La palabra Ventana ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Blancanieves de Jacob y Wilhelm Grimm
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece ventana.
Estadisticas de la palabra ventana
Ventana es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 1592 según la RAE.
Ventana tienen una frecuencia media de 59.58 veces en cada libro en castellano
Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la ventana en 150 obras del castellano contandose 9056 apariciones en total.
Errores Ortográficos típicos con la palabra Ventana
Cómo se escribe ventana o bentana?
Más información sobre la palabra Ventana en internet
Ventana en la RAE.
Ventana en Word Reference.
Ventana en la wikipedia.
Sinonimos de Ventana.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece ventana
La palabra ventana puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 643
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Rafael contempló largo rato los edificios, temiendo que en su oscura masa se iluminase una rendija, se abriera una ventana y asomase el capataz alarmado por la carrera de los mastines. Transcurrieron algunos minutos sin que en Marchamalo se notase el menor movimiento. Subía el rumor soñoliento de los campos hundidos en la sombra: las estrellas parpadeaban intensamente en el cielo invernal, como si el frío aguzase su fulgor. ...
En la línea 705
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y librándose de un tirón de estas caricias que le estremecían con intenso cosquilleo, cerró la ventana de golpe. Rafael permaneció inmóvil largo rato, alejándose al fin, cuando dejó de percibir en sus labios la impresión de la mano de María de la Luz. ...
En la línea 1457
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Rafael recordaba el final de su última entrevista. Cansado de suplicar, de llorar agarrado a la reja, de arrodillarse como un chiquillo, la desesperación le había hecho prorrumpir en amenazas. ¡Que le perdonase Fermín! pero en aquel momento se sintió capaz del crimen. La muchacha, cansada de sus ruegos, asustada de sus maldiciones, acabó por cerrar de golpe la ventana. ¡Y hasta ahora! Dos veces había ido de día a Marchamalo con la excusa de ver al señor Fermín; pero María de la Luz escondíase, apenas adivinaba su caballo galopando por la carretera. ...
En la línea 1460
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¿Pero tú la has hecho algo, Rafael? ¿No estará enfadada por alguna ligereza tuya? --No: eso tampoco. Soy más inocente que el niño Jesú y el cordero que lleva al lao. Desde que tengo relaciones con tu hermana, que no miro a una moza. Toas me parecen feas, y Mariquilla lo sabe. La última noche que hablé con ella, cuando yo le pedía que me perdonase, sin saber por qué, y le preguntaba si la había ofendío en algo, la pobrecita lloraba como la Malaena. Bien sabe tu hermana que yo no la he fartao en tanto como esta uña. Ella misma lo decía: «¡Pobre Rafaé! ¡Tú eres bueno! Olvídame: serías infeliz conmigo». Y me cerró la ventana... ...
En la línea 85
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El desconocido lo miró un instante todavía con su leve sonrisa y, apartándose de la ventana, salió lentamente de la hostería para ve nir a plantarse a dos pasos de D'Artagnan frente al caballo. ...
En la línea 86
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Su actitud tran quila y su fisonomía burlona habían redoblado la hilaridad de aquellos con quienes hablaba y que se habían quedado en la ventana. ...
En la línea 88
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Decididamente este caballo es, o mejor, fue en su juventud bo tón de oro -dijo el desconocido continuando las investigaciones co menzadas y dirigiéndose a sus oyentes de la ventana, sin aparentar en modo alguno notar la exasperación d e D'Artagnan, que sin embargo estaba de pie entre él y ellos-; es un color muy conocido en botánica, pero hasta el presente muy raro entre los caballos. ...
En la línea 128
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Este se apartó del reborde de la ventana sobre el que había permanecido apoyado con la punta d el codo, y frunció el ceño como hombre inquieto. ...
En la línea 926
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Entramos en cierto lóbrego aposento de piedra, en uno de cuyos rincones había una especie de ventana cerrada por una tabla giratoria, por donde se entregaban y recibían los objetos en el convento. ...
En la línea 1909
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Galiano se lo llevó al hueco de una ventana, y hablaron detenidamente, pero en voz muy baja, y como la habitación era inmensa, no pude oír palabra. ...
En la línea 2032
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... (lo que el amable lector crea más del caso), me agarró del brazo y dijo: «Salgamos de esta barahunda, y a ver si se encuentra una ventana donde instalarnos, y desde donde yo pueda describir lo que suceda en la plaza, porque creo como usted que va a pasar algo grave.» En el último piso de una casa bastante grande, frente por frente a la de Correos, había papeles en señal de que se alquilaban habitaciones; subimos al instante, y contratamos con la inquilina del _étage_ el uso de la habitación de la calle por aquel día; atrancamos la puerta, y el reporter requirió cuaderno y lápiz, dispuesto a tomar notas de los sucesos que ya se cernían sobre la plaza. ...
En la línea 2039
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Apenas llevábamos cinco minutos en la ventana, cuando oímos de pronto el ruido de los cascos de unos caballos que bajaban corriendo por la _calle de Carretas_. ...
En la línea 306
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Diéronselos, que eran muchos, y ella ahorró la escalera y dio con ellos por la ventana abajo. ...
En la línea 335
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... No se dijo a tonta ni a sorda, sino a quien tenía más gana de quemallos que de echar una tela, por grande y delgada que fuera; y, asiendo casi ocho de una vez, los arrojó por la ventana. ...
En la línea 1594
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Cumplíselos yo, por mi corta suerte, enseñándosela una noche, a la luz de una vela, por una ventana por donde los dos solíamos hablarnos. ...
En la línea 1902
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Díjome que acaso, pasando por una calle de la ciudad a la hora de medio día, una señora muy hermosa le llamó desde una ventana, los ojos llenos de lágrimas, y que con mucha priesa le dijo: ''Hermano: si sois cristiano, como parecéis, por amor de Dios os ruego que encaminéis luego luego esta carta al lugar y a la persona que dice el sobrescrito, que todo es bien conocido, y en ello haréis un gran servicio a nuestro Señor; y, para que no os falte comodidad de poderlo hacer, tomad lo que va en este pañuelo''. ...
En la línea 60
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Así disfrazada atravesó las siete montañas y llegó a la casa de los siete enanos, golpeó a la puerta y gritó: -¡Vendo buena mercadería! ¡Vendo! ¡Vendo! Blancanieves miró por la ventana y dijo: -Buen día, buena mujer. ...
En la línea 98
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Blancanieves sacó la cabeza por la ventana y dijo: -No puedo dejar entrar a nadie; los enanos me lo han prohibido. ...
En la línea 167
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... O tirarse por una ventana, o esperar el nublado. ...
En la línea 184
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En presencia del Magistral, Celedonio había cruzado los brazos e inclinado la cabeza, después de apearse de la ventana. ...
En la línea 212
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Bismarck respiró: no iba con su personilla aquel disparo; apuntaba el carca hacia la calle, asomado a una ventana. ...
En la línea 273
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Emociones semejantes ocupaban su alma mientras el catalejo, reflejando con vivos resplandores los rayos del sol se movía lentamente pasando la visual de tejado en tejado, de ventana en ventana, de jardín en jardín. ...
En la línea 786
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En la madrugada del 11 de agosto se abrió la ventana del conclave para anunciar que el Vicecanciller Rodrigo de Borja había sido elegido Papa y tomaba el nombre de Alejandro VI tal noticia fue acogida con estupor en el primer momento. Muy pocos habían creído en la posibilidad de que triunfase. Era un extranjero, un español, y todos temían que surgiese un nuevo cisma si conseguía la tiara un cardenal no italiano. ...
En la línea 880
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Las perlas fueron su orgullo y su ambición, apreciándolas tanto como su hermano César, aunque ambos no llegaron nunca al entusiasmo de su padre. Puede llamarse a la perla la favorita de los Borgias. Muchas veces los embajadores encontraron al Pontífice junto a una ventana del Vaticano contemplando al trasluz gruesas perlas regaladas a Lucrecia. Cuando la hija del Papa fue duquesa de Ferrara, una de sus mayores satisfacciones consistió en poseer el célebre collar de perlas y rubíes que había pertenecido a su suegra. ...
En la línea 887
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Edwin vio que se cerraban algunas ventanas con estruendo de cólera. Muchos puños crispados le amenazaron cuando ya había pasado. Por estas aberturas completamente desprovistas de cortinas sorprendió sin quererlo las desnudeces matinales de numerosas mujeres que se acostaban tarde y se levantaban tarde igualmente, procediendo a sus operaciones de higiene con la ventana abierta, sin acordarse de que había gigantes en el mundo. ...
En la línea 981
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Gillespie, que estaba medio dormido, despertó sobresaltadamente. Levantó una de las piernas hasta poner la rotula a la altura da su pecho y se rascó con ambas manos la picazón que sentía en la pantorrilla. Luego dejo caer la pierna otra vez, y esta, como si obedeciese a un poder diabólico enemigo de Momaren, volvió a cerrar herméticamente la ventana. ...
En la línea 299
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Iban solos. ¡Qué dicha, siempre solitos! Juan se sentó junto a la ventana y Jacinta sobre sus rodillas. Él le rodeaba la cintura con el brazo. A ratos charlaban, haciendo ella observaciones cándidas sobre todo lo que veía. Pero después transcurrían algunos ratos sin que ninguno dijera una palabra. De repente volviose Jacinta hacia su marido, y echándole un brazo alrededor del cuello, le soltó esta: ...
En la línea 538
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Que D. Amadeo, cansado de bregar con esta gente, tira la corona por la ventana y dice: «Vayan ustedes a marcar al Demonio». ...
En la línea 905
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Por fin no pudo resistir; colose dentro del ventorrillo, y tomando asiento junto a una de aquellas despintadas mesas, empezó a palmotear para que viniera el mozo, que era el mismo Tartera, un hombre gordísimo, con chaleco de Bayona y mandil de lanilla verde rayado de negro. No lejos de donde estaba Ido había un rescoldo dentro de enorme braserón, y encima una parrilla casi tan grande como la reja de una ventana. Allí se asaban las chuletas de ternera, que con la chamusquina en tan viva lumbre, despedían un olor apetitoso. «Chuletas» dijo D. José, y a punto vio entrar a un amigo, el cual le había visto a él y por eso sin duda entraba. ...
En la línea 954
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando la Venus de Médicis salió del cubil, vio que entre las personas que miraban por la ventana, estaba Jacinta, acompañada de su doncella. ...
En la línea 916
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... ¡Cuál fue su gozo cuándo al fin vio el destello de una luz! Acercóse a ella cautelosamente, paso a paso, para mirar en torno y escuchar. La luz procedía de un hueco de ventana sin vidrios en una desvencijada choza. El niño oyó una voz y sintió ganas de correr y esconderse, pero cambió al momento de opinión, ya que, sin lugar á dudas, aquella voz estaba rezando. Deslizóse el rey hasta la ventana, se puso de puntillas y echó una mirada al interior de la choza. La habitación era pequeña y su suelo de tierra apisonada por el uso. En un rincón se veía un lecho de juncos y una o dos mantas hechas jirones; cerca de él un cubo, una taza, una jofaina, y algunos cacharros y sartenes. Había un banco angosto y un escabel de tres patas; en la chimenea quedaba el rescoldo de un fuego de leña. Ante una hornacina, iluminada por una sola vela, se hallaba arrodillado un hombre de edad, a cuyo lado, en una caja vieja de madera, estaban un libro abierto y una calavera. El hombre, que era de cuerpo grande y huesudo, y de pelo y barba largos y blancos como la nieve, se cubría con unas pieles de cordero que le llegaban de la garganta a las rodillas. ...
En la línea 916
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... ¡Cuál fue su gozo cuándo al fin vio el destello de una luz! Acercóse a ella cautelosamente, paso a paso, para mirar en torno y escuchar. La luz procedía de un hueco de ventana sin vidrios en una desvencijada choza. El niño oyó una voz y sintió ganas de correr y esconderse, pero cambió al momento de opinión, ya que, sin lugar á dudas, aquella voz estaba rezando. Deslizóse el rey hasta la ventana, se puso de puntillas y echó una mirada al interior de la choza. La habitación era pequeña y su suelo de tierra apisonada por el uso. En un rincón se veía un lecho de juncos y una o dos mantas hechas jirones; cerca de él un cubo, una taza, una jofaina, y algunos cacharros y sartenes. Había un banco angosto y un escabel de tres patas; en la chimenea quedaba el rescoldo de un fuego de leña. Ante una hornacina, iluminada por una sola vela, se hallaba arrodillado un hombre de edad, a cuyo lado, en una caja vieja de madera, estaban un libro abierto y una calavera. El hombre, que era de cuerpo grande y huesudo, y de pelo y barba largos y blancos como la nieve, se cubría con unas pieles de cordero que le llegaban de la garganta a las rodillas. ...
En la línea 929
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Inclinóse para contárselo, pero se contuvo y adoptó actitud de prestar oído. Al cabo de un instante se acercó de puntillas al hueco de la ventana, asomó la cabeza y miró en la oscuridad. En seguida volvió otra vez de puntillas, arrimó su rostro al del rey y cuchicheó: ...
En la línea 1127
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Asió a Miles del brazo, lo arrastró a la ventana y empezó a devorarlo con los ojos de pies a cabeza, volviéndolo a uno y otro lado, dando vueltas vivamente en tomo de él para examinarlo desde todos los ángulos, en tanto que el hijo pródigo, radiante de alegría, sonreía, reía y no cesaba de mover la cabeza, diciendo: ...
En la línea 392
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Con un movimiento rápido abrió la ventana. Estuvo mucho tiempo absorto, y cuando volvió a la realidad ya no estaba Mariana en el parque. Comenzó a pasearse a lo largo de la habitación, con los brazos cruzados sobre el pecho y la cabeza inclinada, sumido en sombríos pensamientos. ...
En la línea 393
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Se asomó nuevamente a la ventana para que la fresca brisa le secara la frente sudorosa. ...
En la línea 397
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Echó a correr por el parque como si temiera estar cerca de la empalizada y no se detuvo hasta llegar debajo de la ventana de su habitación. De un salto subió a las ramas de un árbol y de allí pasó al alféizar. Al encontrarse en aquella casa que había abandonado con la firme decisión de no volver a ella, un segundo sollozo se le escapó de la garganta. ...
En la línea 563
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... La llevó hacia la ventana y la contempló un instante a la luz de la luna. ...
En la línea 224
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Yo no podía apartar la mirada del tío Pumblechook. Siempre agarrado con las manos y los pies a la pata de la mesa, vi que el desgraciado tomaba, jugando, la copita, sonreía, echaba la cabeza hacia atrás y se bebía el aguardiente. En aquel momento, todos los invitados se quedaron consternados al observar que el tío Plumblechook se ponía en pie de un salto, daba varias vueltas tosiendo y bailando al mismo tiempo y echaba a correr hacia la puerta; entonces fue visible a través de la ventana, saltando violentamente, expectorando y haciendo horribles muecas, como si estuviera loco. ...
En la línea 418
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En efecto, el choque de sus herraduras de hierro sobre el duro camino era casi musical mientras se aproximaba a la casa a un trote más vivo que de costumbre. Sacamos una silla para que la señora Joe se apease cómodamente, removimos el fuego a fin de que la ventana de nuestra casa se le apareciese con alegre aspecto y examinamos en un momento la cocina procurando que nada estuviese fuera de su sitio acostumbrado. En cuanto hubimos terminado estos preparativos, salimos al exterior abrigados y tapados hasta los ojos. Pronto echó pie a tierra la señora Joe y también el tío Pumblechook, que se apresuró a cubrir a la yegua con una manta, de modo que pocos instantes después estuvimos todos en el interior de la cocina, llevando con nosotros tal cantidad de aire frío que parecía suficiente para contrarrestar todo el calor del fuego. ...
En la línea 453
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Se abrió una ventana y una voz clara preguntó: ...
En la línea 457
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Muy bien - contestó la voz; y se cerró de nuevo la ventana. ...
En la línea 160
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Antes de salir, Raskolnikof había tenido tiempo de Ilevarse la mano al bolsillo, coger las monedas que le quedaban del rublo que había cambiado en la taberna y dejarlo, sin que le viesen, en el alféizar de la ventana. Después, cuando estuvo en la escalera, se arrepintió de su generosidad y estuvo a punto de volver a subir. ...
En la línea 251
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »¡Como si mama tuviera el dinero para arrojarlo por la ventana! ¿Con qué llegará a Petersburgo? Con tres rublos, o dos pequeños billetes, como los que mencionaba el otro día la vieja usurera… ¿Cómo cree que podrá vivir en Petersburgo? Pues es el caso que ha visto ya, por ciertos indicios, que le será imposible estar en casa de Dunia, ni siquiera los primeros días después de la boda. Ese hombre encantador habrá dejado escapar alguna palabrita que debe de haber abierto los ojos a mamá, a pesar de que ella se niegue a reconocerlo con todas sus fuerzas. Ella misma ha dicho que no quiere vivir con ellos. Pero ¿con qué cuenta? ¿Pretende acaso mantenerse con los ciento veinte rublos de la pensión, de los que hay que deducir el préstamo de Atanasio Ivanovitch? En nuestra pequeña ciudad desgasta la poca vista que le queda tejiendo prendas de lana y bordando puños, pero yo sé que esto no añade más de veinte rublos al año a los ciento veinte de la pensión; lo sé positivamente. Por lo tanto, y a pesar de todo, ellas fundan sus esperanzas en los sentimientos generosos del señor Lujine. Creen que él mismo les ofrecerá su apoyo y les suplicará que lo acepten. ¡Sí, si… ! Esto es muy propio de dos almas románticas y hermosas. Os presentan hasta el último momento un hombre con plumas de pavo real y no quieren ver más que el bien, nunca el mal, aunque esas plumas no sean sino el reverso de la medalla; no quieren llamar a las cosas por su nombre por adelantado; la sola idea de hacerlo les resulta insoportable. Rechazan la verdad con todas sus fuerzas hasta el momento en que el hombre por ellas idealizado les da un puñetazo en la cara. Me gustaría saber si el señor Lujine está condecorado. Estoy seguro de que posee la cruz de Santa Ana y se adorna con ella en los banquetes ofrecidos por los hombres de empresa y los grandes comerciantes. También la lucirá en la boda, no me cabe duda… En fin, ¡que se vaya al diablo! ...
En la línea 339
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Pero ahora ‑cosa extraña‑ la pesada carreta tiene entre sus varas un caballejo de una delgadez lastimosa, uno de esos rocines de aldeano que él ha visto muchas veces arrastrando grandes carretadas de madera o de heno y que los mujiks desloman a golpes, llegando a pegarles incluso en la boca y en los ojos cuando los pobres animales se esfuerzan en vano por sacar al vehículo de un atolladero. Este espectáculo llenaba de lágrimas sus ojos cuando era niño y lo presenciaba desde la ventana de su casa, de la que su madre se apresuraba a retirarlo. ...
En la línea 483
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... De súbito, las campanadas de un reloj resonaron claramente en su oído. Se estremeció, volvió a la realidad, levantó la cabeza y miró hacia la ventana. Entonces recobró por completo la lucidez y se levantó precipitadamente, como si lo arrancaran del diván. Se acercó a la puerta de puntillas, la entreabrió cautelosamente y aguzó el oído, tratando de percibir cualquier ruido que pudiera llegar de la escalera. ...
En la línea 1164
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Había iniciado ya este tema, poco antes, queriendo hacerme una confidencia, sólo que yo no llegué a comprender bien a qué se refería. Se burlaba, según creo. Repetía sin cesar que él la esperaba, que debía, seguramente, encontrarse esperando bajo la ventana. ...
En la línea 1165
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¡Sí, sí, bajo la ventana!… Abre, pues, y mira. ¡Está ahí! ...
En la línea 1166
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Me empujó hacia la ventana, pero cuando me disponía a abrirla, se echó a reír. Yo me acerqué a ella y me abrazó apasionadamente. ...
En la línea 1172
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Fue a la ventana, la abrió, se asomó y, apoyada en el alféizar, permaneció unos tres minutos, sin volverse a escuchar lo que le decía. ...
En la línea 85
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... No es posible figurarse nada más sencillo que el dormitorio del obispo. Una puerta-ventana que daba al jardín; enfrente, la cama, una cama de hospital, con colcha de sarga verde; detrás de una cortina, los utensilios de tocador, que revelaban todavía los antiguos hábitos elegantes del hombre de mundo; dos puertas, una cerca de la chimenea que daba paso al oratorio; otra cerca de la biblioteca que daba paso al comedor. La biblioteca era un armario grande con puertas vidrieras, lleno de libros; la chimenea era de madera, pero pintada imitando mármol, habitualmente sin fuego. Encima de la chimenea, un crucifijo de cobre, que en su tiempo fue plateado, estaba clavado sobre terciopelo negro algo raído y colocado bajo un dosel de madera; cerca de la puerta-ventana había una gran mesa con un tintero, repleta de papeles y gruesos libros. ...
En la línea 351
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Se puso de pie, dudó aún un momento y escuchó: todo estaba en silencio en la casa; entonces examinó la ventana; miró hacia el jardín, con esa mirada atenta que estudia más que mira. Estaba cercado por una pared blanca bastante baja y fácil de escalar. ...
En la línea 352
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Después, con el ademán de un hombre resuelto, se dirigió a la cama, cogió su morral, lo abrió, lo registró, sacó un objeto de hierro que puso sobre la cama, se metió los zapatos en los bolsillos, cerró el saco y se lo echó a la espalda, se puso la gorra bajando la visera sobre los ojos, buscó a tientas su palo, y fue a colocarlo en el ángulo de la ventana; después volvió a la cama y cogió resueltamente el objeto que había dejado allí. Parecía una barra de hierro corta, aguzada como un chuzo: era una lámpara de minero. A veces se empleaba a presidiarios en faenas mineras cerca de Tolón y no es, por tanto, de extrañar que Valjean tuviera en su poder dicho implemento. Con ella en la mano, y conteniendo la respiración, se dirigió al cuarto contiguo. Encontró la puerta entornada. El obispo no la había cerrado. ...
En la línea 368
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... De repente Jean Valjean se puso la gorra, pasó rápidamente a lo largo de la cama sin mirar al obispo, se dirigió al armario que estaba a la cabecera; alzó la barra de hierro como para forzar la cerradura; pero estaba puesta la llave; la abrió y lo primero que encontró fue el cestito con la platería; lo cogió, atravesó la estancia a largos pasos, sin precaución alguna y sin cuidarse ya del ruido; entró en el oratorio, cogió su palo, abrió la ventana, la saltó, guardó los cubiertos en su morral, tiró el canastillo, atravesó el jardín, saltó la tapia como un tigre y desapareció. ...
En la línea 437
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Y Lucía volvió a Artegui la espalda, reclinándose en la ventana de codos. ...
En la línea 448
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Artegui, entretanto, rodando un sillón hasta tocar con la mesa, se sentó, y acodándose sobre el tapiz, escondió el rostro entre las manos, meditabundo. Lucía, desde el hueco de la ventana, observaba sus movimientos. Cuando vio que eran corridos hasta diez minutos sin que Artegui diese indicios de menearse ni de hablar, fuese aproximando quedito, y con voz tímida y pedigüeña, balbuceó: ...
En la línea 976
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Perico estaba ya en el portal. Miranda le llamó por la ventana; pero él se volvió risueño, le dijo adiós con la mano y echó a correr hacia la estación. Y he aquí cómo de dos egoísmos venció el más osado, ya que no el más fuerte y grande. ...
En la línea 1122
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Estúvose así un rato, sin pensar, sin desear, entregada sólo al placer de hallarse allí, en donde moraba Artegui. La obscuridad crecía, y al fin viniera a ser completa si el resplandor de un reverbero fronterizo no se quebrase en los cristales de la ventana. La vista de la luz hizo saltar en el diván a Lucía. ...

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