Cómo se escribe.org.es

La palabra oxura
Cómo se escribe

Comó se escribe oxura o oscura?

Cual es errónea Oscura o Oxura?

La palabra correcta es Oscura. Sin Embargo Oxura se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino oxura es que hay un Intercambio de las letras s;x con respecto la palabra correcta la palabra oscura


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece oscura

La palabra oscura puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 925
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero después caía en la huerta oscura, con sus ruidos misteriosos, sus bultos negros y alarmantes que pasaban saludándola con un ¡Bona nit! lúgubre y comenzaban para ella el miedo y el castañeteo de dientes. ...

En la línea 1841
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La barraca estaba oscura, silenciosa. ...

En la línea 1953
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Esta habitación, oscura y húmeda, exhalaba un vaho de alcohol, un perfume de mosto, que embriagaba el olfato y turbaba la vista, haciendo pensar que la tierra entera iba a quedar cubierta por una inundación de vino. ...

En la línea 51
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La bodega de embarque contenía cuatro mil botas de distintos vinos para las combinaciones. En un cuarto lóbrego, sin otra luz que un ventanillo cerrado por un vidrio rojo, estaba la _cámara oscura_. Allí el técnico examinaba, al través del rayo luminoso, la copa de vino del barril recién abierto. ...

En la línea 56
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Aislado en su bodega, obligado al silencio por los largos encierros en la cámara oscura, sentía la comezón de hablar cuando se presentaba alguno del escritorio, especialmente Montenegro, que, lo mismo que él, podía tenerse por hijo de la casa. ...

En la línea 74
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y añadió dirigiéndose a Montenegro: --Déjame ese papelillo en la cámara oscura y ojalá se os caigan las manos antes de traerme más recetas, como si fuese yo un boticario. ...

En la línea 147
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro vio venir hacia él un airoso jinete en traje de campo. Era un mocetón moreno, vestido como los contrabandistas o los bandidos caballerescos que sólo existen ya en los relatos populares. Al trotar su caballo, movíanse las alas de su chaqueta corta de cordoncillo de Grazalema, con coderas de paño negro ribeteadas de seda y bolsillos de media luna forrados de rojo. El sombrero, de alas grandes y rectas, estaba sostenido por un barbuquejo. Calzaba botines de cuero amarillo con grandes espuelas y las piernas las resguardaba del frío con unos zajones de piel, amplio delantal sujeto con correas. Delante de la silla iba plegada la manta oscura de grueso borlaje; en la grupa las alforjas, y a un lado la escopeta con el doble cañón asomando por debajo de la panza del animal. Cabalgaba elegantemente, con una gallardía árabe, como si hubiese nacido sobre los lomos del corcel y éste y su jinete formasen un solo cuerpo. ...

En la línea 5848
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Pasaron al comedor, gran sala oscura que se hallaba situada en frente a la cocina. ...

En la línea 1136
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ANTONIO.—Yo, personalmente, tampoco tengo miedo, hermano; la noche oscura es para mí igual que el día claro, y el _carrascal_ silvestre lo mismo que la plaza del mercado o que el _chardi_; llevo en el pecho el _bar lachí_, la piedra preciosa a que se pega la aguja. ...

En la línea 1168
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... La mañana era profundamente oscura; la calle estaba, sin embargo, parcialmente iluminada por un montón de paja ardiendo, en torno del que dos o tres hombres parecían muy ocupados en sostener un objeto sobre la llama. ...

En la línea 1389
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... No tardamos en entrar en la ciudad, muy triste y oscura. ...

En la línea 1717
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... 3 de la calle de la Zarza, calle oscura y sucia, no obstante hallarse pegada a la Puerta del Sol, punto céntrico de Madrid, donde desembocan cuatro o cinco de las vías principales, y sitio de reunión, en todas las épocas del año, de los vagos de la capital, pobres o ricos. ...

En la línea 99
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Las patas de esos animales terminan en pequeñas ventosas, y noté que podían trepar a lo largo de un espejo puesto verticalmente. Numerosas cigarras y numerosos grillos hacen oír al mismo tiempo su grito penetrante, pero que, sin embargo, aminorado por la distancia no deja de ser agradable. Ese concierto empieza todos los días en cuanto anochece. ¡Cuántas veces me ha ocurrido permanecer inmóvil allí escuchándolo, hasta que me llamaba la atención el paso de algún insecto curioso! A esa hora vuelan de seto en seto las moscas luminosas; en una noche oscura puede percibirse a unos 200 pasos la luz que proyectan. Es de advertir que en todos los animales fosforescentes que he podido observar, gusanos de luz, escarabajos brillantes y diversos animales marinos (tales como crustáceos, medusas, nereidas, una coraliaria del género Clytia y un tunicado del género Pyrosoma), la luz tiene siempre un color verde muy marcado. Todas las moscas luminosas que he podido coger aquí pertenecen a los Lampíridos (familia a la cual pertenece el gusano de luz inglés), y el mayor número de ejemplares eran Lampyris occidentalis3. Después de numerosas observaciones hechas por mí, he visto que este insecto emite la luz más brillante cuando 3 Deseo manifestar mi agradecimiento a Mr. Waterhouse, quien hizo el favor de determinar este insecto y otros muchos y de ayudarme de todas maneras. ...

En la línea 130
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 5 de julio de 1832.- Largamos velas por la mañana y salimos del magnífico puerto de Río. Durante nuestro viaje hasta el Plata no vemos nada de particular, como no sea un día una grandísima bandada de marsopas, en número de varios millares. El mar entero parecía surcado por estos animales, y nos ofrecían el espectáculo más extraordinario cuando cientos de ellos avanzaban a saltos, que hacían salir del agua todo su cuerpo. Mientras nuestro buque corría nueve nudos por hora, esos animales podían pasar y repasar por delante de la proa con la mayor facilidad y seguir adelantándonos hasta muy lejos. Empieza a hacer mal tiempo en el momento en que penetramos en la desembocadura del Plata. Con una noche muy oscura, nos vemos rodeados por gran número de focas y de pájaros bobos que hacen un ruido tan extraño, que el oficial de cuarto nos asegura que oye los mugidos del ganado vacuno en la costa. ...

En la línea 538
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Los seres vivos se encuentran en muy pequeño número en las aguas profundas lejos de la tierra; al sur del grado 35 de latitud, no he podido nunca coger más que algunos héroes y ciertas especies de crustáceos entomostráceos muy pequeños. En los puntos en que hay menos profundidad, se encuentran a algunas millas de la costa gran número de crustáceos de diferentes especies y ciertos otros animales, pero sólo durante la noche. Entre los 560 y los 570 de latitud, al sur del Cabo de Hornos, dejaba colgando las redes algunas veces, sin lograr obtener sino muy raros ejemplares de especies pequeñísimas de entomostráceos. Y, sin embargo, en toda esta parte del océano abundan las ballenas, las focas, los petreles y los albatros. Yo me he preguntado siempre, sin haber podido nunca resolver el problema, de qué puede vivir el albatros que frecuenta parajes tan apartados de las costas. Presumo que, como el cóndor, puede ayunar mucho tiempo, y que una buena comida, hecha sobre el cadáver en descomposición de una ballena, le basta para varios días. Las partes centrales e intertropicales del océano Atlántico rebosan de pterópodos, de crustáceos y de zoófitos; también abundan de modo extraordinario los animales que les hacen encarnizada guerra: peces voladores, bonitos y albicores; supongo que los numerosos animales marítimos inferiores se nutrirán de infusorios, que, como nos enseñan las investigaciones de Ehremberg, abundan en el océano; pero ¿de qué se nutrirán esos infusorios en este agua azul tan clara y tan límpida? Un poco al sur del Plata, en una noche muy oscura presentó el mar de improviso un espectáculo extraño y admirable. Soplaba la brisa con gran violencia, y la cresta de las olas que durante el día se ve romper en espuma, emitía en aquel momento una espléndida luz pálida. La proa del barco levantaba dos olas de fósforo líquido, y su ruta se perdía en el horizonte en una línea de fuego. ...

En la línea 648
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Dos especies de pájaros frecuentan las islas Falkland. Una de ellas, Anas magellanica, se encuentra muy extendida en toda la isla. Estos pájaros van por pares ó en pequeños bandos: no emigran, pero construyen sus nidos en los pequeños islotes que rodean la isla principal; se supone que es por temor a los zorros, y quizá por la misma causa estos pájaros, muy mansos durante el día, se hacen miedosos y casi fieros durante la noche. Se nutren exclusivamente de vegetales. El pájaro de las rocas, Anas antarctica, así llamado porque habita siempre a orillas del mar, es tan común en estas islas como en la costa occidental de América hasta Chile. En los profundos y solitarios canales de la Tierra del Fuego se ven muy a menudo parejas de estos pájaros posadas en alguna punta de las rocas. El macho, blanco cómo la nieve, va acompañado de su hembra, algo más oscura que él. ...

En la línea 133
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Se acordaba Rosaura repentinamente de una doméstica del canónigo, que Claudio había nombrado muchas veces. El joven la distinguía de las otras por su habilidad para contarle historias de santos y demonios, que amenizaban su niñez. Admirábase Figueras de la memoria prodigiosa de esta señora, capaz de retener el nombre de una oscura criada. ...

En la línea 1349
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Recordaba la breve y oscura historia de la duquesa del Valentinado. También ella escribía al Pontífice mostrando gran entusiasmo por las asiduidades de su esposo. Un matrimonio que empezaba tan generosamente no podía reservarle desilusiones en lo futuro ...

En la línea 1897
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Aquella gente vivía muy aprisa, yéndose del mundo antes de tiempo. A pesar de su mala fama, he leído en cartas de algunos españoles de entonces, que fue doña Sancha «muy acabada y valerosa princesa, y muy favorecedora de España». Fuese como fuese, lo cierto es que don Jofre, viéndose viudo a los veintitrés años, se marchó a nuestro país, donde casó con una hija del conde de Albalda, quedándose allá, en la oscura y humilde dicha de los que no tienen historia. ...

En la línea 1919
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando el buen chico se levantó al día siguiente, que era domingo, ya doña Lupe había vuelto de misa. Entrole Papitos el chocolate, y, la verdad, no pudo pasarlo, porque se le había puesto en el epigastrio la tirantez angustiosa, síntoma infalible de todas las situaciones apuradas, lo mismo por causa de exámenes que por otro temor o sobresalto cualquiera. Estaba lívido, y la señora debió de sentir lástima cuando le vio entrar en su gabinete, como el criminal que entra en la sala de juicio. La ventana estaba abierta, y doña Lupe la cerró para que el pobrecillo no se constipase, pues una cosa es la salud y otra la justicia. Venía el delincuente con las manos en los bolsillos y una gorrita escocesa en la cabeza, las botas nuevas y la ropa de dentro de casa, tan mustio y abatido que era preciso ser de bronce para no compadecerle. Doña Lupe tenía una falda de diario con muchos y grandes remiendos admirablemente puestos, delantal azul de cuadros, toquilla oscura envolviendo el arrogante busto, pañuelo negro en la cabeza, mitones colorados y borceguíes de fieltro gruesos y blandos, tan blandos que sus pasos eran como los de un gato. El gabinetito era una pieza muy limpia. Una cómoda y el armario de luna de forma vulgar eran los principales muebles. El sofá y sillería tenían forro de crochet a estilo de casa de huéspedes, todo hecho por la señora de la casa. ...

En la línea 2369
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Creyérase que Mauricia lo había olido, porque de improviso alzó la cabeza, adquiriendo tal animación y vida su cara que parecía mismamente la del otro cuando, señalando las pirámides, dijo lo de los cuarenta siglos. La mazmorra estaba oscura, mas por la puerta entraba la última claridad del día, y las dos mujeres allí encerradas se podían ver y se veían, aunque más bien como bultos que como personas. Mauricia alargó las manos con ansia hasta tocar la botella, pronunciando palabras truncadas y balbucientes para expresar su gratitud; pero la monja apartaba el codiciado objeto. ...

En la línea 2782
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Se hubiera ido así… sabe Dios hasta dónde. Miraba todo con la curiosidad alborozada que las cosas más insignificantes inspiran a la persona salida de un largo cautiverio. Su pensamiento se gallardeaba en aquella dulce libertad, recreándose con sus propias ideas. ¡Qué bonita, verbi gracia, era la vida sin cuidados, al lado de personas que la quieren a una y a quien una quiere… ! Fijose en las casas del barrio de las Virtudes, pues las habitaciones de los pobres le inspiraban siempre cariñoso interés. Las mujeres mal vestidas que salían a las puertas y los chicos derrotados y sucios que jugaban en la calle atraían sus miradas, porque la existencia tranquila, aunque fuese oscura y con estrecheces, le causaba envidia. Semejante vida no podía ser para ella, porque estaba fuera de su centro natural, Había nacido para menestrala; no le importaba trabajar como el obispo con tal de poseer lo que por suyo tenía. Pero alguien la sacó de aquel su primer molde para lanzarla a vida distinta; después la trajeron y la llevaron diferentes manos. Y por fin, otras manos empeñáronse en convertirla en señora. La ponían en un convento para moldearla de nuevo, después la casaban… y tira y dale. Figurábase ser una muñeca viva, con la cual jugaba una entidad invisible, desconocida, y a la cual no sabía dar nombre. ...

En la línea 3275
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —¡Qué tonta eres! Tu incredulidad nace de la idea equivocada que tienes de esa mujer. Te la has figurado como un monstruo de seducciones, como una de esas que, sin tener pizca de educación ni ningún atractivo moral, poseen un sin fin de artimañas para enloquecer a los hombres y esclavizarles volviéndoles estúpidos. Esta casta de perdidas que en Francia tanto abunda, como si hubiera allí escuela para formarlas, apenas existe en España, donde son contadas… todavía, se entiende, porque ello al fin tiene que venir, como han venido los ferrocarriles… Pues digo que Fortunata no es de esas, no posee más educación que la cara bonita; por lo demás, es sosa, vulgar, no se le ocurre ninguna picardía de las que trastornan a los hombres; y en cuanto a formas… no hablo del cuerpo y talle… sigue tan tosca como cuando la conocí. No aprende; no se le pega nada. Y como para todo se necesita talento, una especialidad de talento, resulta que esa infeliz que tanto te da que pensar, no sirve absolutamente para diablo, ¿me entiendes? Si todas fueran como ella, apenas habría escándalos en el mundo, y los matrimonios vivirían en paz, y tendríamos muchísima moralidad. En una palabra, chiquilla, no hay en ella complexión viciosa; tiene todo el corte de mujer honrada; nació para la vida oscura, para hacer calceta y cuidar muchachos. ...

En la línea 155
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... En efecto, hacia el Este, donde el mar se confundía con el horizonte, apareció muy confusamente una sutil línea oscura. ...

En la línea 778
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Al anochecer, el malayo, que iba de pie en la proa, avistó una masa oscura que surgía del mar. ...

En la línea 1382
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Empuñó el kriss y se alejó silenciosamente bajo la oscura sombra de los árboles. ...

En la línea 2139
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —No tema, milady —dijo un viejo jefe malayo—. La noche es muy oscura y no llevamos faros encendidos. Es imposible que nos hayan visto. Sé prudente, Tigre, si podemos evitar un combate, ganaremos la batalla. ...

En la línea 411
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Sí -respondí, arriesgando una antítesis-, pero la situación no es por ello menos oscura. ...

En la línea 1024
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El capitán Nemo continuó adentrándose en la oscura profundidad del bosque cuyos arbustos iban rarificándose. Observé que la vida vegetal desaparecía con más rapidez que la animal. Las plantas pelágicas abandonaban ya un suelo que iba tornándose árido, pero en el que pululaban en cantidades prodigiosas zoófitos, articulados, moluscos y peces. ...

En la línea 1845
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... De repente se abrió ante nosotros una vasta gruta excavada en un pintoresco conglomerado de rocas tapizadas de flora submarina. En un primer momento, la gruta me pareció profundamente oscura. Los rayos solares parecían apagarse en ella por degradaciones sucesivas. Su vaga transparencia no era ya más que luz ahogada. El capitán Nemo entró en ella y nosotros le seguimos. Mis ojos se acostumbraron pronto a esas tinieblas relativas. Distinguí los arranques de la bóveda, muy caprichosamente torneados, sobre pilares naturales sólidamente sustentados en su base granítica, como las pesadas columnas de la arquitectura toscana. ...

En la línea 2137
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -La que nos depararía la proximidad del Nautilus a una costa europea en una noche oscura. ...

En la línea 315
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... El soldado que llevaba el cesto encendió la lumbre, la hizo prender en tres o cuatro antorchas y, tomando una a su cargo, distribuyó las demás. Poco antes había ya muy poca luz, pero en aquel momento había anochecido por completo y pronto la noche fue muy oscura. Antes de alejarnos de aquel lugar, cuatro soldados dispararon dos veces al aire. Entonces vimos que, a poca distancia detrás de nosotros, se encendían otras antorchas, y otras, también, en los marjales, en la orilla opuesta del río. ...

En la línea 1015
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Recuerdo que en un período avanzado de mi aprendizaje solía permanecer cerca del cementerio en las tardes del domingo, al oscurecer, comparando mis propias esperanzas con el espectáculo de los marjales, por los que soplaban los vientos, y estableciendo cierto parecido con ellos al pensar en lo desprovistos de accidentes que estaban mi vida y aquellos terrenos, y de qué manera ambos se hallaban rodeados por la oscura niebla, y en que los dos iban a parar al mar. En mi primer día de aprendizaje me sentí tan desgraciado como más adelante; pero me satisface saber que, mientras duró aquél, nunca dirigí una queja a Joe. Ésta es la única cosa de que me siento halagado. A pesar de que mi conducta comprende lo que voy a añadir, el mérito de lo que me ocurrió fue de Joe y no mío. No porque yo fuese fiel, sino porque lo fue Joe; por eso no huí y no acabé siendo soldado o marinero. No porque tuviese un vigoroso sentido de la virtud y del trabajo, sino porque lo tenía Joe; por eso trabajé con celo tolerable a pesar de mi repugnancia. Es imposible llegar a comprender cuánta es la influencia de un hombre estricto cumplidor de su deber y de honrado y afable corazón; pero es posible conocer la influencia que ejerce en una persona que está a su lado, y yo sé perfectamente que cualquier cosa buena que hubiera en mi aprendizaje procedía de Joe y no de mí. ...

En la línea 1106
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... El asunto era bastante interesante para mí y reflexioné en silencio acerca de él. El señor Wopsle, como el tío que tan mala paga alcanzó por sus bondades en la tragedia, empezó a meditar en voz alta acerca de su jardín en Camberwell. Orlick, con las manos en los bolsillos, andaba encorvado a mi lado. La noche era oscura, húmeda y fangosa, de modo que a cada paso nos hundíamos en el barro. De vez en cuando llegaba hasta nosotros el estampido del cañón que daba la señal de la fuga, y nuevamente retumbaba a lo largo del lecho del río. Yo estaba entregado a mis propios pensamientos. El señor Wopsle murió amablemente en Camberwell, muy valiente en el campo Bosworth y en las mayores agonías en Glastonbury. Orlick, a veces, tarareaba la canción de Old C1em, y yo me figuré que había bebido, aunque no estaba borracho. Así llegamos al pueblo. El camino que seguimos nos llevó más allá de Los Tres Alegres Barqueros y, con gran sorpresa nuestra, pues ya eran las once de la noche, encontramos el establecimiento en estado de gran agitación, con la puerta abierta de par en par y las luces encendidas en todos los departamentos del establecimiento, de un modo no acostumbrado. El señor Wopsle preguntó qué sucedía, aunque convencido de que habían aprehendido a un penado; un momento después salió corriendo con la mayor prisa. Sin detenerse, exclamó al pasar por nuestro lado: ...

En la línea 1990
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Ocurrió, según me anunciara Wemmick, que se me presentó muy pronto la oportunidad de comparar la morada de mi tutor con la de su cajero y empleado. Mi tutor estaba en su despacho, lavándose las manos con su jabón perfumado, cuando yo entré en la oficina a mi regreso de Walworth; él me llamó en seguida y me hizo la invitacion, para mí mismo y para mis amigos, que Wemmick me había preparado a recibir. - Sin cumplido alguno – dijo. - No hay necesidad de vestirse de etiqueta, y podremos convenir, por ejemplo, el día de mañana. Yo le pregunté adónde tendría que dirigirme, porque no tenía la menor idea acerca de dónde vivía, y creo que, siguiendo su costumbre de no confesar nada, me dijo: - Venga usted aquí y le llevaré a casa conmigo. Aprovecho esta oportunidad para observar que, después de recibir a sus clientes, se lavaba las manos, como si fuese un cirujano o un dentista. Tenía el lavabo en su despacho, dispuesto ya para el caso, y que olía a jabón perfumado como si fuese una tienda de perfumista. En la parte interior de la puerta tenía una toalla puesta sobre un rodillo, y después de lavarse las manos se las secaba con aquélla, cosa que hacía siempre que volvía del tribunal o despedía a un diente. Cuando mis amigos y yo acudimos al día siguiente a su despacho, a las seis de la tarde, parecía haber estado ocupado en un caso mucho más importante que de costumbre, porque le encontramos con la cabeza metida en el lavabo y lavándose no solamente las manos, sino también la cara y la garganta. Y cuando hubo terminado eso y una vez se secó con la toalla, se limpió las uñas con un cortaplumas antes de ponerse la chaqueta. Cuando salimos a la calle encontramos, como de costumbre, algunas personas que esperaban allí y que con la mayor ansiedad deseaban hablarle; pero debió de asustarlas la atmósfera perfumada del jabón que le rodeaba, porque aquel día abandonaron su tentativa. Mientras nos dirigíamos hacia el Oeste, fue reconocido por varias personas entre la multítud, pero siempre que eso ocurría me hablaba en voz más alta y fingía no reconocer a nadie ni fijarse en que los demás le reconociesen. 100 Nos llevó así a la calle Gerrard, en Soho, y a una casa situada en el lado meridional de la calle. El edificio tenía aspecto majestuoso, pero habría necesitado una buena capa de pintura y que le limpiasen el polvo de las ventanas. Saco la llave, abrió la puerta y entramos en un vestíbulo de piedra, desnudo, oscuro y poco usado. Subimos por una escalera, también oscura y de color pardo, y así llegamos a una serie de tres habitaciones, del mismo color, en el primer piso. En los arrimaderos de las paredes estaban esculpidas algunas guirnaldas, y mientras nuestro anfitrión nos daba la bienvenida, aquellas guirnaldas me produjeron extraña impresión. La cena estaba servida en la mejor de aquellas estancias; la segunda era su guardarropa, y la tercera, el dormitorio. Nos dijo que poseía toda la casa, pero que raras veces utilizaba más habitaciones que las que veíamos. La mesa estaba muy bien puesta, aunque en ella no había nada de plata, y al lado de su silla habia un torno muy grande, en el que se veía una gran variedad de botellas y frascos, así como también cuatro platos de fruta para postre. Yo observé que él lo tenía todo al alcance de la mano y lo distribuía por sí mismo. En la estancia había una librería, y por los lomos de los libros me di cuenta de que todos ellos trataban de pruebas judiciales, de leyes criminales, de biografías criminales, de juicios, de actas del Parlamento y de cosas semejantes. Los muebles eran sólidos y buenos, asi como la cadena de su reloj. Pero todo tenía cierto aspecto oficial, y no se veía nada puramente decorativo. En un rincón había una mesita que contenía bastantes papeles y una lámpara con pantalla; de manera que, sin duda alguna, mi tutor se llevaba consigo la oficina a su propia casa y se pasaba algunas veladas trabajando. Como él apenas había visto a mis tres compañeros hasta entonces, porque por la calle fuimos los dos de lado, se quedó junto a la chimenea y, después de tirar del cordón de la campanilla, los examinó atentamente. Y con gran sorpresa mía, pareció interesarse mucho y también casi exclusivamente por Drummle. -Pip-dijo poniéndome su enorme mano sobre el hombro y llevándome hacia la ventana -. No conozco a ninguno de ellos. ¿Quién es esa araña? - ¿Qué araña? - pregunté yo. - Ese muchacho moteado, macizo y huraño. - Es Bentley Drummle - repliqué -. Ese otro que tiene el rostro más delicado se llama Startop. Sin hacer el menor caso de aquel que tenía la cara más delicada, me dijo: - ¿Se llama Bentley Drummle? Me gusta su aspecto. Inmediatamente empezó a hablar con él. Y, sin hacer caso de sus respuestas reticentes, continuó, sin duda con el propósito de obligarle a hablar. Yo estaba mirando a los dos, cuando entre ellos y yo se interpuso la criada que traía el primer plato. Era una mujer que tendría unos cuarenta años, según supuse, aunque tal vez era más joven. Tenía alta estatura, una figura flexible y ágil, el rostro extremadamente palido, con ojos marchitos y grandes y un pelo desordenado y abundante. Ignoro si, a causa de alguna afección cardíaca, tenía siempre los labios entreabiertos como si jadease y su rostro mostraba una expresión curiosa, como de confusión; pero sí sé que dos noches antes estuve en el teatro a ver Macbeth y que el rostro de aquella mujer me parecía agitado por todas las malas pasiones, como los rostros que vi salir del caldero de las brujas. Dejó la fuente y tocó en el brazo a mi tutor para avisarle de que la cena estaba dispuesta; luego se alejo. Nos sentamos alrededor de la mesa, y mi tutor puso a su lado a Drummle, y a Startop al otro. El plato que la criada dejó en la mesa era de un excelente pescado, y luego nos sirvieron carnero muy bien guisado y, finalmente, un ave exquisita. Las salsas, los vinos y todos cuantos complementos necesitábamos eran de la mejor calidad y nos los entregaba nuestro anfitrión tomándolos del torno; y cuando habían dado la vuelta a la mesa los volvía a poner en su sitio. De la misma manera nos entregaba los platos limpios, los cuchillos y los tenedores para cada servicio, y los que estaban sucios los echaba a un cesto que estaba en el suelo y a su lado. No apareció ningún otro criado más que aquella mujer, la cual entraba todos los platos, y siempre me pareció ver en ella un rostro semejante al que saliera del caldero de las brujas. Años más tarde logré reproducir el rostro de aquella mujer haciendo pasar el de una persona, que no se le parecía por otra cosa más que por el cabello, por detrás de un cuenco de alcohol encendido, en una habitación oscura. Inclinado a fijarme cuanto me fue posible en la criada, tanto por su curioso aspecto como por las palabras de Wemmick, observé que siempre que estaba en el comedor no separaba los ojos de mi tutor y que retiraba apresuradamente las manos de cualquier plato que pusiera delante de él, vacilando, como si temiese que la llamara cuando estaba cerca, para decirle alguna cosa. Me pareció observar que él se daba cuenta de eso, pero que quería tenerla sumida en la ansiedad. 101 La cena transcurrió alegremente, y a pesar de que mi tutor parecía seguir la conversación y no iniciarla, vi que nos obligaba a exteriorizar los puntos más débiles de nuestro carácter. En cuanto a mí mismo, por ejemplo, me vi de pronto expresando mi inclinación a derrochar dinero, a proteger a Herbert y a vanagloriarme de mi espléndido porvenir, eso antes de darme cuenta de que hubiese abierto los labios. Lo mismo les ocurrió a los demás, pero a nadie en mayor grado que a Drummle, cuyas inclinaciones a burlarse de un modo huraño y receloso de todos los demás quedaron de manifiesto antes de que hubiesen retirado el plato del pescado. No fue entonces, sino cuando llegó la hora de tomar el queso, cuando nuestra conversación se refirió a nuestras proezas en el remo, y entonces Drummle recibió algunas burlas por su costumbre de seguirnos en su bote. Él informó a nuestro anfitrión de que prefería seguirnos en vez de gozar de nuestra compañía, que en cuanto a habilidad se consideraba nuestro maestro y que con respecto a fuerza era capaz de vencernos a los dos. De un modo invisible, mi tutor le daba cuerda para que mostrase su ferocidad al tratar de aquel hecho sin importancia; y él desnudó su brazo y lo contrajo varias veces para enseñar sus músculos, y nosotros le imitamos del modo más ridículo. Mientras tanto, la criada iba quitando la mesa; mi tutor, sin hacer caso de ella y hasta volviéndole el rostro, estaba recostado en su sillón, mordiéndose el lado de su dedo índice y demostrando un interés hacia Drummle que para mí era completamente inexplicable. De pronto, con su enorme mano, cogió la de la criada, como si fuese un cepo, en el momento en que ella se inclinaba sobre la mesa. Y él hizo aquel movimiento con tanta rapidez y tanta seguridad, que todos interrumpimos nuestra estúpida competencia. - Hablando de fuerza - dijo el señor Jaggers - ahora voy a mostrarles un buen puño. Molly, enséñanos el puño. La mano presa de ella estaba sobre la mesa, pero había ocultado la otra llevándola hacia la espalda - Señor - dijo en voz baja y con ojos fijos y suplican tes -. No lo haga. - Voy a mostrarles un puño - repitió el señor Jaggers, decidido a ello -. Molly, enséñanos el puño. - ¡Señor, por favor! - murmuró ella. - Molly - repitió el señor Jaggers sin mirarla y dirigiendo obstinadamente los ojos al otro lado de la estancia -. Muéstranos los dos puños. En seguida. Le cogió la mano y puso el puño de la criada sobre la mesa. Ella sacó la otra mano y la puso al lado de la primera. Entonces pudimos ver que la última estaba muy desfigurada, atravesada por profundas cicatrices. Cuando adelantó las manos para que las pudiésemos ver, apartó los ojos del señor Jaggers y los fijó, vigilante, en cada uno de nosotros. - Aquí hay fuerza - observó el señor Jaggers señalando los ligamentos con su dedo índice. - Pocos hombres tienen los puños tan fuertes como esta mujer. Es notable la fuerza que hay en estas manos. He tenido ocasión de observar muchas de ellas, pero jamás vi otras tan fuertes como éstas, ya de hombre o de mujer. Mientras decía estas palabras, con acento de indiferencia, ella continuó mirándonos sucesivamente a todos. Cuando mi tutor dejó de ocuparse en sus manos, ella le miró otra vez. - Está bien, Molly - dijo el señor Jaggers moviendo ligeramente la cabeza hacia ella -. Ya has sido admirada y puedes marcharte. La criada retiró sus manos y salió de la estancia, en tanto que el señor Jaggers, tomando un frasco del torno, llenó su vaso e hizo circular el vino. - Alas nueve y media, señores – dijo, - nos separaremos. Procuren, mientras tanto, pasarlo bien. Estoy muy contento de verles en mi casa. Señor Drummle, bebo a su salud. Si eso tuvo por objeto que Drummle diese a entender de un modo más completo su carácter, hay que confesar que logró el éxito. Triunfante y huraño, Drummle mostró otra vez en cuán poco nos tenía a los demás, y sus palabras llegaron a ser tan ofensivas que resultaron ya por fin intolerables. Pero el señor Jaggers le observaba con el mismo interés extraño, y en cuanto a Drummle, parecía hacer más agradable el vino que se bebía aquél. Nuestra juvenil falta de discreción hizo que bebiésemos demasiado y que habláramos excesivamente. Nos enojamos bastante ante una burla de Drummle acerca de que gastábamos demasiado dinero. Eso me hizo observar, con más celo que discreción, que no debía de haber dicho eso, pues me constaba que Startop le había prestado dinero en mi presencia, cosa de una semana antes. - ¿Y eso qué importa? - contestó Drummle -. Se pagará religiosamente. - No quiero decir que deje usted de hacerlo - añadí -; pero eso habría debido bastarle para contener su lengua antes de hablar de nosotros y de nuestro dinero; me parece. - ¿Le parece? - exclamó Drummle -. ¡Dios mío! 102 - Y casi estoy seguro - dije, deseando mostrarme severo - de que no sería usted capaz de prestarnos dinero si lo necesitásemos. - Tiene usted razón - replicó Drummle -: no prestaría ni siquiera seis peniques a ninguno de ustedes. Ni a ustedes ni a nadie. - Es mejor pedir prestado, creo. - ¿Usted cree? - repitió Drummle -. ¡Dios mío! Estas palabras agravaban aún el asunto, y muy especialmente me descontentó el observar que no podía vencer su impertinente torpeza, de modo que, sin hacer caso de los esfuerzos de Herbert, que quería contenerme, añadí: - Ya que hablamos de esto, señor Drummle, voy a repetirle lo que pasó entre Herbert y yo cuando usted pidió prestado ese dinero. - No me importa saber lo que pasó entre ustedes dos - gruñó Drummle. Y me parece que añadió en voz más baja, pero no menos malhumorada, que tanto yo como Herbert podíamos ir al demonio. - Se lo diré a pesar de todo - añadí -, tanto si quiere oírlo como no. Dijimos que mientras usted se metía en el bolsillo el dinero, muy contento de que se lo hubiese prestado, parecía que también le divirtiera extraordinariamente el hecho de que Startop hubiese sido tan débil para facilitárselo. Drummle se sentó, riéndose en nuestra cara, con las manos en los bolsillos y encogidos sus redondos hombros, dando a entender claramente que aquello era la verdad pura y que nos despreció a todos por tontos. Entonces Startop se dirigió a él, aunque con mayor amabilidad que yo, y le exhortó para que se mostrase un poco más cortés. Como Startop era un muchacho afable y alegre, en tanto que Drummle era el reverso de la medalla, por eso el último siempre estaba dispuesto a recibir mal al primero, como si le dirigieran una afrenta personal. Entonces replicó con voz ronca y torpe, y Startop trató de abandonar la discusión, pronunciando unas palabras en broma que nos hicieron reír a todos. Y más resentido por aquel pequeño éxito que por otra cosa cualquiera, Drummle, sin previa amenaza ni aviso, sacó las manos de los bolsillos, dejó caer sus hombros, profirió una blasfemia y, tomando un vaso grande, lo habría arrojado a la cabeza de su adversario, de no habérselo impedido, con la mayor habilidad, nuestro anfitrión, en el momento en que tenía la mano levantada con la intención dicha. - Caballeros - dijo el señor Jaggers poniendo sobre la mesa el vaso y tirando, por medio de la cadena de oro, del reloj de repetición -, siento mucho anunciarles que son las nueve y media. A1 oír esta indicación, todos nos levantamos para marcharnos. Antes de llegar a la puerta de la calle, Startop llamaba alegremente a Drummle «querido amigo», como si no hubiese ocurrido nada. Pero el «querido amigo» estaba tan lejos de corresponder a estas amables palabras, que ni siquiera quiso regresar a Hammersmith siguiendo la misma acera que su compañero; y como Herbert y yo nos quedamos en la ciudad, les vimos alejarse por la calle, siguiendo cada uno de ellos su propia acera; Startop iba delante, y Drummle le seguía guareciéndose en la sombra de las casas, como si también en aquel momento lo siguiese en su bote. Como la puerta no estaba cerrada todavía, dejé solo a Herbert por un momento y volví a subir la escalera para dirigir unas palabras a mi tutor. Le encontré en su guardarropa, rodeado de su colección de calzado y muy ocupado en lavarse las manos, sin duda a causa de nuestra partida. Le dije que había subido otra vez para expresarle mi sentimiento de que hubiese ocurrido algo desagradable, y que esperaba no me echaría a mí toda la culpa. - ¡Bah! - exclamó mientras se mojaba la cara y hablando a través de las gotas de agua. - No vale la pena, Pip. A pesar de todo, me gusta esa araña. Volvió el rostro hacia mí y se sacudía la cabeza, secándose al mismo tiempo y resoplando con fuerza. - Me contenta mucho que a usted le guste, señor - dije -; pero a mí no me gusta nada. - No, no - asintió mi tutor. - Procure no tener nada que ver con él y apártese de ese muchacho todo lo que le sea posible. Pero a mí me gusta, Pip. Por lo menos, es sincero. Y si yo fuese un adivino… Y descubriendo el rostro, que hasta entonces la toalla ocultara, sorprendióle una mirada. - Pero como no soy adivino… - añadió secándose con la toalla las dos orejas.- Ya sabe usted que no lo soy, ¿verdad? Buenas noches, Pip. - Buenas noches, señor. Cosa de un mes después de aquella noche terminó el tiempo que el motejado de araña había de pasar con el señor Pocket, y con gran contento de todos, a excepción de la señora Pocket, se marchó a su casa, a incorporarse a su familia. ...

En la línea 142
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Cruzaron el patio y empezaron a subir hacia el cuarto piso. La escalera estaba cada vez más oscura. Eran las once de la noche, y aunque en aquella época del año no hubiera, por decirlo así, noche en Petersburgo, es lo cierto que la parte alta de la escalera estaba sumida en la más profunda oscuridad. ...

En la línea 334
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof tuvo un sueño horrible. Volvió a verse en el pueblo donde vivió con su familia cuando era niño. Tiene siete años y pasea con su padre por los alrededores de la pequeña población, ya en pleno campo. Está nublado, el calor es bochornoso, el paisaje es exactamente igual al que él conserva en la memoria. Es más, su sueño le muestra detalles que ya había olvidado. El panorama del pueblo se ofrece enteramente a la vista. Ni un solo árbol, ni siquiera un sauce blanco en los contornos. Únicamente a lo lejos, en el horizonte, en los confines del cielo, por decirlo así, se ve la mancha oscura de un bosque. ...

En la línea 503
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Al llegar a la entrada se detuvo indeciso. La idea de irse a pasear sin rumbo no le seducía; la de volver a su habitación, todavía menos. «¡Haber perdido una ocasión tan magnífica!», murmuró, todavía inmóvil y vacilante, ante la oscura garita del portero, cuya puerta estaba abierta. De pronto se estremeció. En el interior de la garita, a dos pasos de él, debajo de un banco que había a la izquierda, brillaba un objeto… Raskolnikof miró en torno de él. Nadie. Se acercó a la puerta andando de puntillas, bajó los dos escalones que había en el umbral y llamó al portero con voz apagada. ...

En la línea 1339
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Los detalles, no, pero este asunto me interesa por la cuestión general que plantea. Dejemos a un lado el aumento incesante de la criminalidad durante los últimos cinco años en las clases bajas. No hablemos tampoco de la sucesión ininterrumpida de incendios provocados y actos de pillaje. Lo que me asombra es que la criminalidad crezca de modo parecido en las clases superiores. Un día nos enteramos de que un ex estudiante ha asaltado el coche de correos en la carretera. Otro, que hombres cuya posición los sitúa en las altas esferas fabrican moneda falsa. En Moscú se descubre una banda de falsificadores de billetes de la lotería, uno de cuyos jefes era un profesor de historia universal. Además, se da muerte a un secretario de embajada por una oscura cuestión de dinero… Si la vieja usurera ha sido asesinada por un hombre de la clase media (los mujiks no tienen el hábito de empeñar joyas), ¿cómo explicar este relajamiento moral en la clase más culta de nuestra ciudad? ...

En la línea 48
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck vio el dinero que cambiaba de manos y no se sorprendió cuando el hombrecillo arrugado se los llevó, a él y a Curly, una afable terranova. Fue la última vez que vio al hombre del jersey rojo, así como la visión de Seattle alejándose fue la última que Curly y él tuvieron, desde la cubierta del Narwhal, de las tibias tierras meridionales. Perrault llevó a Curly y a Buck a las bodegas y los dejó a cargo de un gigante de cara morena llamado François. Perrault era francocanadiense y tenía la piel oscura, mientras que François era francocanadiense mestizo y tenía la piel dos veces más oscura. Para Buck eran hombres de una clase nueva (de los que estaba destinado a ver muchos más), y aunque no les cobró afecto, llegó honestamente a respetarlos. Aprendió rápidamente que Perrault y François eran hombres justos, serenos e imparciales al administrar justicia, y demasiado expertos en el comportamiento canino para dejarse engañar por los perros. ...

En la línea 281
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Los bienaventurados no son felices durante toda la eternidad, según nuestra expresión oscura, que atribuye al no-tiempo duración. ...

En la línea 658
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Entretanto, el elefante, guiado con mucha seguridad por el parsi, corría con rapidez por la selva todavía oscura. Una hora después de haber dejado la pagoda de Pillaji, se lanzaba al través de una inmensa llanura. A las siete se hizo alto. La joven seguía en una postración completa. El guía le hizo beber algunos tragos de agua y de brandy, pero la influencia embriagante que pesaba sobre ella debía prolongarse todavía por algún tiempo. ...


El Español es una gran familia


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras s;x

Reglas relacionadas con los errores de s;x

Las Reglas Ortográficas de la S

Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz

Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad

Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa

Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso

Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima

Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.

Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.

Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.

Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.

Las Reglas Ortográficas de la X

Se escriben con x las palabras que comienzan con hexa cuando equivale a seis.
Ejemplo: hexágono

Se escribe con x el prefijo ex- para indicar la no existencia o falta de.
Ejemplos: ex esposo, ex colonia, ex presidente.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Oscura

Cómo se escribe oscura o hoscura?
Cómo se escribe oscura o oskura?
Cómo se escribe oscura o oscurra?
Cómo se escribe oscura o oxura?
Cómo se escribe oscura o ozcura?

Más información sobre la palabra Oscura en internet

Oscura en la RAE.
Oscura en Word Reference.
Oscura en la wikipedia.
Sinonimos de Oscura.

Palabras parecidas a oscura

La palabra callejones
La palabra oscuros
La palabra puente
La palabra duros
La palabra olor
La palabra aleteos
La palabra risotadas

Webs amigas:

VPO en Guipuzcoa . Ciclos Fp de Automoción en Álava . Ciclos Fp de Automoción en Murcia . - Hotel en Estepona Ciudad de Estepona