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La palabra coza
Cómo se escribe

Comó se escribe coza o cosa?

Cual es errónea Cosa o Coza?

La palabra correcta es Cosa. Sin Embargo Coza se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino coza es que hay un Intercambio de las letras s;z con respecto la palabra correcta la palabra cosa

Más información sobre la palabra Cosa en internet

Cosa en la RAE.
Cosa en Word Reference.
Cosa en la wikipedia.
Sinonimos de Cosa.

Algunas Frases de libros en las que aparece cosa

La palabra cosa puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 178
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Allí vivían, en el centro de la hermosa y cuidada vega, formando mundo aparte, devorándose unos a otros; y aunque causasen algún daño a los vecinos, éstos los respetaban con cierta veneración, pues las siete plagas de Egipto parecían poca cosa a los de la huerta para arrojarse sobre aquellos terrenos malditos. ...

En la línea 306
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Lo sentía mucho, pero no podía hacer otra cosa. ...

En la línea 347
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... No les quedaba otra cosa que los fardos que estaban en el suelo, la ropa usada, las herramientas: lo único que les habían permitido sacar de su casa. ...

En la línea 566
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La mayor para el trigo, un cuadro más pequeño para plantar habas y otro para el forraje, pues no era cosa de olvidar al Morrut, el viejo y querido rocín. ...

En la línea 61
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Tú no has alcanzado la buena época, Ferminillo--continuó;--por esto tomas las cosas con tanta pachorra. Tú eres de los modernos, de los que creen que las cosas marchan bien porque vendemos mucho cognac como cualquier casa de esos países extranjeros, cuyas viñas sólo producen porquería, sin que Dios les conceda la menor cosa que se parezca al Jerez... Dime, tú que has corrido mundo, ¿dónde has visto nuestra uva de _Palomino_, ni la de _Vidueño_, ni el _Mantuo de Pila_, ni el _Cañocaso_, ni el _Perruno_, ni el _Pedro Ximénez_?... ¡Qué has de ver! Eso sólo se cría en esta tierra: es un regalo de Dios...; y, con tanta riqueza, fabricamos cognac o vinos de imitación porque el Jerez, el verdadero Jerez ya no está de moda, según dicen esos señores del extranjero! Aquí se acaban las bodegas. Esto son licorerías, boticas, cualquier cosa, menos lo que fueron en otro tiempo y ¡vamos!, que me dan ganas de echar a volar para no volver, cuando os presentáis con esos papelillos, pidiéndome que haga otra falsificación. ...

En la línea 61
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Tú no has alcanzado la buena época, Ferminillo--continuó;--por esto tomas las cosas con tanta pachorra. Tú eres de los modernos, de los que creen que las cosas marchan bien porque vendemos mucho cognac como cualquier casa de esos países extranjeros, cuyas viñas sólo producen porquería, sin que Dios les conceda la menor cosa que se parezca al Jerez... Dime, tú que has corrido mundo, ¿dónde has visto nuestra uva de _Palomino_, ni la de _Vidueño_, ni el _Mantuo de Pila_, ni el _Cañocaso_, ni el _Perruno_, ni el _Pedro Ximénez_?... ¡Qué has de ver! Eso sólo se cría en esta tierra: es un regalo de Dios...; y, con tanta riqueza, fabricamos cognac o vinos de imitación porque el Jerez, el verdadero Jerez ya no está de moda, según dicen esos señores del extranjero! Aquí se acaban las bodegas. Esto son licorerías, boticas, cualquier cosa, menos lo que fueron en otro tiempo y ¡vamos!, que me dan ganas de echar a volar para no volver, cuando os presentáis con esos papelillos, pidiéndome que haga otra falsificación. ...

En la línea 66
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Yo creía antes que todos los ingleses eran ricos, y resulta que estos que viajan en cuadrilla son cualquier cosa; zapateros o tenderos de Londres que salen a tomar el aire con los ahorros del año... Así marchan los negocios. ...

En la línea 118
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¡Y qué bien se siente el alma después de una fiesta así!--añadió con delectación.--Ayer fue uno de los días mejores de mi vida. ¿Puede haber cosa más santa? La resurrección de los buenos tiempos, de las sencillas costumbres: el señor comulgando con sus servidores. Ahora ya no hay señores como en otros tiempos: pero el rico, el gran industrial, el comerciante, debe imitar el antiguo ejemplo y presentarse ante Dios seguido de todos aquellos a quienes da el pan. ...

En la línea 85
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Así es que cuando don Torcuato Resma se atrevió a llamarle en Juan Claridades«parásito de la muerte, bufón de la funeraria», ya era nuestro hombre muy otra cosa. ...

En la línea 99
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Casi todas las letrillas de Cuervo comenzaban así: preguntando quién era esto o lo otro, o quien hacía tal o cual cosa; y resultaba, allá en el estribillo, que eran don Torcuato. ...

En la línea 168
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... «¡No sabía nada, no sabía que la cosa apuraba tanto!. ...

En la línea 171
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... A ésta le hablaba de la vida, de la salud del moribundo, como cosa que volvería probablemente. ...

En la línea 11
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sólo el catálogo de los libros que leímos para llegar a esa meta llenaría un folletón entero cosa que quizá fuera muy instructiva, pero a todas luces poco divertida para nuestros lectores. ...

En la línea 16
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Por eso nos apresuramos a solicitar permi so para hacerlo imprimir con objeto de presentarnos un día con el bagaje de otros a la Academia de inscripciones y bellas letras,si es que no conseguimos, cosa muy probable, entrar en la Academia francesa con nuestro propio bagaje. ...

En la línea 51
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sólo tengo una cosa que añadir, y es un ejemplo que os propongo, no el mío porque yo nunca he aparecido por la corte y sólo hice las guerras de religión como voluntario; me refiero al señor de Tréville, que fue antaño vecino mío, y que tuvo el honor siendo niño de jugar con nuestro rey Luis XIII, a quien Dios conserve. ...

En la línea 97
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El desconocido vio en tonces que la cosa pasaba de broma, sacó su espada, saludó a su adversario y se puso gravemente en guardia. ...

En la línea 39
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Los escribanos de cámara, receptores y procuradores no saben ó no procuran otra cosa que sacar el partido posible de sus oficios. ...

En la línea 62
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Mas de la mitad de las provincias son ultramarinas, respecto de la capital Manila, situada en la Isla de Luzon ó Nueva Castilla: en muchas de ellas los viajes están sujetos á Monzon; esto es, al tiempo ó estacion determinada para venir y volver á sus puertos; y aunque el establecimiento de correos, planteado por todas las Islas segun lo dispuesto en 1837, pueda influir alguna cosa, será muy poco ó nada; pues ínterin las Islas no tomen el vuelo de prosperidad necesaria para tener vapores que crucen en el Archipiélago [8], este obstáculo, natural por sí solo, causará retrasos y dilaciones, que solo podrá remover un nuevo plan y planta de las alcaldías y correjimientos, que es lo que se espresará al final de esta materia. ...

En la línea 74
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... No son mas felices y breves los pleitos civiles, pues aunque las partes dirijidas por abogados, y bien provistas de sus pedimentos (bastantes tengo hechos), procuren activar y atajar las cavilosidades del que litiga de mala fe, no lo consiguen; y es la razon, porque saben que con pedir al juez que se asesore, ya se paró el negocio, y los autos al asesor á Manila cuando haya ocasion: son, pues, interminables en primera instancia los pleitos, porque van y vienen de la provincia á Manila repetidas veces, y muchas de ellas para dictarse un no ha lugar, que sabia muy bien el que lo promovia que sucederia asi; pero en el ínterin fastidia á su contrario, y si está en posesion de la cosa litijiosa, la goza y disfruta, y beato el que posee: son incalculables los daños y perjuicios que se causan; asi como que es palpable por lo dicho el retraso y grandes dispendios para obtener justicia los que la reclaman, y la facilidad para entorpecerla los que quieren retener lo ajeno, pues á ello les favorecen los obstáculos naturales, como se ha dicho; y los que emanan de los alcaldes y correjidores legos, estos podrian desde luego desaparecer si estos destinos se sirviesen por letrados, como parece regular y conforme, y cesarian tantos males, como se han indicado. ...

En la línea 137
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... La economía en los gastos del erario y su buena administracion reclaman esta reforma, de que tengo entendido se ha hablado alguna cosa; mas se ignoran los resultados favorables, si los ha habido. ...

En la línea 290
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Respecto de mis modestos trabajos, he de hacer notar aquí que lo realizado fué muy poca cosa; no tengo la pretensión de haber conseguido brillantes triunfos; cierto que fuí enviado a España, más que nada, a explorar el país y a comprobar hasta qué punto el espíritu del pueblo estaba preparado para recibir las verdades del cristianismo; obtuve, sin embargo, mediante el apoyo de buenos amigos, un permiso del Gobierno español para imprimir en Madrid una edición del libro sagrado, que subsiguientemente repartí por la capital y las provincias. ...

En la línea 312
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Por fin, se arrió un bote; mas por desgracia no se halló a mano el timón, y sólo se pudo disponer de dos remos, con los que los tripulantes no avanzaban gran cosa en un mar tan alborotado. ...

En la línea 317
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ¡Verdaderamente admirables son los caminos de la Providencia! Aquella misma noche entramos en el Tajo y echamos el ancla delante de la antigua torre de Belem; a la madrugada siguiente levamos anclas, y remontando el río como cosa de una legua, anclamos de nuevo a corta distancia del _Caesodré_, o muelle principal de Lisboa. ...

En la línea 370
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Entre otras cosas, me declaró cuánto le sorprendía ver a los ingleses, el pueblo más instruído e inteligente de la tierra, visitar un sitio como Cintra, donde no hay literatura, ciencia ni cosa alguna útil (_coisa que presta_). ...

En la línea 16
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero no he podido yo contravenir al orden de naturaleza; que en ella cada cosa engendra su semejante. ...

En la línea 48
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... El remedio que esto tiene es muy fácil, porque no habéis de hacer otra cosa que buscar un libro que los acote todos, desde la A hasta la Z, como vos decís. ...

En la línea 49
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pues ese mismo abecedario pondréis vos en vuestro libro; que, puesto que a la clara se vea la mentira, por la poca necesidad que vos teníades de aprovecharos dellos, no importa nada; y quizá alguno habrá tan simple, que crea que de todos os habéis aprovechado en la simple y sencilla historia vuestra; y, cuando no sirva de otra cosa, por lo menos servirá aquel largo catálogo de autores a dar de improviso autoridad al libro. ...

En la línea 51
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Cuanto más que, si bien caigo en la cuenta, este vuestro libro no tiene necesidad de ninguna cosa de aquellas que vos decís que le falta, porque todo él es una invectiva contra los libros de caballerías, de quien nunca se acordó Aristóteles, ni dijo nada San Basilio, ni alcanzó Cicerón; ni caen debajo de la cuenta de sus fabulosos disparates las puntualidades de la verdad, ni las observaciones de la astrología; ni le son de importancia las medidas geométricas, ni la confutación de los argumentos de quien se sirve la retórica; ni tiene para qué predicar a ninguno, mezclando lo humano con lo divino, que es un género de mezcla de quien no se ha de vestir ningún cristiano entendimiento. ...

En la línea 87
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Durante el resto de mi estancia en Río, viví en una caseta de campo situada en la Bahía de Botafogo. Imposible soñar nada más delicioso que esa residencia de algunas semanas en un país tan admirable. En Inglaterra, todo el que gusta de la Historia Natural tiene una gran ventaja en el sentido de que siempre descubre alguna cosa que le llama la atención; pero en estos climas fértiles que rebosan, digámoslo así, en seres animados, los descubrimientos nuevos que hace a cada instante son tan numerosos que apenas puede avanzar. ...

En la línea 164
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 5 En el estómago y en el duodeno de un Capybara que abrí, encontré una grandísima cantidad de un líquido amarillento, en el cual apenas podía distinguirse ni una sola fibra. Mr. Owen me participa que una parte de su esófago es de tan poco calibre, que por él no podría pasar ninguna cosa más gruesa que una pluma de cuervo. Los anchos dientes y las fuertes mandíbulas de este animal son ciertamente a propósito para reducir a papilla las plantas acuáticas de las cuales se alimenta. ...

En la línea 167
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Estos animales minan tan completamente espacios grandísimos, que al pasar por encima de sus galerías los caballos, se hunden a menudo hasta los corvejones. Hasta cierto punto, los tucutucos parecen vivir en sociedad; el hombre que me dio mis ejemplares había cogido seis de un golpe, y me dijo que era cosa harto común el coger a muchos juntos. ...

En la línea 259
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Pasamos la noche en Punta Alta y me puse a buscar osamentas fósiles: en efecto, ese lugar es una verdadera catacumba de monstruos pertenecientes a razas extintas. La noche estaba muy tranquila y clara, el paisaje era interesante de puro monótono: nada más que diques de barro y gaviotas, colinas de arena y buitres. A la mañana siguiente, al marcharnos, vimos las huellas recientísimas de un puma, pero sin poder descubrir al animal. Vimos también un par de zorrillos, animales pestíferos bastante comunes. El zorrillo se asemeja mucho al veso, pero es un poco más grande y mucho más grueso en proporción. Teniendo conciencia de su poder, no teme al hombre ni al perro y vaga en pleno día por la llanura. Si se azuza a un perro para que le ataque, detiénese al punto en su carrera, dándole náuseas en cuanto el zorrillo deja caer algunas gotas de su aceite fétido. Si este aceite toca a cualquier cosa, ya no puede hacerse uso de ella. Azara dice que puede percibirse su olor a una legua de distancia; más de una vez, al entrar en el puerto de Montevideo con viento de tierra, sentimos ese olor a bordo del Beagle. Lo cierto es que todos los animales se apresuran a alejarse para dejar pasar al zorrillo. ...

En la línea 64
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Doña Ana Ozores tiene horror al vacío, cosa muy lógica, pues en cada ser se cumplen las eternas leyes de Naturaleza, y este vacío que siente crecer en su alma la lleva a un estado espiritual de inmenso peligro, manifestándose en ella una lucha tenebrosa con los obstáculos que le ofrecen los hechos sociales, consumados ya, abrumadores como una ley fatal. ...

En la línea 134
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¡Mia tú el Papa, que manda más que el rey! Y que le vi yo pintao, en un santo mu grande, sentao en su coche, que era como una butaca, y lo llevaban en vez de mulas un tiro de carcas (curas según Bismarck), y lo cual que le iban espantando las moscas con un paraguas, que parecía cosa del teatro. ...

En la línea 218
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No se daba por enterado de cosa que no viese a vista de pájaro, abarcándola por completo y desde arriba. ...

En la línea 366
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No era una señorita; debía de ser una doncella de servicio, una costurera, o cosa así, pensó el Magistral. ...

En la línea 144
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¡Esto era peor! Si la plasticidad tosca, grosera, injusta con que se representaba a sí propio su sentir era ya cosa tan diferente de la verdad inefable, incalificable de su pasión, o lo que fuera, ¿cuánto más impropio, injusto, grosero, desacertado, incongruente había de ser el juicio que otros pudieran formar al oírle confesar lo que sentía, pero sin oírle sentir? Juan, confusamente, comprendía estas dificultades: que iba a ser injusto consigo mismo, que iba a alarmar excesivamente al padre espiritual. ...

En la línea 145
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¡No cabía explicarle la cosa bien! Buscó un compañero discreto, de experiencia. ...

En la línea 150
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Ni la clase de penitencia que se le imponía, ni los consejos de higiene moral que le daban, tenían nada que ver con su nueva vida: era otra cosa. ...

En la línea 153
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y, sin darse cuenta de lo que hacía, cambió el rumbo de su confesión; presentaba el caso con nuevo aspecto, y los nuevos confesores llegaron a convencerse de que se trataba de una tontería sentimental, de una ociosidad pseudomística, de una cosa tan insulsa como inocente. ...

En la línea 415
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Se reconocía un hambriento Insaciable de todo lo inédito que guarda nuestra existencia. En sus avances marchaba entre titubeos y dudas, tentado por diversas cosas a la vez. Todo lo que el Destino dio en herencia a los hombres intentaba atesorarlo en su persona. Creía haber conocido últimamente cuantas alegrías sensuales se pueden gustar, mas esto no bastaba a su alma inquieta. Su naturaleza exigía otra cosa, el cambio incesante, ver paisajes renovados en cada excursión sentimental, nuevos rostros, ir al encuentro de la felicidad desconocida o de placeres ya olvidados que tornaban a presentarse. ...

En la línea 550
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Nadie hizo alusión a la vida anterior de Claudio. Jamás surgió en sus conversaciones el nombre de la viuda de Pineda. Como si no la conociesen. Se adivinaba que era cosa convenida entre ellos no hablar ni aludir a lo pasado. ...

En la línea 577
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... No eran menos inmorales la pintura y la escultura. Se permitían los artistas los más audaces atrevimientos dentro de las iglesias, retratando a los contemporáneos en las imágenes santas. Segismundo Malatesta levantaba un templo en Rímini a la gloria de su amante, la bella Isotta, que no sabía leer y escribir—cosa rara en aquella época, por ser las mujeres muy letradas y artistas—, y en el interior ...

En la línea 593
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Todas las soluciones Importantes de los soberanos y hasta los asuntos de su vida corriente, como, por ejemplo, la recepción de un embajador, un pequeño viaje, o el tomar una medicina, se determinaban consultando antes a las estrellas. Tal era la superstición sideral, que entre las gentes ricas nadie se atrevía a comer, a ponerse un vestido nuevo o a intentar cosa alguna sin estudiar los astros. ...

En la línea 152
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - No, usted es otra cosa -dijo el profesor-; usted es un gentleman, y su buen aspecto, así como lo que llevamos inquirido acerca de su pasado, han sido la causa de que le perdonemos la vida… por el momento. ...

En la línea 166
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - ¿Y qué otra cosa podía ser? -contestó ella—. ¿Cómo no perteneciendo a mi sexo habría llegado a figurar entre los sabios de la Universidad Central, poseyendo los difíciles secretos de un idioma que solo conocen los privilegiados de la ciencia? ...

En la línea 226
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Gentleman -volvió a decir Flimnap-, ha llegado el momento más difícil para mí. Vamos a partir para la capital, y necesito recordarle que la continuación de su existencia no es aun cosa segura. Falta saber que opinión formarán de usted las altas personalidades del Consejo Ejecutivo. Pero yo tengo cierta confianza, porque el corazón justo y fuerte de las mujeres es siempre piadoso con la debilidad y la ignorancia del hombre. Además, cuento con la buena impresión que producirá su aspecto. ...

En la línea 410
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Abreviaré mi relato, gentleman, pues me duele recordar este periodo, el más vergonzoso de nuestra historia. Los pueblos vivían regidos por los hombres; las armas estaban en manos de los hombres; el trabajo lo organizaban y reglamentaban los hombres… ? ¿Qué otra cosa podía ocurrir?… ...

En la línea 13
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Empezó entonces para Barbarita nueva época de sobresaltos. Si antes sus oraciones fueron pararrayos puestos sobre la cabeza de Juanito para apartar de ella el tifus y las viruelas, después intentaban librarle de otros enemigos no menos atroces. Temía los escándalos que ocasionan lances personales, las pasiones que destruyen la salud y envilecen el alma, los despilfarros, el desorden moral, físico y económico. Resolviose la insigne señora a tener carácter y a vigilar a su hijo. Hízose fiscalizadora, reparona, entrometida, y unas veces con dulzura, otras con aspereza que le costaba trabajo fingir, tomaba razón de todos los actos del joven, tundiéndole a preguntas: «¿A dónde vas con ese cuerpo?… ¿De dónde vienes ahora?… ¿Por qué entraste anoche a las tres de la mañana?… ¿En qué has gastado los mil reales que ayer te di?… A ver, ¿qué significa este perfume que se te ha pegado a la cara?… ». Daba sus descargos el delincuente como podía, fatigando su imaginación para procurarse respuestas que tuvieran visos de lógica, aunque estos fueran como fulgor de relámpago. Ponía una de cal y otra de arena, mezclando las contestaciones categóricas con los mimos y las zalamerías. Bien sabía cuál era el flanco débil del enemigo. Pero Barbarita, mujer de tanto espíritu como corazón, se las tenía muy tiesas y sabía defenderse. En algunas ocasiones era tan fuerte la acometida de cariñitos, que la mamá estaba a punto de rendirse, fatigada de su entereza disciplinaria. Pero, ¡quia!, no se rendía; y vuelta al ajuste de cuentas, y al inquirir, y al tomar acta de todos los pasos que el predilecto daba por entre los peligros sociales. En honor a la verdad, debo decir que los desvaríos de Juanito no eran ninguna cosa del otro jueves. En esto, como en todo lo malo, hemos progresado de tal modo, que las barrabasadas de aquel niño bonito hace quince años, nos parecerían hoy timideces y aun actos de ejemplaridad relativa. ...

En la línea 34
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Creció Bárbara en una atmósfera saturada de olor de sándalo, y las fragancias orientales, juntamente con los vivos colores de la pañolería chinesca, dieron acento poderoso a las impresiones de su niñez. Como se recuerda a las personas más queridas de la familia, así vivieron y viven siempre con dulce memoria en la mente de Barbarita los dos maniquís de tamaño natural vestidos de mandarín que había en la tienda y en los cuales sus ojos aprendieron a ver. La primera cosa que excitó la atención naciente de la niña, cuando estaba en brazos de su niñera, fueron estos dos pasmarotes de semblante lelo y desabrido, y sus magníficos trajes morados. También había por allí una persona a quien la niña miraba mucho, y que la miraba a ella con ojos dulces y cuajados de candoroso chino. Era el retrato de Ayún, de cuerpo entero y tamaño natural, dibujado y pintado con dureza, pero con gran expresión. Mal conocido es en España el nombre de este peregrino artista, aunque sus obras han estado y están a la vista de todo el mundo, y nos son familiares como si fueran obra nuestra. Es el ingenio bordador de los pañuelos de Manila, el inventor del tipo de rameado más vistoso y elegante, el poeta fecundísimo de esos madrigales de crespón compuestos con flores y rimados con pájaros. A este ilustre chino deben las españolas el hermosísimo y característico chal que tanto favorece su belleza, el mantón de Manila, al mismo tiempo señoril y popular, pues lo han llevado en sus hombros la gran señora y la gitana. Envolverse en él es como vestirse con un cuadro. La industria moderna no inventará nada que iguale a la ingenua poesía del mantón, salpicado de flores, flexible, pegadizo y mate, con aquel fleco que tiene algo de los enredos del sueño y aquella brillantez de color que iluminaba las muchedumbres en los tiempos en que su uso era general. Esta prenda hermosa se va desterrando, y sólo el pueblo la conserva con admirable instinto. Lo saca de las arcas en las grandes épocas de la vida, en los bautizos y en las bodas, como se da al viento un himno de alegría en el cual hay una estrofa para la patria. El mantón sería una prenda vulgar si tuviera la ciencia del diseño; no lo es por conservar el carácter de las artes primitivas y populares; es como la leyenda, como los cuentos de la infancia, candoroso y rico de color, fácilmente comprensible y refractario a los cambios de la moda. ...

En la línea 39
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Barbarita y su hermano Gumersindo, mayor que ella, eran los únicos hijos de D. Bonifacio Arnaiz y de doña Asunción Trujillo. Cuando tuvo edad para ello, fue a la escuela de una tal doña Calixta, sita en la calle Imperial, en la misma casa donde estaba el Fiel Contraste. Las niñas con quienes la de Arnaiz hacía mejores migas, eran dos de su misma edad y vecinas de aquellos barrios, la una de la familia de Moreno, del dueño de la droguería de la calle de Carretas, la otra de Muñoz, el comerciante de hierros de la calle de Tintoreros. Eulalia Muñoz era muy vanidosa, y decía que no había casa como la suya y que daba gusto verla toda llena de unos pedazos de hierro mu grandes, del tamaño de la caña de doña Calixta, y tan pesados, tan pesados que ni cuatrocientos hombres los podían levantar. Luego había un sin fin de martillos, garfios, peroles mu grandes, mu grandes… «más anchos que este cuarto». Pues, ¿y los paquetes de clavos? ¿Qué cosa había más bonita? ¿Y las llaves que parecían de plata, y las planchas, y los anafres, y otras cosas lindísimas? Sostenía que ella no necesitaba que sus papás le comprasen muñecas, porque las hacía con un martillo, vistiéndolo con una toalla. ¿Pues y las agujas que había en su casa? No se acertaban a contar. Como que todo Madrid iba allí a comprar agujas, y su papá se carteaba con el fabricante… Su papá recibía miles de cartas al día, y las cartas olían a hierro… como que venían de Inglaterra, donde todo es de hierro, hasta los caminos… «Sí, hija, sí, mi papá me lo ha dicho. Los caminos están embaldosados de hierro, y por allí encima van los coches echando demonios». ...

En la línea 53
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Aunque Barbarita era desenfadada en el pensar, pronta en el responder, y sabía sacudirse una mosca que le molestase, en caso tan grave se quedó algo mortecina y tuvo vergüenza de decir a su mamá que no quería maldita cosa al chico de Santa Cruz… Lo iba a decir; pero la cara de su madre pareciole de madera. Vio en aquel entrecejo la línea corta y sin curvas, la barra de acero trujillesca, y la pobre niña sintió miedo, ¡ay qué miedo! Bien conoció que su madre se había de poner como una leona, si ella se salía con la inocentada de querer más o menos. Callose, pues, como en misa, y a cuanto la mamá le dijo aquel día y los subsiguientes sobre el mismo tema del casorio, respondía con signos y palabras de humilde aquiescencia. No cesaba de sondear su propio corazón, en el cual encontraba a la vez pena y consuelo. No sabía lo que era amor; tan sólo lo sospechaba. Verdad que no quería a su novio; pero tampoco quería a otro. En caso de querer a alguno, este alguno podía ser aquel. ...

En la línea 198
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Tom fue conducido al principal aposento de un suntuoso apartamiento y lo hicieron sentar, cosa que repugnaba hacer, pues se veía rodeado de caballeros ancianos y de hombres de elevada condición. Rogóles que se sentaran también, pero sólo se inclinaron agradeciéndolo o murmuraron las gracias, y permanecieron en pie. Tom habría insistido, pero su 'tío' el conde de Hertford susurró a su oído: ...

En la línea 232
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Vuestras Señorías –contestó Tom–, pueden obtener de mí lo que gusten sin más que pedirlo; pero preferiría daros cualquier otra cosa que estuviera en mi poder antes que licencia para privarme de la luz y la bendición de vuestra presencia. Dios os guíe y sea con vosotras. ...

En la línea 376
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Pronto se dio cuenta de esto, y al instante se ocupó de sus propios asuntos, sin acordarse más de John Canty. Se dio cuenta también de otra cosa, a saber, que un fingido Príncipe de Gales estaba siendo festejado por la ciudad, en su lugar. Fácilmente coligió que el niño mendigo, Tom Canty, se había aprovechado deliberadamente de aquella estupenda oportunidad y se había convertido en usurpador. ...

En la línea 431
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Su trastornada mente le persuade de que es el Príncipe de Gales. Será cosa rara tener con nosotros a un Príncipe de Gales ahora que el que era príncipe ya no es príncipe, sino rey. Porque su pobre espíritu tiene un tema solo, y no comprenderá que ahora debe dejar de ser príncipe y llamarse rey… . Si mi padre vive aún, después de estos siete años en que no he sabido nada de mi casa en mi calabozo en tierra extraña, acogerá bien al pobre niño y por mi amor le concederá generoso albergue. Lo mismo hará mi buen hermano mayor, Arturo. Mi otro hermano, Hugo… Pero le romperé la crisma si se interpone, el muy zorro y desalmado. Sí. Hacia allá nos iremos y sin tampoco perder momento. ...

En la línea 8
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Y se detuvo a la puerta de una casa donde había entrado la garrida moza que le llevara imantado tras de sus ojos. Y entonces se dio cuenta Augusto de que la había venido siguiendo. La portera de la casa le miraba con ojillos maliciosos, y aquella mirada le sugirió a Augusto lo que entonces debía hacer. «Esta Cerbera aguarda –se dijo– que le pregunte por el nombre y circunstancias de esta señorita a que he venido siguiendo y, ciertamente, esto es lo que procede ahora. Otra cosa sería dejar mi seguimiento sin coronación, y eso no, las obras deben acabarse. ¡Odio lo imperfecto!» Metió la mano al bolsillo y no encontró en él sino un duro. No era cosa de ir entonces a cambiarlo, se perdería tiempo y ocasión en ello. ...

En la línea 31
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Dígame una cosa más, buena mujer… ...

En la línea 146
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Tampoco me acuerdo bien. Pero debe de ser una cosa regular. Pero ¡qué ojos, chico, qué ojos tiene mi Eugenia! ...

En la línea 160
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «¿Por qué el diminutivo es señal de cariño? –iba diciéndose Augusto camino de su casa–. ¿Es acaso que el amor achica la cosa amada? ¡Enamorado yo! ¡Yo enamorado! ¡Quién había de decirlo … ! Pero ¿tendrá razón Víctor? ¿Seré un enamorado ab initio? Tal vez mi amor ha precedido a su objeto. Es más, es este amor el que lo ha suscitado, el que lo ha extraído de la niebla de la creación. Pero si yo adelanto aquella torre no me da el mate, no me lo da. ¿Y qué es amor? ¿Quién definió el amor? Amor definido deja de serlo… Pero, Dios mío, ¿por qué permitirá el alcalde que empleen para los rótulos de los comercios tipos de letra tan feos como ese? Aquel alfil estuvo mal jugado. ¿Y cómo me he enamorado si en rigor no puedo decir que la conozco? Bah, el conocimiento vendrá después. El amor precede al conocimiento, y este mata a aquel. Nihil volitum quin praecognitum, me enseñó el padre Zaramillo, pero yo he llegado a la conclusión contraria y es que nihil cognitum quin praevolitum. Conocer es perdonar, dicen. No, perdonar es conocer. Primero el amor, el conocimiento después. Pero ¿cómo no vi que me daba mate al descubierto? Y para amar algo, ¿qué basta? ¡Vislumbrarlo! El vislumbre; he aquí la intuición amorosa, el vislumbre en la niebla. Luego viene el precisarse, la visión perfecta, el resolverse la niebla en gotas de agua o en granizo, o en nieve, o en piedra. La ciencia es una pedrea. ¡No, no, niebla, niebla! ¡Quién fuera águila para pasearse por los senos de las nubes! Y ver al sol a través de ellas, como lumbre nebulosa también. ...

En la línea 289
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... El libro estaba cubierto de caracteres finos y elegantes, pero no pudo comprender palabra alguna, aun cuando se asemejaban a los de la lengua del portugués Yáñez. Cogió con delicadeza la flor y la contempló largo rato. La olió varias veces, procurando no estropearla con sus dedos que nunca tocaron otra cosa que la empuñadura de la cimitarra. Experimentó de nuevo una sensación extraña, un estremecimiento misterioso. Casi con pesar colocó la flor entre las páginas y cerró el libro. ...

En la línea 572
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Se acercaron con lentitud. Sandokán midió la distancia, se enderezó y de un salto cayó sobre los enemigos. Partir el cráneo del cabo y desaparecer en medio de la espesura fue cosa de un solo instante. ...

En la línea 630
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Se acercaron con lentitud. Sandokán midió la distancia, se enderezó y de un salto cayó sobre los enemigos. Partir el cráneo del cabo y desaparecer en medio de la espesura fue cosa de un solo instante. ...

En la línea 658
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Mi cabaña no es gran cosa —dijo Giro Batol—, pero aquí puede descansar a su gusto, mi capitán. Hasta los indígenas ignoran que existe. Puede dormir en este lecho de hojas cortadas; si tiene sed, tengo agua fresca, y si tiene hambre, tengo fruta. ...

En la línea 16
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El accidente había ocurrido hacia las cinco de la mañana, cuando comenzaba a despuntar el día. Los oficiales de guardia se precipitaron hacia popa y escrutaron el mar con la mayor atención, sin ver otra cosa que un fuerte remolino a unos tres cables de distancia del barco, como si las capas líquidas hubieran sido violentamente batidas. Se tomaron con exactitud las coordenadas del lugar y el Moravian continuó su rumbo sin averías aparentes. ¿Había chocado con una roca submarina o había sido golpeado por un objeto residual, enorme, de un naufragio? No pudo saberse, pero al examinar el buque en el dique carenero se observó que una parte de la quilla había quedado destrozada. ...

En la línea 57
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Grande fue la emoción causada por la noticia. No se concedieron ni veinticuatro horas de plazo al comandante Farragut. Sus víveres estaban a bordo. Sus pañoles desbordaban de carbón. La tripulación contratada estaba al completo. No había más que encender los fuegos, calentar y zarpar. No se le habría perdonado una media jornada de retraso. El comandante Farragut no deseaba otra cosa que partir. ...

En la línea 95
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¡Oh!, poca cosa. Un camino un poco menos directo, eso es todo. Viajaremos a bordo del Abraham Lincoln. ...

En la línea 163
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Sin que se dé cuenta. Si tal presión no le aplasta a usted es porque el aire penetra en el interior de su cuerpo con una presión igual. De ahí un equilibrio perfecto entre las presiones interior y exterior, que se neutralizan, lo que le permite soportarla sin esfuerzo. Pero en el agua es otra cosa. ...

En la línea 24
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¡Ya! -murmuró, reflexivo-. Ahora dime con quién vives, en el supuesto de que te dejen vivir con alguien, cosa que todavía no creo. ...

En la línea 46
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Ahora los marjales parecían una larga y negra línea horizontal. En el cielo había fajas rojizas, separadas por otras muy negras. A orillas del río pude distinguir débilmente las dos únicas cosas oscuras que parecían estar erguidas; una de ellas era la baliza, gracias a la cual se orientaban los marinos, parecida a un barril sin tapa sobre una pértiga, cosa muy fea y desagradable cuando se estaba cerca: era una horca, de la que colgaban algunas cadenas que un día tuvieron suspendido el cuerpo de un pirata. Aquel hombre se acercaba cojeando a esta última, como si fuese el pirata resucitado y quisiera ahorcarse otra vez. Cuando pensé en eso, me asusté de un modo terrible y, al ver que las ovejas levantaban sus cabezas para mirar a aquel hombre, me pregunté si también creerían lo mismo que yo. Volví los ojos alrededor de mí en busca de aquel terrible joven, mas no pude descubrir la menor huella de él. Y como me había asustado otra vez, eché a correr hacia casa sin detenerme. ...

En la línea 59
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Pues mira - dijo Joe consultando el reloj holandés -. Hace cosa de veinte minutos, Pip. Pero ahora vuelve. Escóndete detrás de la puerta, muchacho, y cúbrete con la toalla. ...

En la línea 90
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... La conciencia es una cosa espantosa cuando acusa a un hombre; pero cuando se trata de un muchacho y, además de la pesadumbre secreta de la culpa, hay otro peso secreto a lo largo de la pernera del pantalón, es, según puedo atestiguar, un gran castigo. El conocimiento pecaminoso de que iba a robar a la señora Joe - desde luego, jamás pensé en que iba a robar a Joe, porque nunca creía que le perteneciese nada de lo que había en la casa -, unido a la necesidad de sostener con una mano el pan con manteca mientras estaba sentado o cuando me mandaban que fuera a uno a otro lado de la cocina a ejecutar una pequeña orden, me quitaba la tranquilidad. Luego, cuando los vientos del marjal hicieron resplandecer el fuego, creí oír fuera de la casa la voz del hombre con el hierro en la pierna que me hiciera jurar el secreto, declarando que no podía ni quería morirse de hambre hasta la mañana, sino que deseaba comer en seguida. También pensaba, a veces, que aquel joven a quien con tanta dificultad contuvo su compañero para que no se arrojara contra mí, tal vez cedería a una impaciencia de su propia constitución o se equivocaría de hora, creyéndose ya con derecho a mi corazón y a mi hígado aquella misma noche, en vez de esperar a la mañana siguiente. Y si alguna vez el terror ha hecho erizar a alguien el cabello, esta persona debía de ser yo aquella noche. Pero tal vez nunca se erizó el cabello de nadie. ...

En la línea 11
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Por otra parte, se había apoderado de aquel hombre un desprecio tan feroz hacia todo, que, a pesar de su altivez natural un tanto ingenua, exhibía sus harapos sin rubor alguno. Otra cosa habría sido si se hubiese encontrado con alguna persona conocida o algún viejo camarada, cosa que procuraba evitar. ...

En la línea 15
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Lo sabía ‑murmuró en su turbación‑, lo presentía. Nada hay peor que esto. Una nadería, una insignificancia, puede malograr todo el negocio. Sí, este sombrero llama la atención; es tan ridículo, que atrae las miradas. El que va vestido con estos pingajos necesita una gorra, por vieja que sea; no esta cosa tan horrible. Nadie lleva un sombrero como éste. Se me distingue a una versta a la redonda. Te recordarán. Esto es lo importante: se acordarán de él, andando el tiempo, y será una pista… Lo cierto es que hay que llamar la atención lo menos posible. Los pequeños detalles… Ahí está el quid. Eso es lo que acaba por perderle a uno… ...

En la línea 49
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Y la vieja le devolvió el reloj. Él lo cogió y se dispuso a salir, indignado; pero, de pronto, cayó en la cuenta de que la vieja usurera era su último recurso y de que había ido allí para otra cosa. ...

En la línea 66
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑¡Qué repugnante es todo esto, Dios mío! ¿Cómo es posible que yo… ? No, todo ha sido una necedad, un absurdo ‑afirmó resueltamente‑. ¿Cómo ha podido llegar a mi espíritu una cosa tan atroz? No me creía tan miserable. Todo esto es repugnante, innoble, horrible. ¡Y yo he sido capaz de estar todo un mes pen… ! ...

En la línea 103
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Lo que es mezquino para Rothschild es opulento para mí, y en lo que se refiere al lucro y a la ganancia, no es solamente en la ruleta, sino en todas las cosas, donde los hombres procuran enriquecerse a costa del prójimo. Otra cosa es saber si el lucro y el provecho son viles en ellos mismos… Pero no se trata ahora de eso. ...

En la línea 111
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Un francés, ante mis ojos, ganó primero, y luego perdió, sin la menor sombra de emoción, treinta mil francos. El verdadero “gentleman” no debe denotar emoción aunque pierda toda su fortuna. Debe hacer poco caso del dinero, como si fuese cosa que no mereciera la pena de fijar atención en él. ...

En la línea 163
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... En resumen, todo depende ahora de nuestra situación, es decir, de la mayor o menor cantidad de dinero que el general pueda ofrecerle. Si, por ejemplo, se afirmase que la abuela no había muerto, estoy seguro de que la señorita Blanche se apresuraría a desaparecer. Para mí mismo es un motivo de extrañeza y de risa el ver que me he vuelto tan entrometido. ¡Cómo me repugna todo eso! ¡Con qué placer lo abandonaría todo y a todos! Pero, ¿puedo alejarme de Paulina? ¿Puedo dejar de realizar el espionaje en torno de ella? El espionaje es seguramente una cosa vil, pero ¿a mí qué me importa? ...

En la línea 225
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Entonces, ¡adiós, señorita Blanche! —insinué—. En ese caso no será generala. ¿Y sabe usted una cosa? ...

En la línea 297
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Después se preguntó si era el único que había obrado mal en tal fatal historia; si no era una cosa grave que él, trabajador, careciese de trabajo; que él, laborioso, careciese de pan; si, después de cometida y confesada la falta, el castigo no había sido feroz y extremado; si no había más abuso por parte de la ley en la pena que por parte del culpado en la culpa; si el recargo de la pena no era el olvido del delito, y no producía por resultado el cambio completo de la situación, reemplazando la falta del delincuente con el exceso de la represión, transformando al culpado en víctima, y al deudor en acreedor, poniendo definitivamente el derecho de parte del mismo que lo había violado; si esta pena, complicada por recargos sucesivos por las tentativas de evasión, no concluía por ser una especie de atentado del fuerte contra el débil, un crimen de la sociedad contra el individuo; un crimen que empezaba todos los días; un crimen que se cometía continuamente por espacio de diecinueve años. ...

En la línea 305
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Digamos ahora una cosa triste: Jean, después de juzgar a la sociedad que había hecho su desgracia, juzgó a la Providencia que había hecho la sociedad, y la condenó también. ...

En la línea 326
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Hay pájaros en las nubes, lo mismo que hay ángeles sobre las miserias humanas; pero, ¿qué pueden hacer por él? Ellos vuelan, cantan y se ciernen en los aires, y él agoniza. Se ve ya sepultado entre dos infinitos, el océano y el cielo; uno es su tumba; otro su mortaja. Llega la noche; hace algunas horas que nada; sus fuerzas se agotan ya; aquel buque, aquella cosa lejana donde hay hombres, ha desaparecido; se encuentra solo en el formidable abismo crepuscular; se sumerge, se estira, se enrosca; ve debajo de sí los indefinibles monstruos del infinito; grita. ...

En la línea 362
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Jean Valjean estaba en la sombra con su barra de hierro en la mano, inmóvil, turbado ante aquel anciano resplandeciente. Nunca había visto una cosa semejante. Aquella confianza lo asustaba. El mundo moral no puede presentar espectáculo más grande: una conciencia turbada e inquieta, próxima a cometer una mala acción, contemplando el sueño de un justo. ...

En la línea 51
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... El incansable pulso de la hélice latía día y noche en el barco, y aunque cada día era muy semejante al anterior, Buck percibió que cada vez hacía más frío. Por fin, una mañana la hélice se detuvo y una atmósfera de excitación se extendió por el barco. Buck la sintió, igual que los demás perros, y supo que se aproximaba un cambio. François les colocó collares y correas y los condujo a cubierta. Al dar el primer paso sobre la fría superficie, las patas de Buck se hundieron en una cosa fofa y blanca muy semejante al lodo. Resopló y dio un salto atrás. En el aire caía más de aquella materia blanca. Se sacudió, pero le siguió cayendo encima. La olisqueó con curiosidad y a continuación recogió un poco sobre la lengua. Quemaba como el fuego y un instante después había desaparecido. Aquello lo intrigó. Lo intentó nuevamente, con igual resultado. Los espectadores reían a carcajadas y Buck se sintió avergonzado sin saber por qué, era la primera vez que veía nieve. ...

En la línea 54
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... El primer día de Buck en la playa de Dyea fue una pesadilla. Todas y cada una de las horas estuvieron llenas de conmoción y sorpresas. Lo habían arrancado de golpe del centro de la civilización y lo habían arrojado bruscamente al corazón mismo de lo primitivo. Ya no era una vida regalada acariciada por el sol, sin otra cosa que hacer que dormitar y aburrirse. Aquí no había paz ni descanso ni un momento de seguridad. Todo era confusión y actividad, y no había un solo momento sin que la vida o algún miembro corrieran peligro. Era necesario estar siempre alerta porque aquellos perros y aquellos hombres no eran perros y hombres de ciudad. Eran todos salvajes que no conocían más ley que la del garrote y el colmillo. ...

En la línea 78
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Su evolución (o regresión) fue rápida. Sus músculos adquirieron la dureza del hierro y se hizo insensible a todas las penalidades comunes. Desarrolló una economía interna igual que la externa. Era capaz de comer cualquier cosa, por repugnante o indigesta que fuera y, una vez ingerida, los jugos de su estómago extraían de ella hasta la última partícula nutritiva que la sangre llevaba hasta los lugares más recónditos de su cuerpo, donde se convertía en tejido orgánico más fuerte y resistente. La vista y el olfato se le aguzaron notablemente, mientras su oído se volvía tan fino que, aun estando dormido, era capaz de percibir el más leve sonido y saber si era un presagio de paz o de peligro. Aprendió a arrancarse con los dientes el hielo que se le acumulaba entre los dedos; y cuando tenía sed y el agua estaba cubierta de una gruesa capa de hielo, la rompía golpeándola con las agarrotadas patas delanteras. Su rasgo más sobresaliente era la habilidad de olisquear y prever, una noche antes, de dónde soplaría el viento. Aun cuando no hubiera siquiera una brisa en el momento en que cavaba su hoyo junto a un árbol o un terraplén, el viento que soplaba más tarde lo encontraba indefectiblemente a sotavento, cómodamente resguardado. ...

En la línea 83
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Por su parte, posiblemente porque adivinaba que Buck era un peligroso rival, Spitz nunca perdía la oportunidad de enseñarle los dientes. Incluso hacía lo imposible por bravuconear ante él, esforzándose constantemente por iniciar una pelea que sólo podría acabar con la muerte de uno de los dos. A poco de emprendido el viaje, tal cosa pudo haber ocurrido, de no ser por un inesperado accidente. Al final de aquel día habían instalado un precario campamento a orillas del lago Le Barge. Una violenta nevada, el viento, que cortaba como una cuchilla al rojo vivo, y la oscuridad los habían forzado a buscar a ciegas un lugar de acampada. Dificilmente podrían haber encontrado uno peor. A sus espaldas se levantaba una pared perpendicular de roca, y Perrault y François no tuvieron más remedio que hacer la hoguera y tender los sacos de dormir sobre el mismo hielo del lago. Se habían deshecho de la tienda en Dyea con el fin de viajar ligeros de peso. Unas pocas tablas sobrantes les proporcionaron un fuego que se hundió al derretirse el hielo dejándolos a oscuras para cenar. ...

En la línea 308
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... -¿Has visto cosa igual? -me preguntaba Blanca después-. Pero tú parecías conocerle… ...

En la línea 46
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -No me aflija usted más, Padre. Harto tendré con no ver a Lucía en qué sé yo qué tiempo. Sólo me faltaba que también salga mal la cosa, y que pase ella penas… ...

En la línea 58
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Se desarrollaron paralelamente en Lucía el espíritu y el cuerpo, como dos compañeros de viaje que se dan el brazo para subir las cuestas y andar el mal camino; y ocurrió un donoso caso, que fue que mientras el médico materialista, Vélez de Rada, que asistía al señor Joaquín, se deleitaba en mirar a Lucía, considerando cuán copiosamente circulaba la vida por sus miembros de Cibeles joven, el sabio jesuita, padre Urtazu, se encariñaba con ella a su vez, encontrándole la conciencia clara y diáfana como los cristales de su microscopio: sin que se diesen cuenta de que acaso ambos admiraban en la niña una sola y misma cosa, vista por distinto lado, a saber: la salud perfecta. ...

En la línea 67
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Nada, hombre -prosiguió Colmenar-: así como te lo digo. Basta que yo tenga interés en conservar a uno, para que lo barra él… Es cosa fija. Y no hay modo de evitarlo. El pega sin duelo. ...

En la línea 97
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¡El Leonés! Si no hay cosa que más conozca. Varias veces vino a asuntos al Gobierno civil de León. Claro que le conozco. Y ahora recuerdo; es verdad que tiene una chica, pero en esa sí que no me fijé jamás. Se la ve muy poco. ...

En la línea 8
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... En suma, encontrar algo que fuese menos comunicativo que este gentleman, era cosa difícil. Hablaba lo menos posible y parecía tanto más misterioso cuanto más silencioso era. Llevaba su vida al día; pero lo que hacía era siempre lo mismo, de tan matemático modo, que la imaginación descontenta buscaba algo más allá. ...

En la línea 11
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Nadie sabía que tuviese mujer ni hijos- cosa que puede suceder a la persona más decente del mundo-, ni parientes ni amigos- lo cual era en verdad algo más extraño-. Phileas Fogg vivía solo en su casa de Saville Row, donde nadie penetraba. Un criado único le bastaba para su servicio. Almorzando y comiendo en el club a horas cronométricamente determinadas, en el mismo comedor, en la misma mesa, sin tratarse nunca con sus colegas, sin convidar jamás a ningún extraño, sólo volvía a su casa para acostarse a la media noche exacta, sin hacer uso en ninguna ocasión de los cómodos dormitorios que el Reform Club pone a disposición de los miembros del círculo. De las veinticuatro horas del día, pasaba diez en su casa, que dedicaba al sueño o al tocador. Cuando paseaba, era invariablemente y con paso igual, por el vestíbulo que tenía mosaicos de madera en el pavimento, o por la galería circular coronada por una media naranja con vidrieras azules que sostenían veinte columnas jónicas de pórfido rosa, Cuando almorzaba o comía, las cocinas, la repostería, la despensa, la pescadería y la lechería del club eran las que con sus suculentas reservas proveían su mesa; los camareros del club, graves personas vestidas de negro y calzados con zapatos de suela de fieltro, eran quienes le servían en una vajilla especial y sobre admirables manteles de lienzo sajón; la cristalería o molde perdido del club era la que contenía su sherry, su oporto o su clarete mezclado con canela, capilaria o cinamomo; en fin, el hielo del club- hielo traído de los lagos de América a costa de grandes desembolsos-, conservaba sus bebidas en un satisfactorio estado de frialdad. ...

En la línea 37
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Decir si el genio expansivo de este muchacho podía avenirse con el de Phileas Fogg, es cosa que prohibe la prudencia elemental. ¿Sería Picaporte ese criado exacto hasta la precisión que convenía a su dueño? La práctica lo demostraría. Después de haber tenido, como ya es sabido, una juventud algo vagabunda, aspiraba al reposo. Había oído ensalzar el metodismo inglés y la proverbial frialdad de los gentlemen, y se fue a buscar fortuna a Inglaterra. Pero hasta entonces la fortuna le había sido adversa. En ninguna parte pudo echar raíces. Estuvo en diez casas, y en todas ellas los amos eran caprichosos, desiguales, amigos de correr aventuras o de recorrer paises, cosas todas ellas que ya no podían convenir a Picaporte. Su último señor, el joven lord Longsferry, miembro del Parlamento después de pasar las noches en los 'oystersrooms' de Hay Marquet, volvía a su casa muy a menudo sobre los hombros de los 'policemen.' Queriendo Picaporte ante todo respetar a su amo, arriesgó algunas observaciones respetuosas que fueron mal recibidas, y rompió. Supo en el ínterin que Phileas Fogg buscaba criado y tomó infon nes acerca de este caballero. Un personaje cuya existencia era tan regular, que no dormía fuera de casa, que no viajaba, que nunca, ni un día siquiera, se ausentaba, no podía sino convenirle. Se presentó y fue admitido en las circunstancias ya conocidas. ...

En la línea 124
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Un buen inglés no se chancea nunca cuando se trata de una cosa tan formal como una apuesta- respondió Phileas Fogg-. Apuesto veinte mil libras contra quien quiera a que yo doy la vuelta al mundo en ochenta días, o menos, sean mil novecientas veinte horas, o ciento quince mil doscientos minutos. ¿aceptáis? ...

Reglas relacionadas con los errores de s;z

Las Reglas Ortográficas de la S

Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz

Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad

Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa

Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso

Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima

Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.

Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.

Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.

Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.

Las Reglas Ortográficas de la Z

Se escribe z y no c delante de a, o y u.

Se escriben con z las terminaciones -azo, -aza.

Ejemplos: pedazo, terraza

Se escriben con z los sustantivos derivados que terminan en las voces: -anza, -eza, -ez.

Ejemplos: esperanza, grandeza, honradez

La X y la S


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras s;z


El Español es una gran familia


la Ortografía es divertida

Errores Ortográficos típicos con la palabra Cosa

Cómo se escribe cosa o coza?
Cómo se escribe cosa o sosa?

Palabras parecidas a cosa

La palabra vecinos
La palabra centro
La palabra reflejos
La palabra suerte
La palabra selva
La palabra aquellos
La palabra labrador

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