Cual es errónea Hermanas o Herrmanas?
La palabra correcta es Hermanas. Sin Embargo Herrmanas se trata de un error ortográfico.
La falta ortográfica detectada en la palabra herrmanas es que se ha eliminado o se ha añadido la letra r a la palabra hermanas
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Hermanas en la RAE.
Hermanas en Word Reference.
Hermanas en la wikipedia.
Sinonimos de Hermanas.
Algunas Frases de libros en las que aparece hermanas
La palabra hermanas puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 132
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Las vueltas que da el mundo en diez años! ¿Quién les hubiese dicho a ella y a sus hermanas, acostumbradas a vivir en su casa como reinas, que acabarían de aquel modo? ¡Señor! ¡Señor! ¡Libradnos de una mala persona!. ...
En la línea 246
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... No tenía más que un deseo: que las chicas ignorasen sus preocupaciones; que nadie se diese cuenta en la casa de los apuros y tristezas del padre; que no se turbase la santa alegría de aquella vivienda, animada a todas horas por las risas y las canciones de las cuatro hermanas, cuya edad sólo se diferenciaba en un año. ...
En la línea 908
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Bien sabía la pobre lo que eran sus compañeras, hijas y hermanas de los enemigos de su familia. ...
En la línea 1401
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pasó adelante don Quijote, y preguntó a otro su delito, el cual respondió con no menos, sino con mucha más gallardía que el pasado: -Yo voy aquí porque me burlé demasiadamente con dos primas hermanas mías, y con otras dos hermanas que no lo eran mías; finalmente, tanto me burlé con todas, que resultó de la burla crecer la parentela, tan intricadamente que no hay diablo que la declare. ...
En la línea 1401
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pasó adelante don Quijote, y preguntó a otro su delito, el cual respondió con no menos, sino con mucha más gallardía que el pasado: -Yo voy aquí porque me burlé demasiadamente con dos primas hermanas mías, y con otras dos hermanas que no lo eran mías; finalmente, tanto me burlé con todas, que resultó de la burla crecer la parentela, tan intricadamente que no hay diablo que la declare. ...
En la línea 5755
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Sea en buena hora -respondió la duquesa-: yo os daré mañana una diciplina que os venga muy al justo y se acomode con la ternura de vuestras carnes, como si fueran sus hermanas propias. ...
En la línea 1303
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —¡Menos mal! —pensaban las hermanas de don Carlos allá en su caserón de Vetusta. ...
En la línea 1309
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El palacio de los Ozores era de don Carlos; sus hermanas se lo dijeron en otra carta fría y lacónica: Estaban dispuestas a abandonarlo, si él lo exigía; sólo le pedían que pensase cómo se había de conservar aquel resto precioso de tanta nobleza. ...
En la línea 1316
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Sus hermanas se vistieron de negro y en el gran salón, en el estrado, recibieron a toda la aristocracia de Vetusta, como si se tratara de visitas de duelo. ...
En la línea 1320
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... loco! —contestó una de las hermanas, doña Anunciación —. ...
En la línea 335
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Todos los historiadores durante tres siglos han venido equivocándose al suponer que el caballero que casó con Isabel de Borja se apellidaba Llansol, y, por tanto. Rodrigo de Borja, el futuro Alejandro Sexto, debía llamarse en realidad Llansol de primer apellido. Y como no hay argumento que no se haya usado para ennegrecer la figura de Alejandro Sexto, le acusaron de renegar del apellido de su padre Llansol, anteponiendo el de su madre para ser Borja… Todo falso, sin fundamento alguno, como la mayoría de las calumniosas historias que se atribuyen a esta familia. Los Llansols (tú sabes lo que significa esta palabra en valenciano; sábana o sudario) fueron caballeros de guerra que también bajaron de Aragón con el rey don Jaime a la conquista de Valencia. Cierto Llansol casó, efectivamente, con otra de las hermanas de Calixto Tercero, y uno de sus hijos, Llanaol y Borja, llegó a cardenal, confundiéndole los historiadores con Alejandro Sexto. Este se llamó en realidad Rodrigo de Borja y de Borja, por ser del mismo apellido su padre y su madre. ...
En la línea 646
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Era el cardenal Borja quien ceñía la tiara al nuevo Pontífice, viendo asegurada por tercera vez su autoridad en el manejo de sus negocios de la Santa Sede. Pero aunque Sixto IV le apreciaba en mucho y lo favorecía con valiosos donativos, se fue entregando a la influencia de sus nepotes, que formaban los grupos igualmente rapaces, los Roveres y los Riarios, hijos estos últimos de una de sus hermanas. ...
En la línea 814
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Sabe usted que las hermanas del primer Papa Borja, apodadas en Valencia las Bisbesas (las Obispas) cuando Alfonso de Borja no era más que obispo de aquella ciudad, se preocuparon de casar a sus hijas con caballeros de la más alta nobleza valenciana. Las Obispas hasta habitaban el palacio episcopal de Valencia, por estar ausente su hermano, recibiendo en sus salones a los novios de sus niñas. Esto lo hicieron tres de las hermanas, pues la menor de ellas, doña Francisca, quedó soltera, muriendo en olor de santidad. Fue una precursora de San Francisco de Borja, en esta familia de individualidades enérgicas, donde todos se mostraron extremados, llegando a ser santos o grandes pecadores. ...
En la línea 814
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Sabe usted que las hermanas del primer Papa Borja, apodadas en Valencia las Bisbesas (las Obispas) cuando Alfonso de Borja no era más que obispo de aquella ciudad, se preocuparon de casar a sus hijas con caballeros de la más alta nobleza valenciana. Las Obispas hasta habitaban el palacio episcopal de Valencia, por estar ausente su hermano, recibiendo en sus salones a los novios de sus niñas. Esto lo hicieron tres de las hermanas, pues la menor de ellas, doña Francisca, quedó soltera, muriendo en olor de santidad. Fue una precursora de San Francisco de Borja, en esta familia de individualidades enérgicas, donde todos se mostraron extremados, llegando a ser santos o grandes pecadores. ...
En la línea 408
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Jacinta no se convencía. Quería canarios de alcoba a todo trance, aunque salieran raquíticos y feos; aunque luego fueran traviesos, enfermos y calaveras; aunque de hombres la mataran a disgustos. Sus dos hermanas mayores parían todos los años, como su madre. Y ella nada, ni esperanzas. Para mayor contrasentido, Candelaria, que estaba casada con un pobre, había tenido dos de un vientre. ¡Y ella, que era rica, no tenía ni siquiera medio!… Dios estaba ya chocho sin duda. ...
En la línea 428
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Las de Santa Cruz no llamaban la atención en el teatro, y si alguna mirada caía sobre el palco era para las pollas colocadas en primer término con simetría de escaparate. Barbarita solía ponerse en primera fila para echar los gemelos en redondo y poder contarle a Baldomero algo más que cosas de decoraciones y del argumento de la ópera. Las dos hermanas casadas, Candelaria y Benigna, iban alguna vez, Jacinta casi siempre; pero se divertía muy poco. Aquella mujer mimada por Dios, que la puso rodeada de ternura y bienandanzas en el lugar más sano, hermoso y tranquilo de este valle de lágrimas, solía decir en tono quejumbroso que no tenía gusto para nada. La envidiada de todos, envidiaba a cualquier mujer pobre y descalza que pasase por la calle con un mamón en brazos liado en trapos. Se le iban los ojos tras de la infancia en cualquier forma que se le presentara, ya fuesen los niños ricos, vestidos de marineros y conducidos por la institutriz inglesa, ya los mocosos pobres, envueltos en bayeta amarilla, sucios, con caspa en la cabeza y en la mano un pedazo de pan lamido. No aspiraba ella a tener uno solo, sino que quería verse rodeada de una serie, desde el pillín de cinco años, hablador y travieso, hasta el rorró de meses que no hace más que reír como un bobo, tragar leche y apretar los puños. Su desconsuelo se manifestaba a cada instante, ya cuando encontraba una bandada que iba al colegio, con sus pizarras al hombro y el lío de libros llenos de mugre, ya cuando le salía al paso algún precoz mendigo cubierto de andrajos, mostrando para excitar la compasión sus carnes sin abrigo y los pies descalzos, llenos de sabañones. Pues como viera los alumnos de la Escuela Pía, con su uniforme galonado y sus guantes, tan limpios y bien puestos que parecían caballeros chiquitos, se los comía con los ojos. Las niñas vestidas de rosa o celeste que juegan a la rueda en el Prado y que parecen flores vivas que se han caído de los árboles; las pobrecitas que envuelven su cabeza en una toquilla agujereada; los que hacen sus primeros pinitos en la puerta de una tienda agarrándose a la pared; los que chupan el seno de sus madres mirando por el rabo del ojo a la persona que se acerca a curiosear; los pilletes que enredan en las calles o en el solar vacío arrojándose piedras y rompiéndose la ropa para desesperación de las madres; las nenas que en Carnaval se visten de chulas y se contonean con la mano clavada en la cintura; las que piden para la Cruz de Mayo; los talluditos que usan ya bastón y ganan premios en los colegios, y los que en las funciones de teatro por la tarde sueltan el grito en la escena más interesante, distrayendo a los actores y enfureciendo al público… todos, en una palabra, le interesaban igualmente. ...
En la línea 431
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Se distraía cuidando y mimando a los niños de sus hermanas, a los cuales quería entrañablemente; pero siempre había entre ella y sus sobrinitos una distancia que no podía llenar. No eran suyos, no los había tenido ella, no se los sentía unidos a sí por un hilo misterioso. Los verdaderamente unidos no existían más que en su pensamiento, y tenía que encender y avivar este, como una fragua, para forjarse las alegrías verdaderas de la maternidad. Una noche salió de la casa de Candelaria para volverse a la suya poco antes de la hora de comer. Ella y su hermana se habían puesto de puntas por una tontería, porque Jacinta mimaba demasiado a Pepito, nene de tres años, el primogénito de Samaniego. Le compraba juguetes caros, le ponía en la mano, para que las rompiera, las figuras de china de la sala y le permitía comer mil golosinas. «¡Ah!, si fueras madre de verdad no harías esto… ». —«Pues si no lo soy, mejor… ¿A ti qué te importa?». —«A mí nada. Dispensa, hija, ¡qué genio!». —«Si no me enfado… ».—«¡Vaya, que estás mimadita!». ...
En la línea 470
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Los cuales enseñaban a Barbarita, a más de las cretonas, unos satenes de algodón floreados que eran la gran novedad del día; y a la viciosa le faltaba tiempo para comprarle un vestido a su nuera, quien solía pasarlo a alguna de sus hermanas. ...
En la línea 40
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Padres tengo, señor, y una abuela, además, a la que quiero poco, Dios me perdone si es ofensa decirlo, también hermanas gemelas, Nan y Bet. ...
En la línea 56
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Lady Isabel, mi hermana, tiene catorce, y lady Juana Grey, mi prima, es de mi misma edad, y gentil y graciosa, además, pero mi hermana lady María, con su semblante triste y… Oye: ¿Prohíben tus hermanas a sus criadas que sonrían para que no destruya sus almas el pecado? ...
En la línea 167
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Por ventura he comprendido mal; pero me he creído libre y así me disponía a buscar el tugurio donde nací y me eduqué entre miserias, pero que cobija a mi madre y a mis hermanas, y por ello es hogar para mí, al paso que esta pompa y estos esplendores a que no estoy acostumbrado… ¡Oh, señor, ten la merced de dejarme partir! ...
En la línea 594
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Entonces lo diré, porque ello está muy cerca, de mi corazón. Puesto que no sois ya Príncipe de Gales, sino rey, podréis ordenarlos todo como queráis, sin que nadie os diga que no. Por lo tanto, no es razón que os incomodéis más tiempo con aburridos estudios, sino que queméis los libros y ocupéis vuestro espíritu en cosas menos tediosas. Pero así yo quedaré arruinado, y mis pobres hermanas huérfanas conmigo. ...
En la línea 510
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Mariana —exclamó el pirata cayendo a sus pies con los brazos extendidos hacia ella—, no me rechaces, no te asustes! Fue la fatalidad la que me convirtió en pirata. Los hombres de tu raza no tuvieron piedad conmigo, que no les había hecho mal alguno. Me arrojaron al fango desde las gradas de un trono, me quitaron mi reino, asesinaron a mi madre, a mis hermanos, a mis hermanas. Me empujaron a los mares. No soy pirata por robar, sino que lo soy como justiciero, soy el vengador de mi familia y de mis súbditos, nada más. Si quieres, recházame, y me alejaré para siempre de estos lugares para no causarte miedo nunca más. ...
En la línea 1893
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Escúcheme —dijo el portugués, llevándola hacia un sendero más apartado—. Muchos creen que Sandokán es un vulgar pirata salido de las selvas de Borneo, ávido de sangre y de víctimas. Pero se equivocan: es de estirpe real y no un pirata sino un vengador. Tenía veinte años cuando subió al trono de Muluder. Fuerte como un león, audaz como un tigre, valiente hasta la locura, al cabo de poco tiempo venció a todos los pueblos vecinos y extendió las fronteras de su reino hasta el de Varauni. Aquellas campañas le fueron fatales, pues ingleses y holandeses, celosos de una nueva potencia que iba a sojuzgar la isla entera, se aliaron con el sultán de Borneo para atacarlo. Concluyeron por hacer pedazos el nuevo reino. Sicarios pagados asesinaron a la madre y a los hermanos y hermanas de Sandokán; bandas poderosas invadieron el reino, saqueando, asesinando, cometiendo atrocidades inauditas. En vano Sandokán luchó con el furor de la desesperación. Todos sus parientes cayeron bajo el hierro de los asesinos, pagados por los blancos, y él mismo apenas pudo salvarse, seguido de una pequeña tropa de leales. Anduvo errante varios años por las costas de Borneo, sin víveres, sufriendo horribles miserias, en espera de reconquistar el trono perdido y de vengar a su familia asesinada. Hasta que una noche, perdida toda esperanza, se embarcó en un parao y juró guerra a muerte a la raza blanca y al sultán de Varauni. Arribó a Mompracem, contrató hombres y empezó a piratear en el mar. Devastó las costas del sultanato, asaltó barcos holandeses e ingleses y terminó siendo el terror de los mares, convertido en el terrible Tigre de la Malasia. Usted ya sabe lo demás. ...
En la línea 601
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Mirad, yo no puedo llevar a mi hija a mi pueblo. El trabajo no lo permite. Con una criatura no hay dónde colocarse. El Dios de la bondad es el que me ha hecho pasar por vuestra hostería. Cuando vi vuestras niñas tan bonitas y tan bien vestidas, me dije: ésta es una buena madre. Podrán ser tres hermanas. Además, que no tardaré mucho en volver. ¿Queréis encargaros de mi niña? ...
En la línea 848
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Ínterin llegaba el esperado día de asistir a la fiesta nocturna, Pilar se acostumbró a pasar un par de horas en el salón de Damas del Casino, de una a tres de la tarde generalmente. Es el salón de Damas un atractivo más del hermoso edificio donde se reconcentra la animación termal; allí las señoras abonadas al Casino pueden refugiarse, sin temor a invasiones masculinas; allí están en su casa, y son reinas absolutas, tocan el piano, bordan, charlan, y a veces se deslizan hasta el lujo de un sorbete o de alguna confitura o bombón que roen con igual deleite que si fuesen ratoncillos sueltos en un armario de golosinas. Es un harén de moras civilizadas, un gineceo no oculto en la pudorosa sombra del hogar, sino descaradamente implantado en el sitio más público que darse puede. Allí concurrían y se congregaban todos los astros hembras del firmamento de Vichy, y allí encontraba Pilar reunida a la escasa, pero brillante colonia hispano americana; las de Amézaga, Luisa Natal, la condesa de Monteros: y se formaba una especie de núcleo español, si no el más numeroso, tampoco el menos animado y alegre. Mientras alguna rubia inglesa ejecutaba en el piano trozos de música clásica, y las francesas asían de los cabellos la ocasión de lucir primorosas labores de cañamazo, dando en ellas tres puntos por hora, las españolas, más francas, aceptaban la holgazanería completa, dedicándose a hablar y a manejar el abanico. Una magnífica esfera geográfica, colocada al extremo del salón, parecía preguntarse cuál era su objeto y destino en semejante lugar; y en cambio, los retratos de las dos hermanas de Luis XVI, Victoria y Adelaida, damas tradicionales de Vichy, sonreían, empolvada la cabellera, rosadas y benévolas, presidiendo el certamen de frivolidad continua celebrado a honra suya. Eran murmullos como de voleteos de pájaros en pajarera, ruido de risitas semejante a sartas de perlas que caen desgranándose en una copa de cristal, sedoso crujir de países de abanico, estallido seco de varillajes, ruedecillas de sillón que un punto corrían sobre el encerado piso, ruge-ruge de faldas, que parecía estridor de alitas de insecto. Embalsamaban la atmósfera leves auras de gardenia, de vinagre de tocador, de sal inglesa, de perfumería Rimmel. No se veían sino dijes y prendas graciosas abandonadas sobre sillas y mesas; sombrillas largas, de seda, muy recamadas de cordoncillo de oro; cabás y estuches de labor, ya de cuero de Rusia, ya de paja con moños y borlas de estambre; aquí un chal de encaje, allí un pañuelo de batista; acá un ramo de flores que agoniza exhalando su esencia más deliciosa; acullá un velito de moteado tul, y encima las horquillas que sirven para prenderle… El grupo de españolas, capitaneado por Lola Amézaga, que era muy resuelta, tenía cierta independencia e intimidad, bien distinta de la reserva secatona de las inglesas: y aún entre ambos bandos se advertía disimulada hostilidad y recíproco desdén. ...
En la línea 955
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Y la voz de ambas hermanas se fundió en un concierto de risitas de placer y orgullo; ambas volvían a ver el estanque helado, los árboles cubiertos de encajes de escarcha, la brumosa mañana, y la figura juvenil del rey, con su rostro pálido de frío, su cuerpo esbelto, sus modales sueltos y elegantes, y su sonrisa entre picaresca y cortés, al inclinarse para felicitar a la ágil patinadora. ...

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Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.
En castellano no es posible usar más de dos r
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