Cual es errónea Testigos o Teztigoz?
La palabra correcta es Testigos. Sin Embargo Teztigoz se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino teztigoz es que hay un Intercambio de las letras s;z con respecto la palabra correcta la palabra testigos
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Sinonimos de Testigos.

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Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras s;z
Reglas relacionadas con los errores de s;z
Las Reglas Ortográficas de la S
Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz
Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad
Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa
Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso
Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima
Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.
Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.
Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.
Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.
Las Reglas Ortográficas de la Z
Se escribe z y no c delante de a, o y u.
Se escriben con z las terminaciones -azo, -aza.
Ejemplos: pedazo, terraza
Se escriben con z los sustantivos derivados que terminan en las voces: -anza, -eza, -ez.
Ejemplos: esperanza, grandeza, honradez
La X y la S
Algunas Frases de libros en las que aparece testigos
La palabra testigos puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 746
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿Valía para el tribunal la palabra de un hombre honrado? Pues ésta era la verdad, aunque no podía presentar testigos. ...
En la línea 2505
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Añadió que no conocía ni al señor ni a la señora Bonacieux, que jamás había hablado con el uno ni con la otra; que hacia las diez de la noche había ido a hacer una visita al señor D'Artagnan, su amigo, pero que hasta esa hora había estado en casa del señor de Tréville donde había cenado: veinte testigos -añadió-podían atestiguar el hecho y nombró a variosgentileshombres distinguidos, entre otros al señor duque de La Trémouille. ...
En la línea 3959
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¡Su Majestad me ha hecho el honor de concederme esa gracia!-Y eso, ¿en presencia de testigos? Imprudente, tres veces imprudente. ...
En la línea 6552
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Por otra parte, tenía mil precauciones que tomar, mil consejos que dar a su defensor, para que evitara e xplicaciones ante testigos con el conde. ...
En la línea 10724
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Nosotros somos testigos -dijeron con un solo movimiento los dos mosqueteros. ...
En la línea 4455
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Tomé la cincha y me puse a contar muy despacio la cantidad a que ascendía el alquiler del caballo; después de entregársela delante de testigos, dije: —Durante todo el viaje no nos ha servido usted de nada; sin embargo, ha disfrutado del mismo trato que nosotros, y ha comido y bebido a su antojo: tenía intención de darle a usted dos duros de _propina_; pero en vista de que a pesar de lo bien que le hemos tratado ha querido usted robarnos, no le doy ni un _cuarto_; conque váyase a sus negocios. ...
En la línea 5131
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ¿Qué necesidad tiene de avisarme? —Puede que crea usted—continuó el hombre—que su señoría no tiene testigos; pues los tiene, sépalo usted, y muchos, y muy respetables además. ...
En la línea 1908
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Sabed, señor, que él me ha pedido por esposa, y mi padre, llevado de la ventaja que él piensa que don Fernando os hace, ha venido en lo que quiere, con tantas veras que de aquí a dos días se ha de hacer el desposorio, tan secreto y tan a solas, que sólo han de ser testigos los cielos y alguna gente de casa. ...
En la línea 1916
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... »Digo, pues, que, así como Luscinda me vio, me dijo: ''Cardenio, de boda estoy vestida; ya me están aguardando en la sala don Fernando el traidor y mi padre el codicioso, con otros testigos, que antes lo serán de mi muerte que de mi desposorio. ...
En la línea 2016
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ''Si no reparas más que en eso, bellísima Dorotea -(que éste es el nombre desta desdichada), dijo el desleal caballero-, ves: aquí te doy la mano de serlo tuyo, y sean testigos desta verdad los cielos, a quien ninguna cosa se asconde, y esta imagen de Nuestra Señora que aquí tienes''.» Cuando Cardenio le oyó decir que se llamaba Dorotea, tornó de nuevo a sus sobresaltos y acabó de confirmar por verdadera su primera opinión; pero no quiso interromper el cuento, por ver en qué venía a parar lo que él ya casi sabía; sólo dijo: -¿Que Dorotea es tu nombre, señora? Otra he oído yo decir del mesmo, que quizá corre parejas con tus desdichas. ...
En la línea 2026
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Porque, ¿qué razones serán bastantes para persuadir a mis padres, y a otros, que este caballero entró en mi aposento sin consentimiento mío?'' »Todas estas demandas y respuestas revolví yo en un instante en la imaginación; y, sobre todo, me comenzaron a hacer fuerza y a inclinarme a lo que fue, sin yo pensarlo, mi perdición: los juramentos de don Fernando, los testigos que ponía, las lágrimas que derramaba, y, finalmente, su dispusición y gentileza, que, acompañada con tantas muestras de verdadero amor, pudieran rendir a otro tan libre y recatado corazón como el mío. ...
En la línea 4125
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¿Por qué en día semejante, cuando su espíritu acababa de entrar en vida nueva, vida de víctima, pero no de sacrificio estéril, sin testigos, si no acompañado por la voz animadora de un alma hermana; por qué en ocasión tan importuna se presentaba aquel afán de sus entrañas, que ella creía cosa de los nervios, a mortificarla, a gritar ¡guerra! dentro de la cabeza, y a volver lo de arriba abajo? ¿No había estado en la fuente de Mari —Pepa entregada a la esperanza de la virtud? ¿No se abrían nuevos horizontes a su alma? ¿No iba a vivir para algo en adelante? ¡Oh! ¡quién le hubiera puesto al señor Magistral allí! Su mano tropezó con la de un hombre. ...
En la línea 4982
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El Magistral lo presumía y habló como si fuera delante de testigos. ...
En la línea 5928
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Más de una vez, sin embargo, al resolver una injusticia, un despojo, una crueldad útil, vaciló su ánimo (estaba nervioso, no sabía qué hierba había pisado), pero el recuerdo de su madre por un lado, la presencia de aquellos testigos ordinarios de su frescura, de su habilidad y firmeza, por otro, y en gran parte la fuerza de la inercia, la costumbre, le mantenían en su puesto; fue el de siempre, resolvió como siempre, y nadie tuvo allí que pensar si el Provisor se habría vuelto loco, ni él necesitó inventar cuentos para engañar a su madre. ...
En la línea 6270
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En silencio y cara a cara era como él no miraba a las señoras si había testigos. ...
En la línea 27
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Mas su bosquecillos de rosales en los que abundaban tanto las flores como las hojas, sus plazoletas con fuentes de cantarino gotear, sus enramadas susurrantes bajo las cuales se arrullaban palomas, y su playa de guijarros azules entre peñascos que parecían bloques de mármol en espera de un cincel, fueron testigos muchas veces de lentas conversaciones de los dos enamorados y sus silencios solo interrumpidos por el chasquido de los besos. ...
En la línea 1188
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En vez de esto, el Papa se limitaba a entablar una acción de divorcio, anulando el casamiento de Sforza con su hija, y para esto nombró un Tribunal en el que figuraban las personas más respetables e íntegras de entonces. Como dicha anulación tenía por base el hecho de que Lucrecia aún estaba virgen, fue invitado el marido, según costumbre de la época, a demostrar su virilidad delante de testigos, y se negó obstinadamente a esta prueba. ...
En la línea 1189
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Su tío Ludovico el Moro, tirano de Milán, por honor de su familia y para evitar los comentarlos regocijados de toda Italia, que cubrían de ridículo a un Sforza, le exigió, lo mismo que el Tribunal de Roma, que se sometiese a probar su virilidad ante testigos y tampoco quiso obedecer dicha orden. ...
En la línea 1620
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Estoy en relaciones—dijo—con los cuatro testigos que preparan el encuentro. Hasta los he ayudado un poco con mi influencia. ...
En la línea 3993
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Subió Nones, y la dama, después de recomendar al sillero y a otros vecinos que barrieran la delantera de las respectivas puertas, iba a subir también; pero le interceptaron el paso dos sujetos que bajaban. Era el uno don José Ido del Sagrario, a quien no conocerían los testigos de sus románticas hazañas al principio de esta historia, según estaba ya de bien trajeado y limpio. Visto por detrás, parecía otra persona; mas de frente, lo desengonzado de su cuerpo, la escualidez carunculosa de su cara y el desarrollo cada vez mayor de la nuez, le declaraban idéntico a sí mismo. El que le acompañaba era un infeliz músico, habitante en el segundo patio y en el mismo cuchitril en que anidara antes Izquierdo. Lo primero que se notaba en él era la gran bufanda que le envolvía el cuello subiendo en sus vueltas hasta más arriba de las orejas, y descendiendo hasta el pecho. Llevaba gorra con galón, y de la bufanda para abajo toda la ropa era de purísimo verano, y además adelgazada por el uso. Temblaba de frío, y con el brazo derecho oprimía los aros broncíneos de un trombón, dirigiendo la abollada boca hacia adelante como si quisiera bostezar con ella en vez de hacerlo con la suya propia. ...
En la línea 4970
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pero Jacinta era muy incrédula en este particular, y miraba tristemente a la pareja cuando pasaba. Al retirase, Moreno pudo hablarle un instante sin testigos. ...
En la línea 6060
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Mientras estuvo allí el Padre Nones, Ballester se mantuvo en una actitud consternada, contemplando el lastimoso cuadro con el respeto que infunden los muertos, y encerrando su dolor en una compostura que tenía cierta corrección. Pero cuando no quedaron allí más testigos que la santa y Segunda, el buen farmacéutico creyó que no tenía para qué sujetar la onda impetuosa que del corazón le salía, y llegándose al cuerpo todavía caliente de su infeliz amiga, la abrazó, y estampó multitud de besos en su frente y mejillas. ...
En la línea 664
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Con la venia de Vuestra Majestad. En el juicio se demostró que ese hombre entró en una casa de la aldea de Islington, donde había un enfermo; tres testigos dicen que entró a las diez de la mañana y otros dos que unos minutos más tarde. El enfermo estaba a la sazón solo y durmiendo. Ese hombre no tardó en salir y proseguir su camino. El enfermo murio al cabo de una hora, desgarrado por espasmos y estremecimientos. ...
En la línea 697
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Porque ciertos testigos las vieron encaminarse allá, Majestad. Esto provocó sospechas, y sus efectos las han confirmado y justificado. En particular está demostrado que, por el perverso poder que así obtuvieron, invocaron y provocaron una tormenta, que devastó toda la comarca. Cuarenta testigos han declarado que hubo tormenta, y con facilidad se habrían podido encontrar mil, porque todos tuvieron razón para recordarla, ya que fueron sus víctimas. ...
En la línea 697
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Porque ciertos testigos las vieron encaminarse allá, Majestad. Esto provocó sospechas, y sus efectos las han confirmado y justificado. En particular está demostrado que, por el perverso poder que así obtuvieron, invocaron y provocaron una tormenta, que devastó toda la comarca. Cuarenta testigos han declarado que hubo tormenta, y con facilidad se habrían podido encontrar mil, porque todos tuvieron razón para recordarla, ya que fueron sus víctimas. ...
En la línea 3376
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... De nuevo estábamos aprisionados, como obligados testigos del siniestro drama que se fraguaba. Apenas tuvimos tiempo para reflexionar. Refugiados en mi camarote, nos mirábamos sin pronunciar una sola palabra. Me sentía dominado por un profundo estupor, incapaz de pensar. Me hallaba en ese penoso estado que precede a la espera de una espantosa detonación. Esperaba, escuchaba, con todo mi ser concentrado en el oído. ...
En la línea 1204
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Habíase cometido un crimen que se hizo célebre, y el señor Wopsle estaba enrojecido hasta las cejas. Se deleitaba ante cada uno de los violentos adjetivos de la descripción y se identificaba con cada uno de los testigos de la instrucción del proceso. Con voz débil y quejumbrosa decía «¡Estoy perdido!», cuando se trataba de los últimos momentos de la víctima, y en voz salvaje gritaba: «¡Voy a arreglarte las cuentas!», refiriéndose a las palabras pronunciadas por el asesino. Explicó el examen de los médicos forenses imitando el modo de hablar del practicante del pueblo, y habló con voz tan débil y temblorosa al repetir la declaración del guarda de la barrera que había oído golpes, de un modo tan propio de un paralítico, que llegó a inspirarnos serias dudas acerca de la cordura de aquel testigo. El coroner, en manos del señor Wopsle, se convirtió en Timón de Atenas; el alguacil, en Coriolano. Él disfrutaba lo indecible y nosotros también, aparte de que todos estábamos muy cómodos y a gusto. En aquel estado mental agradable llegamos al veredicto de «asesinato premeditado». ...
En la línea 1216
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... —Lo sabe sin duda alguna. ¿Por qué no lo dijo de antemano? Ahora voy a hacerle otra pregunta — añadió tomando posesión del señor Wopsle como si tuviese algún derecho sobre él —. ¿Sabe usted ya que a ninguno de esos testigos se les ha interrogado de nuevo? ...
En la línea 1220
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¿Cómo? ¿Quiere usted contestar a la pregunta o no? En fin, pruébelo otra vez — añadió señalándole de nuevo con el dedo—. Fíjese en lo que diga. ¿Está usted enterado o no de que no se han hecho repreguntas a los testigos? No quiero que me conteste más que sí o no. ...
En la línea 1757
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... - Están preparando las declaraciones de testigos para Bailey - dijo el señor Wemmick cuando salimos. ...
En la línea 3303
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¡Mientes, mientes! ¡No pasará nada! ¡Ya puedes llamar! Sabes que estoy enfermo y has pretendido exasperarme, aturdirme, para que diga lo que no debo. Éste ha sido tu plan. No tienes pruebas; lo único que tienes son míseras sospechas, conjeturas tan vagas como las de Zamiotof. Tú conocías mi carácter y me has sacado de mis casillas para que aparezcan de pronto los popes y los testigos. ¿Verdad que es éste tu propósito? ¿Qué esperas para hacerlos entrar? ¿Dónde están? ¡Ea! Diles de una vez que pasen. ...
En la línea 3307
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Ya vienen ‑exclamó Raskolnikof‑. Has enviado por ellos… Los esperabas… Lo tenías todo calculado… Bien, hazlos entrar a todos; haz entrar a los testigos y a quien quieras… Estoy preparado. ...
En la línea 3613
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Perdónenme que les interrumpa ‑dijo Piotr Petrovitch sin dirigirse a nadie particularmente‑, pero me he visto obligado a venir por un asunto de gran importancia. Además, celebro poder hablar ante testigos. Amalia Ivanovna, le ruego que, en su calidad de propietaria de la casa, preste atención al diálogo que voy a mantener con Sonia Simonovna. ...
En la línea 3615
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Sonia Simonovna, inmediatamente después de su visita he advertido la desaparición de un billete de Banco de cien rublos que estaba sobre una mesa en la habitación de mi amigo Andrés Simonovitch Lebeziatnikof. Si usted sabe dónde está ese billete y me lo dice, le doy palabra de honor, en presencia de todos estos testigos, de que el asunto no pasará adelante. En el caso contrario, me veré obligado a tomar medidas más serias, y entonces no tendrá derecho a quejarse sino de usted misma. ...
En la línea 645
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Cuando el golpe ha sido realizado con habilidad y los testigos dudan, el dinero robado queda en el bolsillo del ladrón; eso, claro está, si se trata de una suma pequeña, porque de lo contrario los croupieres o algún jugador no dejarán de darse cuenta de ello. Si se trata de una suma mínima, el verdadero dueño renuncia muchas veces a discutir y se retira, por temor al escándalo. Cuando se consigue desenmascarar al ratero se le expulsa en el acto de un modo ignominioso por “levantar muertos”, como se dice en el argot de los jugadores. ...
En la línea 1115
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... El fiscal en su réplica fue violento y florido, como lo son habitualmente los fiscales. Además de cien pruebas más -terminó diciendo-, lo reconocieron cuatro testigos: el inspector de policía Javert y tres de sus antiguos compañeros de ignominia, Brevet, Chenildieu y Cochepaille. ...
En la línea 1131
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... El presidente ordenó hacer comparecer a los testigos. ...
En la línea 1143
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Se adelantó hacia los testigos y les dijo: ...
En la línea 1154
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Volviéndose hacia los tres testigos, les dijo: ...
En la línea 272
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... El Eldorado arrojó a sus parroquianos a la calle para presenciar la prueba. Las mesas quedaron desiertas, y los traficantes y los cazadores se acer caron a ver el resultado de la apuesta y a hacer las suyas. Varios centenares de hombres, con abrigo y guantes de piel, rodearon el trineo a prudente distancia. El trineo de Matthewson, cargado con quinientos kilos de harina, llevaba un par de horas detenido, y bajo el intenso frío (más de quince grados bajo cero), los patines congelados se habían incrustado en la nieve compacta. Hubo apuestas de dos contra uno a que Buck no lograría moverlo. Se inició una discusión acerca del término «arrancar». OTrien sostuvo que Thornton tenía derecho a liberar los patines para que Buck «arrancara» el trineo. Matthewson insistió en que «arrancar» incluía liberar los patines de las heladas garras de la nieve. La mayoría de los que habían sido testigos de la apuesta inicial se pusieron a favor de Matthewson, con lo cual las apuestas subieron en contra de Buck a razón de tres a uno. ...
En la línea 1558
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El vagón, que tenía unos cincuenta pies de largo, se prestaba muy bien para el caso. Los adversarios podían marchar uno contra otro entre las banquetas y fusilarse a su gusto. Nunca hubo duelo más fácil de arreglar. Mister Fogg y el coronel Proctor, provistos cada uno de dos revólveres, entraron en el vagón. Sus testigos los encerraron. Al primer silbido de la locomotora debía comenzar el fuego. Y luego, después de un transcurso de dos minutos, se sacaría del coche lo que quedase de los dos caballeros. ...

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