Cual es errónea Continuar o Sontinuar?
La palabra correcta es Continuar. Sin Embargo Sontinuar se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino sontinuar es que hay un Intercambio de las letras c;s con respecto la palabra correcta la palabra continuar
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Sinonimos de Continuar.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece continuar
La palabra continuar puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1684
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Batistet ponía mal gesto a todas aquellas tías que tantas veces se burlaron de él cuando pasaba ante sus barracas, y acabó por refugiarse en la cuadra, para no perder de vista al pobre caballo y continuar curándolo con arreglo a las instrucciones del veterinario, llamado en la noche anterior. ...
En la línea 259
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Para continuar su fúnebre monólogo bebía con la calma del campesino andaluz, que mira el vino como la mayor de las riquezas y lo huele y examina, hasta que, a la media hora de este copeo solemne y refinado, su pensamiento, saltando de un afecto a otro, abandonaba a Dupont para fijarse en Salvatierra, comentando sus correrías y aventuras, siempre propagando sus ideales de tal modo, que la mayor parte del tiempo la pasaba en la cárcel. ...
En la línea 308
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El tal Luis había vuelto a Jerez hecho un hombre, después de una continua peregrinación por todas las universidades de España, buscando catedráticos de manga ancha que no tuviesen empeño en malograr futuros abogados. Su tío le había impuesto la obligación de seguir una carrera, y mientras aquél vivió, se había resignado a llevar la vida de estudiante, ajustándose a los estrechos envíos de dinero y ampliándolos con préstamos feroces, por los que firmaba a ojos cerrados cuantos papeles querían presentarle los usureros. Pero al ver al frente de la familia a su primo Pablo y próxima su mayor edad, se había negado a continuar por más tiempo la comedia de sus estudios. Era rico, no quería perder el tiempo en cosas que en nada le interesaban. Y tomando posesión de sus bienes, comenzó la libre existencia de placeres con la que había soñado en su estrecha vida de estudiante. ...
En la línea 339
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Su último amor era un mozo tratante en cerdos, un atleta chato y cejudo con el que vivía en el arrabal. Un secreto poder de este macho fuerte la enloquecía. Hablaba de él con orgullo, gozándose en el contraste entre su nacimiento y la profesión de su amante. De vez en cuando sufría arrebatos de veleidad y se ausentaba de la casucha del arrabal por algunos días. El zafio amante no la buscaba, dando su vuelta por segura; y al regresar el pájaro caprichoso, todo el barrio poníase en alarma con los golpes y los gritos, saliendo la _Marquesita_ al balcón con el pelo suelto, pidiendo socorro, hasta que una zarpa la arrancaba de los hierros y la metía dentro para continuar el vapuleo. ...
En la línea 840
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Güeno... ¿Y podemos dirnos? El señor Fermín, después de hablar con don Pablo, volvió hacia los grupos de trabajadores, dando palmadas. ¡A volar! La fiesta había terminado para ellos. Podían ir a la otra _misa_, a ver a sus mujeres; pero a la noche todos en la viña para continuar el trabajo de buena mañana. ...
En la línea 3068
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -¿Qué? -preguntó D'Artagnan, viendo que la señora Bonacieux dudaba en continuar. ...
En la línea 3422
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sólo el de Mosquetón, que había viajado sin amo durante cinco o seis horas la víspera, habría podido continuar la ruta; pero por un error inconcebible, el veterinario al que se había mandado a buscar, según parecía, para sangrar al caballo del hostele ro, había sangrado al de Mosquetón. ...
En la línea 4473
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Como D'Artagnan se hallaba más o menos tranquilo respecto a Porthos, y como esperaba con impaciencia tener noticias de sus otros dos amigos, tendió la mano al enfermo y le previno de que se pusiera en ruta para continuar sus búsquedas. ...
En la línea 4769
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Ayer ensayé la disciplina que veis sobre ese muro, y el dolor me impidió continuar ese piadoso ejercicio. ...
En la línea 422
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... lo que la pareció convenir, supuesto que la dependencia que desde su creacion tuvo aquella administracion de la jeneral de la de Méjico habia desaparecido, que no podia continuar en la forma que antes, desempeñada por un administrador, y mucho menos siendo éste, como en el dia lo era, un empleado de la capitanía jeneral de las Islas; y lo hizo con tanto mas motivo, cuanto que las causas que de urjentes confirmaban las medidas propuestas por la direccion para la reforma, ó sea nueva organizacion, se hallaban justamente consignadas en el espediente que orijinal acompañó á S. ...
En la línea 682
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Comprendí que de continuar en el coche, se haría pedazos con nuestro peso, y dirigiéndome al cochero en portugués, le mandé parar; pero el hombre fustigó y espoleó a las mulas con más brío. ...
En la línea 2436
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Después de permanecer unos cuantos días más en Córdoba, resolví continuar mi viaje a Madrid, aunque seguían diciéndome que los caminos estaban muy inseguros. ...
En la línea 2718
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «Hace años tenía yo una mula, pero se la llevó sin mi permiso un viajero a quien albergué una noche; porque ha de saberse que en esa alcoba tengo dos camas muy limpias a disposición de los caminantes, y me alegraría mucho que usted y su amigo las ocuparan y se quedasen conmigo hasta mañana.» Pero ansiaba yo continuar el viaje, y a mi amigo no le apetecía menos volverse a Salamanca. ...
En la línea 3117
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Oí también ruido de agua en una garganta profunda que no había visto hasta entonces, y me pareció más que insensato continuar por el atajo. ...
En la línea 470
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 20 de octubre.- Al llegar a la desembocadura del Paraná y con mucha prisa por ir a Buenos Aires, desembarco en Las Conchas proponiéndome continuar el viaje a caballo. Con gran sorpresa mía, en cuanto desembarco, noto que hasta cierto punto se me considera como un prisionero. Ha estallado una violenta revolución y están bloqueados todos los puertos. Me es imposible regresar al barco de donde acabo de salir; y en cuanto a dirigirme por tierra a la capital, eso ni pensarlo. Después de larga conversación con el comandante, obtengo permiso para dirigirme al general Rolor, que manda una división de rebeldes desde la capital a esta parte. Al siguiente día por la mañana voy a su campamento: general, oficiales y soldados, pareciéronme todos unos despreciables granujas; y creo que lo eran realmente. Ejemplo al canto: el general, la misma víspera del día en que salió de Buenos Aires fue voluntariamente a visitar al gobernador; y poniéndole la mano en el corazón le juró que, él al menos, permanecería fiel hasta la muerte. El general me dice que la capital está herméticamente bloqueada; y que todo cuanto puede hacer es darme un pasaporte para dirigirme al comandante en jefe de los rebeldes, acampado en Quilmes. Por tanto, tenía que dar una vuelta grandísima rodeando a Buenos Aires; y me costó suma dificultad proporcionarme caballos. ...
En la línea 610
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Muchas veces, hallándome tendido en el suelo en medio de estas llanuras he visto buitres surcar los aires a inmensa altura. Cuando el país es llano, no creo que un hombre a pie o a caballo pueda abarcar con la vista claramente un espacio de más de 15 grados sobre el horizonte. Siendo esto así y cerniéndose el buitre a una altura de 3.000 a 4.000 pies, se encontrará a una distancia de más de dos millas inglesas (3k.22) en línea recta antes de hallarse dentro del campo visual del observador. ¿No es muy natural que en estas condiciones escape a la vista? ¿No puede suceder que cuando un cazador persigue y mata un animal cualquiera, en un valle solitario, uno de estos pájaros, de vista penetrante, siga desde lejos sus menores movimientos? ¿No podrá también su manera de volar, cuando desciende, indicar a toda la familia de los buitres, que hay una presa a la vista? Cuando los cóndores describen círculos y círculos alrededor de un punto cualquiera, su vuelo es admirable. No recuerdo haberles visto nunca batir alas, sino cuando se levantan del suelo. En los alrededores de Lima he observado muchos por espacio de cerca de media hora, sin separar la vista ni un instante; describían inmensos círculos subiendo y bajando sin dar un solo aletazo. Cuando pasaban a corta distancia sobre mi cabeza los veía oblicuamente y podía distinguir la silueta de las grandes plumas en que termina cada ala; si esas plumas hubieran sido agitadas por el más leve movimiento se habrían confundido una con otra; pero se destacaban muy distintas en el azul del cielo. Con mucha frecuencia mueve el pájaro la cabeza y el cuello como ejerciendo un gran esfuerzo; las alas extendidas parece que constituyen la palanca sobre que actúan los movimientos del cuello, del cuerpo y de la cola. Si el pájaro quiere bajar, pliega un instante las alas, y en cuanto las extiende de nuevo, modificando el plano de inclinación, la fuerza adquirida por el rápido descenso parece hacerle remontar con el movimiento continuo, uniforme, de una cometa. Cuando el pájaro se cierne en el aire su movimiento circular debe ser bastante rápido como para que la acción de la superficie inclinada de su cuerpo sobre la atmósfera pueda contrabalancear el peso. La fuerza necesaria para continuar el movimiento de un cuerpo que se agita en el aire en un plano horizontal no puede ser muy grande, porque el rozamiento es insignificante y eso es todo lo que el pájaro necesita. Podemos admitir que los movimientos del cuello y del cuerpo del cóndor bastan para obtener este resultado. Sea como quiera, es un espectáculo verdaderamente admirable, sublime, ver un pájaro tan grande cernerse horas y horas por encima de las montañas y valles sin mover apenas las alas. ...
En la línea 675
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... No tardó en serme imposible continuar el camino a través del bosque, y seguí, pues, a lo largo de un torrente. Al principio apenas podía dar un paso a causa de las cataratas y de los numerosos troncos de árboles caídos que cerraban el camino; pero pronto se ensanchó este lecho del torrente por el destrozo en sus orillas habían producido las inundaciones. Avancé lentamente por espacio de una hora siguiendo las rugosas y descarnadas orillas del torrente, y muy pronto compensaron todas mis fatigas la magnificencia y la belleza del panorama que contemplé. La profundidad sombría del barranco corría pareja con los signos de violencia que por todas partes se observaban. A un lado y otro se veían masas irregulares de rocas y árboles arrancados; otros de pie todavía, estaban podridos hasta el corazón y a punto de caer. Esta confusa masa de árboles robustos y árboles muertos me recordó los bosques de los trópicos, a pesar de la inmensa diferencia que los separa: en estas tristes soledades que ahora examino, parece que en lugar de la vida reina la muerte como soberana. Continué mi ruta a lo largo del torrente hasta un punto en que un gran derrumbamiento ha desprendido parte considerable del costado de una montaña; a partir de este lugar se hizo menos fatigosa la ascensión y alcancé pronto una elevación suficiente para poder examinar a gusto los bosques circundantes. Todos los árboles pertenecen a la misma especie, el Fagur betuloides, habiendo por excepción un corto número de especies diferentes de estos Fagur. Este árbol conserva sus hojas todo el año, pero presentan un color verde pardusco con un ligero tinte amarillo muy particular. Todo el paisaje reviste el mismo tono, lo que da un aspecto triste y sombrío; siendo muy raro que le den un poco de alegría los rayos del sol. ...
En la línea 711
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... der Wisench, Berlín, febrero 1845) que está compuesta de infusorios, o sea, catorce polygastrica y cuatro phytolitharia, añadiendo que todos estos infusorios habitan en agua dulce. He aquí un magnífico ejemplo de los resultados que pueden obtenerse por medio de las investigaciones microscópicas del profesor Ehrenberg; porque Jemmy Button me ha asegurado que se recogen siempre estos polvos blancos en el lecho de los torrentes de las montañas. También es este un hecho demostrativo respecto de la distribu162 después de la violenta batalla. Enseguida nos fuimos, acompañados por doce canoas, que cada una llevaba cuatro o cinco indígenas, para continuar nuestra navegación por el estrecho de Ponsonby hasta el punto en que el pobre Jemmy esperaba encontrar a su madre y a sus parientes. Ya había sabido la muerte de su padre; pero como había tenido «un sueño en su cabeza» a este propósito, no le produjo, al parecer, la noticia grande impresión, y se consoló haciendo en alta voz esta reflexión muy natural: «Yo poder nada en esto». Y no llegó a saber ningún detalle respecto de aquella muerte, porque sus parientes evitaron hablarle de ello. ...
En la línea 1268
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Le había sacrificado su juventud: ¿por qué no continuar el sacrificio? No pensó más en aquellos años en que había una calumnia capaz de corromper la más pura inocencia; pensó en lo presente. ...
En la línea 3438
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Si Visita no se ingeniara ¿cómo se mantendría aquel decente pasar que era indispensable para continuar siendo parientes de la nobleza? Cuando Visitación era soltera, se dijo —¡de quién no se dice! —si había saltado o no había saltado por un balcón. ...
En la línea 4482
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Una vez allí ¿por qué no continuar el cerco romántico?. ...
En la línea 8571
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Oh, sí, aquello era mejor; sin perjuicio de continuar en el templo la buena tarea comenzada, para dar a Dios lo que era de Dios, Ana aceptaba aquella amistad piadosa que se ofrecía a oír sus confidencias, a dar consejos, a consolarla en la aridez de alma que la atormentaba a menudo. ...
En la línea 219
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... A los pocos días de permanencia en la Costa Azul sintió don Baltasar Figueras la comezón de continuar su viaje a Roma. ...
En la línea 227
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Nada le interesaba en este mundo de la Costa Azul. Tenía otras cosas que hacer. Y anunció a su sobrino y a la distinguida viuda, admirada por él como una gran señora de los mejores tiempos de la Historia, su propósito de continuar el viaje. ...
En la línea 379
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Este octogenario era quien menos creía en su propia muerte. Hasta el último instante se preocupó de la guerra contra los infieles. Cuando el cardenal español Antonio de Lacerda lo visitó para hacerle saber que los médicos le habían desahuciado y debía pensar en la salvación de su alma, como conviene a un Pontífice, contestó que no esa cierto que hubiese de morir esta vez y aún le quedaban años para continuar su empresa contra el Gran Turco. ...
En la línea 614
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pío II, a los cincuenta y tres años, se mostraba de gran virtud por estar quebrantado su cuerpo, sufriendo especialmente el mal de gota a consecuencia de haber ido descalzo, por caminos helados, a una iglesia de la Virgen, en Escocia, para cumplir cierto voto hecho durante una tempestad en el mar. Sus dolencias le inmovilizaban en el lecho largo tiempo, y sólo en días de calma podía atender a los negocios del Papado o a continuar la redacción de su libro Cosos memorables, en el que iba transcribiendo historias oídas y todo lo digno de mención visto en sus viajes. ...
En la línea 118
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Y para convencerse de que no dormía, quiso mover su brazo derecho. Aun perduraba en el la torpeza sufrida en la noche anterior. Se acordó de las picaduras y de la parálisis que se había extendido luego por sus miembros. Al principio, el brazo se negó a reflejar el impulso de su voluntad; pero finalmente consiguió despegarlo del suelo con un gran esfuerzo. Iba a continuar este movimiento, cuando notó que una fuerza exterior, violenta e irresistible, tiraba de su brazo hasta colocarlo horizontalmente, y lo mantenía de este modo en vigorosa tensión. Al mismo tiempo sintió en su muñeca un dolor circular, lo mismo que si un anillo frío oprimiese y cortase sus carnes. ...
En la línea 564
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los barberos que trabajaban en una de las mejillas de Edwin, viendo su guadaña completamente cubierta de espuma, creyeron necesario limpiarla con un palo antes de continuar su labor. ...
En la línea 572
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Así pudieron los barberos continuar tranquilamente el rasuramiento de Edwin, dejando caer sus proyectiles de espuma densa, que al esparcirse sobre la tierra hacían saltar inquietos y asustados a los corceles de los guardias. Cuando dieron por terminada esta operación, se dedicaron al corte de los cabellos del gigante, trabajo más rudo y peligroso. ...
En la línea 613
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El gigante, para tranquilizarle, lo tomó de nuevo sobre la palma de una mano, subiéndolo hasta la altura de sus ojos. Allí, Ra-Ra, a caballo en un dedo y con las piernas colgantes, pudo continuar su relato. ...
En la línea 1795
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... En medio de estos dulcísimos ensueños de su alma arrebatada, sentía Maximiliano unos saetazos que le hacían volver sobresaltado a la realidad. Era como la feroz picada de un mosquito cuando estamos empezando a dormirnos dulcemente… Por mucho que se estirase el dinero sacado de la hucha, al fin se tenía que concluir, porque todo es finito en este mundo, y el metálico precisamente es una de las cosas más finitas que se pueden imaginar… ¡María Santísima!, cuando el temido momento llegase… ¡cuando la última peseta del último duro fuera cambiada… ! Si el mosquito le picaba a Maximiliano cuando estaba en su cama dormido o preparándose a ello, incorporábase tan desvelado cual si fueran las doce del día, o se ponía a dar vueltas en el lecho y a calentarlo con el ardor de su febril zozobra. A veces invocaba al Cielo con íntimo fervor de oración. Esperaba que la obra generosa que había emprendido pesase mucho en las recónditas intenciones de la Providencia para que Esta le sacase del atolladero en que los amantes iban a caer. Él no era un granuja; ella se estaba portando bien, y con su conducta echaba velos y más velos sobre lo pasado. Si la Providencia no tenía en cuenta estas circunstancias, ¿de qué le valía a uno portarse bien y ser un modelo de orden y buena fe? Esto es claro como el agua. Fortunata pensaba lo mismo, cuando él le confiaba sus temores. Tenía que ser así, o todo lo que se habla de la Providencia es patraña. Pronto diré cómo se salieron con la suya, con lo cual se demostró que tenían allá arriba, en los mismos cielos, alguna entidad de peso que les protegía. Bien ganada se tenían esta protección, porque él, enaltecido por su cariño, ella, aspirando a la honradez y ensayándose en practicarla, eran dos seres que valían cualquier dinero, o en otros términos, dignos de que se les facilitaran los medios de continuar su campaña virtuosa. ...
En la línea 2972
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Fortunata seguía en el cuarto de la ropa; mas adelantaba muy poco en el arreglo de su equipaje, porque a lo mejor se quedaba inmóvil, sentada sobre un baúl, mirando al suelo o a la vela, que ardía con pábilo muy larguilucho y negro, chorreando goterones de grasa. Desde que empezó a faltar, no había sentido remordimientos como los de aquella noche. El espectro de su maldad no había hecho antes más que presentarse como en broma, y érale a ella muy fácil espantarlo; pero ya no acontecía lo mismo. El espectro venía y se sentaba con ella y con ella se levantaba; cuando se ponía a guardar ropa, la ayudaba; al suspirar, suspiraba; los ojos de ella eran los de él, y, en fin, la persona de ambos parecía una misma persona. Y la atormentaban, juntamente con los revuelcos de su conciencia, ansias de amor, deseos vivísimos de normalizar su vida dentro de la pasión que la dominaba. Acordose de que su amante le había ofrecido ponerle casa, y establecer entre ambos una familiaridad regular dentro de la irregularidad. ¿Pero esto podría ser? Las ansias amorosas se cruzaban en su espíritu con temores vagos, y al fin venía a considerarse la persona más desgraciada del mundo, no por culpa suya, sino por disposición superior, por aquella mecánica espiritual que la empujaba de un modo irresistible. No pensó en dormir aquella noche, y anhelaba que viniese el día para marcharse, porque el sentir la voz doliente de su marido producíale atroz martirio. Habría dado diez años de su vida porque lo que pasó no hubiera pasado. Pero ya que no lo podía remediar, ¡ojalá que las heridas de Maxi fuesen de poca importancia! Después de esto, su más vivo deseo era coger la puerta y huir para siempre de la casa aquella. Antes morir que continuar la farsa de un matrimonio imposible. ...
En la línea 3021
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Eso, que no hubiera pasado el lance, para continuar pecando a la calladita. Y siga el fandango. También esta clase de perversidad me la sé de memoria. ...
En la línea 3191
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —¡De mí!—Sí; es preciso colocarse. Usted no puede continuar así. ...
En la línea 1164
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¡Cómo no, Conseil! Exactamente como si estuviéramos en París, en mi gabinete del Jardín de Plantas. Acepto tus votos y te los agradezco. Pero tendré que preguntarte qué es lo que entiendes por un «buen año», en las circunstancias en que nos encontramos. ¿Es el año que debe poner fin a nuestro cautiverio o el año que verá continuar este extraño viaje? ...
En la línea 1720
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Intenté continuar la lectura del libro de Sirr, pero sin poder hacer otra cosa que hojearlo maquinalmente. Veía entre las líneas las formidables mandilbulas abiertas de los escualos. En aquel momento, entraron Conseil y el canadiense. Venían tranquilos e incluso alegres. No sabían lo que les esperaba. ...
En la línea 2422
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -No, no esta vez, al menos, pues quiero continuar sin demora nuestra vuelta al mundo. Esta vez voy a limitarme a embarcar las reservas de sodio que aquí tenemos. Las operaciones de carga no nos llevarán más que un día, y luego reemprenderemos el viaje. Si quiere usted recorrer la caverna y dar la vuelta al lago puede aprovechar esta jornada, señor Aronnax. ...
En la línea 3282
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Mientras recorríamos los fondos del banco de Terranova vi perfectamente las largas líneas armadas de doscientos anzuelos que cada barco tiende por docenas. Cada línea, arrastrada por un extremo mediante un pequeño rezón, quedaba retenida en la superficie por un orinque fijado a una boya de corcho. El Nautilus debió maniobrar con pericia en medio de esa red submarina. Pero no permaneció por mucho tiempo en esos parajes tan frecuentados. Se elevó hasta el grado 42 de latitud, a la altura de San Juan de Terranova y de Heart's Content, donde termina el cable transatlántico. En vez de continuar su marcha al Norte, el Nautilus puso rumbo al Este, como si quisiera seguir la llanura telegráfica en la que reposa el cable y cuyo relieve ha sido revelado con gran exactitud por los múltiples sondeos realizados. ...
En la línea 126
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Poco después llegué a la Batería, y allí encontré a mi conocido, abrazándose a sí mismo y cojeando de un lado a otro, como si en toda la noche no hubiese dejado de hacer ambas cosas. Me esperaba. Indudablemente, tenía mucho frío. Yo casi temía que se cayera ante mí y se quedase helado. Sus ojos expresaban tal hambre, que, cuando le entregué la lima y él la dejó sobre la hierba, se me ocurrió que habría sido capaz de comérsela si no hubiese visto lo que le llevaba. Aquella vez no me hizo dar ninguna voltereta para apoderarse de lo que tenía, sino que me permitió continuar en pie mientras abría el fardo y vaciaba mis bolsillos. ...
En la línea 623
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Si eres tan tonto que no tienes otras ideas más aceptables - dijo mi hermana - vale más que te vayas a continuar el trabajo. ...
En la línea 1021
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Luego, a fin de aprender más, hice proposiciones al señor Wopsle para que me enseñase algo, cosa a la que él accedió bondadosamente. Sin embargo, resultó que sólo me aceptó a título de figura muda en sus recitaciones dramáticas, con objeto de contradecirme, de abrazarme, de llorar sobre mí, de agarrarme, de darme puñaladas y de golpearme de distintos modos. En vista de esto, desistí muy pronto de continuar el curso, aunque con bastante presteza para evitar que el señor Wopsle, en su furia poética, me hubiese dado una buena paliza. ...
En la línea 1110
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Corríamos demasiado para continuar la conversación, y no nos detuvimos hasta llegar a nuestra cocina. Estaba llena de gente. Podría decir que se había reunido allí el pueblo entero, parte del cual ocupaba el patio. Había también un cirujano, Joe y un grupo de mujeres, todos inclinados hacia el suelo y en el centro de la cocina. Los curiosos retrocedieron en cuanto me presenté yo, y así pude ver a mi hermana tendida, sin sentido y sin movimiento, en el entarimado del suelo, donde fue derribada por un tremendo golpe en la parte posterior de la cabeza, asestado por una mano desconocida, mientras ella estaba vuelta hacia el fuego. Y así la pobre quedó condenada a no encolerizarse ya más mientras fuese esposa de Joe. ...
En la línea 1737
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Un violento ataque de tos le impidió continuar. Escupió en su pañuelo y se lo mostró al sacerdote con una mano mientras con la otra se apretaba el pecho convulsivamente. El pañuelo estaba manchado de sangre. ...
En la línea 1847
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Pero una mirada dirigida a Dunia le hizo comprender que no debía continuar. Avdotia Romanovna miraba fijamente a su hermano y esperaba sus explicaciones. Las dos mujeres estaban enteradas del incidente por Nastasia, que lo había contado a su modo, y se hallaban sumidas en una amarga perplejidad. ...
En la línea 1900
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Pulqueria Alejandrovna renunció a continuar el diálogo: la cuestión le parecía demasiado delicada. ...
En la línea 3420
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Ahora, a continuar la lucha» se dijo con una agria sonrisa mientras bajaba la escalera. Se detestaba a sí mismo y se sentía humillado por su pusilanimidad. ...
En la línea 134
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Y sin embargo, por estúpido que esto parezca, yo no tengo otra esperanza que la ruleta —dijo ella, pensativa—. Por esta causa debe usted continuar jugando conmigo, a medias… y estoy segura de que lo hará. ...
En la línea 963
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... He estado casi un mes sin continuar estas memorias, empezadas bajo la influencia de impresiones, desordenadas, pero fuertes. ...
En la línea 1079
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... A esta hora no quedan en torno del tapete verde más que los jugadores empedernidos que han acudido al balneario sólo por la ruleta y no se interesan por ninguna otra cosa durante toda la temporada, y apenas se dan cuenta de lo que pasa en torno suyo. Juegan desde la mañana hasta la noche y estarían seguramente dispuestos a continuar jugando hasta la madrugada, pues sólo de mala gana se retiran cuando, hacia las doce, se para la ruleta. Y cuando el croupier principal anuncia “Les trois derniers coups, messieurs” están dispuestos a arriesgar en aquellas tres últimas jugadas cuanto tienen en los bolsillos. Es a esta hora, en efecto, cuando se observan las mayores pérdidas. ...
En la línea 1359
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Hacía tiempo que nos veíamos y nos encontramos por casualidad, en las circunstancias siguientes: Paseaba por el jardín, reflexionando que casi estaba sin dinero, pues sólo poseía cincuenta florines, porque la víspera había pagado la cuenta del hotel en el que ocupo un cuartucho indecente. Me quedaba el recurso de acudir a la ruleta y jugar una sola vez… Si la suerte me favorecía por poco que ganase, podría continuar jugando sí perdía, me vería precisado a volver a mi condición de criado, si no encontraba algún compatriota que necesitase un preceptor. Abismado en estas reflexiones estuve paseando cuatro horas. Cuando, hambriento y malhumorado, me disponía a abandonar el jardín, vi a Mr. Astley sentado en un banco. Me senté a su lado. Al notar su aire grave, moderé inmediatamente mi alegría, que había sido muy viva al verle. ...
En la línea 1621
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Fue para los viajeros gran satisfacción el ver que la locomotora se ponía a la cabeza del tren. Iban a poder continuar su viaje, tan desgraciadamente interrumpido. ...

El Español es una gran familia
Reglas relacionadas con los errores de c;s
Las Reglas Ortográficas de la S
Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz
Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad
Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa
Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso
Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima
Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.
Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.
Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.
Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.
Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras c;s
Errores Ortográficos típicos con la palabra Continuar
Cómo se escribe continuar o continuarr?
Cómo se escribe continuar o sontinuar?
Palabras parecidas a continuar
La palabra pobrecito
La palabra crisis
La palabra odiaba
La palabra descansando
La palabra lados
La palabra desaparecer
La palabra esforzase
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