Cual es errónea Frecuencia o Frekuencia?
								 La palabra correcta es Frecuencia. Sin Embargo  Frekuencia se trata de un error ortográfico.
								
 El Error ortográfico detectado en el termino frekuencia es que hay un Intercambio de las letras k;c con respecto la palabra correcta la palabra frecuencia  
						
						 Más información sobre la palabra Frecuencia en internet
								 Frecuencia en la RAE. 
								 Frecuencia en Word Reference. 
								
								 Frecuencia en la wikipedia.  
								
								 Sinonimos de Frecuencia. 
  
								
								 Errores Ortográficos típicos con la palabra Frecuencia  
									
				 
					 Cómo se escribe frecuencia o frekuencia?
  
					 Cómo se escribe frecuencia o frrecuencia?
  
					 Cómo se escribe frecuencia o frecuenzia?
 
								                                                          
				Algunas Frases de libros en las que aparece frecuencia
				La palabra frecuencia puede ser considerada correcta por su aparición en estas  obras maestras de la literatura. 
							  En la línea 1113
   del libro  La Barraca
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... Allí cayó Roseta con su cántaro, sin haber encontrado al novio en el camino, a pesar de que anduvo lentamente y volviendo con frecuencia la cabeza, esperando a cada momento que saliese de una senda. ... 
 
 
							  En la línea 2029
   del libro  La Barraca
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... Además, Pimentó lo miraba con demasiada frecuencia, con sus ojos molestos y extraños de borracho firme. ... 
 
 
							  En la línea 104
   del libro  La Bodega
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... Aún era joven, no había llegado a los cuarenta años, pero la obesidad desfiguraba su cuerpo a pesar de la vida activa a que le impulsaban sus entusiasmos de jinete. Los brazos parecían cortos al descansar algo encorvados sobre el abultado contorno de su cuerpo. Su juventud revelábase únicamente en la cara mofletuda, de labios carnosos y salientes, sobre los cuales la virilidad sólo había trazado un ligero bigote. El cabello se ensortijaba en la frente formando un rizo apretado, un moñete al que llevaba con frecuencia su mano carnosa. Era, por lo común, bondadoso y pacífico, pero bastaba que se creyese desobedecido o contrariado para que se le enrojeciera la cara, atiplándose su voz con el tono aflautado de la cólera. El concepto que tenía de la autoridad, el hábito de mandar desde su primera juventud viéndose al frente de las bodegas por la muerte de su padre, le hacían ser despótico con los subordinados y su propia familia. ... 
 
 
							  En la línea 325
   del libro  La Bodega
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... ¡Qué de disgustos proporcionaron las dos _Marquesitas_, como las llamaban en la ciudad, a la austera doña Elvira!... Mercedes, la soltera, se fugó con un inglés rico. De tarde en tarde llegaban vagas noticias que hacían palidecer de rabia a la noble señora. Unas veces la veían en París, otras en Madrid, llevando una vida de _cocotte_ elegante. Cambiaba con frecuencia de protectores, pues los atraía a docenas con su gracia picaresca. Además, en ciertas vanidades producía gran impresión el título de marquesa de San Dionisio, que había unido a su nombre, y la corona nobiliaria con que adornaba sus camisas de noche y las sábanas de una cama tan frecuentada como la acera de una gran calle. ... 
 
 
							  En la línea 327
   del libro  La Bodega
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... Pero quedaba la otra, la mayor, la casada, y ésta quería acabar con todos los parientes matándolos de vergüenza. Su vida conyugal, después de la fuga de Mercedes, fue un infierno. El marido vivía en perpetuo recelo, marchando a ciegas en sus sospechas, no sabiendo en quién fijarse, pues su mujer miraba del mismo modo a todos los hombres, como si se ofreciera con los ojos, hablándoles con una libertad que incitaba a toda clase de audacias. Sintió celos de Fermín Montenegro, que acababa de llegar de Londres, y reanudando su intimidad infantil con Lola, la visitaba con frecuencia, atraído por su picaresco lenguaje. ... 
 
 
							  En la línea 859
   del libro  La Bodega
 del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
  ... Trabajaba gran parte del día en traducciones del inglés o escribiendo artículos para los periódicos de la _idea_; una faena que le producía lo necesario para el pan y el queso, permitiéndole además auxiliar al _compañero_ que le alojaba en su casucha y a otros _compañeros_ no menos pobres que le asediaban con frecuencia, demandándole apoyo en nombre de la solidaridad. ... 
 
 
							  En la línea 205
   del libro  Los tres mosqueteros
 del afamado autor Alejandro Dumas
  ... Después del rey y del señor cardenal, el señor de Tréville era el hombre cuyo nombre era quizá el repetido con más frecuencia por los militares a incluso por los burgueses. ... 
 
 
							  En la línea 236
   del libro  Los tres mosqueteros
 del afamado autor Alejandro Dumas
  ... Capítulo llLa ante cámara del señor de TréuilleEl señor de Troisville, como todavía se llamaba su familia en Gas cuña, o el señor de Tréville, como había terminado por llamarse él mismo en Paris, había empezado en realidad como D'Artagnan, es de cir, sin un cuarto, pero c on ese caudal de audacia, de ingenio y de en-tendimiemto que hace que el más pobre hidalgucho gascón reciba con frecuencia de sus esperanzas de la herencia paterna más de lo que el más rico gentilhombre de Périgord o de Berry recibe en realidad. ... 
 
 
							  En la línea 258
   del libro  Los tres mosqueteros
 del afamado autor Alejandro Dumas
  ... Desaliñados, borrachos, despellejados, los mosqueteros del rey, o mejor los del señor de Tréville, se desparramaban por las tabernas, por los paseos, por los juegos públicos, gritando fuerte y retorciéndose los mostachos, haciendo sonar sus espuelas, enfrentándose con placer a los guardias del señor cardenal cuando los encontraban; luego, desen vainando en plena calle entre mil bromas; muertos a veces, pero segu ros en tal caso de ser llorados y vengados; matando con frecuencia, y seguros entonces de no enmohecer en prisión, porque allí estaba el señor de Tréville para reclamarlos. ... 
 
 
							  En la línea 972
   del libro  Los tres mosqueteros
 del afamado autor Alejandro Dumas
  ... En aquel momento Bernajoux ca yó; y como los guardias eran sólo dos contra cuatro, se pusieron a gri tar: «¡A nosotros, palacio de la Trémouille!» A estos gritos, todos los que había en el palacio salieron, abalazándose sobre los cuatro compañeros que por su parte se pusieron a gritar: «iA nosotros, mosquete ros! » Este grito era atendido con frecuencia; porque se sabía a los mos queteros enemigos de su Eminencia, y se los amaba por el odio que sentían hacia el cardenal. ... 
 
 
							  En la línea 412
   del libro  La Biblia en España
 del afamado autor Tomás Borrow y  Manuel Azaña
  ... Los diez días siguientes fueron extraordinariamente lluviosos, impidiéndome hacer excursiones por el país; durante ese tiempo vi con frecuencia a nuestro amigo, y examinamos con mucho detenimiento los mejores medios de difundir los Evangelios. ... 
 
 
							  En la línea 436
   del libro  La Biblia en España
 del afamado autor Tomás Borrow y  Manuel Azaña
  ... De allí a poco me convencí de que había llegado nuestra última hora; el viento era cada vez más fuerte, las olas más hirvientes, el bote se ponía con frecuencia de través, y el agua nos entraba a torrentes por sotavento. ... 
 
 
							  En la línea 920
   del libro  La Biblia en España
 del afamado autor Tomás Borrow y  Manuel Azaña
  ... Es un hecho conocido de mucha gente, y comprobado con frecuencia, según creo, que ningún perro o animal mayor y fiero, de cualquier especie que sea, con excepción del toro, que cierra los ojos y embiste a ciegas, se atreve a atacar a un hombre que le haga cara con firme y sereno continente. ... 
 
 
							  En la línea 1095
   del libro  La Biblia en España
 del afamado autor Tomás Borrow y  Manuel Azaña
  ... En ningún país son tan populares los ingleses como en Francia; y es que, si bien los franceses han sido con frecuencia tratados rudamente por los ingleses y ocupada su capital por un ejército inglés, nunca han estado sometidos a la supuesta ignominia de recibir de ellos asistencia y socorro. ... 
 
 
							  En la línea 60
   del libro  Viaje de un naturalista alrededor del mundo
 del afamado autor Charles Darwin
  ... Cerca de Keeling-Atoll, en el Océano Indico, vi numerosas masas pequeñas de confervas de algunas pulgadas cuadradas, consistentes en largos hilos cilíndricos muy tenues, tanto que apenas podrían distinguirse a simple vista, mezclados con otros cuerpos un poco mayores y admirablemente cónicos en sus dos extremos. Su longitud varía entre cuatro o seis centésimas de pulgada; su diámetro entre seis y ocho milésimas de pulgada. Ordinariamente se puede distinguir junto a uno de los extremos de la parte cilíndrica un tabique verde compuesto de materia granulosa más espesa en la parte media. A mi parecer, constituye el fondo de un saco incoloro muy delicado y compuesto de una sustancia pulposa, saco que ocupa el interior de la vaina, pero que no llega hasta las puntas cónicas de los extremos. En algunos ejemplares, pequeñas esferas  admirablemente regulares de sustancia granulosa pardusca reemplazan a los tabiques y he podido observar la naturaleza de las transformaciones que las producen. La materia pulposa del revestimiento interior se agrupa de pronto en líneas que parecen irradiar de un centro común; esta materia sigue contrayéndose con un movimiento rápido y regular, de suerte que, al cabo de un segundo, se convierte toda ella en una esferita perfecta que ocupa la posición del tabique en uno de los extremos de la vaina, absolutamente vacía en todas las demás partes. Toda lesión accidental acelera la formación de la esfera granulosa. Debo añadir que estos cuerpos se encuentran con frecuencia a pares, unidos uno a otro cono con cono por el extremo donde está el tabique. ... 
 
 
							  En la línea 73
   del libro  Viaje de un naturalista alrededor del mundo
 del afamado autor Charles Darwin
  ... «Todo lo que usted quiera, señor», suele contestar. Las primeras veces me apresuraba a dar gracias interiormente a la Providencia, por habernos conducido junto a un hombre tan amable. «¿Podría usted darnos pescado? -¡Oh! no, señor. -¿Y sopa? -No, señor. - ¿Y pan? -¡Oh! no, señor. -¿Y carne seca, tasajo? -¡Oh! no, señor.» Por muy satisfechos teníamos que darnos, si al cabo de dos horas de espera, lográbamos conseguir aves de corral, arroz y farinha. Hasta necesitábamos con frecuencia matar a pedradas a las gallinas que habían de servirnos de cena. Entonces, cuando rendidos de hambre y de cansancio, nos atrevíamos a decir con timidez que nos alegraría mucho el saber si estaba dispuesta la comida, el posadero nos respondía con orgullo (y, por desgracia, eso era lo más cierto de sus respuestas): «La comida estará cuando esté». Si nos hubiéramos atrevido a quejarnos o a insistir, nos hubieran dicho que éramos unos impertinentes y nos hubieran rogado que siguiésemos nuestro camino. ... 
 
 
							  En la línea 75
   del libro  Viaje de un naturalista alrededor del mundo
 del afamado autor Charles Darwin
  ... Después de salir de Mandetiba, seguimos nuestro camino en medio de un verdadero laberinto de lagos, algunos de los cuales contienen moluscos de agua dulce, y los otros moluscos marinos. Observé una limnea, molusco de agua dulce, que habita en grandísimo número «en un lago (me dijeron los naturales del país), donde el mar penetra una vez al año, y algunas veces más a menudo, lo cual hace que el agua quede absolutamente salada». Creo que pudieran observarse muchos hechos interesantes relativos a los animales marinos y a los animales de agua dulce en esa cadena de lagos que rodean a las costas del Brasil. M. Gay1 advierte que en las cercanías de Río ha encontrado almejas (molusco marino) y ampularias (molusco de agua dulce), conviviendo en el agua salada. Con frecuencia he observado yo mismo en el lago que hay junto al jardín Botánico, lago cuyas aguas son casi tan salobres como las del mar, una especie de hidrófilo muy parecido a un dítico común en los fosos de Inglaterra; el único molusco que vive en ese lago pertenece a un género que suele verse junto a la desembocadura de los ríos. ... 
 
 
							  En la línea 115
   del libro  Viaje de un naturalista alrededor del mundo
 del afamado autor Charles Darwin
  ... Una pequeña hormiga negra viaja con frecuencia en cantidades infinitas. Cierto día, estando en Bahía, me chocó muchísimo ver a gran número de arañas, cucarachas y otros insectos—así como de lagartijas, atravesar un terreno desnudo dando señales de la mayor agitación. Detrás, a corta distancia, vi enteramente negros de hormigas los árboles y las hojas. Aquella tropa, después de haber atravesado el terreno desnudo, dividióse y descendió a lo largo de un vetusto paredón; así consiguió envolver a algunos insectos, que hicieron pasmosos esfuerzos para librarse de una terrible muerte. ... 
 
 
							  En la línea 663
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ... Cuando don Cayetano volvía la espalda, pues hablaba girando con frecuencia sobre los talones, Glocester guiñaba un ojo al Deán y barrenaba con un dedo la frente. ... 
 
 
							  En la línea 3693
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ... Ya sabes que cuando se casó cesaron, que después volvieron, pero nunca con la frecuencia de ahora. ... 
 
 
							  En la línea 7875
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ... Las excursiones al Vivero se habían repetido con frecuencia durante todo Octubre. ... 
 
 
							  En la línea 8373
   del libro  La Regenta
 del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
  ... Don Víctor ya había manifestado varias veces su no conformidad, como él decía, con aquella frecuencia del sacramento de la confesión; como temía que se le tuviese por poco enérgico, y era muy poco enérgico en su casa en efecto, alborotaba mucho cuando se enfadaba. ... 
 
 
							  En la línea 739
   del libro  A los pies de Vénus
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... Esta era la causa, tal vez, de qu e lo invitase con frecuencia a su palacio, conversando ambos en la vasta biblioteca, cuyos libros parecían luminosos por la rutilancia de sus encuadernaciones. ... 
 
 
							  En la línea 888
   del libro  A los pies de Vénus
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... —Todas las damas de la época eran rubias, hasta el valeroso marimacho Catalina Sforza, de la cual conoce usted el heroico arremangamiento de faldas, apreciado por la Historia como un hecho sublime. De este virago batallador llegó hasta nosotros una receta para enrubiar, escrita por ella misma, a fin de que ninguna otra mujer participase de su secreto. Consistía en ceniza de madera y paja de cebada, hervidas un día entero. A esta lejía se agregaban flores y hojas de nogal durante una noche. Bastaba lavarse la cabeza a la mañana siguiente para tener los cabellos dorados; pero había que secarlos al sol, con el peligro de las neuralgias, de que se quejaba con frecuencia madona Lucrecia. ... 
 
 
							  En la línea 1058
   del libro  A los pies de Vénus
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... —¿Sabe usted quién está en Roma?… La viuda de Pineda. Tal vez venga esta noche. No la he visto; pero sé que está aquí por un joven que es secretario de una Legación sudamericana y la visita con frecuencia. ... 
 
 
							  En la línea 1459
   del libro  A los pies de Vénus
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... El arte antiguo iba resurgiendo entre las ruinas de la campiña romana. Con frecuencia, el arado, movido por búfalos, sacaba a luz mal moles prodigiosos o dejaba descubiertas tumbas cuyos cadáveres, envueltos en vestiduras áureas, se deshacían al quedar en contacto con la atmósfera. ... 
 
 
							  En la línea 610
   del libro  El paraíso de las mujeres
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... A pesar de todo lo que le cuente el bondadoso y entusiasta Flimnap, este gobierno se muestra cruel con frecuencia, y el pueblo femenil es más inconstante que el de los hombres en sus entusiasmos y sus adoraciones. Yo soy de los pocos que conocen la verdad, y por lo mismo veo la tiranía femenina tal como es. ... 
 
 
							  En la línea 804
   del libro  El paraíso de las mujeres
 del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
  ... Pasó la noche inquieto por esta novedad, despertándose con frecuencia, y apenas hubo empezado a apuntar el alba salió de la Galería, encontrándose con que el profesor Flimnap le aguardaba ya acompañado por dos individuos mas del “Comité de recibimiento del Hombre-Montaña”. Un destacamento de amazonas armadas con arcos llenaba tres vehículos enormes, sin duda para recordar al gigante que no era mas que un prisionero. ... 
 
 
							  En la línea 3127
   del libro  Fortunata y Jacinta
 del afamado autor Benito Pérez Galdós
  ... Otro de sus temas era: No más pillos y pena de muerte al ladrón. O más claro: castigo inmediato y cruel a todos los que van al gobierno con el único fin de hacer chanchullos. La ráfaga de ambición que pasa por la mente de todo español con más o menos frecuencia haciéndole decir si yo fuera poder, le soplaba a Rubín dos o tres veces cada día, más bien como sueño que como esperanza; pero en sus horas de soledad se adormecía con aquella idea y la trabajaba, batiéndola, como se bate la clara de huevo para que crezca y se abulte y forme espumarajos. La conclusión de este meneo mental era que «aquí lo que hace falta es un hombre de riñones, un tío de mucho talento con cada riñón como la cúpula del Escorial». ... 
 
 
							  En la línea 3164
   del libro  Fortunata y Jacinta
 del afamado autor Benito Pérez Galdós
  ... La verdad es que todo esto, doña Nieves y las placeras sus amigas, las mujeres de equívoca decencia que iban allí acompañadas de madres postizas, el mozo y sus familiaridades, el pianista y sus habaneras, aburrían a Juan Pablo soberanamente. Para colmo de hastío, Feijoo no era puntual y faltaba muchas noches. En cambio, Feliciana y Olmedo iban con más frecuencia, llevando ella una amiguita que acababa de salir de San Juan de Dios. ... 
 
 
							  En la línea 4038
   del libro  Fortunata y Jacinta
 del afamado autor Benito Pérez Galdós
  ... La señora de Rubín estaba aterrada. Severiana le dijo: «ya ha tenido esta noche tres achuchones de estos, y anteanoche tuvo seis. Si viniera el médico la aplacaría dándole esos pinchacitos que llaman yeciones… ¿sabe?, una gotita de morfina». Sin duda por esta frecuencia de los accesos veíalos Severiana con relativa calma, como los que se acostumbran a los prodigios del dolor humano en las clínicas. A poco de tranquilizarse Mauricia, la otra se dedicó a preparar la lámpara que debía arder toda la noche, un vaso con agua, aceite y una mariposa encima. ... 
 
 
							  En la línea 5395
   del libro  Fortunata y Jacinta
 del afamado autor Benito Pérez Galdós
  ... Después, cuando entraron Ido, Refugio y otras personas, estuvo muy comunicativo, discurriendo admirablemente sobre todo lo que se trató, que fue la insurrección de Cuba, el alza de la carne, lo que se debe hacer para escoger un bonito número en la lotería, la frecuencia con que se tiraba gente por el Viaducto de la calle de Segovia, el tranvía nuevo que se iba a poner y otras menudencias. ... 
 
 
							  En la línea 1503
   del libro  El príncipe y el mendigo
 del afamado autor Mark Twain
  ... Mientras vivió, al rey le complacía contar la historia de sus aventuras, de principio a fin, desde la hora en que el centinela lo apartó con una manotada de la puerta del palacio hasta la noche final en que se mezcló mañosamente en una cuadrilla de presurosos obreros, y así se deslizó en la Abadía y trepó y se ocultó en la tumba del Confesor, y luego durmió tanto tiempo, al día siguiente, que por poco pierde enteramente la Coronación. Decía que el referir con frecuencia su valiosa lección lo mantenía firme en su propósito de hacer que sus enseñanzas redituaran beneficios a su pueblo, y así, mientras tuviese vida, continuaría refiriendo la historia para mantener sus tristes acontecimientos frescos en la memoria y los manantiales de la piedad bien llenos en su corazón. ... 
 
 
							  En la línea 2152
   del libro  Veinte mil leguas de viaje submarino
 del afamado autor Julio Verne
  ... Así terminó esta conversación, que habría de tener más tarde tan graves consecuencias. Debo decir que los hechos parecieron confirmar mis previsiones, para desesperación del canadiense. ¿Desconfiaba de nosotros el capitán Nemo en esos mares tan frecuentados, o queria simplemente no ofrecerse a la vista de los numerosos barcos de todas las nacionalidades que surcan el Mediterráneo? Lo ignoro, pero lo cierto es que se mantuvo la mayor parte del tiempo en inmersión y a gran distancia de la costa. Cuando emergía, lo hacía tan sólo mínimamente, asomando la cabina del timonel, pero con más frecuencia se sumergía a grandes profundidades, pues entre el archipiélago griego y el Asia Menor no hallábamos fondo a dos mil metros. ... 
 
 
							  En la línea 2358
   del libro  Veinte mil leguas de viaje submarino
 del afamado autor Julio Verne
  ... El capitán Nemo y yo marchábamos uno junto al otro, directamente hacia el fuego señalado. El fondo llano ascendía insensiblemente. íbamos a largas zancadas, ayudándonos con los bastones, pero nuestra marcha era lenta, pues se nos hundían con frecuencia los pies en el fango entre algas y piedras lisas. Oía, mientras avanzaba, una especie de crepitación por encima de mi cabeza, que redoblaba a veces de intensidad y producía como un continuo chapoteo. No tardé en comprender que era el efecto de la lluvia que caía violentamente sobre la superficie. Instintivamente me vino la idea de que iba a mojarme. ¡Por el agua, en medio del agua! No pude impedirme reír ante una idea tan barroca. Pero es que hay que decir que bajo el pesado ropaje y la escafandra no se siente el líquido elemento y uno se cree en medio de una atmósfera un poco más densa que la terrestre. ... 
 
 
							  En la línea 2642
   del libro  Veinte mil leguas de viaje submarino
 del afamado autor Julio Verne
  ... El capitán Nemo se mantuvo a menudo sobre la plataforma mientras duró la navegación entre los hielos, en atenta observación de aquellos parajes abandonados. A veces veía yo animarse su tranquila mirada. ¿Se decía acaso a sí mismo que en esos mares polares prohibidos al hombre se hallaba él en sus dominios, dueño de los infranqueables espacios? Tal vez. En todo caso, no hablaba. Permanecía inmóvil hasta que el instinto del piloto que había en él le reclamaba. Dirigía entonces el Nautilus con una pericia consumada; evitaba con habilidad los choques con las grandes masas de hielo, algunas de las cuales medían varias millas de longitud y de setenta a ochenta metros de altura. Con frecuencia el horizonte parecía enteramente cerrado. A la altura de los sesenta grados de latitud, todo paso había desaparecido. Pero en su búsqueda cuidadosa no tardaba el capitán Nemo en hallar alguna estrecha apertura por la que se metía audazmente, a sabiendas, sin embargo, de que habría de cerrarse tras él. ... 
 
 
							  En la línea 3129
   del libro  Veinte mil leguas de viaje submarino
 del afamado autor Julio Verne
  ... -Nada, nada en todo cuanto pasa de los límites de la verosimilitud para desbordarse en la fábula o la leyenda. No obstante, la imaginación de los que cuentan estas historias requiere si no una causa, al menos un pretexto. No puede negarse que existen pulpos y calamares de gran tamaño, aunque inferior sin embargo al de los cetáceos. Aristóteles comprobó las dimensiones de un calamar que medía tres metros diez. Nuestros pescadores ven con frecuencia piezas de una longitud superior a un metro ochenta. Los museos de Trieste y de Montpellier conservan esqueletos de pulpos que miden dos metros. Además, según el cálculo de los naturalistas, uno de estos animales, de seis pies de largo, debería tener tentáculos de veintisiete metros, lo que basta y sobra pará hacer de ellos unos monstruos formidables. ... 
 
 
							  En la línea 528
   del libro  Grandes Esperanzas
 del afamado autor Charles Dickens
  ... Así estaba ella inmóvil como un cadáver, mientras la joven y yo jugábamos a los naipes. Todos los adornos de su traje nupcial parecían ser de papel de estraza. Nadie sabía entonces de los descubrimientos que, de vez en cuando, se hacen de cadáveres enterrados en antiguos tiempos y que se convierten en polvo en el momento de aparecerse a la vista de los mortales; pero desde entonces he pensado con frecuencia que tal vez la admisión en la estancia de la luz del día habría convertido en polvo a aquella mujer. ... 
 
 
							  En la línea 687
   del libro  Grandes Esperanzas
 del afamado autor Charles Dickens
  ... — Sin duda, sin duda. ¿Y ven ustedes por allí con frecuencia gitanos, vagabundos o mendigos? ... 
 
 
							  En la línea 1017
   del libro  Grandes Esperanzas
 del afamado autor Charles Dickens
  ... Lo que temía era que, en alguna hora desdichada, cuando yo estuviese más sucio y peor vestido, al levantar los ojos viese a Estella mirando a través de una de las ventanas de la fragua. Me atormentaba el miedo de que, más pronto o más tarde, ella me viese con el rostro y las manos ennegrecidos, realizando la parte más ingrata de mi trabajo, y que entonces se alegrara de verme de aquel modo y me manifestara su desprecio. Con frecuencia, al oscurecer, cuando tiraba de la cadena del fuelle y cantábamos a coro Old Clem, recordaba cómo solíamos cantarlo en casa de la señorita Havisham; entonces me parecía ver en el fuego el rostro de Estella con el cabello flotando al viento y los burlones ojos fijos en mí. En tales ocasiones miraba aquellos rectángulos a través de los cuales se veía la negra noche, es decir, las ventanas de la fragua, y me parecía que ella retiraba en aquel momento el rostro y me imaginaba que, por fin, me había descubierto. Después de eso, cuando íbamos a cenar, y la casa y la comida debían haberme parecido más agradables que nunca, entonces era cuando me avergonzaba más de mi hogar en mi ánimo tan mal dispuesto. ... 
 
 
							  En la línea 1314
   del libro  Grandes Esperanzas
 del afamado autor Charles Dickens
  ... Imposible decir el trabajo que le costó a Biddy tratar de dar a mi hermana alguna idea de lo sucedido. Según creo, tales esfuerzos fracasaron por completo. La enferma se echó a reír y meneó la cabeza muchas veces, y hasta, imitando a Biddy, repitió las palabras «Pip» y «riqueza». Pero dudo de que comprendiese siquiera lo que decía, lo cual da a entender que no tenía ninguna confianza en la claridad de su mente. Nunca lo habría creído de no haberme ocurrido, pero el caso es que mientras Joe y Biddy recobraban su habitual alegría, yo me ponía cada vez más triste. Desde luego, no porque estuviera disgustado de mi fortuna; pero es posible que, aun sin saberlo, hubiese estado disgustado conmigo mismo. Sea lo que fuere, estaba sentado con el codo apoyado en la rodilla y la cara sobre la mano, mirando al fuego mientras mis dos compañeros seguían hablando de mi marcha, de lo que harían sin mí y de todo lo referente al cambio. Y cada vez que sorprendía a uno de ellos mirándome, cosa que no hacían con tanto agrado (y me miraban con frecuencia, especialmente Biddy), me sentía ofendido igual que si expresasen alguna desconfianza en mí. Aunque bien sabe Dios que no lo dieron a entender con palabras ni con signos. En tales ocasiones, yo me levantaba y me iba a mirar a la puerta, porque la de nuestra cocina daba al exterior de la casa y permanecía abierta durante las noches de verano para ventilar la habitación. Las estrellas hacia las cuales yo levantaba mis ojos me parecían pobres y humildes por el hecho de que brillasen sobre los rústicos objetos entre los cuales había pasado mi vida. ... 
 
 
							  En la línea 214
   del libro  Crimen y castigo
 del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
  ... »Aún había otras razones para que Dunia no pudiera dejar la casa hasta seis semanas después. Ya conoces a Dunia, ya sabes que es una mujer inteligente y de carácter firme. Puede soportar las peores situaciones y encontrar en su ánimo la entereza necesaria para conservar la serenidad. Aunque nos escribíamos con frecuencia, ella no me había dicho nada de todo esto para no apenarme. El desenlace sobrevino inesperadamente. Marfa Petrovna sorprendió un día en el jardín, por pura casualidad, a su marido en el momento en que acosaba a Dunia, y lo interpretó todo al revés, achacando la culpa a tu hermana. A esto siguió una violenta escena en el mismo jardín. Marfa Petrovna llegó incluso a golpear a Dunia: no quiso escucharla y estuvo vociferando durante más de una hora. Al fin la envió a mi casa en una simple carreta, a la que fueron arrojados en desorden sus vestidos, su ropa blanca y todas sus cosas: ni siquiera le permitió hacer el equipaje. Para colmo de desdichas, en aquel momento empezó a diluviar, y Dunia, después de haber sufrido las más crueles afrentas, tuvo que recorrer diecisiete verstas en una carreta sin toldo y en compañía de un mujik. Dime ahora qué podía yo contestar a tu carta, qué podía contarte de esta historia. ... 
 
 
							  En la línea 908
   del libro  Crimen y castigo
 del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
  ... ‑¡Pero escucha un momento, botarate! ¿Es que te has vuelto loco? Puedes hacer lo que quieras, pero yo tampoco tengo lecciones y me río de eso. Estoy en tratos con el librero Kheruvimof, que es una magnífica lección en su género. Yo no lo cambiaría por cinco lecciones en familias de comerciantes. Ese hombre publica libritos sobre ciencias naturales, pues esto se vende como el pan. Basta buscar buenos títulos. Me has llamado imbécil más de una vez, pero estoy seguro de que hay otros más tontos que yo. Mi editor, que es poco menos que analfabeto, quiere seguir la corriente de la moda, y yo, naturalmente, le animo… Mira, aquí hay dos pliegos y medio de texto alemán. Puro charlatanismo, a mi juicio. Dicho en dos palabras, la cuestión que estudia el autor es la de si la mujer es un ser humano. Naturalmente, él opina que sí y su labor consiste en demostrarlo elocuentemente. Kheruvimof considera que este folleto es de actualidad en estos momentos en que el feminismo está de moda, y yo me encargo de traducirlo. Podrá convertir en seis los dos pliegos y medio de texto alemán. Le pondremos un título ampuloso que llene media página y se venderá a cincuenta kopeks el ejemplar. Será un buen negocio. Se me paga la traducción a seis rublos el pliego, o sea quince rublos por todo el trabajo. Ya he cobrado seis por adelantado. Cuando terminemos este folleto traduciremos un libro sobre las ballenas, y para después ya hemos elegido unos cuantos chismes de Les Confessions. También los traduciremos. Alguien ha dicho a Kheruvimof que Rousseau es una especie de Radiscev. Naturalmente, yo no he protestado. ¡Que se vayan al diablo… ! Bueno, ¿quieres traducir el segundo pliego del folleto Es la mujer un ser humano? Si quieres, coge inmediatamente el pliego, plumas, papel (todos estos gastos van a cargo del editor), y aquí tienes tres rublos: como yo he recibido seis adelantados por toda la traducción, a ti te corresponden tres. Cuando hayas traducido el pliego, recibirás otros tres. Pero que te conste que no tienes nada que agradecerme. Por el contrario, apenas te he visto entrar, he pensado en tu ayuda. En primer lugar, yo no estoy muy fuerte en ortografía, y en segundo, mis conocimientos del alemán son más que deficientes. Por eso me veo obligado con frecuencia a inventar, aunque me consuelo pensando que la obra ha de ganar con ello. Es posible que me equivoque… Bueno, ¿aceptas? ... 
 
 
							  En la línea 1060
   del libro  Crimen y castigo
 del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
  ... ‑¡Mira que eres testarudo! ¿Acaso temes haber revelado algún secreto? Tranquilízate: no has dicho ni una palabra de tu condesa. Has hablado mucho de un bulldog, de pendientes, de cadenas de reloj, de la isla Krestovsky, de un portero… Nikodim Fomitch e Ilia Petrovitch estaban también con frecuencia en tus labios. Además, parecías muy preocupado por una de tus botas, seriamente preocupado. No cesabas de repetir, gimoteando: «Dádmela; la quiero». El mismo Zamiotof empezó a buscarla por todas partes, y no le importó traerte esa porquería con sus manos, blancas, perfumadas y llenas de sortijas. Cuando recibiste esa asquerosa bota te calmaste. La tuviste en tus manos durante veinticuatro horas. No fue posible quitártela. Todavía debe de estar en el revoltijo de tu ropa de cama. También reclamabas unos bajos de pantalón deshilachados. ¡Y en qué tono tan lastimero los pedías! Había que oírte. Hicimos todo lo posible por averiguar de qué bajos se trataba. Pero no hubo medio de entenderte… Y vamos ya a nuestro asunto. Aquí tienes tus treinta y cinco rublos. Tomo diez, y dentro de un par de horas estaré de vuelta y te explicaré lo que he hecho con ellos. He de pasar por casa de Zosimof. Hace rato que debería haber venido, pues son más de las once… Y tú, Nastenka, no te olvides de subir frecuentemente durante mi ausencia, para ver si quiere agua o alguna otra cosa. El caso es que no le falte nada… A Pachenka ya le daré las instrucciones oportunas al pasar. ... 
 
 
							  En la línea 1678
   del libro  Crimen y castigo
 del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
  ... Catalina Ivanovna corrió hacia la ventana. Allí había una silla desvencijada y, sobre ella, una cubeta de barro llena de agua. La había preparado para lavar por la noche la ropa interior de su marido y de sus hijos. Este trabajo nocturno lo hacía Catalina Ivanovna dos veces por semana cuando menos, e incluso con más frecuencia, pues la familia había llegado a tal grado de miseria, que ninguno de sus miembros tenía más de una muda. Y es que Catalina Ivanovna no podía sufrir la suciedad y, antes que verla en su casa, prefería trabajar hasta más allá del límite de sus fuerzas. Lavaba mientras todo el mundo dormía. Así podía tender la ropa y entregarla seca y limpia a la mañana siguiente a su esposo y a sus hijos. ... 
 
 
							  En la línea 1099
   del libro  El jugador
 del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
  ... Sé también que fueron los doce números del centro, a los cuales permanecí fiel, los que salieron con más frecuencia. Aparecían regularmente, siempre tres o cuatro veces seguidas; luego desaparecían dos veces, para volver a darse otra vez. ... 
 
 
							  En la línea 1265
   del libro  El jugador
 del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
  ... Recurrí al champaña con demasiada frecuencia, pues estaba siempre triste y me aburría mortalmente. ... 
 
 
							  En la línea 71
   del libro  La llamada de la selva
 del afamado autor Jack London
  ... A Buck lo habían colocado a propósito entre Dave y Sol-leks para que pudiese aprender de ellos. Si él era un buen alumno, competentes eran sus maestros, que nunca lo dejaban persistir en el error y reforzaban sus enseñanzas con sus afilados dïentes. Dave era justo y muy sagaz. Nunca mordía a Buck sin motivo y nunca dejaba de hacerlo cuando hacía falta. Como lo respaldaba el látigo de François, Buck encontró que le salía más barato enmendarse que rebelarse. En una ocasión, durante un breve alto, quedó enredado en las correas y demoró la salida; Dave y Sol-leks se abalanzaron sobre él y le administraron una buena paliza. La consecuencia fue un enredo todavía peor, pero a partir de aquel momento Buck tuvo buen cuidado de mantener las correas en orden; y antes de que se acabara el día tenía tan dominada la maniobra que sus mentores casi dejaron de vigilarle. El látigo de François restallaba con menos frecuencia, y Perrault le hizo a Buck el honor de levantarle las patas para examinárselas con cuidado. ... 
 
 
							  En la línea 152
   del libro  La llamada de la selva
 del afamado autor Jack London
  ... Quizá lo que más le gustaba era tumbarse cerca del fuego con las patas traseras bajo el cuerpo y las delanteras extendidas, erguida la cabeza, con templando las llamas con aire soñador. A veces pensaba en la vasta finca del juez Miller en el soleado valle de Santa Clara, en el tanque de cemento donde nadaba, en Ysabel, la chihuahua, y en Toots, la perrita japonesa; pero con mayor frecuencia evocaba al hombre del jersey rojo, la muerte de Curly, el gran duelo con Spitz y las cosas buenas que había comido o le gustaría comer. No sentía nostalgia. Los recuerdos de las tierras soleadas eran difusos y distantes y no le influían. Mucho más poderosa era la memoria hereditaria, que teñía de aparente familiaridad cosas nunca vistas antes; los instintos (que no eran sino los recuerdos de sus antepasados convertidos en hábito) debilitados por el paso de los años que despertaban y revivían en él. ... 
 
 
							  En la línea 239
   del libro  La llamada de la selva
 del afamado autor Jack London
  ... Pero, en general, el amor de Buck se expresaba en idolatría. Aunque se volvía loco de contento cuando Thornton lo tocaba o le hablaba, nunca mendigaba cariño. A diferencia de Skeet, que acostumbraba a meter el hocico bajo la mano de Thornton y moverlo con insistencia hasta recibir la caricia, o de Nig, que se acercaba en silencio y ponía la gran cabeza sobre sus rodillas, Buck se conformaba con adorarlo a distancia. Pasaba horas tumbado, alerta, atento, a los pies de Thornton, mirándole el rostro, concentrado en él, estudiándolo, fijándose con profundo interés en cada gesto, en cada movimiento o cambio de expresión. O a veces, tumbado más lejos, a un lado o detrás de Thornton, observaba su silueta y los movimientos de su cuerpo. Y con frecuencia, tal era la comunión en la que vivían, la intensidad -de su mirada hacía que John Thornton volviera la cabeza y se la devolviera sin palabras, con un brillo de amor en los ojos que encendía el corazón de Buck. ... 
 
 
							  En la línea 307
   del libro  La llamada de la selva
 del afamado autor Jack London
  ... Los perros no tenían nada que hacer, excepto cobrar las piezas que Thornton cazaba de vez en cuando, y Buck pasaba largas horas abstraído junto al fuego. Ahora que permanecía inactivo, la visión del hombre velludo de piernas cortas se le aparecía con mayor frecuencia; y a menudo, parpadeando junto a la hoguera, vagaba con él por aquel otro mundo que evocaba. ... 
 
 
							  En la línea 69
   del libro  Amnesia
 del afamado autor Amado Nervo
  ... Un hombre puede ser visto bajo dos aspectos muy diferentes; un profesor de matemáticas durante su clase no deja ver más que una parte de sí mismo y hasta él olvida, momentáneamente, todo lo que se halla fuera del grupo de sus conocimientos especiales. Pero yo supongo que salido de su clase, es un buen músico. La familia le verá con más frecuencia bajo el aspecto de un violinista. Imaginad ahora que a consecuencia de un accidente cualquiera este hombre pierda todo recuerdo de la música. No queda entonces más que el matemático. Le habláis de su violín y no os comprende. Nunca lo ha tocado. Pero al cabo de algunos días, la memoria del músico reaparece y, en cambio, el grupo de recuerdos matemáticos se ha borrado. Tal es el aspecto -no digo la explicación sino el aspecto-, bajo el cual puede presentarse cierto fenómeno conocido con el nombre de división de la personalidad. ... 
 
 
							  En la línea 138
   del libro  Amnesia
 del afamado autor Amado Nervo
  ... Un instinto sagrado, empero hacíala amarla. ¿No dicen los palingenésicos que a través de la vida los antiguos amores se vuelven instintos? Con frecuencia la tenía en sus brazos, la dormía en sus rodillas; la acariciaba. ... 
 
 
							  En la línea 368
   del libro  Amnesia
 del afamado autor Amado Nervo
  ... Con frecuencia se acerca a la gran poltrona de mimbre en que yo reposo mirando el mar, el cielo, las montañas, desde la sonriente terraza de nuestra villa y me da un beso. ... 
 
 
							  En la línea 366
   del libro  Julio Verne
 del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
  ... Pero el mar Rojo es muy caprichoso y con frecuencia proceloso, como todos los golfos largos y estrechos. Cuando el viento soplaba de la costa de Asia o la de África, el 'Mongolia', de casco fusiforme tomado de través, sufría espantosos vaivenes. Las damas desaparecían entonces; los pianos callaban; los cantos y las danzas cesaban a un tiempo. Y entretanto, a pesar de la ráfaga y a pesar de las olas, el vapor, impelido por su poderosa máquina, corría sin tardanza hacia el estrecho de Bab el Mandeb. ... 
 
 
							  En la línea 392
   del libro  Julio Verne
 del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
  ... Desde este encuentro, Picaporte y Fix hablaron juntos con frecuencia. El inspector de policía tenía empeño en trabar intimidad con el criado de mister Fogg. Esto podría serle útil en caso necesario. Le ofrecía a menudo en el bar del 'Mongolia' algunos vasos de whisky o de pale ale, que el buen muchacho aceptaba sin ceremonia, y hacía repetir para no ser menos, pareciéndole el señor Fix un caballero muy honrado. ... 
 
 
							  En la línea 454
   del libro  Julio Verne
 del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
  ... De vez en cuando, sir Francis Cromarty y Phileas Fogg cruzaban algunas palabras, y en este momento el brigadier general, procurando animar una conversación que con frecuencia languidecía, dijo: ... 
 
 
							  En la línea 570
   del libro  Julio Verne
 del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
  ... -Sí- repuso el brigadier general-, quemada; y si no lo fuera, no podéis figuraros a qué miserable condición se vería reducida por sus mismos deudos. Le afeitarían la cabeza, le darían por alimentos algunos puñados de arroz, la rechazarían, sería considerada como una criatura inmunda, y moriría en algún rincón como un perro sarnoso. Por eso la perspectiva de esta horrible existencia, impele con frecuencia a esas desgraciadas al suplicio mucho más que el amor o el fanatismo religioso. Algunas veces, sin embargo, el sacrificio es realmente voluntario, y se necesita la intervencion energica del gobierno para impedirlo. Así es que, hace algunos años, yo residía en Bombay, cuando una joven viuda pidió al gobierno autorizacion para quemarse con el cuerpo del mando. Como podéis pensarlo, el gobierno la negó. Entonces la viuda fue a refugiarse al territorio de un rajá independiente, donde consumó su sacrificio. ... 
 
								 Reglas relacionadas con los errores de k;c
  
	 
Las Reglas Ortográficas de la K
 Regla 1.-  K La letra K es muy escasa en castellano y solo aparece dos tipos de palabras, en los vocablos con prefijo de kilo- 
  Ejemplos:  kilómetro kilogramo kilotón kilohertzio ...   
 Regla 2.- K La otra fuente de palabras que usan k son los prestamos linguisticos de otros idiomas como 
  por ejemplo en   káiser kárate kurdo  
 Regla 3.- K En general el sonido K (de queso o camino) se transcribe con c ante las vocales 'a', 'o', 'u' y con qu ante 'e' o 'i' 
 carne coche cuello queso quince  
								
    Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras k;c   
								 							  
							    
  El Español es una gran familia 
  							  
							   
								 
  la Ortografía es divertida  
 			
						
					Palabras parecidas a frecuencia
					   La palabra votos 
 				
											      La palabra solteras 
 				
											      La palabra fiestas 
 				
											      La palabra fabricado 
 				
											      La palabra severidad 
 				
											      La palabra libre 
 				
											      La palabra chillidos 
 				
											   
						
						Webs amigas:
						Ciclos Fp de Administración y Finanzas en Girona  .  VPO en Cordoba .  VPO en La Coruna .   -  Hotel Juderia Palacio de Moratalla