Cual es errónea Venganza o Benganza?
La palabra correcta es Venganza. Sin Embargo Benganza se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino benganza es que hay un Intercambio de las letras v;b con respecto la palabra correcta la palabra venganza
Errores Ortográficos típicos con la palabra Venganza
Cómo se escribe venganza o vengansa?
Cómo se escribe venganza o benganza?
Cómo se escribe venganza o venjanza?

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece venganza
La palabra venganza puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 2141
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Las mismas que horas antes hablaban pestes de él, escandalizadas por su apuesta de borracho, lo compadecían, se enteraban de si su herida era grave, y clamaban venganza contra aquel muerto de hambre, aquel ladrón, que, no contento con apoderarse de lo que no era suyo, todavía intentaba imponerse por el terror, atacando a los hombres de bien. ...
En la línea 2143
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Mucho le dolía el golpe, andaba apoyado en sus amigos, con la cabeza entrapajada, hecho un eccehomo, según afirmaban las indignadas comadres; pero hacía esfuerzos para sonreír, y a cada excitación de venganza contestaba con un gesto arrogante, afirmando que corría de su cuenta el castigar al enemigo. ...
En la línea 2166
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Hasta algunas veces había visto de lejos a Pimentó, que paseaba por la huerta como bandera de venganza su cabeza entrapajada, y el valentón, a pesar de que estaba repuesto del golpe, huía, temiendo el encuentro tal vez más que Batiste. ...
En la línea 874
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Únicamente se habían aceptado los adelantos del progreso mecánico, como una arma de combate contra el enemigo, contra el trabajador. En los cortijos no existía otro utensilio moderno que las trilladoras. Eran la artillería gruesa de la gran propiedad. La trilla al sistema antiguo, con sus manadas de yeguas rodando en la era, duraba meses enteros, y los gañanes escogían esta época para pedir algún mejoramiento, amenazando con la huelga, que dejaba las cosechos a la intemperie. La trilladora, que realizaba en dos semanas el trabajo de dos meses, daba al amo la seguridad de la recolección. Además, ahorraba brazos y equivalía a una venganza contra la gente levantisca y descontenta, que acosaba a las personas decentes con sus imposiciones. Y en el _Círculo Caballista_ hablaban los grandes propietarios de los adelantos del país y de sus máquinas, que sólo servían para recoger y asegurar las cosechas, nunca para sembrarlas y fomentarlas, presentando hipócritamente este ardid de guerra como un progreso desinteresado. ...
En la línea 1558
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La advertencia era inútil. Para evitar la venganza de Rafael, había mentido ella, fingiendo sus crueles desvíos. ...
En la línea 1649
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Unos bajaban de la serranía, otros venían de los cortijos del llano, o de las tierras situadas al otro lado de Jerez, llegando a Caulina después de rodear la ciudad. Los había de los confines de Málaga y de la vecindad de Sanlúcar de Barrameda. El aviso misterioso había volado de los ventorros a los ranchos, por toda la extensa campiña, y cuantos trabajaban en ella acudían presurosos, creyendo llegado el momento de la venganza. ...
En la línea 1658
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La agitación de la rebeldía, el apasionamiento de la venganza, el egoísmo de mejorar su suerte, parecían igualarlos a todos, con una semejanza de familia. Muchos, al abandonar su vivienda habían tenido que arrancarse de los brazos de sus mujeres, que lloraban presintiendo el peligro, pero al verse entre los _compañeros_, erguíanse arrogantes, mirando a Jerez con ojos bravucones, como si fueran a comérsela. ...
En la línea 2711
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Al salir del convento entró en la magistratura, se convirtió en presi dente con birrete en el puesto de su tío, abrazó el partido del cardenal, cosa que no probaba poca sagacidad; se hizo canciller, sirvió a su emi nencia con celo en su odio contra la reina madre y en su venganza contra Ana de Austria; estimuló a los jueces en el asunto de Chalais, alentó los ensayos del señor de Laffemas, gran ahorcador de Francia; finalmente, investido de toda la confianza del cardenal, confianza que tan bien se había ganado, vino a recibir la singular comisión para cuya eje cución se presentaba en el aposento de la reina. ...
En la línea 3607
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Aquella reconciliación era una venganza de mu jer celosa. ...
En la línea 4483
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Para él no había ninguna duda: era víctima de una venganza del cardenal y, como se sabe, las venganzas de Su Eminencia eran terribles. ...
En la línea 4813
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Aquella idea, ensombreciendo su frente, le arrancó algu nos suspiros y le hizo formular en voz baja algunos juramentos de venganza. ...
En la línea 478
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El individuo, al reconocer a su víctima, le llevó aparte, y con horrendas imprecaciones le intimó que no volvería a ver más su casa si intentaba delatarle; el viejo se estuvo en paz, porque tenía muy poco que ganar y sí mucho que perder haciendo que prendieran al ladrón, ya que no hubieran tardado en soltarlo por falta de pruebas, y entonces era inevitable su venganza si no se adelantaban sus compañeros a tomarla. ...
En la línea 1941
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... _Vaya_, no era cosa de exponerme a la venganza de los tres presos y a la de sus amigos; vivo demasiado cerca de la Plaza de la Cebada para eso... ...
En la línea 3140
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Antonio, al oírla, se incomodó mucho, y mezclando el griego, el turco y el español, invocó la venganza de la _Panhagia_ sobre aquella mujer sin corazón. ...
En la línea 5616
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Los españoles son crédulos; pero cuando una vez llegan a sospechar que los han engañado, y sobre todo que se han reído de ellos, su sed de venganza no conoce límites. ...
En la línea 542
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Has hablado y apuntado muy bien -respondió don Quijote-; y así, anulo el juramento en cuanto lo que toca a tomar dél nueva venganza; pero hágole y confírmole de nuevo de hacer la vida que he dicho, hasta tanto que quite por fuerza otra celada tal y tan buena como ésta a algún caballero. ...
En la línea 822
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Dígolo porque bien me puedes ayudar a tomar la debida venganza del agravio que delante de nuestros ojos se le ha hecho a Rocinante. ...
En la línea 823
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -¿Qué diablos de venganza hemos de tomar -respondió Sancho-, si éstos son más de veinte y nosotros no más de dos, y aun, quizá, nosotros sino uno y medio? -Yo valgo por ciento -replicó don Quijote. ...
En la línea 983
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... El ventero le respondió con el mesmo sosiego: -Señor caballero, yo no tengo necesidad de que vuestra merced me vengue ningún agravio, porque yo sé tomar la venganza que me parece, cuando se me hacen. ...
En la línea 1240
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En lo de tomar justa y sabrosa venganza los maridos ultrajados, el divino don Pedro había discurrido como nadie y sin quitar a El castigo sin venganza y otros portentos de Lope el mérito que tenían, don Víctor nada encontraba como El médico de su honra. ...
En la línea 1790
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Tarsila, Obdulia, Visitación, otro pimpollo que se escapaba por el balcón en compañía de su novio, la misma marquesa de Vegallana, sus hijas, sus sobrinas de la aldea, todo Vetusta, la de clase inclusive, salía allí a la vergüenza, en aquella venganza solitaria de las dos señoritas incasables de Ozores. ...
En la línea 4036
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Al pasar junto a la Regenta la miró cara a cara, distraído, pensando en su venganza; pero ella sintió aquellos ojos en los suyos como un contacto violento. ...
En la línea 4594
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... De vuestros torpes amores dará venganza a mi enojo, mostrando a mis sucesores la nobleza de un león rojo en sangre de dos traidores. ...
En la línea 1024
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Nunca perecieron tantos personajes a un mismo tiempo como en aquella época—dijo Enciso—. Y como los enfermos morían cubiertos de abscesos, desfigurados por hediondas gangrenas, atribuía el vulgo tales defunciones a envenenamientos preparados por la venganza o la codiciad Todos consideraban dichas lacras un exceso de ponzoña que se escapaba a través de la piel. ...
En la línea 1218
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Al mismo tiempo, los españoles que había capitaneado Juan de Borja en su última campaña se esparcían por Roma, espada en mano, dando gritos de venganza, buscando inútilmente al asesino, siendo por su exceso de celo un verdadero peligro para el vecindario. ...
En la línea 1225
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Rodrigo de Borja, hombre de acción en su mocedad, incapaz de sufrir ninguna ofensa, abandonaba de pronto su actitud devota, resignada ante la desgracia, para dar órdenes furiosas al prefecto de Roma, y a sus esbirros, así como a los capitanes españoles que estaban a sus órdenes y a todos los que pudieran ayudarle en su justa venganza. Era preciso encontrar a los matadores del duque, Imaginando los más atroces suplicios para su castigo. Pero transcurrieron los días sin descubrir un indicio que permitiese conocer la verdad. ...
En la línea 1231
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Y repasaba en su memoria las opiniones de los pocos historiadores modernos que habían estudiado la vida de los Borgias de un modo concienzudo, sin hacer caso de apasionamientos y mentiras procedentes de aquella época. Aun siendo enemigos de los Borgias, reconocían en este asesinato de» hijo mayor del Pontífice una venganza de la familia Orsini, furiosa por la muerte de su mejor capitán, Virgilio Orsini, preso en el castillo del Huevo, en Nápoles, y al que sus parientes supusieron envenenado. ...
En la línea 478
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Además, le revelaré que todos estos hombres forzudos son descendientes de los militares y los personajes masculinos que monopolizaban el poder antes de la Revolución. Ahora viven aparte, formando una casta especial, y, ¿por qué no decirlo?, están sometidos a la esclavitud, y solo la muerte puede librarles de ella. No lo hacemos por venganza, sino por necesidad y conveniencia. Ya le dije que nuestra Revolución (semejante en esto a todas las revoluciones de los hombres) ha tenido que valerse de ciertos medios antihumanos, que benefician a la mayoría. La casta de los vencidos vigorosos se reproduce de un modo alarmante, como todo lo que pertenece a un género inferior. Pero no crea que nos infunde miedo. Nuestra ciencia ha encontrado el medio de extirpar a estos hombres la memoria y la ambición. Los hijos resultan más estúpidos y más forzudos que los padres. Pasadas unas cuantas generaciones, estas máquinas de músculos, sin iniciativa ni voluntad, resultarán perfectas. ...
En la línea 850
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Pues bien -continuó Ra-Ra con entusiasmo después de una larga pausa-, ese anciano lo sabe; ese guerrero escapado a la venganza de las mujeres prepara la resurrección de un mundo de honor caballeresco y de heroísmo, comunicando sus conocimientos a los jóvenes. ...
En la línea 890
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Gentleman -dijo designando con una mano el palacio del gobierno-, este es el antro de la venganza femenina. ...
En la línea 1202
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Gurdilo terminó declarando que el no podía admitir la petición del gobierno, y rogó al Senado que votase contra ella. Admitirla equivalía a servir una venganza particular. Podía haberse aceptado esta resolución en el primer momento de la llegada del Hombre-Montaña, cuando el Estado no había hecho aun ningún gasto; pero resultaba incongruente matarlo ahora, después de haber costado al país tan enormes sumas. ...
En la línea 704
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Yo haré justicia, se lo juro a usted… Espero cogerlos in fraganti otra vez, in fraganti, Sr. D. Juan. Entonces aparecerán los dos cadáveres atravesados por una sola espada… Esta es la venganza, esta es la ley… por una sola espada… Y me quedaré tan fresco, como si tal cosa. Y podré salir por ahí mostrando mis manos manchadas con la sangre de los adúlteros y decir a gritos: 'Aprended de mí, maridos, a defender vuestro honor. Ved estas manos justicieras, vedlas y besadlas… '. Y vendrán todos… toditos a besarme las manos. Y será un besamanos, porque hay tantos, tantísimos… ». ...
En la línea 1195
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Púsose Jacinta muy contenga. Había realizado su antojo; ya tenía su juguete. Aquello podría ser muy bien una niñería; pero ella tenía sus razones para obrar así. El plan que concibió para presentar al Pituso a la familia e introducirlo en ella, revelaba cierta astucia. Pensó que nada debía decir por el pronto al Delfín. Depositaría su hallazgo en casa de su hermana Candelaria hasta ponerle presentable. Después diría que era un huerfanito abandonado en las calles, recogido por ella… ni una palabra referente a quién pudiera ser la mamá ni menos el papá de tal muñeco. Todo el toque estaba en observar la cara que pondría Juan al verle. ¿Diríale algo la voz misteriosa de la sangre? ¿Reconocería en las facciones del pobre niño las de… ? Al interés dramático de este lance sacrificaba Jacinta la conveniencia de los procedimientos propios de tal asunto. Imaginándose lo que iba a pasar, la turbación del infiel, el perdón suyo, y mil cosas y pormenores novelescos que barruntaba, producíase en su alma un goce semejante al del artista que crea o compone, y también un poco de venganza, tal y como en alma tan noble podía producirse esta pasión. ...
En la línea 1214
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y cuando pasaba un rato largo sin que él se moviera, Jacinta se entregaba a sus reflexiones. Sacaba sus ideas de la mente, como el avaro saca las monedas, cuando nadie le ve, y se ponía a contarlas y a examinarlas y a mirar si entre ellas había alguna falsa. De repente acordábase de la jugarreta que le tenía preparada a su marido, y su alma se estremecía con el placer de su pueril venganza. El Pituso se le metía al instante entre ceja y ceja. ¡Le estaba viendo! La contemplación ideal de lo que aquellas facciones tenían de desconocido, el trasunto de las facciones de la madre, era lo que más trastornaba a Jacinta, enturbiando su piadosa alegría. Entonces sentía las cosquillas, pues no merecen otro nombre, las cosquillas de aquella infantil rabia que solía acometerla, sintiendo además en sus brazos cierto prurito de apretar y apretar fuerte para hacerle sentir al infiel el furor de la paloma que la dominaba. Pero la verdad era que no apretaba ni pizca, por miedo de turbarle el sueño. Si creía notar que se estremecía con escalofríos, apretaba sí dulcemente, liándose a él para comunicarle todo el calor posible. Cuando él gemía o respiraba muy fuerte, le arrullaba dándole suaves palmadas en la espalda, y por no apartar sus manos de aquella obligación, siempre que quería saber si sudaba o no, acercaba su nariz o su mejilla a la frente de él. ...
En la línea 2054
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Hubiera hurgado doña Lupe a su sobrino mayor para que le relevase la causa de su tristeza; pero como presumía fuese cosa de política, no quiso tocar este punto delicado por no armar camorra con Juan Pablo, que era o había sido carlista, al paso que doña Lupe era liberal, cosa extraña, liberal en toda la extensión de la palabra. Después de servir a D. Carlos en una posición militar administrativa, Rubín había sido expulsado del Cuartel Real. Sus íntimos amigos le oyeron hablar de calumnias y de celadas traidoras; pero nada se sabía concretamente. Dejaba escapar de su pecho exclamaciones de ira, juramentos de venganza y apóstrofes de despecho contra sí mismo. «¡Bien merecido lo tengo por meterme con esa gente!». Cuando llegó a Madrid echado de la corte de D. Carlos, fue a casa de su tía, según costumbre antigua; pero apenas paraba en la casa. Dormía fuera, comía también fuera, casi siempre en los cafés o en casa de alguna amiga, y doña Lupe se desazonaba juzgando con razón que semejante vida no se ajustaba a las buenas prácticas morales y económicas. De repente, el misántropo volvió al Norte, diciendo que regresaría pronto, y mientras estuvo fuera se supo la muerte de Melitona Llorente. La primera noticia que de la herencia tuvo Juan Pablo diósela su tía paterna por una carta que le dirigió a Bayona. Preparábase a volver a España, y la carta aquella con la noticia que llevaba aceleró su vuelta. Entró por Santander, se fue a Zaragoza por Miranda y de allí a Molina de Aragón. Diez días estuvo en esta villa, donde ninguna dificultad de importancia le ofreció la toma de posesión del caudal heredado. Este ascendía a unos treinta mil duros entre inmuebles y dinero dado a rédito sobre fincas; y descontadas las mandas y los derechos de traslación de dominio, quedaban unos veintisiete mil duros. Cada hermano cobraría nueve mil. Juan Pablo, al llegar a Madrid, escribió a Nicolás para que también viniese, con objeto de estar reunidos los tres hermanos y tratar de la partición. ...
En la línea 2183
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... —Pues también Unamuno es cosa de libros… Todos lo somos… ¡Y él se morirá, sí, se morirá, se morirá también, aunque no lo quiera… se morirá! Y esa sera mi venganza. ¿No quiere dejarme vivir? ¡Pues se morirá, se morirá, se morirá! ...
En la línea 255
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Ya vendrá el día en que les haré sentir lo terrible de mi venganza! ...
En la línea 272
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¿Quién habría de decir —exclamó, apretando los dientes— que un día el leopardo de Labuán vencería a los tigres de Mompracem? ¿Que yo, el invencible Tigre de la Malasia, llegaría aquí derrotado y herido? ¡La venganza! ¡Todos mis paraos, mi isla, mis hombres, mis tesoros, por destruir a esos hombres blancos que me disputan este mar! ¿Qué me importa que hoy se ensoberbezca el leopardo inglés con su victoria? ¡Ya temblarán todos los ingleses de esta isla, porque verán mi sangrienta bandera a la luz de los incendios! Paciencia por ahora, Sandokán. Sanaré y volveré a Mompracem aunque tenga que construir una balsa a golpes de kriss. ...
En la línea 394
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Aquí —dijo—, la felicidad, una nueva vida, una nueva embriaguez, dulce y tranquila. Allá en Mompracem, una vida tempestuosa, tronar de cañones, carnicería sangrienta, mis rápidos paraos, Yáñez. ¿Cuál de estas dos vidas preferiré? Toda mi sangre arde cuando pienso en Mariana. Se diría que la antepongo a mis tigrecitos y a mi venganza. ¡Siento vergüenza de mí mismo al recordar que es hija de una raza que odio tan profundamente! ¿Y si la olvidara? ¡Mi corazón sangra, no quiere olvidarla! Pero es preciso que huya. ...
En la línea 814
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —No lo creerás —prosiguió Sandokán—, pero he luchado con fuerzas antes de darme por vencido. Mas ni mi odio por los ingleses ha podido contener a mi corazón. ¡Cuántas veces me asaltaba la idea de que si algún día me casaba con esa muchacha tendría que abandonar el mar y renunciar a mi venganza; perder mi nombre, perder mis tigres! ¡Procuré huir de ella, pero he tenido que ceder, Yáñez! Hasta ahora me había librado del amor, pero al fin me rendí ante ese cariño que nada será capaz de arrancarme del corazón. ¡Ah, Yáñez! ¡Creo que el Tigre dejará de existir! ...
En la línea 3308
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Esa manera de hablar, lo imprevisto de la escena, la historia del barco patriota y la emoción con que el extraño personaje había pronunciado la últimas palabras, ese nombre de Vengeur, cuya significación no podía escaparme, me impresionaron profundamente. No podía dejar de mirar al capitán que, con las manos extendidas hacia el mar, contemplaba, fascinado, los gloriosos restos. Quizá no debiera yo saber jamás quién era, de dónde venía, adónde iba, pero cada vez veía con más claridad al hombre liberarse del sabio. No era una misantropía común la que había encerrado en el Nautilus al capitán Nemo y a sus hombres, sino un odio monstruoso o sublime que el tiempo no podía debilitar. ¿Buscaba ese odio la venganza? El futuro debía darme pronto la respuesta. ...
En la línea 3334
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Sus palabras me hicieron comprender. Sin duda, se sabía a qué atenerse ya sobre la existencia del supuesto monstruo. Sin duda, en su colisión con el Abraham Lincoln cuando el canadiense le golpeó con su arpón, el comandante Farragut había reconocido en el narval a un barco submarino, más peligroso que un sobrenatural cetáceo. Sí, eso debía ser, y era seguro que en todos los mares se perseguía a ese terrible in genio de destrucción. Terrible, en efecto, si, como podía su ponerse, el capitán Nemo empleara al Nautilus en una obra de venganza. ¿No habría atacado a algún navío aquella noche, en medio del océano Índico, cuando nos encerró en la celda? ¿Aquel hombre enterrado en el cementerio de cora no habría sido víctima del choque provocado por el Nautilus? Sí, lo repito, así debía ser. Eso desvelaba una parte de la misteriosa existencia del capitán Nemo. Y aunque su identidad no fuera conocida, las naciones, coaligadas contra él perseguían no ya a un ser quimérico, sino a un hombre que las odiaba implacablemente. En un momento, entreví ese pasado formidable, y me di cuenta de que en vez de encontrar amigos en ese navío que se acercaba no podríamos sino hallar enemigos sin piedad. ...
En la línea 3351
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El canadiense, Conseil y yo no podíamos hacer otra cosa que obedecer. Una quincena de marineros del Nautilus rodeaban al capitán y miraban con un implacable sentimiento de odio al navío que avanzaba hacia ellos. Se sentía que el mismo espíritu de venganza animaba a todos aquellos hombres. ...
En la línea 3385
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Los paneles que cubrían los cristales se habían cerrado sobre esa visión espantosa, pero sin que por ello se hubiera iluminado el salón. En el interior del Nautilus todo era tinieblas y silencio, mientras abandonaba con una rapidez prodigiosa, a cien pies bajo la superficie, aquel lugar de desolación. ¿Adónde iba? ¿Al Norte o al Sur? ¿Adónde huía ese hombre tras su horrible represalia? Regresé a mi camarote, donde Ned y Conseil permanecían todavía en silencio. Sentía un horror invencible hacia el capitán Nemo. Por mucho que le hubieran hecho sufrir los hombres no tenía el derecho de castigar así. Me había hecho si no cómplice, sí, al menos, testigo de su venganza. Eso era ya demasiado. ...
En la línea 897
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Me intranquilizó mucho el caso del joven caballero pálido. Cuanto más recordaba la pelea y mentalmente volvía a ver a mi antagonista en el suelo, en las varias fases de la lucha, mayor era la certidumbre que sentía de que me harían algo. Sentía que la sangre del joven y pálido caballero había caído sobre mi cabeza, y me decía que la ley tomaría venganza de mí. Sin tener idea clara de cuáles eran las penalidades en que había incurrido, para mí era evidente que los muchachos de la aldea no podrían recorrer la comarca para ir a saquear las casas de la gente y acometer a los jóvenes estudiosos de Inglaterra, sin quedar expuestos a severos castigos. Durante varios días procuré no alejarme mucho de mi casa, y antes de salir para cualquier mandado miraba a la puerta de la cocina con la mayor precaución y hasta con cierto temblor, temiendo que los oficiales de la cárcel del condado vinieran a caer sobre mí. La nariz del pálido y joven caballero me había manchado los pantalones, y en el misterio de la noche traté de borrar aquella prueba de mi crimen. Al chocar contra los dientes de mi antagonista me herí los puños, y retorcí mi imaginación en un millar de callejones sin salida, mientras buscaba increíbles explicaciones para justificar aquella circunstancia condenatoria cuando me curasen ante los jueces. ...
En la línea 898
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Cuando llegó el día de mi visita a la escena de mi violencia, mis terrores llegaron a su colmo. ¿Y si algunos agentes, esbirros de la justicia, especialmente enviados desde Londres, estaban emboscados detrás de la puerta? ¿Y si la señorita Havisham, deseosa de tomar venganza personal de un ultraje cometido en su casa, se pusiera en pie, llevando aquel traje sepulcral, y, apuntándome con una pistola, me mataba de un tiro? ¿Quién sabe si cierto número de muchachos sobornados —una numerosa banda de mercenarios— se habrían comprometido a esperarme en la fábrica de cerveza para caer sobre mí y matarme a puñetazos? Pero tenía tanta confianza en la lealtad del joven y pálido caballero, que nunca le creí autor o inspirador de tales desquites, los cuales siempre se presentaban a mi imaginación como obra de sus parientes, incitados por el estado de su rostro y por la indignación que había de producirles ver tan malparados los rasgos familiares. ...
En la línea 1533
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Entramos por un portillo en aquel asilo y fuimos a parar por un pasillo a un espacio cuadrado y muy triste que me pareció un cementerio. Observé que allí había los más tristes árboles, los gorriones más melancólicos, los más lúgubres gatos y las más afligidas casas (en número de media docena, más o menos) que jamás había visto en la vida. Me pareció que las series de ventanas de las habitaciones en que estaban divididas las casas se hallaban en todos los estados posibles de decadencia de persianas y cortinas, de inservibles macetas, de vidrios rotos, de marchitez llena de polvo y de miserables recursos para tapar sus agujeros. En cada una de las habitaciones desalquiladas, que eran bastantes, se veían letreros que decían: «Por alquilar», y eso me daba casi la impresión de que allí ya no iban más que desgraciados y que la venganza del alma de Barnard se había aplacado lentamente con el suicidio gradual de los actuales huéspedes y su inhumación laica bajo la arena. Unos sucios velos de hollín y de humo adornaban aquella abandonada creación de Barnard, y habían esparcido abundante ceniza sobre su cabeza, que sufría castigo y humillación como si no fuese más que un depósito de polvo. Eso por lo que respecta a mi sentido de la vista, en tanto que la podredumbre húmeda y seca y cuanta se produce en los desvanes y en los sótanos abandonados-podredumbre de ratas y ratones, de chinches y de cuadras, que, por lo demás, estaban muy cerca -, todo eso molestaba grandemente mi olfato y parecía recomendarme con acento quejumbroso: «Pruebe la mixtura de Barnard.» ...
En la línea 1572
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... - ¿Por qué debe vengarse del sexo masculino? ¿Qué venganza es ésta?' ...
En la línea 3686
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Qué me importan a mí las estúpidas preguntas que hayan podido atormentarle? ‑exclamó‑. Eso no constituye ninguna prueba. Todo lo que usted ha pensado puede ser obra de su imaginación. Y yo, señor, puedo decirle que miente usted. Usted miente y me calumnia llevado de un deseo de venganza personal. Usted no me perdona que haya rechazado el impío radicalismo de sus teorías sociales. ...
En la línea 3699
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Permítanme, señores, permítanme. No se pongan así. Déjenme pasar ‑dijo mientras se abría paso‑. No se molesten ustedes en intentar amedrentarme con sus amenazas. Tengan la seguridad de que no adelantarán nada, pues no soy de los que se asustan fácilmente. Por el contrario, les advierto que tendrán que responder de la cooperación que han prestado a un acto delictivo. La culpabilidad de la ladrona está más que probada, y presentaré la oportuna denuncia. Los jueces no están ciegos… ni bebidos. Por eso rechazarán el testimonio de dos impíos, de dos revolucionarios que me calumnian por una cuestión de venganza personal, como ellos mismos han tenido la candidez de reconocer. Permítanme, señores. ...
Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras v;b
Reglas relacionadas con los errores de v;b
Las Reglas Ortográficas de la V
Regla 1 de la V Se escriben con v el presente de indicativo, subjuntivo e imperativo del verbo ir, así como el pretérito perfecto simple y el pretérito imperfecto de subjuntivo de los verbos tener, estar, andar y sus derivados. Por ejemplo: estuviera o estuviese.
Regla 2 de la V Se escriben con v los adjetivos que terminan en -ava, -ave, -avo, -eva, -eve, -evo, -iva, -ivo.
Por ejemplo: octava, grave, bravo, nueva, leve, longevo, cautiva, primitivo.
Regla 3 de la V Detrás de d y de b también se escribe v. Por ejemplo: advertencia, subvención.
Regla 4 de la V Las palabras que empiezan por di- se escriben con v.
Por ejemplo: divertir, división.
Excepciones: dibujo y sus derivados.
Regla 5 de la V Detrás de n se escribe v. Por ejemplo: enviar, invento.
Las Reglas Ortográficas de la B
Regla 1 de la B
Detrás de m se escribe siempre b.
Por ejemplo:
sombrío
temblando
asombroso.
Regla 2 de la B
Se escriben con b las palabras que empiezan con las sílabas bu-, bur- y bus-.
Por ejemplo: bujía, burbuja, busqué.
Regla 3 de la B
Se escribe b a continuación de la sílaba al- de inicio de palabra.
Por ejemplo: albanés, albergar.
Excepciones: Álvaro, alvéolo.
Regla 4 de la B
Las palabras que terminan en -bundo o -bunda y -bilidad se escriben con b.
Por ejemplo: vagabundo, nauseabundo, amabilidad, sociabilidad.
Excepciones: movilidad y civilidad.
Regla 5 de la B
Se escriben con b las terminaciones del pretérito imperfecto de indicativo de los verbos de la primera conjugación y también el pretérito imperfecto de indicativo del verbo ir.
Ejemplos: desplazaban, iba, faltaba, estaba, llegaba, miraba, observaban, levantaba, etc.
Regla 6 de la B
Se escriben con b, en todos sus tiempos, los verbos deber, beber, caber, haber y saber.
Regla 7 de la B
Se escribe con b los verbos acabados en -buir y en -bir. Por ejemplo: contribuir, imbuir, subir, recibir, etc.
Excepciones: hervir, servir y vivir, y sus derivados.

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Más información sobre la palabra Venganza en internet
Venganza en la RAE.
Venganza en Word Reference.
Venganza en la wikipedia.
Sinonimos de Venganza.
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