Cual es errónea Esperaba o Esperava?
La palabra correcta es Esperaba. Sin Embargo Esperava se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino esperava es que hay un Intercambio de las letras b;v con respecto la palabra correcta la palabra esperaba
Más información sobre la palabra Esperaba en internet
Esperaba en la RAE.
Esperaba en Word Reference.
Esperaba en la wikipedia.
Sinonimos de Esperaba.
Errores Ortográficos típicos con la palabra Esperaba
Cómo se escribe esperaba o hesperaba?
Cómo se escribe esperaba o esperraba?
Cómo se escribe esperaba o ezperaba?
Cómo se escribe esperaba o esperava?

El Español es una gran familia
Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras b;v
Reglas relacionadas con los errores de b;v
Las Reglas Ortográficas de la B
Regla 1 de la B
Detrás de m se escribe siempre b.
Por ejemplo:
sombrío
temblando
asombroso.
Regla 2 de la B
Se escriben con b las palabras que empiezan con las sílabas bu-, bur- y bus-.
Por ejemplo: bujía, burbuja, busqué.
Regla 3 de la B
Se escribe b a continuación de la sílaba al- de inicio de palabra.
Por ejemplo: albanés, albergar.
Excepciones: Álvaro, alvéolo.
Regla 4 de la B
Las palabras que terminan en -bundo o -bunda y -bilidad se escriben con b.
Por ejemplo: vagabundo, nauseabundo, amabilidad, sociabilidad.
Excepciones: movilidad y civilidad.
Regla 5 de la B
Se escriben con b las terminaciones del pretérito imperfecto de indicativo de los verbos de la primera conjugación y también el pretérito imperfecto de indicativo del verbo ir.
Ejemplos: desplazaban, iba, faltaba, estaba, llegaba, miraba, observaban, levantaba, etc.
Regla 6 de la B
Se escriben con b, en todos sus tiempos, los verbos deber, beber, caber, haber y saber.
Regla 7 de la B
Se escribe con b los verbos acabados en -buir y en -bir. Por ejemplo: contribuir, imbuir, subir, recibir, etc.
Excepciones: hervir, servir y vivir, y sus derivados.
Las Reglas Ortográficas de la V
Regla 1 de la V Se escriben con v el presente de indicativo, subjuntivo e imperativo del verbo ir, así como el pretérito perfecto simple y el pretérito imperfecto de subjuntivo de los verbos tener, estar, andar y sus derivados. Por ejemplo: estuviera o estuviese.
Regla 2 de la V Se escriben con v los adjetivos que terminan en -ava, -ave, -avo, -eva, -eve, -evo, -iva, -ivo.
Por ejemplo: octava, grave, bravo, nueva, leve, longevo, cautiva, primitivo.
Regla 3 de la V Detrás de d y de b también se escribe v. Por ejemplo: advertencia, subvención.
Regla 4 de la V Las palabras que empiezan por di- se escriben con v.
Por ejemplo: divertir, división.
Excepciones: dibujo y sus derivados.
Regla 5 de la V Detrás de n se escribe v. Por ejemplo: enviar, invento.
Algunas Frases de libros en las que aparece esperaba
La palabra esperaba puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 314
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pues bien; él en su casa esperaba; si el otro quería algo que fuese a buscarlo. ...
En la línea 1010
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Al pasar ella por segunda vez quedó como encantado, con una pierna de cordero en la diestra sin dársela a su panzudo patrón, que en vano la esperaba, y el cual, soltando un taco redondo, llegó a amenazarle con su cuchilla. ...
En la línea 1051
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Hacía dos días que la muchacha esperaba estas palabras, y, sin embargo, le causaron el efecto de una revelación inesperada. ...
En la línea 1123
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿No sabían las otras a quién esperaba? Pues a su novio, el nieto del tío Tomba. ...
En la línea 952
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En el patio se tropezó con _Alcaparrón_, que atraído por el ruido de la fiesta esperaba una coyuntura para introducirse en la sala con su pegajosidad de parásito. El aperador le amenazó con varios palos si seguía allí. ...
En la línea 1099
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El novillo suelto, persiguiendo a las jornaleras ebrias, hacía prorrumpir en ruidosas carcajadas a una juventud que, bebiendo vino, desbravando caballos y discutiendo mujeres, esperaba el momento de heredar la riqueza y la tierra de todo Jerez... ¡Pero, qué buena sombra tenía el tal Luis! ¡Y pensar que ellos no habían presenciado aquella broma! Algunos recordaban con amargura que les había invitado a la fiesta, y se lamentaban de la ausencia. ...
En la línea 1118
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Ella esperaba algo negro y monstruoso, una oleada putrefacta que, al salir, se llevase todo el mal de la muchacha. ...
En la línea 1471
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero de Fermín lo esperaba todo, y se confiaba a él. ...
En la línea 278
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Llegado a la escalinata, fue peor aún; en los primeros escalones había cuatro mosqueteros que se divertían en el ejercicio siguiente, mien tras diez o doce camaradas suyos esperaba n en el rellano a que les to cara la vez para ocupar plaza en la partida. ...
En la línea 489
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Al menos se marchó tras haber hablado un instante con aquella a la que esperaba. ...
En la línea 516
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... »Ocurrió de muy otra forma a como esperaba Tréville; D'Artagnan respondió con la mayor simplicidad:-Señor, llego a París con intenciones completamente idénticas. ...
En la línea 676
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Gracias a las leales excusas que le preparaba, esperaba hacer un ami go de Athos, cuyos aires de gran señor y cuya actitud austera le agr adaron mucho. ...
En la línea 1735
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Díjome que si yo deseaba una entrevista con Mendizábal, él se ofrecía a procurármela, pero al mismo tiempo me advirtió con franqueza que no esperaba de ella ningún resultado bueno, porque le constaba la violenta predisposición de Mendizábal contra la Sociedad Bíblica Británica y Extranjera, y era lo más probable que en lugar de favorecerlo, contrariase cualquier intento de la Sociedad para introducir el Evangelio en España. ...
En la línea 1754
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Sin desanimarme por eso, le insté mucho en favor del asunto que allí me llevaba, y tuve tanta fortuna, que ofreció permitirme imprimir las Escrituras si, como esperaba, de allí a unos meses el país estaba más tranquilo. ...
En la línea 1987
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Para remate de todo, se esperaba una insurrección en Madrid de un día para otro, y, por precaución, fueron desarmados los nacionales, medida que aumentó enormemente su odio al Gobierno _moderado_, y, sobre todo, a Quesada, a quien se atribuyó esa iniciativa. ...
En la línea 2716
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Era, verdaderamente, el banquero del pueblo, y ni esperaba ni deseaba que le devolvieran sus préstamos. ...
En la línea 174
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Contó el ventero a todos cuantos estaban en la venta la locura de su huésped, la vela de las armas y la armazón de caballería que esperaba. ...
En la línea 656
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Con estas que daba, al parecer justas escusas, dejaba el tío de importunarla, y esperaba a que entrase algo más en edad y ella supiese escoger compañía a su gusto. ...
En la línea 1192
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Dígote de verdad -respondió don Quijote- que tú has contado una de las más nuevas consejas, cuento o historia, que nadie pudo pensar en el mundo; y que tal modo de contarla ni dejarla, jamás se podrá ver ni habrá visto en toda la vida, aunque no esperaba yo otra cosa de tu buen discurso; mas no me maravillo, pues quizá estos golpes, que no cesan, te deben de tener turbado el entendimiento. ...
En la línea 1547
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero hízolo mejor la suerte de lo que él pensaba ni esperaba, porque en aquel mesmo instante pareció, por entre una quebrada de una sierra que salía donde ellos estaban, el mancebo que buscaba, el cual venía hablando entre sí cosas que no podían ser entendidas de cerca, cuanto más de lejos. ...
En la línea 900
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Los Andes se me representaban bajo un aspecto enteramente distintos del que esperaba. límite inferior de las nieves es horizontal y los vértices iguales de la cadena parecen ser del todo paralelos hasta esa línea. Ԭo a largos intervalos, un grupo de puntas o un cono aislado, indica el emplazamiento de un antiguo cráter o un volcán todavía en actividad ...
En la línea 2363
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Celebró el Oficio Mister Pritchard, misionero principal de la isla. capilla, construida en madera, estaba completamente llena de gente, limpia y muy comedida, de todas edades y sexos. quedé muy satisfecho de la atención que prestaban al Oficio, pero quizá esperaba ya demasiadas lindezas. todas maneras, sería muy difícil encontrar gran diferencia entre el Oficio divino celebrado en Taití y el de una aldea cualquiera de Inglaterra. canto de los himnos era muy agradable, pero el sermón, aunque el orador se expresaba con facilidad, resultaba bastante monótono, quizá por la repetición constantes de las palabras: Tata ta mata mai ...
En la línea 515
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... pero le esperaba la obligación. ...
En la línea 701
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Por eso le esperaba. ...
En la línea 737
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Mientras el Arcipreste profanaba los cuatro lados de la cruz latina, que era sacristía, con el relato mundano de la vida y milagros de Obdulia Fandiño, Glocester, sonriendo, pensaba en los motivos que podía tener el Magistral para oír a don Cayetano, en vez de correr al confesonario al pie del cual le esperaba la más codiciada penitente de Vetusta la noble. ...
En la línea 761
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Aquella tarde esperaba De Pas saber algo. ...
En la línea 520
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... No se enteró siquiera de lo que esperaba hacer Claudio al instalarse de nuevo en España. Tampoco le preguntó por la señora de Pineda, ni quiso averiguar los motivos de este cambio de residencia. Como si no lo hubiese visto en la Costa Azul; como si no hubiera almorzado dos veces en la villa de aquella dama. ...
En la línea 621
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Protestaba ahora el pueblo de Roma contra los sieneses herederos de su antiguo odio contra los catalanes. Mientras tanto Pío II saboreaba la vanidad de haber vencido a Malatesta, terror de príncipes y papas, Instalándose, siempre que le era posible, en los montes Albanos, entre ruinas de la antigüedad, frente a los lagos Albani y Memi, cuyas orillas estaban cubiertas entonces de frondosos bosques. El antiguo humanista esperaba encontrar en dichas espesuras dioses o ninfas y toda gruta lacustre le parecía el refugio de Diana. ...
En la línea 669
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Esta dispensa, en realidad, no era gratuita. Sixto IV esperaba que, a cambio de ella, don Fernando, rey de Sicilia y heredero de la corona de Aragón, diese barcos y hombres para la cruzada contra los turcos. ...
En la línea 696
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sixto IV lo había protegido por su carácter blando y tolerante, que le permitía ser benigno con todos. Juliano esperaba obtener cerca de él una influencia mayor que durante el pontificado de su tío. Todos los embajadores escribían a sus potencias que el cardenal de San Pedro, o sea Juliano de la Rovere, iba a resultar el verdadero Papa. ...
En la línea 1024
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Yo no le exijo que me responda inmediatamente. Confieso que esta manifestación de mis sentimientos es un poco violenta y que usted no la esperaba. A no ser por el peligro que le amenaza, me hubiese abstenido de hablarle de esto en mucho tiempo. Pero, en fin, lo que yo debía decir ya está dicho. Reflexione usted, consulte su corazón; esperaré su respuesta. Lo que necesitaba hacerle saber cuanto antes es que no soy para usted un simple traductor y que ansío participar de su suerte, correr sus mismos peligros, si es que la situación se empeora. ...
En la línea 1187
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Tuvo que retroceder Flimnap a la capital, paseando por sus principales avenidas mientras esperaba con impaciencia la hora de la sesión del Senado. El despego que le mostraban las gentes había ido en aumento, convirtiéndose en franca impopularidad. Los que el día anterior fingían no verle le miraban ahora con una fijeza hostil. Su decadencia iba unida a la del pobre Hombre-Montaña. ...
En la línea 1192
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Ordenó el presidente la lectura de una comunicación enviada por el Consejo Ejecutivo. Era, como esperaba Flimnap, una solicitud para poder suprimir al Hombre-Montaña, fundándose en su falta de adaptación a las costumbres del país y en los enormes gastos que exigía su cuidado y su sustento. ...
En la línea 1213
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Gurdilo, medianamente satisfecho de su triunfo, miró a las tribunas, descubriendo al doctor Flimnap. Este bajó a un salón donde le esperaba el célebre senador. ...
En la línea 494
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... »Bueno… pues verán ustedes. La costumbre de pedir me ha ido dando esta bendita cara de vaqueta que tengo ahora. Conmigo no valen desaires ni sé ya lo que son sonrojos. He perdido la vergüenza. Mi piel no sabe ya lo que es ruborizarse, ni mis oídos se escandalizan por una palabra más o menos fina. Ya me pueden llamar perra judía; lo mismo que si me llamaran la perla de Oriente; todo me suena igual… No veo más que mi objeto, y me voy derechita a él sin hacer caso de nada. Esto me da tantos ánimos que me atrevo con todo. Lo mismo le pido al Rey que al último de los obreros. Oigan ustedes este golpe: Un día dije: 'Voy a ver a D. Amadeo'. Pido mi audiencia, llego, entro, me recibe muy serio. Yo imperturbable, le hablé de mi asilo y le dije que esperaba algún auxilio de su real munificencia. '¿Un asilo de ancianos?'—me preguntó. 'No señor, de niños'. —'¿Son muchos?'. Y no dijo más. Me miraba con afabilidad. ¡Qué hombre!, ¡qué bocaza! Mandó que me dieran seis mil guealés… Luego vi a doña María Victoria, ¡qué excelente señora! Hízome sentar a su lado; tratábame como su igual; tuve que darle mil noticias del asilo, explicarle todo… Quería saber lo que comen los pequeños, qué ropa les pongo… En fin, que nos hicimos amigas… Empeñada en que fuera yo allá todos los días… A la semana siguiente me mandó montones de ropa, piezas de tela y suscribió a sus niños por una cantidad mensual. ...
En la línea 1073
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Vieron entornada la puerta del 17, y Guillermina la empujó. Grande fue su sorpresa al encarar, no con el señor Platón a quien esperaba encontrar allí, sino con una mujerona muy altona y muy feona, vestida de colorines, el talle muy bajo, la cara como teñida de ferruje, el pelo engrasado y de un negro que azuleaba. Echose a reír aquel vestiglo, enseñando unos dientes cuya blancura con la nieve se podría comparar, y dijo a las señoras que Don Pepe no estaba, pero que al momentico vendría. Era la vecina del bohardillón, llamada comúnmente la gallinejera, por tener puesto de gallineja y fritanga en la esquina de la Arganzuela. Solía prestar servicios domésticos al decadente señor de aquel domicilio, barrerle el cuarto una vez al mes, apalearle el jergón, y darle una mano de refregones al Pituso, cuando la porquería le ponía una costra demasiado espesa en su angelical rostro. También solía preparar para el grande hombre algunos platos exquisitos, como dos cuartos de molleja, dos cuartos de sangre frita y a veces una ensalada de escarola, bien cargada de ajo y comino. ...
En la línea 1471
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El 28 por la mañana, ya de vuelta de misa, entró Barbarita en la alcoba del matrimonio joven a decirles que el día estaba muy bueno, y que el enfermo podía salir bien abrigado. «Os cogéis el coche y vais a dar una vuelta por el Retiro». Jacinta no deseaba otra cosa, ni el Delfín tampoco. Sólo que en vez de ir al Retiro, se personaron en casa de Ramón Villuendas. Hallábase este en el escritorio; pero cuando les vio entrar subió con ellos, deseando presenciar la escena del reconocimiento, que esperaba fuera patética y teatral. Mucho se pasmaron él y Benigna de que Juan viera al pequeñuelo con sosegada indiferencia, sin hacer ninguna demostración de cariño paternal. ...
En la línea 1785
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y siguió relatando con rapidez aquella página fea, deseando concluirla pronto. Lo del señorito Santa Cruz, siendo tan desastroso, lo refería con prolijidad y aun con cierta amarga complacencia; pero lo de Juárez el negro salía de sus labios como una confesión forzada o testimonio ante tribunales, de esos que van quemando la boca a medida que salen. ¡Cuánto le pesó ponerse en manos de aquel hombre! Era un perdido, un charrán, una mala persona. Hubiérase resistido a seguirle, si no le empujaran a ello los parientes con quienes vivía, los cuales no tenían maldita gana de mantenerle el pico. Pronto vio que todo lo que ofrecía Juárez el negro era conversación. No ganaba un cuarto; con el mundo entero armaba camorra, y todo el veneno que iba amasando en su maldecida alma, por la mala suerte, lo descargaba sobre su querida… En fin, vida más arrastrada no la había pasado ella nunca ni esperaba volverla a pasar… Con el dinero que Juanito Santa Cruz les dio, cuando estuvieron en Madrid y se murió el niñito, hubiera podido el muy bestia de Juárez arreglar su comercio; pero ¿qué hizo? Beber y más beber. El vinazo y el aguardientazo le remataron. Una mañana despertó ella oyéndole dar unos grandes gruñidos… así como si le estuvieran apretando el tragadero. ¿Qué era? Que se estaba muriendo. Saltó espantada de la cama, y llamó a los vecinos. No hubo tiempo de suministrarle y sólo le cogió la Unción. Esto pasaba en Lérida. A los dos días, vendió sus cuatro trastos y con los cuartos que pudo juntar plantose en Barcelona. Había hecho juramento de no volver a tratar con animales. Libertad, libertad y libertad era lo que le pedían el cuerpo y el alma. ...
En la línea 296
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Imploro el perdón de Vuestra Majestad! Sólo esperaba por el sello. ...
En la línea 457
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Sin embargo, mi hermano Hugo supo sacar partido de esta furia mía, al ver que la salud de nuestro hermano Arturo distaba mucho de ser buena; porque esperaba que su muerte podría beneficiarle si yo me quitara de en medio, por lo cual… Pero éste sería un cuento muy largo y no vale la pena de referirlo a Vuestra Majestad. En pocas palabras diré que mi hermano logró arteramente acrecentar mis defectos hasta convertirlos en crímenes, y terminó su rastrera obra hallando en mi aposento una escala de seda –llevada por él mismo– y convenciendo a mi padre con ella, y con la declaración de criados sobornados y de otros bellacos, de que yo me proponía robar a Edita y tomarla por mujer con evidente reto a su voluntad. ...
En la línea 541
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... ¡Ah! No era ésta la respuesta que Tom esperaba. ...
En la línea 1107
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El día siguiente y el otro siguieron su caminata despacio, sin dejar de hablar de las aventuras que habían tenido desde su separación, y gozando grandemente con sus narraciones. Hendon refirió todas sus idas y venidas en busca del rey, y le dijo cómo el arcángel le había conducido por todo el bosque, hasta llevarlo otra vez a la choza, cuando al fin vio que no sé podía desembarazar de él. Entonces –prosiguió–, el viejo entró al cubil y volvió dando traspiés y en extremo alicaído, pues dijo que esperaba encontrarse con que el niño había vuelto y se había tendido a descansar, mas no era así. Hendon aguardó todo el día en la choza, y cuando al fin perdió la esperanza del regreso del rey, partió, otra vez en su busca. ...
En la línea 290
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Subió Augusto a la casa, con el canario agitándose en la jaula y el corazón en el pecho. La señora le esperaba. ...
En la línea 553
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Te esperaba en el Casino, pero como no venías… ...
En la línea 606
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Bueno, pues ahora siéntese usted –y cuando estuvieron sentados prosiguió ella–: Le esperaba cualquier día y di orden a la criada de que aunque no estuviesen mis tíos, como sucede algunas tardes, le hiciese a usted pasar y me avisara. Así como así, deseaba que hablásemos a solas. ...
En la línea 969
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... En este punto de la conversación entró la criada a anunciar que don Augusto esperaba a la señora. ...
En la línea 302
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Aun cuando Sandokán esperaba esa pregunta, no pudo menos de estremecerse. Pero no perdió la serenidad. -Me veo en un apuro para decirlo, pues no lo sé -contestó-. Vi un grupo de hombres que caía durante la noche sobre mis barcos, subían al abordaje y mataban a mis marineros. ¿Quiénes eran? Repito que no lo sé, porque al primer encuentro caí en el mar cubierto de heridas. ...
En la línea 659
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡No pido nada más, Giro Batol! —contestó Sandokán—. No esperaba encontrar tantas cosas. ...
En la línea 692
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Sandokán comió en silencio, e hizo menos honor al asado de lo que esperaba el malayo. Luego fue a tenderse en las frescas hojas. ...
En la línea 963
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Un grito estalló a bordo ante una agresión que nadie esperaba en tan críticos momentos. ...
En la línea 256
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... La tripulación esperaba impaciente las órdenes de su jefe Tras haber observado atentamente al animal, el comandante llamó al ingeniero, quien se presentó inmediatamente. ...
En la línea 818
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Nos habíamos quedado mudos e inmóviles, no sabiendo qué sorpresa, agradable o desagradable, Os esperaba. Se oyó algo así como un objeto que se deslizara. Se hubiera dicho que se maniobraba algo en los flancos del Nautilus. ...
En la línea 878
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Yo esperaba que apareciera el capitán Nemo, pero no lo hizo. Eran las cinco en el reloj. ...
En la línea 884
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Le dejé charlar a su manera, sin apenas responderle. Me tenía preocupado la ausencia del capitán Nemo durante la víspera y esperaba poder verlo nuevamente ese día. ...
En la línea 450
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Por tales razones sentí contento en cuanto dieron las diez y salimos en dirección a la casa de la señorita Havisham, aunque no estaba del todo tranquilo con respecto al cometido que me esperaba bajo el techo de aquella desconocida. Un cuarto de hora después llegamos a casa de la señorita Havisham, toda de ladrillos, muy vieja, de triste aspecto y provista de muchas barras de hierro. Varias ventanas habían sido tapiadas, y las que quedaban estaban cubiertas con rejas oxidadas. En la parte delantera había un patio, también defendido por una enorme puerta, de manera qua después de tirar de la cadena de la campana tuvimos que esperar un rato hasta que alguien llegase a abrir la puerta. Mientras aguardábamos ante ésta, yo traté de mirar por la cerradura, y aun entonces el señor Pumblechook me preguntó: ...
En la línea 530
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Hasta aquel momento, jamás se me ocurrió avergonzarme de mis manos, pero entonces empecé a considerarlas de un modo muy desfavorable. El desprecio que ella me manifestaba era tan fuerte que no pude menos de notarlo. Ganó el primer juego y yo di. Naturalmente, lo hice mal, sabiendo, como sabía, que esperaba cualquier torpeza por mi parte. Y, en efecto, inmediatamente me calificó de estúpido, de torpe y de destripaterrones. ...
En la línea 892
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Cuando entré en el patio encontré a Estella que me esperaba con las llaves; pero no me preguntó dónde estuve ni por qué la había hecho esperar. Su rostro estaba arrebolado, como si hubiese ocurrido algo que le causara extraordinaria satisfacción. En vez de ir directamente hacia la puerta, volvió a meterse en el corredor y me hizo señas llamándome. ...
En la línea 958
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¿Usted no esperaba que el muchacho recibiese ninguna recompensa? — preguntó la señorita Havisham mientras examinaba los papeles. ...
En la línea 266
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Aquel bulevar, poco frecuentado siempre, estaba completamente desierto a aquella hora: alrededor de la una de la tarde. Sin embargo, a unos cuantos pasos de allí, en el borde de la calzada, había un hombre que parecía sentir un vivo deseo de acercarse a la muchacha, por un motivo u otro. Sin duda había visto también a la joven antes de que llegara al banco y la había seguido, pero Raskolnikof le había impedido llevar a cabo sus planes. Dirigía al joven miradas furiosas, aunque a hurtadillas, de modo que Raskolnikof no se dio cuenta, y esperaba con impaciencia el momento en que el desharrapado joven le dejara el campo libre. ...
En la línea 801
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... En cuanto a la bella dama, la tempestad que se había desencadenado sobre ella empezó por hacerla temblar, pero ‑cosa extraña‑ a medida que las invectivas iban lloviendo sobre su cabeza, su cara iba mostrándose más amable, y más encantadora la sonrisa que dirigía al oficial. Multiplicaba las reverencias y esperaba impaciente el momento en que su censor le permitiera hablar. ...
En la línea 1038
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Lo tendré presente… Pues bien, amigo Rodia, dicho en dos palabras, yo me propuse cortar de cuajo, utilizando medios heroicos, cuantos prejuicios existían acerca de mi persona, pues es el caso que Pachenka tuvo conocimiento de mis veleidades… Por eso no esperaba que fuese tan… complaciente. ¿Qué opinas tú de todo esto? ...
En la línea 1221
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »‑Lo voy a explicar. Mitri y yo estuvimos todo el día trabajando y, cuando nos íbamos a marchar, Mitri cogió un pincel empapado de pintura y me lo pasó por la cara. Después echó a correr escaleras abajo y yo fui tras él, bajando los escalones de cuatro en cuatro y lanzando juramentos. Cuando llegué a la entrada, tropecé con el portero y con unos señores que estaban con él y que no recuerdo cómo eran. El portero empezó a insultarme, el segundo portero hizo lo mismo; luego salió de la garita la mujer del primer portero y se sumó a los insultos. Finalmente, un caballero que en aquel momento entraba en la casa acompañado de una señora nos puso también de vuelta y media porque no los dejábamos pasar. Cogí a Mitri del pelo, lo derribé y empecé a atizarle. Él, aunque estaba debajo, consiguió también asirme por el pelo y noté que me devolvía los golpes. Pero todo era broma. Al fin, Mitri consiguió libertarse y echó a correr por la calle. Yo le perseguí, pero, al ver que no le podía alcanzar, volví al piso donde trabajábamos para poner en orden las cosas que habíamos dejado de cualquier modo. Mientras las arreglaba, esperaba a Mitri. Creía que volvería de un momento a otro. De pronto, en un rincón del vestíbulo, detrás de la puerta, piso una cosa. La recojo, quito el papel que la envuelve y veo un estuche, y en el estuche los pendientes.» ...
En la línea 337
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... La primera, muy espaciosa, es un salón con un piano de cola. Al lado, otro cuarto grande, el gabinete del general. Allí me esperaba, de pie, en el centro, en una actitud la mar de majestuosa. Des Grieux estaba tumbado en el sofá. ...
En la línea 1009
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Lacré la misiva y la envié por el camarero, con la orden de entregarla en propia mano. No esperaba yo contestación, pero al cabo de algunos minutos volvía el criado con la noticia de que “le habían encargado de transmitir un saludo”. ...
En la línea 1014
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... “¡Tenga piedad, tenga piedad!” Finalmente pude entender que esperaba de mí algo así como un consejo. O más exactamente, que abandonado de todos, angustiado, desesperado, se había acordado de mí y me llamaba con el único fin de hablar, de hablar sin descanso. ...
En la línea 1052
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Yo no esperaba nada —replicó ella con calma aparente; pero una nota de emoción vibraba en su voz—. Estoy informada desde hace tiempo. He leído sus pensamientos. El pensaba que yo buscaba… que insistiría… ...
En la línea 198
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Poco después el obispo, sabiendo que su hermana lo esperaba para cenar, cerró su libro y entró en el comedor. En ese momento, la señora Magloire hablaba con singular viveza. Se refería a un asunto que le era familiar, y al cual el obispo estaba ya acostumbrado. Tratábase del cerrojo de la puerta principal. ...
En la línea 263
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... El obispo instaló a su huésped en la alcoba. Una cama blanca y limpia lo esperaba. El hombre puso la luz sobre una mesita. ...
En la línea 598
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Estas palabras fueron la chispa que probablemente esperaba la otra madre, porque tomando la mano de la Thenardier la miró fijamente y le dijo: ...
En la línea 888
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Había pasado la noche y la mañana buscando información; ahora lo sabía todo. Conocía todos los dolorosos pormenores de la historia de la joven. Se apresuró a escribir a los Thenardier. Fantina les debía ciento veinte francos; les envió trescientos, diciéndoles que se pagaran con esa suma y que enviaran inmediatamente a la niña a M., donde la esperaba su madre. ...
En la línea 221
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Era la primera vez que Buck fallaba, lo que era motivo suficiente para enfurecer a Hal, que cambió el látigo por el garrote. Bajo la lluvia de golpes brutales que le caían encima, Buck se negó a moverse. Al igual que sus compañeros, apenas podía levantarse; pero con la diferencia de que él había decidido no hacerlo. Tenía el vago presentimiento de un desastre inminente. Lo había sentido muy intensamente cuando se habían arrimado a la orilla y ya no lo había abandonado. Como si al sentir bajo las patas la capa fina y quebradiza de hielo se le hubiera manifestado el presentimiento de que un desastre les esperaba en el lugar adonde su amo pretendía llevarlo. Se negó a moverse. Tanto había sufrido y tan extenuado estaba que los golpes no le dolían. Y según continuaban cayéndole, la chispa de la vida en su interior oscilaba y se atenuaba. Estaba a punto de apagarse. El se sentía extrañamente embotado. Era consciente, pero como desde muy lejos, de estar recibiendo golpes. Las últimas sensaciones de dolor se extinguieron. Ya no sentía nada, aunque alcanzaba a oír, muy débilmente, el impacto del garrote contra su cuerpo. Pero ese cuerpo le parecía tan distante que ya no era el suyo. ...
En la línea 297
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Lucía esperaba que la hablasen, y su mirada lo pedía. Pero como el viajero no pareciese dispuesto a realizar sus esperanzas, se resolvió ella, pasado algún tiempo, a volver a la carga, exclamando: ...
En la línea 891
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Mas si esperaba el duque algún fruto de acechar así por los cristales, cayole la pascua en viernes, porque la sueca, después de haber tocado con gran sosiego y maestría hasta media docena de mazurcas, se levantó con no menor majestad de la desplegada al entrar, y sin volver el rostro, tomó hacia la puerta. Ésta se abrió como por obra de un conjuro, y el diplomático de blancas patillas se presentó afable y serio, ofreciendo el brazo. Fue una salida de reina, très réussie, como decían en el grupo de francesas. ...
En la línea 928
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Lucía pidió casi de rodillas a Pilar que renunciase al peligroso goce que anhelaba. Era precisamente la ocasión más crítica; Duhamel esperaba que la Naturaleza, ayudada por el método, venciese en la lucha, y acaso quince días de voluntad y tesón decidiesen el triunfo. Pero no hubo medio de persuadir a la anémica. Pasó el día en un acceso de fiebre registrando su guardarropa; al anochecer, salió del brazo de Miranda; llevaba un traje que hasta entonces no había usado por ligero y veraniego en demasía, una túnica de gasa blanca sembrada de claveles de todos colores; pendía de su cintura el espejillo; en sus orejas brillaban los solitarios, y detrás del rodete, con española gracia, ostentaba un haz de claveles. Así compuesta y encendida de calentura y vanidoso placer, parecía hasta hermosa, a despecho de sus pecas y de la pobreza de sus tejidos devastados por la anemia. Tuvo, pues, gran éxito en el Casino; puede decirse que compartió el cetro de la noche con la sueca y con el lord inglés estrafalario, del cual se contaba que tenía alfombrada con tapiz turco la cuadra de sus caballos y baldosado de piedra el salón de recibir. Gozosa y atendida, veía Pilar una fiesta de las Mil y una noches en el Casino constelado de innumerables mecheros de gas, en el aire tibio poblado con las armonías de la magnifica orquesta, en el salón de baile donde los amorcillos juguetones del techo se bañaban en el vaho dorado de las luces. Jiménez, el marquesito de Cañahejas y Monsieur Anatole, se disputaron el placer de bailar con ella. Miranda reclamó un rigodón, y para colmo de dicha y victoria, las Amézagas se reconcomían mirando de reojo el espejillo, dije que sólo brillaba sobre dos faldas: la de Pilar y la de la sueca. Fue, en suma, uno de esos momentos únicos en la vida de una niña vanidosa, en que el orgullo halagado origina tan dulces impresiones, que casi emula otros goces más íntimos y profundos, eternamente ignotos para semejantes criaturas. Pilar bailó con todas sus parejas como si de cada una de ellas estuviese muy prendada; tanto brillaban sus ojos y tal expansión revelaba su actitud. Perico no pudo menos de decirle sotto voce: ...
En la línea 956
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Dejó la visita a Pilar más impaciente, más calenturienta, más excitada que nunca. Pilar se consumía; a toda costa quería salir de Vichy, volar, romper el opaco capullo de la enfermedad y presentarse de nuevo, brillante mariposa, en los círculos mundanos. Creía de buena fe poder hacerlo y contaba con sus fuerzas. No menos que ella se impacientaban otras dos personas: Miranda y Perico. Perico, hecho a vivir en perenne divorcio consigo mismo, no podía sufrir la soledad que le obligaba a reunirse a sí propio; y por lo que toca a Miranda, terminada su temporada de aguas, notablemente restablecida su salud, parecíale que ya era hora de acogerse a cuarteles de invierno y de gozar en paz los frutos de la medicación. Aburríale en extremo ver que su mujer, por altos decretos señalada para cuidarle a él, se sustrajese en tal manera a su providencial misión, consagrando días y noches a una extraña, atacada de un mal penoso a la vista y quizá contagioso. Así es que insinuó a Lucía que era preciso partir y, dejarse allí a los Gonzalvos entregados a su triste suerte; como se deja en un naufragio a los que no caben en las lanchas. Pero contra todo lo que esperaba, halló en Lucía protesta calurosa y enérgica resistencia. Indemnizábase confesado aquel noble sentimiento, de todo lo que callaba hasta a sí misma. ...
En la línea 534
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... A las seis de la mañana se emprendió la marcha. El guía esperaba llegar a la estación de Hallahabad aquella misma tarde. De este modo, mister Fogg no perdería mas que una parte de las cuarenta y ocho horas economizadas desde el principio del viaje. ...
En la línea 597
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Huérfana, fue casada a pesar suyo con ese viejo rajá de Bundelkund. Tres meses después enviudó, y sabiendo la suerte que le esperaba se escapó, fue alcanzada en su fuga, y los parientes del rajá, que tenían interés en su muerte, la condenaron a este suplicio, del cual era difícil que escapara. ...
En la línea 782
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Picaporte siguió con actitud compungida a mister Fogg, que había ofrecido su brazo a la joven. Fix esperaba todavía que el ladrón no se decidiera a perder la suma de dos mil libras y que cumpliría sus ocho días de cárcel. Echó, pues, a andar tras de mister Fogg. Tomó éste un coche, en el cual Aouida, Picaporte y él subieron en seguida. Fix corrió detrás del coche, que se detuvo en uno de los muelles. ...
En la línea 994
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Mister Fogg, que esperaba encontrar, a la vez, el buque y a su criado, tuvo que pasar sin el uno y sin el otro; pero en su rostro, no apareció ninguna señal de inquietud, y se contentó con responder. ...

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