Cual es errónea Recuerdos o Rekuerdos?
La palabra correcta es Recuerdos. Sin Embargo Rekuerdos se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino rekuerdos es que hay un Intercambio de las letras k;c con respecto la palabra correcta la palabra recuerdos
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Recuerdos en la RAE.
Recuerdos en Word Reference.
Recuerdos en la wikipedia.
Sinonimos de Recuerdos.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece recuerdos
La palabra recuerdos puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1680
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Unicamente el perro, enroscado a sus pies, parecía conservar recuerdos y sentir odio. ...
En la línea 1690
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La aparición de una mujercilla débil y pálida pareció animar con una ráfaga los penosos recuerdos a toda la familia. ...
En la línea 1890
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los muebles viejos y maltrechos, recuerdos perennes de las antiguas peregrinaciones huyendo de la miseria, comenzaban a desaparecer, dejando sitio libre a otros que la hacendosa Teresa adquiría en sus viajes a la ciudad. ...
En la línea 233
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El señor Fermín, influido por sus antiguos respetos a las jerarquías históricas, admiraba a aquel noble y alegre vividor. Estaba devorando los últimos restos de la gran fortuna de su familia, y había influido en el casamiento de su hermana con Dupont, para tener así un refugio cuando le llegase la hora de la total ruina. Su nobleza era de lo más antiguo de Jerez. El pendón de las Navas de Tolosa que sacaban con gran pompa de la casa municipal en determinadas fiestas, lo había ganado a golpes de hacha uno de sus ascendientes. Su título de marqués llevaba el nombre del santo patrón de la ciudad. En su estirpe figuraban toda clase de glorias: amigos de monarcas; Adelantados que infundían miedo a la morisma; virreyes de las Indias, santos arzobispos, almirantes de las galeras reales; pero el alegre marqués daba de barato tantos honores y tan preclaros ascendientes, pensando que hubiera sido mejor para él poseer una fortuna como la de su cuñado Dupont, aunque sin las obligaciones y trabajos de éste. Vivía en un caserón señorial, último resto de una fortaleza sarracena, restaurada y transformada por sus abuelos. En los salones, casi vacíos, sólo quedaban como recuerdos del antiguo esplendor algunos tapices astrosos, cuadros negruzcos con santos ensangrentados en posturas horripilantes, sillerías de estilo Imperio con la seda deshilachada; todo lo que no habían querido los corredores de antigüedades de Sevilla, a los que llamaba el marqués en sus momentos de apuro. Lo demás, trípticos y tablas, espadas y armaduras de los Torreroel de la Reconquista, las riquezas exóticas traídas de las Indias por los virreyes, y los regalos que varios monarcas de Europa habían hecho a sus abuelos, embajadores que dejaron en las cortes más famosas el recuerdo de su fastuosidad principesca, todo había ido desapareciendo después de noches terribles en que la fortuna le volvía la espalda en la mesa de juego, consolándose de su desgracia con _juergas_ estruendosas, de las que hablaba Jerez durante mucho tiempo. ...
En la línea 300
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El canto quejumbroso y melancólico de los pueblos tristes y moribundos, despertaba inexplicables recuerdos, ecos de una existencia anterior. El alma morisca se estremecía en ellos oyendo aquellas coplas de muerte, de sangre, de amores desesperados y fanfarronas amenazas. El viejo capataz, enardecido por la voz de María de la Luz, parecía olvidar que era su hija, y soltaba la guitarra para echarla su sombrero a los pies. ...
En la línea 358
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Además era rojo, como Luzbel y Judas, el color de todos los enemigos de Dios, y su cara inflamada, de ogro en plena digestión, le hacía recordar las de los malos espíritus que gesticulaban horrorosos en las láminas de su devocionario. ¡Y tener que tratar herejes de esta clase, que se burlaban de un país cristiano porque aún conserva puros e intactos los recuerdos de tiempos más felices! ¡Verse obligada a sonreírle, porque era el mejor cliente de la casa!... ...
En la línea 1284
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Cantaba María de la Luz, cantaba el señorito, y hasta el cejijunto _Chivo_, obedeciendo a su patrón, soltaba el chorro de su voz fiera, entonando broncos recuerdos a la reja de la _carse_ y a las _puñalás_ caballerescas por defender a la madre o a la mujer amada. ...
En la línea 1756
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Ya hemos di cho que los jóvenes caballeros recibían sin vergüenza de su rey: aña-damos que, en aquel tiempo de moral fácil, no tenían tampoco ver güenza con sus amantes, ni de que éstas les dejaran casi siempre pre ciosos y duraderos recuerdos, como si ellas hubieran tratado de conquistar la fragilidad de sus sentimientos con la solidez de sus dones. ...
En la línea 2086
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¡Qué locura alimentar una pasión inútil con semejantes re cuerdos!-¿Y con qué queréis entonces que yo viva? Yo no tengo más que recuerdos. ...
En la línea 3571
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Al unir lo que había oído salir de la boca del joven a sus recuerdos pro pios, pudo, pues, hacerse una idea bastante e xacta de una situación, de cuya gravedad, por lo demás, la carta de la reina, por corta y poco explícita que fuese, le daba la medida. ...
En la línea 6359
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Mirad -dijo al cabo de un instante -, D'Artagnan, quitaos ese anillo de vuestro dedo o volved el engaste para dentro; me trae tan crueles recuerdos que no estaría tranquilo para hablar con vos. ...
En la línea 6
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Mas no habiendo tomado la pluma para entrar en tal cuestion, me separo de ella, y paso á mi intento, que no es otro que dar en una pequeña memoria razonada, alguna idea y noticia de lo que son nuestras Islas Filipinas, con el laudable objeto de que en mi memoria y gratos recuerdos de aquellas Islas, vean sus habitantes todos mi gratitud y deseos de contribuir á su prosperidad, por la que me interesaré siempre mas de lo que puedo encarecer. ...
En la línea 20
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Espero que cuantos se dignen honrarme leyendo mis pobres reflexiones, me dispensen toda su induljencia por los defectos que notaren, atendiendo únicamente á ver en mis líneas el deseo laudable de mejoras en Filipinas en los ramos de que va hecha mencion; y si de estas mal coordinadas frases resultare algun beneficio ó utilidad en favor de aquellos paises, con solo esto quedarian premiados con usura los deseos del que habla, por la satisfaccion de haber contribuido al logro de tan interesantes objetos en alguna parte, por pequeña que esta fuese; único premio que anhela por el celo que abriga en su corazon en tan alto grado como el que mas, por el bien y felicidad de todos los habitantes de aquellas Islas, á quienes profesa el mas puro afecto, conserva y conservará siempre las mejores simpatías y mas gratos recuerdos. ...
En la línea 363
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Sí; admirables cosas se ven en Cintra, y admirables son los recuerdos unidos a ellas. ...
En la línea 4088
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Singulares recuerdos comenzaron a invadir mi espíritu: en aquella playa, según la tradición de toda la antigua cristiandad, Santiago, el Santo patrono de España, predicó el Evangelio a los idólatras españoles. ...
En la línea 6395
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Todos estos recuerdos se agolpaban en mi espíritu según íbamos recorriendo la playa, dorada por el sol de Andalucía, que todo lo hermosea. ...
En la línea 1671
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Por la tarde llegamos a Santiago, donde me recibe Mister Caldcleugh con su afabilidad acostumbrada. excursión ha durado veinticuatro días y no tengo idea de espacio de tiempo análogo que más y mejores recuerdos me haya dejado ...
En la línea 3094
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En efecto, es evidente que se empieza perdiendo mucho; hay que separarse de los amigos; hay que romper lazos que os unen con tantos recuerdos queridos.... verdad que os alienta, hasta cierto punto, la esperanza de volver; porque si, como dicen los poetas, la vida es un sueño, estoy seguro de que las visiones del viaje son las que más ayudan a pasar pronto una noche larga ...
En la línea 3114
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... ando evoco los recuerdos del pasado, se representan en mi memoria muchas veces las llanuras de la Patagonia, a pesar de la conformidad en que se hallan todos los viajeros en afirmar que aquello no son otra cosa que miserables desiertos ...
En la línea 269
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Entonces sí que, sin poder él desechar aquellos recuerdos se le presentaba su infancia en los puertos; aquellas tardes de su vida de pastor melancólico y meditabundo. ...
En la línea 975
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Entonces debía de tener, según sus vagos recuerdos, cuatro años. ...
En la línea 1083
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Al llegar a este punto de sus recuerdos la Regenta sintió que se sofocaba, sus mejillas ardían. ...
En la línea 1086
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Aquellos recuerdos de la niñez huyeron, pero la cólera que despertaron, a pesar de ser tan lejana, no se desvaneció con ellos. ...
En la línea 404
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Estela Bustamante ya no era una muñeca tímida y modosita entre la bruma de vagarosos recuerdos. La dulce mediocridad de su carácter se transformaba en encanto místico. Era la Elisabeta de Tannhauser, tolerante, abandonada y dispuesta a perdonar poeta pecador rendido a los pies de Venus. ...
En la línea 507
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Había escogido a Madrid como término de su fuga, creyendo encontrar en esta ciudad un ambiente refractario a sus melancolías; pero los recuerdos de aquella mujer fueron saliéndole al paso. Un día, en el barrio de Salamanca, vio un edificio habitado en otro tiempo por Bustamante. Personas desconocidas lo ocupaban ahora. Doña Nati había creído prudente levantar la casa imaginando que el alto cargo de su cuñado en Roma sería eterno. ...
En la línea 512
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... «Esto pasará—se dijo Borja—. Mi fuga está todavía muy reciente. Aún no hace un mes que me separé de ella. Cuando trabaje de veras estos recuerdos se disolverán como humo.» ...
En la línea 533
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sólo estuvo en Valencia unos días. Volvió otra vez a Madrid, no queriendo seguir el vial e en ferrocarril hasta Barcelona, Peñíscola estaba en el camino. Además, saliendo de España por la estación de Port-Bou caería en Aviñón, y esto le pareció equivalente a volcar con un pie la colmena de sus recuerdos, que, como abejas irritadas le perseguirían en su fuga. ...
En la línea 43
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Varias familias de Nueva Zelanda tomaron pasaje para ir a Sidney o a Melbourne. El joven americano evitaba toda amistad con los compañeros de viaje. Prefería la melancolía de sus recuerdos, entregándose a ellos ya que no le era posible el placer de la lectura. Durante la larga travesía había leído todos los volúmenes que llevaba con el y los de la biblioteca del buque, que por cierto no eran nuevos ni abundantes. ...
En la línea 261
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los guerreros de la Guardia gubernamental, hermosas amazonas de aire desenvuelto y gallardo, defendían el acceso a las habitaciones reservadas o se paseaban en grupos por el patio al quedar libres de servicio. Estos militares privilegiados, que gozaban la categoría de oficiales, pertenecían a las primeras familias de la capital. Iban vestidos de la garganta a los pies con un traje muy ceñido y cubierto de escamas de plata. Su casquete, del mismo metal, estaba rematado por un ave quimérica. Apoyaban la mano izquierda en la empuñadura de su espada, mirando a todas partes con una insolencia de vencedores, o se inclinaban galantemente ante las familias de los altos personajes que iban llegando para la ceremonia. Algunas mamás, severas y malhumoradas, encontraban atrevida la expresión de sus ojos. Otras matronas, cuya barba empezaba a poblarse de canas, quedaban pensativas y melancólicas a la vista de estos hermosos guerreros, que parecían despertar sus recuerdos. Las señoritas que ya estaban en edad de afeitarse fingían rubor ante sus miradas audaces; pero las que no se veían objeto de la belicosa admiración se mostraban nerviosas, envidiando a sus compañeras. ...
En la línea 607
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Calló Ra-Ra, como si le turbasen los pavorosos recuerdos de su vida de perseguido; pero el gigante tenia los ojos fijos en el, animándole a que continuase su historia. ...
En la línea 612
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Ninguno de la servidumbre hablaba inglés, pero temió que anduviese por debajo de la mesa algún universitario vagamente conocedor del idioma y se apresurase a llevar una delación al Comité encargado de suprimir todos los recuerdos del viejo régimen. ...
En la línea 4434
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... En tal situación siente vivos impulsos de salir a la calle; se levanta, se viste, pero no está segura de haberse quitado la venda. Sale, se dirige a la calle de la Magdalena, y se para ante el escaparate de la tienda de tubos, obedeciendo a esa rutina del instinto por la cual, cuando tenemos un encuentro feliz en determinado sitio, volvemos al propio sitio creyendo que lo tendremos por segunda vez. ¡Cuánto tubo!, llaves de bronce, grifos, y multitud de cosas para llevar y traer el agua… Detiénese allí mediano rato viendo y esperando. Después sigue hacia la plaza del Progreso. En la calle de Barrionuevo, se detiene en la puerta de una tienda donde hay piezas de tela desenvueltas y colgadas haciendo ondas. Fortunata las examina, y coge algunas telas entre los dedos para apreciarlas por el tacto. «¡Qué bonita es esta cretona!». Dentro hay un enano, un monstruo, vestido con balandrán rojo y turbante, alimaña de transición que se ha quedado a la mitad del camino darwinista por donde los orangutanes vinieron a ser hombres. Aquel adefesio hace allí mil extravagancias para atraer a la gente, y en la calle se apelmazaban los chiquillos para verle y reírse de él. Fortunata sigue y pasa junto a la taberna en cuya puerta está la gran parrilla de asar chuletas, y debajo el enorme hogar lleno de fuego. La tal taberna tiene para ella recuerdos que le sacan tiras del corazón… Entra por la Concepción Jerónima; sube después por el callejón del Verdugo a la plaza de Provincia; ve los puestos de flores, y allí duda si tirar hacia Pontejos, a donde la empuja su pícara idea, o correrse hacia la calle de Toledo. Opta por esta última dirección, sin saber por qué. Déjase ir por la calle Imperial, y se detiene frente al portal del Fiel Contraste a oír un pianito que está tocando una música muy preciosa. Éntranle ganas de bailar, y quizás baila algo: no está segura de ello. Ocurre entonces una de estas obstrucciones que tan frecuentes son en las calles de Madrid. Sube un carromato de siete mulas ensartadas formando rosario. La delantera se insubordina metiéndose en la acera, y las otras toman aquello por pretexto para no tirar más. El vehículo, cargado de pellejos de aceite, con un perro atado al eje, la sartén de las migas colgando por detrás, se planta, a punto que llega por detrás el carro de la carne con los cuartos de vaca chorreando sangre, y ambos carreteros empiezan a echar por aquellas bocas las finuras de costumbre. No hay medio de abrir paso, porque el rosario de mulas hace una curva, y dentro de ella es cogido un simón que baja con dos señoras. Éramos pocos… A poco llega un coche de lujo con un caballero muy gordo. Que si pasas tú, que si te apartas, que sí y que no. El carretero de la carne pone a Dios de vuelta y media. Palo a las mulas, que empiezan a respingar, y una de estas coces coge la portezuela del simón y la deshace… Gritos, leña, y el carromatero empeñado en que la cosa se arregla poniendo a Dios, a la Virgen, a la hostia y al Espíritu Santo que no hay por dónde cogerlos. ...
En la línea 4881
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... A las doce de un hermoso día de Octubre, D. Manuel Moreno-Isla regresaba a su casa, de vuelta de un paseíto por Hide Park … digo, por el Retiro. Responde la equivocación del narrador al quid pro quo del personaje, porque Moreno, en las perturbaciones superficiales que por aquel entonces tenía su espíritu, solía confundir las impresiones positivas con los recuerdos. Aquel día, no obstante, el cansancio que experimentaba, determinando en él un trabajo mental comparativo, permitíale apreciar bien la situación efectiva y el escenario en que estaba. «Muy mal debe andar la máquina, cuando a mitad de la calle de Alcalá ya estoy rendido. Y no he hecho más que dar la vuelta al estanque. ¡Demonio de neurosis o lo que sea! Yo, que después de darle la vuelta a la Serpentine me iba del tirón a Cromwell road… friolera; como diez veces el paseo de hoy… yo que llegaba a mi casa dispuesto a andar otro tanto, ahora me siento fatigado a la mitad de esta condenada calle de Alcalá… ¡Tal vez consista en estos endiablados pisos, en este repecho insoportable!… Esta es la capital de las setecientas colinas. ¡Ah!, ya están regando esos brutos, y tengo que pasarme a la otra acera para que no me atice una ducha este salvaje con su manga de riego. 'Eso es, bestias, encharcad bien para que haya fango y paludismo… '. Pues por aquí, los barrenderos me echan encima una nube de polvo… 'Animales, respetad a la gente… '. Prefiero las duchas… En fin, que este salvajismo es lo que me tiene a mí enfermo. No se puede vivir aquí… Pues digo; otro pobre. No se puede dar un paso sin que le acosen a uno estas hordas de mendigos. ¡Y algunos son tan insolentes!… 'Toma, toma tú también'. Como me olvide algún día de traer un bolsillo lleno de cobre, me divierto. ¡Aquí no hay policía, ni beneficencia, ni formas, ni civilización!… Gracias a Dios que he subido el repecho. Parece la subida al Calvario, y con esta cruz que llevo a cuestas, más… ¡Qué hermosos nardos vende esta mujer! Le compraré uno… 'Deme usted un nardo. Una varita sola… Vaya, deme usted tres varitas. ¿Cuánto? Tome usted… Abur'. Me ha robado. Aquí todos roban… Debo de parecer un San José; pero no importa… 'Yo no juego a la lotería; déjeme usted en paz'. ¿Qué me importará a mí que sea mañana último día de billetes, ni que el número sea bonito o feo… ? Se me ocurre comprar un billete, y dárselo a Guillermina. De seguro que le toca. ¡Es la mujer de más suerte!… 'Venga ese décimo, niña… Sí, es bonito número. ¿Y tú por qué andas tan sucia?'. ¡Qué pueblo, válgame Dios, qué raza! Lo que yo le decía anteayer a D. Alfonso: 'Desengáñese Vuestra Majestad, han de pasar siglos antes de que esta nación sea presentable. A no ser que venga el cruzamiento con alguna casta del Norte, trayendo aquí madres sajonas'. Ya poco me falta. Francamente, es cosa de tomar un coche; pero no, aguántate, que pronto llegarás… Un entierro por la Puerta del Sol. No, lo que es aquí no me he de morir yo, para que no me lleven en esas horribles carrozas… Dan las doce. Allá están los cesantes mirando caer la bola. Buena bola os daría yo. Ahí viene Casa-Muñoz. ¿Pero qué veo? ¿Es él? Ya no se tiñe. Ha comprendido que es absurdo llevar el pelo blanco y las patillas negras. No me mira, no quiere que le salude. Realmente es muy ridícula la situación de un hombre que se tiñe, el día en que se decide a renunciar a la pintura, porque la edad lo exige o porque se convence de que nadie cree en el engaño… Allí va en un coche la duquesa de Gravelinas… No me ha visto… 'Abur Feijoo… '. ¡Qué bajón ha dado ese hombre!… Vamos, ya entro por mi calle de Correos. Si habrá venido a almorzar mi primo… Lo que es hoy me tiene que hacer un reconocimiento en toda regla, porque me siento muy mal… Que me ausculte bien, porque este corazón parece un fuelle roto. ¿Será esto un fenómeno puramente moral? Puede ser. Ya veo yo el remedio… ¡Pero qué verdes están las uvas, qué verdes! Los balcones tan tristes como siempre. ¡Ah!… sale al mirador Barbarita para hablar con la rata eclesiástica… 'Adiós, adiós… vengo de dar mi paseíto… Estoy muy bien, hoy no me he cansado nada… '. ¡Qué mentira tan grande he dicho! Me canso como nunca. Ahora, escalera de mi casa, sé benévola conmigo. Subamos… ¡Ay, qué corazón, maldito fuelle! Despacito, tiempo hay de llegar arriba. Si no llego hoy, llegaré mañana. Seis escalones a la espalda. ¡Dios mío, lo que falta todavía!». ...
En la línea 1413
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Sobrevino un silencio, no perturbado por ningún movimiento o cuchicheo, y todos los ojos se clavaron en el recién llegado, que cabizbajo y con el ceño fruncido; buscaba en su memoria, entre una atestada multitud de inútiles recuerdos, por un solo hecho pequeñito y elusivo que, de ser hallado, lo sentaría en un trono, y de no serlo, lo dejaría de una vez para siempre como estaba: un mendigo y un paria. Momento tras momento transcurrió y los momentos se convirtieron en minutos, y el niño seguía luchando en silencio sin dar indicios. Mas al fin exhaló un suspiro, movió lentamente la cabeza, y dilo, con labios temblorosos y con afligida voz: ...
En la línea 255
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Y se retiró. Fuese a la Alameda a refrescar sus emociones en la visión de verdura, a oír cantar a los pájaros sus amores. Su corazón verdecía y dentro de él cantábanle también como ruiseñores recuerdos alados de la infancia. ...
En la línea 256
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Era, sobre todo, el cielo de recuerdos de su madre derramando una lumbre derretida y dulce sobre todas sus demás memorias. ...
En la línea 678
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Calla, Giro Batol! ¡No me traigas a la memoria recuerdos terribles! ...
En la línea 2211
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Sandokán calló, y se sumergió en dolorosos recuerdos. Aun cuando se creía muy fuerte, se sentía aplastado por aquel desastre, que le costaba la pérdida de su isla, la muerte de todos los que hasta entonces lo siguieran en cien batallas, y la separación de la mujer amada. ...
En la línea 640
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Un aficionado, nada más, señor. En otro tiempo gustaba yo de coleccionar estas bellas obras creadas por la mano del hombre. Era yo un ávido coleccionista, un infatigable buscador, y así pude reunir algunos objetos inapreciables. Estos son mis últimos recuerdos de esta tierra que ha muerto para mí. A mis ojos, sus artistas modernos ya son antiguos, ya tienen dos o tres mil años de existencia, y los confundo en mi mente. Los maestros no tienen edad. ...
En la línea 2216
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Fue evidente para mí que ese mar, cercado por todas partes por la tierra firme de la que huía, no agradaba al capitán Nemo. Sus aguas y sus brisas debían traerle muchos recuerdos y tal vez pesadumbres. En el Mediterráneo no tenía esa libertad de marcha y esa independencia de maniobras que le dejaban los océanos, y su Nautilus debía sentirse incómodo entre las costas demasiado cercanas de África y de Europa. ...
En la línea 2383
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Tales eran los recuerdos históricos que la inscripción del capitán Nemo había despertado en mí. Así, pues, conducido por el más extraño destino, estaba yo pisando una de las montañas de aquel continente. Mi mano tocaba ruinas mil veces seculares y contemporáneas de las épocas geológicas. Mis pasos se inscribían sobre los que habían dado los contemporáneos del primer hombre. Mis pesadas suelas aplastaban los esqueletos de los animales de los tiempos fabulosos, a los que esos árboles, ahora mineralizados, cubrían con su sombra. ...
En la línea 2384
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... ¡Ah! ¡Cómo sentí que me faltara el tiempo para descender, como hubiera querido, las pendientes abruptas de la montaña y recorrer completamente ese continente inmenso que, sin duda, debió unir África y América, y visitar sus ciudades antediluvianas! Allí se extendían tal vez Majimos, la guerrera, y Eusebes, la piadosa, cuyos gigantescos habitantes vivían siglos enteros y a los que no faltaban las fuerzas para amontonar esos bloques que resistían aún a la acción de las aguas. Tal vez, un día, un fenómeno eruptivo devuelva a la superficie de las olas esas ruinas sumergidas. Numerosos volcanes han sido señalados en esa zona del océano, y son muchos los navíos que han sentido extraordinarias sacudidas al pasar sobre esos fondos atormentados. Unos han oído sordos ruidos que anunciaban la lucha profunda de los elementos y otros han recogido cenizas volcánicas proyectadas fuera del mar. Todo ese suelo, hasta el ecuador, está aún trabajado por las fuerzas plutónicas. Y quién sabe si, en una época lejana, no aparecerán en la superficie del Atlántico cimas de montañas ignívomas formadas por las deyecciones volcánicas y por capas sucesivas de lava. Mientras así soñaba yo, a la vez que trataba de fijar en mi memoria todos los detalles del grandioso paisaje, el capitán Nemo, acodado en una estela musgosa, permanecía inmóvil y como petrificado en un éxtasis mudo. ¿Pensaba acaso en aquellas generaciones desaparecidas y las interrogaba sobre el misterio del destino humano? ¿Era ése el lugar al que ese hombre extraño acudía a sumergirse en los recuerdos de la historia y a revivir la vida antigua, él que rechazaba la vida moderna? ¡Qué no hubiera dado yo por conocer sus pensamientos, por compartirlos, por comprenderlos! ...
En la línea 1007
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Los demás recuerdos de aquel gran festival son que no me quisieron dejar que me durmiera, sino que, en cuanto veían que inclinaba la cabeza, me despertaban ordenándome que me divirtiese. Además, a hora avanzada de la velada, el señor Wopsle nos recitó la oda de Collins y arrojó con tal fuerza al suelo la espada teñida en sangre, que acudió inmediatamente el camarero diciendo: ...
En la línea 1043
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — No me refiero a esta clase de recuerdos, Joe; ni hablo, tampoco, de ningún regalo. ...
En la línea 1173
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Dije a Biddy que quería pasear un poco más, y así lo hicimos hasta que la tarde de verano desapareció ante el crepúsculo, que fue muy hermoso. Yo empecé a reflexionar si, en resumidas cuentas, estaba ahora situado de un modo más natural y agradable que jugando a los naipes a la luz de las bujías en la habitación de los relojes parados y siendo despreciado por Estella. Creí que lo mejor para mí sería olvidar a Estella por completo, así como los demás recuerdos y fantasías, y empezar a trabajar, decidido a que me gustara lo que tenía que hacer, aplicarme a ello y sacar el mejor partido posible. Dudé acerca de que si Estella estuviese a mi lado, en vez de Biddy, tal vez entonces me sentiría desdichado. Tuve que confesarme que estaba seguro de que sería así, y por eso no pude menos que decirme: ...
En la línea 1324
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Si hubieses esperado un instante, Biddy, me habrías oído decir que me propongo traer aquí mi traje, en un fardo, por la noche, es decir, la noche antes de mi marcha. Biddy no dijo ya nada más. Yo la perdoné generosamente y pronto di con afecto las buenas noches a ella y a Joe y me marché a la cama. En cuanto me metí en mi cuartito, me quedé sentado y lo contemplé largo rato, considerándolo una habitacioncita muy pobre y de la que me separaría muy pronto para habitar siempre otras más elegantes. En aquella estancia estaban mis jóvenes recuerdos, y entonces también sentí la misma extraña confusión mental entre ella y las otras habitaciones mejores que iría a habitar, así como me había ocurrido muchas veces entre la forja y la casa de la señorita Havisham y entre Biddy y Estella. ...
En la línea 2264
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Tengo entendido que ha interrogado a todos los que tenían algún objeto empeñado en casa de la vieja. Yo también tenía algo empeñado… , muy poca cosa… , una sortija que me dio mi hermana cuando me vine a Petersburgo, y el reloj de plata de mi padre. Las dos cosas juntas sólo valen cinco o seis rublos, pero como recuerdos tienen un gran valor para mí. ¿Qué te parece que haga? No quisiera perder esos objetos, especialmente el reloj de mi padre. Hace un momento, temblaba al pensar que mi madre podía decirme que quería verlo, sobre todo cuando estábamos hablando del reloj de Dunetchka. Es el único objeto que nos queda de mi padre. Si lo perdiéramos, a mi madre le costaría una enfermedad. Ya sabes cómo son las mujeres. Dime, ¿qué debo hacer? Ya sé que hay que ir a la comisaría para prestar declaración. Pero si pudiera hablar directamente con Porfirio… ¿Qué te parece… ? Así se solucionaría más rápidamente el asunto… Ya verás como, apenas nos sentemos a la mesa, mi madre me habla del reloj. ...
En la línea 2368
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Perdone que le haya molestado por tan poca cosa. Esos objetos sólo valen unos cinco rublos, pero como recuerdos tienen un gran valor para mi. Le confieso que sentí gran inquietud cuando supe… ...
En la línea 4534
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Cómo puede importarle la lluvia a un hombre que se marcha a América? ¡Je, je! Adiós, querida Sonia Simonovna. Le deseo muchos años de vida, muchos años, pues usted será útil a los demás. A propósito: salude de mi parte al señor Rasumikhine. No lo olvide. Dígale que Arcadio Ivanovitch Svidrigailof le ha dado a usted recuerdos para él. No deje de hacerlo. ...
En la línea 4892
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Pensaba en Sonia. Se decía que la había hecho sufrir mucho. Recordaba su pálida y delgada carita. Pero estos recuerdos no despertaban en él ningún remordimiento, pues sabía que a fuerza de amor compensaría largamente los sufrimientos que le había causado. ...
En la línea 328
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —“Ja wo-h-ohl!” —grité, repentinamente, con todas mis fuerzas, prolongando la o, a la manera de los berlineses, que emplean a cada instante ese latiguillo en su conversación y prolongan más o menos la vocal o, para expresar diversos matices. Espantados, el barón y la baronesa dieron rápidamente media vuelta y se dieron casi a la huida. Entre el público algunas personas bromeaban, otros me miraban sin comprender. Por otra parte, mis recuerdos son vagos. ...
En la línea 966
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... He reunido y releído mis cuartillas —quién sabe si para convencerme que no las escribí en un manicomio—. Ahora estoy completamente solo. El otoño se acerca, las hojas amarillean. Permanezco en esta melancólica y pequeña ciudad —¡qué tristes son las pequeñas ciudades alemanas!— y en lugar de reflexionar en lo que conviene hacer, vivo bajo la influencia de sensaciones apenas extinguidas, de recientes recuerdos, como un objeto ligero arrastrado por el viento… ...
En la línea 1170
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Calculo que serían las siete de la mañana cuando volví a ser dueño de mis actos. El sol brillaba en la habitación. Paulina, sentada a mi lado, miraba en torno a ella, como si saliera de las tinieblas y reuniese sus recuerdos. Acababa también de despertar y miraba fijamente la mesa y el dinero. Me dolía la cabeza. ...
En la línea 1374
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Usted se ha embrutecido —observó—. No sólo ha renunciado usted a la vida, a los intereses personales y sociales, a los deberes de hombre y de ciudadano, a sus amigos… —pues usted tenía amigos—; ha renunciado también a sus recuerdos, todo a causa del juego. Conocí a usted en un momento apasionado y decisivo en su existencia, y estoy seguro de que ha olvidado sus mejores impresiones de aquel tiempo. ...
En la línea 152
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Quizá lo que más le gustaba era tumbarse cerca del fuego con las patas traseras bajo el cuerpo y las delanteras extendidas, erguida la cabeza, con templando las llamas con aire soñador. A veces pensaba en la vasta finca del juez Miller en el soleado valle de Santa Clara, en el tanque de cemento donde nadaba, en Ysabel, la chihuahua, y en Toots, la perrita japonesa; pero con mayor frecuencia evocaba al hombre del jersey rojo, la muerte de Curly, el gran duelo con Spitz y las cosas buenas que había comido o le gustaría comer. No sentía nostalgia. Los recuerdos de las tierras soleadas eran difusos y distantes y no le influían. Mucho más poderosa era la memoria hereditaria, que teñía de aparente familiaridad cosas nunca vistas antes; los instintos (que no eran sino los recuerdos de sus antepasados convertidos en hábito) debilitados por el paso de los años que despertaban y revivían en él. ...
En la línea 152
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Quizá lo que más le gustaba era tumbarse cerca del fuego con las patas traseras bajo el cuerpo y las delanteras extendidas, erguida la cabeza, con templando las llamas con aire soñador. A veces pensaba en la vasta finca del juez Miller en el soleado valle de Santa Clara, en el tanque de cemento donde nadaba, en Ysabel, la chihuahua, y en Toots, la perrita japonesa; pero con mayor frecuencia evocaba al hombre del jersey rojo, la muerte de Curly, el gran duelo con Spitz y las cosas buenas que había comido o le gustaría comer. No sentía nostalgia. Los recuerdos de las tierras soleadas eran difusos y distantes y no le influían. Mucho más poderosa era la memoria hereditaria, que teñía de aparente familiaridad cosas nunca vistas antes; los instintos (que no eran sino los recuerdos de sus antepasados convertidos en hábito) debilitados por el paso de los años que despertaban y revivían en él. ...
En la línea 318
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Durante dos días con sus noches, Buck no abandonó en ningún instante el campamento ni perdió de vista a John Thornton. Lo seguía de un lado a otro mientras trabajaba, lo observaba a la hora de comer, lo acompañaba al acostarse y al levantarse. Pero al cabo de dos días, la llamada de la selva empezó a sonar más imperiosamente que nunca. La inquietud volvió a apoderarse de él, asaltado por los recuerdos del hermano salvaje, de la prometedora comarca más allá de la divisoria de aguas y de sus recorridos juntos por las vastas extensiones de la selva. Una vez más se dedicó a deambular por el bosque, pero el hermano salvaje no volvía; y a pesar de sus prolongadas vigilias escuchando, el aullido lastimero no se dejaba oír. ...
En la línea 57
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... En una revista cosmosófica, traducida por F. M., hallé lo siguiente de Carlos Ramus: «la doble personalidad es un estado que puede llevar a los sujetos a abandonar su familia y su trabajo e ir a otra ciudad, tomar otro nombre y otras ocupaciones. Sus maneras y sus hábitos cambian completamente. Suelen recordar su estado normal, pero considerándolo con indiferencia, como si se refiriera a un tercero. La duración de tales estados puede variar desde algunas horas hasta algunos años; la vuelta al estado original es habitualmente repentina y el hilo de sus recuerdos se reanuda en el punto exacto en que se interrumpió». ...
En la línea 69
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Un hombre puede ser visto bajo dos aspectos muy diferentes; un profesor de matemáticas durante su clase no deja ver más que una parte de sí mismo y hasta él olvida, momentáneamente, todo lo que se halla fuera del grupo de sus conocimientos especiales. Pero yo supongo que salido de su clase, es un buen músico. La familia le verá con más frecuencia bajo el aspecto de un violinista. Imaginad ahora que a consecuencia de un accidente cualquiera este hombre pierda todo recuerdo de la música. No queda entonces más que el matemático. Le habláis de su violín y no os comprende. Nunca lo ha tocado. Pero al cabo de algunos días, la memoria del músico reaparece y, en cambio, el grupo de recuerdos matemáticos se ha borrado. Tal es el aspecto -no digo la explicación sino el aspecto-, bajo el cual puede presentarse cierto fenómeno conocido con el nombre de división de la personalidad. ...
En la línea 188
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Los recuerdos, las imágenes, aislados y confundidos al principio como las estampas revueltas de una historia, van con blandura ordenándose, hasta que empieza la vida anterior a verse en fragmentos, y por fin en su integridad. ...
En la línea 189
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Si esta operación se efectuase súbitamente, produciría un trastorno mental tan profundo que podría sobrevenir la ruptura de un vaso y la enajenación irremediable o la muerte; pero si paulatinamente la memoria va atando su disperso haz, sólo produce trastornos relativos… Sin embargo -había añadido-, pues que usted desea toda la verdad, le diré que, aun así, un organismo débil pocas veces sobrevive a la recuperación total de sus recuerdos. En el caso de la esposa de usted, nada quiero vaticinar. Sólo afirmaré que su juventud es la mejor garantía» ...
En la línea 519
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Al despertar a Lucía con un bol de café con leche, diole la camarera, por primer noticia, la de que monsieur Miranda no había venido en el tren de España. Saltó del lecho, y se vistió en un decir Jesús, tratando de reanudar sus dispersos recuerdos, y mirando la habitación con la sorpresa que suelen los que, no habiendo viajado nunca, amanecen en lugar desacostumbrado y nuevo. Miró al reloj de sobremesa: eran las ocho. Salió al pasillo, y tecleó suaves golpecitos en la puerta del cuarto de Artegui. ...
En la línea 1092
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... - Caballero, habéis estado muy obsequioso ofreciendome pasaje; pero, aunque mis recuerdos no me permiten obrar con tanta holgura como vos, entiendo pagar mi escote… ...

El Español es una gran familia
Reglas relacionadas con los errores de k;c
Las Reglas Ortográficas de la K
Regla 1.- K La letra K es muy escasa en castellano y solo aparece dos tipos de palabras, en los vocablos con prefijo de kilo-
Ejemplos: kilómetro kilogramo kilotón kilohertzio ...
Regla 2.- K La otra fuente de palabras que usan k son los prestamos linguisticos de otros idiomas como
por ejemplo en káiser kárate kurdo
Regla 3.- K En general el sonido K (de queso o camino) se transcribe con c ante las vocales 'a', 'o', 'u' y con qu ante 'e' o 'i'
carne coche cuello queso quince
Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras k;c
Errores Ortográficos típicos con la palabra Recuerdos
Cómo se escribe recuerdos o rekuerdos?
Cómo se escribe recuerdos o rrecuerrdos?
Cómo se escribe recuerdos o recuerdoz?
Palabras parecidas a recuerdos
La palabra crisis
La palabra odiaba
La palabra descansando
La palabra lados
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La palabra esforzase
La palabra metida
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