Cual es errónea Pregunta o Prregunta?
La palabra correcta es Pregunta. Sin Embargo Prregunta se trata de un error ortográfico.
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Errores Ortográficos típicos con la palabra Pregunta
Cómo se escribe pregunta o prregunta?
Cómo se escribe pregunta o prejunta?

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece pregunta
La palabra pregunta puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 2049
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... » Y el socarrón, al oír la pregunta de la señora de Pajares, siempre contestaba lo mismo: «No, señora; no podía pagar porque estaba sin un cuarto. ...
En la línea 2360
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Su embotado pensamiento formulaba esta pregunta, y tras muchos esfuerzos se contestaba a sí mismo que Pimentó había muerto. ...
En la línea 1434
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿Pero beber sí que beberás? Rafael hizo un gesto, como extrañando lo superfluo de la pregunta. Y sin levantar la vista de la mesa, comenzó a apurar rabiosamente las cañas que tenía delante. ...
En la línea 1660
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Eran más de cuatro mil. Al llegar una nueva banda, sus individuos, embozándose en las mantas haraposas para dar mayor misterio a la pregunta, se dirigían a los que aguardaban en el llano. ...
En la línea 1662
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y los que oían la pregunta parecían devolverla con la mirada. «Sí; ¿qué hay?» Todos estaban allí, sin saber por qué, ni para qué; sin conocer con certeza quién era el que los convocaba. ...
En la línea 296
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... A esta pregunta, D'Artagnan se presentó con mucha humildad, se apoyó en el título de compatriota, y rogó al ayuda de cámara que había venido a hacerle aquella pregunta pedir por él al señor d e Tréville un momento de audiencia, petición que éste prometió en tono protector transmitir en tiempo y lugar. ...
En la línea 1052
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¿Así es como hacéis vuestra tarea señor? -prosiguió el rey sin responder directamente a la pregunta del señor de Tréville-. ...
En la línea 2823
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Luis XIII sintió instintivamente que no debía responder a aquella pregunta, pues la reina la había hecho con una voz casi moribunda. ...
En la línea 3553
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¿No le ha ocurrido n inguna desgracia a la reina? -exclamó Buc kingham, pintándose en esta pregunta todo su pensamiento y todo su amor. ...
En la línea 930
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Pregunté después si había en el convento ejemplares de las Sagradas Escrituras; aquella voz amigable no supo darme noticias sobre el particular, y casi no me atrevo a creer que mi interlocutora entendiese la pregunta. ...
En la línea 1327
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... LA GITANA.—¡El _Caloró_ de Londres me pregunta lo que íbamos a hacer en la tierra de los _Corahai_! _¡Aromali!_. ...
En la línea 1455
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ¿Por qué me lo pregunta usted? —Soy de la guardia nacional—contestó el hombre—, y estoy encargado de vigilar a los forasteros; me han dicho que un gitano acaba de pasar a caballo por el pueblo; su suerte ha sido que en aquel momento había entrado yo en mi casa. ...
En la línea 3815
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ¿Español, portugués? Acaso un criollo.» Le hice una pregunta indiferente en español, y me contestó en el mismo idioma; pero su acento me convenció de que no era español ni portugués. ...
En la línea 2043
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... »Llegué en dos días y medio donde quería, y, en entrando por la ciudad, pregunté por la casa de los padres de Luscinda, y al primero a quien hice la pregunta me respondió más de lo que yo quisiera oír. ...
En la línea 2321
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Como me lo pregunta este señor -respondió ella-, no pude dejar de respondelle. ...
En la línea 2821
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -No se le pregunta otra cosa ninguna -respondió Luscinda- sino ofrecelle por esta noche nuestra compañía y parte del lugar donde nos acomodáremos, donde se le hará el regalo que la comodidad ofreciere, con la voluntad que obliga a servir a todos los estranjeros que dello tuvieren necesidad, especialmente siendo mujer a quien se sirve. ...
En la línea 3172
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ''Sí'', dije yo; y, queriendo comenzar a decirle mi suceso, y de dónde veníamos y quién éramos, uno de los cristianos que con nosotros venían conoció al jinete que nos había hecho la pregunta, y dijo, sin dejarme a mí decir más palabra: ''¡Gracias sean dadas a Dios, señores, que a tan buena parte nos ha conducido!, porque, si yo no me engaño, la tierra que pisamos es la de Vélez Málaga, si ya los años de mi cautiverio no me han quitado de la memoria el acordarme que vos, señor, que nos preguntáis quién somos, sois Pedro de Bustamante, tío mío''. ...
En la línea 144
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Es curioso advertir cómo las mismas circunstancias producen costumbres casi análogas. En el Cabo de Buena Esperanza se practican universalmente la misma hospitalidad y casi la misma etiqueta. Al punto se advierte la diferencia de carácter entre el español y el holandés, en que el primero nunca hace ni una sola pregunta a su huésped fuera de lo que exigen las reglas más severas de la cortesía, al paso que el bueno del holandés le pregunta de dónde viene, a dónde va, qué hace y hasta cuántos hermanos, hermanas o hijos tiene. ...
En la línea 398
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... pregunta cuál es el motivo de la aparición inmediata, en todos los senderos que conducen a una choza recién construida, de plantas que no crecen en las cercanías. En otro pasaje dice8: «Estos caballos (salvajes) tienen la manía de preferir los caminos y el borde de las carreteras para depositar sus excrementos; montones de ellos se encuentran en esos lugares». Pero, ¿no es eso una explicación del hecho? ¿No se producen así líneas de terreno ricamente abonado, que sirven de comunicación a través de inmensas regiones? Junto a Guardia encontramos el límite meridional de dos plantas europeas que se han hecho extraordinariamente comunes. El hinojo abunda en los revestimientos de los hoyos en las cercanías de Buenos Aires, Montevideo y otras ciudades. Pero el cardo9 aún se ha difundido mucho más: se le encuentra en estas latitudes a los dos lados de la cordillera, en todo el ancho del continente. Lo he hallado en sitios casi desiertos de Chile, de Entre Ríos y de la banda oriental. Sólo en este último país, hartas millas cuadradas (probablemente muchos centenares), están cubiertas por una masa de estas plantas armadas de pinchos, en sitios donde no pueden penetrar hombres ni animales. ...
En la línea 428
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... A veces si se pregunta a una persona que lleve puestos en la cabeza pedazos de tafetán qué le pasa, responde: «Anteayer tuve jaqueca». Los habitantes de este país emplean remedios muy extraños, pero harto asquerosos para poder hablarse de ellos. Uno de los menos sucios consiste en cortar por en medio perritos pequeños, y sujetar cada pedazo a un lado de un miembro roto. Aquí son muy buscados los perritos de una raza sin pelo para servir de calentadores a los enfermos. ...
En la línea 493
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Sin embargo, ¡han oído hablar de un país donde el día y la noche duran cada uno seis meses seguidos, país poblado de habitantes altos y flacos! Me hacen muchas preguntas acerca de ganadería y precio de los ganados en Inglaterra. Cuando le digo que nosotros no cogemos con lazo a nuestros animales, exclaman: «¡Cómo! Entonces, ¿no emplean ustedes más que las bolas?» No tenían ni la menor idea de que pudiese cercarse un terreno. El capitán me dice que tiene que hacerme una pregunta, pero importantísima, a la cual me apremia para que responda con toda la verdad. Casi temblé ante la idea de la profundidad científica que iba a tener esa pregunta. Hela aquí: - «Las mujeres de Buenos Aires ¿no son las más hermosas del mundo?» Le contesté como un verdadero renegado: - «Ciertamente que sí». Añadió él: - «Otra pregunta tengo que hacerle a usted: ¿hay en alguna otra parte del mundo mujeres que gasten unas peinetas como las que éstas llevan?» Le afirmé solemnemente que nunca había encontrado otras mayores. ...
En la línea 5153
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En los labios le retozaba esta pregunta: ¿Pero de qué demontres hablasteis dos horas seguidas?. ...
En la línea 5157
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —Adiós, madre —dijo don Fermín cuando doña Paula calló por no atreverse con la pregunta sacrílega. ...
En la línea 6019
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y ¿por qué había de preferir la mesa de los marqueses a la de Páez, no menos espléndida? Aunque quiso rehuir la contestación a esta pregunta capciosa, la conciencia se la dio como un estallido en los oídos, antes que pudiera él preparar una mentira. ...
En la línea 6780
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¡yo lo creo! El Magistral respiró; pero antes de exponerse a otra pregunta inopinada, como diría Mourelo, se despidió de aquellos señores asegurando que tenía que hacer en Palacio. ...
En la línea 1942
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Cogió a Claudio de una solapa, mirándolo de cerca, al hacer dicha pregunta, y el joven, aunque ignoraba a causa de su preocupación lo que había dicho el canónigo, aprobó moviendo la cabeza. ...
En la línea 497
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Si pregunta usted lo mismo a uno de nuestros gobernantes, le dirá que todos esos buques sirven para mantener la libertad de los mares. Pero yo me rio un poco de ello. Cuando triunfó la Verdadera Revolución y los 'rayos negros' volaron los navíos de guerra de entonces o los acorralaron en los puertos, existió la libertad de los mares, a pesar de la falta de buques armados, lo mismo que ahora que mantenemos tres escuadras. ...
En la línea 745
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Había formulado tres veces la misma pregunta, sin obtener respuesta, y los doctores jóvenes, mas revoltosos, empezaban a reír del silencio del gigante y de la confusión del conferencista. ...
En la línea 746
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Engañado por la fijeza de los ojos de Gillespie, el traductor había osado dirigirle la tal pregunta convencido de que le escuchaba con atención. Luego tuvo que repetirla dos veces mas, mientras a su lado el ilustre jefe de la Universidad se agitaba en su asiento nerviosamente, considerando como una ofensa la actitud distraída del gigante. ...
En la línea 768
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Cuando el bondadoso Flimnap se presentó al día siguiente, Edwin le hizo una pregunta que tenía preparada desde la tarde anterior. ...
En la línea 521
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Usted conteste y no sea como los gallegos, que cuando se les hace una pregunta hacen otra. Puesto que está usted de derribo, ¿tiene cascote, sí o no? ...
En la línea 855
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Ido abrió la boca para emitir pronta y juiciosa respuesta a esta pregunta; pero su mujer tomó rápidamente la palabra, quedándose él un buen rato con la boca abierta. ...
En la línea 866
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Guillermina, después de sacar varios bonos, como billetes de teatro, y dar a la infeliz familia los que necesitaba para proveerse de garbanzos, pan y carne por media semana, dijo que se marchaba. Pero Jacinta no se conformó con salir tan pronto. Había ido allí con determinado fin, y por nada del mundo se retiraría sin intentar al menos realizarlo. Varias veces tuvo la palabra en la boca para hacer una pregunta a D. José, y este la miraba como diciendo: «estoy rabiando porque me pregunte usted por el Pituso». Por fin, decidiose la dama a romper el silencio sobre punto tan capital, y levantándose dio algunos pasos hacia donde Ido estaba. Este no necesitó más que verla venir; y saliendo rápidamente del cuarto, volvió al poco con una criatura de la mano. ...
En la línea 886
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Se sale usted a la Ronda… tira usted para abajo, dejando a la izquierda la fábrica del gas. ¿Entiende usted?… ¿Sabe usted la estación de las Pulgas? Bueno, pues antes de llegar a ella hay una casa en construcción… Está concluida la obra de fábrica y ahora están armando una chimenea muy larga, porque va a ser sierra mecánica… ¿Se va usted enterando? No tiene pérdida. Pues entra usted y pregunta por el guarda de la obra, que se llama Pacheco… lo mismito que yo. Usted le dice: «Vengo por los ladrillos de doña Guillermina». Ido repitió, como los chicos que aprenden una lección: ...
En la línea 170
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Hizo después una pregunta a Tom en latín y Tom le respondió desmayadamente en la misma lengua. El rey estaba encantado, y lo demostró. Los lores y los médicos mostraron también su contento. El rey dijo: ...
En la línea 176
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Le hizo a Tom una pregunta en francés. Tom estuvo callado un momento, turbado al ver tantas miradas fijas en él, y al fin dijo tímidamente: ...
En la línea 216
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... A pesar de las muchas precauciones, la conversación entre los jóvenes fue a veces un tanto embarazosa. Más de una vez, en verdad, Tom se vio a punto de rendirse, y de confesarse incapaz de representar el terrible papel; pero el tacto de la princesa Isabel lo salvó, o una palabra de uno u otro de los vigilantes lores, soltada al parecer por casualidad, tuvo el mismo feliz efecto. Una vez la pequeña lady Juana se volvió hacia Tom y lo dejó sin aliento con esta pregunta: ...
En la línea 261
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Examinó Tom con interés los nabos y la lechuga y preguntó qué eran y si eran para comer, porque apenas recientemente se habían empezado a cultivar en Inglaterra, en vez de importarlos de Holanda como lujo.[4] Se contesto a su pregunta con grave respeto, y sin manifestar sorpresa. Cuando hubo terminado el postre, se llenó los bolsillos de nueces, pero nadie pareció reparar en ello, ni perturbarse por ello. Mas al momento fue él quien se perturbó y se mostró confuso, porque era aquél el único servicio que le habían permitido realizar con sus propian manos durante la comida, y no dudó de que había hecho algo impropio e indigno de un príncipe. En aquel instante empezaron a temblarle los músculos de la nariz, y el extremo de este órgano a levantarse y contraerse. Prosiguió esta situación, y Tom empezó a dar muestras de creciente desazón. Miró suplicante, primero a uno y después al otro de los lores que le rodeaban y las lágrimas vinieron a sus ojos. Avanzaron con la ansiedad pintada en sus rostros y le rogaron los enterara de su apuro. Tom dijo con verdadera angustia: ...
En la línea 58
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Sí, señorito –respondió Domingo sin extrañeza alguna por la pregunta que se le hacía. ...
En la línea 353
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¡Vaya una pregunta! Tras de ti. ...
En la línea 633
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¡Vaya una pregunta! ...
En la línea 1048
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¡Hombre, eso no se pregunta! Hay cosas que no pueden definirse. ...
En la línea 1818
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Ante todo una pregunta. ¿Está segura de que nadie puede oírnos? ...
En la línea 547
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Su pregunta me dejó turbado, pues con toda certeza el comandante Farragut no hubiese dudado en hacerlo, creyendo deber suyo destruir un aparato de ese género, al mismo título que un narval gigantesco. ...
En la línea 559
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Aceptamos -respondí-. Pero permítame hacerle una pregunta, una sola. ...
En la línea 583
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Una última pregunta -dije en el momento en que ese ser inexplicable parecía querer retirarse. ...
En la línea 678
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Bien, no insisto, aun cuando me asombre tal resultado. Una sola pregunta, sin embargo, que puede no contestar si la considera usted indiscreta. Pienso que los elementos que emplee usted para producir ese maravilloso agente deben gastarse pronto. Por ejemplo, el cinc ¿cómo lo reemplaza usted, puesto que no mantiene ninguna comunicacion con tierra? ...
En la línea 102
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... No se hacía mucho favor a sí misma, según me dije, al indicar que ella podría contestarme con alguna mentira en caso de que le hiciera una pregunta. Pero ella, a no ser que hubiese alguna visita, jamás se mostraba cortés. ...
En la línea 109
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Este muchacho es así - exclamó mi hermana, apuntándome con la aguja y el hilo y meneando la cabeza hacia mí-. Contéstale a una pregunta, y él te hará doce más. ...
En la línea 244
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... El sargento y yo estábamos ya en la cocina cuando la señora Joe se dirigía esta pregunta, y en aquella crisis recobré en parte el uso de mis sentidos. ...
En la línea 285
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Era inútil dirigirme entonces aquella pregunta. Iba subido a los hombros de Joe, quien debajo de mí atravesaba los fosos como un cazador, avisando al señor Wopsle para que no se cayera sobre su romana nariz y para que no se quedase atrás. Nos precedían los soldados, bastante diseminados, con gran separación entre uno y otro. Seguíamos el mismo camino que tomé aquella mañana, y del cual salí para meterme en la niebla. Ésta no había aparecido aún o bien el viento la dispersó antes. Bajo los rojizos resplandores del sol poniente, la baliza y la horca, así como el montículo de la Batería y la orilla opuesta del río, eran perfectamente visibles, apareciendo de color plomizo. ...
En la línea 92
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¿Que por qué no estoy en una oficina, señor? ‑dijo Marmeladof, dirigiéndose a Raskolnikof, como si la pregunta la hubiera hecho éste‑ ¿Dice usted que por qué no trabajo en una oficina? ¿Cree usted que esta impotencia no es un sufrimiento para mí? ¿Cree usted que no sufrí cuando el señor Lebeziatnikof golpeó a mi mujer el mes pasado, en un momento en que yo estaba borracho perdido? Dígame, joven: ¿no se ha visto usted en el caso… en el caso de tener que pedir un préstamo sin esperanza? ...
En la línea 103
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Joven ‑continuó mientras volvía a erguirse‑, creo leer en su semblante la expresión de un dolor. Apenas le he visto entrar, he tenido esta impresión. Por eso le he dirigido la palabra. Si le cuento la historia de mi vida no es para divertir a estos ociosos, que, además, ya la conocen, sino porque deseo que me escuche un hombre instruido. Sepa usted, pues, que mi esposa se educó en un pensionado aristocrático provincial, y que el día en que salió bailó la danza del chal ante el gobernador de la provincia y otras altas personalidades. Fue premiada con una medalla de oro y un diploma. La medalla… se vendió hace tiempo. En cuanto al diploma, mi esposa lo tiene guardado en su baúl. Últimamente se lo enseñaba a nuestra patrona. Aunque estaba a matar con esta mujer, lo hacía porque experimentaba la necesidad de vanagloriarse ante alguien de sus éxitos pasados y de evocar sus tiempos felices. Yo no se lo censuro, pues lo único que tiene son estos recuerdos: todo lo demás se ha desvanecido… Sí, es una dama enérgica, orgullosa, intratable. Se friega ella misma el suelo y come pan negro, pero no toleraría de nadie la menor falta de respeto. Aquí tiene usted explicado por qué no consintió las groserías de Lebeziatnikof; y cuando éste, para vengarse, le pegó ella tuvo que guardar cama, no a causa de los golpes recibidos, sino por razones de orden sentimental. Cuando me casé con ella, era viuda y tenía tres hijos de corta edad. Su primer matrimonio había sido de amor. El marido era un oficial de infantería con el que huyó de la casa paterna. Catalina adoraba a su marido, pero él se entregó al juego, tuvo asuntos con la justicia y murió. En los últimos tiempos, él le pegaba. Ella no se lo perdonó, lo sé positivamente; sin embargo, incluso ahora llora cuando lo recuerda, y establece entre él y yo comparaciones nada halagadoras para mi amor propio; pero yo la dejo, porque así ella se imagina, al menos, que ha sido algún día feliz. Después de la muerte de su marido, quedó sola con sus tres hijitos en una región lejana y salvaje, donde yo me encontraba entonces. Vivía en una miseria tan espantosa, que yo, que he visto los cuadros más tristes, no me siento capaz de describirla. Todos sus parientes la habían abandonado. Era orgullosa, demasiado orgullosa. Fue entonces, señor, entonces, como ya le he dicho, cuando yo, viudo también y con una hija de catorce años, le ofrecí mi mano, pues no podía verla sufrir de aquel modo. El hecho de que siendo una mujer instruida y de una familia excelente aceptara casarse conmigo, le permitirá comprender a qué extremo llegaba su miseria. Aceptó llorando, sollozando, retorciéndose las manos; pero aceptó. Y es que no tenía adónde ir. ¿Se da usted cuenta, señor, se da usted cuenta exacta de lo que significa no tener dónde ir? No, usted no lo puede comprender todavía… Durante un año entero cumplí con mi deber honestamente, santamente, sin probar eso ‑y señalaba con el dedo la media botella que tenía delante‑, pues yo soy un hombre de sentimientos. Pero no conseguí atraérmela. Entre tanto, quedé cesante, no por culpa mía, sino a causa de ciertos cambios burocráticos. Entonces me entregué a la bebida… Ya hace año y medio que, tras mil sinsabores y peregrinaciones continuas, nos instalamos en esta capital magnífica, embellecida por incontables monumentos. Aquí encontré un empleo, pero pronto lo perdí. ¿Comprende, señor? Esta vez fui yo el culpable: ya me dominaba el vicio de la bebida. Ahora vivimos en un rincón que nos tiene alquilado Amalia Ivanovna Lipevechsel. Pero ¿cómo vivimos, cómo pagamos el alquiler? Eso lo ignoro. En la casa hay otros muchos inquilinos: aquello es un verdadero infierno. Entre tanto, la hija que tuve de mi primera mujer ha crecido. En cuanto a lo que su madrastra la ha hecho sufrir, prefiero pasarlo por alto. Pues Catalina Ivanovna, a pesar de sus sentimientos magnánimos, es una mujer irascible e incapaz de contener sus impulsos… Sí, así es. Pero ¿a qué mencionar estas cosas? Ya comprenderá usted que Sonia no ha recibido una educación esmerada. Hace muchos años intenté enseñarle geografía e historia universal, pero como yo no estaba muy fuerte en estas materias y, además, no teníamos buenos libros, pues los libros que hubiéramos podido tener… , pues… , ¡bueno, ya no los teníamos!, se acabaron las lecciones. Nos quedamos en Ciro, rey de los persas. Después leyó algunas novelas, y últimamente Lebeziatnikof le prestó La Fisiología, de Lewis. Conoce usted esta obra, ¿verdad? A ella le pareció muy interesante, e incluso nos leyó algunos pasajes en voz alta. A esto se reduce su cultura intelectual. Ahora, señor, me dirijo a usted, por mi propia iniciativa, para hacerle una pregunta de orden privado. Una muchacha pobre pero honesta, ¿puede ganarse bien la vida con un trabajo honesto? No ganará ni quince kopeks al día, señor mío, y eso trabajando hasta la extenuación, si es honesta y no posee ningún talento. Hay más: el consejero de Estado Klopstock Iván Ivanovitch… , ¿ha oído usted hablar de él… ?, no solamente no ha pagado a Sonia media docena de camisas de Holanda que le encargó, sino que la despidió ferozmente con el pretexto de que le había tomado mal las medidas y el cuello le quedaba torcido. ...
En la línea 454
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¡Alto! A la Naturaleza se la corrige, se la dirige. De lo contrario, los prejuicios nos aplastarían. No tendríamos ni siquiera un solo gran hombre. Se habla del deber, de la conciencia, y no tengo nada que decir en contra, pero me pregunto qué concepto tenemos de ellos. Ahora voy a hacerte otra pregunta. ...
En la línea 457
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Pues bien, la pregunta es ésta. Has hablado con elocuencia, pero dime: ¿serías capaz de matar a esa vieja con tus propias manos? ...
En la línea 65
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Estaba seguro de que iba usted a hacerme esta pregunta. ...
En la línea 83
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Permítame una pregunta: ¿quién es la señorita Blanche?—inquirí, deseoso de no dejarla marchar sin haber llegado a una explicación. ...
En la línea 167
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Se quedó luego callado, mirándome con aire significativo. Ignoro lo que intentaba expresar con eso, pues a mi pregunta “¿Qué quiere usted decir?”, se encogió de hombros con sonrisa maliciosa y añadió: ...
En la línea 232
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¿Por qué me lo pregunta? ...
En la línea 699
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Javert era como un ojo siempre fijo sobre el señor Magdalena; ojo lleno de sospechas y conjeturas. El señor Magdalena llegó al fin a advertirlo; pero, a lo que parece, semejante cosa significó muy poco para él. No le hizo ni una pregunta; ni lo buscaba ni le huía, y aparentaba no notar aquella mirada incómoda y casi pesada. ...
En la línea 969
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Magdalena sólo respondió con esta brusca pregunta: ...
En la línea 1119
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Llegaba el momento de cerrar el debate. El presidente mandó ponerse de pie al acusado y le hizo la pregunta de costumbre: ...
En la línea 1122
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... El presidente repitió la pregunta. ...
En la línea 1003
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -¿Sin vos, señora?- respondió el agente-. Pero, permitidme una pregunta, ¿pensabais, por lo visto, marchar en el vapor? ...
En la línea 1231
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -¡A fe mía- respondió Picaporte, incomodado por la pregunta-, nosotros, los franceses, sabemos hacer muecas, es verdad, pero no mejor que los americanos! ...
En la línea 1995
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Mister Fogg- respondió mistress Aouida-, a mí es a quien toca haceros la pregunta. Estabais arruinado, y ya sois rico… ...

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Las Reglas Ortográficas de la R y la RR
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