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La palabra hembargo
Cómo se escribe

Comó se escribe hembargo o embargo?

Cual es errónea Embargo o Hembargo?

La palabra correcta es Embargo. Sin Embargo Hembargo se trata de un error ortográfico.

La falta ortográfica detectada en la palabra hembargo es que se ha eliminado o se ha añadido la letra h a la palabra embargo

Más información sobre la palabra Embargo en internet

Embargo en la RAE.
Embargo en Word Reference.
Embargo en la wikipedia.
Sinonimos de Embargo.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece embargo

La palabra embargo puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 340
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y al mismo tiempo los negros pajarracos escribían papeles y más papeles en la barraca de Barret, revolviendo, impasibles, los muebles y las ropas, inventariando hasta el corral y el establo, mientras la esposa y las hijas gemían desesperadamente, y la multitud, agolpada a la puerta, seguía con terror todos los detalles del embargo, intentando consolar a las pobres mujeres, prorrumpiendo, a la sordina, en maldiciones contra el judío don Salvador y aquellos tíos que se prestaban a obedecer a semejante perro. ...

En la línea 527
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Vigilaba a todas horas, permanecía siempre junto al rocín delantero, evitando los baches profundos y los malos pasos; y, sin embargo, si algún carro volcaba, era el suyo; si algún animal caía enfermo a causa de las lluvias, era seguramente de Batiste, a pesar del cuidado paternal con que se apresuraba a cubrir los flancos de sus bestias con gualdrapas de arpillera apenas caían cuatro gotas. ...

En la línea 792
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Poca cosa era el afecto de este adolescente, y, sin embargo, experimentó la dulce impresión del calenturiento al sentir la frescura del agua. ...

En la línea 821
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Caía el astro en el horizonte y, sin embargo, el pobre labriego se imaginó que sus rayos eran verticales y lo incendiaban todo. ...

En la línea 110
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fermín se asombraba ante la incoherencia de aquel hombre, experto en los negocios, que hacía marchar la gran explotación industrial heredada de sus antecesores, agrandándola con certeras iniciativas, que había viajado y tenía alguna cultura, y, sin embargo, era capaz de las mayores extravagancias milagreras, creyendo en intervenciones sobrenaturales, con la misma simpleza de alma de un lego de convento. ...

En la línea 631
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La injusta distribución del bienestar; el aumento de la miseria conforme aumenta la civilización; el aprovecharse los poderosos de todos los inventos de la mecánica, ideados para suprimir el trabajo corporal y que sólo servían para hacerlo más pesado y embrutecedor; todos los males de la humanidad, provenían de la apropiación de la tierra por unos cuantos miles de hombres que no siembran y sin embargo recogen, mientras millones de seres hacen abortar al suelo sus tesoros de vida sufriendo un hambre de siglos y siglos. ...

En la línea 901
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¡No tanto, don Fernando!... Reconozco, sin embargo, que es uno de nuestros males. Puede decirse que llevamos la afición en la sangre. Yo mismo, confieso mi vicio: me gusta una copa ofrecida por los amigos... ...

En la línea 1211
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Te asusta la grandeza del mundo, comparada con la pequeñez de tu pobre muerta, y retrocedes. El vaso es demasiado grande para una lágrima: es cierto. Pero también la gota se pierde en el mar... y sin embargo, allí está. ...

En la línea 181
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Había, sin embargo, esa impaciencia; pero, ¡qué recóndita, o mejor, que bien disimulada! ...

En la línea 200
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Y, sin embargo, Cuervo conocía por mil señales que todos sentían cosa semejante a lo que pasaba por él. ...

En la línea 73
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sin embargo, D'Artagnan quiso primero hacerse idea de la fisonomía del impertinente que se burlaba de él. ...

En la línea 88
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Decididamente este caballo es, o mejor, fue en su juventud bo tón de oro -dijo el desconocido continuando las investigaciones co menzadas y dirigiéndose a sus oyentes de la ventana, sin aparentar en modo alguno notar la exasperación d e D'Artagnan, que sin embargo estaba de pie entre él y ellos-; es un color muy conocido en botánica, pero hasta el presente muy raro entre los caballos. ...

En la línea 99
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Lo cual fue una di-versión tan rápida y tan completa en el ataque, que el adversario de D'Artagnan, mientras éste se volvía para hacer frente a aquella lluvia de golpes, envainaba con la misma precisión, y, de actor que había dejado de ser, sevolvía de nuevo espectador del combate, papel que cumplió con su impasibilidad de siempre, mascullando sin embargo:-¡Vaya peste de gascones! ¡Ponedlo en su caballo naranja, y que se vaya!-¡No antes de haberte matado, cobarde! - gritaba D'Artagnan mientras hacía frente lo mejor que podía y sin retroceder un paso a sus tres enemigos, que lo molían a golpes. ...

En la línea 132
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Veamos, huésped - dijo-, ¿es que no me vais a librar de ese frenético? En conciencia, no puedo matarlo, y sin embargo -añadió con una expresión fríamente amenazadora-, sin embargo, me molesta. ...

En la línea 11
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Conviene sin embargo advertir, que algunos de los medios empleados en su conquista, fomento y conservacion, y alguna de las sucesivas variaciones hechas, podrán siempre ser de utilidad; y que partiendo las reformas de tales principios, y respetando sus usos y costumbres en cuanto no se opongan á aquellas, producirán todos los efectos que se desean. ...

En la línea 32
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Sin embargo del buen concepto de la audiencia de Manila (digan lo que quieran sus antagonistas), yo tengo por muy conveniente la disposicion de la ley de Indias en cuanto á la amobilidad y promocion á tiempo dado de sus ministros, en justa escala que deberia establecerse, fundándome en las mismas causas de la ley, y sin necesidad de buscar otras, que algunas se hallan muy al alcance de todos; esto es, que no solo es muy útil premiar á sus majistrados, sino tambien desarraigarlos de las amistades y estrechas relaciones que cobran en aquellos paises donde residen largo tiempo. ...

En la línea 82
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Un sistema de alcaldías y correjimientos tan monstruoso é irregular produjo sin embargo en su principio algunos beneficios á las Islas, porque en medio de la gran falta que hay en ellas de capitalistas, muchos productos de la agricultura y artes de las provincias no se hubieran fomentado, y aun estarian sin establecerse, si el alcalde no hubiera especulado en ellos para su comercio. ...

En la línea 204
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Sin embargo, se indicarán las causas que impiden conseguir las ventajas espuestas como ramo de estanco y como ramo de comercio. ...

En la línea 252
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Esto es decir mucho, muchísimo; porque España ha sufrido lo que Nápoles no ha tenido nunca que sufrir, y, sin embargo, su suerte ha sido muy diferente de la de Nápoles. ...

En la línea 270
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «Mis catedrales se arruinan—dice—, insultan a mis sacerdotes y cercenan las rentas de mis obispos.» Se consuela, sin embargo, con la idea de que todo esto es obra de la malicia de unos pocos, y que la generalidad de la nación le ama, sobre todo los campesinos, los inocentes campesinos, que vierten lágrimas al pensar en los sufrimientos de su Papa y de su religión. ...

En la línea 272
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... No se opone a llevar su dinero a vuestras arcas, en forma de limosnas, esperando, sin embargo, verlas aceptadas con la gratitud y la humildad propias de quien recibe una caridad. ...

En la línea 281
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Había, sin embargo, una gran diferencia de carácter entre éstos y los vascos, soldados valerosos y hombres honrados. ...

En la línea 28
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... costas. La dirección del viento en el instante de caer ese polvo, y el hecho de que siempre caiga durante el mes en que el harmattán eleva a inmensas alturas de la atmósfera espesas nubes de polvo, nos autorizan para afirmar que viene del África. Y, sin embargo (¡hecho muy singular!), aunque el profesor Ehrenberg conoce varias especies de infusorios peculiares del África, no encuentra ni una sola de esas especies en el polvo que le remití; por el contrario, encuentra en él dos especies que hasta ahora sólo se han descubierto en la América del Sur. Este polvo cae en tal cantidad, que todo lo ensucia a bordo y ofende a los ojos; algunas veces hasta oscurece la atmósfera, tanto, que se han perdido buques y estrellado contra la costa. Con frecuencia cae sobre barcos que navegan a varios centenares de millas de la costa de África, hasta más de 1.000 millas (1.600 kilómetros), y en puntos distantes más de 1.600 millas en dirección de norte a sur. Me ha sorprendido hallar en el polvo recogido a bordo de un barco, a 300 millas (480 kilómetros) de tierra, partículas de piedra de una milésima de pulgada cuadrada, mezcladas con materias más finas. En vista de ese hecho no cabe sorprenderse de la diseminación de los espórulos, mucho más pequeños y mucho más ligeros de las plantas criptógamas. ...

En la línea 30
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En cuanto se entra en el puerto, se advierte en el cerrillo de arena que da frente al mar, una banda blanca, horizontal, que se extiende a una distancia de varias millas a lo largo de la costa, y que está situada a una altura de unos 45 pies (13 metros) sobre el nivel del mar. Examinando más de cerca esa capa blanca, se ve que consiste en materias calcáreas que contienen numerosas conchas, la mayoría de las cuales aún existen en la costa vecina. Esa capa descansa sobre antiguas rocas volcánicas y a su vez ha quedado cubierta por otra de basalto fundido que debió de precipitarse en el mar, cuando aquella capa blanca que contiene conchas descansaba en el fondo del agua. Es muy interesante advertir las modificaciones producidas en la quebradiza masa por el calor de las lavas que la cubrieron: parte de esa masa se transformó en creta cristalina, y otra parte en una piedra manchada compacta. Allí donde las escorias de la superficie inferior de la corriente de lava tocaron a la cal, esta última se ha convertido en grupos de fibras admirablemente radiadas, que se asemejan a la aragonita. Las capas de lava se elevan en mesetas sucesivas ligeramente inclinadas hacia el interior, de donde salieron en un principio los diluvios de piedra en fusión. Creo que desde los tiempos históricos no se ha manifestado en San-lago ningún signo de actividad volcánica. Hasta es raro que pueda descubrirse la forma de cráter en la cima de las numerosas colinas formadas por cenizas rojas; sin embargo, pueden distinguirse en la costa las capas de lava más recientes. ...

En la línea 46
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Symonds, una de las pocas personas que han desembarcado en estos peñascales, me dijo que ha visto a esos mismos cangrejos apoderarse de las avecillas jóvenes en los nidos y devorarlas. No crece ni una sola planta, ni siquiera un liquen, en esta isla; sin embargo, habitan en ella varios insectos y varias arañas. He aquí, a mi parecer, la lista completa de la fauna terrestre: una mosca (Olfersia) que vive a costa del pájaro bobo, y un Acarus, que ha debido de ser importado por las aves de las cuales es parásito; un gusanito moreno perteneciente a una especie que vive sobre las plumas; un escarabajo (Quedius) y una cochinilla que vive en los excrementos de las aves, y por último, numerosas arañas que supongo cazarán activamente a esos pequeños compañeros de las aves marinas. Ha lugar a creer que no tiene nada de correcta la tan a menudo repetida descripción, según la cual, en cuanto se forman en el Pacífico islas madrepóricas se apoderan de ellas en seguidas magníficas palmeras, espléndidas plantas tropicales, después aves y a la postre el hombre. En vez de toda esa poesía, preciso es decirlo para no faltar a la verdad, por desgracia, los primeros habitantes de las tierras oceánicas recién formadas, consisten en insectos parásitos que viven en las plumas de las aves o se alimentan con los excrementos de ellas, y además innobles arañas. ...

En la línea 50
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... BAHIA o SAN SALVADOR, BRASIL. 29 de febrero.¡Qué delicioso día! Pero la palabra delicioso es harto débil para expresar los sentimientos de un naturalista que por vez primera vaga por un bosque brasileño. Llénanme de admiración la elegancia de las hierbas, la novedad de las plantas parásitas, la hermosura de las flores, el verde deslumbrante del follaje; pero, por encima de todo, el vigor y esplendor general de la vegetación. Extraña mezcla de rumores y de silencio reina en todas las partes cubiertas de bosque. Los insectos hacen tal ruido, que puede oírseles desde el barco, anclado a varios centenares de metros de la costa; sin embargo, en el interior de la selva parece imperar universal silencio. Todo el que ame a la Historia Natural siente en un día como este un placer y un júbilo más intensos que puede prometerse experimentar de nuevo. ...

En la línea 404
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Sin embargo, pocas veces quitaba la gasa del sombrero porque se tenía por pariente de toda la nobleza vetustense, y en cuanto moría un aristócrata estaba de pésame. ...

En la línea 721
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Sin embargo, unas por costumbre, otras por no dar un desaire a don Cayetano, y algunas por seguir contentas con aquel sistema de la manga ancha, algunas damas continuaban asistiendo al tribunal del latitudinario, hasta que él mismo se cansó y con buenos modos empezó a sacudirse las moscas. ...

En la línea 1490
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —Yo quiero —concluía —que mi hija sepa el bien y el mal para que libremente escoja el bien; porque si no ¿qué mérito tendrán sus obras? Sin embargo, si su hija fuese funámbula y trabajase en el alambre, don Carlos pondría una red debajo, aunque perdiese mérito el ejercicio. ...

En la línea 1791
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En aquel mundo de flaquezas, de escándalos, ¿quién recordaba ya la aventura, poco conocida al cabo, de la sobrinilla enferma? Volvieron sin embargo las solteronas al punto de partida; según ellas, se trataba de un marinero que había abusado de la inocencia o de la precocidad de la niña. ...

En la línea 97
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La carta del canónigo puso en pie en la memoria de Claudio tres figuras sólo entrevistas durante los últimos meses como fugaces e indecisos fantasmas: el embajador Bustamante. su cuñada doña Nati y la dulce Estela. Esta última, sin embargo, persistía en su recuerdo, según sus propias palabras, «como un perfume lejano de violeta adormecida entre hojas». ...

En la línea 201
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Y, sin embargo, Alejandro VI, el simpático Rodrigo de Borja, que durante su vida ejerció una especie de encantamiento sobre cuantos se aproximaban a él, hombres, y mujeres, se veía en el curso de tres siglos considerado como uno de los monstruos más excepcionales de la Historia. Los italianos enemigos del Papado caían con preferencia sobre este Pontífice porque no era de Italia. Los escritores protestantes, en su guerra con la Roma Católica, escogían para sus golpes a este Papa, que además era español, hijo del país que se desangró luchando contra la Reforma por sostener la unidad católica. ...

En la línea 445
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —No; te amo como antes, como te amaré siempre, y a mi pasión se une un intenso agradecimiento. Tú me hiciste conocer felicidades que nunca había sospechado, y gracias a tu amor me he creído igual a los dioses. Pudiste escoger entre los hombres más famosos; una de tus miradas habría bastado para hacerlos correr nacía ti en ardiente rivalidad, y, sin embargo, te fijaste misericordiosa en mi persona humilde, elevándola hasta la altura de tu belleza. ...

En la línea 570
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Moviéndose en pequeños escenarios, eran, sin embargo, para Borja loa mayores hombres de acción que mencionaba la Historia. Todos morían jóvenes, como si, pasados los treinta años, no pudiendo ya reservarles la vida ninguna novedad, se marchasen de ella voluntariamente. ...

En la línea 192
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Encontró, sin embargo, algunas excepciones, que sirvieron para desorientarlo en sus juicios. Vio verdaderos hombres, cuyo aspecto vigoroso no se prestaba a equívocos, y que, sin embargo, marchaban sin el embarazo de las faldas. Estos hombres iban casi desnudos, al aire su fuerte musculatura, y sin mas vestimenta que un corto calzoncillo. Todos ellos mostraban la pasividad resignada, la fuerza brutal y sin iniciativa de las bestias de labor. Algunos acababan de desengancharse de pesadas carretas, de las cuales habían venido tirando hasta el lindero del bosque, y se limpiaban el sudoroso cuerpo. Otros lavaban y secaban los grandes aparatos que habían servido para la narcotización y el registro del gigante. ...

En la línea 192
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Encontró, sin embargo, algunas excepciones, que sirvieron para desorientarlo en sus juicios. Vio verdaderos hombres, cuyo aspecto vigoroso no se prestaba a equívocos, y que, sin embargo, marchaban sin el embarazo de las faldas. Estos hombres iban casi desnudos, al aire su fuerte musculatura, y sin mas vestimenta que un corto calzoncillo. Todos ellos mostraban la pasividad resignada, la fuerza brutal y sin iniciativa de las bestias de labor. Algunos acababan de desengancharse de pesadas carretas, de las cuales habían venido tirando hasta el lindero del bosque, y se limpiaban el sudoroso cuerpo. Otros lavaban y secaban los grandes aparatos que habían servido para la narcotización y el registro del gigante. ...

En la línea 206
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Es todo lo que hemos podido reunir -dijo la profesora-. El 'Comité de recibimiento del Hombre-Montaña', nombrado anoche por el gobierno, no ha tenido tiempo para preparar mejor las cosas. Sin embargo, en pocas horas nuestras máquinas terrestres y aéreas han llegado a requisar todas las vacas existentes en un radio de diez millas, como diría usted. Y ahora, gentleman, vuelva a tenderse; adopte su primera postura para tomar un poco de leche. ...

En la línea 408
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Yo puedo enseñarle, gentleman, como unos cincuenta mil libros escritos para glorificar a Eulame y narrar sus hazañas. Sin embargo, su herencia no pudo resultar más fatal. Este fabricante de guerras hizo lo necesario antes de desaparecer para que nuestro mundo se viese condenado eternamente a la guerra. ...

En la línea 281
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Jacinta no tenía ninguna especie de erudición. Había leído muy pocos libros. Era completamente ignorante en cuestiones de geografía artística; y sin embargo, apreciaba la poesía de aquella región costera mediterránea que se desarrolló ante sus ojos al ir de Barcelona a Valencia. Los pueblecitos marinos desfilaban a la izquierda de la vía, colocados entre el mar azul y una vegetación espléndida. A trozos, el paisaje azuleaba con la plateada hoja de los olivos; más allá las viñas lo alegraban con la verde gala del pámpano. La vela triangular de las embarcaciones, las casitas bajas y blancas, la ausencia de tejados puntiagudos y el predominio de la línea horizontal en las construcciones, traían al pensamiento de Santa Cruz ideas de arte y naturaleza helénica. Siguiendo las rutinas a que se dan los que han leído algunos libros, habló también de Constantino, de Grecia, de las barras de Aragón y de los pececillos que las tenían pintadas en el lomo. Era de cajón sacar a relucir las colonias fenicias, cosa de que Jacinta no entendía palotada, ni le hacía falta. Después vinieron Prócida y las Vísperas Sicilianas, D. Jaime de Aragón, Roger de Flor y el Imperio de Oriente, el duque de Osuna y Nápoles, Venecia y el marqués de Bedmar, Massanielo, los Borgias, Lepanto, D. Juan de Austria, las galeras y los piratas, Cervantes y los padres de la Merced. ...

En la línea 403
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... De veras que no tenían por qué quejarse de su destino aquellas cuatro personas. Se dan casos de individuos y familias a quienes Dios no les debe nada; y sin embargo, piden y piden. ...

En la línea 446
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... No sabía el muy bruto la puñalada que daba a su ama con estas palabras. Jacinta, sin embargo, creía oír el gemido en lo profundo. Pero aquello no podía continuar. Empezó a ver la inmensa desproporción que había entre la grandeza de su piedad y la pequeñez del objeto a que la consagraba. Arreció la lluvia, y el absorbedero deglutaba ya una onda gruesa que hacía gargarismos y bascas al chocar con las paredes de aquel gaznate… Jacinta echó a correr hacia la casa y subió. Los nervios se le pusieron tan alborotados y el corazón tan oprimido, que sus suegros y su marido la creyeron enferma; y sufrió toda la noche la molestia indecible de oír constantemente el miiii del absorbedero. En verdad que aquello era una tontería, quizás desorden nervioso; pero no lo podía remediar. ¡Ah! Si su suegra sabía por Deogracias lo ocurrido en la calle ¡cuánto se había de burlar! Jacinta se avergonzaba de antemano, poniéndose colorada, sólo de considerar que entraba Barbarita diciéndole con su maleante estilo: «Pero hija, ¿conque es cierto que mandaste a Deogracias meterse en las alcantarillas para salvar unos niños abandonados… ?». ...

En la línea 1143
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «El consejo allá va. Tú no vales absolutamente para nada. No sabes ningún oficio, ni siquiera el de peón, porque eres haragán y no te gusta cargar pesos. No sirves ni para barrendero de las calles, ni siquiera para llevar un cartel con anuncios… Y sin embargo, desventurado, no hay hechura de Dios que no tenga su para qué en este taller admirable del trabajo universal; tú has nacido para un gran oficio, en el cual puedes alcanzar mucha gloria y el pan de cada día. Bobalicón, ¿no has caído en ello?… ¡Eres tan bruto!… ¿Pero di, no te has mirado al espejo alguna vez? ¿No se te ha ocurrido?… Pareces lelo… Pues te lo diré: para lo que tú sirves es para modelo de pintores… ¿no entiendes? Pues ellos te ponen vestido de santo, o de caballero, o de Padre Eterno, y te sacan el retrato… porque tienes la gran figura. Cara, cuerpo, expresión, todo lo que no es del alma es en ti noble y hermoso; llevas en tu persona un tesoro, un verdadero tesoro de líneas… Vamos, apuesto a que no lo entiendes». ...

En la línea 267
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... La próxima inconsciente torpeza de Tom fue levantarse y dejar la mesa justo cuando el capellán tomó su lugar detrás de su silla, y, elevadas las manos y cerrados los ojos se disponía a comenzar la acción de gracias. Sin embargo, nadie pareció apercibirse de que el príncipe había hecho algo insólito. ...

En la línea 273
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Malos sueños, malos sueños! Mi fin está cercana: así lo dicen estos presagios, y mi débil pulso lo confirma. –Un fulgor perverso ardió en sus ojos, y murmuró–: Sin embargo, no he de morir sino hasta que él vaya por delante. ...

En la línea 338
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Mientras yacía pensando y lamentándose empezó a deslizarse en su mente la idea de que en aquel niño había algo indefinible de que carecía Tom Canty, loco o cuerdo. No podia describirlo, no podía decir exactamente qué era, y, sin embargo, su agudo instinto maternal parecía detectarlo y percibirlo. ¿Y si el niño no fuera, después de todo, realmente su hijo? ¡Oh, absurdo! Casi sonrió ante esta idea, a pesar de sus pesares y de sus problemas. Sin embargo, era una idea que no cedía, sino que persistía en dominarla. La perseguía, la hostigaba, se aferraba a ella, y se negaba a ser desechada o ignorada. Por fin, percibió que no habría sosiego para ella hasta que idease una prueba que demostrara claramente y sin duda si aquel muchacho era su hijo o no, y así desvanecer estas fatigosas y atormentadoras dudas. ¡Ah, sí!, éste era sencillamente el mejor camino para salir del problema, así que puso su mente a trabajar de inmediato para urdir la prueba. Pero era mucho más fácil proponérselo que conseguirlo. ...

En la línea 338
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Mientras yacía pensando y lamentándose empezó a deslizarse en su mente la idea de que en aquel niño había algo indefinible de que carecía Tom Canty, loco o cuerdo. No podia describirlo, no podía decir exactamente qué era, y, sin embargo, su agudo instinto maternal parecía detectarlo y percibirlo. ¿Y si el niño no fuera, después de todo, realmente su hijo? ¡Oh, absurdo! Casi sonrió ante esta idea, a pesar de sus pesares y de sus problemas. Sin embargo, era una idea que no cedía, sino que persistía en dominarla. La perseguía, la hostigaba, se aferraba a ella, y se negaba a ser desechada o ignorada. Por fin, percibió que no habría sosiego para ella hasta que idease una prueba que demostrara claramente y sin duda si aquel muchacho era su hijo o no, y así desvanecer estas fatigosas y atormentadoras dudas. ¡Ah, sí!, éste era sencillamente el mejor camino para salir del problema, así que puso su mente a trabajar de inmediato para urdir la prueba. Pero era mucho más fácil proponérselo que conseguirlo. ...

En la línea 110
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Augusto avanzó dos casillas el peon del rey, y en vez de tararear como otras veces trozos de opera, se quedó diciéndose: «¡Eugenia, Eugenia, Eugenia, mi Eugenia, finalidad de mi vida, dulce resplandor de estrellas mellizas en la niebla, lucharemos! Aquí sí que hay lógica, en esto del ajedrez y, sin embargo, ¡qué nebuloso, qué fortuito después de todo! ¿No será la lógica también algo fortuito, algo azaroso? Y esa aparición de mi Eugenia, ¿no será algo lógico? ¿No obedecerá a un ajedrez divino?» ...

En la línea 312
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Gracias, caballero –dijo don Fermín, agregando–: Rigen a los hombres y a sus cosas enigmáticas leyes, que el hombre, sin embargo, puede vislumbrar. Yo, señor mío, tengo ideas particulares sobre casi todas las cosas… ...

En la línea 1209
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Y es, sin embargo, cosa muy clara. Una vez entré en una reunión y uno que allí había y me conocía ni me saludó siquiera. Al salir me quejé de ello a un amigo y este me dijo: «No le extrañe a usted, no lo ha hecho aposta; es que no se ha percatado siquiera de la presencia de usted.» ...

En la línea 49
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Tienes razón, Yáñez. Sin embargo, mañana iré a Labuán. Una voz me dice que he de ver a la muchacha de los cabellos de oro. Y ahora, ¡a dormir, hermanito! ...

En la línea 149
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Debiera fusilarte por esa falta; pero no me gusta sacrificar a los valientes. Sin embargo, en el primer abordaje te harás matar a la cabeza de mis hombres. ...

En la línea 205
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... La cruel batalla duró veinte minutos. El crucero se alejó una vez más otros seiscientos metros, a fin de evitar el abordaje. Un bramido de furor estalló a bordo de los paraos ante la nueva retirada. Ya no era posible luchar con ese enemigo que se libraba del abordaje. Y sin embargo Sandokán no cedía. ...

En la línea 390
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Apretaba los puños y los dientes, tembloroso de cólera. Sin embargo, permaneció con los ojos ardientes fijos en la joven. ...

En la línea 74
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El roce continuo con los sabios de nuestro pequeño mundo del jardín de Plantas había llevado a Conseil a adquirir ciertos conocimientos. Tenía yo en él un especialista muy docto en las clasificaciones de la Historia Natural. Era capaz de recorrer con una agilidad de acróbata toda la escala de las ramificaciones, de los grupos, de las clases, de las subclases, de los órdenes, de las familias, de los géneros, de los subgéneros, de las especies y de las variedades. Pero su ciencia se limitaba a eso. Clasificar, tal era el sentido de su vida, y su saber se detenía ahí. Muy versado en la teoría de la clasificación, lo estaba muy poco en la práctica, hasta el punto de que no era capaz de distinguir, así lo creo, un cachalote de una ballena. Y sin embargo, ¡cuán digno y buen muchacho era! ...

En la línea 109
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El Abraham Lincoln había sido muy acertadamente elegido y equipado para su nuevo cometido. Era una fragata muy rápida, provista de aparatos de caldeamiento que permitían elevar a siete atmósferas la presión del vapor. Con tal presión, el Abraham Lincoln podía alcanzar una velocidad media de dieciocho millas y tres décimas por hora, velocidad considerable, pero insuficiente, sin embargo, para luchar contra el gigantesco cetáceo. ...

En la línea 142
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Sin embargo, Ned, usted que es un ballenero profesional, usted que está familiarizado con los grandes mamíferos marinos, usted cuya imaginación debería aceptar fácilmente la hipótesis de cetáceos enormes, parece el menos indicado… debería ser usted el último en dudar, en semejantes circunstancias. ...

En la línea 144
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Y, sin embargo, Ned, se ha demostrado que el narval ha conseguido atravesar con su diente barcos de parte a parte. ...

En la línea 124
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Sin embargo, también iba vestido de gris y tenía un hierro en la pierna; cojeaba del mismo modo, tenía la voz ronca y estaba muerto de frío; en una palabra, se parecía mucho al otro, a excepción de que no tenía el mismo rostro y de que llevaba un sombrero de anchas alas, plano y muy metido en la cabeza. Observé en un momento todos estos detalles, porque no me dio tiempo para más. Profirió una blasfemia y me dio un golpe, pero estaba tan débil, que apenas me tocó y, en cambio, le hizo tambalear. Luego echó a correr por entre la niebla, tropezando dos veces, y por fin le perdí de vista. ...

En la línea 168
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Indiqué la dirección por donde la niebla había envuelto al otro, y él miró hacia allí por un instante. Pero como un loco se inclinó sobre la hierba húmeda para limar su hierro y sin hacer caso de mí ni tampoco de su propia pierna, en la que había una antigua escoriación que en aquel momento sangraba; sin embargo, él trataba su pierna con tanta rudeza como si no tuviese más sensibilidad que la misma lima. De nuevo volví a sentir miedo de él al ver como trabajaba con aquella apresurada furia, y también temí estar fuera de mi casa por más tiempo. Le dije que tenía que marcharme, pero él pareció no oírme, de manera que creí preferible alejarme silenciosamente. La última vez que le vi tenía la cabeza inclinada sobre la rodilla y trabajaba con el mayor ahínco en romper su hierro, murmurando impacientes imprecaciones dirigidas a éste y a la pierna. Más adelante me detuve a escuchar entre la niebla, y todavía pude oír el roce de la lima que seguía trabajando. ...

En la línea 179
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Así, pues, cuando Joe y yo íbamos a la iglesia, éramos un espectáculo conmovedor para las personas compasivas. Y, sin embargo, todos mis sufrimientos exteriores no eran nada para los que sentía en mi interior. Los terrores que me asaltaron cada vez que la señora Joe se acercaba a la despensa o salía de la estancia no podían compararse más que con los remordimientos que sentía mi conciencia por lo que habían hecho mis manos. Bajo el peso de mi pecaminoso secreto, me pregunté si la Iglesia sería lo bastante poderosa para protegerme de la venganza de aquel joven terrible si divulgase lo que sabía. Ya me imaginaba el momento en que se leyeran los edictos y el clérigo dijera: «Ahora te toca declarar a ti.» Entonces había llegado la ocasión de levantarme y solicitar una conferencia secreta en la sacristía. Estoy muy lejos de tener la seguridad de que nuestra pequeña congregación no hubiera sentido asombro al ver que apelaba a tan extrema medida, pero tal vez me valdría el hecho de ser el día de Navidad y no un domingo cualquiera. ...

En la línea 220
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Y, sin embargo - dijo el señor Pumblechook conduciendo suavemente a sus compañeros de mesa al tema del cual se habían desviado -, el cerdo, considerado como carne, es muy sabroso, ¿no es verdad? ...

En la línea 12
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Sin embargo, se detuvo en seco y se llevó nerviosamente la mano al sombrero cuando un borracho al que transportaban, no se sabe adónde ni por qué, en una carreta vacía que arrastraban al trote dos grandes caballos, le dijo a voz en grito: ...

En la línea 14
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Era un sombrero de copa alta, circular, descolorido por el uso, agujereado, cubierto de manchas, de bordes desgastados y lleno de abolladuras. Sin embargo, no era la vergüenza, sino otro sentimiento, muy parecido al terror, lo que se había apoderado del joven. ...

En la línea 70
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Sin embargo, a despecho de esta amarga conclusión, estaba contento como el hombre que se ha librado de pronto de una carga espantosa, y recorrió con una mirada amistosa a las personas que le rodeaban. Pero en lo más hondo de su ser presentía que su animación, aquel resurgir de su esperanza, era algo enfermizo y ficticio. La taberna estaba casi vacía. Detrás de los dos borrachos con que se había cruzado Raskolnikof había salido un grupo de cinco personas, entre ellas una muchacha. Llevaban una armónica. Después de su marcha, el local quedó en calma y pareció más amplio. ...

En la línea 103
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Joven ‑continuó mientras volvía a erguirse‑, creo leer en su semblante la expresión de un dolor. Apenas le he visto entrar, he tenido esta impresión. Por eso le he dirigido la palabra. Si le cuento la historia de mi vida no es para divertir a estos ociosos, que, además, ya la conocen, sino porque deseo que me escuche un hombre instruido. Sepa usted, pues, que mi esposa se educó en un pensionado aristocrático provincial, y que el día en que salió bailó la danza del chal ante el gobernador de la provincia y otras altas personalidades. Fue premiada con una medalla de oro y un diploma. La medalla… se vendió hace tiempo. En cuanto al diploma, mi esposa lo tiene guardado en su baúl. Últimamente se lo enseñaba a nuestra patrona. Aunque estaba a matar con esta mujer, lo hacía porque experimentaba la necesidad de vanagloriarse ante alguien de sus éxitos pasados y de evocar sus tiempos felices. Yo no se lo censuro, pues lo único que tiene son estos recuerdos: todo lo demás se ha desvanecido… Sí, es una dama enérgica, orgullosa, intratable. Se friega ella misma el suelo y come pan negro, pero no toleraría de nadie la menor falta de respeto. Aquí tiene usted explicado por qué no consintió las groserías de Lebeziatnikof; y cuando éste, para vengarse, le pegó ella tuvo que guardar cama, no a causa de los golpes recibidos, sino por razones de orden sentimental. Cuando me casé con ella, era viuda y tenía tres hijos de corta edad. Su primer matrimonio había sido de amor. El marido era un oficial de infantería con el que huyó de la casa paterna. Catalina adoraba a su marido, pero él se entregó al juego, tuvo asuntos con la justicia y murió. En los últimos tiempos, él le pegaba. Ella no se lo perdonó, lo sé positivamente; sin embargo, incluso ahora llora cuando lo recuerda, y establece entre él y yo comparaciones nada halagadoras para mi amor propio; pero yo la dejo, porque así ella se imagina, al menos, que ha sido algún día feliz. Después de la muerte de su marido, quedó sola con sus tres hijitos en una región lejana y salvaje, donde yo me encontraba entonces. Vivía en una miseria tan espantosa, que yo, que he visto los cuadros más tristes, no me siento capaz de describirla. Todos sus parientes la habían abandonado. Era orgullosa, demasiado orgullosa. Fue entonces, señor, entonces, como ya le he dicho, cuando yo, viudo también y con una hija de catorce años, le ofrecí mi mano, pues no podía verla sufrir de aquel modo. El hecho de que siendo una mujer instruida y de una familia excelente aceptara casarse conmigo, le permitirá comprender a qué extremo llegaba su miseria. Aceptó llorando, sollozando, retorciéndose las manos; pero aceptó. Y es que no tenía adónde ir. ¿Se da usted cuenta, señor, se da usted cuenta exacta de lo que significa no tener dónde ir? No, usted no lo puede comprender todavía… Durante un año entero cumplí con mi deber honestamente, santamente, sin probar eso ‑y señalaba con el dedo la media botella que tenía delante‑, pues yo soy un hombre de sentimientos. Pero no conseguí atraérmela. Entre tanto, quedé cesante, no por culpa mía, sino a causa de ciertos cambios burocráticos. Entonces me entregué a la bebida… Ya hace año y medio que, tras mil sinsabores y peregrinaciones continuas, nos instalamos en esta capital magnífica, embellecida por incontables monumentos. Aquí encontré un empleo, pero pronto lo perdí. ¿Comprende, señor? Esta vez fui yo el culpable: ya me dominaba el vicio de la bebida. Ahora vivimos en un rincón que nos tiene alquilado Amalia Ivanovna Lipevechsel. Pero ¿cómo vivimos, cómo pagamos el alquiler? Eso lo ignoro. En la casa hay otros muchos inquilinos: aquello es un verdadero infierno. Entre tanto, la hija que tuve de mi primera mujer ha crecido. En cuanto a lo que su madrastra la ha hecho sufrir, prefiero pasarlo por alto. Pues Catalina Ivanovna, a pesar de sus sentimientos magnánimos, es una mujer irascible e incapaz de contener sus impulsos… Sí, así es. Pero ¿a qué mencionar estas cosas? Ya comprenderá usted que Sonia no ha recibido una educación esmerada. Hace muchos años intenté enseñarle geografía e historia universal, pero como yo no estaba muy fuerte en estas materias y, además, no teníamos buenos libros, pues los libros que hubiéramos podido tener… , pues… , ¡bueno, ya no los teníamos!, se acabaron las lecciones. Nos quedamos en Ciro, rey de los persas. Después leyó algunas novelas, y últimamente Lebeziatnikof le prestó La Fisiología, de Lewis. Conoce usted esta obra, ¿verdad? A ella le pareció muy interesante, e incluso nos leyó algunos pasajes en voz alta. A esto se reduce su cultura intelectual. Ahora, señor, me dirijo a usted, por mi propia iniciativa, para hacerle una pregunta de orden privado. Una muchacha pobre pero honesta, ¿puede ganarse bien la vida con un trabajo honesto? No ganará ni quince kopeks al día, señor mío, y eso trabajando hasta la extenuación, si es honesta y no posee ningún talento. Hay más: el consejero de Estado Klopstock Iván Ivanovitch… , ¿ha oído usted hablar de él… ?, no solamente no ha pagado a Sonia media docena de camisas de Holanda que le encargó, sino que la despidió ferozmente con el pretexto de que le había tomado mal las medidas y el cuello le quedaba torcido. ...

En la línea 4
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Paulina Alexandrovna, al verme, me preguntó en seguida porqué había tardado tanto en volver, y sin esperar mi respuesta se retiró inmediatamente. Naturalmente que aquello lo hizo adrede. Pero era indispensable, sin embargo, tener una explicación. Tengo el corazón oprimido. ...

En la línea 32
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Fui a la Nunciatura para hacer visar mi pasaporte. Me recibió un cura bajito, delgado y glacial, que me rogó aguardase, en tono amable pero muy seco. Yo tenía prisa. Me senté, sin embargo, y sacando de mi bolsillo La Opinión Nacional empecé a leer un artículo insultante contra Rusia. Mientras leía pude oír cómo a través de la habitación contigua otra visita había sido introducida hasta la presencia de Monseñor. ...

En la línea 44
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Sin embargo, es la pura verdad —contesté—. Sé el hecho por un honorable capitán retirado digno de todos los respetos, y pude ver en la mejilla del niño la cicatriz de la herida. ...

En la línea 54
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Ha de tener en cuenta que yo no soy parienta; no soy más que la nuera del general. Sin embargo, me consta que no me olvidará en su testamento. Lo sé de muy buena fuente. ...

En la línea 101
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Difícil sería hallar un transeúnte de aspecto más miserable. Era un hombre de mediana estatura, robusto, de unos cuarenta y seis a cuarenta y ocho años. Una gorra de cuero con visera calada hasta los ojos ocultaba en parte su rostro tostado por el sol y todo cubierto de sudor. Su camisa, de una tela gruesa y amarillenta, dejaba ver su velludo pecho; llevaba una corbata retorcida como una cuerda; un pantalón azul usado y roto; una vieja chaqueta gris hecha jirones; un morral de soldado a la espalda, bien repleto, bien cerrado y nuevo; en la mano un enorme palo nudoso, los pies sin medias, calzados con gruesos zapatos claveteados. Sus cabellos estaban cortados al rape y, sin embargo, erizados, porque comenzaban a crecer un poco y parecía que no habían sido cortados hacía algún tiempo. ...

En la línea 187
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Con tan poco no podéis alojaros en una posada -continuó ella-. ¿Habéis probado, sin embargo? ¿Es posible que paséis así la noche? Tendréis sin duda frío y hambre. Debieran recibiros por caridad. ...

En la línea 241
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Señor cura -dijo el hombre-, sois bueno; no me despreciáis, me recibís en vuestra casa. Encendéis las velas para mí. Y sin embargo, no os he ocultado de donde vengo, y que soy un miserable. ...

En la línea 456
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Sin embargo a alguna distancia, la fatiga lo obligó a detenerse y Jean Valjean, en medio de su meditación, lo oyó sollozar. ...

En la línea 311
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Una noche despertó sobresaltado con la mirada ansiosa, las aletas nasales husmeando temblorosas, la pelambre encrespada en olas sucesivas. De la selva llegaba la llamada (o una nota de las muchas melodías de la llamada), clara y definida como nunca: un prolongado aullido, semejante y sin embargo diferente al producido por cualquier perro esquimal. Y Buck reconoció, en su familiar carácter ancestral, un sonido que ya había oído antes. De un salto atravesó el campamento dormido y en silencio se internó en el bosque. Según se fue acercando aflojó el paso prestando atención a cada movimiento, hasta que llegó al borde de un claro entre los árboles y al mirar vio, erguido sobre las ancas, apuntando al cielo con el hocico, a un largo y escuálido lobo gris. ...

En la línea 347
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Sin embargo, el valle recibe todos los veranos una visita de la que los yeehat no llegan a enterarse. La de un gran lobo de espléndido pelaje, parecido, y sin embargo distinto, a todos los demás lobos. Atraviesa solitario la venturosa región de los bosques hasta alcanzar un claro entre los árboles. Allí fluye una corriente de aguas amarillas por sacos podridos de piel de alce que se hunde en la tierra, entre altas hierbas que protegen del sol ese amarillo, y allí permanece un rato y aúlla una vez de un modo prolongado y lastimero antes de partir. ...

En la línea 347
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Sin embargo, el valle recibe todos los veranos una visita de la que los yeehat no llegan a enterarse. La de un gran lobo de espléndido pelaje, parecido, y sin embargo distinto, a todos los demás lobos. Atraviesa solitario la venturosa región de los bosques hasta alcanzar un claro entre los árboles. Allí fluye una corriente de aguas amarillas por sacos podridos de piel de alce que se hunde en la tierra, entre altas hierbas que protegen del sol ese amarillo, y allí permanece un rato y aúlla una vez de un modo prolongado y lastimero antes de partir. ...

En la línea 175
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Sin embargo, al terminar la pieza, solía decirme que la había comprendido perfectamente. ...

En la línea 189
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Si esta operación se efectuase súbitamente, produciría un trastorno mental tan profundo que podría sobrevenir la ruptura de un vaso y la enajenación irremediable o la muerte; pero si paulatinamente la memoria va atando su disperso haz, sólo produce trastornos relativos… Sin embargo -había añadido-, pues que usted desea toda la verdad, le diré que, aun así, un organismo débil pocas veces sobrevive a la recuperación total de sus recuerdos. En el caso de la esposa de usted, nada quiero vaticinar. Sólo afirmaré que su juventud es la mejor garantía» ...

En la línea 211
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... -Qué extraordinario… -exclamó Blanca, divertida verdaderamente con mi narración, que, sin embargo, en tratándose de tales o cuales vocablos, dejaba de entender. ...

En la línea 255
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... No me atreví sin embargo a intentar la excursión, por miedo a una nueva desgarradura del pasado y preparé nuestro embarque en el vapor italiano que regresaba a Barcelona. ...

En la línea 356
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -No muy bien… -contestó Ignacio, nublado más que de costumbre el ceño-. Padece mucho… Cuando la dejé estaba, sin embargo, más aliviada. ...

En la línea 667
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Y fueron viniendo botellas, aumentándose copas a la ya formidable batería que cada convidado tenía ante sí; anchas y planas, como las de los relieves antiguos, para el espumante Champagne; verdes y angostas, finísimas, para el Rhin; cortas como dedales, sostenidas en breve pie, para el Málaga meridional. Apenas llegó Lucía a catar dos dedos de cada vino; pero los iba probando todos por curiosidad golosa; y, un tanto pesada ya la cabeza, olvidando deliciosamente las peripecias del paseo matinal, se recostaba en la butaca, proyectando el busto, enseñando al sonreír los blancos dientes entre los labios húmedos, con risa de bacante inocente aún, que por vez primera prueba el zumo de las vides. La atmósfera de la cerrada habitación era de estufa: flotaban en ella espirituosos efluvios de bebidas, vaho de suculentos manjares, y el calor uniforme, apacible de la chimenea, y el leve aroma resinoso de los ardidos leños. Lindo asunto para una anacreóntica moderna, aquella mujer que alzaba la copa, aquel vino claro que al caer formaba una cascada ligera y brillante, aquel hombre pensativo, que alternativamente consideraba la mesa en desorden, y la risueña ninfa, de mejillas encendidas y chispeantes ojos. Sentíase Artegui tan dueño de la hora, del instante presente, que, desdeñoso y melancólico, contemplaba a Lucía como el viajero a la flor de la cual aparta su pie. Ni vinos, ni licores, ni blando calor de llama, eran ya bastantes para sacar de su apático sueño al pesimista: circulaba lenta en sus venas la sangre, y en las de Lucía giraba pronta, generosa y juvenil. Hermoso era, sin embargo, para los dos el momento, de concordia suprema, de dulce olvido; la vida pasada se borraba, la presente era como una tranquila eternidad, entre cuatro paredes, en el adormecimiento beato de la silenciosa cámara. Lucía dejó pender ambos brazos sobre los del sillón; sus dedos, aflojándose, soltaron la copa, que rodó al suelo, quebrándose con cristalino retintín en el bronce del guardafuego. Riose la niña de la fractura, y, entreabiertos los ojos y clavados en el techo, se sintió anonadada, invadida por un sopor, un recogimiento profundo de todo su ser. Artegui, en tanto, mudo y sereno, permanecía enhiesto en su butaca, orgulloso como el estoico antiguo: acre placer le penetraba todo, el goce de sentirse bien muerto, y cerciorarse de que en vano la traidora Naturaleza había intentado resucitarle. ...

En la línea 696
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Interrumpió la escena muda el camarero, entrando y presentando a Artegui en una bandejilla un sobre azul, que encerraba un telegrama. No era dable en Artegui palidecer, y, sin embargo, visiblemente se tornaron aún más descoloridos sus pómulos al leer, roto el sobre, lo que el parte decía. Nubláronse sus ojos, y por instinto buscó el apoyo de la chimenea, en cuya tableta de mármol se recostó. A este punto, Lucía, vuelta ya de su asombro primero, se lanzaba a él, y poniéndole las dos manos en los brazos, le suplicaba ansiosamente: ...

En la línea 966
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Salió del cuarto. En su mente germinaba un concepto singular de la autoridad conyugal: parecíale que su marido tenía derecho perfecto, incontestable, evidente, a vedarte todo género de goces y alegrías, pero que en el sufrimiento era libre y que prohibirle el padecer, el velar y el consagrarse a la enferma, era duro despotismo. De estas ideas peregrinas tienen muchas los desdichados que llegan a refugiarse en el dolor y a proclamarle lugar de asilo. Arreglose, sin embargo, la cuestión mejor de lo que Lucía pensaba, porque aconteció que aquella misma tarde tomó cartas en ella Perico, resolviéndola con su clásico desenfado. ...

En la línea 63
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Sin embargo el 29 de septiembre las cosas no sucedieron completamente del mismo modo. El legajo de billetes de banco no volvió, y cuando el magnífico reloj colocado encima del 'drawing office' dio las cinco, la hora en que debía cerrarse el despacho, el Banco d Inglaterra no tenía mas que recursos que asentar cincuenta y cinco mil libras en la cuenta de ganancias y de pérdidas. ...

En la línea 258
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Sin embargo, señor cónsul, será necesario que yo detenga aquí a ese hombre hasta haber recibido de Londres un mandato de prisión. ...

En la línea 459
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Sin embargo, mister Fogg- repuso el brigadier general-, habéis estado a punto de cargar con muy mal negocio por la aventura de ese mozo. ...

En la línea 464
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Picaporte, despierto ya, miraba y no podía creer que atravesaba el país de los indios en un tren del 'Great Peninsular Railway'. Esto te parecía inverosímil, y, sin embargo, nada más positivo. La locomotora, dirigida por el brazo de un maquinista inglés y caldeada con hulla inglesa, despedía el humo sobre las plantaciones de algodón, café, moscada, clavillo y pimienta. El vapor se contorneaba en espirales alrededor de los grupos de palmeras, entre las cuales aparecían pintorescos bungalows y algunos viharis, especie de monasterios abandonados, y templos maravillosos enriquecidos por la inagotable ornamentación de la arquitectura hindú. Después, habia inmensas extensiones de tierra que se dibujaban hasta perderse de vista; juncales donde no faltaban ni las serpientes ni los tigres espantados por los resoplidos del tren y, por último, selvas perdidas por el trazado del camino, frecuentadas todavía por elefantes que miraban con ojo pensativo pasar el disparado convoy. ...

Reglas relacionadas con los errores de h

Las Reglas Ortográficas de la H

Regla 1 de la H Se escribe con h todos los tiempos de los verbos que la llevan en sus infinitivos. Observa estas formas verbales: has, hay, habría, hubiera, han, he (el verbo haber), haces, hago, hace (del verbo hacer), hablar, hablemos (del verbo hablar).

Regla 2 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan con la sílaba hum- seguida de vocal. Observa estas palabras: humanos, humano.

Se escriben con h las palabras que empiezan por hue-. Por ejemplo: huevo, hueco.

Regla 3 de la H Se escriben con h las palabra que empiezan por hidro- `agua', hiper- `superioridad', o `exceso', hipo `debajo de' o `escasez de'. Por ejemplo: hidrografía, hipertensión, hipotensión.

Regla 4 de la H Se escriben con h las palabras que empiezan por hecto- `ciento', hepta- `siete', hexa- `seis', hemi- `medio', homo- `igual', hemat- `sangre', que a veces adopta las formas hem-, hemo-, y hema-, helio-`sol'. Por ejemplo: hectómetro, heptasílaba, hexámetro, hemisferio, homónimo, hemorragia, helioscopio.

Regla 5 de la H Los derivados de palabras que llevan h también se escriben con dicha letra.

Por ejemplo: habilidad, habilitado e inhábil (derivados de hábil).

Excepciones: - óvulo, ovario, oval... (de huevo)

- oquedad (de hueco)

- orfandad, orfanato (de huérfano)

- osario, óseo, osificar, osamenta (de hueso)


Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra h


El Español es una gran familia

Errores Ortográficos típicos con la palabra Embargo

Cómo se escribe embargo o hembargo?
Cómo se escribe embargo o enbargo?
Cómo se escribe embargo o embarrgo?
Cómo se escribe embargo o emvargo?
Cómo se escribe embargo o embarjo?

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La palabra terror
La palabra corral
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