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La palabra biento
Cómo se escribe

Comó se escribe biento o viento?

Cual es errónea Viento o Biento?

La palabra correcta es Viento. Sin Embargo Biento se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino biento es que hay un Intercambio de las letras v;b con respecto la palabra correcta la palabra viento

Más información sobre la palabra Viento en internet

Viento en la RAE.
Viento en Word Reference.
Viento en la wikipedia.
Sinonimos de Viento.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Viento

Cómo se escribe viento o biento?


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece viento

La palabra viento puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 466
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Disolvióse su familia; desapareció como un puñado de paja en el viento. ...

En la línea 2248
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Su cabeza se hundió en el barro, tragando el líquido terroso y rojizo; creyó morir, quedar enterrado en aquel lecho de fango, y, al fin, con un esfuerzo poderoso, consiguió enderezarse, sacando fuera del agua sus ojos ciegos por el limo, su boca, que aspiraba anhelante el viento de la noche. ...

En la línea 2332
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La tarde era desapacible; soplaba un viento demasiado fuerte para la estación. ...

En la línea 2343
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El viento, cada vez más fuerte, trajo hasta la barraca un lejano eco de lamentos y voces furiosas. ...

En la línea 440
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Rafael miraba al acompañante del buhonero creyendo reconocerle, pero sin determinar en su memoria quién era. Caminaba con las manos en los bolsillos, el cuello de la chaqueta levantado y el sombrero sobre las cejas, chorreando agua por todos los extremos de su traje, encogiéndose estremecido de frío, sin una manta como su camarada. Pero, a pesar de esto, marchaba sin precipitación como si no le molestasen la lluvia y el viento que combatían su débil persona. ...

En la línea 542
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Bajo aquel se alineaban al aire libre varios cántaros con la provisión de agua para los braceros. Los que sentían sed, pasaban del calor asfixiante de la gañanía a la frialdad de la noche, y se atracaban de un agua que parecía hielo líquido, mientras el viento les hería las sudorosas espaldas. ...

En la línea 908
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Un estremecimiento de las entrañas de la tierra había conmovido un día al mundo antiguo. Los árboles gimieron en los bosques, agitando sus melenas de hojas, como plañideras desesperadas; un viento fúnebre rizó los lagos y la superficie azul y luminosa del mar clásico que había arrullado durante siglos en las playas griegas los diálogos de los poetas y los filósofos. Un lamento de muerte rasgó el espacio, llegando a los oídos de todos los hombres. «_¡El gran Pan ha muerto!..._» Las sirenas se sumergieron para siempre en las glaucas profundidades, las ninfas huyeron despavoridas a las entrañas de la tierra para no volver jamás, y los templos, blancos, que cantaban como himnos de mármol la alegría de la vida bajo el torrente de oro del sol, se entenebrecieron, sumiéndose en el silencio augusto de las ruinas. «Cristo ha nacido», gritó la misma voz. Y el mundo fue ciego para todo lo exterior, reconcentrando su vista en el alma; y aborreció la materia como pecado vil, y oprimió los sentimientos más puros de la vida, haciendo de su amputación una virtud. ...

En la línea 1449
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro sonrió. ¿Y eso era todo? ¡Riñas de novios; caprichitos de muchacha, que se enfada para animar la monotonía de un largo noviazgo! Ya pasaría el mal viento. Él conocía aquello de oídas. Se expresaba con su escepticismo de joven práctico, a la _inglesa_, como él decía, enemigo de los amoríos ideales que duraban años y eran una de las tradiciones de la tierra. A él no se le había conocido noviazgo alguno en Jerez. Se contentaba con tomar lo que podía, buenamente, de vez en cuando, para satisfacción de sus deseos. ...

En la línea 569
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Pero D'Artagnan no había contado con el viento. ...

En la línea 570
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Cuando iba a pasar, el viento sacudió en la amplia capa de Porthos, y D'Artagnan vino a dar precisamente en la capa. ...

En la línea 1241
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Cuando el viento de la adversidad comenzó a soplar sobre la pareja de la calle des Fos sayeurs, es decir, cuándo las cuarenta pistolas del rey Luis XIII fueron comidas o casi, comenzó con quejas que Athos encontró nauseabun das Porthos indecentes y Aramis ridículas. ...

En la línea 1760
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... D'Artagnan no poseía nada: la indecisión del provinciano, barniz ligero, flor efímera, v ello de melocotón, se había evaporado al viento de los consejos poco ortodoxos que los tresmosqueteros daban a su amigo. ...

En la línea 436
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... De allí a poco me convencí de que había llegado nuestra última hora; el viento era cada vez más fuerte, las olas más hirvientes, el bote se ponía con frecuencia de través, y el agua nos entraba a torrentes por sotavento. ...

En la línea 438
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... La corriente estaba en contra nuestra, pero el viento nos era favorable; emprendimos una carrera vertiginosa, y vi que nuestra única probabilidad de salvación estaba en doblar rápidamente el saliente de la margen del Tajo, donde comienza la ensenada o bahía en que se halla Aldea Gallega, porque entonces ya no tendríamos que luchar con las olas del río, encrespadas por el viento contrario. ...

En la línea 438
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... La corriente estaba en contra nuestra, pero el viento nos era favorable; emprendimos una carrera vertiginosa, y vi que nuestra única probabilidad de salvación estaba en doblar rápidamente el saliente de la margen del Tajo, donde comienza la ensenada o bahía en que se halla Aldea Gallega, porque entonces ya no tendríamos que luchar con las olas del río, encrespadas por el viento contrario. ...

En la línea 882
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Escarmentado por la primera travesía, no me embarqué ahora en un bote, sino en uno de los faluchos que hacen el servicio regular de pasajeros, y así llegue a Aldea Gallega, después de seis horas de viaje; el barco iba muy cargado, no había viento, y los marineros no pudieron soltar los pesados remos ni un instante. ...

En la línea 414
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y, así como don Quijote los vio, dijo a su escudero: -La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. ...

En la línea 414
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Del buen suceso que el valeroso don Quijote tuvo en la espantable y jamás imaginada aventura de los molinos de viento, con otros sucesos dignos de felice recordación En esto, descubrieron treinta o cuarenta molinos de viento que hay en aquel campo; y, así como don Quijote los vio, dijo a su escudero: -La ventura va guiando nuestras cosas mejor de lo que acertáramos a desear, porque ves allí, amigo Sancho Panza, donde se descubren treinta, o pocos más, desaforados gigantes, con quien pienso hacer batalla y quitarles a todos las vidas, con cuyos despojos comenzaremos a enriquecer; que ésta es buena guerra, y es gran servicio de Dios quitar tan mala simiente de sobre la faz de la tierra. ...

En la línea 417
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino. ...

En la línea 417
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Mire vuestra merced -respondió Sancho- que aquellos que allí se parecen no son gigantes, sino molinos de viento, y lo que en ellos parecen brazos son las aspas, que, volteadas del viento, hacen andar la piedra del molino. ...

En la línea 63
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Los balleneros dan a esos crustáceos el nombre de alimento de las ballenas. No puedo decir si las ballenas se alimentan de ellos; pero los mórfex e inmensos rebaños de focas, en algunos puntos de la costa, se alimentan principalmente de estos crustáceos, que tienen la facultad de nadar. Los marinos atribuyen siempre a la freza el color del mar; pero yo no he podido observar este hecho sino una sola vez. A pocas leguas del archipiélago de los Galápagos nuestro barco atravesó tres zonas de agua fangosa amarilla oscura; estas zonas tenían varias millas de longitud y sólo unos cuantos metros de anchura; estaban separadas del agua próxima por una línea quebrada aun cuando distinta. En este caso el color provenía de bolitas gelatinosas como de un quinto de pulgada de diámetro que contenían numerosos óvulos en extremo pequeños; he visto dos especies distintas de bolas, una de ellas rojiza y de diferente forma que la otra. Me es imposible decir a qué animales pertenecen estas bolas5. El capitán Colnett advierte que el mar presenta muy a menudo este aspecto en el archipiélago de los Galápagos, y que la dirección de las zonas indica la de las corrientes; sin embargo, en los casos que acabo de describir, las zonas indicaban la dirección del viento. Otras veces he visto en el mar una capa oleosa muy tenue, por influjo de la cual adquiere el agua colores irisados. ...

En la línea 95
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Ocupábame a menudo en estudiar las nubes que viniendo del mar iban a estrellarse, digámoslo así, contra la parte más alta del Corcovado. Como casi todas las montañas, cuando quedan así ocultas en parte por las nubes, el Corcovado parece elevarse a una altura mucho mayor de la que tiene en realidad, o sea de 2.300 pies (690 metros). Mister Daniell, en sus ensayos meteorológicos, ha hecho observar que una nube aparece algunas veces fija en la cima de una montaña, mientras el viento sigue soplando. El mismo fenómeno se presentaba aquí bajo un aspecto un poco diferente. En efecto, veíase la nube encorvarse y pasar con rapidez por encima de la cúspide, sin que la parte fija en la falda de la montaña pareciese aumentar ni disminuir. Poníase el sol, y una suave brisa del sur que iba a dar contra el lado meridional de la roca, volvía a levantarse para ir a confundirse con la corriente superior de aire frío conforme se condensaban los vapores; pero a medida que las nubes ligeras habían pasado sobre la cima y se encontraban sometidas a la influencia de la atmósfera más cálida y septentrional, inmediatamente se disolvían. ...

En la línea 155
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En la vertiente oriental de las Cordilleras y en esas mismas latitudes, pero donde el cielo azul y el clima tan hermoso prueban que el viento ha sido privado de su humedad al pasar por las montañas, las áridas llanuras de la Patagonia tienen pobrísima vegetación. En las partes más septentrionales del continente, en la región de los vientos alisios constantes al suroeste, magníficos bosques adornan la costa occidental; al paso que puede darse el nombre de desierto a toda la costa occidental comprendida entre los 40 y los 320 latitud sur. En esta costa occidental, al norte de los 44 latitud sur, al paso que los vientos alisios pierden su regularidad y caen periódicamente torrentes de lluvia, las costas que rodean el Pacífico, tan desnudas en el Perú, vístense junto al cabo Blanco 2 MACLAREN: artículo AMERICA, Enciclopedia Británica. ...

En la línea 161
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El hecho más curioso que debo advertir, acerca de este animal, es el olor fuerte y desagradable que exhala el macho. Es imposible describir este olor: diéronme náuseas y estuve a punto de desmayarme muchas veces mientras desollaba el ejemplar cuya piel está hoy en el Museo Zoológico. Envolví la piel en un pañuelo de seda para llevármela a casa. Pues bien; después de haber hecho lavar mucho el pañuelo de bolsillo lo usé continuamente; a pesar de lavarlo con frecuencia, cada vez que lo desdoblaba sentía inmediatamente ese olor, y esto duró diez y nueve meses. He aquí un pasmoso ejemplo de la persistencia de una sustancia que, sin embargo, debe de ser muy volátil; en efecto, a menudo me ha ocurrido, al pasar a media milla de distancia de una manada de ciervos, sentir, traído por el viento, un aire pestífero a causa del olor del macho. Creo que este olores más penetrante en la época en que son perfectas las astas del macho, es decir, cuando están desprovistas de la piel peluda que las cubre durante algún tiempo. ...

En la línea 143
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Tembló el aire y el delantero cerró los ojos, mientras Celedonio hacía alarde de su imperturbable serenidad oyendo, como si estuviera a dos leguas, las campanadas graves, poderosas, que el viento arrebataba de la torre para llevar sus vibraciones por encima de Vetusta a la sierra vecina y a los extensos campos, que brillaban a lo lejos, verdes todos, con cien matices. ...

En la línea 877
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El viento caliente le sabía a cierzo. ...

En la línea 1623
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... A la izquierda los tomillares acompañaban el camino hasta la cumbre, coronada por pinos entre cuyas ramas el viento imitaba como un eco la queja inextinguible del océano. ...

En la línea 1650
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Se puso en pie, quiso hablar, gritó; al fin su voz resonó en la cañada; calló el supuesto ruiseñor, y los versos de Ana, recitados como una oración entre lágrimas, salieron al viento repetidos por las resonancias del monte. ...

En la línea 1577
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —¡Y yo no cuento para nada!—dijo—. ¿Cree que a mí se me deja y se me toma sin consultar mi voluntad, como hacen en los barrios bajos los galanes de gorra y navaja con sus pobres hembras?… Siempre ha sido usted, Borja, un hombre demasiado original en sus afectos. Eso interesa al principio; luego resulta una calamidad… Reconozco que puede ser usted un amante adorable; pero ¡qué marido!… A su lado es imposible la calma. Nunca se sabe de dónde soplará el viento. Y yo, amigo mío, me voy haciendo vieja. Necesito verme querida por mí misma, sin sufrimientos ni sacrificios para mantener la pasión del otro. Me va gustando tener un esposo, no un amante, y usted, Borja, puede serlo todo, menos marido de una mujer como yo… Con una jovencita que le adore hasta la ceguera y no conozca sus defectos, marchará usted bien. Pero ¡conmigo, que siempre me vi buscada, no tolerando ninguna dominación de mis enamorados!… Usted es el único con quien me mostré un poco blanda. y reconocerá que me fue muy mal. ...

En la línea 364
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Seamos francos; la verdad ante todo… me idolatraba. Creía que yo no era como los demás, que era la caballerosidad, la hidalguía, la decencia, la nobleza en persona, el acabose de los hombres… ¡Nobleza, qué sarcasmo! Nobleza en la mentira; digo que no puede ser… y que no, y que no. ¡Decencia porque se lleva una ropa que llaman levita!… ¡Qué humanidad tan farsante! El pobre siempre debajo; el rico hace lo que le da la gana. Yo soy rico… di que soy inconstante… La ilusión de lo pintoresco se iba pasando. La grosería con gracia seduce algún tiempo, después marca… Cada día me pesaba más la carga que me había echado encima. El picor del ajo me repugnaba. Deseé, puedes creerlo, que la Pitusa fuera mala para darle una puntera… Pero, quia… ni por esas… ¿Mala ella? a buena parte… Si le mando echarse al fuego por mí, ¡al fuego de cabeza! Todos los días jarana en la casa. Hoy acababa en bien, mañana no… Cantos, guitarreo… José Izquierdo, a quien llaman Platón porque comía en un plato como un barreño, arrojaba chinitas al picador… Villalonga y yo les echábamos a pelear o les reconciliábamos cuando nos convenía… La Pitusa temblaba de verlos alegres y de verlos enfurruñados… ¿Sabes lo que se me ocurría? No volver a aportar más por aquella maldita casa… Por fin resolvimos Villalonga y yo largamos con viento fresco y no volver más. Una noche se armó tal gresca, que hasta las navajas salieron, y por poco nadamos todos en un lago de sangre… Me parece que oigo aquellas finuras: «¡indecente, cabrón, najabao, randa, murcia… ! No era posible semejante vida. Di que no. El hastío era ya irresistible. La misma Pitusa me era odiosa, como las palabras inmundas… Un día dije vuelvo, y no volví más… Lo que decía Villalonga: cortar por lo sano… Yo tenía algo en mi conciencia, un hilito que me tiraba hacia allá… Lo corté… Fortunata me persiguió; tuve que jugar al escondite. Ella por aquí, yo por allá… Yo me escurría como una anguila. No me cogía, no. El último a quien vi fue Izquierdo; le encontré un día subiendo la escalera de mi casa. Me amenazó; díjome que la Pitusa estaba cambrí de cinco meses… ¡Cambrí de cinco meses… ! Alcé los hombros… Dos palabras él, dos palabras yo… alargué este brazo, y plaf… Izquierdo bajó de golpe un tramo entero… Otro estirón, y plaf… de un brinco el segundo tramo… y con la cabeza para abajo… ...

En la línea 1595
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Entró Jacinta sin anunciarse ni con ruido de pasos ni de ninguna otra manera. Villalonga giró sobre el último concepto como una veleta impulsada por fuerte racha de viento. ...

En la línea 1626
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Entró Barbarita y miró alarmada a su hijo, pero antes de tomar ninguna disposición, echole una buena reprimenda porque no se recataba del crudísimo viento seco del Norte que en aquellos días reinaba. Juan entonces se puso a tiritar, dando diente con diente. El frío que le acometió fue tan intenso que las palabras de queja salían de sus labios como pulverizadas. La madre y la esposa se miraron con terror consultándose recíprocamente en silencio sobre la gravedad de aquellos síntomas… Es mucho Madrid este. Sale de caza un cristiano por esas calles, noche tras noche. ¿En dónde estará la res? Tira por aquí, tira por allá, y nada. La res no cae. Y cuando más descuidado está el cazador, viene callandito por detrás una pulmonía de la finas, le apunta, tira, y me le deja seco. ...

En la línea 1654
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Era de cuerpo pequeño y no bien conformado, tan endeble que parecía que se lo iba a llevar el viento, la cabeza chata, el pelo lacio y ralo. Cuando estaban juntos él y su hermano Nicolás, a cualquiera que les viese se le ocurriría proponer al segundo que otorgase al primero los pelos que le sobraban. Nicolás se había llevado todo el cabello de la familia, y por esta usurpación pilosa, la cabeza de Maximiliano anunciaba que tendría calva antes de los treinta años. Su piel era lustrosa, fina, cutis de niño con transparencias de mujer desmedrada y clorótica. Tenía el hueso de la nariz hundido y chafado, como si fuera de sustancia blanda y hubiese recibido un golpe, resultando de esto no sólo fealdad sino obstrucciones de respiración nasal, que eran sin duda la causa de que tuviera siempre la boca abierta. Su dentadura había salido con tanta desigualdad que cada pieza estaba, como si dijéramos, donde le daba la gana. Y menos mal si aquellos condenados huesos no le molestaran nunca; ¡pero si tenía el pobrecito cada dolor de muelas que le hacía poner el grito más allá del Cielo! Padecía también de corizas y las empalmaba, de modo que resultaba un coriza crónico, con la pituitaria echando fuego y destilando sin cesar. Como ya iba aprendiendo el oficio, se administraba el yoduro de potasio en todas las formas posibles, y andaba siempre con un canuto en la boca aspirando brea, demonios o no sé qué. ...

En la línea 429
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Como estoy acostumbrado a los arañazos del viento y al poco abrigo, no me importará el frío. ...

En la línea 861
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Mas Hugo no esperó el milagro. En un momento estaba en pie y corriendo cual el viento, seguido por el caballero y sin dejar de dar grandes gritos en su fuga. El rey, dando gracias al cielo por su propia libertad, huyó en dirección opuesta, y no aminoró el paso hasta que estuvo fuera del maléfico alcance del villano. Tomó el primer camino que se le ofrecía y no tardó en dejar muy atrás la aldea. Siguió corriendo lo más de prisa qué pudo durante varias horas, sin dejar de mirar nerviosamente hacia atrás por si le perseguían, mas al fin le dejaron los temores, y le llegó una agradable sensación de seguridad. Entonces diose cuenta de que tenía hambre, y de que estaba muy cansado. Hizo alto en una granja; mas cuando se disponía a hablar, le atajaron y le despidieron con rudeza. Sus andrajos hablaban en contra suya. ...

En la línea 863
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Vino la noche, glacial y encapotada, y aún seguía vagando el pobre monarca, con los pies doloridos. Se veía obligado a moverse sin cesar, porque cada vez que se sentaba a descansar un momento el frío le penetraba hasta los huesos. Todas sus sensaciones, mientras andaba en la solemne oscuridad y la solitud sin fin de la noche, eran nuevas y extrañas para él. A trechos oía voces que se aproximaban, pasaban y se desvanecían en el silencio; como no veía, de los cuerpos a quienes pertenecían, más que un bulto informe y móvil, todo aquello tenía algo de espectral y pavoroso que le hacía estremecerse. Divisaba, a veces, el parpadeo de una luz, siempre muy lejana, se diría que casi en otro mundo. Si oía el cencerrillo de una oveja era vago, distante y confuso. Los ahogados mugidos del rebaño llegaban hasta él con el viento de la noche, cadencias que se deseanecían en desolados sanes. De cuando en cuando escuchaba el desgarrado aullido de un perro a través del invisible espacio del campo y del bosque. Todos los sonidos eran remotos y hacían pensar al reyecito que toda vida y toda actividad estaban muy lejanas de su persona, y que se hallaba, abandonado y sin amigos en meio de una soledad inconmensurable. ...

En la línea 872
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Al punto vinieron a su mente pensamientos placenteros; la vida adquirió un cariz más alegre. Estaba liberado de las garras de la servidumbre y del crimen, libre de la compañía de villanos y brutales forajidos. Estaba caliente, cobijado; es decir, era feliz. Soplaba el viento de la noche en pavorosas ráfagas que hacían estremecer y temblar el viejo granero, y luego su fuerza expiraba a intervalos, y continuaba mugiendo y gimiendo por los rincones… Pero todo ello era una agradable música para el rey, una vez arropado y cómodo. Soplara y enfureciérase cuanto quisiera, azotara y golpeara, gimiera y rugiere, al rey no le importaba, antes bien gozaba con ello. Se acurrucó más cerca de su amiga, con sibaritismo de cálida alegría, y como un bendito perdió la conciencia del mundo y se sumió en un sueño profundo y sin pesadillas, en paz y sosiego. A lo lejos aullaban los perros, mugían melancólicamente las vacas y el viento seguía rugiendo, en tanto que furiosos aguaceros se abatían sobre el tejado; mas la Majestad de Inglaterra siguió durmiendo imperturbable, y otro tanto la ternera, animal sencillo, y que no se turbaba fácilmente por las tempestades, ni le causaba embarazo dormir con un rey. ...

En la línea 182
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... En menos de diez minutos llegaron los piratas a la orilla del río. Todos sus hombres habían subido a bordo de los paraos y estaban ocupados en bajar las velas, pues no corría viento. ...

En la línea 234
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... El viento era más bien débil, pero el mar estaba calmo. Sandokán temblaba de rabia. Él, el formidable Tigre de la Malasia, sentía vergüenza de huir silencioso como un ladrón. ¡Le hervía la sangre de furor y sus ojos relampagueaban! ...

En la línea 473
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Pudiera ser, porque el viento soplaba de Levante —contestó Sandokán, que principiaba a ponerse en guardia, sin saber adónde iba a parar el oficial. ...

En la línea 726
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Soplaba del Este el viento, lo que no podía ser más favorable. ...

En la línea 247
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Hacia las dos de la mañana reapareció con no menor intensidad el foco luminoso, a unas cinco millas a barlovento del Abraham Lincoln. A pesar de la distancia y de los ruidos del viento y del mar, se oían claramente los formidables coletazos del animal y hasta su jadeante y poderosa respiración. Se diría que en el momento en que el enorme narval ascendía a la superficie del océano para respirar, el aire se precipitaba en sus pulmones como el vapor en los vastos cilindros de una máquina de dos mil caballos. ...

En la línea 345
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La luna apareció en aquel momento, entre los bordes de una espesa nube que el viento impelía hacia el Este. La superficie del mar rieló bajo sus rayos. La bienhechora luz reanimó nuestras fuerzas. Pude levantar la cabeza y escrutar el horizonte. Vi la fragata, a unas cinco millas de nosotros, como una masa oscura, apenas reconocible. Pero no había ni un bote a la vista. ...

En la línea 391
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Al fin acabó la espantosa noche, de la que mi memoria no ha podido conservar todas sus impresiones. Tan sólo un detalle quedó impreso en ella. Durante algunos momentos de calma del mar y del viento creí oír en varias ocasiones unos vagos sonidos, una especie de armonía fugaz producida por lejanos acordes. ¿Cuál era, pues, el misterio de esa navegación submarina cuya explicación buscaba en vano el mundo entero? ¿Qué seres vivían en ese extraño barco? ¿Qué agente mecánico le permitía desplazarse con tan prodigiosa velocidad? ...

En la línea 698
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Es maravilloso, y veo, capitán, que ha hecho usted muy bien al emplear este agente que está destinado a reemplazar al viento, al agua y al vapor. ...

En la línea 283
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... No se nos reunió nadie del pueblo, porque el tiempo era frío y amenazador, el camino desagradable y solitario, el terreno muy malo, la oscuridad inminente y todos estaban sentados junto al fuego dentro de las casas celebrando la festividad. Algunos rostros se asomaron a las iluminadas ventanas para mirarnos, pero nadie salió. Pasamos más allá del poste indicador y nos dirigimos hacia el cementerio, en donde nos detuvimos unos minutos, obedeciendo a la señal que con la mano nos hizo el sargento, en tanto que dos o tres de sus hombres se dispersaban entre las tumbas y examinaban el pórtico. Volvieron sin haber encontrado nada y entonces empezamos a andar por los marjales, atravesando la puerta lateral del cementerio. La cellisca, que parecía morder el rostro, se arrojó contra nosotros llevada por el viento del Este, y Joe me subió sobre sus hombros. ...

En la línea 285
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Era inútil dirigirme entonces aquella pregunta. Iba subido a los hombros de Joe, quien debajo de mí atravesaba los fosos como un cazador, avisando al señor Wopsle para que no se cayera sobre su romana nariz y para que no se quedase atrás. Nos precedían los soldados, bastante diseminados, con gran separación entre uno y otro. Seguíamos el mismo camino que tomé aquella mañana, y del cual salí para meterme en la niebla. Ésta no había aparecido aún o bien el viento la dispersó antes. Bajo los rojizos resplandores del sol poniente, la baliza y la horca, así como el montículo de la Batería y la orilla opuesta del río, eran perfectamente visibles, apareciendo de color plomizo. ...

En la línea 286
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Con el corazón palpitante, a pesar de ir montado en Joe, miré alrededor para observar si divisaba alguna señal de la presencia de los penados. Nada pude ver ni oír. El señor Wopsle me había alarmado varias veces con su respiración agitada, pero ahora ya sabía distinguir los sonidos y podía disociarlos del objeto de nuestra persecución. Me sobresalté mucho cuando tuve la ilusión de que seguía oyendo la lima, pero resultó no ser otra cosa que el cencerro de una oveja. Ésta cesó de pastar y nos miró con timidez. Y sus compañeras, volviendo a un lado la cabeza para evitar el viento y la cellisca, nos miraron irritadas, como si fuésemos responsables de esas molestias. Pero a excepción de esas cosas y de la incierta luz del crepúsculo en cada uno de los tallos de la hierba, nada interrumpía la inerte tranquilidad de los marjales. ...

En la línea 287
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Los soldados avanzaban hacia la vieja Batería, y nosotros íbamos un poco más atrás, cuando, de pronto, nos detuvimos todos. Llegó a nuestros oídos, en alas del viento y de la lluvia, un largo grito que se repitió. Resonaba prolongado y fuerte a distancia, hacia el Este, aunque, en realidad, parecían ser dos o más gritos a la vez, a juzgar por la confusión de aquel sonido. ...

En la línea 4543
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Svidrigailof entró en la ciudad por la puerta ***. La lluvia había cesado, pero el viento soplaba con violencia. Se estremeció y se detuvo para contemplar con una atención extraña, vacilante, la oscura agua del Pequeño Neva. Pero al cabo de un momento de permanecer inclinado sobre el barandal sintió frío y echó a andar, internándose en la avenida ***. Durante cerca de media hora estuvo recorriendo esta inmensa vía como si buscase algo. Hacía poco, un día que pasaba casualmente por allí, había visto, a la derecha, una gran construcción de madera, un hotel llamado, si mal no recordaba, «Andrinópolis.» Al fin lo encontró. En verdad, era imposible no verlo en aquella oscuridad: era un largo edificio, iluminado todavía, a pesar de la hora, y en el que se percibían ciertos indicios de animación. ...

En la línea 4558
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... La atmósfera era asfixiante, la bujía iluminaba débilmente la habitación, fuera rugía el viento. Llegaba de un rincón ruido de ratas; además, un olor de cuero y de ratón llenaba la pieza. Svidrigailof fantaseaba tendido en su lecho. Las ideas se sucedían confusamente en su cerebro. Deseaba que su imaginación se detuviera sobre algo. Pensó: ...

En la línea 4559
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Debe de haber un jardín debajo de la ventana. Oigo el rumor del ramaje agitado por el viento. ¡Cómo odio este rumor de follaje en las noches de tormenta! Es verdaderamente desagradable.» ...

En la línea 4574
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... No quería destaparse ni levantarse con aquel frío. Pero de pronto notó en la pierna un nuevo contacto desagradable. Entonces echó a un lado la cubierta y encendió la bujía. Después, temblando de frío, empezó a inspeccionar la cama. De súbito vio que un ratón saltaba sobre la sábana. Intentó atraparlo, pero el animal, sin bajar del lecho, empezó a corretear y a zigzaguear en todas direcciones, burlando a la mano que trataba de asirlo. Al fin se introdujo debajo de la almohada. Svidrigailof arrojó la almohada al suelo, pero notó que algo había saltado sobre su pecho y se paseaba por encima de su camisa. En este momento se estremeció de pies a cabeza y se despertó. La oscuridad reinaba en la habitación y él estaba acostado y bien tapado como poco antes. Fuera seguía rugiendo el viento. ...

En la línea 967
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Se me antoja, a veces, que continúo siendo juguete del viento y que de un momento a otro me empujará con fuerza, me hará perder el equilibrio, el sentido de la medida, y girar indefinidamente… ...

En la línea 237
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Señora Magloire -dijo el obispo-, poned ese cubierto lo más cerca posible de la chimenea. -Y se volvió hacia el huésped-: El viento de la noche es muy crudo en los Alpes. ¿Tenéis frío, caballero? ...

En la línea 317
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... ¡Qué importa! El buque no se detiene por eso. El viento sopla; el barco tiene una senda trazada, que debe recorrer necesariamente. ...

En la línea 321
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Se encuentra inmerso en el monstruo de las aguas. Bajo sus pies no hay más que olas que huyen, olas que se abren, que desaparecen. Estas olas, rotas y rasgadas por el viento, lo rodean espantosamente; los vaivenes del abismo lo arrastran; los harapos del agua se agitan alrededor de su cabeza; un pueblo de olas escupe sobre él; confusas cavernas amenazan devorarle; cada vez que se sumerge descubre precipicios llenos de oscuridad; una vegetación desconocida lo sujeta, le enreda los pies, lo atrae: siente que forma ya parte de la espuma, que las olas se lo echan de una a otra; bebe toda su amargura; el océano se encarniza con él para ahogarle; la inmensidad juega con su agonía. Parece que el agua se ha convertido en odio. ...

En la línea 356
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Se detuvo temblando azorado. Oyó latir las arterias en sus sienes como dos martillos de fragua, y le pareció que el aliento salía de su pecho con el ruido con que sale el viento de una caverna. Creía imposible que el grito de aquel gozne no hubiese estremecido toda la casa como la sacudida de un terremoto. El viejo se levantaría, las dos mujeres gritarían, recibirían auxilio, y antes de un cuarto de hora el pueblo estaría en movimiento, y la gendarmería en pie. Por un momento se creyó perdido. ...

En la línea 78
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Su evolución (o regresión) fue rápida. Sus músculos adquirieron la dureza del hierro y se hizo insensible a todas las penalidades comunes. Desarrolló una economía interna igual que la externa. Era capaz de comer cualquier cosa, por repugnante o indigesta que fuera y, una vez ingerida, los jugos de su estómago extraían de ella hasta la última partícula nutritiva que la sangre llevaba hasta los lugares más recónditos de su cuerpo, donde se convertía en tejido orgánico más fuerte y resistente. La vista y el olfato se le aguzaron notablemente, mientras su oído se volvía tan fino que, aun estando dormido, era capaz de percibir el más leve sonido y saber si era un presagio de paz o de peligro. Aprendió a arrancarse con los dientes el hielo que se le acumulaba entre los dedos; y cuando tenía sed y el agua estaba cubierta de una gruesa capa de hielo, la rompía golpeándola con las agarrotadas patas delanteras. Su rasgo más sobresaliente era la habilidad de olisquear y prever, una noche antes, de dónde soplaría el viento. Aun cuando no hubiera siquiera una brisa en el momento en que cavaba su hoyo junto a un árbol o un terraplén, el viento que soplaba más tarde lo encontraba indefectiblemente a sotavento, cómodamente resguardado. ...

En la línea 78
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Su evolución (o regresión) fue rápida. Sus músculos adquirieron la dureza del hierro y se hizo insensible a todas las penalidades comunes. Desarrolló una economía interna igual que la externa. Era capaz de comer cualquier cosa, por repugnante o indigesta que fuera y, una vez ingerida, los jugos de su estómago extraían de ella hasta la última partícula nutritiva que la sangre llevaba hasta los lugares más recónditos de su cuerpo, donde se convertía en tejido orgánico más fuerte y resistente. La vista y el olfato se le aguzaron notablemente, mientras su oído se volvía tan fino que, aun estando dormido, era capaz de percibir el más leve sonido y saber si era un presagio de paz o de peligro. Aprendió a arrancarse con los dientes el hielo que se le acumulaba entre los dedos; y cuando tenía sed y el agua estaba cubierta de una gruesa capa de hielo, la rompía golpeándola con las agarrotadas patas delanteras. Su rasgo más sobresaliente era la habilidad de olisquear y prever, una noche antes, de dónde soplaría el viento. Aun cuando no hubiera siquiera una brisa en el momento en que cavaba su hoyo junto a un árbol o un terraplén, el viento que soplaba más tarde lo encontraba indefectiblemente a sotavento, cómodamente resguardado. ...

En la línea 83
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Por su parte, posiblemente porque adivinaba que Buck era un peligroso rival, Spitz nunca perdía la oportunidad de enseñarle los dientes. Incluso hacía lo imposible por bravuconear ante él, esforzándose constantemente por iniciar una pelea que sólo podría acabar con la muerte de uno de los dos. A poco de emprendido el viaje, tal cosa pudo haber ocurrido, de no ser por un inesperado accidente. Al final de aquel día habían instalado un precario campamento a orillas del lago Le Barge. Una violenta nevada, el viento, que cortaba como una cuchilla al rojo vivo, y la oscuridad los habían forzado a buscar a ciegas un lugar de acampada. Dificilmente podrían haber encontrado uno peor. A sus espaldas se levantaba una pared perpendicular de roca, y Perrault y François no tuvieron más remedio que hacer la hoguera y tender los sacos de dormir sobre el mismo hielo del lago. Se habían deshecho de la tienda en Dyea con el fin de viajar ligeros de peso. Unas pocas tablas sobrantes les proporcionaron un fuego que se hundió al derretirse el hielo dejándolos a oscuras para cenar. ...

En la línea 243
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck era más viejo que los días que había vivido y las veces que había respirado. Era un eslabón entre el presente y el pasado, y la eternidad que lo precedía palpitaba en él con ritmo poderoso, como el de las mareas y las estaciones. Echado junto al fuego de John Thornton, era un perro de amplio pecho, blancos colmillos y largo pelaje; pero detrás de él habitaban los espíritus de toda clase de perros, medio lobos y lobos salvajes, dominadores y provocadores, que probaban el sabor de la carne que él comía, del agua que él bebía, que husmeaban con él el viento, que escuchaban con él y descubrían los sonidos de la vida salvaje en el bosque, que inspiraban su estado de ánimo, determinaban sus actos, se tumbaban a dormir con él cuando él lo hacía y soñaban con él y más allá de él, convirtiéndose en materia de sus sueños. ...

En la línea 3
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Acababa yo de cumplir treinta años; iba por una calle del barrio de Salamanca -supongamos que por la de Ayala-; cogí un pitillo; quise encenderlo con mi peut-être; no hubo manera: saqué mi caja de cerillas, pues soy hombre prevenido. Pero un soplo de viento apagó la primera cerilla y creo que la segunda. Me metí en un portal de cierta casa lujosa, para lograr mí perseverante deseo. Encendí al fin el pitillo, pero mi corazón se encendió al propio tiempo. Bajaba los escalones de la marmórea escalera, Luisa Núñez, la que diez meses después era mi esposa en el templo de la Concepción de la calle de Goya. ...

En la línea 774
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¿A ver? No, no. Es el ruido del viento que sacude los arbustos. Tú ves visiones. ...

En la línea 1116
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Y otra voz silbada y misteriosa, la voz del viento en las ramas secas del plátano, le murmuraba con prolongado susurro: ...

En la línea 366
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Pero el mar Rojo es muy caprichoso y con frecuencia proceloso, como todos los golfos largos y estrechos. Cuando el viento soplaba de la costa de Asia o la de África, el 'Mongolia', de casco fusiforme tomado de través, sufría espantosos vaivenes. Las damas desaparecían entonces; los pianos callaban; los cantos y las danzas cesaban a un tiempo. Y entretanto, a pesar de la ráfaga y a pesar de las olas, el vapor, impelido por su poderosa máquina, corría sin tardanza hacia el estrecho de Bab el Mandeb. ...

En la línea 367
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... ¿Qué hacía Phileas Fogg durante aquel tiempo? ¿Pudiera creerse que siempre inquieto y ansioso se preocupaba de los cambios de viento perjudiciales a la marcha del buque, de los movimientos desordenados del oleaje que podían ocasionar un accidente a la maquina, en fin, de todas las averías posibles que obligando al 'Mongolia' a arribar a algún puerto hubiesen comprometido el viaje? ...

En la línea 401
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... A las seis de la tarde, el 'Mongolia' batía con las alas de su hélice las aguas de la rada de Adén y surcaba poco después el mar de las Indias. Se concedían ciento sesenta y ocho horas para hacer la travesía entre Adén y Bombay. Por lo demás, el mar fue favorable. El viento era Noroeste y las velas pudieron ayudar al vapor. ...

En la línea 605
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El silencio sólo estaba interrumpido por el murmullo del viento en las ramas. ...


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras v;b

Reglas relacionadas con los errores de v;b

Las Reglas Ortográficas de la V

Regla 1 de la V Se escriben con v el presente de indicativo, subjuntivo e imperativo del verbo ir, así como el pretérito perfecto simple y el pretérito imperfecto de subjuntivo de los verbos tener, estar, andar y sus derivados. Por ejemplo: estuviera o estuviese.

Regla 2 de la V Se escriben con v los adjetivos que terminan en -ava, -ave, -avo, -eva, -eve, -evo, -iva, -ivo.

Por ejemplo: octava, grave, bravo, nueva, leve, longevo, cautiva, primitivo.

Regla 3 de la V Detrás de d y de b también se escribe v. Por ejemplo: advertencia, subvención.

Regla 4 de la V Las palabras que empiezan por di- se escriben con v.

Por ejemplo: divertir, división.

Excepciones: dibujo y sus derivados.

Regla 5 de la V Detrás de n se escribe v. Por ejemplo: enviar, invento.

Las Reglas Ortográficas de la B

Regla 1 de la B

Detrás de m se escribe siempre b.

Por ejemplo:

sombrío
temblando
asombroso.

Regla 2 de la B

Se escriben con b las palabras que empiezan con las sílabas bu-, bur- y bus-.

Por ejemplo: bujía, burbuja, busqué.

Regla 3 de la B

Se escribe b a continuación de la sílaba al- de inicio de palabra.

Por ejemplo: albanés, albergar.

Excepciones: Álvaro, alvéolo.

Regla 4 de la B

Las palabras que terminan en -bundo o -bunda y -bilidad se escriben con b.

Por ejemplo: vagabundo, nauseabundo, amabilidad, sociabilidad.

Excepciones: movilidad y civilidad.

Regla 5 de la B

Se escriben con b las terminaciones del pretérito imperfecto de indicativo de los verbos de la primera conjugación y también el pretérito imperfecto de indicativo del verbo ir.

Ejemplos: desplazaban, iba, faltaba, estaba, llegaba, miraba, observaban, levantaba, etc.

Regla 6 de la B

Se escriben con b, en todos sus tiempos, los verbos deber, beber, caber, haber y saber.

Regla 7 de la B

Se escribe con b los verbos acabados en -buir y en -bir. Por ejemplo: contribuir, imbuir, subir, recibir, etc.

Excepciones: hervir, servir y vivir, y sus derivados.


El Español es una gran familia

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