Cómo se escribe.org.es

La palabra hexperiencia
Cómo se escribe

Comó se escribe hexperiencia o experiencia?

Cual es errónea Experiencia o Hexperiencia?

La palabra correcta es Experiencia. Sin Embargo Hexperiencia se trata de un error ortográfico.

La falta ortográfica detectada en la palabra hexperiencia es que se ha eliminado o se ha añadido la letra h a la palabra experiencia

Más información sobre la palabra Experiencia en internet

Experiencia en la RAE.
Experiencia en Word Reference.
Experiencia en la wikipedia.
Sinonimos de Experiencia.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Experiencia

Cómo se escribe experiencia o hexperiencia?
Cómo se escribe experiencia o experriencia?
Cómo se escribe experiencia o escperiencia?
Cómo se escribe experiencia o experienzia?


El Español es una gran familia

Reglas relacionadas con los errores de h

Las Reglas Ortográficas de la H

Regla 1 de la H Se escribe con h todos los tiempos de los verbos que la llevan en sus infinitivos. Observa estas formas verbales: has, hay, habría, hubiera, han, he (el verbo haber), haces, hago, hace (del verbo hacer), hablar, hablemos (del verbo hablar).

Regla 2 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan con la sílaba hum- seguida de vocal. Observa estas palabras: humanos, humano.

Se escriben con h las palabras que empiezan por hue-. Por ejemplo: huevo, hueco.

Regla 3 de la H Se escriben con h las palabra que empiezan por hidro- `agua', hiper- `superioridad', o `exceso', hipo `debajo de' o `escasez de'. Por ejemplo: hidrografía, hipertensión, hipotensión.

Regla 4 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan por hecto- `ciento', hepta- `siete', hexa- `seis', hemi- `medio', homo- `igual', hemat- `sangre', que a veces adopta las formas hem-, hemo-, y hema-, helio-`sol'. Por ejemplo: hectómetro, heptasílaba, hexámetro, hemisferio, homónimo, hemorragia, helioscopio.

Regla 5 de la H Los derivados de palabras que llevan h también se escriben con dicha letra.

Por ejemplo: habilidad, habilitado e inhábil (derivados de hábil).

Excepciones: - óvulo, ovario, oval... (de huevo)

- oquedad (de hueco)

- orfandad, orfanato (de huérfano)

- osario, óseo, osificar, osamenta (de hueso)


Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra h

Algunas Frases de libros en las que aparece experiencia

La palabra experiencia puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 646
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El aperador miró al cielo un instante, leyendo en los astros con su experiencia de hombre de campo. ...

En la línea 183
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... «Si yo manejo tan bien a los moribundos, decía él en el seno de la confianza, es por la gran experiencia que he adquirido zarandeando cadáveres al ponerles la mortaja y demás. ...

En la línea 297
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... El Bobo repitió la experiencia: arrojó otro pedazo de tierra húmeda y pegajosa sobre la caja, y volvió a decir: ...

En la línea 10349
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Querida señora -dijo la señora Bonacieux-, perdón por inte rrumpiros, pero ¿qué me aconsejáis hacer? ¡Dios mío! Vos tenéis más experiencia que yo; hablad, os escucho. ...

En la línea 986
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «Con esos cien duros—le dije—apenas podrá usted vivir tres meses en este país, si no le roban a usted antes; y creer que va usted a ganar dinero honradamente es tan razonable como si pensara usted ir a buscarlo en la cima de las montañas.» El muchacho no tenía aún bastante experiencia para seguir mis consejos. ...

En la línea 1072
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Conforme avanzaba la noche, fueron entrando varias personas para calentarse a la lumbre y gozar de la conversación; la casa era una especie de mentidero, donde llevaba la voz cantante el huésped, hombre de cierta sagacidad y experiencia, antiguo soldado del ejército británico. ...

En la línea 2033
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ¡Qué hombres tan extraordinarios son por lo general los corresponsales de los periódicos ingleses! De seguro que si hay alguna clase de hombres que merezca llamarse cosmopolita, es ésta, formada por gente que ejerce su profesión en cualquier país indistintamente, y se acomoda a voluntad a los usos de todas las clases sociales; a cuya fluidez de estilo como escritores sólo supera su facilidad de palabra en la conversación, y a su conocimiento de las letras clásicas, su experiencia del mundo, adquirida por una temprana iniciación en el bullicioso teatro de la vida. ...

En la línea 6787
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «Acaso—añadió—pueda usted darme un consejo provechoso, porque es usted una persona de experiencia, versada en los usos de muchas naciones; y cuando le veo a usted el rostro, parece que el cielo se abre para mí, porque creo ver el rostro de un amigo, el de un hermano.» Entonces se despidió de mí, y se fué; aquel hombre raro, tan bien barbado, que durante nuestra conversación aguardó pacientemente en la puerta, le siguió. ...

En la línea 139
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Casi todo aquel día caminó sin acontecerle cosa que de contar fuese, de lo cual se desesperaba, porque quisiera topar luego luego con quien hacer experiencia del valor de su fuerte brazo. ...

En la línea 850
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Sábete, amigo Sancho -respondió don Quijote-, que la vida de los caballeros andantes está sujeta a mil peligros y desventuras; y, ni más ni menos, está en potencia propincua de ser los caballeros andantes reyes y emperadores, como lo ha mostrado la experiencia en muchos y diversos caballeros, de cuyas historias yo tengo entera noticia. ...

En la línea 1097
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Y si le encantan y entomecen, como la otra vez lo hicieron -dijo Sancho-, ¿qué aprovechará estar en campo abierto o no? -Con todo eso -replicó don Quijote-, te ruego, Sancho, que tengas buen ánimo, que la experiencia te dará a entender el que yo tengo. ...

En la línea 1254
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... De allí a poco, descubrió don Quijote un hombre a caballo, que traía en la cabeza una cosa que relumbraba como si fuera de oro, y aún él apenas le hubo visto, cuando se volvió a Sancho y le dijo: -Paréceme, Sancho, que no hay refrán que no sea verdadero, porque todos son sentencias sacadas de la mesma experiencia, madre de las ciencias todas, especialmente aquel que dice: 'Donde una puerta se cierra, otra se abre'. ...

En la línea 489
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... pero con los caracteres niata vigorosamente marcados. Según el señor Muñiz, está probado, en contra de la experiencia habitual de los ganaderos en análogo caso, que una vaca niata cruzada con un toro ordinario transmite con más fuerza sus caracteres particulares de lo que suele hacerlo el toro niata cruzado con una vaca ordinaria. ...

En la línea 605
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Cuando de improviso descienden rápidamente los cóndores y vuelven a elevarse con la misma prisa todos juntos, saben los chilenos que es porque el puma que vigilaba el cadáver del animal que acaba de sacrificar ha salido de su escondrijo para coger a los ladrones. Además de la carne podrida de que se nutren, atacan con frecuencia los cóndores a los chivos y a los corderos; los perros de ganado están enseñados a salir de sus guaridas cuando se aproxima uno de estos pájaros y ladrar ruidosamente. Los chilenos destruyen y cazan muchos cóndores. Para ello se emplean dos métodos: se coloca el cadáver de un animal en un terreno llano cerrado por una estacada o seto, en el cual se deja una abertura practicable; cuando los cóndores están comiendo se llega a galope a cerrar la entrada; y entonces se le coge como se quiere, porque cuando este animal no tiene espacio suficiente para tomar vuelo, no puede elevarse. El segundo método consiste en observar los árboles donde suelen posar en número de cinco o seis, y durante la noche se trepa al árbol y se les apresa; lo cual es fácil, porque, como he podido apreciarlo por mí mismo, tienen el sueño muy pesado. En Valparaíso he visto vender un cóndor vivo por 60 céntimos; pero es una excepción, y de ordinario cuestan de 10 a 12 pesetas. He visto comprar uno que acababan de coger; le habían sujetado concuerdas y estaba gravemente herido, a pesar de lo cual, tan pronto como le desataron el pico se lanzó con voracidad sobre un pedazo de carne que se le echó. En la misma población hay un jardín, en el que se conservan veinte o treinta vivos. No se les da de comer más que una vez a la semana, y sin embargo, parece que se encuentran muy saludables1. Los campesinos chilenos aseguran que el cóndor vive y conserva todo su vigor aunque se le deje cinco o seis semanas sin comer; yo no puedo responder de la veracidad de este aserto; es una experiencia cruel, por más que esto no impida el que se ha hecho. ...

En la línea 693
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Las diferentes tribus no tienen gobierno, ni jefe, y están rodeadas por otras tribus hostiles que hablan dialectos distintos. Están separadas unas de otras por un territorio neutral que permanece desierto; la principal causa de sus guerras perpetuas parece ser la dificultad que experimentan para proporcionarse alimentos. Todo el país no es más que una enorme masa de rocas abruptas, de colinas elevadas, de inútiles bosques, envueltos en brumas perpetuas y atormentados por tempestades incesantes. La tierra habitable se compone sólo de las piedras de la costa. Para encontrar alimento han de errar constantemente de playa en playa, y es tan escarpada la costa que no pueden cambiar de domicilio sino mediante sus miserables canoas. No pueden conocer las dulzuras del hogar doméstico, y menos aún las del afecto conyugal, porque el hombre no es más que el dueño brutal de su mujer o más bien de su esclava. ¡Qué acto se habrá cometido jamás tan horrible como aquel de que Byron fue testigo en la costa occidental! Vio a una desgraciada mujer recogiendo el cadáver sangriento de su hijo, a quien su marido había estrellado contra las rocas porque el niño había derramado un cesto de huevos de mar. ¿Hay, por lo demás, en su existencia nada que pueda desarrollar facultades intelectuales elevadas? ¿Necesitan imaginación, razón, ni juicio? Nada tienen que imaginar, nada que comparar, nada que decidir. Para despegar una lapa de las piedras, ni aun necesita emplear la astucia, esa ínfima facultad del espíritu. En cierto modo pueden compararse sus escasas facultades al instinto de los animales, puesto que no se aprovechan de la experiencia. Su producción más ingeniosa, la canoa, tan primitiva como es, no ha hecho ningún progreso durante los doscientos cincuenta años últimos; para convencernos de ello no tenemos más que abrir los relatos del viaje de Drake. ...

En la línea 758
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Se encuentran muy pocos escarabajos; sólo una larga experiencia ha podido convencerme de que un país tan grande como Escocia y cubierto de vegetación, con regiones tan diferentes entre sí, tenga tan pocos insectos. Los que he encontrado pertenecen a especies alpestres (Harpalida y Heteromera), que viven bajo las piedras. Los Chrysomelidos que se nutren de vegetales, tan característicos de los países tropicales, faltan aquí en absoluto. He visto algunas moscas, ciertas mariposas y abejas, pero ningún orthóptero2. En los estanques he encontrado algunos insectos acuáticos, pero en cortísimo número, y no hay conchas de agua dulce. La Succínea, que aparece a primera vista como una excepción, debe considerarse aquí como concha terrestre porque vive sobre las hierbas húmedas, lejos del agua. Las conchas terrestres frecuentan sólo los mismo puntos alpestres que los insectos ya he indicado el contraste que existe entre el aspecto general de la Tierra del Fuego y el de la Patagonia: la entomología es palmario ejemplo. No creo que haya en estas dos comarcas una sola especie común, y en verdad el carácter general de los insectos es de todo en todo diferente. ...

En la línea 1883
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En fin, ustedes saben por experiencia cómo guisa mi hermanita. ...

En la línea 1967
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —Oye, Anita —dijo con voz meliflua la perfecta cocinera —; tú eres una niña; y aunque nosotras poco sabemos del mundo, tenemos alguna experiencia, por lo que se observa. ...

En la línea 2059
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y recordaba unas Aventuras de una cortesana, que había ella proyectado allá en sus verdores, ricos de experiencia. ...

En la línea 2516
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Entre su fe y cierta maliciosa experiencia le daban ganancias seguras. ...

En la línea 145
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¡No cabía explicarle la cosa bien! Buscó un compañero discreto, de experiencia. ...

En la línea 1549
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Quien manda, manda. Resolviose la cuestión del Pituso conforme a lo dispuesto por don Baldomero, y la propia Guillermina se lo llenó una mañanita a su asilo, donde quedó instalado. Iba Jacinta a verle muy a menudo, y su suegra la acompañaba casi siempre. El niño estaban tan mimado, que la fundadora del establecimiento tuvo que tomar cartas en el asunto, amonestando severamente a sus amigas y cerrándoles la puerta no pocas veces. En los últimos días de aquel infausto año, entráronle a Jacinta melancolías, y no era para menos, pues el desairado y risible desenlace de la novela Pitusiana hubiera abatido al más pintado. Vinieron luego otras cosillas, menudencias si se quiere, pero como caían sobre un espíritu ya quebrantado, resultaban con mayor pesadumbre de la que por sí tenían. Porque Juan, desde que se puso bueno y tomó calle, dejó de estar tan expansivo, sobón y dengoso como en los días del encierro, y se acabaron aquellas escenas nocturnas en que la confianza imitaba el lenguaje de la inocencia. El Delfín afectaba una gravedad y un seso propios de su talento y reputación; pero acentuaba tanto la postura, que parecía querer olvidar con una conducta sensata las chiquilladas del periodo catarral. Con su mujer mostrábase siempre afable y atento, pero frío, y a veces un tanto desdeñoso. Jacinta se tragaba este acíbar sin decir nada a nadie. Sus temores de marras empezaban a condensarse, y atando cabos y observando pormenores, trataba de personalizar las distracciones de su marido. Pensaba primero en la institutriz de las niñas de Casa-Muñoz, por ciertas cosillas que había visto casualmente, y dos o tres frases, cazadas al vuelo, de una conversación de Juan con su confidente Villalonga. Después tuvo esto por un disparate y se fijó en una amiga suya, casada con Moreno Vallejo, tendero de novedades de muy reducido capital. Dicha señora gastaba un lujo estrepitoso, dando mucho que hablar. Había, pues, un amante. A Jacinta se le puso en la cabeza que este era el Delfín, y andaba desalada tras una palabra, un acento, un detalle cualquiera que se lo confirmase. Más de una vez sintió las cosquillas de aquella rabietina infantil que le entraba de sopetón, y daba patadillas en el suelo y tenía que refrenarse mucho para no irse hacia él y tirarle del pelo diciéndole: pillo… farsante, con todo lo demás que en su gresca matrimonial se acostumbra. Lo que más la atormentaba era que le quería más cuando él se ponía tan juicioso haciendo el bonitísimo papel de una persona que está en la sociedad para dar ejemplo de moderación y buen criterio. Y nunca estaba Jacinta más celosa que cuando su marido se daba aquellos aires de formalidad, porque la experiencia le había enseñado a conocerle, y ya se sabía, cuando el Delfín se mostraba muy decidor de frases sensatas, envolviendo a la familia en el incienso de su argumentación paradójica, picos pardos seguros. ...

En la línea 2133
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Perfectamente—dijo Nicolás, acercando su sillón al sofá en que la joven estaba—. Le prevengo a usted que tengo mucha experiencia de esto. Hace cinco años que practico el confesonario, y que las cazo al vuelo. Quiero decir que a mí no hay mujer que me engañe». ...

En la línea 2219
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Hízole otras mil preguntas para aplacar su ardentísima curiosidad; cómo estaba vestida y peinada; qué tal se expresaba; cómo tenía arreglada la casa, y Nicolás respondía echándoselas de observador. Sus impresiones no habían sido malas, y aunque no tenía bastantes datos para formar juicio del verdadero carácter de la prójima, podía anticipar, fiado en su experiencia, en su buen ojo y en un cierto no sé que, presunciones favorables. Con esto la curiosidad de doña Lupe se acaloraba más, y ya no podía tener sosiego hasta no meter su propia nariz en aquel guisado. Visitar a la tal no le parecía digno, habiendo hecho tantos aspavientos en contra suya; pero estar muchos días sin verla y averiguarle las faltas, si las tenía, era imposible. Hubiera deseado verla por un agujerito. Con el sobrinillo no quería la señora dar su brazo a torcer, y siempre se mostraba intolerante, aunque ya con menos fuego. Pareciole buena idea aquello de purificarla en las Micaelas, y aunque a nadie lo dijo, para sí consideraba aquel camino como el único que podía conducir a una solución. Rabiaba por echarle la vista encima al basilisco, y como su sobrino no le decía que fuera a verla, este silencio hacíala rabiar más. Un día ya no pudo contenerse, y cogiendo descuidado a Maxi en su cuarto, le embocó esto de buenas a primeras: «No creas que voy yo a rebajarme a eso… ». ...

En la línea 2373
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Mauricia estaba tan agradecida, que no acertaba a expresar su gratitud. La cojita echó en el cortadillo una cantidad, así como un dedo, inclinando la botella con extraordinario pulso para que no saliera más de lo conveniente; y al dárselo a la presa, le repitió el sermón. ¡Y cómo se relamía la otra después de beber, y qué bien le supo! Conocía muy bien al galapaguito para atreverse a pedir más. Sabía, por experiencia de casos análogos, que no traspasaba jamás el límite que su bondad y su caridad le imponían. Era buena como un ángel para conceder, y firme como una roca para detenerse en el punto que debía. ...

En la línea 603
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Como Tom tenía bastante ingenio para comprender que era un muchacho que le podría ser útil, animó a Humphrey a que siguiera hablando, y el chico no se hizo de mucho rogar, pues estaba encantado creyendo que ayudaba a la 'cura' de Tom, porque siempre, tan pronto como había tratado de recórdar la perturbada mente los diferentes pormenores de su experiencia y aventuras en la real sala de escuela y en los demás sitios del palacio, observaba que Su Majestad 'recordaba' las circunstancias con toda claridad. Al cabo de una hora, Tom se halló en posesión de muy valiosa información sobre personajes y asuntos de la corte y así resolvió abrevarse a diario en aquella fuente. A este fin daría orden de que admitieran a Humphrey a su regia presencia cada vez que llegara, siempre que la Majestad de Inglaterra no estuviera ocupada con otras gentes. ...

En la línea 739
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Cuando al fin terminó el yantar y salió Tom en medio de su brillante séquito, con los oídos ensordecidos por el clamor de las trompetas, de los tambores y miles de aclamaciones, se dijo que, si ya había pasado lo peor, que era comer en público, sería una experiencia que sin inconveniente soportaría varias veces cada día, si con ello podía liberarse de algunos de los más terribles requerimientos de su oficio regio. ...

En la línea 864
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Siguió avanzando entre la pavorosa fascinación de aquella nueva experiencia, sobresaltado a veces por el suave murmullo de las hojas secas sobre su cabeza, que parecían cuchicheos humanos, y dio de sopetón con la luz cercana de una linterna. Retrocedió hasta las sombras y esperó. La linterna alumbraba junto a la puerta de un granero que, estaba abierta. El rey esperó algún tiempo… No se sentía el menor rumor, y nadie se movía. El estar quieto le dio tanto frío, y el hospitalario granero era tan tentador, que el niño, por fin, resolvió arriesgarlo todo y entrar. Echó a andar de puntillas, y en el momento de cruzar el umbral oyó voces a sus espaldas. Se agazapo detrás de un tonel dentro del granero, y vio entrar a dos labradores, que llevaban la linterna, y empezaron a hacer sus faenas sin dejar de hablar. Mientras se movían en torno con la luz, el rey no dio descanso a sus ojos, y fijándose muy bien en lo que parecía ser un pesebre de buen tamaño, al otro extremo del granero, se propuso acercarse a él a tientas cuando lo dejaran solo. Observó también la situación de una pila de mantas para dos caballos a la mitad del camino, con intención de requisarlas por una noche para uso de la corona de Inglaterra. ...

En la línea 1320
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Mientras el verdadero rey vagaba por la región pobremente vestido, pobremente alimentado, maltratado y burlado por vagabundos un rato, y al otro en compañía de ladrones y asesinos en una cárcel, y llamado idiota e impostor por todos, el fingido rey Tom Canty disfrutaba de una experiencia un tanto diferente. ...

En la línea 915
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Y tú ¿qué sabes lo que es querer? Careces de experiencia. Tú sabrás lo que es una fusa o una corchea, pero lo que es querer… ...

En la línea 1556
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... La muchacha obedeció tranquilamente y sin inmutarse, como a cosa acordada y prevista. Augusto en cambio quedóse confuso y sin saber por dónde empezar su experiencia psicológica. Y como no sabía qué decir, pues… hacía. Apretaba a Rosario contra su pecho anhelante y le cubría la cara de besos, diciéndose entre tanto: «Me parece que voy a perder la sangre fría necesaria para la investigación psicológica.» ...

En la línea 1565
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Y entonces ocurrió algo insólito, algo que no entraba en las previsiones de Augusto, en su programa de experiencia psicológica sobre la Mujer, y es que Rosario, bruscamente, le enlazó los brazos al cuello y empezó a besarle. Apenas si el pobre hombre tuvo tiempo para pensar: «Ahora soy yo el experimentado; esta mozuela está haciendo estudios de psicología masculina.» ...

En la línea 1624
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –La única experiencia psicológica sobre la Mujer es el matrimonio. El que no se casa, jamás podrá experimentar psicológicamente el alma de la Mujer. El único laboratorio de psicología femenina o de ginepsicología es el matrimonio. ...

En la línea 744
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Admito sus cálculos, capitán -respondí-, y mostraría mala fe en discutirlos, puesto que la experiencia le da razón cada día, pero me temo que ahora nos hallamos en presencia de una dificultad real. ...

En la línea 3326
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -El señor haría bien en recordar -dijo entonces Conseil- que ya tenemos alguna experiencia de la natación. Puede confiar en que yo le remolcaré si decide seguir al amigo Ned. ...

En la línea 780
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Perfectamente. Ten cuidado con lo que haces. Tengo mucha experiencia con respecto a los muchachos, y me consta que todos sois una colección de tunos. Pero no importa - añadió mordiéndose un lado de su enorme dedo índice en tanto que fruncía el ceño al mirarme -, ten cuidado con lo que haces. ...

En la línea 875
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Y empezó a danzar de atrás adelante de un modo que resultaba extraordinario para mi experiencia muy limitada. ...

En la línea 1379
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Estas últimas palabras fueron dirigidas al muchacho, quien no se dió cuenta de su significado. Pero le vi quedarse anonadado cuando su maestro me quitaba las pelusas de la ropa con sus propias manos, y mi primera experiencia decisiva del estupendo poder del dinero fue que, moralmente, había dominado al aprendiz de Trabb. ...

En la línea 1457
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Me senté en la silla destinada a los clientes y situada enfrente del sillón del señor Jaggers, y me quedé fascinado por la triste atmósfera del lugar. Me pareció entonces que el pasante tenía, como el señor Jaggers, el aspecto de estar enterado de algo desagradable acerca de cuantas personas veía. Traté de adivinar cuántos empleados habría, además, en el piso superior, y si éstos pretenderían poseer el mismo don en perjuicio de sus semejantes. Habría sido muy curioso conocer la historia de todos los objetos en desorden que había en la estancia y cómo llegaron a ella; también me pregunté si los dos rostros hinchados serían de individuos de la familia del señor Jaggers y si era tan desgraciado como para tener a un par de parientes de tan mal aspecto; por qué los había colgado allí para morada de las moscas y de los escarabajos, en vez de llevárselos a su casa e instalarlos allí. Naturalmente, yo no tenía experiencia alguna acerca de un día de verano en Londres, y tal vez mi ánimo estaba deprimido por el aire cálido y enrarecido y por el polvo y la arena que lo cubrían todo. Pero permanecí pensativo y preguntándome muchas cosas en el despacho del señor Jaggers, hasta que ya me fue imposible soportar por más tiempo las dos mascarillas colgadas encima del sillón y, levantándome, salí. ...

En la línea 83
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Es decir, que es usted estudiante, o tal vez lo ha sido ‑exclamó vivamente el funcionario‑. Exactamente lo que me había figurado. He aquí el resultado de mi experiencia, señor, de mi larga experiencia. ...

En la línea 83
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Es decir, que es usted estudiante, o tal vez lo ha sido ‑exclamó vivamente el funcionario‑. Exactamente lo que me había figurado. He aquí el resultado de mi experiencia, señor, de mi larga experiencia. ...

En la línea 229
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »En su segunda visita, cuando ya su petición había sido aceptada, nos dijo, en el curso de la conversación, que antes de conocer a Dunia ya había resuelto casarse con una muchacha honesta y pobre que tuviera experiencia de las dificultades de la vida, pues considera que el marido no debe sentirse en ningún caso deudor de la mujer y que, en cambio, es muy conveniente que ella vea en él un bienhechor. Sin duda, no me expreso con la amabilidad y delicadeza con que él se expresó, pues sólo he retenido la idea, no las palabras. Además, habló sin premeditación alguna, dejándose llevar del calor de la conversación, tanto, que él mismo trató después de suavizar el sentido de sus palabras. Sin embargo, a mí me parecieron un tanto duras, y así se lo dije a Dunetchka; pero ella me contestó con cierta irritación que una cosa es decir y otra hacer, lo que sin duda es verdad. Dunia no pudo pegar ojo la noche que precedió a su respuesta y, creyendo que yo estaba dormida, se levantó y estuvo varias horas paseando por la habitación. Finalmente se arrodilló delante del icono y oró fervorosamente. Por la mañana me dijo que ya había decidido lo que tenía que hacer. ...

En la línea 800
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Bueno, bueno, Ilia Petrovitch… ‑empezó a decir el secretario, pero en seguida se dio cuenta de que su intervención sería inútil: sabía por experiencia que cuando el impetuoso oficial se disparaba, no había medio humano de detenerle. ...

En la línea 55
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck nunca había visto perros que pelearan como lo hacían aquellas fieras, y su primera experiencia le enseñó una lección inolvidable. Es verdad que fue una experiencia en cabeza ajena, pues de otro modo no habría sobrevivido para aprovecharla. La víctima fue Curly. Habían acampado cerca del almacén de leña, y Curly, con su talante cordial, se acercó a un fornido husky del tamaño de un lobo adulto, aunque apenas la mitad de grande que ella. No hubo advertencia previa, sólo una embestida fulminante, un choque metálico de dientes, un retroceso igualmente veloz, y el morro de Curly quedó abierto desde el ojo hasta la quijada. ...

En la línea 79
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Y no sólo aprendía por la experiencia, sino que en él revivían instintos hacía tiempo desaparecidos. Se despojó de la domesticidad de generaciones. Vagos recuerdos ancestrales de los orígenes de la raza, de la época en que las manadas de perros salvajes deambulaban por los bosques primitivos y devoraban sus presas según les daban caza. No le costó aprender a pelear causando un corte profundo con un súbito mordisco de lobo. Así lo habían hecho sus olvidados antepasados. Fueron ellos los que aceleraron en su interior el despertar de hábitos ancestrales, y los viejos ardides que habían impreso en la herencia genética de la raza se convirtieron en los suyos. Los incorporó sin esfuerzo ni asombro, como si hubieran sido suyos desde siempre. Y cuando en las noches frías y serenas apuntaba con el hocico a una estrella y aullaba como un lobo, eran sus antepasados, muertos y convertidos en polvo, los que lo hacían desde los siglos pasados y a través de él. Y las cadencias con que Buck manifestaba su sufrimiento eran las suyas, como suyo era el significado que para ellos tenían la quietud, el frío y la oscuridad de la noche. Como demostración de que la vida es un juego de marionetas, el canto ancestral lo invadió por entero y Buck recobró su ser original; y todo porque en el norte los hombres habían encontrado un metal amarillo, y porque Manuel era un ayudante de jardinero cuyo salario no cubría las necesidades de su mujer ni las de los varios y pequeños duplicados de sí mismo. ...

En la línea 84
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck cavó su nido bajo la protección de la roca. Tan cómodo y tibio estaba que lo abandonó de mala gana cuando François se puso a distribuir el pescado que previamente había descongelado en el fuego. Y cuando consumió su ración y volvió a su refugio se encontró con que estaba ocupado. Un gruñido de advertencia le dijo que el intruso era Spitz. Hasta entonces, Buck había evitado los problemas con su enemigo, pero aquello era demasiado. La bestia que había en su interior rugió. Se abalanzó sobre Spitz con una furia que sorprendió a ambos, y especialmente a Spitz, ya que su experiencia con Buck le había metido en la cabeza que su contrincante era un perro excepcionalmente tímido, que sólo conseguía hacerse respetar gracias a su gran peso y tamaño. ...

En la línea 194
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Por tercera vez se intentó la partida, pero esta vez, siguiendo el consejo, Hal liberó los patines que habían quedado congelados en la nieve. El sobrecargado y rígido trineo se puso en marcha, con Buck y sus compañeros esforzándose frenéticamente bajo la lluvia de golpes. Un centenar de metros más adelante, la senda describía una curva y descendía en empinada pendiente hacia la calle principal. Para mantener en pie el inestable trineo habría hecho falta un hombre con experiencia, y Hal no lo era. Al tomar la curva con velocidad, el trineo volcó, desparramando la mitad de la carga mal sujeta. Los perros ni siquiera se detuvieron. El trineo aligerado botaba de un lado a otro tras ellos, irritados por el maltrato recibido y por la carga excesiva. Buck estaba furioso. Apretó la carrera, y el equipo lo siguió. Hal gritaba «¡soo! ¡soo!», pero ellos no le hacían caso. El tropezó y cayó. El trineo volcado pasó con estruendo por encima de él, y los perros prosiguieron a toda marcha, contribuyendo al jolgorio general en Skaguay al desparramar el resto de los trastos por la calle principal. ...

En la línea 202
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... »Dickens -continúa Wilde- describe esta sensación como muy general. Conocemos -dice- en David Copperfield, por experiencia, el sentimiento que nos invade a veces de que cuanto estamos diciendo o haciendo ha sido dicho y hecho anteriormente, hace largo tiempo; que hemos estado rodeados de las mismas personas y de los mismos objetos, en las mismas circunstancias… que sabemos, en fin, perfectamente lo que se va a decir, como si lo recordáramos de repente. ...

En la línea 50
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Mientras el acompañamiento desfilaba, con lentitud de duelo, por las calles mal empedradas de León, el tren corría, corría, dejando atrás las interminables alamedas de chopos que parecen un pentagrama donde fuesen las notas verde claro, sobre el crudo tono rojizo de las llanadas. Hecha Lucía un ovillo en la esquina del departamento, sollozaba sin amargura, con algún hipo, con vehemente llanto de niña inconsolable. Bien comprendía el novio que le tocaba decir algo, mostrarse afectuoso, compartir aquel primer dolor, ponerle término; mas hay en la vida situaciones especiales, casos en que no tropieza ni se embaraza la gente sencilla, y en que acaso el hombre de mundo y experiencia se convierte en doctrino. Preferible es en ocasiones un adarme de corazón a una arroba de habilidad; donde fracasan las huecas fórmulas, vence el sentimiento, con su espontánea elocuencia. A fuerza de quebrarse los cascos ideando manera de anudar el diálogo con su esposa, ocurriole al novio aprovechar una circunstancia insignificante. ...

En la línea 65
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Llamábase el visitante D. Aurelio Miranda, y desempeñaba en León uno de esos destinos que en España abundan, no por honoríficos peor retribuídos, y que sin imponer grandes molestias ni vigilias, abren las puertas de la buena sociedad, prestando cierta importancia oficial: género de prebendas laicas, donde se dan unidas las dos cosas que asegura el refrán no caber en un saco. Era Miranda de origen y familia burocrática, en la cual se transmitían y como vinculaban los elevados puestos administrativos, merced a especial maña y don de gentes perpetuado de padres a hijos, a no sé qué felina destreza en caer siempre de pie y a cierta delicada sobriedad en esto de pensar y opinar. Logró la estirpe de los Mirandas teñirse de matices apagados y distinguidos, sobre cuyo fondo, así podía colocarse insignia blanca, como roja divisa; de suerte, que ni hubo situación que no les respetase, ni radicalismo que con ellos no transigiera, ni mar revuelto o bonancible en que con igual fortuna no pescaran. El mozo Aurelio casi nació a la sombra protectora de los muros de la oficina: antes que bigote y barba tuvo colocación, conseguida por la influencia paterna, reforzada por la de los demás Mirandas. Al principio fue una plaza de menor cuantía, que cubriese los gastos de tocador y otras menudencias del chico, derrochador de suyo; en seguida vinieron más pingües brevas, y Aurelio siguió la ruta trillada ya por sus antecesores. Con todo esto, veíase que algo degeneraba en él la raza: amigo de goces, de ostentación y vanidades, faltabale a Aurelio el tino exquisito de no salir de mediano por ningún respecto, y carecía de la formalidad exterior, del compasado porte que a los Mirandas pasados acreditaba de hombres de seso y experiencia y madurez política. Comprendiendo sus defectos, trató Aurelio de beneficiarlos diestramente, y más de una blanca y pulcra mano emborronó por él perfumadas esquelas con eficaces recomendaciones para personajes de muy variada ralea y clase. Asimismo se declaró gran amigote y compinche de algunos prohombres políticos, entre ellos el don Fulano que ya conocemos. No habló jamás con ellos diez palabras seguidas que a política se refiriesen: contábales las noticias del día, el escándalo fresco, el último dicharacho y la más reciente caricatura; y de tal suerte, sin comprometerse con ninguno se vio favorecido y servido de todos. Agarrose, como nadador inexperto, a los hombros de tan prácticos buzos, y acá me sumerjo, y acullá me pongo a flote, fue sorteando los furiosos vendavales que azotaron a España, y continuando la tradición venerable de los Mirandas. Pero también la influencia se gasta y agota, y llegó un período en que, mermada la de Aurelio, no alcanzó a mantenerle en el único punto para él grato, en Madrid, y hubo de irse a vegetar a León, entre el Gobierno civil y la Catedral, edificios que ni uno ni otro le divertían. Lo que singularmente amargaba a Aurelio, era comprender que su decadencia administrativa nacía de otro decaimiento irreparable, a saber, el de su persona. Cumplida la cuarentena de años, faltábanle ya los billetitos de recomendación o por lo menos no eran tan calurosos: en los despachos de las notabilidades iba siendo su persona como un mueble más, y hasta él mismo sentía apagarse su facundia. La madurez se revelaba en él por un salto atrás; íbasele metiendo en el cuerpo la seriedad de los Mirandas; y de amable calavera, pasaba a hombre de peso. No del todo extrañas a tal metamorfosis debían ser algunas dolencias pertinaces, protesta del hígado contra el malsano régimen, mitad sedentario y mitad febril, tanto tiempo observado por Aurelio. Así es que, aprovechando la estancia en León, y los conocimientos y acierto singular de Vélez de Rada, dedicose a reparar las brechas de su desmantelado organismo; y la vida metódica y la formalidad creciente de sus maneras y aspecto, que en la corte la perjudicaban revelando que empezaba a ser trasto arrumbado y sin uso, sirviéronle en el timorato pueblo leonés de pasaporte, ganándole simpatías y fama de persona respetable y de responsabilidad y crédito. ...

En la línea 310
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... No puso Lucía objeciones. Ignorante de la ruta, sintió placer singular en entregarse a la ajena experiencia. Callada, se inclinó a la ventanilla y siguió la línea escabrosa de la sierra, que se recortaba en el cielo despejado. El tren andaba más despacio cada vez: estaban llegando a una estación. ...


la Ortografía es divertida

Palabras parecidas a experiencia

La palabra compactas
La palabra ventana
La palabra edificios
La palabra santas
La palabra proporcionaba
La palabra remordimiento
La palabra colorines

Webs amigas:

Ciclos formativos en Cuenca . VPO en Madrid . Ciclos Fp de informática en Ourense . - Hotel Hotel Rosamar en Alicante