La palabra Diez ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Amnesia de Amado Nervo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece diez.
Estadisticas de la palabra diez
La palabra diez es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 511 según la RAE.
Diez es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 165.22 veces en cada obra en castellano
El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la diez en 150 obras del castellano contandose 25114 apariciones en total.
Más información sobre la palabra Diez en internet
Diez en la RAE.
Diez en Word Reference.
Diez en la wikipedia.
Sinonimos de Diez.

El Español es una gran familia
Algunas Frases de libros en las que aparece diez
La palabra diez puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 132
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Las vueltas que da el mundo en diez años! ¿Quién les hubiese dicho a ella y a sus hermanas, acostumbradas a vivir en su casa como reinas, que acabarían de aquel modo? ¡Señor! ¡Señor! ¡Libradnos de una mala persona!. ...
En la línea 355
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Permanecieron los dos hombres hasta las diez, sentados en sus silletas de esparto, a la luz del candil, fumando cigarro tras cigarro. ...
En la línea 512
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y no se imaginaban, después de un triunfo de diez años, que pudiera entrar en los campos abandonados otra persona que el tío Tomba, un pastor ciego y parlanchín, que, a falta de auditorio, relataba todos los días sus hazañas de guerrillero a su rebaño de sucias ovejas. ...
En la línea 549
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Además, tal vez le interesaba ver cómo ardía la miseria que diez años de abandono habían amontonado sobre los campos de Barret. ...
En la línea 71
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pregúntale a tu padre, que aunque menos viejo que yo, también ha conocido los tiempos de oro. El dinero circulaba en Jerez lo mismo que el aire. Había cosecheros que usaban calañés y vivían en un casucho de las afueras como pobres, alumbrándose con un velón; pero al pagar una cuenta tiraban de un saco que tenían debajo de la mesilla de pino como si fuese un saco de patatas, y ¡eche usté onzas! Los trabajadores de las viñas cobraban de treinta a cuarenta reales de jornal, y se permitían la fantasía de ir al tajo en calesín y con zapatos de charol. Nada de periódicos, ni de soflamas, ni de mítines. Allí donde se reunía la gente sonaba la guitarra, soltándose cada seguidilla y cada martinete que a Dios le temblaban la carne de gusto... Si entonces hubiese aparecido Fernando Salvatierra, el amigote de tu padre, con todas esas cosas de pobres y ricos, de repartos de tierras y rivoluciones, le habrían ofrecido una caña y le hubieran dicho: «Siéntese su mercé en el corro, camará; beba, cante, eche un baile con las mocitas si en ello tiene gusto y no se haga mala sangre pensando en nuestra vida, que no es de las peores»... Pero los ingleses apenas nos beben: el dinero entra con menos frecuencia en Jerez, y se oculta de tal modo el condenado, que nadie lo ve. Los trabajadores de las viñas ganan diez reales y tienen cara de vinagre. Por si han de podar con cuchilla o con tijeras, se matan entre ellos; hay _Mano Negra_ y en la plaza de la cárcel se da garrote a los hombres, lo que no se había visto en Jerez en muchísimos años. El jornalero pincha como un erizo apenas se le habla, y el amo es peor que antes. Ya no se ve a los señores alternando con los pobres en las vendimias, bailando con las muchachas y requebrándolas como un gañán joven. La guardia civil corre el campo como en los tiempos que salían bandidos a las carreteras... ¿Y todo por qué, señor? Por lo que yo digo: porque los ingleses se han aficionado al maldito _whischy_ y no hacen caso del buen _palo cortado_, ni de la _palma_, ni de ninguna otra de las exelencias de esta bendita tierra... Lo que yo digo: dinero, venga dinero: que vuelvan aquí, como en otros tiempos, las libras, las guineas y los chelines ¡y se acabaron las huelgas, y los sermones de Salvatierra y sus partidarios, y los malos gestos de los civiles, y todas las miserias y vergüenzas que ahora vemos!... ...
En la línea 400
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En verano, durante la recolección, les daban un potaje de garbanzos, manjar extraordinario, del que se acordaban todo el año. En los meses restantes, la comida se componía de pan, sólo de pan. Pan seco en la mano y pan en la cazuela en forma de gazpacho fresco o caliente, como si en el mundo no existiera para los pobres otra cosa que el trigo. Una panilla escasa de aceite, lo que podía contener la punta de un cuerno, servía para diez hombres. Había que añadir unos dientes de ajo y un pellizco de sal, y con esto el amo daba por alimentados a unos hombres que necesitaban renovar sus energías agotadas por el trabajo y el clima. ...
En la línea 401
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Unos cortijos eran de _pan por cuenta_, y en ellos se daban tres libras por cabeza. Una telera de seis libras era el único alimento para dos días. Otros eran de _pan largo_, no había tasa, el gañán podía comer cuanto desease, pero el horno del cortijo sólo cocía cada diez días y las teleras cargadas de salvado eran tan ásperas y de tal modo se endurecían que el amo, echándola de generoso, salía ganando, pues nadie osaba hincarlas el diente, más que en la suprema desesperación del hambre. ...
En la línea 610
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Únicamente en la época de la trilla les daban un guiso de garbanzos: el resto del año pan, sólo pan, y en muchos sitios, tasado. Explotaban hasta sus necesidades más imperiosas. Antes, al arar la tierra, por cada diez arados había un hombre suplente, que ocupaba el sitio del que se retiraba un momento para librarse de los residuos del gazpacho. Ahora, para economizarse este suplente, daban cinco céntimos al arador, con la condición de no abandonar la yunta aunque el estómago le atormentase con los más crueles llamamientos, y a esto le llamaban ellos con una sorna triste, «vender el... sitio más innoble del cuerpo». ...
En la línea 65
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... De ello resultó que tuvo siempre el puño apretado desde Tarbes hasta Meung y que, un día con otro, llevó la mano a la empuñadura de su espada diez veces diarias;sin embargo, el puño no descendió sobre ninguna mandíbula, ni la espada salió de su vaina. ...
En la línea 185
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Apenas hubo dado diez pasos, cuando sus oídosle zum baron, le dominó un vahído, una nube de sangre pasó por sus ojos, y cayó en medio de la calle gritando todavía:-¡Cobarde, cobarde, cobarde!-En efecto, es muy cobarde -murmuró el hostelero aproximándose a D'Artagnan, y tratando mediante esta adulación de reconciliar se con el obre muchacho, como la garza de la fábula con su limaco nocturno . ...
En la línea 199
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Y de ello resultó que cuando D'Artagnan qui so desenvainar, se encontró armado pura y simplemente con un trozo de espada de ocho o diez pulgadas más o menos, que el hostelero ha bía encasquetado cuidadosamente en la vaina. ...
En la línea 278
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Llegado a la escalinata, fue peor aún; en los primeros escalones había cuatro mosqueteros que se divertían en el ejercicio siguiente, mien tras diez o doce camaradas suyos esperaba n en el rellano a que les to cara la vez para ocupar plaza en la partida. ...
En la línea 487
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... , contenian un repuesto de 275,000 fardos de tabaco, que considerados en venta por su mas ínfimo valor, debian producir la no despreciable suma de »cuatro millones, ciento catorce mil ochocientos diez y seis pesos fuertes, ó sean ochenta y dos millones, doscientos noventa y seis mil trecientos veinte reales vellon. ...
En la línea 88
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En 1790 apareció la traducción de Scio, en diez volúmenes en folio, y en 1823, la de Amat, en nueve volúmenes en cuarto. ...
En la línea 144
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En el primer año se agotaron seis ediciones de a mil ejemplares en tres volúmenes, y una edición de diez mil ejemplares en dos tomos. ...
En la línea 313
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... No obstante, remaron de firme, y habían llegado ya a diez brazas del náufrago, que continuaba luchando por su vida, cuando le perdí de vista; a su regreso dijeron los marineros que le habían visto debajo del agua, a intervalos, hundiéndose cada vez más, con los brazos abiertos, y el cuerpo, al parecer, rígido, pero que se habían encontrado en la imposibilidad de salvarlo. ...
En la línea 412
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Los diez días siguientes fueron extraordinariamente lluviosos, impidiéndome hacer excursiones por el país; durante ese tiempo vi con frecuencia a nuestro amigo, y examinamos con mucho detenimiento los mejores medios de difundir los Evangelios. ...
En la línea 9
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Con tanto que todas las veces que hubiéredes de hacer imprimir el dicho libro, durante el tiempo de los dichos diez años, le traigáis al nuestro Consejo, juntamente con el original que en él fue visto, que va rubricado cada plana y firmado al fin dél de Juan Gallo de Andrada, nuestro Escribano de Cámara, de los que en él residen, para saber si la dicha impresión está conforme el original; o traigáis fe en pública forma de cómo por corretor nombrado por nuestro mandado, se vio y corrigió la dicha impresión por el original, y se imprimió conforme a él, y quedan impresas las erratas por él apuntadas, para cada un libro de los que así fueren impresos, para que se tase el precio que por cada volume hubiéredes de haber. ...
En la línea 283
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... ¡Malditos, digo, sean otra vez y otras ciento estos libros de caballerías, que tal han parado a vuestra merced! Lleváronle luego a la cama, y, catándole las feridas, no le hallaron ninguna; y él dijo que todo era molimiento, por haber dado una gran caída con Rocinante, su caballo, combatiéndose con diez jayanes, los más desaforados y atrevidos que se pudieran fallar en gran parte de la tierra. ...
En la línea 350
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Este libro es -dijo el barbero, abriendo otro- Los diez libros de Fortuna de Amor, compuestos por Antonio de Lofraso, poeta sardo. ...
En la línea 1386
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... El cual, pasando al tercero, preguntó lo que a los otros; el cual, de presto y con mucho desenfado, respondió y dijo: -Yo voy por cinco años a las señoras gurapas por faltarme diez ducados. ...
En la línea 58
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... el número de estas plantitas debe de ser infinito; nuestro buque atravesó varias bandas de ellas, una de las cuales tenía unos diez metros de anchura, y que a juzgar por la decoloración del agua, debía de tener por lo menos dos millas y media de longitud. ...
En la línea 76
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Salimos de la costa y penetramos de nuevo en la selva. Los árboles son muy altos; la blancura de su tronco contrasta sobremanera con lo que estamos habituados a ver en Europa. Hojeando las notas tomadas en el momento del viaje, advierto que las plantas parásitas, admirables, pasmosas, llenas todas de flores, me chocaban más que nada, como los objetos más nuevos en medio de esas escenas espléndidas. Al salir del bosque, atravesamos inmensos pastos muy desfigurados por un gran número de enormes hormigueros cónicos que se elevan a cerca de 12 pies de altura. Esos hormigueros hacen asemejarse exactamente esta llanura a los volcanes de barro del Jorullo, tal como los pinta Humboldt. Es de noche cuando llegamos a Engenhado, después de estar diez horas a caballo. Por otra parte, no cesaba yo de sentir la mayor sorpresa al pensar cuántas fatigas pueden soportar esos caballos; también me parece que sanan de sus heridas con más rapidez que los caballos de origen inglés. Los vampiros les causan a menudo grandes sufrimientos, mordiéndoles en la cruz, no tanto a causa de la pérdida de sangre que resulta de la mordedura, como a causa de la inflamación que luego produce el roce de la silla. Sé que en Inglaterra han puesto en duda últimamente la veracidad de este hecho; por tanto, es una buena suerte el haber estado yo presente un día en que se cogió a uno de esos vampiros (Desmodus d'Orbigny, Wat.), en el mismo dorso de un caballo. Vivaqueábamos muy tarde una noche cerca de Coquinho, en Chile, cuando mi criado, adviertiendo que un caballo de los nuestros estaba muy agitado, fue a ver qué ocurría; creyendo distinguir algo encima del lomo del caballo, acercó con rapidez una manu y cogió un vampiro. A la mañana siguiente, la hinchazón y los coágulos de sangre permitían ver dónde había sido mordido el caballo; tres días después hicimos uso de éste, sin que pareciera resentirse ya de la mordedura. ...
En la línea 89
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... No encontré menos de diez especies diferentes de Planatarias terrestres en diversas partes del hemisferio meridional2. Conservé vivos cerca de dos meses algunos 2 He descrito y nombrado estas especies en los Annal de Nar. Hist., tomo XVI, pág. 241. ...
En la línea 160
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Durante mi permanencia en Maldonado, enriquecióse mi colección con varios cuadúpedos, ochenta especies de aves y numerosos reptiles, incluyendo nueve especies de éstos. El único mamífero indígena que aún se encuentra, muy común por otra parte, es el Cervus campestris. Este ciervo, reunido a menudo en pequeños rebaños, abunda en todas las regiones que rodean al Plata y en la Patagonia septentrional. Si se anda arrastrándose por el suelo para aproximarse a una manada, llevados estos animales por la curiosidad se os acercarán a menudo; empleando esta estratagema, he podido matar en un mismo sitio a tres ciervos de un mismo rebaño. Aun siendo tan manso y tan curioso, este animal desconfía en extremo si ve a alguien a caballo; en efecto, nadie va nunca a pie por este país, y et ciervo sólo ve un enemigo en el hombre cuando va a caballo y armado de bolas. En Bahía Blanca, establecimiento reciente en la Patagonia septentrional, me quedé atónito al ver cuán poco se asusta el ciervo por el disparo de un arma de fuego. Un día disparé diez tiros de fusil a un ciervo a una distancia de 80 metros; pues bien, parecía sorprenderle mucho más el ruido de la bala al dar en el suelo que el de la detonación de la escopeta. Ya no me quedaba pólvora; me vi obligado, por tanto, a levantarme (lo confieso para mi ludibrio como cazador, aunque con facilidad mato un pájaro al vuelo), y tuve que gritar muy fuerte para que el ciervo se alejase. ...
En la línea 285
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La iglesia ante todo: los conventos ocupaban cerca de la mitad del terreno; Santo Domingo solo, tomaba una quinta parte del área total de la Encimada: seguía en tamaño las Recoletas, donde se habían reunido en tiempo de la Revolución de Septiembre dos comunidades de monjas, que juntas eran diez y ocupaban con su convento y huerto la sexta parte del barrio. ...
En la línea 464
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Representaba la pintura a San Pablo primer ermitaño; el pintor era un vetustense del siglo diez y siete, sólo conocido de los especialistas en antigüedades de Vetusta y su provincia. ...
En la línea 805
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Era grande, construida siglos después que las otras capillas, en el diez y siete. ...
En la línea 1286
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Era un señor ni alto ni bajo, cuadrado; vestía cazadora de paño pardo; iba tocado con gorra negra con orejeras y por único abrigo ostentaba una inmensa bufanda, a cuadros, que le daba diez vueltas al cuello. ...
En la línea 101
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... De los diez y seis a los diez y ocho la enfermedad que de años atrás ayudaba tanto a la hermosura de la rubia, que tanto había sufrido, desapareció para dejar paso a la juventud. ...
En la línea 101
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... De los diez y seis a los diez y ocho la enfermedad que de años atrás ayudaba tanto a la hermosura de la rubia, que tanto había sufrido, desapareció para dejar paso a la juventud. ...
En la línea 110
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... A los diez y ocho años Rosario era la rubia más espiritual, más hermosa de su pueblo; sus ojos negros, grandes y apasionados dolorosamente, los más bellos, los más poéticos ojos. ...
En la línea 339
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Mis documentos me han enseñado que de niño fue muy moreno y morrudet , que es, como tú sabes, de labios gruesos. Su padre tenía cuatro caballos, y Rodriguet, a los ocho años, cabalgaba en una jaquita por las calles de Játiva. Muerto su padre cuando él sólo tenía diez, doña Isabel se traslado con toda su -familia a la ciudad de Valencia, viéndose allí muy atendida, como hermana de un personaje cada vez más eminente. ...
En la línea 654
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... También desfilaban ante las mesas castillos embanderados; todos de confitería, y estas obras eran arrojadas a continuación por los balcones del comedor sobre el populacho, que coreaba desde fuera con sus gritos las músicas del banquete. Igualmente estaban hechos de turrón y otras materias semejantes diez navíos que se presentaban cargados de peladillas en forma de bellotas, por figurar la bellota en el escudo de los Roveres. Como final, aparecía Venus en su carro de nácar tirado por cisnes; una montaña que se partía, saliendo de ella un poeta para expresar en forma rimada su admiración ante tal banquete; y tropas coreográficas de mujeres, bailando danzas antiguas, pretexto, según el gusto de entonces, para excitar la concupiscencia. En los tres años que duró su cardenalato, gastó Pedro Riario trescientos mil ducados de oro (varios millones de la moneda actual), dejando aún deudas por valor de sesenta mil. Sixto IV le lloraba con un dolor de padre, olvidando sus despilfarros y la enfermedad crapulosa que ocasionó su muerte en pocos días, viendo solamente lo que este joven, digno de su época, había hecho en favor de las artes, protegiendo a pintores, escultores y arquitectos. Todos los poetas de Roma le lloraron en sus versos como un nuevo Mecenas. ...
En la línea 709
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... No pasaba un solo día sin asesinatos. Las turbas vivían olvidadas / de tonas las imposiciones del orden. El médico del Papa, que era judío, hizo degollar a tres niños de diez años—según contaban las crónicas de entonces—, llevando al enfermo la sangre de ellos para que la bebiese, único medicamento capaz de reanimar su vigor. Este remedio monstruoso no era raro en la Medicina de aquella época, siempre predispuesta a emplear la sangre humana para fines terapéuticos. ...
En la línea 765
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Yo he leído repetidas veces—continuó Enciso—la carta del cardenal Borja al cabildo de Pamplona anunciándole el nombramiento de este obispo de diez años. Una obra admirable por su amabilidad insinuante y el conocimiento que revela su autor del egoísmo humano. Recuerda el cardenal a los canónigos de Pamplona que es Vicecanciller de la Santa Sede, tan poderoso casi como el Papa, y se ofrece a ellos y a su iglesia para servirlos en Roma. ¿Cómo no contestar agradecidos?… ...
En la línea 256
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En sus inmediaciones se aglomeró una muchedumbre de curiosos para ver como centenares de siervos, con la ayuda de varias grúas, iban descargando de una fila de camiones-automóviles enormes y misteriosos objetos, cuya aparición era saludada con largos murmullos de asombro. Todo el pueblo recordaba el espectáculo extraordinario de la tarde anterior, cuando llegó el Hombre-Montaña a los alrededores de la ciudad. El Consejo Ejecutivo había determinado darle alojamiento en la antigua Galería de la Industria, recuerdo de una Exposición universal celebrada diez años antes. ...
En la línea 604
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Mi padre, que también era general, anduvo vagabundo por toda la República, ocultando su nombre y dedicándose a los más bajos oficios para poder vivir. En esa época de miseria, la madre del profesor Flimnap y el mismo profesor, que solo tiene diez años mas que yo, protegieron a mi madre. Abreviaré el relato de nuestras desventuras. Mi padre murió, mi madre murió también poco después, y yo, gracias al profesor, conseguí que no me dedicasen a los trabajos forzosos, como tantos otros desdichados de mi sexo. ...
En la línea 1710
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Después, dando una cabriola sobre el obstáculo de diez años, se contempló entre varios niños hermosos, bien vestidos y de una gracia conmovedora, iguales a los que se muestran en los escenarios de los teatros y en el lienzo luminoso de los cinemas. ...
En la línea 58
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... A los dos meses de casados, y después de una temporadilla en que Barbarita estuvo algo distraída, melancólica y como con ganas de llorar, alarmando mucho a su madre, empezaron a notarse en aquel matrimonio, en tan malas condiciones hecho, síntomas de idilio. Baldomero parecía otro. En el escritorio canturriaba, y buscaba pretextos para salir, subir a la casa y decir una palabrita a su mujer, cogiéndola en los pasillos o donde la encontrase. También solía equivocarse al sentar una partida, y cuando firmaba la correspondencia, daba a los rasgos de la tradicional rúbrica de la casa una amplitud de trazo verdaderamente grandiosa, terminando el rasgo final hacia arriba como una invocación de gratitud dirigida al Cielo. Salía muy poco, y decía a sus amigos íntimos que no se cambiaría por un Rey, ni por su tocayo Espartero, pues no había felicidad semejante a la suya. Bárbara manifestaba a su madre con gozo discreto, que Baldomero no le daba el más mínimo disgusto; que los dos caracteres se iban armonizando perfectamente, que él era bueno como el mejor pan y que tenía mucho talento, un talento que se descubría donde y como debe descubrirse, en las ocasiones. En cuanto estaba diez minutos en la casa materna, ya no se la podía aguantar, porque se ponía desasosegaba y buscaba pretextos para marcharse diciendo: «Me voy, que está mi marido solo». ...
En la línea 62
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... ¿Y Juanito? Pues Juanito fue esperado desde el primer año de aquel matrimonio sin par. Los felices esposos contaban con él este mes, el que viene y el otro, y estaban viéndole venir y deseándole como los judíos al Mesías. A veces se entristecían con la tardanza; pero la fe que tenían en él les reanimaba. Si tarde o temprano había de venir… era cuestión de paciencia. Y el muy pillo puso a prueba la de sus padres, porque se entretuvo diez años por allá, haciéndoles rabiar. No se dejaba ver de Barbarita más que en sueños, en diferentes aspectos infantiles, ya comiéndose los puños cerrados, la cara dentro de un gorro con muchos encajes, ya talludito, con su escopetilla al hombro y mucha picardía en los ojos. Por fin Dios le mandó en carne mortal, cuando los esposos empezaron a quejarse de la Providencia y a decir que les había engañado. Día de júbilo fue aquel de Septiembre de 1845 en que vino a ocupar su puesto en el más dichoso de los hogares Juanito Santa Cruz. Fue padrino del crío el gordo Arnaiz, quien dijo a Barbarita: «A mí no me la das tú. Aquí ha habido matute. Este ternero lo has traído de la Inclusa para engarnmos… ¡Ah!, estos proteccionistas no son más que contrabandistas disfrazados». ...
En la línea 79
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Aquella gran mujer, Isabel Cordero de Arnaiz, dotada de todas las agudezas del traficante y de todas las triquiñuelas económicas del ama de gobierno, fue agraciada además por el Cielo con una fecundidad prodigiosa. En 1845, cuando nació Juanito, ya había tenido ella cinco, y siguió pariendo con la puntualidad de los vegetales que dan fruto cada año. Sobre aquellos cinco hay que apuntar doce más en la cuenta; total, diez y siete partos, que recordaba asociándolos a fechas célebres del reinado de Isabel II. «Mi primer hijo—decía—nació cuando vino la tropa carlista hasta las tapias de Madrid. Mi Jacinta nació cuando se casó la Reina, con pocos días de diferencia. Mi Isabelita vino al mundo el día mismo en que el cura Merino le pegó la puñalada a Su Majestad, y tuve a Rupertito el día de San Juan del 58, el mismo día que se inauguró la traída de aguas». ...
En la línea 80
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Al ver la estrecha casa, se daba uno a pensar que la ley de impenetrabilidad de los cuerpos fue el pretexto que tomó la muerte para mermar aquel bíblico rebaño. Si los diez y siete chiquillos hubieran vivido, habría sido preciso ponerlos en los balcones como los tiestos, o colgados en jaulas de machos de perdiz. El garrotillo y la escarlatina fueron entresacando aquella mies apretada, y en 1870 no quedaban ya más que nueve. Los dos primeros volaron a poco de nacidos. De tiempo en tiempo se moría uno, ya crecidito, y se aclaraban las filas. En no sé qué año, se murieron tres con intervalo de cuatro meses. Los que rebasaron de los diez años, se iban criando regularmente. ...
En la línea 664
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Con la venia de Vuestra Majestad. En el juicio se demostró que ese hombre entró en una casa de la aldea de Islington, donde había un enfermo; tres testigos dicen que entró a las diez de la mañana y otros dos que unos minutos más tarde. El enfermo estaba a la sazón solo y durmiendo. Ese hombre no tardó en salir y proseguir su camino. El enfermo murio al cabo de una hora, desgarrado por espasmos y estremecimientos. ...
En la línea 676
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –A las diez de la mañana, o unos minutos más tarde, del la primero de año… ...
En la línea 1106
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Cuando hubieron recorrido como diez millas, llegaron a un pueblo importante, donde pernoctaron en una buena posada. Reanudáronse entonces las relaciones de antes, manteniéndose Hendon detrás de la silla del rey mientras éste comía, asistiéndole y desnudándole cuando se disponía a acostarse. Lo hacía él én el suelo, al través de la puerta, envuelto en una manta. ...
En la línea 1114
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Esta es la iglesia… , cubierta con la misma hiedra, ni más ni menos. Allí está la posada, el viejo 'León Rojo', y más allá el mercado. Aquí está el Mayo y aquí la fuente. Nada ha cambiado, por lo menos nada más que la gente, porque en diez años la gente cambia. A algunos me parece conocer, pero a mí no me conoce nadie. ...
En la línea 1421
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Y otras veces: «¡Esta y no más, esta y no más!» Pero nació y todo ha cambiado. Parece como si hubiésemos despertado de un sueño y como si acabáramos de casarnos. Yo me he quedado ciego, talmente ciego; ese chiquillo me ha cegado. Tan ciego estoy, que todos dicen que mi Elena ha quedado con la preñez y el parto desfiguradísima, que está hecha un esqueleto y que ha envejecido lo menos diez años, y a mí me parece más fresca, más lozana, más joven y hasta más metida en carnes que nunca. ...
En la línea 1620
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Muy sencillo. Si hubieses preguntado: pero ¿con quién?, no habría supuesto que hay más de una ni que esa una haya; mas al preguntar: pero ¿con cuál?, se entiende con cuál de las dos, o tres, o diez, o ene. ...
En la línea 92
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... A las diez de la mañana desapareció en el horizonte la isla de Mompracem, pero el mar continuaba desierto. Ni un penacho de humo que indicara la presencia de un vapor, ni un punto blanco que señalara la cercanía de un velero. ...
En la línea 133
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Toma, valiente. Siento haber destruido tu junco, que tan bien has sabido defender. Pero con estos diamantes podrás comprar otros diez barcos nuevos. ...
En la línea 182
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... En menos de diez minutos llegaron los piratas a la orilla del río. Todos sus hombres habían subido a bordo de los paraos y estaban ocupados en bajar las velas, pues no corría viento. ...
En la línea 223
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Los piratas trabajaron de un modo febril. Pusieron nuevos mástiles, taparon todos los agujeros y renovaron los cordajes. A las diez ya el barco podía volver al mar y afrontar un nuevo combate. ...
En la línea 47
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... »En efecto, el narval está armado de una especie de espada de marfil, de una alabarda, según la expresión de algunos naturalistas. Se trata de un diente que tiene la dureza del acero. Se han hallado algunos de estos dientes clavados en el cuerpo de las ballenas a las que el narval ataca siempre con eficacia. Otros han sido arrancados, no sin esfuerzo, de los cascos de los buques, atravesados de parte a parte, como una barrena horada un tonel. El Museo de la Facultad de Medicina de París posee una de estas defensas que mide dos metros veinticinco centímetros de longitud y cuarenta y ocho centímetros de anchura en la base. Pues bien, supóngase esa arma diez veces más fuerte, y el animal, diez veces más potente, láncesele con una velocidad de veinte millas por hora, multiplíquese su masa por su velocidad y se obtendrá un choque capaz de producir la catástrofe requerida. ...
En la línea 75
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Desde hacía diez años, Conseil me había seguido a todas partes donde me llevara la ciencia. jamás le había oído una queja o un comentario sobre la duración o la fatiga de un viaje, ni una objeción a hacer su maleta para un país cualquiera, ya fuese la China o el Congo, por remoto que fuera. Se ponía en camino para un sitio u otro sin hacer la menor pregunta. ...
En la línea 157
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -En los negocios, sí, Ned, pero no en matemáticas. Escuche. Admitamos que la presión de una atmósfera esté representada por la presión de una columna de agua de treinta y dos pies de altura. En realidad, la altura de la columna sería menor, puesto que se trata de agua de mar cuya densidad es superior a la del agua dulce. Pues bien, cuando usted se sumerge, Ned, tantas veces cuantas descienda treinta y dos pies soportará su cuerpo una presión igual a la de la atmósfera, es decir, de kilogramos por cada centímetro cuadrado de su superficie. De ello se sigue que a trescientos veinte pies esa presión será de diez atmósferas, de cien atmósferas a tres mil doscientos pies, y de mil atmósferas, a treinta y dos mil pies, es decir a unas dos leguas y media. Lo que equivale a decir que si pudiera usted alcanzar esa profundidad en el océano, cada centímetro cuadrado de la superficie de su cuerpo sufriría una presión de mil kilogramos. ¿Y sabe usted, mi buen Ned, cuántos centímetros cuadrados tiene usted en superficie? ...
En la línea 165
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Exactamente, Ned. Así, pues, a treinta y dos pies por debajo de la superficie del mar sufriría usted una presión de diecisiete mil quinientos sesenta y ocho kilogramos; a trescientos veinte pies, diez veces esa presión, o sea, ciento setenta y cinco mil seiscientos ochenta kilogramos; a tres mil doscientos pies, cien veces esa presión, es decir, un millón setecientos cincuenta y seis mil ochocientos kilogramos; y a treinta y dos mil pies, mil veces esa presión, o sea diecisiete millones quinientos sesenta y ocho mil kilogramos. En una palabra, que se quedaría usted planchado como si le sacaran de una apisonadora. ...
En la línea 450
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Por tales razones sentí contento en cuanto dieron las diez y salimos en dirección a la casa de la señorita Havisham, aunque no estaba del todo tranquilo con respecto al cometido que me esperaba bajo el techo de aquella desconocida. Un cuarto de hora después llegamos a casa de la señorita Havisham, toda de ladrillos, muy vieja, de triste aspecto y provista de muchas barras de hierro. Varias ventanas habían sido tapiadas, y las que quedaban estaban cubiertas con rejas oxidadas. En la parte delantera había un patio, también defendido por una enorme puerta, de manera qua después de tirar de la cadena de la campana tuvimos que esperar un rato hasta que alguien llegase a abrir la puerta. Mientras aguardábamos ante ésta, yo traté de mirar por la cerradura, y aun entonces el señor Pumblechook me preguntó: ...
En la línea 900
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En el rellano, muy grande, que había entre la estancia de la señorita Havisham y la otra en que estaba la gran mesa vi una silla de jardín, provista de ruedas, y que otra persona podía empujar por el respaldo. Había sido colocada allí a partir de mi última visita, y aquel mismo día uno de mis deberes fue el de pasear a la señorita Havisham en aquella silla de ruedas, eso en cuanto se hubo cansado de andar, apoyada en su bastón y en mi hombro, por su propia estancia y por la inmediata en que había la mesa. Hacíamos una y otra vez este recorrido, que a veces llegaba a durar hasta tres horas sin parar. Insensiblemente menciono ya esos paseos como muy numerosos, porque pronto se convino que yo iría a casa de la señorita Havisham todos los días alternados, al mediodía, para dedicarme a dicho menester, y ahora puedo calcular que así transcurrieron de ocho a diez meses. ...
En la línea 941
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En cuanto llegué aquella noche a mi casa y di cuenta de este mensaje para Joe, mi hermana se encolerizó en un grado alarmante, pues jamás habíamos visto cosa igual. Nos preguntó a Joe y a mí si nos figurábamos que era algún limpiabarros para nuestros pies y cómo nos atrevíamos a tratarla de aquel modo, así como también de quién nos figurábamos que podría ser digna compañera. Cuando hubo derramado un torrente de preguntas semejantes, tiró una palmatoria a la cabeza de Joe, se echó a llorar ruidosamente, sacó el recogedor del polvo (lo cual siempre era un indicio temible), se puso su delantal de faena y empezó a limpiar la casa con extraordinaria rabia. Y, no satisfecha con limitarse a sacudir el polvo, sacó un cubo de agua y un estropajo y nos echó de la casa, de modo que ambos tuvimos que quedarnos en el patio temblando de frío. Dieron las diez de la noche antes de que nos atreviésemos a entrar sin hacer ruido, y entonces ella preguntó a Joe por qué no se había casado, desde luego, con una negra esclava. El pobre Joe no le contestó, sino que se limitó a acariciarse las patillas y a mirarme tristemente, como si creyese que habría hecho mucho mejor siguiendo la indicación de su esposa. ...
En la línea 984
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¿Qué dirían ustedes — preguntó Joe — acerca de diez libras? ...
En la línea 143
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... La ahumada puertecilla que daba al último rellano estaba abierta. Un cabo de vela iluminaba una habitación miserable que medía unos diez pasos de longitud. Desde el vestíbulo se la podía abarcar con una sola mirada. En ella reinaba el mayor desorden. Por todas partes colgaban cosas, especialmente ropas de niño. Una cortina agujereada ocultaba uno de los dos rincones más distantes de la puerta. Sin duda, tras la cortina había una cama. En el resto de la habitación sólo se veían dos sillas y un viejo sofá cubierto por un hule hecho jirones. Ante él había una mesa de cocina, de madera blanca y no menos vieja. ...
En la línea 256
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Dices que la boda no se celebrará, pero ¿qué harás para impedirla? Y ¿con qué derecho te opondrás? Tú les dedicarás toda tu vida, todo tu porvenir, pero cuando hayas terminado los estudios y estés situado. Ya sabemos lo que eso significa: no son más que castillos en el aire… Ahora, inmediatamente, ¿qué harás? Pues es ahora cuando has de hacer algo, ¿no comprendes? ¿Y qué es lo que haces? Las arruinas, pues si te han podido mandar dinero ha sido porque una ha pedido un préstamo sobre su pensión y la otra un anticipo en sus honorarios. ¿Cómo las librarás de los Atanasio Ivanovitch y de los Svidrigailof, tú, futuro millonario de imaginación, Zeus de fantasía que te irrogas el derecho de disponer de su destino? En diez años, tu madre habrá tenido tiempo para perder la vista haciendo labores y llorando, y la salud a fuerza de privaciones. ¿Y qué me dices de tu hermana? ¡Vamos, trata de imaginarte lo que será tu hermana dentro de diez años o en el transcurso de estos diez años! ¿Has comprendido?» ...
En la línea 256
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Dices que la boda no se celebrará, pero ¿qué harás para impedirla? Y ¿con qué derecho te opondrás? Tú les dedicarás toda tu vida, todo tu porvenir, pero cuando hayas terminado los estudios y estés situado. Ya sabemos lo que eso significa: no son más que castillos en el aire… Ahora, inmediatamente, ¿qué harás? Pues es ahora cuando has de hacer algo, ¿no comprendes? ¿Y qué es lo que haces? Las arruinas, pues si te han podido mandar dinero ha sido porque una ha pedido un préstamo sobre su pensión y la otra un anticipo en sus honorarios. ¿Cómo las librarás de los Atanasio Ivanovitch y de los Svidrigailof, tú, futuro millonario de imaginación, Zeus de fantasía que te irrogas el derecho de disponer de su destino? En diez años, tu madre habrá tenido tiempo para perder la vista haciendo labores y llorando, y la salud a fuerza de privaciones. ¿Y qué me dices de tu hermana? ¡Vamos, trata de imaginarte lo que será tu hermana dentro de diez años o en el transcurso de estos diez años! ¿Has comprendido?» ...
En la línea 256
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Dices que la boda no se celebrará, pero ¿qué harás para impedirla? Y ¿con qué derecho te opondrás? Tú les dedicarás toda tu vida, todo tu porvenir, pero cuando hayas terminado los estudios y estés situado. Ya sabemos lo que eso significa: no son más que castillos en el aire… Ahora, inmediatamente, ¿qué harás? Pues es ahora cuando has de hacer algo, ¿no comprendes? ¿Y qué es lo que haces? Las arruinas, pues si te han podido mandar dinero ha sido porque una ha pedido un préstamo sobre su pensión y la otra un anticipo en sus honorarios. ¿Cómo las librarás de los Atanasio Ivanovitch y de los Svidrigailof, tú, futuro millonario de imaginación, Zeus de fantasía que te irrogas el derecho de disponer de su destino? En diez años, tu madre habrá tenido tiempo para perder la vista haciendo labores y llorando, y la salud a fuerza de privaciones. ¿Y qué me dices de tu hermana? ¡Vamos, trata de imaginarte lo que será tu hermana dentro de diez años o en el transcurso de estos diez años! ¿Has comprendido?» ...
En la línea 69
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Es diez veces más rico que el francés. ¿Tiene fortuna ese francés? ¿Es cosa segura? ...
En la línea 73
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —El francés es más buen mozo, pero peor persona. Además de su honradez, el inglés es diez veces más rico —dije. ...
En la línea 106
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Un caballero, por ejemplo, arriesga cinco o diez luises, raramente más —si es rico llegará hasta mil francos—, pero los arriesga por amor al juego sólo por placer. Se proporciona el placer de la ganancia o de la pérdida sin apasionarse por el lucro. Si la suerte le favorece tendrá una sonrisa de satisfacción, bromeará con su vecino, quizá se atreva a doblar de nuevo la postura, pero únicamente por curiosidad, para observar el caprichoso azar, para hacer cábalas; en ningún caso obedecerá al plebeyo deseo de ganar. ...
En la línea 120
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Presa de una sensación mórbida, únicamente para terminar cuanto antes, puse cinco florines al rojo. El rojo salió. Dejé los diez florines. El rojo se dio de nuevo. Hice nueva postura con el total. Salió también el rojo. En posesión de los cuarenta federicos coloqué veinte sobre los doce números del centro, sin saber lo que iba a resultar. Me pagaron el triple. ...
En la línea 432
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... En medio de su meditación oyó un alegre ruido. Volvió la cabeza, y vio venir por el sendero a un niño saboyano, de unos diez años, que iba cantando con su gaita al hombro y su bolsa a la espalda. ...
En la línea 459
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Se había quedado de pie, y no había cambiado de postura desde que huyó el niño. La respiración levantaba su pecho a intervalos largos y desiguales. Su mirada, clavada diez o doce pasos delante de él, parecía examinar con profunda atención un pedazo de loza azul que había entre la hierba. De pronto, se estremeció: sentía ya el frío de la noche. ...
En la línea 476
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Señor cura, tomad para los pobres. Señor cura, es un muchacho de unos diez años con una bolsa y una gaita. Iba caminando. Es uno de esos saboyanos, ya sabéis… ...
En la línea 509
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Como no tenía nombre de familia, no tenía familia; como no tenía nombre de bautismo, la Iglesia no existía para ella. Se llamó como quiso el primer transeúnte que la encontró con los pies descalzos en la calle. Recibió un nombre, lo mismo que recibía en su frente el agua de las nubes los días de lluvia. Así vino a la vida esta criatura humana. A los diez años Fantina abandonó la ciudad y se puso a servir donde los granjeros de los alrededores. A los quince años se fue a París a 'buscar fortuna'. Permaneció pura el mayor tiempo que pudo. Fantina era hermosa. Tenía un rostro deslumbrador, de delicado perfil, los ojos azul oscuro, el cutis blanco, las mejillas infantiles y frescas, el cuello esbelto. Era una bonita rubia con bellísimos dientes; tenía por dote el oro y las perlas; pero el oro estaba en su cabeza, y las perlas en su boca. ...
En la línea 94
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... El río Thirty Mile no estaba congelado. Su turbulento caudal lo impedía y el hielo sólo lograba cuajar en las riberas y en los remansos. Se necesitaron seis días de agotador esfuerzo para recorrer aquellos terribles cincuenta kilómetros. Terribles porque cada paso suponía un riesgo vital para perros y hombres. Una docena de veces, Perrault, que avanzaba el primero con precaución, quebró la capa helada de la estrecha franja que los sustentaba y se salvó gracias a la pértiga que llevaba, sostenida de tal forma que quedaba cada vez atravesada sobre el agujero abierto por su cuerpo. Pero estaban en plena ola de frío, el termómetro marcaba diez grados bajo cero, y cada vez que rompía el hielo se veía obligado, para no morir, a encender una hoguera que le secase la ropa. ...
En la línea 147
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Perrault asintió con la cabeza. Para entonces llevaba batido el récord y ganaba tiempo cada día. El camino estaba en excelentes condiciones, con la nieve firme y dura. No hacía demasiado frío. La temperatura bajó hasta los diez grados bajo cero y así permaneció durante todo el viaje. Los hombres corrían o montaban en trineo por turnos y tenían a los perros en constante movimiento, sin apenas paradas. ...
En la línea 148
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... El río Thirty Ele, por su parte, estaba relativamente cubierto de hielo, y en un día recorrieron lo que de ida les había llevado diez. De un tirón se hicieron cien kilómetros desde la punta del lago Le Barge hasta los rápidos de White Horse. Al atravesar el Marsh, el Tagish y el Bennett (cien kilómetros de lagos), su velocidad era tal que al hombre que le tocaba ir corriendo era remolcado atado al extremo de una cuerda. Y la última noche de la segunda semana coronaron el White Pass y bajaron raudos por la pendiente marítima con las luces de Skaguay y las embarcaciones a sus pies. ...
En la línea 155
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Fue un viaje difícil por la carga que arrastraban, y un esfuerzo tan duro resultó agotador. Al llegar a Dawson habían perdido peso y estaban tan extenuados que habrían necesitado diez días, o al menos una semana, de descanso. Pero a los dos días ya iban bajando por las márgenes del Yukón hacia los Barracks, cargados de cartas para el extranjero. Los perros estaban fatigados, los conductores, de mal humor, y por si fuera poco, nevaba todos los días. Esto quería decir un terreno blando, mayor fricción en los patines y más dificultad para los perros; pero los conductores afrontaban todo aquello con prudencia y hacían cuanto podían para que no resultase demasiado duro para los animales. ...
En la línea 61
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Uno de los fenómenos más extraordinarios que el mundo ha ofrecido a los hombres de ciencia, es el que ha sido objeto de un minucioso estudio por parte del doctor Alberto Wilson, en Inglaterra. Se trata de un ser humano que reúne en sí diez personalidades distintas y enteramente independientes una de otra. El sujeto es una joven, casi una niña, que a los trece años experimentó un ataque de gripe. Aunque curó de aquella enfermedad, en su inteligencia dejó la misma profunda huella. Desde entonces, en efecto, parece como si la muchacha hubiese tenido diez cerebros diferentes, pues se han observado en ella diez personalidades perfectamente distintas, pasando de una a otra de vez en cuando, de un modo irregular y sin que la paciente se diese cuenta de estos cambios. ...
En la línea 61
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Uno de los fenómenos más extraordinarios que el mundo ha ofrecido a los hombres de ciencia, es el que ha sido objeto de un minucioso estudio por parte del doctor Alberto Wilson, en Inglaterra. Se trata de un ser humano que reúne en sí diez personalidades distintas y enteramente independientes una de otra. El sujeto es una joven, casi una niña, que a los trece años experimentó un ataque de gripe. Aunque curó de aquella enfermedad, en su inteligencia dejó la misma profunda huella. Desde entonces, en efecto, parece como si la muchacha hubiese tenido diez cerebros diferentes, pues se han observado en ella diez personalidades perfectamente distintas, pasando de una a otra de vez en cuando, de un modo irregular y sin que la paciente se diese cuenta de estos cambios. ...
En la línea 61
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Uno de los fenómenos más extraordinarios que el mundo ha ofrecido a los hombres de ciencia, es el que ha sido objeto de un minucioso estudio por parte del doctor Alberto Wilson, en Inglaterra. Se trata de un ser humano que reúne en sí diez personalidades distintas y enteramente independientes una de otra. El sujeto es una joven, casi una niña, que a los trece años experimentó un ataque de gripe. Aunque curó de aquella enfermedad, en su inteligencia dejó la misma profunda huella. Desde entonces, en efecto, parece como si la muchacha hubiese tenido diez cerebros diferentes, pues se han observado en ella diez personalidades perfectamente distintas, pasando de una a otra de vez en cuando, de un modo irregular y sin que la paciente se diese cuenta de estos cambios. ...
En la línea 365
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Han pasado diez años, ...
En la línea 65
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Llamábase el visitante D. Aurelio Miranda, y desempeñaba en León uno de esos destinos que en España abundan, no por honoríficos peor retribuídos, y que sin imponer grandes molestias ni vigilias, abren las puertas de la buena sociedad, prestando cierta importancia oficial: género de prebendas laicas, donde se dan unidas las dos cosas que asegura el refrán no caber en un saco. Era Miranda de origen y familia burocrática, en la cual se transmitían y como vinculaban los elevados puestos administrativos, merced a especial maña y don de gentes perpetuado de padres a hijos, a no sé qué felina destreza en caer siempre de pie y a cierta delicada sobriedad en esto de pensar y opinar. Logró la estirpe de los Mirandas teñirse de matices apagados y distinguidos, sobre cuyo fondo, así podía colocarse insignia blanca, como roja divisa; de suerte, que ni hubo situación que no les respetase, ni radicalismo que con ellos no transigiera, ni mar revuelto o bonancible en que con igual fortuna no pescaran. El mozo Aurelio casi nació a la sombra protectora de los muros de la oficina: antes que bigote y barba tuvo colocación, conseguida por la influencia paterna, reforzada por la de los demás Mirandas. Al principio fue una plaza de menor cuantía, que cubriese los gastos de tocador y otras menudencias del chico, derrochador de suyo; en seguida vinieron más pingües brevas, y Aurelio siguió la ruta trillada ya por sus antecesores. Con todo esto, veíase que algo degeneraba en él la raza: amigo de goces, de ostentación y vanidades, faltabale a Aurelio el tino exquisito de no salir de mediano por ningún respecto, y carecía de la formalidad exterior, del compasado porte que a los Mirandas pasados acreditaba de hombres de seso y experiencia y madurez política. Comprendiendo sus defectos, trató Aurelio de beneficiarlos diestramente, y más de una blanca y pulcra mano emborronó por él perfumadas esquelas con eficaces recomendaciones para personajes de muy variada ralea y clase. Asimismo se declaró gran amigote y compinche de algunos prohombres políticos, entre ellos el don Fulano que ya conocemos. No habló jamás con ellos diez palabras seguidas que a política se refiriesen: contábales las noticias del día, el escándalo fresco, el último dicharacho y la más reciente caricatura; y de tal suerte, sin comprometerse con ninguno se vio favorecido y servido de todos. Agarrose, como nadador inexperto, a los hombros de tan prácticos buzos, y acá me sumerjo, y acullá me pongo a flote, fue sorteando los furiosos vendavales que azotaron a España, y continuando la tradición venerable de los Mirandas. Pero también la influencia se gasta y agota, y llegó un período en que, mermada la de Aurelio, no alcanzó a mantenerle en el único punto para él grato, en Madrid, y hubo de irse a vegetar a León, entre el Gobierno civil y la Catedral, edificios que ni uno ni otro le divertían. Lo que singularmente amargaba a Aurelio, era comprender que su decadencia administrativa nacía de otro decaimiento irreparable, a saber, el de su persona. Cumplida la cuarentena de años, faltábanle ya los billetitos de recomendación o por lo menos no eran tan calurosos: en los despachos de las notabilidades iba siendo su persona como un mueble más, y hasta él mismo sentía apagarse su facundia. La madurez se revelaba en él por un salto atrás; íbasele metiendo en el cuerpo la seriedad de los Mirandas; y de amable calavera, pasaba a hombre de peso. No del todo extrañas a tal metamorfosis debían ser algunas dolencias pertinaces, protesta del hígado contra el malsano régimen, mitad sedentario y mitad febril, tanto tiempo observado por Aurelio. Así es que, aprovechando la estancia en León, y los conocimientos y acierto singular de Vélez de Rada, dedicose a reparar las brechas de su desmantelado organismo; y la vida metódica y la formalidad creciente de sus maneras y aspecto, que en la corte la perjudicaban revelando que empezaba a ser trasto arrumbado y sin uso, sirviéronle en el timorato pueblo leonés de pasaporte, ganándole simpatías y fama de persona respetable y de responsabilidad y crédito. ...
En la línea 98
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Hacen vida modesta. Duplicará el capital en diez años-, ¡para agenciar es mucho hombre el Leonés! Un infeliz, un simplón en lo restante; en política no ve más allá de sus narices el pobre; pero ha sabido crearse una fortuna. No tiene sino esa niña y adora en ella. ...
En la línea 124
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Los méritos… los méritos… ¡vaya unos méritos! ¡Pch, pch! ¡Si es mérito ir todo sopladico, y enseñando diez centímetros de puño de camisa… y darla de mozalbete, estando peor que yo, (que canas tengo, pero al menos no se me cae la hoja! ...
En la línea 130
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... ¡Casar a su hija de usted con Miranda! -gritó enarcando las cejas y colérico y descompuesto-. ¡Está usted loco! ¡El mejor ejemplar de raza que de diez años a esta parte encontré! ¡Una niña que tiene glóbulos rojos en la sangre, bastantes para surtir a cuantas muñequillas anémicas se pasean por Madrid! ¡Una estatura! ¡Un equilibrio! ¡Unos diámetros! Y con Miranda, que… (aquí la discreción profesional selló los labios del médico, y reinó silencio en la estancia.) ...
En la línea 37
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Decir si el genio expansivo de este muchacho podía avenirse con el de Phileas Fogg, es cosa que prohibe la prudencia elemental. ¿Sería Picaporte ese criado exacto hasta la precisión que convenía a su dueño? La práctica lo demostraría. Después de haber tenido, como ya es sabido, una juventud algo vagabunda, aspiraba al reposo. Había oído ensalzar el metodismo inglés y la proverbial frialdad de los gentlemen, y se fue a buscar fortuna a Inglaterra. Pero hasta entonces la fortuna le había sido adversa. En ninguna parte pudo echar raíces. Estuvo en diez casas, y en todas ellas los amos eran caprichosos, desiguales, amigos de correr aventuras o de recorrer paises, cosas todas ellas que ya no podían convenir a Picaporte. Su último señor, el joven lord Longsferry, miembro del Parlamento después de pasar las noches en los 'oystersrooms' de Hay Marquet, volvía a su casa muy a menudo sobre los hombros de los 'policemen.' Queriendo Picaporte ante todo respetar a su amo, arriesgó algunas observaciones respetuosas que fueron mal recibidas, y rompió. Supo en el ínterin que Phileas Fogg buscaba criado y tomó infon nes acerca de este caballero. Un personaje cuya existencia era tan regular, que no dormía fuera de casa, que no viajaba, que nunca, ni un día siquiera, se ausentaba, no podía sino convenirle. Se presentó y fue admitido en las circunstancias ya conocidas. ...
En la línea 40
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Advirtió además en su cuarto una nota colocada encima del reloj. Era el programa del servicio diario. Comprendía -desde las ocho de la mañana, hora reglamentaria en que se levantaba Phileas Fogg, hasta las once y media en que dejaba su casa para ir a almorzar al Reform Club- todas las minuciosidades del servicio, el té y los picatostes de las ocho y veintitrés, el agua caliente para afeitarse de las nueve y treinta y siete, el peinado de las diez menos veinte, etc. A continuación, desde las once de la noche- instantes en que se acostaba el metódico gentieman- todo estaba anotado, previsto, regularizado. Picaporte pasó un rato feliz meditando este programa y grabando en su espíritu los diversos artículos que contenía. ...
En la línea 76
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Sin duda que sí- respondió Gualterio Ralph-. Opino como míster Fogg. La Tierra ha disminuido, puesto que se recorre hoy diez veces más aprisa que hace cien años. Y esto es lo que, en el caso de que nos ocupamos, hará que las pesquisas sean más rápidas. ...
En la línea 141
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Lo sé, y no os reconvengo. Partimos dentro de diez minutos para Douvres y Calais. ...

la Ortografía es divertida
Errores Ortográficos típicos con la palabra Diez
Cómo se escribe diez o dies?
Busca otras palabras en esta web
Palabras parecidas a diez
La palabra cuanto
La palabra presidio
La palabra padre
La palabra culpa
La palabra aquel
La palabra familia
La palabra servido
Webs Amigas:
VPO en Islas Baleares . Ciclos formativos en Castellon . Ciclos Fp de informática en Almería . - Hotel en Costa del sol IPV Palace Beatriz and Spa