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La palabra prrincipal
Cómo se escribe

Comó se escribe prrincipal o principal?

Cual es errónea Principal o Prrincipal?

La palabra correcta es Principal. Sin Embargo Prrincipal se trata de un error ortográfico.

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Más información sobre la palabra Principal en internet

Principal en la RAE.
Principal en Word Reference.
Principal en la wikipedia.
Sinonimos de Principal.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece principal

La palabra principal puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1965
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Junto a la puerta principal estaba el mostrador, mugriento y pegajoso; detrás de él, la triple fila de pequeños toneles, coronada por almenas de botellas conteniendo los diversos e innumerables líquidos del establecimiento. ...

En la línea 161
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro pasó por la calle Larga, la principal de la ciudad; una vía ancha con casas de deslumbrante blancura. Las portadas señoriales del siglo XVII estaban enjalbegadas cuidadosamente lo mismo que los escudos de armas de la clave. Los escarolados y nervios de la piedra labrada ocultábanse bajo una capa de cal. En los balcones verdes mostrábanse a aquellas horas de la mañana cabezas de mujeres morenas, de rasgados ojos negros, con flores en el pelo. ...

En la línea 188
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fermín siguió su camino con cierto apresuramiento. El instinto de conservación le avisaba lo peligroso de permanecer allí entre una gente que abominaba de su principal. ...

En la línea 775
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Créeme: el que muerde la fatal manzana de que hablan esos señores amigos de nuestro principal, no se quita jamás el gusto de los labios. Se cambia de envoltura para seguir viviendo, pero de alma ¡nunca! El que duda una vez, y razona y critica, ese ya no cree jamás como los devotos sinceros; cree porque se lo aconseja la razón, o porque se lo imponen sus conveniencias. Por esto, cuando veas a uno, como yo, hablar de fe y de creencias, di que miente porque le conviene, o que se engaña a sí mismo para proporcionarse cierta tranquilidad... Fermín, hijo mío; el pan no me lo gano dulcemente, sino a costa de bajezas de alma, que me dan vergüenza. ¡Yo, que en _mis tiempos_ era de una altivez y una virtud con púas de erizo!... Pero piensa que llevo a cuestas a mis hijas, que quieren comer y vestir y todo lo demás que es necesario para atrapar a un marido, y que mientras éste no se presente debo mantenerlas aunque sea robando. ...

En la línea 864
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fermín hizo un movimiento de hombros. Estaba acostumbrado a los enfados de su principal y a las pocas horas de escucharle ya no se acordaba de sus palabras. Además, hacía tiempo que no había hablado con don Fernando y le placía pasear con él en este suave atardecer de primavera. ...

En la línea 142
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿No se me ha obedecido?-Claro que sí, y como vuestra excelencia ha podido ver, su caba llo está en la entrada principal, completamente aparejado para partir. ...

En la línea 2720
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El canciller avanzó, pues, hacia Ana de Austria, y con un tono muy perplejo y aire muy embarazado, dijo:-Y ahora sólo me queda por hacer la indagación principal. ...

En la línea 4067
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sin embargo, D'Artagnan, que se había metido por un pequeño atajo, continuaba su camino y llegaba a Saint-Cloud; pero en lugar de seguir la carretera principal, dio la vuelta por detrás del castillo, ganó una especie de calleja muy apartada y pronto se encontró frente al pa bellón indicado. ...

En la línea 4538
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El señor principal de Amiens, el señor cura de Montdidier y yo, ar gumentamos sobre ciertas cuestiones teológicas cuyo interés nos cautiva desde hace tiempo; yo estaría encantado de contar con vuestra opinión. ...

En la línea 105
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... o La dotacion de las tres clases designadas de alcaldes mayores ó correjidores, si bien no parece justo sea igual, tampoco debe guardar grande desproporcion, porque siendo iguales las tareas y trabajos de su principal instituto, no habrá mas diferencia en su trabajo que la mayor ó menor poblacion de sus distritos, y lo cual tendrá una compensacion separada, igual para todos, como se dirá en el párrafo siguiente. ...

En la línea 145
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... El establecimiento de este juzgado es de mucha entidad é importancia, y como tal lo establecen y protejen las leyes de Indias [16], y muchas posteriores Reales cédulas; asi que el conservarle y perfeccionar su planta bajo reglas dadas, separar el conocimiento de sus asuntos de los ministros de la audiencia, y ponerlos en primera instancia bajo la inspeccion de los mismos jueces letrados, quienes procederán con la exijencia que marca la ley [17], y segun se estime con restricciones y garantías para que no puedan abusar de su ministerio aunque quieran, ni distraer un solo real de esas testamentarías, debe ser la principal base de esta reforma, muy conforme á justicia y pública conveniencia. ...

En la línea 167
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Tal anomalía deja conocer claramente cuan fácil es que los correjidores y alcaldes mayores puedan defraudar al erario; cuidado que no se dice que se defrauda, sino que es fácil pueda suceder; y siendo muy sencilla la reforma en este punto, nada mas justo y conforme que hacerla, porque el objeto principal de la recaudacion debe ocupar el lugar mas seguro y claro de que sea susceptible, y que lo recaudado se ponga bajo la mejor custodia, quedando imposibilitados los recaudadores de poder ni aun intentar la mas pequeña ocultacion; porque es indudable que cuanto mas asegurada esté la recaudacion, y cuanto mayores sean los cuidados de su custodia, tanto mayores y mas satisfactorios serán los resultados que de uno y otro deriven. ...

En la línea 168
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Esto es por lo que mira al módico tributo de los indios y mestizos, y el mas crecido de los chinos, principal cargo y objeto en que los correjidores y alcaldes mayores ocupan toda su atencion, tanto por llenar el cargo formado, cuanto por tener fondos disponibles para sus tráficos y comercios, que es el segundo y principal punto de sus ocupaciones, como ya se dijo; todos los demas cuidados de su empleo son como secundarios ó accesorios, y que no les obligan estrictamente. ...

En la línea 192
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «El principal estudio de Borrow fué él mismo, y en todos sus mejores libros, él es el asunto principal y el objeto principal». ...

En la línea 192
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «El principal estudio de Borrow fué él mismo, y en todos sus mejores libros, él es el asunto principal y el objeto principal». ...

En la línea 192
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «El principal estudio de Borrow fué él mismo, y en todos sus mejores libros, él es el asunto principal y el objeto principal». ...

En la línea 317
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ¡Verdaderamente admirables son los caminos de la Providencia! Aquella misma noche entramos en el Tajo y echamos el ancla delante de la antigua torre de Belem; a la madrugada siguiente levamos anclas, y remontando el río como cosa de una legua, anclamos de nuevo a corta distancia del _Caesodré_, o muelle principal de Lisboa. ...

En la línea 844
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Mire vuestra merced si se puede levantar, y ayudaremos a Rocinante, aunque no lo merece, porque él fue la causa principal de todo este molimiento. ...

En la línea 1321
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Aquí entra luego el hacer mercedes a su escudero y a todos aquellos que le ayudaron a subir a tan alto estado: casa a su escudero con una doncella de la infanta, que será, sin duda, la que fue tercera en sus amores, que es hija de un duque muy principal. ...

En la línea 1505
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Con gran deseo quedó el Caballero de la Triste Figura de saber quién fuese el dueño de la maleta, conjeturando, por el soneto y carta, por el dinero en oro y por las tan buenas camisas, que debía de ser de algún principal enamorado, a quien desdenes y malos tratamientos de su dama debían de haber conducido a algún desesperado término. ...

En la línea 1607
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Eso no, ¡voto a tal! -respondió con mucha cólera don Quijote (y arrojóle, como tenía de costumbre)-; y ésa es una muy gran malicia, o bellaquería, por mejor decir: la reina Madásima fue muy principal señora, y no se ha de presumir que tan alta princesa se había de amancebar con un sacapotras; y quien lo contrario entendiere, miente como muy gran bellaco. ...

En la línea 78
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 13 de abril.- Al cabo de tres días de viaje llegamos a Socego, hacienda del Señor Manuel Figuireda, pariente de uno de nuestros compañeros de camino. La casa, muy sencilla y parecida a una granja, conviene admirablemente para este clima. En el salón, sillones dorados y sofás contrastan muchísimo con las paredes enlucidas con cal, el techo inclinado y las ventanas desprovistas de vidrios. La casahabitación, los graneros, las cuadras y los talleres para los negros, a quienes se les han enseñado diferentes oficios, forman una especie de plaza cuadrangular, en medio de la cual se seca una inmensa pila de café. Estas varias construcciones están en lo alto de un cerrillo que domina los campos cultivados, rodeándoles por todas partes un espeso bosque. El café constituye el principal producto de esta parte del país; supónese que cada planta produce anualmente dos libras de grano (906 gramos), pero algunas producen hasta ocho libras. También se cultiva en gran cantidad el manioc o casave. Todas las partes de esta planta tienen su empleo; los caballos comen las hojas y los tallos; muélense las raíces y se convierten en una especie de pasta, que se prensa hasta la desecación; luego se cuece en el horno, y forma entonces una especie de harina, que constituye el principal alimento del Brasil. Hecho curioso, pero muy conocido; el jugo que se extrae de esa planta tan nutritiva es un veneno violento; hace algunos años murió por haberlo bebido una vaca de esta hacienda. El señor Figuireda me dice que el año pasado plantó un saco de frijoles (feijao) y tres sacos de arroz; los frijoles produjeron el 80 por 1, y el arroz el 320 por l. Un admirable rebaño vacuno vaga por los pastizales; y hay tanta caza en los bosques, que en cada uno de los tres días anteriores a nuestra llegada, mataron un ciervo esta abundancia trasciende a la mesa; entonces los invitados se doblan realmente bajo la carga (si la mesa misma está en estado de resistirla), pues es preciso probar de cada plato. Un día hice los cálculos más sabihondos para conseguir probarlo todo; y pensaba salir victorioso de la prueba cuando, con profundo terror mío, vi llegar un pavo y un cochinillo asados. Durante la comida, un hombre está constantemente ocupado en echar del comedor a un gran número de perros y de negritos, que tratan de colarse allí en cuanto encuentran ocasión. Aparte de la idea de esclavitud, hay algo delicioso en esa vida patriarcal; tan en absoluto separado e independiente se está del resto del mundo. ...

En la línea 148
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Cuando no se emplea el lazo, se arrolla y se lleva atado a la parte de atrás de la silla. Hay dos especies de bolas: las más sencillas, que se emplean para cazar avestruces, consisten en dos piedras redondas, cubiertas de cuero y reunidas por una tenue cuerda trenzada, como de unos ocho pies de longitud; la otra especie sólo difiere de ésta en que consta de tres pelotas reunidas por una cuerda a un centro común. El gaucho tiene en la mano la más pequeña de las tres y hace girar las otras dos en derredor de la cabeza; luego de hacer puntería las arroja, y las bolas van a través del aire girando sobre sí mismas como balas de cañón enramadas. En cuanto las bolas dan contra cualquier objeto, se enroscan cruzándose en derredor de él y se anudan con fuerza. El grueso y el peso de las bolas varían según el fin que se propone lograr con ellas: hechas de piedra y del tamaño de una manzana, hieren con tanta fuerza, que a veces rompen las patas del caballo a las cuales se arrollan; se hacen de madera, del tamaño de un nabo, para apoderarse de los animales sin herirlos. A veces son de hierro las bolas, y entonces llegan a mucha mayor distancia. La dificultad principal para servirse del lazo o de las bolas consiste en ser tan buen jinete, que, yendo a galope o volviendo grupas de pronto, se pueda hacerlos girar con bastante igualdad en derredor de la cabeza para poder apuntar; a pie se aprendería muy pronto a manejarlos. Divertíame cierta vez en galopar y hacer girar las bola en derredor de mi cabeza, cuando la bola libre chocó accidentalmente con un arbustillo; cesando entonces de pronto el movimiento de revolución, cayó al suelo la bola, rebotó enseguida y fue a enroscarse a una de las patas traseras de mi caballo; escapóseme la otra bola y quedó cogida mi cabalgadura. Afortunadamente era un caballo viejo y experto, pues de otro modo se hubiera puesto a cocear hasta caer de lado. Los gauchos se desternillaron de risa gritando que hasta entonces habían visto coger a toda clase de animales, pero que nunca habían visto a un hombre cogerse él mismo. ...

En la línea 193
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Beudant, en París, consiguieron hacer tubos11 análogos desde todos los puntos de vista a estas fulguritas, haciendo pasar descargas eléctricas extremadamente intensas a través de vidrio en polvo impalpable; cuando añadían sal al vidrio para aumentar su fusibilidad, los tubos tenían dimensiones mucho mayores. No consiguieron obtener tubos haciendo pasar la chispa a través del feldespato o cuarzo pulverizados. Un tubo obtenido en vidrio pulverizado tenía cerca de una pulgada de longitud (exactamente 982/1.000) y un diámetro interior de 19 milésimas de pulgada. Cuando al mismo tiempo se advierte que se empleó la batería más fuerte existente en París y que se hizo uso de sustancias tan fácilmente fusibles como el vidrio para llegar a formar tubos tan pequeños, ¡qué asombro se experimenta al pensar en la fuerza de una descarga eléctrica que en varios puntos arenosos pudo formar cilindros que en un caso tenían por lo menos 30 pies de longitud y un diámetro interior de 1 1/2 pulgada en los sitios no comprimidos, con una sustancia tan extraordinariamente refractaria como el cuarzo! Los tubos, como ya lo he hecho notar, penetran en la arena en una dirección casi vertical. Sin embargo, uno de ellos, menos regular que los otros, se desviaba de la línea recta; el mayor codo formaba un ángulo de 330. De ese mismo tubo, separadas entre sí un pie, partían dos ramas pequeñas, una con la punta vuelta hacia arriba y la otra hacia abajo. Este hecho es tanto más notable, cuanto que el fluido eléctrico debió de volverse atrás, formando con la línea principal de dirección un ángulo agudo de 260. Aparte de estos cuatro tubos, que conservaban su posición en planos verticales, y que pude seguir por debajo de la superficie, encontré encima del suelo otros varios grupos de fragmentos pertenecientes, con seguridad, a tubos que debían de haberse formado allí cerca. ...

En la línea 202
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 24 de julio de 1833.- El Beagle zarpa de Maldonado, y el 3 de agosto llega a la desembocadura del río Negro. El río Negro es el principal río que hay en la costa, entre el estrecho de Magallanes y el Plata; se vierte en el mar a unas trescientas millas (480 kilómetros) al sur del valle del Plata. Hace cerca de cincuenta años el gobierno español estableció una pequeña colonia en ese sitio; aún es hoy el punto más meridional (latitud 400) donde habita el hombre civilizado en la costa oriental de América. ...

En la línea 72
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Dejando, pues, el asunto a la curiosidad y al interés de los lectores, sólo mencionaré los caracteres, que son el principal mérito de la obra, y lo que le da condición de duradera. ...

En la línea 711
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La Regenta, muy principal señora, era esposa de don Víctor Quintanar, Regente en varias Audiencias, últimamente en la de Vetusta, donde se jubiló con el pretexto de evitar murmuraciones acerca de ciertas dudosas incompatibilidades; pero en realidad porque estaba cansado y podía vivir holgadamente saliendo del servicio activo. ...

En la línea 825
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —Si estuviéramos en un barco, no sería tan inoportuno —pensaba —¡pero en una catedral! El Infanzón estaba en rigor como en alta mar, y cada vez que oía decir la nave del Norte, la nave del Sur, la nave principal, se creía al frente de una escuadra y se figuraba que don Saturno apestaba a brea. ...

En la línea 1260
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Lo principal era tener aquella sublime idea del honor, tan propia para redondillas y hasta sonetos. ...

En la línea 573
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El lujo resultaba mayor que nunca. Los florentinos, que habían llamado siempre vaqueros a los romanos, por ser su principal riqueza los rebaños salvajes de una campiña abundante en marismas, empezaban a reconocer que esta gente ruda rivalizaba con ellos en lujo y en placeres. ...

En la línea 581
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La usura era la principal industria de muchas ciudades italianas. Los judíos, únicos que la ejercían al principio, veíanse suplantados por los cristianos, resultando éstos al fin más sin entrañas que los prestamistas israelitas. El interés de treinta por ciento era ordinario, llegando algunas veces al setenta u ochenta. Todos querían dinero para divertirse, tomándolo sin fijarse en las consecuencias. ...

En la línea 866
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Para dar, sin duda, más fuerza a dicha coalición, en la que representaba Ludovico Sforza el principal poder ofensivo, se efectuaron en el mes de junio las bodas verdaderas de Lucrecia y Juan Sforza, siendo celebrado tal suceso con uno de los banquetes más famosos de aquella casa. ...

En la línea 1389
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Seguían las ciudades rindiéndosele sin resistencia. Sublevábase el vecindario contra sus antiguos déspotas aclamando a César. Eran los castillos de cada población los que se defendían, por haberse encerrado en ellos el señor del pequeño Estado o su principal lugarteniente. ...

En la línea 84
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... ¡Y que no pasaba flojos apuros la pobre para salir airosa en aquel papel inmenso! A Barbarita le hacía ordinariamente sus confidencias. «Mira, hija, algunos meses me veo tan agonizada, que no sé qué hacer. Dios me protege, que si no… Tú no sabes lo que es vestir siete hijas. Los varones, con los desechos de la ropa de su padre que yo les arreglo, van tirando. ¡Pero las niñas!… ¡Y con estas modas de ahora y este suponer!… ¿Viste la pieza de merino azul?, pues no fue bastante y tuve que traer diez varas más. ¡Nada te quiero decir del ramo de zapatos! Gracias que dentro de casa la que se me ponga otro calzado que no sea las alpargatitas de cáñamo, ya me tiene hecha una leona. Para llenarles la barriga, me defiendo con las patatas y las migas. Este año he suprimido los estofados. Sé que los dependientes refunfuñan; pero no me importa. Que vayan a otra parte donde los traten mejor. ¿Creerás que un quintal de carbón se me va como un soplo? Me traigo a casa dos arrobas de aceite, y a los pocos días… pif… parece que se lo han chupado las lechuzas. Encargo a Estupiñá dos o tres quintales de patatas, hija, y como si no trajera nada». En la casa había dos mesas. En la primera comían el principal y su señora, las niñas, el dependiente más antiguo y algún pariente, como Primitivo Cordero cuando venía a Madrid de su finca de Toledo, donde residía. A la segunda se sentaban los dependientes menudos y los dos hijos, uno de los cuales hacía su aprendizaje en la tienda de blondas de Segundo Cordero. Era un total de diez y siete o diez y ocho bocas. El gobierno de tal casa, que habría rendido a cualquiera mujer, no fatigaba visiblemente a Isabel. A medida que las niñas iban creciendo, disminuía para la madre parte del trabajo material; pero este descanso se compensaba con el exceso de vigilancia para guardar el rebaño, cada vez más perseguido de lobos y expuesto a infinitas asechanzas. Las chicas no eran malas, pero eran jovenzuelas, y ni Cristo Padre podía evitar los atisbos por el único balcón de la casa o por la ventanucha que daba al callejón de San Cristóbal. Empezaban a entrar en la casa cartitas, y a desarrollarse esas intrigüelas inocentes que son juegos de amor, ya que no el amor mismo. Doña Isabel estaba siempre con cada ojo como un farol, y no las perdía de vista un momento. A esta fatiga ruda del espionaje materno uníase el trabajo de exhibir y airear el muestrario, por ver si caía algún parroquiano o por otro nombre, marido. Era forzoso hacer el artículo, y aquella gran mujer, negociante en hijas, no tenía más remedio que vestirse y concurrir con su género a tal o cual tertulia de amigas, porque si no lo hacía, ponían las nenas unos morros que no se las podía aguantar. Era también de rúbrica el paseíto los domingos, en corporación, las niñas muy bien arregladitas con cuatro pingos que parecían lo que no eran, la mamá muy estirada de guantes, que le imposibilitaban el uso de los dedos, con manguito que le daba un calor excesivo a las manos, y su buena cachemira. Sin ser vieja lo parecía. ...

En la línea 96
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La biografía mercantil de este hombre es tan curiosa como sencilla. Era muy joven cuando entró de hortera en casa de Arnaiz, y allí sirvió muchos años, siempre bien quisto del principal por su honradez acrisolada y el grandísimo interés con que miraba todo lo concerniente al establecimiento. Y a pesar de tales prendas, Estupiñá no era un buen dependiente. Al despachar, entretenía demasiado a los parroquianos, y si le mandaban con un recado o comisión a la Aduana, tardaba tanto en volver, que muchas veces creyó D. Bonifacio que le habían llevado preso. La singularidad de que teniendo Plácido estas mañas, no pudieran los dueños de la tienda prescindir de él, se explica por la ciega confianza que inspiraba, pues estando él al cuidado de la tienda y de la caja, ya podían Arnaiz y su familia echarse a dormir. Era su fidelidad tan grande como su humildad, pues ya le podían reñir y decirle cuantas perrerías quisieran, sin que se incomodase. Por esto sintió mucho Arnaiz que Estupiñá dejara la casa en 1837, cuando se le antojó establecerse con los dineros de una pequeña herencia. Su principal, que le conocía bien, hacía lúgubres profecías del porvenir comercial de Plácido, trabajando por su cuenta. ...

En la línea 96
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La biografía mercantil de este hombre es tan curiosa como sencilla. Era muy joven cuando entró de hortera en casa de Arnaiz, y allí sirvió muchos años, siempre bien quisto del principal por su honradez acrisolada y el grandísimo interés con que miraba todo lo concerniente al establecimiento. Y a pesar de tales prendas, Estupiñá no era un buen dependiente. Al despachar, entretenía demasiado a los parroquianos, y si le mandaban con un recado o comisión a la Aduana, tardaba tanto en volver, que muchas veces creyó D. Bonifacio que le habían llevado preso. La singularidad de que teniendo Plácido estas mañas, no pudieran los dueños de la tienda prescindir de él, se explica por la ciega confianza que inspiraba, pues estando él al cuidado de la tienda y de la caja, ya podían Arnaiz y su familia echarse a dormir. Era su fidelidad tan grande como su humildad, pues ya le podían reñir y decirle cuantas perrerías quisieran, sin que se incomodase. Por esto sintió mucho Arnaiz que Estupiñá dejara la casa en 1837, cuando se le antojó establecerse con los dineros de una pequeña herencia. Su principal, que le conocía bien, hacía lúgubres profecías del porvenir comercial de Plácido, trabajando por su cuenta. ...

En la línea 422
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Los de Santa Cruz vivían en su casa propia de la calle de Pontejos, dando frente a la plazuela del mismo nombre; finca comprada al difunto Aparisi, uno de los socios de la Compañía de Filipinas. Ocupaban los dueños el principal, que era inmenso, con doce balcones a la calle y mucha comodidad interior. No lo cambiara Barbarita por ninguno de los modernos hoteles, donde todo se vuelve escaleras y están además abiertos a los cuatro vientos. Allí tenía número sobrado de habitaciones, todas en un solo andar desde el salón a la cocina. Ni trocara tampoco su barrio, aquel riñón de Madrid en que había nacido, por ninguno de los caseríos flamantes que gozan fama de más ventilados y alegres. Por más que dijeran, el barrio de Salamanca es campo… Tan apegada era la buena señora al terruño de su arrabal nativo, que para ella no vivía en Madrid quien no oyera por las mañanas el ruido cóncavo de las cubas de los aguadores en la fuente de Pontejos; quien no sintiera por mañana y tarde la batahola que arman los coches correos; quien no recibiera a todas horas el hálito tenderil de la calle de Postas, y no escuchara por Navidad los zambombazos y panderetazos de la plazuela de Santa Cruz; quien no oyera las campanadas del reloj de la Casa de Correos tan claras como si estuvieran dentro de la casa; quien no viera pasar a los cobradores del Banco cargados de dinero y a los carteros salir en procesión. Barbarita se había acostumbrado a los ruidos de la vecindad, cual si fueran amigos, y no podía vivir sin ellos. ...

En la línea 304
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... La vanguardia de la esperada procesión hizo su aparición en la puerta principal: una tropa de alabarderos. Iban vestidos con calzas de listas negras y leonadas, gorras de terciopelo adornadas a los lados con rasas de plata, y jubones de paño azul y morado, bordados por delante y por detrás con las tres plumas, el blasón del príncipe, tejidas en oro. Las astas de las alabardas estaban cubiertas de terciopelo carmesí, sujeto con clavos dorados y adornadas con borlas de oro. Desfilando a derecha e izquierda, formaban dos largas hileras que se extendían desde la puerta principal del palacio hasta la orilla del agua. Después se desplegó un grueso paño o tapiz rayado, y unos servidores, ataviados con las libreas de oro y carmesí del príncipe, lo tendieron entre los alabarderos. Hecho esto, resonó dentro un floreo de trompetas. Los músicos del río comenzaran un animado preludio y dos ujieres con varas blancas salieron por la puerta con lento y majestuoso paso. Iban seguidos por un oficial que llevaba la maza municipal, tras el cual venía otro con la Espada de la Ciudad; luego varios alguaciles de la guarnición de la ciudad, con uniforme de gala, y con divisas en las mangas. Venía luego el rey de armas de la Jarretera, con su tabardo; lo seguían varios caballeros del Baño, cada uno con una cinta blanca en la manga; luego sus escuderos; después los jueces, con sus togas escarlatas y sus cofias; luego el lord gran canciller de Inglaterra, con su toga escarlata, abierta por delante y, orlada de piel blanca con manchas negras; luego una comisión de regidores con sus capas escarlata, y luego los principales de las diferentes compañías cívicas en traje de ceremonia. Después venían doce caballeros franceses, con espléndidos atavíos, consistentes en jubones de damasco blanco listado de oro, capas cortas de terciopelo carmesí, forradas de tafetán violeta y calzas color carne, y comenzaron a descender por la escalinata. Eran el séquito del embajador francés, e iban seguidos por doce caballeros del séquito del embajador español, vestidos de terciopelo negro sin ningún adorno. En pos de éstos venían varios importantes nobles ingleses con sus servidores. ...

En la línea 304
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... La vanguardia de la esperada procesión hizo su aparición en la puerta principal: una tropa de alabarderos. Iban vestidos con calzas de listas negras y leonadas, gorras de terciopelo adornadas a los lados con rasas de plata, y jubones de paño azul y morado, bordados por delante y por detrás con las tres plumas, el blasón del príncipe, tejidas en oro. Las astas de las alabardas estaban cubiertas de terciopelo carmesí, sujeto con clavos dorados y adornadas con borlas de oro. Desfilando a derecha e izquierda, formaban dos largas hileras que se extendían desde la puerta principal del palacio hasta la orilla del agua. Después se desplegó un grueso paño o tapiz rayado, y unos servidores, ataviados con las libreas de oro y carmesí del príncipe, lo tendieron entre los alabarderos. Hecho esto, resonó dentro un floreo de trompetas. Los músicos del río comenzaran un animado preludio y dos ujieres con varas blancas salieron por la puerta con lento y majestuoso paso. Iban seguidos por un oficial que llevaba la maza municipal, tras el cual venía otro con la Espada de la Ciudad; luego varios alguaciles de la guarnición de la ciudad, con uniforme de gala, y con divisas en las mangas. Venía luego el rey de armas de la Jarretera, con su tabardo; lo seguían varios caballeros del Baño, cada uno con una cinta blanca en la manga; luego sus escuderos; después los jueces, con sus togas escarlatas y sus cofias; luego el lord gran canciller de Inglaterra, con su toga escarlata, abierta por delante y, orlada de piel blanca con manchas negras; luego una comisión de regidores con sus capas escarlata, y luego los principales de las diferentes compañías cívicas en traje de ceremonia. Después venían doce caballeros franceses, con espléndidos atavíos, consistentes en jubones de damasco blanco listado de oro, capas cortas de terciopelo carmesí, forradas de tafetán violeta y calzas color carne, y comenzaron a descender por la escalinata. Eran el séquito del embajador francés, e iban seguidos por doce caballeros del séquito del embajador español, vestidos de terciopelo negro sin ningún adorno. En pos de éstos venían varios importantes nobles ingleses con sus servidores. ...

En la línea 384
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... En una mesa más baja tomaron asiento los grandes de la corte, con otros huéspedes de noble condición, y los magnates de la ciudad. Los comunes ocuparon sus lugares en multitud de mesas en el piso principal del salón. Desde su aventajado lugar, los gigantes Gog y Magog, antiguos guardianes de la ciudad, contemplaban el espectáculo con ojos familiarizados con él desde tiempos inmemoriales. Se oyó un toque de clarín y una proclama, y un despensero gordo apareció por la pared izquierda, seguido de sus ayudantes, que llevaban con impresionante solemnidad un regio solomillo de buey, humeante y dispuesto a ser trinchado. ...

En la línea 854
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Oh, noble señor! Dios os bendiga por ser tan principal caballero, pero me causa muchos dolores que me toquen cuando me da el ataque. Mi hermano dirá a vuestra excelencia cuánto me atormenta el dolor al ponerme así. Un penique, señor, un penique para comprar un poco de comida, y dejadme con mis males. ...

En la línea 1492
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Para Antolín, el principal, casi el único valor de las grandes obras maestras del ingenio humano, consiste en haber provocado un libro de crítica o de comentario; los grandes artistas, poetas, pintores, músicos, historiadores, filósofos, han nacido para que un erudito haga su biografía y un crítico comente sus obras, y una frase cualquiera de un gran escritor directo no adquiere valor hasta que un erudito no la repite y cita la obra, la edición y la página en que la expuso. Y todo aquello de la solidaridad del trabajo colectivo no era más que envidia a impotencia. Pertenecía a la clase de esos comentadores de Homero que si Homero mismo redivivo entrase en su oficina cantando le echarían a empellones porque les estorbaba el trabajar sobre los textos muertos de sus obras y buscar un apax cualquiera en ellas. ...

En la línea 1075
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Entre otras muestras recogidas por las redes en aquellos parajes destacaban unas flabelarias pavonias, pólipos comprimidos de graciosas formas, que son peculiares de esta parte del océano. El Nautilus se mantuvo rumbo al Sudeste. Cortó el ecuador el 1 de diciembre a 142º de longitud, y el 4 del mismo mes, tras una rápida travesía efectuada sin incidente alguno, avistamos el archipiélago de las Marquesas. A 8º 57' de latitud Sur y 139º 32' de longitud Oeste, vi a unas tres millas el cabo Martín, de Nouka Hiva, la principal isla de este archipiélago, que pertenece a Francia. Tan sólo me fue dado ver las montañas boscosas que se dibujaban en el horizonte, pues el capitán Nemo evitaba acercarse a tierra. Allí las redes recogieron hermosos especímenes de peces, como unas coríferas con las aletas azuladas y la cola de oro, cuya carne no tiene rival; hologimnosos casi desprovistos de escamas y también de un sabor exquisito; ostorrincos de mandíbula ósea; todos ellos dignos de la mesa del Nautilus. ...

En la línea 1154
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -El comandante La Pérousse partió el 7 de diciembre de 1785 con sus navíos Boussole y Astrolabe. Fondeó primero en Botany Bay, visitó luego el archipiélago de la Amistad, la Nueva Caledonia, se dirigió hacia Santa Cruz y arribó a Namuka, una de las islas del archipiélago Hapai. Llegó más tarde a los arrecifes desconocidos de Vanikoro. El Boussole, que iba delante, tocó en la costa meridional. El Astrolabe, que acudió en su ayuda, encalló también. El primero quedó destruido casi inmediatamente. El segundo, encallado a sotavento, resistió algunos días. Los indígenas dieron una buena acogida a los náufragos. Éstos se instalaron en la isla y construyeron un barco más pequeño con los restos de los dos grandes. Algunos marineros se quedaron voluntariamente en Vanikoro. Los otros, debilitados y enfermos, partieron con La Pérousse hacia las islas Salomón, para perecer allí en la costa occidental de la isla principal del archipiélago, entre los cabos Decepción y Satisfacción. ...

En la línea 2464
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Aquel día, el Nautilus atravesó una zona singular del océano Atlántico. Nadie ignora la existencia de esa gran corriente de agua cálida conocida con el nombre de Gulf Stream, que tras salir de los canales de Florida se dirige hacia el Spitzberg. Pero antes de penetrar en el golfo de México, hacia los 44º de latitud Norte, la corriente se divide en dos brazos, el principal de los cuales se encamina hacia las costas de Irlanda y de Noruega, en tanto que el segundo se orienta hacia el Sur a la altura de las Azores, para bañar las costas africanas y, desde allí, tras describir un óvalo alargado, volver hacia las Antillas. Este segundo brazo -es más bien un collar que un brazo -rodea con sus anillos de agua cálida esa zona fría del océano, tranquila, inmóvil, que se llama el mar de los Sargazos. Verdadero lago en pleno Atlántico, las aguas de la gran corriente no tardan menos de tres años en circunvalarlo. ...

En la línea 482
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Entramos en la casa por una puerta lateral, porque la principal estaba defendida exteriormente por dos enormes cadenas, y la primera cosa que advertí fue que todos los corredores estaban a oscuras y que mi guía dejó allí una vela encendida. La tomó cuando pasamos junto a ella, nos internamos por otros corredores y subimos luego una escalera. Todo seguía siendo oscuro, de manera que tan sólo nos alumbraba la luz de la bujía. ...

En la línea 728
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... El corredor era muy largo y parecía rodear los cuatro lados de la casa. Sólo atravesamos un lado de aquel cuadrado, y al final ella se detuvo, dejó la vela en el suelo y abrió la puerta. Allí podía ver la luz diurna, y me encontré en un patinillo enlosado, cuyo lado extremo lo formaba una pequeña vivienda que tal vez había pertenecido al gerente o al empleado principal de la abandonada fábrica de cerveza. En la pared exterior de aquella casa había un reloj, y, como el de la habitación de la señorita Havisham y también a semejanza del de ésta, se había parado a las nueve menos veinte. ...

En la línea 1012
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Jamás mi casa fue un lugar ameno para mí, a causa del carácter de mi hermana. Pero Joe santificaba el hogar, y yo creía en él. Llegué a tener la ilusión de que la mejor sala y la más elegante era la nuestra; que la puerta principal era como un portal misterioso del Templo del Estado, cuya solemne apertura se celebraba con un sacrificio de aves de corral asadas; que la cocina era una estancia amplia, aunque no magnífica; que la fragua era el camino resplandeciente que conducía a la virilidad y a la independencia. Pero en un solo año, todo esto cambió. Todo me parecía ordinario y basto, y no me habría gustado que la señorita Havisham o Estella hubiesen visto mi casa. ...

En la línea 1045
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Tal vez podrías regalarle una cadena nueva para la puerta principal o, quizás, una o dos gruesas de tornillos para utilizarlos donde mejor le conviniese. También algún objeto de fantasía, como un tenedor para hacer tostadas, o unas parrillas. ...

En la línea 838
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Ésa es la cuestión principal. No cabe duda de que el asesino estaba en el piso y había echado el cerrojo. Seguro que lo habrían atrapado si Koch no hubiese cometido la tontería de abandonar la guardia para bajar en busca de su amigo. El asesino aprovechó ese momento para deslizarse por la escalera y escapar ante sus mismas narices. Koch está aterrado; no cesa de santiguarse y decir que si se hubiese quedado junto a la puerta del piso, el asesino se habría arrojado sobre él y le habría abierto la cabeza de un hachazo. Va a hacer cantar un Tedeum… ...

En la línea 1408
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof se detuvo junto al grupo principal de mujeres. Éstas platicaban con voces desgarradas. Vestían ropas de Indiana, llevaban la cabeza descubierta y calzado de cabritilla. Unas pasaban de los cuarenta; otras apenas habían cumplido los diecisiete. Todas tenían los ojos hinchados. ...

En la línea 1798
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Todo. Y ha hecho bien. Esto me ha aclarado muchas cosas. Y a Zamiotof también… Sí, Rodia… , el caso es… Hay que reconocer que estoy un poco chispa… , ¡pero no importa… ! El caso es que… Tenían cierta sospecha, ¿comprendes… ?, y ninguno de ellos se atrevía a expresarla, ¿comprendes… ?, porque era demasiado absurda… Y cuando han detenido a ese pintor de paredes, todo se ha disipado definitivamente. ¿Por qué serán tan estúpidos… ? Por poco le pego a Zamiotof aquel día… Pero que quede esto entre nosotros, querido; no dejes ni siquiera entrever que sabes nada del incidente. He observado que es muy susceptible. La cosa ocurrió en casa de Luisa… Pero hoy… , hoy todo está aclarado. El principal responsable de este absurdo fue Ilia Petrovitch, que no hacía más que hablar de tu desmayo en la comisaría. Pero ahora está avergonzado de su suposición, pues yo sé que… ...

En la línea 2155
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Óyeme, Rodia ‑repuso Dunetchka firmemente y en un tono tan seco como el de su hermano‑, la discrepancia que nos separa procede de un error tuyo. He reflexionado sobre ello esta noche y he descubierto ese error. La causa de todo es que tú supones que yo me sacrifico por alguien. Ésa es tu equivocación. Yo me caso por mí, porque la vida me parece demasiado difícil. Desde luego, seré muy feliz si puedo ser útil a los míos, pero no es éste el motivo principal de mi determinación. ...

En la línea 497
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¡Un inglés! Por eso me contempla fijamente sin despegar los labios. Me gustan los ingleses. Que me lleven a las habitaciones de nuestra familia. ¿Dónde se hospedan? Transportaron a la abuela. Yo marchaba a la cabeza por la amplia escalera del hotel. Nuestro grupo causaba sensación. Las personas que encontrábamos a nuestro paso se detenían y abrían mucho los ojos. Nuestro hotel pasa por ser el mejor, el más caro y el más aristocrático de Ruletenburg. En la escalera y en los corredores encuéntranse siempre grandes damas y graves ingleses. Muchos interrogaban abajo al oberkellner, que, por su parte, estaba muy impresionado. Contestaba naturalmente que se trataba de una extranjera muy principal, “una rusa, una condesa, una gran señora”, y que ocuparía las mismas habitaciones que habían sido reservadas una semana antes a la gran duquesa de N. ...

En la línea 646
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... La abuela observaba todo aquello desde atrás, con ávida curiosidad. Le hizo mucha gracia la expulsión de un ratero. El “treinta y cuarenta” no llamó mucho su atención. La ruleta le gustó más, sobre todo el rodar de la bolita. Quiso, finalmente, ver jugar desde más cerca. Cómo sucedió no lo sé, pero los ujieres y otros individuos oficiosos —sobre todo polacos arruinados que imponen sus servicios a los jugadores con suerte, y a todos los extranjeros— encontraron medio, a pesar de las apreturas, de hacer sitio a la abuela, en el centro de la mesa, cerca del croupier principal, corriendo el sillón hasta allí. ...

En la línea 662
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¿Y qué es eso del “cero”? Mira ese croupier de pelo rizado, el principal, que acaba de gritar “cero”. ¿Por qué se ha llevado todo lo que había encima de la mesa? ¡Una cantidad tan enorme! ¿Qué significa eso? ...

En la línea 1079
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... A esta hora no quedan en torno del tapete verde más que los jugadores empedernidos que han acudido al balneario sólo por la ruleta y no se interesan por ninguna otra cosa durante toda la temporada, y apenas se dan cuenta de lo que pasa en torno suyo. Juegan desde la mañana hasta la noche y estarían seguramente dispuestos a continuar jugando hasta la madrugada, pues sólo de mala gana se retiran cuando, hacia las doce, se para la ruleta. Y cuando el croupier principal anuncia “Les trois derniers coups, messieurs” están dispuestos a arriesgar en aquellas tres últimas jugadas cuanto tienen en los bolsillos. Es a esta hora, en efecto, cuando se observan las mayores pérdidas. ...

En la línea 644
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... De tiempo inmemorial M. tenía por industria principal la imitación del azabache inglés y de las cuentas de vidrio negras de Alemania, industria que se estancaba a causa de la carestía de la materia prima. Pero cuando Fantina volvió se había verificado una transformación inaudita en aquella producción de abalorios negros. A fines de 1815, un hombre, un desconocido, se estableció en el pueblo y concibió la idea de sustituir, en su fabricación, la goma laca por la resina. ...

En la línea 100
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Una mañana, a orillas del Pelly, cuando estaban colocando los arreos, Dolly, que nunca había destacado en nada, se volvió loca de repente. El anuncio de -su estado fue un prolongado y desgarrador aullido que a los demás perros les puso los pelos de punta, tras lo cual se abalanzó directamente sobre Buck. Él nunca había visto a un perro volverse rabioso ni tenía motivos para tener miedo a la enfermedad; pero presintió el horror y huyó presa del pánico. Salió disparado en línea recta, con Dolly, que jadeaba y echaba espuma, pisándole los talones; ni ella podía darle alcance, tanto era el terror que lo poseía, ni él lograba distanciarla, tal era la locura de ella. Como una exhalación, Buck se adentró en el monte del centro de la isla, alcanzó el extremo opuesto, atravesó un cauce lleno de hielo rugoso en dirección a otra isla, llegó a una tercera, giró hacia el río principal y, en su desesperación, empezó a cruzarlo. Y todo el tiempo, aunque no la veía, la oía gruñir a sólo un cuerpo por detrás. François lo llamó desde quinientos metros de distancia y Buck volvió sobre sus pasos, siempre con un cuerpo de ventaja, jadeando penosamente y con toda su esperanza puesta en François. El guía tenía el hacha preparada en la mano y, cuando hubo pasado Buck, la descargó sobre el cráneo de la enloquecida Dolly. ...

En la línea 109
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Pero la oportunidad no se presentó, y así, una tarde gris llegaron a Dawson con la gran pelea todavía pendiente. Había allí multitud de hombres e incontables perros, a todos los cuales Buck encontró trabajando. Al parecer, el que los perros trabajasen pertenecía al orden natural de las cosas. En largas traíllas se los veía pasar en ambas direcciones por la calle principal durante todo el día, y, de noche, sus campanillas continuaban aún tintineando. Transportaban la leña, así como troncos para la construcción de cabañas, acarreaban materiales a las minas y realizaban todos aquellos trabajos que en Santa Clara correspondían a los caballos. Buck encontró ocasionalmente algún perro sureño, pero la gran mayoría eran mezcla de husky y de lobo. Todas las noches, regularmente (a las nueve, a las doce, a las tres), elevaban un canto nocturno, una especie de extraña y sobrecogedora sinfonía a la que Buck se incorporaba con deleite. ...

En la línea 149
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... El viaje estableció un récord. En los catorce días que duró hicieron un promedio de setenta kilómetros diarios. Durante tres días, Perrault y François provocaron el entusiasmo en toda la calle principal de Skaguay y fueron abrumados con invitaciones a beber; por su parte, el equipo fue durante mucho tiempo el centro de atención de una multitud de admirados buscadores de oro y conductores de trineo. Después, tres o cuatro facinerosos que aspiraban a «limpiar» la ciudad fueron acribillados a balazos y el interés público se volvió hacia otros ídolos. Después llegaron órdenes oficiales. François llamó a Buck, lo abrazó, y lloró sobre él. Era el final. Como otros hombres, antes y después, François y Perrault se apartaron para siempre de la vida de Buck. ...

En la línea 168
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... -¡Adelante, pobrecillos! -los animaba el conductor mientras avanzaban tambaleantes por la calle principal de Skaguay-. ¡Fin de trayecto! Después tendremos un largo descanso, ¿eh? Un descanso magnífico. ...

En la línea 760
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Tenía el chalet los dos pisos de rigor; el entresuelo repartido en comedor, cocina, salita y un angosto recibimiento; el principal dedicado a dormitorios y cuartos de aseo. A la altura del principal corría una balconada, calada como finísimo encaje, que se repetía en el entresuelo, cubierta casi por las enredaderas. Delgada verja de hierro aislaba el chalet por la parte que daba a la vía pública, avenida plantada de árboles; por donde confinaba con otras casas y jardines, hacían el mismo oficio unas breves tapias. A la entrada de la verja, sobre sendas columnas de mármol gris, dos niños de bronce alzaban sus bracitos gordezuelos para sostener una bomba de cristal mate, que protegía un mechero de gas. Comprendíase a primera vista que el chalet, con sus delgadas paredes de madera, mal defendería a sus habitantes del frío del invierno y los calores del verano; pero en la estación de otoño, templada y benigna, aquella caprichosa construcción, orlada de franjas de menuda crestería, trabajada como un juguete de sobremesa, engalanada de fresca guirnalda de rosales, era el albergue más coquetón y donoso que puede imaginar la mente, el nido más adecuado para una pareja de enamoradas tórtolas. Yo siento tener que dar a tan lindos edificios, que en Vichy abundan, el nombre extranjerizo de chalet; pero ¿qué hacer si en castellano no hay vocablo correspondiente? Lo que aquí denominamos choza, cabaña o casa rústica, no significa en modo alguno lo que todo el mundo entiende por chalet, que es una concepción arquitectónica peculiar a los valles helvéticos, donde el arte, inspirándose en la Naturaleza, reprodujo las formas de los alerces y pinabetes, y los delicados arabescos del hielo y la escarcha, bien como los egipcios tomaron de la flor del loto los capiteles de sus pilones, En Vichy los chalets se construyen con el exclusivo objeto de alquilarlos amueblados a los extranjeros. La conserje del chalet se encarga del gobierno de casa, de la compra y aun de guisar: el conserje atiende a la limpieza, corta las ramas del jardinete, guía las enredaderas, barre las calles enarenadas, sirve a la mesa y abre la puerta. Instaláronse, pues, los Miranda y los Gonzalvo si más cuidado que el de entregar al conserje sus abrigos de viaje y sentarse en sus respectivos puestos en el comedor. ...

En la línea 760
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Tenía el chalet los dos pisos de rigor; el entresuelo repartido en comedor, cocina, salita y un angosto recibimiento; el principal dedicado a dormitorios y cuartos de aseo. A la altura del principal corría una balconada, calada como finísimo encaje, que se repetía en el entresuelo, cubierta casi por las enredaderas. Delgada verja de hierro aislaba el chalet por la parte que daba a la vía pública, avenida plantada de árboles; por donde confinaba con otras casas y jardines, hacían el mismo oficio unas breves tapias. A la entrada de la verja, sobre sendas columnas de mármol gris, dos niños de bronce alzaban sus bracitos gordezuelos para sostener una bomba de cristal mate, que protegía un mechero de gas. Comprendíase a primera vista que el chalet, con sus delgadas paredes de madera, mal defendería a sus habitantes del frío del invierno y los calores del verano; pero en la estación de otoño, templada y benigna, aquella caprichosa construcción, orlada de franjas de menuda crestería, trabajada como un juguete de sobremesa, engalanada de fresca guirnalda de rosales, era el albergue más coquetón y donoso que puede imaginar la mente, el nido más adecuado para una pareja de enamoradas tórtolas. Yo siento tener que dar a tan lindos edificios, que en Vichy abundan, el nombre extranjerizo de chalet; pero ¿qué hacer si en castellano no hay vocablo correspondiente? Lo que aquí denominamos choza, cabaña o casa rústica, no significa en modo alguno lo que todo el mundo entiende por chalet, que es una concepción arquitectónica peculiar a los valles helvéticos, donde el arte, inspirándose en la Naturaleza, reprodujo las formas de los alerces y pinabetes, y los delicados arabescos del hielo y la escarcha, bien como los egipcios tomaron de la flor del loto los capiteles de sus pilones, En Vichy los chalets se construyen con el exclusivo objeto de alquilarlos amueblados a los extranjeros. La conserje del chalet se encarga del gobierno de casa, de la compra y aun de guisar: el conserje atiende a la limpieza, corta las ramas del jardinete, guía las enredaderas, barre las calles enarenadas, sirve a la mesa y abre la puerta. Instaláronse, pues, los Miranda y los Gonzalvo si más cuidado que el de entregar al conserje sus abrigos de viaje y sentarse en sus respectivos puestos en el comedor. ...

En la línea 916
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Era el Casino para Perico y Miranda, como para todos los ociosos de la colonia, casa y hogar durante la temporada termal. En conjunto el gran edificio se asemejaba a un concierto de voces que convidasen a la existencia rápida y fácil de nuestro siglo. El espacioso peristilo, la fachada principal con su vasta azotea, su jardinete reservado, donde vegetan en graciosas canastillas exóticas plantas, y sus ricos y caprichosos adornos renacientes de blanquísima sillería; las altas columnas de bruñido pórfido que el interior sustentan; las muelles butacas y los anchos divanes; los cupidillos traviesos (símbolo artístico de efímeros amores que suelen vivir el espacio de una quincena de aguas) que corren por la cornisa del gran salón de baile, o revolotean en el azul de los anchos recuadros del teatro; el oro prodigado en toques hábiles, como puntos de luz, o en luengos listones, como rayos de sol; las grandes ventanas de límpidos cristales, todo, en suma, ayudaba a la fantasía a representarse un templo ateniense, corregido y aumentado con los beneficios y goces de la civilización actual. Quien mirase el Casino por su fachada sur, podía ver desde luego el numen que allí recibía culto y sacrificios: la Ninfa de las aguas, inclinando la urna con graciosa actitud, mientras salen a sus pies de entre un cañaveral dos amorcillos, y uno de ellos, alzando una valva, recoge la sacra linfa que de la urna copiosamente fluye. Sacerdotes y flamines del templo de la Ninfa son los mozos del Casino, que a la menor señal, a un movimiento de labios, acuden tácitos y prontos con lo que se desea: cigarros, periódicos, papel, refrescos, hasta las aguas, que traen a escape, en un tanque vuelto boca abajo sobre un plato, a fin de que no pierdan su preciosa temperatura ni sus gases. ...

En la línea 980
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... A la verdad, infundía tristeza en aquellos días de fin de Octubre, el aspecto de Vichy. No eran sino hojas caídas: el Parque, tan animado siempre, se veía solitario; sólo algunos agüistas tardíos, enfermos de veras, paseaban la acera de asfalto, henchida ayer del roce de ricos trajes y del rumor de alegres conversaciones. Nadie se cuidaba ya de recoger y barrer el amarillo tapiz del follaje, porque Vichy, tan peripuesto y adornado en la estación de aguas, se torna desastrado y desaliñado no bien le vuelven la espalda sus elegantes huéspedes de estío. Toda la villa semejaba una inmensa mudanza: de los chalets, desalquilados ya, desaparecían los adornos y balconadas, para evitar que los pudriesen las lluvias; en las calles se amontonaban la cal, el ladrillo para las obras de albañilería, que nadie osaba emprender en verano por no ensuciar las pulcras avenidas. Las tiendas de objetos de lujo iban cerrándose unas tras otras, y dueños y surtido tomaban el rumbo de Niza, Cannes o cualquiera estación invernal semejante. Algunas quedaban rezagadas todavía, y sus escaparates servían de entretenimiento a Lucía y Pilar, cuando esta última salía a sus despaciosos paseos. Entre ellas se señalaba un almacén de curiosidades, antigüedades y objetos de arte, situado casi frente a la famosa Ninfa, y, por consiguiente, a espaldas del Casino. Angosta en extremo la tienda, apenas podía encerrar el maremágnum de objetos apiñados en ella, que se desbordaban, hasta invadir la acera. Daba gusto revolver por aquellos rincones escudriñar aquí y acullá, hacer a cada instante descubrimientos nuevos y peregrinos. Los dueños del baratillo, ociosos casi todo el día, se prestaban a ello de buen grado. Erase una pareja; él, bohemio del Rastro, ojos soñolientos, raído levitín, corbata rota, semejante a una curiosidad más, a algún mueble usado y desvencijado; ella, rubia, flaca, ondulante, ágil como una zapaquilda de desván, al deslizarse entre los objetos preciosos amontonados hasta el techo. Miraban Lucía y Pilar muy entretenidas la heteróclita mescolanza. En el centro de la tienda se pavoneaba un soberbio velador de porcelana de Sévres y bronce dorado. El medallón principal ofrecía esmaltada, sobre un fondo de ese azul especial de la pasta tierna, la cara ancha, bonachona y tristota de Luis XVI; en torno, un círculo de medallones más chicos, presentaba las gentiles cabezas de las damas de la corte del rey guillotinado; unas empolvado el pelo, con grandes cestos de flores rematando el edificio colosal del peinado, otras con negras capuchas de encaje anudadas bajo la barbilla; todas impúdicamente descotadas, todas risueñas y compuestas, con fresquísima tez y labios de carmín. Si Lucía y Pilar estuviesen fuertes en Historia, ¡a cuánta meditación convidaba la vista de tanto ebúrneo cuello, ornado de collares de diamantes o de estrechas cintas de terciopelo, y probablemente segado más tarde por la cuchilla; ni más ni menos, que el pescuezo del rey que presidía melancólicamente aquella corte! La cerámica era el primor de la colección. Había cantidad de muñequitos de Sajonia, de colores suaves, puros y delicados, como las nubes que el alba pinta; rosados cupidillos, atravesando entre haces de flores azul celeste; pastoras blancas como la leche y rubias como unas candelas, apacentando corderillos atados con lazos carmesíes; zagales y zagalas que amorosamente se requestaban entre sotillos verdegay, sembrados de rosas; violinistas que empuñaban el arco remilgadamente, adelantando la pierna derecha para danzar un paso de minueto; ramilleteras que sonreían como papanatas, señalando hacia el canasto de flores que llevaban en el brazo izquierdo. Próximos a estos caprichos galantes y afeminados, los raros productos del arte asiático proyectaban sus siluetas extrañas y deformes, semejantes a ídolos de un bárbaro culto; por los panzudos tibores, cubiertos de una vegetación de hojas amarillas y flores moradas o color de fuego, cruzaban bandadas de pajarracos estrafalarios, o serpenteaban monstruosos reptiles; del fondo obscuro de los vasos tabicados surgían escenas fantásticas, ríos verdes corriendo sobre un lecho de ocre, kioscos de laca purpúrea con campanillas de oro, mandarines de hopalanda recta y charra, bigotes lacios y péndulos, ojos oblicuos y cabeza de calabacín. Las mayólicas y los platos de Palissy parecían trozos de un bajo fondo submarino, jirones de algún hondo arrecife, o del lecho viscoso de un río; allí entre las algas y fucus resbalaba la anguila reluciente y glutinosa, se abría la valva acanalada de la almeja, coleteaba el besugo plateado, enderezaba su cono de ágata el caracol, levantaba la rana sus ojos fríos, y corría de lado el tenazudo cangrejo, parecido a negro arañón. Había una fuente en que Galatea se recostaba sobre las olas, y sus corceles azules como el mar sacaban los pies palmeados, mientras algunos tritones soplaban, hinchados los carrillos, en la retuerta bocina. Amén de las porcelanas, había piezas de argentería antigua y pesada, de esas que se legan de padres a hijos en los honrados hogares de provincia: monumentales salvillas, anchas bandejas, soperones rematados en macizas alcachofas; había cofres de madera embutidos de nácar y marfil, arquillas de hierro labradas como una filigrana, tanques de loza con aro de metal, de formas patriarcales, que recordaban los bebedores de cerveza que inmortalizó el arte flamenco. Pilar se embobaba especialmente con las copas de ágata que servían de joyeros, con las alhajas de distintas épocas, entre las cuales había desde el amuleto de la dama romana hasta el collar, de pedrería contrahecha y finos esmaltes, de la época de María Antonieta; pero Lucía se enamoró sobre todo de los objetos de iglesia, que despertaban el sentimiento religioso, tan hecho para conmover su alma sincera y vehemente. Dos Apóstoles, alzado el dedo al cielo en grave actitud se destacaban, fileteados de latón los contornos, sobre dos cristales de colores, arrancados sin duda de la ojiva de algún desmantelado monasterio. En un tríptico de rancio y acaramelado marfil, aparecía Eva, magra y desnuda, ofreciendo a Adán la manzana funesta, y la Virgen, en los misterios de su Anunciación y Ascensión; todo trabajado incorrectamente, con ese candor divino del primitivo arte hierático, de los siglos de fe. A despecho de la rudeza del diseño, gustaba a Lucía la figura de la Virgen, la modestia de sus ojos bajos, la mística idealidad de su actitud. Si poseyese una cantidad crecida de dinero, a buen seguro que la daría por un Cristo que andaba confundido entre otras curiosidades, en el baratillo. Era de marfil también, y todo de una pieza, menos los brazos; y clavado en rica cruz de concha, agonizaba con dolorosa verdad, encogidos músculos y nervios en una contracción suprema. Tres clavos de diamante trucidaban sus manos y pies. Lucía le rezaba todos los días un padrenuestro, y aun solía besar sus rodillas, cuando no la miraba nadie. ...

En la línea 60
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El suceso de que se trataba, y sobre el cual los diferentes periódicos del Reino Unido discutían acaloradamente, se había realizado tres días antes, el 29 de septiembre. Un legajo de billetes de banco que formaba la enorme cantidad de cincuenta y cinco mil libras, había sido sustraído de la mesa del cajero principal del Banco de Inglaterra. ...

En la línea 290
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Míster Fogg escribió estas fechas en un itinerario dispuesto por columnas, que indicaba, desde el 2 de octubre hasta el 21 de diciembre, el día de la semana, el del mes, las llegadas reglamentarias y las efectivas en cada punto principal, París, Brindisi, Suez, Bombay, Calcuta, Singapore, Hong Kong, Yokohama, San Francisco, Nueva York, Liverpool, Londres, y que permitía calcular el adelanto obtenido o el retraso experimentado en cada punto del trayecto. ...

En la línea 529
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... A las ocho de la noche ya quedaba traspuesta la principal cadena de los Vindhias, y los viajeros hicieron alto al pie de la falda septentrional en un 'bungalow' ruinoso. ...

En la línea 694
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Todo este panorama desfiló como un relámpago, y con frecuencia una nube de vapor blanco ocultó sus pormenores. Apenas pudieron los viajeros entrever el fuerte de Chunar, a veinte millas al sur de Benazepur y sus importanes fábricas de agua de rosa; el sepulcro de lord Cornwallis, que se eleva sobre la orilla izquierda del Ganges; la ciudad fortificada de Buxar, Putna, gran población industrial y mercantil, donde existe el principal mercado del opio de la India; Monglar, ciudad, más que europea, inglesa como Manchester o Birmingham, nombradas por sus fundiciones de hierro y sus fábricas de armas blancas, y cuyas altas chimeneas parecían tiznar con su negro humo el cielo de Brahma, ¡verdadera mancha en el país de los sueños! ...


El Español es una gran familia


Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra r

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Las Reglas Ortográficas de la R y la RR

Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.

En castellano no es posible usar más de dos r

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La palabra tropezar

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