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La palabra cuadrro
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Comó se escribe cuadrro o cuadro?

Cual es errónea Cuadro o Cuadrro?

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Errores Ortográficos típicos con la palabra Cuadro

Cómo se escribe cuadro o kuadro?
Cómo se escribe cuadro o cuadrro?
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Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.

En castellano no es posible usar más de dos r

Algunas Frases de libros en las que aparece cuadro

La palabra cuadro puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 566
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La mayor para el trigo, un cuadro más pequeño para plantar habas y otro para el forraje, pues no era cosa de olvidar al Morrut, el viejo y querido rocín. ...

En la línea 938
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... que arrojaba sobre el camino negro un cuadro de luz cortado por la agitación de grotescas sombras. ...

En la línea 1098
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Recordaba la poesía árabe cantando a la mujer junto a la fuente con el cántaro a sus pies, uniendo en un solo cuadro las dos pasiones más vehementes del oriental: la belleza y el agua. ...

En la línea 2270
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Ya veía su vivienda, con la puerta abierta e iluminada, y en el centro del rojo cuadro, los bultos negros de su familia. ...

En la línea 1203
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y Salvatierra, como si olvidase la presencia del gitano y hablara para él mismo, recordó su arrogante salida del presidio, desafiando de nuevo las persecuciones, y su reciente viaje a Cádiz para ver un rincón de tierra, junto a una tapia, entre cruces y lápidas de mármol. ¿Y era aquello todo lo que quedaba del ser que había llenado su pensamiento? ¿Sólo restaba de mamá, de la viejecita bondadosa y dulce como las santas mujeres de las religiones, aquel cuadro de tierra fresca y removida y las margaritas silvestres que nacían en sus bordes? ¿Se había perdido para siempre la llama dulce de sus ojos, el eco de su voz acariciadora, rajada por la vejez, que llamaba con ceceos infantiles a Fernando, a su «querido Fernando»? --_Alcaparrón_, tú no puedes entenderme--continuó Salvatierra con voz temblorosa.--Tal vez es una fortuna para ti esa alma simple que te permite en los dolores y en las alegrías ser ligero y mudable como un pájaro. Pero óyeme, aunque no me entiendas. Yo no reniego de lo que he aprendido: yo no dudo de lo que sé. Mentira es la otra vida, ilusión orgullosa del egoísmo humano; mentira también los cielos de las religiones. Hablan éstas a las gentes en nombre de un espiritualismo poético, y su vida eterna, su resurrección de los cuerpos, sus placeres y castigos de ultra-tumba, son de un materialismo que da náuseas. No existe para nosotros otra vida que la presente; pero ¡ay! ante la sábana de tierra que cubre a mamá, sentí por primera vez flaquear mis convicciones. Acabamos al morir; pero algo resta de nosotros junto a los que nos suceden en la tierra; algo que no es sólo el átomo que nutre nuevas vidas; algo impalpable e indefinido, sello personal de nuestra existencia. Somos como los peces en el mar; ¿me entiendes, _Alcaparrón_? Los peces viven en la misma agua en que se disolvieron sus abuelos y en la que laten los gérmenes de sus sucesores. Nuestra agua es el ambiente en que existimos: el espacio y la tierra: vivimos rodeados de los que fueron y de los que serán. Y yo, _Alcaparrón_ amigo, cuando siento ganas de llorar recordando la nada de aquél montón de tierra, la triste insignificancia de las florecillas que lo rodean, pienso en que no está allí mamá completamente, que algo se ha escapado, que circula al través de la vida, que me tropieza atraído por una simpatía misteriosa, y me acompaña envolviéndome en una caricia tan suave como un beso... ...

En la línea 1587
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Un gran cuadro de talla dorada, adornado con la cabeza de San Pedro, y los escudos pontificales, contenía el diploma más glorioso de la casa, el Breve concediendo la bendición papal en la hora de la muerte a todos los Dupont, hasta la cuarta generación. Luego, en otros cuadros no menos deslumbrantes, mostrábanse todas las distinciones concedidas a don Pablo, tan honoríficas como santas; pergaminos con grandes sellos e inscripciones rojas, azules o negras; títulos de comendador de la orden de San Gregorio, de la de _Pro ecclesiæ et Pontifice_, y de la Piana; diplomas de caballero Hospitalario de San Juan y del Santo Sepulcro. Las cartas que acreditaban las cruces de Carlos III y de Isabel la Católica, concedidas por las regias personas después de sus visitas a la bodega de los Dupont, ocupaban las paredes más oscuras, encuadradas en marcos menos vistosos, con la modestia que el poder civil debe mostrar ante la representación de Dios; cediendo el sitio, como avergonzadas, a todos los títulos honoríficos inventados por la Iglesia, que habían llovido sobre don Pablo, sin que faltase uno. ...

En la línea 529
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Para que nada faltase en el cuadro, encontré debajo de una _azinheira_ a un hombre, un cabrero, cuyo aspecto me hizo recordar al pastor salvaje mencionado en cierta balada danesa. ...

En la línea 809
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Es, en verdad, muy agradable e interesante: un cuadro de la «santa» Virgen en cada aposento. ...

En la línea 1038
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... La torre, cuya parte inferior estaba toda macizada, no tenía puerta; pero en una de sus caras había unas hendiduras entre las piedras para apoyar los pies, y trepando por tan tosca escalera llegué a un aposento pequeño, de unos cinco pies en cuadro, con el techo hundido. ...

En la línea 1046
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Pero el loco, sentado en la piedra detrás de las ruinas batidas por el viento, contemplando los marchitos chaparrales, sobre los que gravitaba un cielo hosco y pesado, componía un cuadro de tristeza y miseria como no lo habrá concebido poeta o pintor alguno en sus delirios más sombríos. ...

En la línea 207
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... La ciudad se llama indistintamente El Carmen o Patagones. Está pegada a un ribazo escarpado que costea el río; hasta se han excavado cierto número de habitaciones en el gres que forma la falda de la colina. El río, profundo y rápido, tiene unos 200 ó 300 metros de anchura en este sitio. Las numerosas islas cubiertas de sauces, las numerosas colinas que se ven elevarse unas tras otras y que forman el límite septentrional de este espacioso valle verde, presentan un cuadro casi pintoresco cuando las alumbra un sol espléndido. No hay allí sino unos cuantos centenares de habitantes. ...

En la línea 338
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ¡Qué magnífico espectáculo debió ser, qué hermoso asunto de cuadro para un pintor: el cuerpo desnudo y bronceado del viejo llevando en un, brazo a su tierno hijo, colgando, como Mazeppa, de su caballo blanco, y escapándose así de la persecución de sus enemigos! Un día vi a un soldado sacar chispas de un trozo de sílex, que al punto conocí que había formado parte de una punta de flecha. Me dijo haberlo encontrado cerca de la isla Cholechel, y que había muchos en ese sitio. Ese pedazo de cuarzo tenía entre dos y tres pulgadas de longitud; por lo tanto, la flecha aquella era doble mayor que las empleadas hoy en la Tierra de Fuego. Estaba formada por un trozo de sílex opaco, de color blanquecino; pero la punta y las aristas estaban rotas. Sabido es que ningún indio de las Pampas emplea hoy arco ni flechas, excepto (según creo) una pequeña tribu en la banda oriental. Pero esta última tribu está muy lejos de los indios de las Pampas y muy cerca, por el contrario, de las tribus que viven en los bosques y que nunca montan a caballo. ...

En la línea 679
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Magnífico golpe de vista disfrutamos con todo el paisaje circundante; al norte se extiende un terreno pantanoso, pero al sur distinguimos un cuadro soberbio y salvaje muy digno de la Tierra del Fuego. ¡Qué misteriosa grandeza en aquellas montañas que se elevan unas tras otras, dejando entre sí profundos valles; valles y montañas cubiertos por una sombría masa de bosques impenetrables! En este clima, en que las tempestades se suceden casi sin interrupción con acompañamiento de lluvia, granizo y nieve, parece la atmósfera más oscura que en ninguna parte. Puede juzgarse muy bien de este defecto cuando en el estrecho de Magallanes se mira hacia el sur; vistos desde este punto los numerosos canales que se pierden en las tierras, y entre las montañas, revisten tintes tan tétricos que parece como si condujeran fuera de los límites de este mundo. ...

En la línea 780
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Sobre el clima y producciones de la Tierra del Fuego y de la costa sudoeste.- El siguiente cuadro indica la temperatura media de la Tierra del Fuego, la de las islas Falkland, y como cifra de comparación la de Dublín: Latitud Temperatura de Verano Temperatura de Invierno Media de Verano e Invierno Tierra del Fuego 530,380 Sur +10°,0 cent. ...

En la línea 52
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Comienza Clarín su obra con un cuadro de vida clerical, prodigio de verdad y gracia, sólo comparable a otro cuadro de vida de casino provinciano que más adelante se encuentra. ...

En la línea 84
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Completan el admirable cuadro de la humanidad vetustense el D. ...

En la línea 241
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Así son las perspectivas de la esperanza, pensaba el Magistral; cuanto más nos acercamos al término de nuestra ambición, más distante parece el objeto deseado, porque no está en lo porvenir, sino en lo pasado; lo que vemos delante es un espejo que refleja el cuadro soñador que se queda atrás, en el lejano día del sueño. ...

En la línea 372
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Entre cuadro y cuadro ostentaban su dorado viejo algunas cornucopias cuya luna reflejaba apenas los objetos, por culpa del polvo y las moscas. ...

En la línea 1143
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Tampoco resultaba cierto que Lucrecia Borgia fuese la Santa Catalina de uno de los frescos y Cesar el tirano que la condena al martirio. Cuando el Pinturicchio terminó este cuadro, los hijos del Papa eran todavía adolescentes. ...

En la línea 1224
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Parecía asociarse la Naturaleza de un modo dramático a este dolor ruidoso. Una violenta tempestad empezó a rugir en Roma. La lluvia y la crecida del río inundaron las calles. El rayo cayó en las habitaciones privadas del I Papa y también sobre el castillo de Sant' Angelo, derribando la estatua del arcángel que servia de coronamiento a la antigua Moles Adriana. La superstición popular añadió nuevos detalles a este cuadro trágico, asegurando que una procesión de espectros había desfilado durante la noche, bajo el estrépito de la tormenta, por las naves de la basílica de San Pedro, y que el duque de Gandía, en forma de fantasma, vagaba a medianoche por el mencionado castillo pidiendo que le vengasen. ...

En la línea 977
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —De la hija de mi mujer —replicó Platón con gravedad, echando una mirada de desdén al cuadro de las trenzas. ...

En la línea 1144
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La vanidad aumentó la turbación en que el bueno de Izquierdo estaba. Presunciones de gloria le pasaron con ráfagas de hoguera por la frente… Entrevió un porvenir brillante… ¡Él, retratado por los pintores!… ¡Y eso se pagaba! Y se ganaban cuartos por vestirse, ponerse y ¡ah!… Platón se miró en el vidrio del cuadro de las trenzas; pero no se veía bien… ...

En la línea 1470
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Acostose Jacinta en su lecho, y al poco rato observó que su esposo dormía. Ella tenía poco sueño y pensaba en lo que acababa de oír. ¡Qué cuadro más triste y qué visión aquella de la miseria humana! También pensó mucho en el Pituso. «Se me figura que ahora le quiero más. ¡Pobrecito, tan lindo, tan mono y no parecerse… ! Pero si yo me confirmo en que se parece… ¡Que es ilusión! ¿Cómo ha de ser ilusión? No me vengan a mí con cuentos. Aquellos plieguecitos de la nariz cuando se ríe… aquel entrecejo… ». Y así estuvo hasta muy tarde. ...

En la línea 1780
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Prefería contar particularidades de su infancia. Su difunto padre poseía un cajón en la plazuela y era hombre honrado. Su madre tenía, como Segunda, su tía paterna, el tráfico de huevos. Llamábanla a ella desde niña la Pitusa, porque fue muy raquítica y encanijada hasta los doce años; pero de repente dio un gran estirón y se hizo mujer de talla y de garbo. Sus padres se murieron cuando ella tenía doce años… Oía estas cosas Maximiliano con mucho placer. Pero con todo, mandábala que fuese al grano, a las cosas graves, como lo referente al hijo que había tenido. Cuando parte de esta historia fue contada, al joven le faltó poco para que se le saltaran las lágrimas. La tierna criatura sin más amparo que su madre pobre, la aflicción de esta al verse abandonada, eran en verdad un cuadro tristísimo que partía el corazón. ¿Por qué no le citó ante los tribunales? Es lo que debía haber hecho. A estos tunantes hay que tratarles a la baqueta. Otra cosa. ¿Por qué no se le ocurrió darle un escándalo, ir a la casa con el crío en brazos y presentarse a doña Bárbara y a D. Baldomero y contarles allí bien clarito la gracia que había hecho su hijo?… Pero no, esto no hubiera sido muy conforme con la dignidad. Más valía despreciarle, dejándole entregado a su conciencia, sí, a su conciencia, que buen jaleo le había de armar tarde o temprano. ...

En la línea 301
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... A las nueve de la noche toda la extensa ribera frente al palacio fulguraba de luces. El río mismo, hasta donde alcanzaba la vista en dirección a la ciudad, estaba tan espesamente cubierto de botes y barcas de recreo, todos orlados con linternas de colores y suavemente agitados por las ondas, que parecía un reluciente e ilimitado jardín de flores animadas a suave movimiento por vientos estivales. La gran escalinata de peldaños de piedra que conducía a la orilla, lo bastante espaciosa para dar cabida al ejército de un príncipe alemán, era un cuadro digno de verse, con sus filas de alabarderos reales en pulidas armaduras y sus tropas de ataviados servidores, revoloteando de arriba abajo, y de acá para allá, con la prisa de los preparativos. ...

En la línea 460
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... '¡Dios mío. Brava imaginación tiene! A fe mía que no es un espíritu vulgar, pues si lo fuera, loco o cuerdo, no podría tejer un cuadro tan verosímil y deslumbrante y tan falto de realidad. ¡Pobre cabecita enferma! No te faltará un amigo y un amparo mientras yo me cuente entre los vivos. No te separaré nunca de mi lado. Serás mi favorito y mi camarada. Y se curará, sí. Volverá a. verse curado, y entonces ganará un nombre y yo podré decir con orgullo: 'Sí; es mío.' Yo lo recogí cuando era un pobre rapaz sin hogar, pero vi lo que llevaba dentro y dije que algún día se oiría hablar de su nombre. Miradlo, observadlo. ¿Tenía yo razón?' ...

En la línea 763
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Al cabo de mucho tiempo –no podía decir cuánto– pugnaron sus sentidos por volver a la realidad; y mientras con los ojos aún cerrados se preguntaba vagamente dónde estaba y qué le había sucedido, notó un murmullo, el repentino caer de la lluvia en el techo. Invadió su cuerpo una sensación de placidez, que al poco rato fue rudamente interrumpida por un coro de risas chillonas y de sarcásticas carcajadas. Sobresaltó al niño desagradablemente y le hizo asomar la cabeza para ver de dónde procedía la interrupción. Sus ojos vieron un cuadro repugnante y espantable. En el suelo, al otro extremo del granero, ardía una alegre fogata y en tomo de ella, fantásticamente iluminados por los rojizos resplandores, se desperezaban o se tendían en el suelo los más abigarrados grupos de bellacos harapientos y rufianes de uno o sexo que el niño hubiera de soñar o conocer en sus lecturas. Eran hombres recios y fornidos, atezados por la intemperie, de pelo largo y cubiertos de caprichosos andrajos. Había mozos de mediana estatura y rostros horribles vestidos de la misma manera; había mendigos ciegos con los ojos tapados o vendados, lisiados con piernas de palo o muletas, enfermos con purulentas llagas mal cubiertas por vendas; había un buhonero de vil traza con sus baratijas, un afilador, un calderero y un barbero cirujano con las herramientas de su oficio. Algunas de las mujeres eran niñas apenas adolescentes, otras se hallaban en la edad primaveral, otras eran brujas viejas y arrugadas; pero todas ellas gritonas, morenas y deslenguadas, todas desaliñadas y sucias. Había tres niños esmirriados y un par de perros hambrientos con cuerdas al cuello, cuyo oficio era guiar a los ciegos. ...

En la línea 3122
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -De hecho, tiene razón -intervine yo-. He oído hablar de ese cuadro, pero el tema que representa está sacado de una leyenda, y ya sabéis lo que hay que pensar de las leyendas en materia de Historia Natural. Además, cuando se trata de monstruos, la imaginación no conoce límites. No solamente se ha pretendido que esos pulpos podían llevarse a los barcos, sino que incluso un tal Olaus Magnus habló de un cefalópodo, de una milla de largo, que se parecía más a una isla que a un animal. Se cuenta también que el obispo de Nidros elevó un día un altar sobre una inmensa roca. Terminada su misa, la roca se puso en marcha y regresó al mar. La roca era un pulpo. ...

En la línea 10
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... La vecindad del Mercado Central, la multitud de obreros y artesanos amontonados en aquellos callejones y callejuelas del centro de Petersburgo ponían en el cuadro tintes tan singulares, que ni la figura más chocante podía llamar a nadie la atención. ...

En la línea 927
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El dolor del latigazo iba desapareciendo, y Raskolnikof, olvidándose de la humillación sufrida. Una idea, vaga pero inquietante, le dominaba. Permanecía inmóvil, con la mirada fija en la lejanía. Aquel sitio le era familiar. Cuando iba a la universidad tenía la costumbre de detenerse allí, sobre todo al regresar (lo había hecho más de cien veces), para contemplar el maravilloso panorama. En aquellos momentos experimentaba una sensación imprecisa y confusa que le llenaba de asombro. Aquel cuadro esplendoroso se le mostraba frío, algo así como ciego y sordo a la agitación de la vida… Esta triste y misteriosa impresión que invariablemente recibía le desconcertaba, pero no se detenía a analizarla: siempre dejaba para más adelante la tarea de buscarle una explicación… ...

En la línea 3936
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Del patio subía un ruido seco, incesante: golpes de martillo sobre clavos. Se acercó a la ventana, se puso de puntillas y estuvo un rato mirando con gran atención… El patio estaba desierto; Raskolnikof no vio a nadie. En el ala izquierda había varias ventanas abiertas, algunas adornadas con macetas, de las que brotaban escuálidos geranios. En la parte exterior se veían cuerdas con ropa tendida… Era un cuadro que estaba harto de ver. Dejó la ventana y fue a sentarse en el diván. Nunca se había sentido tan solo. ...

En la línea 4556
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Después de haber contemplado atentamente este cuadro, Svidrigailof dejó su puesto de observación y volvió a sentarse en la cama. Al traerle el té y la carne, el harapiento mozo no pudo menos de volverle a preguntar si quería alguna otra cosa, pero de nuevo recibió una respuesta negativa y se retiró definitivamente. Svidrigailof se apresuró a tomarse un vaso de té para entrar en calor. Pero no pudo comer nada. Empezaba a tener fiebre y esto le quitaba el apetito. Se despojó del abrigo y de la americana y se introdujo entre las ropas del lecho. Se sentía molesto. ...

En la línea 571
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... En el primer cuarto de este siglo había en Montfermeil, cerca de París, una especie de taberna que ya no existe. Esta taberna, de propiedad de los esposos Thenardier, se hallaba situada en el callejón del Boulanger. Encima de la puerta se veía una tabla clavada descuidadamente en la pared, en la cual se hallaba pintado algo que en cierto modo se asemejaba a un hombre que llevase a cuestas a otro hombre con grandes charreteras de general; unas manchas rojas querían figurar la sangre; el resto del cuadro era todo humo, y representaba una batalla. Debajo del cuadro se leía esta inscripción: 'El Sargento de Waterloo'. ...

En la línea 571
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... En el primer cuarto de este siglo había en Montfermeil, cerca de París, una especie de taberna que ya no existe. Esta taberna, de propiedad de los esposos Thenardier, se hallaba situada en el callejón del Boulanger. Encima de la puerta se veía una tabla clavada descuidadamente en la pared, en la cual se hallaba pintado algo que en cierto modo se asemejaba a un hombre que llevase a cuestas a otro hombre con grandes charreteras de general; unas manchas rojas querían figurar la sangre; el resto del cuadro era todo humo, y representaba una batalla. Debajo del cuadro se leía esta inscripción: 'El Sargento de Waterloo'. ...

En la línea 384
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Lucía se abanicaba con un periódico dispuesto por Artegui en forma de concha, y leves gotitas transparentes de sudor salpicaban su rosada nuca, sus sienes y su barbilla: de cuando en cuando las embebía con el pañuelo: los mechones del cabello, lacios, se pegaban a su frente. Desabrochose el cuello almidonado, se quitó la corbata, que la estrangulaba, y se recostó, dando indicios de gran desmadejamiento, en la esquina. A fin de refrescar un poco el interior, corrió Artegui las cortinillas todas ante los bajos vidrios, y una luz vaga y misteriosa, azulada, un sereno ambiente, formaban allí, algo de gruta submarina, añadiendo a la ilusión el ruido del tren, no muy distinto del mugir del Océano. Insensible al cálido día, Artegui levantaba la cortina un poco, se asomaba, miraba el país, los robledales, la sierra, los valles profundos. Una vez acertó a ver pintoresca romería. Fue rápido y fugaz el cuadro, pero no tanto que no distinguiese a la gente siguiendo el sendero angosto, escapulario al cuello, a pie o en carretas de bueyes, cubiertos con boina roja o azul los hombres, las mujeres tocadas con pañolitos blancos. Parecía el desfile la bajada de los pastores en un Nacimiento; el sol claro, alumbrando plenamente las figuras, les daba la crudeza de tonos de muñecos de barro pintado. Artegui llamó a Lucía, que alzando la cortina a su vez, echó el cuerpo fuera, hasta que una revuelta del camino y la rapidez del tren borraron el cuadro. ...

En la línea 981
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... No le desagradaban los cuadros; tanto más, cuanto que los comprendía, a diferencia de lo que pasaba con algunos objetos artísticos, que se le antojaban asaz de feos y extravagantes. Claro está que aquel jaque fiero, que espada en mano se arroja sobre su adversario, va a partirle el corazón de una buena estocada. ¡Qué bien amanecía en aquel Daubigny! ¡Con qué naturalidad pastaban aquellos carneros de Jacque, tasados en mil francos cada uno! -doce tenía el cuadro-. ¡Qué piececitos tan blancos mojaba en el marmóreo tazón la sultana favorita, de Cala y Moya! La cabeza de niña, estilo de Greuze, era una maravilla de gracia inocente. Pues ¿y la riña en una posada flamenca? Era cosa de risa ver cómo volaban los tiestos hechos añicos, y rodaban las cacerolas de cobre, y los dos gañanes de Van Oustade, deformes y ridículos, repartían mojicones, menudeaban puñadas y exageraban con lo grotesco de la actitud su simiaca fealdad. ...

En la línea 1055
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¿Ve usted? -explicaba Sardiola-. ¿Ve usted este lado del edificio y el otro que hace esquina con él? Pues es la fonda. ¿Pero ve usted ese otro que forma el tercer lado del cuadro? es la casa de Don Ignacio; cae a la calle de Rívoli… ¿Ve usted esas escaleritas que desembocan en el jardín? por ahí se sube al comedor… lo tienen en la planta baja: ¡un comedor muy hermoso! Toda la casa es muy buena; el padre de Don Ignacio ganó muchísimo… ¿Ve usted ese arbolito que hay ahí, al lado de la escalera? ¿ese platanillo desmedrado? ahí sacaba el señorito a su mamá, que parece que se murió de una cosa que no sé cómo le dicen, pero vamos, que es hincharse mucho el corazón… y como le daban unos ahogos tan fuertes a veces, y se quedaba sin aliento, lo mismo que un pez fuera del agua, había que traerla al jardín… toda la anchura le era poca, y solía estarse ahí una hora resollando… ¡Si viera usted al señorito! aquello se llama cuidar a una persona… le sostenía la cabeza, le calentaba los pies con sus manos, le daba cuatro mil besos por hora, le hacía aire con un abanico… ¡vamos, era cosa de ver! Alma más buena, no la echó Dios al mundo, ni volverá a echarla en todo el siglo que corre… El día que se murió, la santa bendita, quedó tan risueña… y tan natural, y tan guapa, con su pelo rubio… Él si que parecía el muerto; si lo ponen en la caja, cualquiera lo entierra. ...

Más información sobre la palabra Cuadro en internet

Cuadro en la RAE.
Cuadro en Word Reference.
Cuadro en la wikipedia.
Sinonimos de Cuadro.

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