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La palabra elejantes
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Comó se escribe elejantes o elegantes?

Cual es errónea Elegantes o Elejantes?

La palabra correcta es Elegantes. Sin Embargo Elejantes se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino elejantes es que hay un Intercambio de las letras j;g con respecto la palabra correcta la palabra elegantes

Más información sobre la palabra Elegantes en internet

Elegantes en la RAE.
Elegantes en Word Reference.
Elegantes en la wikipedia.
Sinonimos de Elegantes.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece elegantes

La palabra elegantes puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 6853
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El mosquetero encontró un soberbio caballo andaluz, negro como el jade, de belfos de fuego, y patas fi nas y elegantes, que tenía seis años. ...

En la línea 1891
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Me recibió con suma afabilidad, y enterado de mi pretensión, respondió, haciéndome una cortesía seductora y con un gesto genuinamente andaluz: «Vea a mi secretario; vea a mi secretario; _él hará por usted el gusto_.» Fuí a ver al secretario, un aragonés llamado Oliban, que no era guapo, ni de elegantes maneras, ni afable. ...

En la línea 2448
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Salí de Córdoba una radiante mañana en compañía del _contrabandista_, que iba montado en un hermoso caballo de media alzada, una _jaca_, de la renombrada casta cordobesa; era el animal de color bayo claro, lucero, de remos fuertes, pero elegantes, y con una larga cola negra que le arrastraba por el suelo. ...

En la línea 5148
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Con este propósito me instalé para lo restante del día en una famosa fonda francesa de la calle del Caballero de Gracia que, por ser uno de los lugares más concurridos y más elegantes de Madrid, pensé, naturalmente, que sería el último adonde al corregidor se le ocurriría buscarme. ...

En la línea 4891
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Deste modo salieron y se retiraron todas las dos figuras de las dos escuadras, y cada uno hizo sus mudanzas y dijo sus versos, algunos elegantes y algunos ridículos, y sólo tomó de memoria don Quijote -que la tenía grande- los ya referidos; y luego se mezclaron todos, haciendo y deshaciendo lazos con gentil donaire y desenvoltura; y cuando pasaba el Amor por delante del castillo, disparaba por alto sus flechas, pero el Interés quebraba en él alcancías doradas. ...

En la línea 85
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 18 de abril.- A nuestro regreso pasamos en Socego dos días, que empleo en coleccionar insectos en el bosque. La mayor parte de los árboles, aunque muy elevados, no tienen más de tres o cuatro pies de circunferencia; excepto algunos, por supuesto, de dimensiones mucho más considerables. El señor Manuel estaba haciendo una canoa de 70 pies de longitud con un solo tronco de árbol que tenía 110 pies de largo y un grueso grandísimo. El contraste de las palmeras, creciendo en medio de especies comunes con ramas, da siempre al paisaje un aspecto intertropical. En este punto adorna el bosque el palmito, una de las palmeras más elegantes de la familia. El tronco es tan delgado, que puede abarcarse con ambas manos; y, sin embargo, balancea sus elegantes hojas a 40 ó 50 pies sobre el nivel del suelo. Las plantas trepadoras leñosas, cubiertas a su vez por otras plantas trepadoras, tienen un tronco muy grueso: medí algunos que tenían hasta dos pies de circunferencia. Algunos árboles viejos presentan un aspecto muy extraño: las trenzas de lianas que cuelgan de sus ramas parecen haces de heno. Si después de saciarse de mirar el follaje se vuelve la vista al suelo, siéntese uno transportado de igual admiración por la suma elegancia de las hojas de los helechos y de las mimosas. Estas últimas cubren el suelo formando una alfombra de algunas pulgadas de altura; si se anda encima de ese tapiz, volviendo atrás la cabeza, se ven las huellas de los pasos indicadas por el cambio de matiz producido por el aplastamiento de los sensibles peciolos de estas plantas. Es fácil indicar los objetos individuales que mueven a admiración en estos pasmosos paisajes; pero es imposible decir qué sentimientos de asombro y de elevación despiertan en el alma de aquél a quien le es dado contemplarlos. ...

En la línea 111
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El aspecto general de los coleópteros me desilusionó mucho. Hay aquí escarabajos pequeños, de color oscuro, en grandísimo número6. Las colecciones europeas no poseen hasta ahora, sino ejemplares de las especies tropicales más grandes: una simple ojeada a lo que ha de ser el futuro catálogo completo bastaría para destruir por siempre el descanso de un entomólogo. Los escarabajos carnívoros o carábidos existen en cortísimo número entre los trópicos; este hecho es tanto más notable cuanto que los cuadrúpedos carnívoros existen en el mayor número en los países cálidos. Esto me llamó vivamente la atención al llegar al Brasil, y cuando vi reaparecer en las llanuras templadas de la Plata numerosos harpálidos, tan elegantes y tan activos. Las arañas tan numerosas y los himenópteros tan rapaces, ¿reemplazan a los escarabajos carnívoros? Son muy raros los escarabajos que se alimentan de carnaza y los braquélitros; por otra parte, se hallan en cantidades asombrosas los gorgojos y los crisomélidos, que se alimentan todos de vegetales. No hablo aquí del número de las 5 Mr. Doubleday describió ante la Sociedad de Entomología (3 de marzo de 1845) una forma particular de las alas de esta mariposa, forma que parece permitirla producir el ruido de que hablo. «Esta mariposa (dice) es notable porque lleva una especie de tambor en la base de las alas anteriores, entre la nervadura costal y la nervadura infracostal. ...

En la línea 1977
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... nsiderando sus porcelanas, sus telas, sus utensilios de formas elegantes, tallados en las piedras más duras, sus instrumentos de cobre, sus alhajas ornadas con piedras preciosas, sus palacios, sus trabajos hidráulicos, es imposible -dejar de admirar los extraordinarios progresos que habían hecho en las artes y en la civilización ...

En la línea 2691
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... En algunas cañadas húmedas hay magníficos helechos arborescentes: uno he visto de 20 pies lo menos de altura y 6 de grueso; las ramas forman elegantes sombrillas que producen sombra tan densa que puede compararse al crepúsculo. cima del monte, ancha y plana, está formada de grandes masas angulares de gres, y está a 3.100 pies sobre el nivel del mar ...

En la línea 180
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Así como en las mujeres de su edad se anuncian por asomos de contornos turgentes las elegantes líneas del sexo, en el acólito sin órdenes se podía adivinar futura y próxima perversión de instintos naturales provocada ya por aberraciones de una educación torcida. ...

En la línea 287
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Todo esto era triste; pero el Magistral que veía, con amargura en los labios, estos despojos de que le daba elocuente representación el catalejo, podía abrir el pecho al consuelo y a la esperanza contemplando, fuera del barrio noble, al Oeste y al Norte, gráficas señales de la fe rediviva, en los alrededores de Vetusta, donde construía la piedad nuevas moradas para la vida conventual, más lujosas, más elegantes que las antiguas, si no tan sólidas ni tan grandes. ...

En la línea 927
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La separaba del tocador un intercolumnio con elegantes colgaduras de satín granate. ...

En la línea 2520
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Unos eran personajes averiados que habían contraído la costumbre de trasnochar en Madrid, otros elegantes y calaveras de Vetusta que los imitaban. ...

En la línea 689
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Este trastorno general iba a provocar, una vez más, la guerra civil entre Colonnas y Orsinis. Los vecinos se ocultaban en sus casas. Los palacios de los cardenales aparecían transformados en fortalezas. Especialmente Juliano de la Rovere y Rodrigo de Borja habían guarnecido sus elegantes viviendas con tropas de mercenarios a sueldo, levantando, además, bastiones de tierra ante las puertas, con abundante artillería. Toda la gente belicosa de la, ciudad estaba en armas, dispuesta a la batalla. ...

En la línea 1275
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Cuando acabaron estos bailes de Momo , el cardenal de Valencia pidió permiso a Su Santidad para danzar con su hermana doña Lucrecia la baja y la alta , que era la danza de España más celebrada entonces y todos hubieron gran placer en ella, por ser ambos los más famosos danzarines de Roma, especialmente en bailes hispanomoriscos, muy de moda en aquel tiempo. El primero en admirar a dicha pareja era el Pontífice. Sonreía embelesado, siguiendo los graciosos y elegantes movimientos de sus hijos. ...

En la línea 1360
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... A César lo veía como un tigre de dorada piel, ojos de esmeralda y estiramientos peligrosamente elegantes. ...

En la línea 1386
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los romanos, montañeses del Apenino, hercúleos y con gran afición a los ejercicios violentos, veían favorecidos sus gustos por este gran señor, siempre vestido de ricas telas y cubierto de joyas como las damas. Su exterior delicado en apariencia, su rostro fino y sus elegantes maneras ocultaban una fuerza atlética. ...

En la línea 48
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... En esto apareció en el extremo Oriente un nuevo artista, un genio que acabó de perturbar a D. Bonifacio. Este innovador fue Senquá, del cual puede decirse que representaba con respecto a Ayún, en aquel arte budista, lo que en la música representaba Beethoven con respecto a Mozart. Senquá modificó el estilo de Ayún, dándole más amplitud, variando más los tonos, haciendo, en fin, de aquellas sonatas graciosas, poéticas y elegantes, sinfonías poderosas con derroche de vida, combinaciones nuevas y atrevimientos admirables. Ver D. Bonifacio las primeras muestras del estilo de Senquá y chiflarse por completo, fue todo uno. «¡Barástolis!, ¡esto es la gloria divina—decía—; es mucho chino este… !». Y de tal entusiasmo nacieron pedidos imprudentes y el grave error mercantil, cuyas consecuencias no pudo apreciar aquel excelente hombre, porque le cogió la muerte. ...

En la línea 74
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Pues apechuguemos con las novedades» dijo Isabel a su marido, observando aquel furor de modas que le entraba a esta sociedad y el afán que todos los madrileños sentían de ser elegantes con seriedad. Era, por añadidura, la época en que la clase media entraba de lleno en el ejercicio de sus funciones, apandando todos los empleos creados por el nuevo sistema político y administrativo, comprando a plazos todas las fincas que habían sido de la Iglesia, constituyéndose en propietaria del suelo y en usufructuaria del presupuesto, absorbiendo en fin los despojos del absolutismo y del clero, y fundando el imperio de la levita. Claro es que la levita es el símbolo; pero lo más interesante de tal imperio está en el vestir de las señoras, origen de energías poderosas, que de la vida privada salen a la pública y determinan hechos grandes. ¡Los trapos, ay! ¿Quién no ve en ellos una de las principales energías de la época presente, tal vez una causa generadora de movimiento y vida? Pensad un poco en lo que representan, en lo que valen, en la riqueza y el ingenio que consagra a producirlos la ciudad más industriosa del mundo, y sin querer, vuestra mente os presentará entre los pliegues de las telas de moda todo nuestro organismo mesocrático, ingente pirámide en cuya cima hay un sombrero de copa; toda la máquina política y administrativa, la deuda pública y los ferrocarriles, el presupuesto y las rentas, el Estado tutelar y el parlamentarismo socialista. ...

En la línea 379
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —No; sólo una media docena de voces elegantes, de las que usa la alta sociedad. No las entendí bien. Lo demás bien clarito estaba, demasiado clarito. Lloraste por tu Pitusa de tu alma, y te llamabas miserable por haberla abandonado. Créelo, te pusiste que no había por dónde cogerte. ...

En la línea 423
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La casa era tan grande, que los dos matrimonios vivían en ella holgadamente y les sobraba espacio. Tenían un salón algo anticuado, con tres balcones. Seguía por la izquierda el gabinete de Barbarita, luego otro aposento, después la alcoba. A la derecha del salón estaba el despacho de Juanito, así llamado no porque este tuviese nada que despachar allí, sino porque había mesa con tintero y dos hermosas librerías. Era una habitación muy bien puesta y cómoda. El gabinetito de Jacinta, inmediato a esta pieza, era la estancia más bonita y elegante de la casa y la única tapizada con tela; todas las demás lo estaban con colgadura de papel, de un arte dudoso, dominando los grises y tórtola con oro. Veíanse en esta pieza algunas acuarelas muy lindas compradas por Juanito, y dos o tres óleos ligeros, todo selecto y de regulares firmas, porque Santa Cruz tenía buen gusto dentro del gusto vigente. Los muebles eran de raso o de felpa y seda combinadas con arreglo a la moda, siendo de notar que lo que allí se veía no chocaba por original ni tampoco por rutinario. Seguía luego la alcoba del matrimonio joven, la cual se distinguía principalmente de la paterna en que en esta había lecho común y los jóvenes los tenían separados. Sus dos camas de palosanto eran muy elegantes, con pabellones de seda azul. La de los padres parecía un andamiaje de caoba con cabecera de morrión y columnas como las de un sagrario de Jueves Santo. La alcoba de los pollos se comunicaba con habitaciones de servicio, y le seguían dos grandes piezas que Jacinta destinaba a los niños… cuando Dios se los diera. Hallábanse amuebladas con lo que iba sobrando de los aposentos que se ponían de nuevo, y su aspecto era por demás heterogéneo. Pero el arreglo definitivo de estas habitaciones vacantes existía completo en la imaginación de Jacinta, quien ya tenía previstos hasta los últimos detalles de todo lo que se había de poner allí cuando el caso llegara. ...

En la línea 646
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... En torno al pilón, en elegantes vitrinas fijadas por armaduras de cobre, se hallaban, convenientemente clasificados y etiquetados, los más preciosos productos del mar que hubiera podido nunca contemplar un naturalista. Se comprenderá mi alegría de profesor. ...

En la línea 1515
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Durante varias horas, el Nautilus se bañó en aquella luz. Nuestra fascinación se hizo aún más intensa al ver grandes animales marinos evolucionar como salamandras. Vi allí, en medio de ese fuego que no quema, unas marsopas rápidas y elegantes, infatigables payasos de los mares, y unos istióforos o espadones veleros, de tres metros de longitud, de quienes se dice que anuncian los huracanes, y que golpeaban, a veces, nuestros cristales con su formidable espada. Aparecieron luego peces más pequeños, entre ellos variados balistes, escómbridos saltadores, nasones y otros muchos que rayaban de colores fulgurantes y zigzagueantes el agua luminosa. ...

En la línea 1611
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Al cabo de dos horas de marcha habíamos llegado a una profundidad de unos trescientos metros, es decir, al límite extremo de la formación del coral. Allí no existía ya ni el aislado «matorral» ni el «bosquecillo» de monte bajo. Era el dominio del bosque inmenso, de las grandes vegetaciones minerales, de los enormes árboles petrificados, reunidos por guirnaldas de elegantes plumarias, esas lianas marinas, cuya belleza realzaban sus matices de color y sus destellos fosforescentes. Andábamos fácilmente bajo los altos ramajes perdidos en la oscuridad de las aguas, mientras a nuestros pies, las tubíporas, las meandrinas, las astreas, las fungias, las cariófilas, formaban un tapiz de flores sembrado de gemas resplandecientes. ...

En la línea 2480
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Durante días enteros nos acompañaron bandadas de elegantes y traviesos delfines. Iban en grupos de cinco o seis, cazando juntos como los lobos en el campo. No son los delfines menos voraces que los perros marinos si debo creer a un profesor de Copenhague que sacó del estómago de un delfín trece marsopas y quince focas. Era, es cierto, un ejemplar perteneciente a la mayor especie conocida, y cuya longitud sobrepasa, a veces, los veinticuatro pies. Esta familia de los delfinidos cuenta con diez géneros, y los que yo vi pertenecían al de los delfinorrincos, notables por un hocico excesivamente estrecho y de una longitud cuatro veces mayor que la del cráneo. Sus cuerpos medían tres metros, y eran negros por encima y de un blanco rosáceo por debajo sembrado de manchitas muy raras. ...

En la línea 1324
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Si hubieses esperado un instante, Biddy, me habrías oído decir que me propongo traer aquí mi traje, en un fardo, por la noche, es decir, la noche antes de mi marcha. Biddy no dijo ya nada más. Yo la perdoné generosamente y pronto di con afecto las buenas noches a ella y a Joe y me marché a la cama. En cuanto me metí en mi cuartito, me quedé sentado y lo contemplé largo rato, considerándolo una habitacioncita muy pobre y de la que me separaría muy pronto para habitar siempre otras más elegantes. En aquella estancia estaban mis jóvenes recuerdos, y entonces también sentí la misma extraña confusión mental entre ella y las otras habitaciones mejores que iría a habitar, así como me había ocurrido muchas veces entre la forja y la casa de la señorita Havisham y entre Biddy y Estella. ...

En la línea 128
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Esta media botella que ve usted aquí está pagada con su dinero ‑continuó Marmeladof, dirigiéndose exclusivamente a Raskolnikof‑. Me ha dado treinta kopeks, los últimos, todo lo que tenía: lo he visto con mis propios ojos. Ella no me ha dicho nada; se ha limitado a mirarme en silencio… Ha sido una mirada que no pertenecía a la tierra, sino al cielo. Sólo allá arriba se puede sufrir así por los hombres y llorar por ellos sin condenarlos. Sí, sin condenarlos… Pero es todavía más amargo que no se nos condene. Treinta kopeks… ¿Acaso ella no los necesita? ¿No le parece a usted, mi querido señor, que ella ha de conservar una limpieza atrayente? Esta limpieza cuesta dinero; es una limpieza especial. ¿No le parece? Hacen falta cremas, enaguas almidonadas, elegantes zapatos que embellezcan el pie en el momento de saltar sobre un charco. ¿Comprende, comprende usted la importancia de esta limpieza? Pues bien; he aquí que yo, su propio padre, le he arrancado los treinta kopeks que tenía. Y me los bebo, ya me los he bebido. Dígame usted: ¿quién puede apiadarse de un hombre como yo? Dígame, señor: ¿tiene usted piedad de mí o no la tiene? Con franqueza, señor: ¿me compadece o no me compadece? ¡Ja, ja, ja! ...

En la línea 329
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... A veces se detenía ante alguno de aquellos chalés graciosamente incrustados en la verde vegetación. Miraba por la verja y veía a lo lejos, en balcones y terrazas, mujeres elegantemente compuestas y niños que correteaban por el jardín. Lo que más le interesaba, lo que atraía especialmente sus miradas, eran las flores. De vez en cuando veía pasar elegantes jinetes, amazonas, magníficos carruajes. Los seguía atentamente con la mirada y los olvidaba antes de que hubieran desaparecido. ...

En la línea 322
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Volvió en breve, y el tren comenzó de nuevo su marcha, que de noche parecía vertiginosa y fatigosa de día. El sol iba ascendiendo a su cenit, y el calor se anunciaba por ráfagas tibias y pesadas, alientos de fuego que encendían la atmósfera. Ligero polvillo de carbón, procedente de la máquina, entraba por las ventanas, depositándose en los blanquecinos cojines y en el velo de percal que preservaba el respaldo de los asientos. A veces, contrastando con el tufo penetrante del carbón de piedra, venía una bocanada del agreste perfume de los encinares y las praderías, extendidas a uno y otro lado del tren. Tenía el país mucho carácter: eran las Vascongadas, rudas y hermosas. Por todas partes dominaban el camino amenazantes alturas, coronadas de recias casamatas o fuertes castillos recientemente construidos allí para señorear aquellos indomables cerros. En los flancos de la montaña se distinguían anchas zanjas de trincheras o líneas de reductos, como cicatrices en un rostro de veterano. Altos y elegantes chopos ceñían las bien cultivadas llanuras, verdes e iguales, a manera de un collar de esmeraldas. De entre el blanco y limpio caserío se destacaban las torres de los campanarios. Lucía se signaba al verlas. ...

En la línea 385
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Acontecía que los pícaros de los túneles se solazaban en taparles adrede los mejores puntos de vista de la ruta. Que aparecía un otero, risueño, un grupo de frondosos árboles, una amena vega, ¡paf! el túnel. Y se quedaban inmóviles al vidrio, sin osar hablar, ni moverse, cual si de pronto entrasen en una iglesia. Algo familiarizada Lucía ya con el calor, interesábanle mucho los accidentes de paisaje que a uno y otro lado del tren se extendían. Le agradaron las fábricas de fósforos, altas, enyesadas, limpias, con su gran letrero en la frente; y en Hernani batió palmas al divisar a la izquierda un magnífico parque inglés, con sus macizos de flores resaltando sobre el verde césped, y sus coníferas elegantes, de ramaje simétrico y péndulo. En Pasajes, tras de la monotonía fatigosa de las montañas reposaron al fin los ojos, viendo extenderse el mar azul, un tanto rizado, mientras los buques, fondeados en la bahía, se columpiaban con oscilación imperceptible, y una brisa marina, acre y salitrosa, estremecía las cortinillas de tafetán del coche, aventando el sudor de la frente de los cansados viajeros. Lucía se quedó embobada ante el Océano, nunca de ella visto hasta entonces, y cuando el túnel -de sopetón y sin pedir permiso- cubrió el espectáculo con negro velo, permaneció de codos en la ventanilla, absorta, las pupilas dilatadas, entreabiertos de admiración los labios. ...

En la línea 759
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... El chalet alquilado en Vichy por las dos familias, Miranda y Gonzalvo, llevaba el poético letrero de Chalet de las Rosas. A fin de justificar el nombre, sin duda, corrían por todos sus calados balaústres airosos festones de rosal enredadera, al extremo de cuyas ramas oscilaban las cabecitas lánguidas de las últimas rosas de la estación. Habíalas color barquillo bajo, realzadas por la nota de fuego de las bengalas, y las rosas enanas, de matiz de carne, parecían rostros microscópicos, que miraban curiosos a las vidrieras del chalet. En el jardinete, ante el peristilo, era una gentil confusión de rosas de todos los tonos y tamaños. Las Maimaison descollaban rosadas y turgentes, como un hermoso seno; las té se deshacían, dejando pender sus desmayados pétalos; las de Alejandría, erguidas y elegantes, vertían su copa de esencia embriagadora; las musgosas reían irónicas con sus labios de carmín, al través de una barba tupida y verde; las albas desafiaban a la nieve con su fría y cándida belleza, con su rigidez púdica de flores de batista. Y entre sus lindas hermanas, la exótica viridiflora ocultaba sus capullos glaucos, como avergonzándose del extraño color alagartado de sus flores de su fealdad de planta rara, interesante tan sólo para el botánico. ...

En la línea 875
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Pues… -siguió Amalia, viéndose religiosamente escuchada- allí estaban Jiménez y el marquesito de Cañahejas, y Monsieur Anatole… y todos leían y comentaban un suelto del Fígaro, en que se refería la sensación causada en una de las estaciones termales más elegantes de Francia y de Europa, por el loco amor de un magnate español a una dama sueca… ...

En la línea 794
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El desarrollo panorámico de las islas era soberbio. Inmensos bosques de palmeras asiáticas, arecas, bambúes, moscadas, tecks, mimosas gigantescas, helechos arborescentes cubrían el primer plano del país, perfilándose atrás los elegantes contornos de las montañas. Sobre la costa pululaban a millares esas preciosas salanganas, cuyos nidos comestibles son un manjar muy apetitoso en el Celeste Imperio. Pero todo este espectáculo variado, ofrecido a las miradas por el grupo de las Andaman, paso pronto, y el 'Rangoon' se dirigió con rapidez hacia el estrecho de Malaca, que debía darle acceso a los mares de la China. ...

En la línea 829
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... La isla de Singapore no es grande ni de imponente aspecto. Carece de montañas y, por consiguiente, de perfiles, pero en su pequeñez es encantadora. Es un parque cortado por hermosas carreteras. Un bonito coche, tirado por esos elegantes caballos importados de Nueva Zelanda, transportó a mistress Aouida y a Phileas Fogg al centro de unos grupos de palmeras de brillante hoja y de esos árboles que producen el clavo de especia fon nado con el capullo mismo de la flor entreabierta. Allí, los setos de arbustos de pimienta, reemplazaban las cambroneras de las cainpiñas europeas; los saguteros, los grandes helechos con su soberbio follaje, variaban el aspecto de aquella región tropical; los árboles de moscada con sus barnizadas hojas saturaban el aire con penetrantes perfumes. Los monos en tropeles, que ostentaban su viveza y sus muecas, no faltaban en los bosques, ni los tigres en los juncales. A quien se asombre de que en tan pequeña isla no hayan sido destruidos esos terribles carnívoros, les responderemos que vienen de Malaca atravesando el estrecho a nado. ...


El Español es una gran familia


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras j;g

Reglas relacionadas con los errores de j;g

Las Reglas Ortográficas de La J

Se escriben con j las palabras que terminan en -aje. Por ejemplo: lenguaje, viaje.

Se escriben con j los tiempos de los verbos que llevan esta letra en su infinitivo. Por ejemplo:

viajemos, viajáis (del verbo viajar); trabajábamos, trabajemos (del verbo trabajar).

Hay una serie de verbos que no tienen g ni j en sus infinitivos y que se escriben en sus tiempos

verbales con j delante de e y de i. Por ejemplo: dije (infinitivo decir), traje (infinitivo traer).

Las Reglas Ortográficas de la G

Las palabras que contienen el grupo de letras -gen- se escriben con g.

Observa los ejemplos: origen, genio, general.

Excepciones: berenjena, ajeno.

Se escriben con g o con j las palabras derivadas de otra que lleva g o j.

Por ejemplo: - de caja formamos: cajón, cajita, cajero...

- de ligero formamos: ligereza, aligerado, ligerísimo...

Se escriben con g las palabras terminadas en -ogía, -ógico, -ógica.

Por ejemplo: neurología, neurológico, neurológica.

Se escriben con g las palabras que tienen los grupos -agi-, -igi. Por ejemplo: digiere.

Excepciones: las palabras derivadas de otra que lleva j. Por ejemplo: bajito (derivada de bajo), hijito

(derivada de hijo).

Se escriben con g las palabras que empiezan por geo- y legi-, y con j las palabras que empiezan por

eje-. Por ejemplo: geografía, legión, ejército.

Excepción: lejía.

Los verbos cuyos infinitivos terminan en -ger, -gir se escriben con g delante de e y de i en todos sus

tiempos. Por ejemplo: cogemos, cogiste (del verbo coger); elijes, eligieron (del verbo elegir).

Excepciones: tejer, destejer, crujir.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Elegantes

Cómo se escribe elegantes o helegantes?
Cómo se escribe elegantes o elegantez?
Cómo se escribe elegantes o elejantes?

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