Cual es errónea Espinazo o Ezpinazo?
La palabra correcta es Espinazo. Sin Embargo Ezpinazo se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino ezpinazo es que hay un Intercambio de las letras s;z con respecto la palabra correcta la palabra espinazo

El Español es una gran familia
Reglas relacionadas con los errores de s;z
Las Reglas Ortográficas de la S
Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz
Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad
Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa
Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso
Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima
Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.
Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.
Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.
Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.
Las Reglas Ortográficas de la Z
Se escribe z y no c delante de a, o y u.
Se escriben con z las terminaciones -azo, -aza.
Ejemplos: pedazo, terraza
Se escriben con z los sustantivos derivados que terminan en las voces: -anza, -eza, -ez.
Ejemplos: esperanza, grandeza, honradez
La X y la S
Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras s;z
Algunas Frases de libros en las que aparece espinazo
La palabra espinazo puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 614
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Siempre en ellas, la cabeza metida entre los hombros y el espinazo doblegado, embriagándose en su labor; y la barraca de Barret presentaba un aspecto coquetón y risueño, como jamás lo había tenido en poder de su antiguo ocupante. ...
En la línea 942
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La mujer de _Zarandilla_ y Rafael, ayudados por aquella tropa, arreglaron las habitaciones del amo. Dos quinqués humosos dieron luz a la gran sala de enjalbegadas paredes, adornadas con algunos cromos de santos. Los hombres de confianza de don Luis, doblando el espinazo con cierta pereza, sacaron de espuertas y cajones todas las vituallas traídas en el carruaje. ...
En la línea 6670
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Al más atlético de todos, tipo de atezado rostro, de unos cuarenta años, le pregunté quiénes eran.—_Hamales_—me respondió.—Esta palabra es árabe y significa porteador; en efecto, un instante después vi atravesar la plaza a un individuo semejante tambaleándose bajo una inmensa carga, suficiente casi para romperle el espinazo a un camello. ...
En la línea 2166
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -No hay para qué desnudarse -dijo Sancho-, que yo sé que tiene vuestra merced un lunar desas señas en la mitad del espinazo, que es señal de ser hombre fuerte. ...
En la línea 2167
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Eso basta -dijo Dorotea-, porque con los amigos no se ha de mirar en pocas cosas, y que esté en el hombro o que esté en el espinazo, importa poco; basta que haya lunar, y esté donde estuviere, pues todo es una mesma carne; y, sin duda, acertó mi buen padre en todo, y yo he acertado en encomendarme al señor don Quijote, que él es por quien mi padre dijo, pues las señales del rostro vienen con las de la buena fama que este caballero tiene no sólo en España, pero en toda la Mancha, pues apenas me hube desembarcado en Osuna, cuando oí decir tantas hazañas suyas, que luego me dio el alma que era el mesmo que venía a buscar. ...
En la línea 5326
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... De cuando en cuando daba Sancho unos ayes profundísimos y unos gemidos dolorosos; y, preguntándole don Quijote la causa de tan amargo sentimiento, respondió que, desde la punta del espinazo hasta la nuca del celebro, le dolía de manera que le sacaba de sentido. ...
En la línea 2427
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Fortunata no contestó. Estas palabras y otras semejantes que Mauricia le solía decir, despertaban siempre en ella estímulos de amor o desconsuelos que dormitaban en lo más escondido de su alma. Al oírlas, un relámpago glacial le corría por todo el espinazo, y sentía que las insinuaciones de su compañera concordaban con sentimientos que ella tenía muy guardados, como se guardan las armas peligrosas. ...
En la línea 2463
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Alguna se le aproximó en son de burla; pero no pudo obtener de ella una sola palabra. Estaba sentada a lo moro, con los brazos caídos, la cabeza derecha, más napoleónica que nunca, la vista fija enfrente de sí con dispersión vaga más bien de persona soñadora que meditabunda. Parecía lela o quizás tenía semejanza con esos penitentes del Hindostán que se están tantísimos días seguidos mirando al cielo sin pestañear, en un estado medio entre la modorra y el éxtasis. Ya era tarde cuando se le acercó Belén sentándosele al lado. La miró atentamente, preguntándole que qué hacía allí y en qué pensaba, y por fin Mauricia desplegó sus labios de esfinge, y dijo estas palabras que le produjeron a Belencita una corriente fría en el espinazo: ...
En la línea 2494
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Aunque andaba muy aprisa, tardaba mucho tiempo en llegar al altar, porque la capilla, que era tan chica, se había vuelto muy grande. Lo menos había media legua desde la puerta al altar… Y mientras más andaba, más lejos, más lejos… Llegó por fin y subió los dos, tres, cuatro escalones, y le causaba tanta extrañeza verse en aquel sitio mirando de cerca la mesa aquella cubierta con finísimo y albo lienzo, que un rato estuvo sin poder dar el último paso. Le entró una risa convulsiva cuando puso su mano sobre el ara sagrada… «¿Quién me había de decir?… ¡oh, mi re—Dios de mi alma que yo… ji ji ji!… ». Apartó el Crucifijo que está delante de la puerta del sagrario, alargó luego el brazo; pero como no alcanzaba, alargábalo más y más, hasta que llegó a dolerle mucho de tantos estirones… Por fin, gracias a Dios, pudo abrir la puerta que sólo tocan las manos ungidas del sacerdote. Levantando la cortinilla, buscó un momento en el misterioso, santo y venerado hueco… ¡Oh!, no había nada. Busca por aquí, busca por allí y nada… Acordose de que no era aquel el sitio donde está la custodia, sino otro más alto. Subió al altar, puso los pies en el ara santa… Busca por aquí, por allí… ¡Ah!, por fin tropezaron sus dedos con el metálico pie de la custodia. Pero qué frío estaba, tan frío que quemaba. El contacto del metal llevó por todo lo largo del espinazo de Mauricia una corriente glacial… Vaciló. ¿Lo cogería, sí o no? Sí, sí mil veces; aunque muriera, era preciso cumplir. Con exquisito cuidado, más con gran decisión, empuñó la custodia bajando con ella por una escalera que antes no estaba allí. Orgullo y alegría inundaron el alma de la atrevida mujer al mirar en su propia mano la representación visible de Dios… ¡Cómo brillaban los rayos de oro que circundan el viril, y qué misteriosa y plácida majestad la de la hostia purísima, guardada tras el cristal, blanca, divina y con todo el aquel de persona, sin ser más que una sustancia de delicado pan! ...
En la línea 5415
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Sí, el quinto es—dijo Maxi, que sentía una corriente fría pasándole por el espinazo. ...
En la línea 117
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Pero Spitz, frío y calculador hasta en los momentos de mayor exaltación, se separó de la jauría y se desvió a través de una angosta franja de terreno donde el afluente trazaba una extensa curva. Buck no se enteró y, al describir él mismo la curva con aquel blanquecino espectro glacial lanzado por delante, vio que otro espectro, más grande aún, daba un salto desde la elevada orilla e interceptaba el paso del conejo. Era Spitz. El conejo no podía retroceder y, cuando los blancos dientes le partieron el espinazo en mitad de un brinco, soltó un chillido tan agudo como el de un hombre herido. Ante aquel sonido, el grito de la Vida que se precipita desde la cúspide en las garras de la Muerte, de la jauría entera que seguía a Buck se elevó un satánico aullido colectivo de placer. ...
En la línea 301
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Pero ningún ser viviente había saqueado la sede del tesoro, y los muertos, muertos estaban; por esta razón, John Thornton, Pete y Hans, con Buck y otra media docena de perros, pusieron rumbo al este por un camino desconocido, con el objetivo de alcanzar el éxito donde otros hombres y perros, tan buenos como ellos, habían fracasado. Recorrieron en el trineo unos ciento treinta kilómetros por el territorio del Yukón, giraron a la izquierda para continuar por el río Stewart, dejaron atrás el Mayo y el McQuestion, y siguieron adelante hasta que el Stewart se convirtió en un riachuelo que se abría paso entre los erguidos picos que marcaban el espinazo del continente. ...
En la línea 1059
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Ya sabía el pícaro lo que se hacía. Ni padre, ni tía se mostraban muy dispuestos a venir a encargarse de Pilar, y auguraba el contratiempo de tener que quedarse de enfermero… Su mente, fecunda en tretas, le sugirió mil para embelesar a Miranda, en aquella ciudad mágica que ya de suyo emboba a cuantos la pisan. Aprendió el esposo de Lucía los refinamientos de la cocina francesa en los mejores restauradores (ensordezca todo hablista); y con la golosina experta de su edad madura, llegó a tomarse gran interés en que la salsa holandesa fuese mejor aquí que dos puertas más abajo, y en que las setas rellenas se hallasen o no a la época más propia para ser saboreadas. Amén de estos goces culinarios, aficionose a los teatrillos del género chocarrero que tanto abundan en París: divirtiéronle las canciones picarescas, las muecas del payaso, la música retozona y los trajes ligeros y casi paradisíacos de aquellas bienaventuradas ninfas que se disfrazaban de cacerolas, de violines o de muñecos. Hasta se susurra -pero sin que existan datos para establecerlo como rigurosa verdad histórica- que el insigne ex buen mozo quiso recordar sus pasadas glorias, y verter una regaderita de agua sobre sus secos y mustios lauros, y eligió para cómplice a cierta rata de proscenio, nombrada Zulma en la docta academia teatral, si bien está averiguado que en regiones menos olímpicas pudo llamarse Antonia, Dionisia o cosa así. Tenía ésta tal el salero del mundo para cantar el estribillo (refrain) de ciertas tonadas (chansonnettes); y era para descuajarse y deshacerse de risa cuando, la mano en la cintura, la pierna derecha en el aire, guiñados los ojos y entreabierta la boca, despedía una exclamación canallesca, un grito venido en derechura de las pescaderías y mercados a posarse en sus labios de púrpura, para deleite y contentamiento de los espectadores. Ni eran estas las únicas gracias y donaires de la cantora, antes lo mejor de su repertorio, la quintaesencia de sus monerías, guardábala para la dulce intimidad de los felices mortales que a aquella Dánae de bambalinas lograban aproximarse, bien provistos de polvos de oro. ¡Con qué felina zalamería menudeaba los golpecitos en la panza, y llamaba a graves sesentones ratoncillos, perritos suyos, gatitos, bibis, y otros apelativos cariñosos y regalados, que a arrope y miel sabían! Pues ¿qué diré del chiste y garbo incomparable con que oprimía entre sus dientes de perlas, un pitillo ruso, lanzando al aire volutas de humo azul, mientras la contracción de sus labios destacaba la arremangada nariz y los hoyuelos de los arrebolados carrillos? ¿Qué de aquella su maestría en ocupar dos sillas a un tiempo sin que propiamente estuviera sentada en ninguna de ellas, y puesto que reposaba en la primera el espinazo, en la segunda los tacones? ¿Qué de la agilidad y destreza con que se sorbía diez docenas de ostras verdes en diez minutos, y bebíase dos o tres botellas de Rhin, que no parece sino que le untaban el gaznate con aceite y sebo para que fuese escurridizo y suave? ¿Qué de la risueña facundia con que probaba a sus amigos que tal anillo de piedras les venía estrecho al dedo, mientras a ella le caía como un guante? En suma, si la aventura que se murmuró por entonces en los bastidores de un teatrillo, y en la mesa redonda de la Alavesa, parece indigna de la prosopopeya tradicional en la mirandesca estirpe, cuando menos es justo consignar que la heroína era la más divertida, sandunguera y comprometedora zapaquilda de cuantas mayaban desafinada y gatunamente en los escenarios de París. ...

la Ortografía es divertida
Errores Ortográficos típicos con la palabra Espinazo
Cómo se escribe espinazo o hespinazo?
Cómo se escribe espinazo o ezpinazo?
Cómo se escribe espinazo o espinaso?
Más información sobre la palabra Espinazo en internet
Espinazo en la RAE.
Espinazo en Word Reference.
Espinazo en la wikipedia.
Sinonimos de Espinazo.
Palabras parecidas a espinazo
La palabra media
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