La palabra Semana ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
La llamada de la selva de Jack London
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece semana.
Estadisticas de la palabra semana
La palabra semana es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 321 según la RAE.
Semana es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 232.59 veces en cada obra en castellano
El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la semana en 150 obras del castellano contandose 35354 apariciones en total.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece semana
La palabra semana puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 609
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El pozo, después de una semana de descensos y penosos acarreos, quedó limpio de todas las piedras y la basura con que la pillería huertana lo había atiborrado durante diez años, y otra vez su agua limpia y fresca volvió a subir en musgoso pozal, con alegres chirridos de la garrucha, que parecía reírse de las gentes del contorno con una estridente carcajada de vieja maliciosa. ...
En la línea 684
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Los siete jueces se saludaron como gente que no se ha visto en una semana. ...
En la línea 1064
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Siempre gastando dinero! Eran dos reales o poco menos lo que en una semana había dejado en la taberna con tantos obsequios. ...
En la línea 1088
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y sola volvió durante toda una semana. ...
En la línea 181
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y como si Montenegro no conociese las costumbres de la casa, el buen hombre relataba detalladamente lo ocurrido. El sábado, al cobrar la semana los trabajadores de la bodega, el encargado les entregaba _la papeleta_ a todos: una invitación para que al día siguiente asistiesen a la misa que costeaba la familia de Dupont en la iglesia de San Ignacio. ...
En la línea 288
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Su dueño se salvó después de una semana transcurrida entre la vida y la muerte. El señor Fermín había traído de Jerez un médico, gran amigo de Salvatierra, un compañero de la época heroica, acostumbrado a esta clase de lances. Tuvo delirios que le hacían gritar con el terror de la pesadilla, y cuando después de largos desvanecimientos desentornaba los ojos, veía a María de la Luz sentada junto a la cama, inclinando sobre él su cabeza, como si buscase en su aliento la llegada de la reacción vital que habla de salvarle. ...
En la línea 317
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y Rafael se fue al cortijo, no volviendo a la viña más que una vez por semana, cuando iba a Jerez para hablar al amo de los asuntos de la labranza. Muchas veces tenía que buscarlo en la casa de alguna de sus protegidas. Le recibía en la cama, incorporándose sobre el almohadón, en el que descansaba otra cabeza. El nuevo aperador reía a solas las fanfarronadas de su amo, más atento a recomendarle la dureza y que «metiese en cintura» a los holgazanes que trabajaban sus campos, que a enterarse de las operaciones agrícolas, echando la culpa de las malas cosechas a los gañanes, una canalla que no quería trabajar y deseaba que los amos se convirtiesen en criados, como si el mundo pudiera volverse del revés. ...
En la línea 371
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Al sentarse _Zarandilla_ a la mesa, de vuelta de la cuadra, la primera mirada de sus ojos opacos era para la botella de vino, e instintivamente avanzaba sus manos temblonas. Era un lujo que había introducido Rafael en las comidas del cortijo. ¡Bien se reconocía en esto su juventud de mozo rumboso, acostumbrado al trato con los caballeros de Jerez, y sus visitas a Marchamalo, la famosa viña de los Dupont!... Años enteros había pasado el viejo cuando era aperador sin otra alegría que la de deslizarse, a espaldas de su mujer, hasta los ventorrillos de la carretera, o la de ir a Jerez con pretexto de llevar a la familia del amo alguna cesta de huevos o un par de capones, viajes de los que regresaba cantando, con la mirada chispeante, las piernas inseguras y en la cabeza un repuesto de alegría para toda una semana. Si alguna vez había soñado con la fortuna, era sin otra ambición que la de beber como el más rico caballero de la ciudad. ...
En la línea 3009
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿Os veré pronto?-Claro que sí; espero que la próxima semana mi servicio me deje alguna libertad, y la aprovecharé para venir a ordenar nuestras cosas, qu e deben estar algo desordenadas. ...
En la línea 3235
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Aquella noche, Aramis velaba, sombrío y soñador; D'Artagnan le hizo algunas preguntas sobre aquella melancolía profunda; Aramis se excusó alegando un comentario del capítulo dieciocho de San Agustín que tenía que escribir en latín para la semana siguiente, y que le preo cupaba mucho. ...
En la línea 4910
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Una semana más con vuestro amigo en la bodega y estaremos arrui nados. ...
En la línea 5901
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Podréis venir tres veces p or semana -dijo la señora Coquenard. ...
En la línea 640
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Casi todos eran muy apuestos, y, a diferencia de los dos que vi la semana anterior, locuaces y expansivos; sólo hablaban su lengua natal y parecían sentir gran desprecio por el portugués. ...
En la línea 1757
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Todavía la semana pasada, un individuo jorobado se abrió paso hasta mi despacho, donde yo trataba asuntos importantes, y me dijo que Cristo estaba para llegar de un momento a otro... ...
En la línea 2006
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Pocos días bastaron para demostrar que, en efecto, a Istúriz le sobraban motivos para entristecerse: menos de una semana después estalló la llamada revolución de La Granja. ...
En la línea 2474
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... No quise acceder a su petición, aunque necesitaba un criado; le hice, pues, volver a Córdoba, donde, según supe más tarde, murió repentinamente a la semana de haber llegado. ...
En la línea 2364
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... »A todas estas y otras muchas razones que Anselmo dijo a Lotario para persuadille volviese como solía a su casa, respondió Lotario con tanta prudencia, discreción y aviso, que Anselmo quedó satisfecho de la buena intención de su amigo, y quedaron de concierto que dos días en la semana y las fiestas fuese Lotario a comer con él; y, aunque esto quedó así concertado entre los dos, propuso Lotario de no hacer más de aquello que viese que más convenía a la honra de su amigo, cuyo crédito estimaba en más que el suyo proprio. ...
En la línea 4499
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Llegué, vila, y vencíla, y hícela estar queda y a raya, porque en más de una semana no soplaron sino vientos nortes. ...
En la línea 5052
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Díjome Montesinos como toda aquella gente de la procesión eran sirvientes de Durandarte y de Belerma, que allí con sus dos señores estaban encantados, y que la última, que traía el corazón entre el lienzo y en las manos, era la señora Belerma, la cual con sus doncellas cuatro días en la semana hacían aquella procesión y cantaban, o, por mejor decir, lloraban endechas sobre el cuerpo y sobre el lastimado corazón de su primo; y que si me había parecido algo fea, o no tan hermosa como tenía la fama, era la causa las malas noches y peores días que en aquel encantamento pasaba, como lo podía ver en sus grandes ojeras y en su color quebradiza. ...
En la línea 6951
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -En casa, por ahora -respondió el huésped-, no lo hay, porque se ha acabado; pero la semana que viene lo habrá de sobra. ...
En la línea 240
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Empleando estos medios, adoptando el traje y las maneras de los gauchos, es como el general Rosas ha adquirido una popularidad sin límites en el país y luego un poder despótico. Un negociante inglés me ha asegurado que un hombre detenido por haber muerto a otro, cuando le interrogaron acerca del móvil de su crimen, respondió: «Le he matado porque habló con insolencia del general Rosas». Al cabo de una semana pusieron en libertad al asesino. Quiero suponer que este sobreseimiento fue ordenado por los amigos del general y no por el mismo Rosas. ...
En la línea 261
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El Beagle llega el 24 de agosto a Bahía Blanca; y, al cabo de una semana de estancia, larga velas para el Plata. El capitán, Fitz-Roy, consiente en dejarme atrás para permitirme llegar a Buenos Aires por la vía terrestre. Voy a resumir algunas observaciones hechas en esta región durante esa visita y durante otra anterior, en que el Beagle estuvo determinando la situación del puerto. ...
En la línea 379
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Pues bien; me consta que un hombre sin perros no hubiera podido matar siete ciervos en una semana. Los hombres afirmaban haber visto lo menos quince avestruces muertos (uno lo teníamos para comer); añadían que otros muchos se habían quedado ciegos. ...
En la línea 483
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 18 de noviembre.- Acompaño a mi hospedero a su estancia, sita en el arroyo de San Juan. Por la tarde damos a caballo una vuelta alrededor de su propiedad: comprende 2 1/2 leguas cuadradas y está en lo que se llama un rincón, es decir, que el río de la Plata costea uno de los lados y los otros dos están defendidos por torrentes infranqueables. Hay allí un excelente puesto para embarcaciones pequeñas y una gran abundancia de monte bajo, lo cual constituye un valor de mucha cuantía, pues esa leña se emplea para la calefacción en Buenos' Aires. Tenía yo curiosidad por saber cuál podría ser el valor de una estancia tan completa. Hay en ella 3.000 cabezas de ganado vacuno y podría alimentar tres o cuatro veces más, 700 yeguas, 150 caballos domados y 600 carneros; además hay agua y piedra caliza en gran cantidad, excelentes corrales, una casa y un vivero de albérchigos. Por todo esto han ofrecido 10.000 pesos al propietario; pide 2.500 pesos más y probablemente lo daría por menos. El principal trabajo que necesita una estancia es recoger dos veces por semana el ganado en un sitio céntrico, para amansarlo y poco y para contarlo. Pudiera creerse que esta operación presentará grandes dificultades cuando se reúnan 12.000 a 15.000 cabezas en un lugar. ...
En la línea 1747
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Visitaban a lo mejor de Vetusta, sin contar la visita al Santísimo y la Vela, que les tocaba una vez por semana. ...
En la línea 1749
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Comían dos o tres veces por semana fuera de casa. ...
En la línea 3415
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Dos veces a la semana se jugaba en su casa a la lotería o a la aduana. ...
En la línea 4574
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —¡Programa! —gritó don Víctor —: al teatro dos veces a la semana por lo menos; a la tertulia de la Marquesa cada cinco o seis días, al Espolón todas las tardes que haga bueno; a las reuniones de confianza del Casino en cuanto se inauguren este año; a las meriendas de la Marquesa, a las excursiones de la high life vetustense, y a la catedral cuando predique don Fermín y repiquen gordo. ...
En la línea 397
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Al marcharse don Baltasar, sintió el joven un enorme vacío, según sus palabras. Poco menos de una semana había bastado para que se acostumbrase al trato con el canónigo, haciéndole falta sus conversaciones y su presencia. ...
En la línea 534
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Permaneció una semana en San Sebastián, aburriéndose. Pasó a Biarritz, y el fastidio fue pisando sus huellas. ...
En la línea 1054
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Fingía despreciar la frivolidad de una existencia de continuas recepciones, en las que se veían siempre las mismas gentes, y, sin embargo, asistía a todas ellas, aun sintiéndose enfermo, y no pasaba semana sin que diese una comida en su palacio-museo. ...
En la línea 1137
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Y satisfecho de haber cortado sus relaciones con el dplomático-artista y con su antiguo tutor, se juró a sí mismo no permanecer en Roma mas de una semana. Necesitaba este plazo para resolver ciertos pequeños asuntos de la vida diaria que tenia pendientes y entregar el víllino a un amigo de su propietario. Le dolía acordarse de la dulce Estela, víctima inocente, merecedora de compasión, y a la vez su orgullo le hacía considerar la insolencia de la noche anterior como un acto providencial. Gracias a él, iba a librarse de su matrimonio con la hija de Bustamante. ...
En la línea 456
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En resumen: bastó una semana para que en todos los países triunfasen las mujeres, quedando los hombres en un servilismo igual al que habían infligido a nuestro sexo durante miles de años. Así fue lo que hemos convenido en llamar la Verdadera Revolución, tan distinta en sus resultados a las revoluciones hechas por los hombres. ...
En la línea 95
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El llamado Estupiñá debía de ser indispensable en todas las tertulias de tiendas, porque cuando no iba a la de Arnaiz, todo se volvía preguntar: «Y Plácido, ¿qué es de él?». Cuando entraba le recibían con exclamaciones de alegría, pues con su sola presencia animaba la conversación. En 1871 conocí a este hombre, que fundaba su vanidad en haber visto toda la historia de España en el presente siglo. Había venido al mundo en 1803 y se llamaba hermano de fecha de Mesonero Romanos, por haber nacido, como este, el 19 de Julio del citado año. Una sola frase suya probará su inmenso saber en esa historia viva que se aprende con los ojos: «Vi a José I como le estoy viendo a usted ahora». Y parecía que se relamía de gusto cuando le preguntaban: «¿Vio usted al duque de Angulema, a lord Wellington?… ». «Pues ya lo creo». Su contestación era siempre la misma: «Como le estoy viendo a usted». Hasta llegaba a incomodarse cuando se le interrogaba en tono dubitativo. «¡Que si vi entrar a María Cristina!… Hombre, si eso es de ayer… ». Para completar su erudición ocular, hablaba del aspecto que presentaba Madrid el 1.º de Septiembre de 1840, como si fuera cosa de la semana pasada. Había visto morir a Canterac; ajusticiar a Merino, «nada menos que sobre el propio patíbulo», por ser él hermano de la Paz y Caridad; había visto matar a Chico… , precisamente ver no, pero oyó los tiritos, hallándose en la calle de las Velas; había visto a Fernando VII el 7 de Julio cuando salió al balcón a decir a los milicianos que sacudieran a los de la Guardia; había visto a Rodil y al sargento García arengando desde otro balcón, el año 36; había visto a O'Donnell y Espartero abrazándose, a Espartero solo saludando al pueblo, a O'Donnell solo, todo esto en un balcón, y por fin, en un balcón había visto también en fecha cercana a otro personaje diciendo a gritos que se habían acabado los Reyes. La historia que Estupiñá sabía estaba escrita en los balcones. ...
En la línea 99
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Era muy fino con las señoras de alto copete. Su afabilidad tenía tonos como este: «¿La cúbica? Sí que la hay. ¿Ve usted la pieza allá arriba? Me parece, señora, que no es lo que usted busca… digo, me parece; no es que yo me quiera meter… Ahora se estilan rayaditas: de eso no tengo. Espero una remesa para el mes que entra. Ayer vi a las niñas con el Sr. D. Cándido. Vaya, que están creciditas. ¿Y cómo sigue el señor mayor? ¡No le he visto desde que íbamos juntos a la bóveda de San Ginés!»… Con este sistema de vender, a los cuatro años de comercio se podían contar las personas que al cabo de la semana traspasaban el dintel de la tienda. A los seis años no entraban allí ni las moscas. Estupiñá abría todas las mañanas, barría y regaba la acera, se ponía los manguitos verdes y se sentaba detrás del mostrador a leer el Diario de Avisos. Poco a poco iban llegando los amigos, aquellos hermanos de su alma, que en la soledad en que Plácido estaba le parecían algo como la paloma del arca, pues le traían en el pico algo más que un ramo de oliva, le traían la palabra, el sabrosísimo fruto y la flor de la vida, el alcohol del alma, con que apacentaba su vicio… Pasábanse el día entero contando anécdotas, comentando sucesos políticos, tratando de tú a Mendizábal, a Calatrava, a María Cristina y al mismo Dios, trazando con el dedo planes de campaña sobre el mostrador en extravagantes líneas tácticas; demostrando que Espartero debía ir necesariamente por aquí y Villarreal por allá; refiriendo también sucedidos del comercio, llegadas de tal o cual género; lances de Iglesia y de milicia y de mujeres y de la corte, con todo lo demás que cae bajo el dominio de la bachillería humana. A todas estas el cajón del dinero no se abría ni una sola vez, y a la vara de medir, sumida en plácida quietud, le faltaba poco para reverdecer y echar flores como la vara de San José. Y como pasaban meses y meses sin que se renovase el género, y allí no había más que maulas y vejeces, el trueno fue gordo y repentino. Un día le embargaron todo, y Estupiñá salió de la tienda con tanta pena como dignidad. ...
En la línea 135
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Estupiñá siguió aún más de una semana sin salir de casa, y el Delfín iba todos los días a verle ¡todos los días!, con lo que estaba mi hombre más contento que unas Pascuas, pero en vez de entrar por la zapatería, Juanito, a quien sin duda no cansaba la escalera, entraba siempre por el establecimiento de huevos de la Cava. ...
En la línea 144
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... A la semana siguiente, otra delación: ...
En la línea 19
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Y aun su deseo de ver una sola vez a un príncipe de carne y hueso crecía en él día con día, semana con semana, hasta que por fin absorbió todos sus demás deseos y llegó a ser la pasión única de su vida. ...
En la línea 536
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Cuando desapareció el enano, Tom voló a Offal Court con su premio, diciéndose: –Cada noche daré un penique a mi padre. Él creerá que me lo han dado de limosna, se alegrará su corazón y no me pegará más. Cada semana daré un penique al buen sacerdote que me enseñó cuanto sé; y para mi madre, Bet y Nan, serán los otras cuatro. Se acabaron el hambre y los harapos, se acabaron los temores, los apuros y los malos tratos. ...
En la línea 783
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Cierto que lo era. Bess, la negra, su socorrida, es de los nuestros todavía, pero se ha ido hacia el este. Muchacha lista y de conducta ordenada. Nadie la ha visto borracha más de cuatro días por semana. ...
En la línea 1215
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... En la semana siguiente, días y noches fueron de monótona igualdad en cuanto a acontecimientos. Hombres cuyos semblantes recordaba Hendon más o menos distintamente, llegaban de día a mirar al 'impostor' y a repudiarle e insultarle, y por la noche los alborotos y las peleas proseguían con insufrible regularidad. No obstante, al fin se ofreció un nuevo episodio. El alcaide hizo entrar a un anciano y le dijo: ...
En la línea 626
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Voy a escapar, pero dentro de una semana, vendré a buscarte a la cabeza de mis hombres. ...
En la línea 661
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Gracias! Acepto todo lo que me ofreces, porque estoy hambriento como un tigre que haya ayunado una semana. ...
En la línea 345
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... La tía abuela del señor Wopsle, además de dirigir su Instituto de Educación, regía, en la misma estancia, una tienda de abacería. No tenía la menor idea de los géneros que poseía, ni tampoco de los precios de cada uno de ellos; pero guardada en un cajón había una grasienta libreta que servía de catálogo de precios, de modo que, gracias a ese oráculo, Biddy realizaba todas las transacciones de la tienda. Biddy era la nieta de la tía abuela del señor Wopsle; y confieso mi incapacidad para solucionar el problema de cuál era el grado de parentesco que tenía con el señor Wopsle. Era huérfana como yo y también como yo fue criada «a mano». Sin embargo, era mucho más notable que yo por las extremidades de su persona, ya que su cabello jamás estaba peinado, ni sus manos nunca lavadas, y en cuanto a sus zapatos, carecían siempre de toda reparación y de tacones. Tal descripción debe aceptarse con la limitación de un día cada semana, porque el domingo asistía a la iglesia muy mejorada. ...
En la línea 548
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¡Calla, calla! Nada sé ni quiero saber de los días de la semana, ni de las semanas del año. Vuelve dentro de seis días. ¿Entiendes? ...
En la línea 1119
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Sin embargo, se había mejorado mucho su genio, y a la sazón se mostraba paciente. Una trémula incertidumbre de acción en todos sus miembros fue pronto una parte de su estado regular, y luego, a intervalos de dos o tres meses, solía llevarse las manos a la cabeza y, a veces, permanecía por espacio de una semana sumida en alguna aberración mental. Estábamos muy preocupados por encontrar una enfermera conveniente destinada a ella, hasta que por una casualidad hallamos lo que buscábamos. La tía abuela del señor Wopsle quedó por fin sumida en el sueño eterno, y así Biddy vino a formar parte de nuestra familia. Cosa de un mes después de la reaparición de mi hermana en la cocina, Biddy llegó a nuestra casa con una cajita moteada que contenía todos sus efectos y fue desde entonces una verdadera bendición para la casa y especialmente para Joe, pues el pobre muchacho estaba muy apenado por la constante contemplación de la ruina en que se había convertido su mujer y había tomado la costumbre, cuando la cuidaba, de volver a cada momento hacia mí para decirme con los azules ojos humedecidos por las lágrimas: ...
En la línea 1691
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Y acomodándose tan sólo en una silla, continuó la lectura. Inmediatamente su rostro expresó el mayor interés, como si hubiese estado leyendo durante una semana entera, pero antes de haber recorrido media docena de líneas fijó los ojos en mí y dijo: Espero que su mamá estará buena. ...
En la línea 1098
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Ni una mancha, ni un boquete; aunque usados, están nuevos. El chaleco hace juego con el pantalón, como exige la moda. Bien mirado, debemos felicitarnos de que estas prendas no sean nuevas, pues así son más suaves, más flexibles… Ahora otra cosa, amigo Rodia. A mi juicio, para abrirse paso en el mundo hay que observar las exigencias de las estaciones. Si uno no pide espárragos en invierno, ahorra unos cuantos rublos. Y lo mismo pasa con la ropa. Estamos en pleno verano: por eso he comprado prendas estivales. Cuando llegue el otoño necesitarás ropa de más abrigo. Por lo tanto, habrás de dejar ésta, que, por otra parte, estará hecha jirones… Bueno, adivina lo que han costado estas prendas. ¿Cuánto te parece? ¡Dos rublos y veinticinco kopeks! Además, no lo olvides, en las mismas condiciones que la gorra: el año próximo te lo cambiarán gratuitamente. El trapero Fediaev no vende de otro modo. Dice que el que va a comprarle una vez no ha de volver jamás, pues lo que compra le dura toda la vida… Ahora vamos con las botas. ¿Qué te parecen? Ya se ve que están usadas, pero durarán todavía lo menos dos meses. Están confeccionadas en el extranjero. Un secretario de la Embajada de Inglaterra se deshizo de ellas la semana pasada en el mercado. Sólo las había llevado seis días, pero necesitaba dinero. He dado por ellas un rublo y medio. No son caras, ¿verdad? ...
En la línea 1678
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Catalina Ivanovna corrió hacia la ventana. Allí había una silla desvencijada y, sobre ella, una cubeta de barro llena de agua. La había preparado para lavar por la noche la ropa interior de su marido y de sus hijos. Este trabajo nocturno lo hacía Catalina Ivanovna dos veces por semana cuando menos, e incluso con más frecuencia, pues la familia había llegado a tal grado de miseria, que ninguno de sus miembros tenía más de una muda. Y es que Catalina Ivanovna no podía sufrir la suciedad y, antes que verla en su casa, prefería trabajar hasta más allá del límite de sus fuerzas. Lavaba mientras todo el mundo dormía. Así podía tender la ropa y entregarla seca y limpia a la mañana siguiente a su esposo y a sus hijos. ...
En la línea 1749
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Catalina Ivanovna ‑le dijo‑, la semana pasada, su difunto esposo me contó la historia de su vida y todos los detalles de su situación. Le aseguro que hablaba de usted con la veneración más entusiasta. Desde aquella noche en que vi cómo les quería a todos ustedes, a pesar de sus flaquezas, y, sobre todo, cómo la respetaba y la amaba a usted, Catalina Ivanovna, me consideré amigo suyo. Permítame, pues, que ahora la ayude a cumplir sus últimos deberes con mi difunto amigo. Tenga… , veinticinco rublos. Tal vez este dinero pueda serle útil… Y yo… , en fin, ya volveré… Sí, volveré seguramente mañana… Adiós. Ya nos veremos. ...
En la línea 2357
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑No cabe duda de que Dios está en todas partes. Imagínate, Porfirio, que la semana pasada me rogó insistentemente que te lo presentase, y vosotros habéis trabado conocimiento prescindiendo de mí. ¿Dónde tienes el tabaco? ...
En la línea 539
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... “La estancia en un balneario con tratamiento apropiado haría desaparecer la obstrucción. “ ¿Por qué no?, pensé. Los Duorzaivguine lanzaron suspiros: “¡ Qué idea irte tan lejos!” ¿Qué os parece eso? En veinticuatro horas, mis preparativos de viaje estaban hechos y el viernes de la semana pasada tomé a mi camarera, luego Potapytch, luego a Fiodor, mi criado, del que me separé en Berlín, pues me era inútil y hubiera podido ya viajar sola. Tomé un departamento reservado. Hay factores en todas las estaciones que, por veinte kopeks, os llevan a donde queréis… ¡Qué habitación! —terminó diciendo, mientras miraba en torno—. ¿De dónde sacas el dinero, amigo mío? Porque toda tu hacienda está hipotecada. ¡Sólo a este franchute le debes una buena suma! ¡Lo sé todo, todo! ...
En la línea 581
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Probablemente, en los balnearios y en los hoteles de toda Europa, cuando el gerente destina una habitación a los huéspedes, se guía más que por los gustos de ellos por su opinión personal acerca de la cuenta que podrá hacerles pagar. Pero Dios sabe por qué se destinó a la abuela un alojamiento cuya suntuosidad no dejaba nada que desear: cuatro habitaciones magníficamente amuebladas, con sala de baño, dormitorios para los criados, para la camarera, etc. En efecto, estas habitaciones habían sido ocupadas, una semana antes, por una gran duquesa, lo que se apresuraron en poner de relieve a la nueva huésped, con lo cual les daban más valor a esos departamentos, para justificar, así, su elevado precio. ...
En la línea 1116
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... En efecto, hubiérase dicho que el destino me empujaba. Esta vez, como adrede, ocurrió una circunstancia que se repite, por otra parte, bastante frecuentemente en el juego. El juego se da, por ejemplo, rojo, y sale diez, quince veces seguidas. Anteayer mismo oí decir que durante la semana pasada el rojo se dio veintidós veces consecutivas. Era un hecho sin precedentes en la ruleta y causó gran sorpresa. Un jugador experto sabe lo que significa ese capricho del azar. Cualquiera diría, por ejemplo, que habiendo salido el rojo dieciséis veces, a la jugada diecisiete saldrá negro. Los novatos muerden en masa en este cebo, doblan y triplican sus posturas y pierden de un modo feroz. ...
En la línea 1254
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Digo solamente cien mil, pues di la otra mitad a la señorita Blanche, en dinero contante y sonante; cincuenta mil francos en Francfort, y, tres días más tarde, en París, un cheque por la misma suma, que hizo efectivo al cabo de una semana. ...
En la línea 148
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... El río Thirty Ele, por su parte, estaba relativamente cubierto de hielo, y en un día recorrieron lo que de ida les había llevado diez. De un tirón se hicieron cien kilómetros desde la punta del lago Le Barge hasta los rápidos de White Horse. Al atravesar el Marsh, el Tagish y el Bennett (cien kilómetros de lagos), su velocidad era tal que al hombre que le tocaba ir corriendo era remolcado atado al extremo de una cuerda. Y la última noche de la segunda semana coronaron el White Pass y bajaron raudos por la pendiente marítima con las luces de Skaguay y las embarcaciones a sus pies. ...
En la línea 155
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Fue un viaje difícil por la carga que arrastraban, y un esfuerzo tan duro resultó agotador. Al llegar a Dawson habían perdido peso y estaban tan extenuados que habrían necesitado diez días, o al menos una semana, de descanso. Pero a los dos días ya iban bajando por las márgenes del Yukón hacia los Barracks, cargados de cartas para el extranjero. Los perros estaban fatigados, los conductores, de mal humor, y por si fuera poco, nevaba todos los días. Esto quería decir un terreno blando, mayor fricción en los patines y más dificultad para los perros; pero los conductores afrontaban todo aquello con prudencia y hacían cuanto podían para que no resultase demasiado duro para los animales. ...
En la línea 319
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Empezó a dormir fuera por las noches y a pasar días enteros lejos del campamento. Una vez cruzó la divisoria en la fuente del riachuelo y se internó en la comarca de los bosques y las corrientes. Estuvo una semana recorriéndola, buscando vanamente algún indicio reciente del hermano salvaje, matando para comer durante la marcha y andando con ese desenvuelto paso largo que según dicen nunca agota. Pescó un salmón en un ancho río que desembocaba en el mar por alguna parte y, en sus orillas, mató a un gran oso negro que, cegado por los mosquitos mientras pescaba, había caminado rugiendo por el bosque, incapacitado y terrible. Aun así, la pelea fue tremenda y puso en acción las dosis de ferocidad latentes en Buck. Y dos días más tarde, cuando volvió al mismo lugar y encontró a una docena de glotones disputándose los despojos de su víctima, los dispersó como si fueran paja; y los fugitivos dejaron atrás a dos de ellos que no volverían a disputar por nada. ...
En la línea 338
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Y verdaderamente Buck era la encarnación del mal rugiendo tras ellos para seguir matándolos entre los árboles. Fue un día aciago para los yeehat. Se desperdigaron por todo el territorio y hasta una semana más tarde no lograron reunirse los últimos para contar las bajas que habían tenido. Por su parte, Buck, cansado de la persecución, regresó al campamento desolado. Halló a Pete acostado entre las mantas donde le habían sorprendido y dado muerte en el primer momento. La lucha desesperada de Thornton estaba escrita en la tierra, y Buck siguió su rastro paso a paso hasta la orilla de una laguna profunda. Allí, con la cabeza y las patas delanteras en el agua, yacía Skeet, fiel hasta el final. La misma charca, fangosa y amarillenta, ocultaba lo que contenía. Y lo que contenía era John Thornton, ya que el rastro que Buck había seguido se internaba en el agua y no volvía a aparecer. ...
En la línea 951
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Sí, chica… ¿Quién resiste ya aquí? Esto se ha quedado de lo más tonto… ¡Vaya! Ni alma viviente… Sí, la krauss se fue; la contrataron en París… Un éxito la última noche de Mignon… Hay hoteles que ya se han cerrado… Como comprenderás, la soga tras el caldero… pues, en marchándose la sueca, ¿iba él a quedarse? Hasta Estocolmo irá… ¡No que no! ¿Pero no lo sabías? El día de la marcha le llenó el coche de ramos… todo un vagón-salón cubierto de gardenias y camelias… ¿qué te parece? Ya representa algunos franquillos, ya… Luisa Natal… ¿adónde sino a Madrid?… ¡Ah! La condesa hace el viaje deteniéndose en Lourdes… una semana lo menos piensa pasar allí… Sí, Cañahejas va a un castillo de unos parientes de Monsieur Anatole, donde cazarán hasta Noviembre… ¿Jiménez? No sé, chica… Ése siempre anda en misterios y tapujos… Dicen que si la Laurent, la soprano de la compañía… Aquella bizca… No creo ni esto… Es un jactancioso, alabadizo sempiterno. ...
En la línea 1072
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Toda la retórica piadosa de Lucía se estrellaba ante la invencible y benéfica ilusión de la hora postrera. Acudió a Miranda y Perico demandando ayuda, y ambos se encogieron de hombros, declarándose de todo punto inexpertos y poco a propósito para asuntos tales. Justamente el día en que se le puso en la cabeza hablarles del asunto, tenían ellos concertada una cena con Zulma y compañeras no mártires en el más calentito y retirado gabinete de Brébant. ¡Brava sazón de pensar en semejantes cosas! No obstante, alguien hubo que sacó a Lucía del atolladero; y fue ni más ni menos que Sardiola, que conocía a un jesuita paisano suyo, el Padre Arrigoitia, y lo trajo en un santiamén. Era el Padre Arrigoitia alto como una caña, encorvado por la cintura, dulce como el jarabe y tan pegadizo e insinuante como brusco y desamorado su conterráneo el Padre Urtazu. Entró pretextando una visita de la tía de Pilar, volvió manifestando mucho interés por la salud corporal de la enferma, trajo tierra de la santa gruta de Manresa y pastillas pectorales de Belmet, todo junto y envuelto en muchos papelitos, y en suma, se dio tal maña y arte, que a la semana de conocerle y tratarle, Pilar espontáneamente pidió lo que tanto deseaban darle el jesuita y la enfermera. Al salir el Padre Arrigoitia del cuarto de la que bien podemos llamar moribunda, después de haber pronunciado las palabras de la absolución, sintió detrás de la puerta el ulular de un congojado pecho, y oyó una voz que decía: ...

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