Cual es errónea Darle o Darrle?
La palabra correcta es Darle. Sin Embargo Darrle se trata de un error ortográfico.
La falta ortográfica detectada en la palabra darrle es que se ha eliminado o se ha añadido la letra r a la palabra darle

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece darle
La palabra darle puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 313
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿No quería oírlo el amo? ¿Se negaba a darle una esperanza?. ...
En la línea 1093
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Debía distraerse; ¡pobre muchacha! no tenía amigas, y a la juventud hay que darle lo suyo. ...
En la línea 1520
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El labrador fué sacando de su faja toda aquella indigestión de ahorros que le hinchaba el vientre: un billete que le había prestado el amo, unas cuantas piezas de a duro, un puñado de plata menuda, envuelta en un cucurucho de papel; y cuando la cuenta estuvo completa, no pudo librarse de ir con el gitano al sombrajo para convidarle a una copa y darle unos cuantos céntimos a Monote por sus trotes. ...
En la línea 2193
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La gente tropezaba con él en las sendas sin darle las buenas tardes. ...
En la línea 98
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y después de estrechar la mano de Montenegro y darle varias palmadas en los hombros, satisfecho de poder demostrar la fuerza de sus manazas ante aquellos amigos, le volvió la espalda. ...
En la línea 414
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El amo de la tierra se resignaba a aceptar lo que esta quisiera darle. ...
En la línea 649
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Aquel sábado había sido de trabajo. Muchos hombres y muchachas de la gañanía querían pasar el domino en sus pueblos de la sierra, y le habían pedido los jornales para llevarlos a sus familias. Una tarea de volverse loco, el ajustar las cuentas de aquella gente que siempre se creía engañada. Además, había tenido que cuidar a un semental que andaba malucho; darle friegas y otros remedios, ayudado por _Zarandilla_. ...
En la línea 936
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¿Eres tú, buen mozo?--dijo la _Marquesita_ con desenvoltura.--Cada vez estás más guapo. Si no fuese por darle un disgusto a María de la Luz, cualquier día engañábamos a _éste_. ...
En la línea 1783
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Como se encontraba en el barrio de Aramis, le había ven ido la idea de ir a visitar a su amigo, para darle algunas explicaciones sobre los motivos que le habían hecho enviar a Planchet con la invitación de presentarse inmediatamente en la ratonera. ...
En la línea 2334
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Es lo que ya me han informado, monseñor -exclamó Bonacieux, dando a su interrogador el título que había oído al oficial darle-; pero yo os juro que no sabía nada de ello. ...
En la línea 2782
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Por eso la reina os quedará más agradecida, puesto que sabe vuestra antipatía por ese placer; además, será una ocasión para ella de ponerse esos bellos herretes de diamantes que acabáis de darle por su cumpleaños el otro día, y que aún no ha tenido tiempo de ponerse. ...
En la línea 4597
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¿Cómo probaréis -continuó el jesuita sin darle tiempo a hablar que se debe echar de menos el mundo que se ofrece a Dios? Escuchad este dilema: Dios es Dios, y el mundo es el diablo. ...
En la línea 380
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Ahora bien: si estas reflexiones, aunque lijeras, tomadas de documentos intachables, y que no podrán redargüirse de sospechosos, como son los citados, dirijidos á España sobre lo resuelto en Filipinas por aquellas autoridades en los espedientes de la referencia, prueban los perjuicios reales de aquel comercio, y los inconvenientes que se pulsan para darle ese ingreso á la renta, único con que puede contarse para su fomento, ¿á que deberemos atenernos, para no aventurar nada, para no errar y esponer los intereses de la renta? ¿que datos podrán ser los mas luminosos, ciertos y seguros para reformar, aunque en pequeño, el establecimiento, y si es posible darle mayor estension y fomentar sus ingresos, ó al menos conservarle los que tiene? y ¿que razones podrán ser de mas peso al caso, las que desde Manila se han fundado con conocimiento de lo que es el pais y práctica acreditada por una constante esperiencia, ó los que en teoría se hayan podido concebir y proponer en Madrid? Cualquiera imparcialmente juzgando estará por las primeras, porque la esperiencia en todos tiempos y edades se ha dicho y se dice, es la maestra, la norma y mejor regla, casi infalible, de hacer las reformas con mucha probabilidad, por no decir certeza, del asegurar felices resultados y el acierto en todo; al paso que las teorías siempre han causado daños, y algunos de imposible resarcimiento. ...
En la línea 380
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Ahora bien: si estas reflexiones, aunque lijeras, tomadas de documentos intachables, y que no podrán redargüirse de sospechosos, como son los citados, dirijidos á España sobre lo resuelto en Filipinas por aquellas autoridades en los espedientes de la referencia, prueban los perjuicios reales de aquel comercio, y los inconvenientes que se pulsan para darle ese ingreso á la renta, único con que puede contarse para su fomento, ¿á que deberemos atenernos, para no aventurar nada, para no errar y esponer los intereses de la renta? ¿que datos podrán ser los mas luminosos, ciertos y seguros para reformar, aunque en pequeño, el establecimiento, y si es posible darle mayor estension y fomentar sus ingresos, ó al menos conservarle los que tiene? y ¿que razones podrán ser de mas peso al caso, las que desde Manila se han fundado con conocimiento de lo que es el pais y práctica acreditada por una constante esperiencia, ó los que en teoría se hayan podido concebir y proponer en Madrid? Cualquiera imparcialmente juzgando estará por las primeras, porque la esperiencia en todos tiempos y edades se ha dicho y se dice, es la maestra, la norma y mejor regla, casi infalible, de hacer las reformas con mucha probabilidad, por no decir certeza, del asegurar felices resultados y el acierto en todo; al paso que las teorías siempre han causado daños, y algunos de imposible resarcimiento. ...
En la línea 1202
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «¿Qué significa esto?»—exclamo—; y me pongo a darle espolazos. ...
En la línea 1893
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «Sí.» «Entonces, su excelencia no puede darle a usted el permiso—dijo el secretario aragonés—; el Concilio de Trento ordenó que en ningún país cristiano pueda imprimirse parte alguna de la Escritura sin las notas de la iglesia.» «¿Cuántos años hace de eso?»—pregunté yo. ...
En la línea 2439
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «_Don Jorgito_—respondió—, creo que puedo darle a usted un buen consejo. ...
En la línea 2442
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Mi cuñado tiene dos caballos, y cuando se le ofrece los da en alquiler; usted puede alquilarlos, _don Jorge_, y mi cuñado en persona le acompañará para servirle y darle conversación, por lo que le pagará usted cuarenta duros. ...
En la línea 162
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Mas, al darle de beber, no fue posible, ni lo fuera si el ventero no horadara una caña, y puesto el un cabo en la boca, por el otro le iba echando el vino; y todo esto lo recebía en paciencia, a trueco de no romper las cintas de la celada. ...
En la línea 190
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... No le parecieron bien al ventero las burlas de su huésped, y determinó abreviar y darle la negra orden de caballería luego, antes que otra desgracia sucediese. ...
En la línea 197
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Don Quijote le preguntó cómo se llamaba, porque él supiese de allí adelante a quién quedaba obligado por la merced recebida; porque pensaba darle alguna parte de la honra que alcanzase por el valor de su brazo. ...
En la línea 254
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Un mozo de mulas de los que allí venían, que no debía de ser muy bien intencionado, oyendo decir al pobre caído tantas arrogancias, no lo pudo sufrir sin darle la respuesta en las costillas. ...
En la línea 313
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Entre los batracios, me chocó mucho un sapito (Phrynircus nigricans) muy extraño por su color. Puede formarse cabal idea de su aspecto imaginando que primero se le metiese en tinta de la más negra y luego se le permitiese arrastrarse por una tabla recién pintada con bermellón brillante, de modo que este color se le pegara a las plantas de los pies y a algunas partes del vientre. Si esta especie no hubiera recibido nombre aún, merecería ciertamente el de diabolicus, pues es un sapo digno de hablar con Eva. En vez de tener costumbres nocturnas y de vivir en agujeros oscuros y húmedos, como casi todos los demás sapos, se arrastra durante los calores más intensos del día sobre los montoncillos de arena y los llanos áridos, donde no hay ni una gota de agua. Necesariamente debe de contar con el rocío para proveerse de la humedad que le hace falta y que probablemente absorbe por la piel, pues ya se sabe que estos reptiles tienen una gran facultad de absorción cutánea. Uno encontré en Maldonado, en un sitio casi tan seco como los alrededores de Bahía Blanca, creyendo hacerle un gran favor, le cogí y le arrojé en un charco; pero el animalejo no sólo no sabe nadar, sino que de no darle yo auxilio creo que se hubiera ahogado muy pronto. ...
En la línea 545
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Hubiera podido decirse que un gran pez nadaba rápidamente en medio de un fluido luminoso. Los marineros atribuyen, en efecto, esos relámpagos a está causa; pero desde luego no pudo satisfacerme esta explicación a causa del número y de la rapidez de los centelleos. Ya he asegurado que este fenómeno se produce con mucha mayor frecuencia en los países cálidos que en los fríos; y he pensado que una perturbación eléctrica considerable en la atmósfera favorecía mucho su producción. Creo en verdad que el mar es más luminoso después que el tiempo permanece algunos días seguidos en calma; siendo indudable que durante esas calmas nadan en la superficie mayor número de animales. El agua cargada de partículas gelatinosas se encuentra en estado de impureza y se produce el aspecto luminoso en todos los casos ordinarios por la agitación del fluido en contacto con la atmósfera; me inclino mucho a creer que la fosforescencia es el resultado de la descomposición de las partículas orgánicas, procedimiento (tentado estoy casi a darle el nombre de respiración) que purifica el océano. ...
En la línea 646
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Poco hay que decir respecto a la zoología de estas islas. Ya he descrito el buitre o Polyborus. Hay, además, halcones, búhos y algunos pajarillos terrestres; gran número de aves acuáticas, que si hemos de creer los relatos de los antiguos navegantes, eran antes mucho más numerosas todavía. Observaba yo un día un cuervo marino que gozaba con un pez que había cogido. Ocho veces sucesivas dejó escapar su presa sumergiéndose enseguida tras el desgraciado pez, y aunque estuviera el agua muy profunda volvía con él a la superficie. En el Jardín Zoológico he visto una nutria tratar a un pez de la misma manera, es decir, como los gatos juegan con los ratones, únicos ejemplos que conozco de tan refinada crueldad en la madre naturaleza. Otro día me coloqué entre un pájaro bobo (Attenodites termesa) y el agua, y me divertí mucho observando sus costumbres. Era un pájaro muy bravo y se batía conmigo para rechazarme; hasta que logró alcanzar el mar. Tenía que darle fuertes golpes para detenerlo: cuando avanzaba un paso no era posible hacerlo retroceder y tomaba un aspecto muy resuelto, curiosísimo de ver; movía la cabeza de derecha a izquierda, de la manera más extraña y como si no pudiera ver más que por la base y parte anterior de los ojos llámase de ordinario este pájaro, pájaro-burro, porque acostumbra cuando está a orillas del mar a echar la cabeza hacia atrás y prorrumpe en unos gritos que se parecen hasta confundirse a los rebuznos de un asno: al contrario, cuando está en el mar y no se le hostiga, lanza una nota profunda, solemne, que con frecuencia se oye por las noches. ...
En la línea 669
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Todavía no he hablado de los fueguenses que teníamos a bordo. Durante el viaje anterior del Adventura y del Beagle, de 1826 a 1830, tomó el capitán Fitz-Roy como rehenes cierto número de indígenas para castigarlos de haber robado un barco; lo que había producido graves dificultades a una patrulla ocupada en descubrimientos hidrográficos. Llevó el capitán algunos de estos individuos a Inglaterra, y además un niño que compró por un botón de nácar, con el propósito de darle alguna educación y enseñarle algunos principios religiosos a su costa. Establecer a estos indígenas en su patria era uno de los principales motivos que llevaron al capitán Fitz-Roy a la Tierra del Fuego. Antes que el Almirantazgo resolviera armar esta expedición había fletado el capitán un barco generosamente para devolver a los fueguenses a su país. Un misionero, R. Matthews, acompañaba a los indígenas; pero ha publicado Fitz-Roy un estudio tan completo acerca de estas gentes, que tendré que limitarme a muy breves observaciones. El capitán llevó primero a Inglaterra dos hombres (de los cuales murió uno en Europa de sífilis), un joven y una muchacha: teníamos, pues, a bordo a York Minster, Jemmy Button (nombre que se le había dado para recordar el precio por él pagado) y Fuegía Basket. York Minster era un hombre de mediana edad, pequeño, grueso, muy fuerte; tenía el carácter taciturno, reservado, perezoso y muy violento cuando se encolerizaba; quería mucho a algunos de los de a bordo y su inteligencia estaba bastante desarrollada. Todo el mundo quería a Jemmy Button aun cuando también tenía violentos accesos de cólera. Era muy alegre, reía casi siempre y bastaba ver sus facciones para adivinar su excelente carácter. Experimentaba profunda simpatía por todo enfermo; cuando el mar estaba malo solía yo marearme y entonces se me acercaba diciéndome con voz doliente: «¡Pobre, pobre hombre!» Pero había navegado tanto, que en su opinión era ridículo que un hombre se marease, por lo cual muchas veces se volvía para ocultar una sonrisa o una carcajada, y luego repetía su «¡Pobre, pobre hombre!» Buen patriota, acostumbraba a hablar lo mejor posible de su tribu y de su país, donde había, decía él y decía la verdad, «una gran cantidad de árboles»; pero se burlaba de todas las demás tribus. Declaraba enfáticamente que en su país no había diablo. Jemmy era pequeño, fuerte y grueso, y muy coquetón: llevaba siempre guantes, se hacía cortar el pelo y sufría un gran disgusto cuando se le manchaban las botas muy bien embetunadas. Gustaba mucho de mirarse al espejo, lo que no tardó en conocer un pequeño indio muy burlón del río Negro que iba a bordo con nosotros desde hacía algunos meses y que acostumbraba a reírse de él. Muy celoso Jemmy de las atenciones que se le tenía a aquel muchacho, no le quería nada y solía decir meneando gravemente la cabeza: «¡Demasiada alegría!» Cuando recuerdo todas sus buenas cualidades confieso que aún hoy experimento la más profunda extrañeza al pensar que pertenecía a la misma raza que los innobles y asquerosos salvajes que hemos visto en la Tierra del Fuego, y que probablemente tenía el mismo carácter que ellos. Fuegía Basket, por último, era una graciosa muchacha, modesta y reservada, de facciones bastante agradables, pero que a veces se obscurecían; aprendía todo muy pronto, y en particular los idiomas. Tuvimos buena prueba de esta facilidad admirable por la cantidad de español y portugués que aprendió en poco tiempo en Río de Janeiro y en Montevideo, y porque había llegado a saber inglés. York Minster se mostraba muy celoso de las atenciones que con ella se tenían, y era indudable que tenía intención de hacerla su mujer tan pronto como volviesen a su país. ...
En la línea 1114
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Se tomó el pulso, se miró las manos; no veía bien los dedos, el pulso latía con violencia, en los párpados le estallaban estrellitas, como chispas de fuegos artificiales, sí, sí, estaba mala, iba a darle el ataque; había que llamar; cogió el cordón de la campanilla, llamó. ...
En la línea 1757
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Las miradas de doña Águeda, algo más gruesa, más joven y más bondadosa que su hermana, iban cargadas de estas preguntas cuando se clavaban en Anita al darle un caldo. ...
En la línea 1815
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Sí, era preciso darle bien de comer, engordarla. ...
En la línea 2890
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Don Frutos iba a protestar, pero Ronzal añadió sin darle tiempo: —El que lo niegue me arroja un mentís, duda de mi honor, me tira a la cara un guante, y en tal caso. ...
En la línea 1035
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Y el solemne personaje creía llegado el momento de intervenir en este asunto amoroso. Era preciso darle una solución, ya que empezaba a resultar inexplicable para los amigos de la casa. ¿Cuándo se casaban?… ...
En la línea 1057
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Una noche, en los salones de la Embajada francesa, buscó a Boria para darle una noticia : ...
En la línea 1075
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Mientras pasaban los invitados al enorme comedor, construido doscientos años antes, sin tener en cuenta el espacio, por unas puertas tan amplias que podían atravesarlas tres parejas a la vez, don Manuel habló unos momentos a Borja, considerando preciso darle una explicación. ...
En la línea 1736
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los embajadores de Alemania, Francia y España lo acompañaron hasta más allá de los muros de Roma. El cardenal Casarini lo esperaba en una puerta de la ciudad para comunicarle algo importante en nombre del Sacro Colegio, y César contestó con altivez, desde lo alto de sus andas, que no podía darle audiencia. ...
En la línea 256
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En sus inmediaciones se aglomeró una muchedumbre de curiosos para ver como centenares de siervos, con la ayuda de varias grúas, iban descargando de una fila de camiones-automóviles enormes y misteriosos objetos, cuya aparición era saludada con largos murmullos de asombro. Todo el pueblo recordaba el espectáculo extraordinario de la tarde anterior, cuando llegó el Hombre-Montaña a los alrededores de la ciudad. El Consejo Ejecutivo había determinado darle alojamiento en la antigua Galería de la Industria, recuerdo de una Exposición universal celebrada diez años antes. ...
En la línea 275
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Al verlo Flimnap en el estrado de los señores del gobierno, se apresuró a darle la noticia de que el gigante era también poeta, aunque 'a su modo', con toda la grosería y la torpeza propias de su sexo, pero añadiendo que, a pesar de tales defectos, propios de su origen, parecía poseer cierto talento. ...
En la línea 644
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Cuando el profesor Flimnap regresó de su viaje a la antigua capital de Blefuscu, fue sin perdida de tiempo a visitar al gigante para darle excusas por su ausencia. ...
En la línea 658
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Gentleman, -dijo-, tengo que darle una buena noticia. El Padre de los Maestros, que rara vez se digna visitar a los personajes más importantes de nuestra República, vendrá esta tarde a verle. No habla bien nuestro idioma y lo lee también con cierta vacilación; pero yo estaré presente para servir de traductor entre los dos. Quiso en el primer momento que la entrevista fuese en la Universidad, y para ello habría tenido usted que entrar en el edificio pasando una pierna por encima de los tejados, y después la segunda pierna, hasta quedar de pie en el patio central. Pero el arquitecto universitario se ha opuesto, temiendo por la integridad de los techos, que son algo viejos. Seguramente se habría llevado usted con sus rodillas algunos aleros, y en este momento la Universidad no está para nuevos gastos. Como Momaren es amigo del gobierno, el implacable Gurdilo se opone en el Senado a todo proyecto de aumento de nuestra subvención. Además, yo he demostrado al Padre de los Maestros que es mucho más cómodo subir en su litera hasta lo alto de esta mesa, donde podrá conversar con el Gentleman-Montaña horas enteras. También resulta mejor para usted que obligarle a permanecer encogido en un patio, sin atreverse a hacer el más leve movimiento por miedo a irrogar perjuicios costosos. ...
En la línea 364
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Seamos francos; la verdad ante todo… me idolatraba. Creía que yo no era como los demás, que era la caballerosidad, la hidalguía, la decencia, la nobleza en persona, el acabose de los hombres… ¡Nobleza, qué sarcasmo! Nobleza en la mentira; digo que no puede ser… y que no, y que no. ¡Decencia porque se lleva una ropa que llaman levita!… ¡Qué humanidad tan farsante! El pobre siempre debajo; el rico hace lo que le da la gana. Yo soy rico… di que soy inconstante… La ilusión de lo pintoresco se iba pasando. La grosería con gracia seduce algún tiempo, después marca… Cada día me pesaba más la carga que me había echado encima. El picor del ajo me repugnaba. Deseé, puedes creerlo, que la Pitusa fuera mala para darle una puntera… Pero, quia… ni por esas… ¿Mala ella? a buena parte… Si le mando echarse al fuego por mí, ¡al fuego de cabeza! Todos los días jarana en la casa. Hoy acababa en bien, mañana no… Cantos, guitarreo… José Izquierdo, a quien llaman Platón porque comía en un plato como un barreño, arrojaba chinitas al picador… Villalonga y yo les echábamos a pelear o les reconciliábamos cuando nos convenía… La Pitusa temblaba de verlos alegres y de verlos enfurruñados… ¿Sabes lo que se me ocurría? No volver a aportar más por aquella maldita casa… Por fin resolvimos Villalonga y yo largamos con viento fresco y no volver más. Una noche se armó tal gresca, que hasta las navajas salieron, y por poco nadamos todos en un lago de sangre… Me parece que oigo aquellas finuras: «¡indecente, cabrón, najabao, randa, murcia… ! No era posible semejante vida. Di que no. El hastío era ya irresistible. La misma Pitusa me era odiosa, como las palabras inmundas… Un día dije vuelvo, y no volví más… Lo que decía Villalonga: cortar por lo sano… Yo tenía algo en mi conciencia, un hilito que me tiraba hacia allá… Lo corté… Fortunata me persiguió; tuve que jugar al escondite. Ella por aquí, yo por allá… Yo me escurría como una anguila. No me cogía, no. El último a quien vi fue Izquierdo; le encontré un día subiendo la escalera de mi casa. Me amenazó; díjome que la Pitusa estaba cambrí de cinco meses… ¡Cambrí de cinco meses… ! Alcé los hombros… Dos palabras él, dos palabras yo… alargué este brazo, y plaf… Izquierdo bajó de golpe un tramo entero… Otro estirón, y plaf… de un brinco el segundo tramo… y con la cabeza para abajo… ...
En la línea 390
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Volvían los esposos de Cádiz en el tren correo. No pensaban detenerse ya en ninguna parte, y llegarían a Madrid de un tirón. Iban muy gozosos, deseando ver a la familia, y darle a cada uno su regalo. Jacinta, aunque picada del gusanillo aquel, había resuelto no volver a hablar de tal asunto, dejándolo sepultado en la memoria, hasta que el tiempo lo borrara para siempre. Pero al llegar a la estación de Jerez, ocurrió algo que hizo revivir inesperadamente lo que ambos querían olvidar. Pues señor… de la cantina de la estación vieron salir al condenado inglés de la noche de marras, el cual les conoció al punto y fue a saludarles muy fino y galante, y a ofrecerles unas cañas. Cuando se vieron libres de él, Santa Cruz le echó mil pestes, y dijo que algún día había de tener ocasión de darle el par de galletas que se tenía ganadas. «Este danzante tuvo la culpa de que yo me pusiera aquella noche como me puse y de que te contara aquellos horrores… ». ...
En la línea 390
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Volvían los esposos de Cádiz en el tren correo. No pensaban detenerse ya en ninguna parte, y llegarían a Madrid de un tirón. Iban muy gozosos, deseando ver a la familia, y darle a cada uno su regalo. Jacinta, aunque picada del gusanillo aquel, había resuelto no volver a hablar de tal asunto, dejándolo sepultado en la memoria, hasta que el tiempo lo borrara para siempre. Pero al llegar a la estación de Jerez, ocurrió algo que hizo revivir inesperadamente lo que ambos querían olvidar. Pues señor… de la cantina de la estación vieron salir al condenado inglés de la noche de marras, el cual les conoció al punto y fue a saludarles muy fino y galante, y a ofrecerles unas cañas. Cuando se vieron libres de él, Santa Cruz le echó mil pestes, y dijo que algún día había de tener ocasión de darle el par de galletas que se tenía ganadas. «Este danzante tuvo la culpa de que yo me pusiera aquella noche como me puse y de que te contara aquellos horrores… ». ...
En la línea 494
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... »Bueno… pues verán ustedes. La costumbre de pedir me ha ido dando esta bendita cara de vaqueta que tengo ahora. Conmigo no valen desaires ni sé ya lo que son sonrojos. He perdido la vergüenza. Mi piel no sabe ya lo que es ruborizarse, ni mis oídos se escandalizan por una palabra más o menos fina. Ya me pueden llamar perra judía; lo mismo que si me llamaran la perla de Oriente; todo me suena igual… No veo más que mi objeto, y me voy derechita a él sin hacer caso de nada. Esto me da tantos ánimos que me atrevo con todo. Lo mismo le pido al Rey que al último de los obreros. Oigan ustedes este golpe: Un día dije: 'Voy a ver a D. Amadeo'. Pido mi audiencia, llego, entro, me recibe muy serio. Yo imperturbable, le hablé de mi asilo y le dije que esperaba algún auxilio de su real munificencia. '¿Un asilo de ancianos?'—me preguntó. 'No señor, de niños'. —'¿Son muchos?'. Y no dijo más. Me miraba con afabilidad. ¡Qué hombre!, ¡qué bocaza! Mandó que me dieran seis mil guealés… Luego vi a doña María Victoria, ¡qué excelente señora! Hízome sentar a su lado; tratábame como su igual; tuve que darle mil noticias del asilo, explicarle todo… Quería saber lo que comen los pequeños, qué ropa les pongo… En fin, que nos hicimos amigas… Empeñada en que fuera yo allá todos los días… A la semana siguiente me mandó montones de ropa, piezas de tela y suscribió a sus niños por una cantidad mensual. ...
En la línea 699
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Luego, tras darle vueltas un momento en su imaginación a aquel grave delito, preguntó: ...
En la línea 1033
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... La muchedumbre se agrupó en torno, amenazando al rey y lanzándole insultos. Un herrero fornido, con mandil de cuero y mangas arremangadas hasta los codos, quiso lanzarse sobre él, diciendo que iba a darle una paliza como lección, más en aquel instante centelló una espada en el aire cayó de plano con convincente fuerza sobre el brazo del hombre, en tanto que su estrambótico dueño decía, como quien no quiere la cosa: ...
En la línea 1082
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Mucho valor quieres tú darle a una broma. No he hecho más que engañar a la mujer para divertirme. ...
En la línea 954
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «¡Lástima! Y ¿cómo, cómo ha sido eso?» «De sobreparto», le dijo don Emeterio. «¡Ah, menos mal!, le contestó el bárbaro de Martín, y entonces se le acercó a darle la mano. ¡Habráse visto caballería mayor… ! ¡Una hombrada! Le digo a usted que son unos brutos, nada más que unos brutos. ...
En la línea 972
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Cuando Augusto se encontró ante doña Ermelinda empezó a darle sus excusas. Estaba, según decía, profundamente afectado; Eugenia no había sabido interpretar sus verdaderas intenciones. Él, por su parte, había cancelado formalmente la hipoteca de la casa y esta aparecía legalmente libre de semejante carga y en poder de su dueña. Y si ella se obstinaba en no recibir las rentas, él, por su parte, tampoco podía hacerlo; de manera que aquello se perdería sin provecho para nadie, o mejor dicho, iría depositándose a nombre de su dueña. Además, él renunciaba a sus pretensiones a la mano de Eugenia y sólo quería que esta fuese feliz; hasta se hallaba dispuesto a buscar una buena colocación a Mauricio para que no tuviese que vivir de las rentas de su mujer. ...
En la línea 1073
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pues no lo es. Hay cosas que no se inventan. Y aún falta lo mejor. Y me contaba don Valentín, que es después de don José quien ha estado tratando a don Eloíno, que al ir un día a verle y encontrarse con don Matías revestido, creyó que era para darle la Extremaunción al enfermo, y le dicen que estaba casándole. Y al volver más tarde le acompañó hasta la puerta la recién casada patrona, ¡por tercera vez!, y con voz compungida y ansiosa le preguntaba: «Pero, diga usted, don Valentín, ¿vivirá?, ¿vivirá todavía?» «No, señora, no; es cuestión de díás… » «Se morirá pronto, ¿eh?» «Sí, muy pronto.» ...
En la línea 1082
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «También a mí me han engañado, señora. Y ¿qué quería usted que hubiese yo hecho? ¿Morirme por darle gusto?» «Eso era lo convenido.» ...
En la línea 924
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Pregunte, señor Aronnax, que si puedo darle respuesta lo haré con mucho gusto. ...
En la línea 1541
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¿Me permitiría el señor darle un consejo? -dijo Conseil. ...
En la línea 1864
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El tiburón había rugido, si se puede decir así. Salía a oleadas la sangre de su herida. El mar se tiñó de rojo y no vi nada más a través de ese líquido opaco. Nada más hasta que, en el momento en que se aclaró algo el agua, hallamos al audaz capitán agarrado a una de las aletas del animal, luchando cuerpo a cuerpo, asestándole una serie de puñaladas al vientre, pero sin poder darle el golpe definitivo, es decir, alcanzarle en pleno corazón. Al debatirse, el escualo agitaba furiosamente el agua y las trombas que producía estuvieron a punto de derribarme. ...
En la línea 2251
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Todos estos navíos habían naufragado o por colisiones entre ellos o por choques con escollos de granito. Había allí algunos que se habían ido a pique, y que, con su arboladura enhiesta y sus aparejos intactos, parecían estar fondeados en una inmensa rada, esperando el momento de zarpar. Cuando pasaba entre ellos el Nautilus, iluminándolos con su luz eléctrica, parecía que esos navíos fueran a saludarle con su pabellón y darle su número de orden. Pero sólo el silencio y la muerte reinaban en ese campo de catástrofes. ...
En la línea 560
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Necesario fue, para reponerme, el contemplar la brillante luz del alegre cielo, la gente que pasaba por detrás de la reja de la puerta del patio y la influencia vivificadora del pan, de la carne y de la cerveza. Pero ni aun con estos auxiliares habría podido recobrarme de mi susto tan pronto como lo hice si no hubiese visto que Estella se aproximaba a mí, con las llaves, para dejarme salir. Habría tenido muy buena razón, según me dije, para mirarme si me viese asustado, y, por consiguiente, no quise darle tal satisfacción. ...
En la línea 666
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Como era sábado por la tarde, encontré al dueño, que tristemente contemplaba aquellos apuntes, pero como me llevaba allí Joe y no el deseo de hablar con él, me limité a darle las buenas noches y pasé a la sala general, situada al extremo del corredor, en donde ardía un buen fuego en la cocina. Encontré a Joe fumando una pipa en compañía del señor Wopsle y de un desconocido. El primero me saludó alegremente, y en el momento en que lo hacía, pronunciando mi nombre, el desconocido volvió la cabeza y me miró. ...
En la línea 883
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Me faltó el ánimo cuando le vi cuadrarse ante mí con todas las demostraciones de precisión mecánica y observando al mismo tiempo mi anatomía cual si eligiera ya el hueso más apropiado. Por eso no sentí nunca en mi vida una sorpresa tan grande como la que experimenté después de darle el primer golpe y verle tendido de espaldas, mirándome con la nariz ensangrentada y el rostro excesivamente escorzado. ...
En la línea 955
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Fue completamente inútil que yo intentara darle a entender que debía contestar a la señorita Havisham. Cuantas más muecas y señas le hacía yo, más persistía en hablarme de un modo confidencial y cortés. — ¿Ha traído usted su contrato de aprendizaje? — preguntó la señorita Havisham. ...
En la línea 438
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Y empezó a darle detalles de su maldad. Bastaba que uno dejara pasar un día después del vencimiento, para que se quedara con el objeto empeñado. ...
En la línea 550
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof se desabrochó el gabán y sacó el hacha del nudo corredizo, pero la mantuvo debajo del abrigo, empuñándola con la mano derecha. En las dos manos sentía una tremenda debilidad y un embotamiento creciente. Temiendo estaba que el hacha se le cayese. De pronto, la cabeza empezó a darle vueltas. ...
En la línea 593
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Tan violentas eran las sacudidas, que se comprendían los temores de Raskolnikof. Momentáneamente concibió la idea de sujetar el cerrojo, y con él la puerta, pero desistió al comprender que el otro podía advertirlo. Perdió por completo la serenidad; la cabeza volvía a darle vueltas. «Voy a caer», se dijo. Pero en aquel momento oyó que el desconocido empezaba a hablar, y esto le devolvió la calma. ...
En la línea 881
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Se inclinó sobre la piedra, la cogió con ambas manos por la parte de arriba, reunió todas sus fuerzas y consiguió darle la vuelta. En el suelo apareció una cavidad. Raskolnikof vació en ella todo lo que llevaba en los bolsillos. La bolsita fue lo último que depositó. Sólo el fondo de la cavidad quedó ocupado. Volvió a rodar la piedra y ésta quedó en el sitio donde antes estaba. Ahora sobresalía un poco más; pero Raskolnikof arrastró hasta ella un poco de tierra con el pie y todo quedó como si no se hubiera tocado. ...
En la línea 381
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Empecé a darle explicaciones y exponerle mis planes, y él me escuchaba, arrellanado en un sillón, la cabeza ligeramente inclinada hacia mí, con un poco de ironía no disimulada. En suma, afectaba aires de superioridad. Me esforcé en simular que consideraba ese asunto con la mayor seriedad. Añadí que al quejarse de mí al general, como si fuera su criado, el barón me había hecho perder mi colocación, y, en segundo lugar, me había tratado como a un individuo incapaz de responder de sus actos por sí mismo, como si fuese un ser despreciable. ...
En la línea 877
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Y a pesar del enojo que me causaba su modo de jugar, resolví callarme y no darle más consejos inútiles. ...
En la línea 882
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... De pronto, Des Grieux se puso a hablar en francés con volubilidad; empezó a darle consejos. Decía que era preciso esperar la suerte y comenzó incluso a indicar ciertas cifras… La abuela no comprendía nada. Tenía que recurrir constantemente a mí para la traducción. El designaba con el dedo el tapete verde y terminó por coger un lápiz y calcular en un papel. La abuela perdió la paciencia. ...
En la línea 1403
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¡Tómelos! —gritó—. Todavía creo que es usted bueno y se lo doy como se lo daría a un verdadero amigo. Si tuviera la certeza de que usted dejaba ahora mismo el juego y Homburg para volver a su patria, estaría dispuesto a darle inmediatamente mil libras para que comenzara una nueva vida, para que se regenerara. Pero si en lugar de mil libras le doy diez luises, es porque no veo en usted propósito de enmienda. ¡Perdería lo uno y lo otro! Tómelo y adiós. ...
En la línea 159
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Cuando el trineo arrancó, Dave se puso a correr por la nieve blanda que flanqueaba el sendero batido, empezó a darle dentelladas a Sol-leks, a embestirlo para que cayera sobre la nieve blanda de otro lado, y a intentar meterse entre Sol-leks y el trineo, gruñendo y aullando sin parar de dolor y consternación. El mestizo intentó alejarlo con el látigo; pero Dave no hizo caso del cinto urticante y al hombre le habría partido el alma golpearle con más fuerza. El perro se negó a correr obediente detrás del trineo, donde le habría sido más fácil, y continuó marchando con dificultad a un lado, por la nieve blanda, hasta que ya no pudo más. Entonces cayó y quedó postrado donde había caído, aullando de un modo lúgubre mientras la larga caravana de trineos corría con rapidez. ...
En la línea 313
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck no atacó, sino que se movió en círculo rodeándolo en actitud amistosa. El lobo se mostraba desconfiado y temeroso; su cabeza apenas si llegaba a la altura del lomo de Buck, que pesaba tres veces más que él. Atento a la primera ocasión, el lobo escapó como una flecha y la persecución se reanudó. Una y otra vez estuvo acorralado y la escena se repitió, pero estaba físicamente en mala forma, pues de no ser así Buck no habría podido darle alcance tan fácilmente. Él corría hasta tener a su flanco la cabeza de Buck y entonces giraba, acosado, para volver a huir a la menor oportunidad. ...
En la línea 262
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Hecho lo cual, se sentó en el rincón, y bajando el vidrio, respiró con ansia el vivificante fresco matinal. Lucía, secando sus ojos del segundo llanto vertido en el curso de tan pocas horas, sentía extraordinaria inquietud de una parte, de otra inexplicable contentamiento. La acción del viajero le causaba el gozo íntimo que suelen los rasgos generosos en las almas no gastadas aún. Moríase por darle las gracias, y no osaba hacerlo. Él, entretanto, miraba amanecer, con la misma atención que si fuese el más nuevo y entretenido espectáculo del mundo. Al fin se resolvió la niña a atreverse, y con balbuciente labio dijo la mayor tontería que en aquel caso decir pudiera (como suele suceder a cuantos piensan mucho y preparan anticipadamente un principio de diálogo). ...
En la línea 586
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -En eso yerra usted, hija -dijo Artegui soltándole la mano con uno de sus lánguidos movimientos de autómata-. Es lo contrario lo que sucede. Cuando nace y se engendra la tristeza de alguna causa, puede desaparecer si la causa cesa; pero si la tristeza brota espontáneamente como esas malas hierbas y esos juncos que usted ve al borde del pantano; si está en nosotros; si forma la esencia de nuestro ser mismo; si no se encuentra aquí ni allí solamente, sino en todas partes; si ninguna cosa de la tierra alcanza a darle alivio, entonces… créame usted, niña, el enfermo está desahuciado. No hay esperanza. ...
En la línea 709
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Era, en efecto, el asendereado novio, cojeando de la pierna derecha, pudiendo apenas sentar el pie, porque los agudos dolores de la luxación, consecuencia ingrata del salto a la vía, se renovaban al apoyar la planta en el suelo. Perdida así la gallardía del andar, los cuarenta y pico se asomaban implacables a todas las líneas del rostro: la triste raya de tinta de los bigotes resaltaba sobre la marchita tez; el párpado caído, hundidas las sienes y desaliñado el cabello, parecía el ex buen mozo una de esas desmanteladas torres, bellas a la luz crepuscular, pero que a mediodía todas se vuelven grietas, ortigas, zarzales y lagartos. Y como Lucía se quedase dudosa, indecisa, sin acertar ni a darle los buenos días, ni a arrojarse en sus brazos, Gonzalvo, censor eterno y sempiterno del matrimonio, desenlazó la extraña situación disparando la risa, y adelantándose a dar un abrazo jocoserio a aquella lamentable caricatura del esposo que llega. ...
En la línea 869
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Siempre fue Juanito así, muy farfantoncillo -murmuró la condesa enternecida al recordar a su sobrino, cuando hecho un diablo traviesísimo de diez años, iba a su casa a darle jaqueca pidiendo mil chucherías. ...
En la línea 671
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Entretanto, el tren iba a dejar la estación de Aliahabad. El parsi estaba esperando. Mister Fogg le pagó lo convenido, sin darle un penique de más. Esto asombró algo a Picaporte, que sabía todo lo que debía su amo a la adhesión del guía. El parsi había en efecto arriesgado voluntariamente la vida en el lance de Pillaji, y si más tarde los indios llegasen a saberlo, con dificultad se libraría de su venganza. ...
En la línea 794
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El desarrollo panorámico de las islas era soberbio. Inmensos bosques de palmeras asiáticas, arecas, bambúes, moscadas, tecks, mimosas gigantescas, helechos arborescentes cubrían el primer plano del país, perfilándose atrás los elegantes contornos de las montañas. Sobre la costa pululaban a millares esas preciosas salanganas, cuyos nidos comestibles son un manjar muy apetitoso en el Celeste Imperio. Pero todo este espectáculo variado, ofrecido a las miradas por el grupo de las Andaman, paso pronto, y el 'Rangoon' se dirigió con rapidez hacia el estrecho de Malaca, que debía darle acceso a los mares de la China. ...
En la línea 1158
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... ¿Debía Picaporte referir todo eso a su amo? ¿Convenía enterarlo del papel que desempeñaba Fix en este asunto? ¿No sería mejor aguardar su llegada a Londres, para decirle que un agente de policía metropolitana le había seguido alrededor del mundo, y para reírse juntos? Indudablemente que sí, y en todo caso, había tiempo de resolver esta cuestión. Lo mas urgente era presentarse a mister Fogg, y darle excusas por lo sucedido. ...
En la línea 1467
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Sin embargo, Picaporte tenía que darle parte de lo que pasaba, y se dirigía al vagón con la cabeza baja cuando el maquinista, verdadero yankee llamado Foster, dijo, levantando la voz: ...
Reglas relacionadas con los errores de r
Las Reglas Ortográficas de la R y la RR
Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.
En castellano no es posible usar más de dos r
Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra r

El Español es una gran familia
Errores Ortográficos típicos con la palabra Darle
Cómo se escribe darle o darrle?
Más información sobre la palabra Darle en internet
Darle en la RAE.
Darle en Word Reference.
Darle en la wikipedia.
Sinonimos de Darle.
Palabras parecidas a darle
La palabra aquellas
La palabra antepasados
La palabra varias
La palabra gracia
La palabra sentimiento
La palabra crueldad
La palabra hijos
Webs amigas:
Ciclos Fp de Automoción en Castellon . VPO en Islas Baleares . Guia de Motril . - Hotel Juderia Cordoba en Cordoba