La palabra Bolsas ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
La llamada de la selva de Jack London
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece bolsas.
Estadisticas de la palabra bolsas
Bolsas es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 5223 según la RAE.
Bolsas aparece de media 17.4 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la bolsas en las obras de referencia de la RAE contandose 2645 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Bolsas
Cómo se escribe bolsas o bolzaz?
Cómo se escribe bolsas o volsas?
Más información sobre la palabra Bolsas en internet
Bolsas en la RAE.
Bolsas en Word Reference.
Bolsas en la wikipedia.
Sinonimos de Bolsas.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece bolsas
La palabra bolsas puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 6264
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... La procuradora creyó verlo en una nube centelleante todo rodea do de duquesas y marquesas que le lanzaban bolsas de oro a los pies. ...
En la línea 8442
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Milady, al respirar aquel aire del océano más vivo y más balsámico a la proximidad de la tierra, al con templar todo el poder de aquellospreparativos que ella estaba encargada de destruir, todo el poderío de aquel ejército que ella debía combatir sola -ella mujer-con algunas bolsas de oro, se comparó mentalmente a Judith, la terrible judía, cuando penetró en el campa mento de los Asirios y cuando vio la masa enorme de carros, de caba llos, de hombres y de armas que un gesto de su mano debía disipar como una nube de humo. ...
En la línea 7547
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Allá abajo, en la trastienda de La Cruz Roja, a la que no se pasaba, desde la casa del Magistral por sótanos, como suponía la maledicencia, sino por ancha puerta abierta en la medianería en el piso terreno, doña Paula, subida a una plataforma, ante un pupitre verde, repasaba los libros del comercio y en serones de esparto y bolsas grasientas contaba y recontaba el oro, la plata y el cobre o el bronce que Froilán iba entregándole, en pie, en una grada de la plataforma, más baja que la mesa en que el ama repasaba los libros. ...
En la línea 8120
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Hablaban con los amigos que ocupaban las bolsas de los palcos principales, y hacían señas ostentosas y nada pulcras a ciertas señoritas cursis que no se casaban nunca y vivían una juventud eterna, siempre alegres, siempre estrepitosas y siempre desdeñando las preocupaciones del recato. ...
En la línea 1545
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... - Haga el favor de entrar-dijo el señor Pocket, hijo-. Permítame que le enseñe el camino. Dispongo aquí de pocas comodidades, mas espero que lo pasará usted de un modo tolerable hasta el lunes. Mi padre creyó que pasaría usted el día de mañana mejor conmigo que con él y que le gustar ír tal vez dar un paseo por Londres. Por mi parte, me será muy agradable mostrarle la capital. En cuanto a nuestra mesa, creo que no la encontrará mal provista, porque nos servirán desde el café inmediato, y he de anadir que ello será a las expensas de usted, porque tales son las instrucciones recibidas del señor Jaggers. En cuanto a nuestro alojamiento, no es espléndido en manera alguna, porque yo he de ganarme el pan y mi padre no tiene nada que darme, aunque yo no lo tomaría en el caso de que lo tuviese. Ésta es nuestra sala, que contiene las sillas, las mesas, la alfombra y lo demás que he podido traerme de mi casa. No debe usted figurarse que el mantel, las cucharas y las vinagreras son míos, porque los han mandado para usted desde el café. Éste es mi pequeño dormitorio; un poco mohoso, pero hay que tener en cuenta que Barnard también lo es. Éste es el dormitorio de usted. Se han alquilado los muebles para esta ocasión, mas espero que le parecerán convenientes para el objeto; si necesita algo, iré a buscarlo. Estas habitaciones están algo retiradas y, por lo tanto, estaremos solos; pero me atrevo a esperar que no nos pelearemos. ¡Dios mío!, perdóneme. No me había dado cuenta de que sigue usted sosteniendo la fruta. Déjeme que le tome estas bolsas. Estoy casi avergonzado. ...
En la línea 1546
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Mientras yo estaba frente al señor Pocket, hijo, entregándole las bolsas de papel, observé que en sus ojos aparecía la misma expresión de asombro que había en los míos y retrocedió exclamando: ...
En la línea 211
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Lo mismo que con Buck ocurría con sus compañeros. Eran esqueletos ambulantes. Eran siete en total, incluyéndolo a él. La acumulación de sufrimientos los había vuelto insensibles a los latigazos o los golpes del garrote. El dolor de los golpes era tan sordo y remoto como lo que veían sus ojos y percibían sus oídos. Estaban vivos a medias, o quizá menos. No eran más que bolsas de huesos en las que todavía alentaba un débil soplo vital. Cuando había una parada se dejaban caer medio muertos, y el soplo se atenuaba, se debilitaba y parecía extinguirse. Y cuando el látigo o el garrote les caía encima, el soplo se animaba y se levantaban tambaleantes para reanudar la marcha con paso inseguro. ...
En la línea 214
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Desde las laderas llegaba el rumor, la música de invisibles fuentes. Todo se deshelaba, se estremecía, se animaba. El Yukón hacía esfuerzos por liberarse del hielo que lo aprisionaba. El río lo derretía por debajo y el sol por arriba. Se formaban bolsas de aire, fisuras que se ampliaban, y los fragmentos de hielo carcomidos acababan por desaparecer en el cauce. Y en medio de los estallidos, las turbulencias y las vibraciones de la vida que despertaba, bajo el sol resplandeciente y con la brisa que susurraba a su alrededor, avanzaban vacilantes los dos hombres, la mujer y los perros, como peregrinando hacia la muerte. ...

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