto a la curiosidad y al interés de los lectores, sólo mencionaré los caracteres, que son el principal mérito de la obra, y lo que le da condición de duradera. ...
En la línea 13251
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Adivinó más que descifró los caracteres que se evaporaban ante su vista débil. ...
En la línea 59
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El idilio se acentuaba cada día, hasta el punto de que la madre de Barbarita, disimulando su satisfacción, decía a esta: «Pero, hija, vais a dejar tamañitos a los Amantes de Teruel». Los esposos salían a paseo juntos todas las tardes. Jamás se ha visto a D. Baldomero II en un teatro sin tener al lado a su mujer. Cada día, cada mes y cada año, eran más tórtolos, y se querían y estimaban más. Muchos años después de casados, parecía que estaban en la luna de miel. El marido ha mirado siempre a su mujer como una criatura sagrada, y Barbarita ha visto siempre en su esposo el hombre más completo y digno de ser amado que en el mundo existe. Cómo se compenetraron ambos caracteres, cómo se formó la conjunción inaudita de aquellas dos almas, sería muy largo de contar. El señor y la señora de Santa Cruz, que aún viven y ojalá vivieran mil años, son el matrimonio más feliz y más admirable del presente siglo. Debieran estos nombres escribirse con letras de oro en los antipáticos salones de la Vicaría, para eterna ejemplaridad de las generaciones futuras, y debiera ordenarse que los sacerdotes, al leer la epístola de San Pablo, incluyeran algún parrafito, en latín o castellano, referente a estos excelsos casados. Doña Asunción Trujillo, que falleció en 1841 en un día triste de Madrid, el día en que fusilaron al general León, salió de este mundo con el atrevido pensamiento de que para alcanzar la bienaventuranza no necesitaba alegar más título que el de autora de aquel cristiano casamiento. Y que no le disputara esta gloria Juana Trujillo, madre de Baldomero, la cual había muerto el año anterior, porque Asunción probaría ante todas las cancillerías celestiales que a ella se le había ocurrido la sublime idea antes que a su prima. ...
En la línea 102
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Así pasaron algunos años. Como sus necesidades eran muy cortas, pues no tenía familia que mantener ni ningún vicio como no fuera el de gastar saliva, bastábale para vivir lo poco que el corretaje le daba. Además, muchos comerciantes ricos le protegían. Este, a lo mejor, le regalaba una capa; otro un corte de vestido; aquel un sombrero o bien comestibles y golosinas. Familias de las más empingorotadas del comercio le sentaban a su mesa, no sólo por amistad sino por egoísmo, pues era una diversión oírle contar tan diversas cosas con aquella exactitud pintoresca y aquel esmero de detalles que encantaba. Dos caracteres principales tenía su entretenida charla, y eran: que nunca se declaraba ignorante de cosa alguna, y que jamás habló mal de nadie. Si por acaso se dejaba decir alguna palabra ofensiva, era contra la Aduana; pero sin individualizar sus acusaciones. ...
En la línea 111
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Ni el pájaro a quien destruyen su nido, ni el hombre a quien arrojan de la morada en que nació, ponen cara más afligida que la que él ponía viendo caer entre nubes de polvo los pedazos de cascote. Por aquello de ser hombre no lloraba. Barbarita, que se había criado a la sombra de la venerable torre, si no lloraba al ver tan sacrílego espectáculo era porque estaba volada, y la ira no le permitía derramar lágrimas. Ni acertaba a explicarse por qué decía su marido que D. Nicolás Rivero era una gran persona. Cuando el templo desapareció; cuando fue arrasado el suelo, y andando los años se edificó una casa en el sagrado solar, Estupiñá no se dio a partido. No era de estos caracteres acomodaticios que reconocen los hechos consumados. Para él la iglesia estaba siempre allí, y toda vez que mi hombre pasaba por el punto exacto que correspondía al lugar de la puerta, se persignaba y se quitaba el sombrero. ...
En la línea 402
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pasaban meses, pasaban años, y en aquella dichosa casa todo era paz y armonía. No se ha conocido en Madrid familia mejor avenida que la de Santa Cruz, compuesta de dos parejas; ni es posible imaginar una compatibilidad de caracteres como la que existía entre Barbarita y Jacinta. He visto juntas muchas veces a la suegra y a la nuera, y por Dios que se manifestaba muy poco en ellas la diferencia de edades. Barbarita conservaba a los cincuenta y tres años una frescura maravillosa, el talle perfecto y la dentadura sorprendente. Verdad que tenía el cabello casi enteramente blanco; el cual más parecía empolvado conforme al estilo Pompadour, que encanecido por la edad. Pero lo que la hacía más joven era su afabilidad constante, aquel sonreír gracioso y benévolo con que iluminaba su rostro. ...
En la línea 2176
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Una vez hubo cerrado el cofre, el capitán Nemo escribió sobre su tapa unas palabras que por sus caracteres debían pertenecer al griego moderno. Hecho esto, el capitán Nemo pulsó un timbre. Poco después, aparecieron cuatro hombres. No sin esfuerzo, se llevaron el cofre del salón. Luego oí cómo lo izaban por medio de palancas por la escalera de hierro. ...
En la línea 2814
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El capitán Nemo regresó a bordo. Conseil y yo permanecimos hasta las cinco recorriendo la playa, observando y estudiando. No recogí ningún objeto curioso, hecha la salvedad de un huevo de pingüino, de un tamaño notable, por el que un aficionado habría pagado más de mil francos. Su color bayo ylas rayas y caracteres que a modo de jeroglíficos lo decoraban hacían del huevo un raro objeto de adorno. Lo confié a las manos de Conseil y el prudente mozo, el.de los pasos seguros, lo llevó intacto, como si se hubiera tratado de una preciosa porcelana china, al Nautilus, donde lo deposité en una de las vitrinas del museo. ...
En la línea 2156
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Miente ‑se dijo Raskolnikof, mordiéndose los labios en un arranque de rabia‑. ¡La muy orgullosa… ! No quiere confesar su propósito de ser mi bienhechora. ¡Qué caracteres tan viles! Su amor se parece al odio. ¡Cómo los detesto a todos!» ...
En la línea 3598
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Catalina Ivanovna respondió desdeñosamente que todo el mundo conocía su propio origen y que en su diploma se decía con caracteres de imprenta que era hija de un coronel, mientras que el padre de Amalia Ivanovna, en el caso de que existiera, debía de ser un lechero finés; pero que era más que probable que ella no tuviera padre, ya que nadie sabía aún cuál era su patronímico, es decir, si se llamaba Amalia Ivanovna o Amalia Ludwigovna. ...
En la línea 4602
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Se incorporó y advirtió, indignado, que tenía el cuerpo dolorido. En el exterior reinaba una espesa niebla que impedía ver nada. Eran cerca de las cinco. Había dormido demasiado. Se levantó, se puso la americana y el abrigo, húmedos todavía, palpó el revólver guardado en el bolsillo, lo sacó y se aseguró de que la bala estaba bien colocada. Luego se sentó ante la mesa, sacó un cuaderno de notas y escribió en la primera página varias líneas en gruesos caracteres. Después de leerlas, se acodó en la mesa y quedó pensativo. El revólver y el cuaderno de notas estaban sobre la mesa, cerca de él. Las moscas habían invadido el trozo de carne que había quedado intacto. Las estuvo mirando un buen rato y luego empezó a cazarlas con la mano derecha. Al fin se asombró de dedicarse a semejante ocupación en aquellos momentos; volvió en sí, se estremeció y salió de la habitación con paso firme. Un minuto después estaba en la calle. Una niebla opaca y densa flotaba sobre la ciudad. Svidrigailof se dirigió al Pequeño Neva por el sucio y resbaladizo pavimento de madera, y mientras avanzaba veía con la imaginación la crecida nocturna del río, la isla Petrovski, con sus senderos empapados, su hierba húmeda, sus sotos, sus macizos cargados de agua y, en fin, aquel árbol… Entonces, indignado consigo mismo, empezó a observar los edificios junto a los cuales pasaba, para desviar el curso de sus ideas. ...
En la línea 949
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Pasaba este diálogo entre el doctor y Lucía, a distancia suficiente del lecho de la enferma, a fin de que no oyese palabra. Lucía se enteró muy al por menor de cuanto concernía a la asistencia, de las horas del alimento, de las precauciones que adoptar importaba. Después de aplicar a Pilar los medicamentos que el doctor dispuso, arregló el cuarto andando en la punta de los pies, puso cada cosa en su sitio, entornó las celosías y se instaló al lado de la cama, en una silleta baja de hacer labor. Pilar estaba muy agitada, y ardía de sed; a cada paso Lucía le llegaba a los labios el pistero de agua de goma, previamente templada en una estufilla. Por la tarde vino Duhamel, y se cercioró de que los revulsivos habían logrado aclarar un poco la voz de la enferma y facilitar su respiración congojosa. No obstante, la calentura era alta, el sudor se había suprimido. Ocho días duró la congestión pulmonar, y cuando Duhamel ordenó a Pilar levantarse, porque la cama acrecentaba el recargo y agotaba sus fuerzas, era aquella criatura un espectro; a los caracteres asaz tristes de la anemia, se unían ahora otros más alarmantes. Al vestirse, sus miembros no sostenían la ropa, que se escapaba del cuerpo como de un maniquí mal relleno. Ella misma se asustó, y en uno de los momentos lúcidos que suelen tener los atacados del terrible mal que ya la oprimía entre sus garras, pidió el espejillo famoso, y Lucía, por no contrariarla, se lo presentó de mala gana. Al fijar sus ojos en él, Pilar recordaba cómo se había visto la noche del baile, con sus claveles, su pelo artísticamente rizado, y la sonrisa de placer que le iluminaba el rostro. Fue tal el contraste entre lo pasado y lo presente, entre la cara de ocho días atrás y la de hoy, que Pilar, con rápido movimiento, arrojó al suelo el espejillo. Quebrose la clara luna, y las cinceladuras finísimas del marco se abollaron al golpe. ...
En la línea 1191
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Artegui alumbró sin pronunciar palabra. Su sangre se había enfriado de pronto, y sólo le quedaba, de la terrible crisis, cansancio y melancolía más profundos que nunca. Cruzaron el dormitorio, el pasillo, sin despegar los labios. En el pasillo ya, Lucía se volvió un momento y miró aquel rostro como si quisiera grabarlo con indelebles y fortísimos caracteres en su retina y en su memoria. La cabeza de Artegui, alumbrada en pleno por la luz que en la mano tenía, se destacaba sobre el fondo obscuro del cuero estampado que cubría la pared. Era una bella cabeza, más por la expresión y carácter que por la misma regularidad de facciones. El negror de la barba realzaba su interesante palidez, y su abatimiento la asemejaba a las cabezas muertas del Bautista, tan valientes en su claro obscuro, que creó nuestra trágica escuela nacional de pintura. También él miraba a Lucía, con tal pena y lástima, que no lo pudo ella sufrir más, y corrió a la puerta. En el umbral, Artegui sondeó con la mirada las profundidades del jardín. ...

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