Cual es errónea Forma o Forrma?
La palabra correcta es Forma. Sin Embargo Forrma se trata de un error ortográfico.
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Errores Ortográficos típicos con la palabra Forma
Cómo se escribe forma o forrma?

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece forma
La palabra forma puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1668
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Todos los vecinos se levantaron rumiando mentalmente la forma de acercarse a la barraca de Batiste y entrar en ella. ...
En la línea 1946
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Allí estaban, en cuerpo de camisa, con pantalones de pana, ventruda faja negra y pañuelo a la cabeza en forma de mitra, todos los hombres del contorno. ...
En la línea 2385
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La mancha se agrandaba, tenía una forma parecida a la puerta de su estudi, y salía por ella un humo denso, nauseabundo, un hedor de paja quemada que le impedía respirar. ...
En la línea 42
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fermín pasó frente a la puerta de lo que llamaban el _Tabernáculo_, un pabellón ovalado, con montera de cristales, inmediato al cuerpo de edificio donde estaban el escritorio y la oficina de expedición. El _Tabernáculo_ contenía lo más selecto de la casa. Una fila de toneles derechos ostentaba en sus panzas de roble los títulos de los famosos vinos que sólo se dedicaban al embotellado; líquidos que brillaban con todos los tonos del oro, desde el resplandor rojizo del rayo de sol al reflejo pálido y aterciopelado de las joyas antiguas: caldos de suave fuego que, aprisionados en cárceles de cristal, iban a derramarse en el ambiente brumoso de Inglaterra o bajo el cielo noruego de boreales esplendores. En el fondo del pabellón, frente a la puerta, estaban los colosos de esta asamblea silenciosa e inmóvil; los _Doce Apóstoles_, barricas enormes de roble tallado y lustroso como si fuesen muebles de lujo; y, presidiéndolos, el _Cristo_, un tonel con tiras de roble esculpidas en forma de racimos y pámpanos, como un bajo-relieve báquico de un artista ateniense. En su panza dormía una oleada de vino; treinta y tres botas, según constaba en los registros de la casa, y el gigante, en su inmovilidad, parecía orgulloso de su sangre, que bastaba para hacer perder la razón a todo un pueblo. ...
En la línea 46
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro, pasando por los tortuosos senderos que formaban las filas de toneles, llegó a la bodega de los _Gigantes_, el gran depósito de la casa; el almacén inmenso de los caldos antes de adquirir éstos forma y nombre, el Limbo de los vinos, donde se agitaban sus espíritus en la vaguedad de lo indeterminado. Hasta la alta techumbre llegaban los conos pintados de rojo con aros negros; torreones de madera semejantes a las antiguas torres de asedio; gigantes que daban su nombre al departamento y contenían cada uno en sus entrañas más de setenta mil litros. Bombas movidas a vapor trasegaban los líquidos, mezclándolos. Las mangas de goma iban de uno a otro gigante como tentáculos absorbentes que chupaban la esencia de su vida. El estallido de una de estas torres podía inundar de pronto con mortal oleada todo el almacén, ahogando a los hombres que conversaban al pie de los conos. Saludaron los trabajadores a Montenegro, y éste, por una puerta lateral de la bodega de los _Gigantes_, pasó a la llamada «de Embarque», donde estaban los vinos sin marca para la imitación de todos los tipos. ...
En la línea 55
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Era un viejo que parecía hinchado por el ambiente de la bodega. Su piel, surcada por las arrugas, tenía el brillo de una eterna humedad, como si el vino volatilizado penetrase por todos sus poros y se escurriese por el borde de su bigote en forma de lágrimas. ...
En la línea 109
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Montenegro recordaba la estupefacción de la gente un año antes, cuando un perro de los que guardaban por la noche las bodegas mordió a varios trabajadores. Dupont había acudido en su auxilio, temiendo que el mordisco les produjera la hidrofobia y, para evitarla, les hizo tragar en el primer momento, en forma de píldoras, una estampa de santo milagroso que guardaba su madre. Era tan estupendo aquello, que Fermín, después de haber presenciado el hecho, comenzaba a dudar, con el transcurso del tiempo, de que fuese cierto. Bien es verdad que después, el mismo don Pablo pagó con largueza el viaje a los enfermos para que fuesen curados por un médico célebre. Dupont explicaba su conducta cuando le hablaban de este suceso con una sencillez que daba espanto: «Primero, la Fe; después, la Ciencia, que algunas veces hace grandes cosas, pero es porque se lo permite Dios». ...
En la línea 76
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Con esto y vestir siempre de negro y usar sombrero de copa de forma anticuada y algo grasiento, largo levitón, cuyos faldones, muy sueltos y movedizos, tenían aires de manteo, parecía un cura de la montaña, sano, pobre, fuerte y contento. ...
En la línea 101
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Tenía el ingenio satírico muy en su punto, y la conciencia de él; pero no creía posible que la sátira pudiese tener otra forma que la letrilla; ni la letrilla podía en rigor prescindir del pie quebrado. ...
En la línea 234
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Como el tiempo por sí no es nada, como es sólo la forma de los sucesos, un hilo, Cuervo era para el olvido de eficacia más inmediata, pues presentaba de una vez, como un acumulador, la fuerza olvidadiza que los años van destilando gota a gota. ...
En la línea 285
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... La muerte no era nada; pero la vida, al atribuirle una forma, la poetizaba, y esta poesía de la estética de la muerte, que él no llamaba así, por supuesto, era lo que mejor comprendía y sentía Cuervo, el cual, si al manejar con esmero los cuerpos moribundos, y al asistir a la visita de duelo y consolar a los que quedaban, trabajaba por los demás y cumplía con las hipocresías sociales, lo que es al seguir al cadáver al cementerio, al presenciar los funerales, vivía para sí, satisfacía, ya tranquila la conciencia, los propios apetitos, su pasión inconsciente del contraste de la muerte ajena y de la salud propia. ...
En la línea 475
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -La tenía, señor, y, a Dios gracias, en buena forma -exclamó D'Artagnan -; pero me fue robada pérfidamente. ...
En la línea 516
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... »Ocurrió de muy otra forma a como esperaba Tréville; D'Artagnan respondió con la mayor simplicidad:-Señor, llego a París con intenciones completamente idénticas. ...
En la línea 596
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Se puso entonces a reflexionar sobre los acontecimientos que aca baban de ocurrir; eranabundantes y nefastos: eran las once de la mañana apenas, y la mañana le había traído ya el disfavor del señor de Tréville, que no podría dejar de encontrar algo brusca la forma en que D’Artagnan lo había abandonado. ...
En la línea 628
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Lo pides mal -respondió Aramis-; y aun reconociendo la jus teza de tu reclamación en cuanto al fondo, me negaré debido a la forma. ...
En la línea 30
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Desaparecieron estas visitas, como otras muchas cosas con que tanto prestijio adquirió el nombre español, y con ellas un grande elemento de hacer muchos bienes sin causar ningun mal: volverlas al estado y forma antiguos, sobre no ser fácil, tampoco produciria los bienes que antes, por causas, que sobre ser largo enumerarlas, no son de este lugar. ...
En la línea 31
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Con todo, promover su restablecimiento bajo forma dada, facultades limitadas y en determinados periodos, seria un bien de incalculables beneficios, y de las mejores consecuencias. ...
En la línea 45
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Un rejente, cinco ministros y dos fiscales; su dotacion, que muy pocas veces se ve completa, y bajo el réjimen y forma de sustanciacion legal ordinaria que se observa, es imposible y de toda imposibilidad pueda dar pronto curso y fallo á los asuntos de su atribucion. ...
En la línea 52
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... El juzgado de bienes de difuntos y ausentes, institucion que conviene conservar y darla mejor forma, como despues se dirá por las razones que se espresarán en párrafo separado, es otro cargo que turna entre los majistrados de dos en dos años [4], y en este juzgado hay asuntos de importancia; pero que sea de mucho ó poco bulto su entidad, es lo cierto que en él existen muy retrasados, y que su curso es en estremo lento, por no observarse la ley que manda se señale cada semana un dia para ver estos pleitos [5]. ...
En la línea 745
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Estas dos alturas dominaban una parte del camino de Pegões a Vendas Novas, en forma que desde ellas se columbraba a cuantos iban y venían entre estos dos puntos. ...
En la línea 936
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Allí encontré los restos de un gran edificio, construído, al parecer, en forma de cruz. ...
En la línea 949
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Allí los peñascos gigantescos se apilan en forma tal, que parecen amenazar con la destrucción inminente de cuanto los rodea; las ruinas aún adheridas a los peñascos, más parecen nidos de águilas que restos de habitaciones humanas, incluso de moros; mientras que las ruinas de Monte Moro están asentadas, comparativamente, con más holgura en el ancho lomo de un cerro, grande y levantado, pero sin peñascos ni precipicios, al que puede subirse por todos lados sin gran dificultad. ...
En la línea 966
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Era circular; constituíanlo unas piedras sumamente anchas y recias en la base, que se iban adelgazando hacia el remate, trabajado por la mano del artista en forma parecida al festón o borde de una concha. ...
En la línea 2304
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... No se la quería dar el barbero, aunque ella más tiraba, hasta que el licenciado le dijo que se la diese, que ya no era menester más usar de aquella industria, sino que se descubriese y mostrase en su misma forma, y dijese a don Quijote que cuando le despojaron los ladrones galeotes se habían venido a aquella venta huyendo; y que si preguntase por el escudero de la princesa, le dirían que ella le había enviado adelante a dar aviso a los de su reino como ella iba y llevaba consigo el libertador de todos. ...
En la línea 2988
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... »En fin, yo me determiné de fiarme de un renegado, natural de Murcia, que se había dado por grande amigo mío, y puesto prendas entre los dos, que le obligaban a guardar el secreto que le encargase; porque suelen algunos renegados, cuando tienen intención de volverse a tierra de cristianos, traer consigo algunas firmas de cautivos principales, en que dan fe, en la forma que pueden, como el tal renegado es hombre de bien, y que siempre ha hecho bien a cristianos, y que lleva deseo de huirse en la primera ocasión que se le ofrezca. ...
En la línea 3465
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y lo que ordenaron fue que se concertaron con un carretero de bueyes que acaso acertó a pasar por allí, para que lo llevase en esta forma: hicieron una como jaula de palos enrejados, capaz que pudiese en ella caber holgadamente don Quijote; y luego don Fernando y sus camaradas, con los criados de don Luis y los cuadrilleros, juntamente con el ventero, todos por orden y parecer del cura, se cubrieron los rostros y se disfrazaron, quién de una manera y quién de otra, de modo que a don Quijote le pareciese ser otra gente de la que en aquel castillo había visto. ...
En la línea 3799
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Por la cual vos damos licencia y facultad para que, por tiempo y espacio de diez años, cumplidos primeros siguientes, que corran y se cuenten desde el día de la fecha de esta nuestra cédula en adelante, vos, o la persona que para ello vuestro poder hobiere, y no otra alguna, podáis imprimir y vender el dicho libro que desuso se hace mención; y por la presente damos licencia y facultad a cualquier impresor de nuestros reinos que nombráredes para que durante el dicho tiempo le pueda imprimir por el original que en el nuestro Consejo se vio, que va rubricado y firmado al fin de Hernando de Vallejo, nuestro escribano de Cámara, y uno de los que en él residen, con que antes y primero que se venda lo traigáis ante ellos, juntamente con el dicho original, para que se vea si la dicha impresión está conforme a él, o traigáis fe en pública forma cómo, por corretor por nos nombrado, se vio y corrigió la dicha impresión por el dicho original, y más al dicho impresor que ansí imprimiere el dicho libro no imprima el principio y primer pliego dél, ni entregue más de un solo libro con el original al autor y persona a cuya costa lo imprimiere, ni a otra alguna, para efecto de la dicha correción y tasa, hasta que antes y primero el dicho libro esté corregido y tasado por los del nuestro Consejo, y estando hecho, y no de otra manera, pueda imprimir el dicho principio y primer pliego, en el cual imediatamente ponga esta nuestra licencia y la aprobación, tasa y erratas, ni lo podáis vender ni vendáis vos ni otra persona alguna, hasta que esté el dicho libro en la forma susodicha, so pena de caer e incurrir en las penas contenidas en la dicha premática y leyes de nuestros reinos que sobre ello disponen; y más, que durante el dicho tiempo persona alguna sin vuestra licencia no le pueda imprimir ni vender, so pena que el que lo imprimiere y vendiere haya perdido y pierda cualesquiera libros, moldes y aparejos que dél tuviere, y más incurra en pena de cincuenta mil maravedís por cada vez que lo contrario hiciere, de la cual dicha pena sea la tercia parte para nuestra Cámara, y la otra tercia parte para el juez que lo sentenciare, y la otra tercia parte par el que lo denunciare; y más a los del nuestro Consejo, presidentes, oidores de las nuestras Audiencias, alcaldes, alguaciles de la nuestra Casa y Corte y Chancillerías, y a otras cualesquiera justicias de todas las ciudades, villas y lugares de los nuestros reinos y señoríos, y a cada uno en su juridición, ansí a los que agora son como a los que serán de aquí adelante, que vos guarden y cumplan esta nuestra cédula y merced, que ansí vos hacemos, y contra ella no vayan ni pasen en manera alguna, so pena de la nuestra merced y de diez mil maravedís para la nuestra Cámara. ...
En la línea 18
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Vistas desde el mar, las cercanías de Porto-Praya tienen desolado aspecto. Las pasadas erupciones volcánicas y el calor ardiente de un sol tropical han hecho en casi todas partes al suelo impropio para soportar la menor vegetación. La comarca se eleva en sucesivas mesetas, cortadas por algunas colinas en forma de conos truncados; y una cadena irregular de montañas cierra el horizonte. Contemplado el paisaje a través de la caliginosa atmósfera peculiar de este clima, presenta grande interés; eso en el supuesto de que un hombre que acaba de desembarcar y cruza por vez primera un bosque de cocoteros, pueda pensar en otra cosa que no sea la felicidad que experimenta. ...
En la línea 20
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En compañía de dos oficiales del barco me voy a RibeiraGrande, pueblo situado a algunos kilómetros al este de Porto-Praya. El paisaje conserva su aspecto pardo monótono hasta el valle de San Martín, pero allí un arroyo da origen a una rica vegetación. Una hora después llegamos a Ribeira-Grande y nos vemos sorprendidos al estar en presencia de un gran castillo en ruinas y una catedral. Antes de llenarse de arena su puerto, ese pueblecillo era la ciudad más importante de la isla; por pintoresca que sea su situación, no deja de provocar profunda melancolía. Tomamos por guía a un pastor negro y por intérprete a un español que estuvo en la guerra de la península; nos hacen visitar una multitud de edificios y principalmente una iglesia antigua donde yacen enterrados los gobernadores y los capitanes generales de la isla. Algunos de estos sepulcros llevan grabada la fecha del siglo XVI1; y los adornos heráldicos que las recubren es lo único que nos recuerda a Europa en este rincón del mundo. Esta iglesia, o más bien esta capilla, forma uno de los lados de una plaza en medio de la cual crece un bosque de bananeros; un hospital, con una docena escasa de miserables habitantes, ocupa otro de los lados de la misma plaza. ...
En la línea 22
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Otro día vamos a caballo a visitar el pueblo de Santo Domingo, sito casi en el centro de la isla. En medio de un llano vemos algunas acacias achaparradas; los vientos alisios, soplando continuamente en la misma dirección, han doblado de tal modo los árboles por la copa, que a veces forma ésta un ángulo recto con el tronco. La dirección de las ramas es exactamente NE ...
En la línea 30
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En cuanto se entra en el puerto, se advierte en el cerrillo de arena que da frente al mar, una banda blanca, horizontal, que se extiende a una distancia de varias millas a lo largo de la costa, y que está situada a una altura de unos 45 pies (13 metros) sobre el nivel del mar. Examinando más de cerca esa capa blanca, se ve que consiste en materias calcáreas que contienen numerosas conchas, la mayoría de las cuales aún existen en la costa vecina. Esa capa descansa sobre antiguas rocas volcánicas y a su vez ha quedado cubierta por otra de basalto fundido que debió de precipitarse en el mar, cuando aquella capa blanca que contiene conchas descansaba en el fondo del agua. Es muy interesante advertir las modificaciones producidas en la quebradiza masa por el calor de las lavas que la cubrieron: parte de esa masa se transformó en creta cristalina, y otra parte en una piedra manchada compacta. Allí donde las escorias de la superficie inferior de la corriente de lava tocaron a la cal, esta última se ha convertido en grupos de fibras admirablemente radiadas, que se asemejan a la aragonita. Las capas de lava se elevan en mesetas sucesivas ligeramente inclinadas hacia el interior, de donde salieron en un principio los diluvios de piedra en fusión. Creo que desde los tiempos históricos no se ha manifestado en San-lago ningún signo de actividad volcánica. Hasta es raro que pueda descubrirse la forma de cráter en la cima de las numerosas colinas formadas por cenizas rojas; sin embargo, pueden distinguirse en la costa las capas de lava más recientes. ...
En la línea 36
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Al volver a casa la onda, venía radicalmente desfigurada: en el paso por Albión habíanle arrebatado la socarronería española, que fácilmente convirtieron en humour inglés las manos hábiles de Fielding, Dickens y Thackeray, y despojado de aquella característica elemental, el naturalismo cambió de fisonomía en manos francesas: lo que perdió en gracia y donosura, lo ganó en fuerza analítica y en extensión, aplicándose a estados psicológicos que no encajan fácilmente en la forma picaresca. ...
En la línea 44
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Picaresca es en cierto modo La Regenta, lo que no excluye de ella la seriedad, en el fondo y en la forma, ni la descripción acertada de los más graves estados del alma humana. ...
En la línea 369
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Era una capilla en forma de cruz latina, grande, fría, con cuatro bóvedas altas. ...
En la línea 1042
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La Regenta recordaba todo esto como va escrito, incluso el diálogo; pero creía que, en rigor, de lo que se acordaba no era de las palabras mismas, sino de posterior recuerdo en que la niña había animado y puesto en forma de novela los sucesos de aquella noche. ...
En la línea 77
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En vano Rosaura, con el deseo d elevarlo ante los ojos de estas grandes frívolas anunciaba que Borja era a escritor, ¡un gran escritor! Algunas damas inglesas, cuyo romanticismo iba unido a la nostalgia de su perdida juventud, se interesaban repentinamente por él, pidiéndole sus novelas, Debían estar traducidas al francés o al inglés. Claudio se excusaba, confuso, El no había hecho novelas, único género literario que resiste la prueba de ser traducido. Sólo escribía versos, y en español, forzosamente prisioneros de su forma primitiva. Traducir versos es romper un vaso de perfume para que se pierda en el aire su esencia. ...
En la línea 157
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El mismo fervor por dicha reivindicación lo notaba ahora Claudio en el jardín de Rosaura oyendo a este santo padre, que parecía no haber nacido para otra finalidad que hablar de los Borjas. Se habían sentado los dos en lo alto. de una avenida de flores que, en forma de mesetas superpuestas, descendía hasta el mar. ...
En la línea 524
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Los azulejos de Valencia—dijo—, así como sus platos y jarrones de reflejos dorados, los llevaban a todas partes los marinos de Mallorca, y por eso todavía guardan en el mundo el título de mayólicas. Los azulejeros establecidos en los pueblos de Manises y Paterna eran verdaderos maestros. En los documentos de la época se los designa siempre en latín, con el título honorífico de magíster operis terrae , y otras veces, cuando sólo fabrican azulejos en forma de ladrillos (en valenciano rajóles) se les da igualmente el título latino derajolarius . ...
En la línea 654
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... También desfilaban ante las mesas castillos embanderados; todos de confitería, y estas obras eran arrojadas a continuación por los balcones del comedor sobre el populacho, que coreaba desde fuera con sus gritos las músicas del banquete. Igualmente estaban hechos de turrón y otras materias semejantes diez navíos que se presentaban cargados de peladillas en forma de bellotas, por figurar la bellota en el escudo de los Roveres. Como final, aparecía Venus en su carro de nácar tirado por cisnes; una montaña que se partía, saliendo de ella un poeta para expresar en forma rimada su admiración ante tal banquete; y tropas coreográficas de mujeres, bailando danzas antiguas, pretexto, según el gusto de entonces, para excitar la concupiscencia. En los tres años que duró su cardenalato, gastó Pedro Riario trescientos mil ducados de oro (varios millones de la moneda actual), dejando aún deudas por valor de sesenta mil. Sixto IV le lloraba con un dolor de padre, olvidando sus despilfarros y la enfermedad crapulosa que ocasionó su muerte en pocos días, viendo solamente lo que este joven, digno de su época, había hecho en favor de las artes, protegiendo a pintores, escultores y arquitectos. Todos los poetas de Roma le lloraron en sus versos como un nuevo Mecenas. ...
En la línea 89
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Buscando en la penumbra, dio con un grupo de arbustos vigorosos cuyas ramas llegaban a la altura de su cabeza. Fijándose en ellos, pudo ver que tenían la forma de árboles altísimos, contrastando su aspecto con su relativa pequeñez. ...
En la línea 93
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Un silencio absoluto envolvió a Edwin. La profunda calma de la noche solamente se turbaba con el crujido de los arbustos, que tenían forma de árboles. Sus ramas, al partirse bajo sus pies, lanzaban chasquidos de madera vigorosa. ...
En la línea 124
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Solo entonces se dio cuenta de que alrededor de la otra muñeca, así como en torno de sus tobillos, debía tener amarrados unos filamentos semejantes. Tendido de espaldas como estaba y mirando a lo alto, alcanzó a ver otros tres aeroplanos en forma de animales fantásticos, que se mantenían inmóviles al extremo de otros tantos hilos de plata, a una altura de pocos metros. Comprendió que todo movimiento que hiciese para levantarse daría por resultado un tirón doloroso semejante al que había sufrido. Era un esclavo de los extraños habitantes de esta tierra, y debía esperar sus decisiones, sin permitirse ningún acto voluntario. ...
En la línea 128
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Iba ya transcurrida una hora, y el prisionero empezaba a encontrar penosa su inmovilidad, cuando se hizo un profundo silencio. Procurando no moverse, torció a un lado y a otro sus ojos para examinar a la muchedumbre. Todos miraban en la misma dirección, y Gillespie se creyó autorizado para volver la cabeza en idéntico sentido. Entonces vio, como a dos metros de su rostro, un gran vehículo que acababa de detenerse. Este automóvil tenia la forma de una lechuza, y los faros que le servían de ojos, aunque apagados, brillaban con un resplandor de pupilas verdes. ...
En la línea 108
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando conocí personalmente a este insigne hijo de Madrid, andaba ya al ras con los sesenta años; pero los llevaba muy bien. Era de estatura menos que mediana, regordete y algo encorvado hacia adelante. Los que quieran conocer su rostro, miren el de Rossini, ya viejo, como nos le han transmitido las estampas y fotografías del gran músico, y pueden decir que tienen delante el divino Estupiñá. La forma de la cabeza, la sonrisa, el perfil sobre todo, la nariz corva, la boca hundida, los ojos picarescos, eran trasunto fiel de aquella hermosura un tanto burlona, que con la acentuación de las líneas en la vejez se aproximaba algo a la imagen de Polichinela. La edad iba dando al perfil de Estupiñá un cierto parentesco con el de las cotorras. ...
En la línea 428
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Las de Santa Cruz no llamaban la atención en el teatro, y si alguna mirada caía sobre el palco era para las pollas colocadas en primer término con simetría de escaparate. Barbarita solía ponerse en primera fila para echar los gemelos en redondo y poder contarle a Baldomero algo más que cosas de decoraciones y del argumento de la ópera. Las dos hermanas casadas, Candelaria y Benigna, iban alguna vez, Jacinta casi siempre; pero se divertía muy poco. Aquella mujer mimada por Dios, que la puso rodeada de ternura y bienandanzas en el lugar más sano, hermoso y tranquilo de este valle de lágrimas, solía decir en tono quejumbroso que no tenía gusto para nada. La envidiada de todos, envidiaba a cualquier mujer pobre y descalza que pasase por la calle con un mamón en brazos liado en trapos. Se le iban los ojos tras de la infancia en cualquier forma que se le presentara, ya fuesen los niños ricos, vestidos de marineros y conducidos por la institutriz inglesa, ya los mocosos pobres, envueltos en bayeta amarilla, sucios, con caspa en la cabeza y en la mano un pedazo de pan lamido. No aspiraba ella a tener uno solo, sino que quería verse rodeada de una serie, desde el pillín de cinco años, hablador y travieso, hasta el rorró de meses que no hace más que reír como un bobo, tragar leche y apretar los puños. Su desconsuelo se manifestaba a cada instante, ya cuando encontraba una bandada que iba al colegio, con sus pizarras al hombro y el lío de libros llenos de mugre, ya cuando le salía al paso algún precoz mendigo cubierto de andrajos, mostrando para excitar la compasión sus carnes sin abrigo y los pies descalzos, llenos de sabañones. Pues como viera los alumnos de la Escuela Pía, con su uniforme galonado y sus guantes, tan limpios y bien puestos que parecían caballeros chiquitos, se los comía con los ojos. Las niñas vestidas de rosa o celeste que juegan a la rueda en el Prado y que parecen flores vivas que se han caído de los árboles; las pobrecitas que envuelven su cabeza en una toquilla agujereada; los que hacen sus primeros pinitos en la puerta de una tienda agarrándose a la pared; los que chupan el seno de sus madres mirando por el rabo del ojo a la persona que se acerca a curiosear; los pilletes que enredan en las calles o en el solar vacío arrojándose piedras y rompiéndose la ropa para desesperación de las madres; las nenas que en Carnaval se visten de chulas y se contonean con la mano clavada en la cintura; las que piden para la Cruz de Mayo; los talluditos que usan ya bastón y ganan premios en los colegios, y los que en las funciones de teatro por la tarde sueltan el grito en la escena más interesante, distrayendo a los actores y enfureciendo al público… todos, en una palabra, le interesaban igualmente. ...
En la línea 1074
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... No tardó en venir Izquierdo, y echose fuera la estantigua aquella gitanesca, a quien Rafaela miraba con verdadero espanto, rezando mentalmente un Padre-nuestro porque se marchara pronto. Venía el bárbaro dando resoplidos, cual si le rindiera la fatiga de tanto negocio como entre manos traía, y arrojando su pavero en el rincón y limpiándose con un pañuelo en forma de pelota el sudor de la nobilísima frente, soltó este gruñido: «Vengo de en ca Bicerra… ¿Ustés me recibieron? Pues él tampoco… ¡el muy soplao, el muy… ! La culpa tengo yo que me rebajo a endividos tan… disinificantes». ...
En la línea 1615
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Estaba el pobre Juanito Santa Cruz sometido al horroroso suplicio de la idea fija. Salió, investigó, rebuscó, y la mujer aquella, visión inverosímil que había trastornado a Villalonga, no parecía por ninguna parte. ¿Sería sueño, o ficción vana de los sentidos de su amigo? La portera de la casa indicada por Jacinto se prestó a dar cuantas noticias se le exigían, mas lo único de provecho que Juan obtuvo de su indiscreción complaciente fue que en la casa de huéspedes del segundo habían vivido un señor y una señora, «guapetona ella» durante dos días nada más. Después habían desaparecido… La portera declaraba con notoria agudeza que, a su parecer, el señor se había largado por el tren, y la individua, señora… o lo que fuera… andaba por Madrid. ¿Pero dónde demonios andaba? Esto era lo que había que averiguar. Con todo su talento no podía Juan darse explicación satisfactoria del interés, de la curiosidad o afán amoroso que despertaba en él una persona a quien dos años antes había visto con indiferencia y hasta con repulsión. La forma, la pícara forma, alma del mundo, tenía la culpa. Había bastado que la infeliz joven abandonada, miserable y quizás mal oliente se trocase en la aventurera elegante, limpia y seductora, para que los desdenes del hombre del siglo, que rinde culto al arte personal, se trocaran en un afán ardiente de apreciar por sí mismo aquella transformación admirable, prodigio de esta nuestra edad de seda. «Si esto no es más que curiosidad, pura curiosidad… —se decía Santa Cruz, caldeando su alma turbada—. Seguramente, cuando la vea me quedaré como si tal cosa; pero quiero verla, quiero verla a todo trance… y mientras no la vea, no creeré en la metamorfosis». Y esta idea le dominaba de tal modo, que lo infructuoso de sus pesquisas producíale un dolor indecible, y se fue exaltando, y por último figurábase que tenía sobre sí una grande, irreparable desgracia. Para acabar de aburrirle y trastornarle, un día fue Villalonga con nuevos cuentos. «He averiguado que el hombre aquel es un trapisondista… Ya no está en Madrid. Lo de los fusiles era un timo… letras falsificadas». ...
En la línea 181
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Escuchad todos! Este hijo mío está loco, pero no es incurable. El excesivo estudio lo ha cansado, y tal vez el excesivo encierro. ¡Adiós a los libros y a los maestros!, cuidad todos de ello. Divertidle con juegos, recreadle sanamente, para que recupere la salud. –Irguióse más aún, y prosiguió enérgicamente–: Está loco, pero es mi hijo y el heredero de Inglaterra, y, ¡loco o cuerdo, reinará! Y escuchad más aún y proclamadlo: el que hable de esta su destemplanza, atenta contra la paz y el orden de estos reinos y será condenado a galeras. Dadme de beber, que me abraso. Este pesar socava mis fuerzas… Basta; llevaos la copa. Sostenedme. Así; está bien. ¿Loco, decís? Aunque fuera mil veces loco, es aún el Príncipe de Gales, y yo el rey lo confirmaré. Esta misma mañana será instalado en su dignidad de príncipe en forma cumplida. Dad al instante las órdenes oportunas, milord Hertford. ...
En la línea 311
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Su garrote se estrelló en la cabeza del mediador. Se oyó un gemido, una forma opaca se hundió en tierra entre los pies de la muchedumbre, y un momento después yacía sola en la oscuridad. La turba continuó, sin que su diversión fuera perturbada por este episodio. ...
En la línea 526
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Una vaga forma apareció a su lado y una voz le dijo: ...
En la línea 871
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Mientras acariciaba el caliente lomo del animal –porque éste se hallaba muy cerca y al alcance de su mano– se le ocurrió que podía utilizarlo en más de una forma, y así volvió a arreglar su camastro colocándose cerca de la ternera; luego se acurrrucó junto al lomo de ésta, echó las mantas sobre sí mismo y su amiga, y al cabo de unos minutos estaba tan calientito y cómodo como en las mejores noches de su lecho de plumas en el real palacio de Westminster. ...
En la línea 374
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... »¡Un paso decisivo! Y dime, Orfeo, ¿qué necesidad hay de que haya ni Dios ni mundo ni nada? ¿Por qué ha de haber algo? ¿No te parece que esa idea de la necesidad no es sino la forma suprema que el azar toma en nuestra mente? ...
En la línea 1112
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pues le he oído contar a Manuel Machado, el poeta, el hermano de Antonio, que una vez le llevó a don Eduardo Benoit, para leérselo, un soneto que estaba en alejandrinos o en no sé qué otra forma heterodoxa. Se lo leyó y don Eduardo le dijo: «Pero ¡eso no es soneto! … » «No, señor –le contestó Machado–, no es soneto, es… sonite. » Pues así con mi novela, no va a ser novela, sino… ¿cómo dije?, navilo… nebulo, no, no, nivola, eso es, ¡nivola! Así nadie tendrá derecho a decir que deroga las leyes de su género… Invento el género, a inventar un género no es más que darle un nombre nuevo, y le doy las leyes que me place. ¡Y mucho diálogo! ...
En la línea 1468
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Convencido S. Paparrigópulos de que en última instancia todo es forma, forma más o menos interior, el universo mismo un caleidoscopio de formas enchufadas las unas en las otras y de que por la forma viven cuantas grandes obras salvan los siglos, trabajaba con el esmero de los maravillosos artífices del Renacimiento el lenguaje que había de revestir a sus futuros trabajos. ...
En la línea 1468
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Convencido S. Paparrigópulos de que en última instancia todo es forma, forma más o menos interior, el universo mismo un caleidoscopio de formas enchufadas las unas en las otras y de que por la forma viven cuantas grandes obras salvan los siglos, trabajaba con el esmero de los maravillosos artífices del Renacimiento el lenguaje que había de revestir a sus futuros trabajos. ...
En la línea 2183
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Una linterna, suspendida de un clavo, iluminaba escasamente el entrepuente, pero bastaba para distinguir a una persona. Descubrió una forma humana acurrucada cerca de la carlinga del palo mayor. ...
En la línea 44
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... »La solución del problema que me ha sido sometido puede revestir la forma del dilema. O bien conocemos todas las variedades de seres que pueblan nuestro planeta o bien no las conocemos. Si no las conocemos todas, si la Naturaleza tiene aún secretos para nosotros en ictiología, nada más aceptable que admitir la existencia de peces o de cetáceos, de especies o incluso de géneros nuevos, de una organización esencialmente adaptada a los grandes fondos, que habitan las capas inaccesibles a la sonda, y a los que un acontecimiento cualquiera, una fantasía, un capricho si se quiere, les lleva a largos intervalos al nivel superior del océano. ...
En la línea 120
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Los muelles de Brooklyn y de toda la parte de Nueva York que bordea el río del Este estaban también llenos de curiosos. Tres hurras sucesivos brotaron de quinientas mil gargantas. Millares de pañuelos se agitaron en el aire sobre la compacta masa humana y saludaron al Abraham Lincoln hasta su llegada a las aguas del Hudson, en la punta de esa alargada península que forma la ciudad de Nueva York. ...
En la línea 135
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Poco a poco, Ned se aficionó a hablar conmigo. A mí me gustaba mucho oírle el relato de sus aventuras en los mares polares. Narraba sus lances de pesca y sus combates, con una gran poesía natural. Sus relatos tomaban una forma épica que me llevaba a creer estar oyendo a un Homero canadiense cantando la Ilíada de las regiones hiperbóreas. ...
En la línea 373
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Las últimas palabras del canadiense habían dado un vuelco a mi cerebro. Rápidamente me icé hasta la cima del ser o del objeto semisumergido que nos servía de refugio y la golpeé con el pie. Era evidentemente un cuerpo duro, impenetrable, y no la sustancia blanda que forma la masa de los grandes mamíferos marinos. Pero ese cuerpo duro podía ser un caparazón óseo semejante al de los animales antediluvianos, que me permitiría clasificar al monstruo entre los reptiles anfibios, tales como las tortugas y los aligátores. ...
En la línea 2
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Digo que Pirrip era el apellido de mi familia fundándome en la autoridad de la losa sepulcral de mi padre y de la de mi hermana, la señora Joe Gargery, que se casó con un herrero. Como yo nunca conocí a mi padre ni a mi madre, ni jamás vi un retrato de ninguno de los dos, porque aquellos tiempos eran muy anteriores a los de la fotografía, mis primeras suposiciones acerca de cómo serían mis padres se derivaban, de un modo muy poco razonable, del aspecto de su losa sepulcral. La forma de las letras esculpidas en la de mi padre me hacía imaginar que fue un hombre cuadrado, macizo, moreno y con el cabello negro y rizado. A juzgar por el carácter y el aspecto de la inscripción «También Georgiana, esposa del anterior» deduje la infantil conclusión de que mi madre fue pecosa y enfermiza. A cinco pequeñas piedras de forma romboidal, cada una de ellas de un pie y medio de largo, dispuestas en simétrica fila al lado de la tumba de mis padres y consagradas a la memoria de cinco hermanitos míos que abandonaron demasiado pronto el deseo de vivir en esta lucha universal, a estas piedras debo una creencia, que conservaba religiosamente, de que todos nacieron con las manos en los bolsillos de sus pantalones y que no las sacaron mientras existieron. ...
En la línea 13
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Aquel hombre, después de mirarme por un momento, me cogió y, poniéndome boca abajo, me vació los bolsillos. No había en ellos nada más que un pedazo de pan. Cuando la iglesia volvió a tener su forma -porque fue aquello tan repentino y fuerte, el ponerme cabeza abajo, que a mí me pareció ver el campanario a mis pies-, cuando la iglesia volvió a tener su forma, repito, me vi sentado sobre una alta losa sepulcral, temblando de pies a cabeza, en tanto que él se comía el pedazo de pan con hambre de lobo. ...
En la línea 13
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Aquel hombre, después de mirarme por un momento, me cogió y, poniéndome boca abajo, me vació los bolsillos. No había en ellos nada más que un pedazo de pan. Cuando la iglesia volvió a tener su forma -porque fue aquello tan repentino y fuerte, el ponerme cabeza abajo, que a mí me pareció ver el campanario a mis pies-, cuando la iglesia volvió a tener su forma, repito, me vi sentado sobre una alta losa sepulcral, temblando de pies a cabeza, en tanto que él se comía el pedazo de pan con hambre de lobo. ...
En la línea 98
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Mientras la señora Joe estaba sentada y con la cabeza inclinada sobre su costura, yo moví los labios disponiéndome a preguntar a Joe: «¿Qué es un penado?» Joe puso su boca en la forma apropiada para devolver su elaborada respuesta, pero yo no pude comprender de ella más que una sola palabra: «Pip». ...
En la línea 257
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Se torturaba haciéndose estas preguntas y, al mismo tiempo, experimentaba una especie de placer. No podían sorprenderle, porque no eran nuevas para él: eran viejas cuestiones familiares que ya le habían hecho sufrir cruelmente, tanto, que su corazón estaba hecho jirones. Hacía ya tiempo que había germinado en su alma esta angustia que le torturaba. Luego había ido creciendo, amasándose, desarrollándose, y últimamente parecía haberse abierto como una flor y adoptado la forma de una espantosa, fantástica y brutal interrogación que le atormentaba sin descanso y le exigía imperiosamente una respuesta. ...
En la línea 261
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... De pronto se estremeció. Una idea que había cruzado su mente el día anterior acababa de acudir nuevamente a su cerebro. Pero no era la vuelta de este pensamiento lo que le había sacudido. Sabía que la idea tenía que volver, lo presentía, lo esperaba. No obstante, no era exactamente la misma que la de la víspera. La diferencia consistía en que la del día anterior, idéntica a la de todo el mes último, no era más que un sueño, mientras que ahora… ahora se le presentaba bajo una forma nueva, amenazadora, misteriosa. Se daba perfecta cuenta de ello. Sintió como un golpe en la cabeza; una nube se extendió ante sus ojos. ...
En la línea 722
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Entonces abrió el pliego con mano temblorosa. Hubo de leerlo y releerlo varias veces para comprender lo que decía. Era una citación redactada en la forma corriente, en la que se le indicaba que debía presentarse aquel mismo día, a las nueve y media, en la comisaría del distrito. ...
En la línea 802
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑En mi casa no hay escándalos ni pendencias, señor capitán ‑se apresuró a decir tan pronto como le fue posible (hablaba el ruso fácilmente, pero con notorio acento alemán)‑. Ni el menor escándalo ‑ella decía «echkándalo»‑. Lo que ocurrió fue que un caballero llegó embriagado a mi casa… Se lo voy a contar todo, señor capitán. La culpa no fue mía. Mi casa es una casa seria, tan seria como yo, señor capitán. Yo no quería «echkándalos»… Él vino como una cuba y pidió tres botellas ‑la alemana decía «potellas»‑. Después levantó las piernas y empezó a tocar el piano con los pies, cosa que está fuera de lugar en una casa seria como la mía. Y acabó por romper el piano, lo cual no me parece ni medio bien. Así se lo dije, y él cogió la botella y empezó a repartir botellazos a derecha e izquierda. Entonces llamé al portero, y cuando Karl llegó, él se fue hacia Karl y le dio un puñetazo en un ojo. También recibió Enriqueta. En cuanto a mí, me dio cinco bofetadas. En vista de esta forma de conducirse, tan impropia de una casa seria, señor capitán, yo empecé a protestar a gritos, y él abrió la ventana que da al canal y empezó a gruñir como un cerdo. ¿Comprende, señor capitán? ¡Se puso a hacer el cerdo en la ventana! Entonces, Karl empezó a tirarle de los faldones del frac para apartarlo de la ventana y… , se lo confieso, señor capitán… , se le quedó un faldón en las manos. Entonces empezó a gritar diciendo que man muss pagarle quince rublos de indemnización, y yo, señor capitán, le di cinco rublos por seis Rock. Como usted ve, no es un cliente deseable. Le doy mi palabra, señor capitán, de que todo el escándalo lo armó él. Y, además, me amenazó con contar en los periódicos toda la historia de mi vida. ...
En la línea 263
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Habla usted perfectamente. Y presume que yo no sé sostener mi dignidad. Es decir, que siendo digno, no sé mantener esta dignidad. ¿Cree usted que puede ser así? Sí; todos los rusos somos así. Voy a explicárselo: su naturaleza, demasiado ricamente dotada les impide encontrar rápidamente una forma adecuada. En estas cuestiones lo más importante es la forma. La mayoría de los rusos estamos tan ricamente dotados que nos es preciso el genio para descubrir una forma conveniente. Ahora bien, frecuentemente estamos faltos de genio, que es cosa rara en general. Entre los franceses y en algunos otros europeos la forma está tan bien fijada que se puede aliar a la peor bajeza una dignidad extraordinaria. ...
En la línea 263
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Habla usted perfectamente. Y presume que yo no sé sostener mi dignidad. Es decir, que siendo digno, no sé mantener esta dignidad. ¿Cree usted que puede ser así? Sí; todos los rusos somos así. Voy a explicárselo: su naturaleza, demasiado ricamente dotada les impide encontrar rápidamente una forma adecuada. En estas cuestiones lo más importante es la forma. La mayoría de los rusos estamos tan ricamente dotados que nos es preciso el genio para descubrir una forma conveniente. Ahora bien, frecuentemente estamos faltos de genio, que es cosa rara en general. Entre los franceses y en algunos otros europeos la forma está tan bien fijada que se puede aliar a la peor bajeza una dignidad extraordinaria. ...
En la línea 263
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Habla usted perfectamente. Y presume que yo no sé sostener mi dignidad. Es decir, que siendo digno, no sé mantener esta dignidad. ¿Cree usted que puede ser así? Sí; todos los rusos somos así. Voy a explicárselo: su naturaleza, demasiado ricamente dotada les impide encontrar rápidamente una forma adecuada. En estas cuestiones lo más importante es la forma. La mayoría de los rusos estamos tan ricamente dotados que nos es preciso el genio para descubrir una forma conveniente. Ahora bien, frecuentemente estamos faltos de genio, que es cosa rara en general. Entre los franceses y en algunos otros europeos la forma está tan bien fijada que se puede aliar a la peor bajeza una dignidad extraordinaria. ...
En la línea 263
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Habla usted perfectamente. Y presume que yo no sé sostener mi dignidad. Es decir, que siendo digno, no sé mantener esta dignidad. ¿Cree usted que puede ser así? Sí; todos los rusos somos así. Voy a explicárselo: su naturaleza, demasiado ricamente dotada les impide encontrar rápidamente una forma adecuada. En estas cuestiones lo más importante es la forma. La mayoría de los rusos estamos tan ricamente dotados que nos es preciso el genio para descubrir una forma conveniente. Ahora bien, frecuentemente estamos faltos de genio, que es cosa rara en general. Entre los franceses y en algunos otros europeos la forma está tan bien fijada que se puede aliar a la peor bajeza una dignidad extraordinaria. ...
En la línea 493
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Vio, como en una profundidad misteriosa, una especie de luz que tomó al principio por una antorcha. Examinando con más atención esta luz encendida en su conciencia, vio que tenía forma humana, y que era el obispo. ...
En la línea 670
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Su dormitorio era una habitación adornada sencillamente con muebles de caoba bastante feos, y tapizada con papel barato. Lo único que chocaba allí eran dos candelabros de forma antigua que estaban sobre la chimenea, y que parecían ser de plata. ...
En la línea 44
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Pero su hora llegó, finalmente, bajo la forma de un hombrecillo arrugado que escupía un mal inglés y numerosas exclamaciones desconocidas y burdas que Buck fue incapaz de entender. ...
En la línea 56
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Era la forma de pelear de los lobos, golpear y recular; pero hubo algo más. Treinta o cuarenta perros esquimales se acercaron apresurados para formar un círculo alerta y silencioso en torno a los antagonistas. Buck no comprendía aquel silencio expectante ni la ansiedad con que se relamían. Curly se abalanzó sobre su adversario, que volvió a atacar y a dar un salto hacia el costado. El husky recibió la siguiente embestida con el pecho de forma tan peculiar que hizo perder el equilibrio a Curly. No volvió a recobrarlo. Esto era lo que el círculo de perros estaba esperando. La acorralaron, gruñendo y aullando, y Curly, entre aullidos de agonía, quedó sepultada bajo aquella masa peluda de cuerpos feroces. ...
En la línea 56
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Era la forma de pelear de los lobos, golpear y recular; pero hubo algo más. Treinta o cuarenta perros esquimales se acercaron apresurados para formar un círculo alerta y silencioso en torno a los antagonistas. Buck no comprendía aquel silencio expectante ni la ansiedad con que se relamían. Curly se abalanzó sobre su adversario, que volvió a atacar y a dar un salto hacia el costado. El husky recibió la siguiente embestida con el pecho de forma tan peculiar que hizo perder el equilibrio a Curly. No volvió a recobrarlo. Esto era lo que el círculo de perros estaba esperando. La acorralaron, gruñendo y aullando, y Curly, entre aullidos de agonía, quedó sepultada bajo aquella masa peluda de cuerpos feroces. ...
En la línea 65
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Y no abrió los ojos hasta que lo desvelaron los ruidos del campamento, que despertaba. En un primer momento no supo dónde estaba. Había nevado durante la noche y estaba completamente sepultado. Los muros de nieve lo oprimían por todas partes, y un estremecimiento de temor le recorrió el cuerpo: el miedo del animal salvaje a la trampa. Era una evocación inconsciente del temor de sus antepasados, ya que siendo como era un perro civilizado, excesivamente civilizado, que no había conocido ninguna trampa, no podía sentirlo por sí mismo. Todos los músculos de su cuerpo se contraían instintivamente de forma espasmódica, se le erizó el pelo del pescuezo y del lomo, y con un gruñido feroz saltó en vertical hacia la cegadora luz del día provocando a su alrededor una nube de nieve refulgente. Antes de aterrizar sobre las patas vio el blanco campamento extendido ante él y, al tiempo que supo dónde estaba, recordó todo lo ocurrido desde el momento en que salió a dar un paseo con Manuel hasta la noche anterior, cuando había cavado el hoyo. ...
En la línea 214
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Un día, por orden de la autoridad competente, entró en la vetusta mansión la justicia y tras de ella el público, con el vendedor aludido a la cabeza, el cual hubo de desmayarse al saber que el sujeto a quien él por tantos años había llamado míster Williams, no era tal míster Williams; que la tía Marta era miss Peggi; que el dependiente Frank no era dependiente, sino socio, y se llamaba John (no eran éstos precisamente los nombres, pero para el caso es lo mismo). En fin, que los aposentos no estaban distribuidos en la forma que él les había adjudicado, ni respondían al plan trazado en su mente, con líneas indestructibles; en resumen, el pobre diablo experimentó una desilusión completa y dolorosa, como si la destrucción de pie su fantasía había creado, fuera una desgracia1. ...
En la línea 36
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Ya oscilaba la férrea culebra cuando él penetró en el departamento, cerrando la portezuela tras de sí. El compasado balance fue acelerándose, y el tren completo cruzó ante las gentes de la despedida, dejándoles en los ojos confusos torbellino de líneas, de colores, de números, la visión rápida de las cabezas asomadas a todas las ventanillas. Algún tiempo se distinguió la cara de Lucía, sofocada y bañada en llanto, y su pañuelo que se agitaba, y oyose su voz diciendo: Adiós, papá… , padre Urtazu, adiós, adiós… Rosario… Carmen… , abur… Al fin se perdió todo en la distancia, la escamosa sierpe del tren revelose a lo lejos por una mancha obscura, luego por desmadejado penacho de turbio vapor, que presto se disipó también en el ambiente. Más allá del andén, extrañamente silencioso ya, resplandecía el cielo claro, de acerado azul; se extendían monótonas las interminables campiñas; los rieles señalaban como arrugas en la árida faz de la tierra. Un gran silencio pesaba sobre la estación. Quedáronse inmóviles los acompañantes, como sobrecogidos por el aturdimiento de la ausencia. Fueron los amigos del novio los primeros en moverse y hablar. Se despidieron del padre con rápidos apretones de mano y frases triviales de sociedad, un tanto descuidadas en la forma, como dirigidas de superior a inferior; tras de lo cual, el pelotón entero tomó el camino de la ciudad, reanudando la broma y algazara. ...
En la línea 53
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Levemente frunció el ceño el novio, que no en vano había corrido cuarenta y pico de años de la vida cercado de gentes de festivo humor y fácil trato y huyendo de las escenas de lagrimitas y de lástimas y disgustos que alteraban por extraño modo el equilibrio de sus nervios, desagradándole como desagrada a las gentes de mediano nivel intelectual el sublime horror de la tragedia. Al gesto con que manifestó su impaciencia, siguió un alzar de hombros que claramente quería decir: «Caiga el chubasco, que el aguase agota también, y tras de la lluvia viene el buen tiempo». Resuelto, pues, a aguardar que descargase la nube, dio comienzo a minucioso examen de sus enseres de camino, enterándose de si abrochaban bien las hebillas del correaje de la manta, y de si su bastón y paraguas iban en debida y conveniente forma liados con el quitasol de Lucía. Cerciorose asimismo de que una cartera de cuero de Rusia y plateados remates que pendiente de una correa llevaba terciada al costado, abría y cerraba fácilmente con la llavecica de acero, que volvió a guardar en el bolsillo del chaleco, con cuidado sumo. Después sacó de las hondas faltriqueras del sobretodo el Indicador de los Caminos de Hierro, y con el dedo índice, fue recorriendo las estaciones del itinerario de viaje. ...
En la línea 231
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Difusa y pálida claridad comenzaba a tenderse sobre el paisaje. Ya se discernía la forma de montañas, árboles y chozas; la noche se retiraba barriendo las tembladoras estrellas, como una sultana que recoge su velo salpicado de arabescos argentinos. El estrecho segmento de círculo de la luna menguante se difumaba y desvanecía en el cielo, que pasaba de obscuro a un matiz de azul opaco de porcelana. Glacial sensación corrió por las venas del viajero, que subió el cuello de su americana y llegó los pies instintivamente al calorífero, tibio aún, en cuyo seno de metal danzaba el agua, produciendo un sonido análogo al que se oye en la cala de los buques. De improviso se abrió bruscamente la puerta del departamento, y saltó dentro un hombre ceñudo, calada la gorra de dorado galón, en la mano una especie de tenacilla o sacabocados de acero. ...
En la línea 384
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Lucía se abanicaba con un periódico dispuesto por Artegui en forma de concha, y leves gotitas transparentes de sudor salpicaban su rosada nuca, sus sienes y su barbilla: de cuando en cuando las embebía con el pañuelo: los mechones del cabello, lacios, se pegaban a su frente. Desabrochose el cuello almidonado, se quitó la corbata, que la estrangulaba, y se recostó, dando indicios de gran desmadejamiento, en la esquina. A fin de refrescar un poco el interior, corrió Artegui las cortinillas todas ante los bajos vidrios, y una luz vaga y misteriosa, azulada, un sereno ambiente, formaban allí, algo de gruta submarina, añadiendo a la ilusión el ruido del tren, no muy distinto del mugir del Océano. Insensible al cálido día, Artegui levantaba la cortina un poco, se asomaba, miraba el país, los robledales, la sierra, los valles profundos. Una vez acertó a ver pintoresca romería. Fue rápido y fugaz el cuadro, pero no tanto que no distinguiese a la gente siguiendo el sendero angosto, escapulario al cuello, a pie o en carretas de bueyes, cubiertos con boina roja o azul los hombres, las mujeres tocadas con pañolitos blancos. Parecía el desfile la bajada de los pastores en un Nacimiento; el sol claro, alumbrando plenamente las figuras, les daba la crudeza de tonos de muñecos de barro pintado. Artegui llamó a Lucía, que alzando la cortina a su vez, echó el cuerpo fuera, hasta que una revuelta del camino y la rapidez del tren borraron el cuadro. ...
En la línea 1439
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Ciertamente, caballero- respondió con viveza Aouida-, sé jugar al whist. Eso forma parte de la educación inglesa. ...
En la línea 1445
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Sobre la vertiente de la cuenca atlántica se desarrollaban ya los primeros ríos, afluentes o subafluentes del North Platte. Todo el horizonte del Norte y del Este estaba cubierto por una inmensa cortina semicircular que forma la porción septentrional de las Montañas Rocosas, dominada por el pico de Laramia. Entre esa curvatura y la línea férrea se extendían vastas llanuras, abundantemente regadas. A la derecha de la vía aparecían las primeras rampas de la masa montañosa que se redondea al Sur hasta el nacimiento del Arkansas, uno de los grandes tributarios del Missouri. ...
En la línea 1678
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... La pradera por donde corría el trineo era tan llana, que parecía un inmenso estanque helado. El ferrocarril que cruzaba por esa región subía del Suroeste al Noroeste por Grand lsland, Columbus, ciudad importante de Nebraska, Schuyler, Fremon y luego Omaha. Seguía en todo su trayecto por la orilla derecha del rio Platte. El trineo, atajando, recorría la cuerda del arco descrito por la vía férrea. Mudge no podía verse detenido por el río Platte, en el recodo que forma antes de llegar a Fremont, porque sus aguas estaban heladas. El camino se hallaba, pues, completamente libre de obstáculos, y a Phileas Fogg sólo podían darle cuidado dos circunstancias: una avería en el aparato o un cambio de viento. ...

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