La palabra Conducido ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece conducido.
Estadisticas de la palabra conducido
Conducido es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 7426 según la RAE.
Conducido aparece de media 11.36 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la conducido en las obras de referencia de la RAE contandose 1726 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Conducido
Cómo se escribe conducido o conduzido?
Cómo se escribe conducido o sondusido?
Más información sobre la palabra Conducido en internet
Conducido en la RAE.
Conducido en Word Reference.
Conducido en la wikipedia.
Sinonimos de Conducido.

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece conducido
La palabra conducido puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 2137
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Su mujer le había contado al día siguiente cómo fué conducido a su barraca el herido valentón. ...
En la línea 1779
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sin embargo, que nuestros lectores se tranquilicen: si D'Artagnan olvida a su hospedero o hace ademán de olvidarlo so pretexto de que no sabe adónde ha sido conducido, nosotros no lo olvidamos, y nos otros sabemos dónde está. ...
En la línea 4225
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Acababa de vol ver hacía una o dos horas; había acompañado a su mujer hasta el lu gar al que la habían conducido, o por lo menos hasta el primer relevo. ...
En la línea 10629
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Planchet se puso a buscar al postillón que había conducido la silla, y lo encontró. ...
En la línea 10630
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Había conducido a la señora hasta Fromelles, y de Fro melles ella había partido hacia Armentières. ...
En la línea 7246
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Alargó después el vaso al moro viejo, quien se lo bebió, y luego, conducido por el muchacho, se fué hacia la puerta sin proferir palabra. ...
En la línea 1505
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Con gran deseo quedó el Caballero de la Triste Figura de saber quién fuese el dueño de la maleta, conjeturando, por el soneto y carta, por el dinero en oro y por las tan buenas camisas, que debía de ser de algún principal enamorado, a quien desdenes y malos tratamientos de su dama debían de haber conducido a algún desesperado término. ...
En la línea 1542
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Por esto conjeturamos que la locura le venía a tiempos, y que alguno que se llamaba Fernando le debía de haber hecho alguna mala obra, tan pesada cuanto lo mostraba el término a que le había conducido. ...
En la línea 1674
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ¡Oh vosotros, quienquiera que seáis, rústicos dioses que en este inhabitable lugar tenéis vuestra morada, oíd las quejas deste desdichado amante, a quien una luenga ausencia y unos imaginados celos han traído a lamentarse entre estas asperezas, y a quejarse de la dura condición de aquella ingrata y bella, término y fin de toda humana hermosura! ¡Oh vosotras, napeas y dríadas, que tenéis por costumbre de habitar en las espesuras de los montes, así los ligeros y lascivos sátiros, de quien sois, aunque en vano, amadas, no perturben jamás vuestro dulce sosiego, que me ayudéis a lamentar mi desventura, o, a lo menos, no os canséis de oílla! ¡Oh Dulcinea del Toboso, día de mi noche, gloria de mi pena, norte de mis caminos, estrella de mi ventura, así el cielo te la dé buena en cuanto acertares a pedirle, que consideres el lugar y el estado a que tu ausencia me ha conducido, y que con buen término correspondas al que a mi fe se le debe! ¡Oh solitarios árboles, que desde hoy en adelante habéis de hacer compañía a mi soledad, dad indicio, con el blando movimiento de vuestras ramas, que no os desagrade mi presencia! ¡Oh tú, escudero mío, agradable compañero en más prósperos y adversos sucesos, toma bien en la memoria lo que aquí me verás hacer, para que lo cuentes y recetes a la causa total de todo ello! Y, diciendo esto, se apeó de Rocinante, y en un momento le quitó el freno y la silla; y, dándole una palmada en las ancas, le dijo: -Libertad te da el que sin ella queda, ¡oh caballo tan estremado por tus obras cuan desdichado por tu suerte! Vete por do quisieres, que en la frente llevas escrito que no te igualó en ligereza el Hipogrifo de Astolfo, ni el nombrado Frontino, que tan caro le costó a Bradamante. ...
En la línea 3172
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ''Sí'', dije yo; y, queriendo comenzar a decirle mi suceso, y de dónde veníamos y quién éramos, uno de los cristianos que con nosotros venían conoció al jinete que nos había hecho la pregunta, y dijo, sin dejarme a mí decir más palabra: ''¡Gracias sean dadas a Dios, señores, que a tan buena parte nos ha conducido!, porque, si yo no me engaño, la tierra que pisamos es la de Vélez Málaga, si ya los años de mi cautiverio no me han quitado de la memoria el acordarme que vos, señor, que nos preguntáis quién somos, sois Pedro de Bustamante, tío mío''. ...
En la línea 84
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Habíase conducido a ese hombre a una degradación más grande que la del más ínfimo de nuestros animales domésticos. ...
En la línea 541
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Ehremberg hace constar que estas partículas conservan cierto grado de irritabilidad. Mis observaciones, hechas en su mayor parte con agua tomada directamente en el mar fosforescente, me han conducido a una conclusión distinta; y puedo añadir también que habiendo tenido ocasión de servirme de una red mientras que el mar fosforecía, la dejé en parte, y al usarla de nuevo a la noche siguiente noté que emitía tanta luz al sumergirla en el agua como en el momento en que la extraía el día anterior. No me parece probable, en este caso, que las partículas gelatinosas hayan podido permanecer tanto tiempo vivas. Recuerdo también haber conservado en el agua hasta su muerte un pez del género Dianoea; y este agua se tornó entonces luminosa. ...
En la línea 1484
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... toy convencido, aun cuando no pueda exponer aquí todas las razones que me han conducido a este convencimiento, de que estas terrazas de guijarros se han acumulado durante la elevación gradual de la cordillera, habiendo depositado los torrentes sus detritus a niveles sucesivos en la orilla de estrechos y largos brazos de mar, primero, en la cima de los valles, después, cada vez más abajo, a medida que el terreno se elevaba gradualmente. así es, y a mí no me cabe duda, la gran cadena de las cordilleras, en lugar de haber surgido de repente como creían antes todos los geólogos, y todavía hoy muchos, se ha levantado lenta y gradualmente, del mismo modo que lo han sido las costas del Atlántico y del Pacífico en un período muy reciente ...
En la línea 2898
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... uthony, uno de los naturalistas agregados a la gran expedición antártica organizada por los Estados Unidos: «Habiendo examinado personalmente muchas islas de coral y residido ocho meses en islas volcánicas rodeadas en parte de arrecifes, no dudo en decir que mis observaciones me han conducido a adoptar la teoría de Mr ...
En la línea 1219
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Según los periodistas, el Hombre-Montaña sería conducido al puerto en la mañana siguiente para que empezase sus trabajos. ...
En la línea 1381
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Golbasto, el gran poeta nacional, había sido encontrado por unos pescadores, poco antes de la salida del sol, tendido en la playa sobre la línea divisoria del agua y la arena. Lo habían conducido moribundo a su vivienda, pero a la hora en que aparecieron dichas ediciones los médicos mostraban esperanzas de salvarle la vida. ...
En la línea 1384
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Como un vago rumor empezó a circular la murmuración de que también a Momaren lo habían llevado a su casa, en las primeras horas de la mañana, unos hombres que lo encontraron cerca del puerto. Pero como se trataba de un personaje oficial, fue imposible conocer la verdad. Nadie pudo encontrar a los empleados universitarios que habían cometido la indiscreción de contar la llegada de Momaren conducido en brazos por unos marineros. Al contrario, todos declaraban que esta noticia era absurda, pues el jefe de la Universidad estaba en cama desde tres días antes. ...
En la línea 256
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Poco después de la una de la tarde, Tom se sometió resignado a la prueba de que le vistieran para comer. Hallóse cubierto de ropas tan finas como antes, pero todo distinto, todo cambiado, desde la golilla hasta las medias. Fue conducido con mucha pompa a un aposento espacioso y adornado, donde estaba ya la mesa puesta para una persona. El servicio era todo de oro macizo, embellecido con dibujos que lo hacían casi de valor incalculable, puesto que eran obra de Benvenuto. La estancia se hallaba medio llena de nobles servidores. Un capellán bendijo la mesa, y Tom se disponía a empezar, porque el hambre en él era orgánica, cuando fue interrumpido por milord el conde de Berkeley, el cual le prendió una servilleta al cuello, porque el elevado cargo de mastelero del Príncipe de Gales era hereditario en la familia de aquel noble. Presente estaba el copero de Tom, y se anticipó a todas sus tentativas de servirse vino. También se hallaba presente el catador de Su Alteza el Príncipe de Gales, listo para probar, en cuanto se le pidiera, cualquier platillo sospechoso, corriendo el riesgo de envenenarse. En aquella época no era ya sino un apéndice decorativo, y rara vez se veía llamado a ejercitar su función; pero tiempos hubo, no muchas generaciones atrás, en que el oficio de catador tenía sus peligros y no era un honor muy deseable. Parece raro que no utilizasen un perro o un villano, pero todas las cosas de la realeza son extrañas. Allí estaba milord D'Arcy, primer paje de cámara, para hacer sabe Dios qué; pero allí estaba y eso basta. El lord primer despensero se hallaba también presente y se mantenía detrás de la silla de Tom, vigilando la ceremonia, a las órdenes del lord gran mayordomo y el lord cocinero jefe, que estaban cerca. Además de éstos contaba Tom con trescientos ochenta y cuatro criadas; pero, por supuesto, no estaban todos ellos en el aposento, ni la cuarta parte, ni Tom tenía noticias de que existieran. ...
En la línea 268
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... A petición suya, nuestro amiguito fue ahora conducido a su gabinete particular, y lo dejaron solo y librado a su voluntad. ...
En la línea 546
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Después del desayuno fue conducido con regia pompa y acompañado de los grandes dignatarios y de su guardia de cincuenta caballeros pensionistas, que llevaban hachas de combate doradas, al salón del trono, donde comenzó a despachar los negocios de Estado. Su 'tío' lord Hertford, se puso junto al trono para ayudar con buenos consejos a la mente regia. ...
En la línea 1107
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El día siguiente y el otro siguieron su caminata despacio, sin dejar de hablar de las aventuras que habían tenido desde su separación, y gozando grandemente con sus narraciones. Hendon refirió todas sus idas y venidas en busca del rey, y le dijo cómo el arcángel le había conducido por todo el bosque, hasta llevarlo otra vez a la choza, cuando al fin vio que no sé podía desembarazar de él. Entonces –prosiguió–, el viejo entró al cubil y volvió dando traspiés y en extremo alicaído, pues dijo que esperaba encontrarse con que el niño había vuelto y se había tendido a descansar, mas no era así. Hendon aguardó todo el día en la choza, y cuando al fin perdió la esperanza del regreso del rey, partió, otra vez en su busca. ...
En la línea 2383
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Tales eran los recuerdos históricos que la inscripción del capitán Nemo había despertado en mí. Así, pues, conducido por el más extraño destino, estaba yo pisando una de las montañas de aquel continente. Mi mano tocaba ruinas mil veces seculares y contemporáneas de las épocas geológicas. Mis pasos se inscribían sobre los que habían dado los contemporáneos del primer hombre. Mis pesadas suelas aplastaban los esqueletos de los animales de los tiempos fabulosos, a los que esos árboles, ahora mineralizados, cubrían con su sombra. ...
En la línea 3427
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Otro error mío ha sido no darles dinero ‑siguió pensando mientras regresaba, cabizbajo, al rincón de Lebeziatnikof‑. ¿Por qué demonio habré sido tan judío? Mis cálculos han fallado por completo. Yo creía que, dejándolas momentáneamente en la miseria, las preparaba para que luego vieran en mí a la providencia en persona. Y se me han escapado de las manos… Si les hubiera dado… , ¿qué diré yo?, unos mil quinientos rublos para el ajuar, para comprar esas telas y esos menudos objetos, esas bagatelas, en fin, que se venden en el bazar inglés, me habría conducido con más habilidad y el negocio me habría ido mejor. Ellas no me habrían soltado tan fácilmente. Por su manera de ser, después de la ruptura se habrían creído obligadas a devolverme el dinero recibido, y esto no les habría sido ni grato ni fácil. Además, habría entrado en juego su conciencia. Se habrían dicho que cómo podían romper con un hombre que se había mostrado tan generoso y delicado con ellas. En fin, que he cometido una verdadera pifia.» ...
En la línea 3458
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Nada de escupir. Se trata de una simple protesta. Yo procedo con vistas a una finalidad útil. Así puedo prestar una ayuda indirecta a la propaganda de las nuevas ideas y a la civilización, lo que representa un deber para todos. Y este deber tal vez se cumple mejor prescindiendo de los convencionalismos sociales. Puedo sembrar la idea, la buena semilla. De esta semilla germinarán hechos. ¿En qué ofendo a las personas con las que procedo así? Empezarán por sentirse heridas, pero después verán que les he prestado un servicio. He aquí un ejemplo: se ha reprochado a Terebieva, que ahora forma parte de la commune y que ha dejado a su familia para… entregarse libremente, que haya escrito una carta a sus padres diciéndoles claramente que no quería vivir ligada a los prejuicios y que iba a contraer una unión libre. Se dice que ha sido demasiado dura, que debía haber tenido piedad y haberse conducido con más diplomacia. Pues bien, a mí me parece que este modo de pensar es absurdo, que en este caso las fórmulas están de más y se impone una protesta clara y directa. Otro caso: Ventza ha vivido siete años con su marido y lo ha abandonado con sus dos hijos, enviándole una carta en la que le ha dicho francamente: «Me he dado cuenta de que no puedo ser feliz a tu lado. No te perdonaré jamás que me hayas engañado, ocultándome que hay otra organización social: la commune. Me ha informado de ello últimamente un hombre magnánimo, al que me he entregado y al que voy a seguir para fundar con él una commune. Te hablo así porque me parecería vergonzoso engañarte. Tú puedes hacer lo que quieras. No esperes que vuelva a tu lado: ya no es posible. Te deseo que seas muy feliz.» Así se han de escribir estas cartas. ...
En la línea 4841
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Al volver a casa tras su última visita a su hermano, Dunia encontró a su madre con fiebre alta y delirando. Aquella misma noche se puso de acuerdo con Rasumikhine sobre lo que debían decir a Pulqueria Alejandrovna cuando les preguntara por Rodia. Urdieron toda una novela en torno a la marcha de Rodion a una provincia de los confines de Rusia con una misión que le reportaría tanto honor como provecho. Pero, para sorpresa de los dos jóvenes, Pulqueria Alejandrovna no les hizo jamás pregunta alguna sobre este punto. Había inventado su propia historia para explicar la marcha precipitada de su hijo. Refería llorando, la escena de la despedida y daba a entender que sólo ella conocía ciertos hechos misteriosos e importantísimos. Afirmaba que Rodia tenia enemigos poderosos de los que se veía obligado a ocultarse, y no dudaba de que alcanzaría una brillante posición cuando lograse allanar ciertas dificultades. Decía a Rasumikhine que su hijo sería un hombre de Estado. Para ello se fundaba en el artículo que había escrito y que denotaba, según ella, un talento literario excepcional. Leía sin cesar este artículo, a veces en voz alta. No se apartaba de él ni siquiera cuando se iba a dormir. Pero no preguntaba nunca dónde estaba Rodia, aunque el cuidado que tenían su hija y Rasumikhine en eludir esta cuestión debía de parecer sospechosa. El extraño mutismo en que se encerraba Pulqueria Alejandrovna acabó por inquietar a Dunia y a Dmitri Prokofitch. Ni siquiera se quejaba del silencio de su hijo, siendo así que, cuando estaban en el pueblo, vivía de la esperanza de recibir al fin una carta de su querido Rodia. Esto pareció tan inexplicable a Dunia, que la joven llegó a sentirse verdaderamente alarmada. Se dijo que su madre debía de presentir que había ocurrido a Rodia alguna gran desgracia y que no se atrevía a preguntar por temor a oír algo más horrible de lo que ella suponía. Fuera como fuese, Dunia se daba perfecta cuenta de que su madre tenía trastornado el cerebro. Sin embargo, un par de veces Pulqueria Alejandrovna había conducido la conversación de modo que tuvieran que decirle dónde estaba Rodia. Las vagas e inquietas respuestas que recibió la sumieron en una profunda tristeza y durante mucho tiempo se la vio sombría y taciturna. ...
En la línea 1567
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Desde el principio del ataque, mistress Aouida se había conducido valerosamente. Con revólver en mano, se defendía heroicamente; tirando por entre los cristales rotos, cuando asomaba algún salvaje. Unos veinte sioux, heridos de muerte, habían caído a la vía, y las ruedas de los vagones aplastaban a los que se caian sobre los rieles desde las plataformas. ...
En la línea 1852
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Y entonces ocurrió a Picaporte una idea terrible: ¡la de que él tenía la culpa ocultando a mister Fogg lo que sabía! Cuando Fix había revelado su condición de inspector de policía y la misión de que estaba encargado, ¿por qué no se lo había revelado a su amo? Advertido éste, quizá hubiera dado a Fix pruebas de su inocencia, demostrándole su error, y en todo caso, no hubiera conducido a sus expensas y en su seguimiento a ese malaventurado agente, a poner pie en suelo del Reino Unido. Al pensar en sus culpas e imprudencias, el pobre mozo sentía irresistibles remordimientos. Daba lástima verle llorar y querer hasta romperse la cabeza. ...

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