Cual es errónea Conocer o Conocerr?
La palabra correcta es Conocer. Sin Embargo Conocerr se trata de un error ortográfico.
La falta ortográfica detectada en la palabra conocerr es que se ha eliminado o se ha añadido la letra r a la palabra conocer
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Conocer en la RAE.
Conocer en Word Reference.
Conocer en la wikipedia.
Sinonimos de Conocer.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece conocer
La palabra conocer puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 279
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El insufrible tacaño, el voraz usurero, al conocer su desgracia, le ofreció ayuda con una bondad paternal y conmovedora. ...
En la línea 1338
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Alborotábase Teresa al conocer los atentados de que eran objeto sus hijos, y como mujer ruda y valerosa nacida en el campo, sólo se tranquilizaba oyendo que los suyos habían sabido defenderse, dejando al enemigo malparado. ...
En la línea 1469
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Sus infortunios como carretero le habían hecho conocer las bestias, y se reía interiormente de algunos curiosos que, influídos por el mal aspecto del caballo, discutían con el gitano, diciendo que sólo era bueno para enviarlo a la Caldera. ...
En la línea 91
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Fermín la atravesó, e iba ya a salir de ella cuando oyó que le llamaban desde el fondo. Experimentó cierto sobresalto al conocer la voz. Era «el amo», que acompañaba a unos forasteros. Con él estaba su primo Luis, un Dupont que siendo menor sólo en algunos años a don Pablo, le respetaba como a jefe de la familia, sin privarse por esto de darle grandes disgustos con su conducta desarreglada. ...
En la línea 234
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Viudo desde muy joven, tenía sus dos hijas bajo la vigilancia de criadas jóvenes, a las que más de una vez sorprendían las pequeñas señoritas abrazadas a papá y tuteándole. La señora de Dupont indignábase al conocer estos escándalos y se llevaba las sobrinas a su casa para que no presenciasen malos ejemplos. Pero ellas, verdaderas hijas de su padre, deseaban vivir en este ambiente de libertad, y protestaban con llantos desesperados y convulsiones en el suelo, hasta que las volvían a la absoluta independencia de aquel caserón por donde pasaban el dinero y el placer como un huracán de locura. ...
En la línea 354
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Colocaba miles y miles de botellas del vino de fuego que producía Marchamalo, en aquellos países septentrionales de noches casi eternas y días de pleno sol, que duran meses. El viajante, después de muchos años de servicios a la casa, había venido a España, pasando por Jerez, para conocer personalmente a los Dupont. Don Pablo había creído indispensable el invitarlo a comer con su familia. ...
En la línea 390
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y al decir esto, enseñaba sus dientes blancos y fuertes de salvaje, con una expresión de hambre feroz: hambre de comida y de carne femenil, deseos de atracarse de una vez de aquellas cosas maravillosas que, según vagas noticias, devoraban los ricos; de gustar de un solo trago el amor brutal que turbaba sus sueños de jayán casto; de conocer la hembra, divinidad que admiraba de lejos al descender de la sierra y cuyos tesoros ocultos creía adivinar contemplando las grupas lustrosas y ágiles de las yeguas, las ubres sonrosadas y blancas de las vacas... ¡Y después, morirse! como si conocidas y apuradas estas sensaciones misteriosas, no restase nada de bueno en su vida de trabajo y privaciones. ...
En la línea 1201
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Se dirigió, pues, a Porthos para informarse sobre Athos y Aramis, y a Aramis para conocer a Porthos. ...
En la línea 1205
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... En cuanto a Porthos, a excepción de su verdadero nombre, que sólo el señor de Tréville sabía, así como el de sus dos camaradas, su vida era fácil de conocer. ...
En la línea 1637
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Luego, un mo mento después, aquellos que sorprendidos por aquel ruido habían salido a las ventanas para conocer la causa, pudieron ver cómo la puerta se abría y no salir a cuatro hombres vestidos de negro, sino volar como cuervos espantados, dejando por tierra y en las esquinas de las mesas plumas de sus alas, es decir, jirones de sus vestidos y trozos de sus capas. ...
En la línea 2601
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Si soltamos de este modo al prisionero, no podremos conocer nunca la verdad. ...
En la línea 113
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Que se simplifiquen cuanto sea posible esas inveteradas y antiguas ritualidades de los juicios, que mas sirven para obscurecer la verdad, que para hallarla y conocer por ella el derecho de cada uno; y que letrados de suficiencia acreditada, aptitud y honradez conocidas, sean los que ocupen esos destinos; que se estinga todo fuero y previlejio para que desaparezcan del Foro esas competencias de jurisdiccion; y con la mayor sencillez, claridad y brevedad en las fórmulas de enjuiciamiento ó sustanciacion, no podrán menos de tocarse los mas escelentes resultados, y considerables ventajas á la recta y pronta administracion de justicia. ...
En la línea 167
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Tal anomalía deja conocer claramente cuan fácil es que los correjidores y alcaldes mayores puedan defraudar al erario; cuidado que no se dice que se defrauda, sino que es fácil pueda suceder; y siendo muy sencilla la reforma en este punto, nada mas justo y conforme que hacerla, porque el objeto principal de la recaudacion debe ocupar el lugar mas seguro y claro de que sea susceptible, y que lo recaudado se ponga bajo la mejor custodia, quedando imposibilitados los recaudadores de poder ni aun intentar la mas pequeña ocultacion; porque es indudable que cuanto mas asegurada esté la recaudacion, y cuanto mayores sean los cuidados de su custodia, tanto mayores y mas satisfactorios serán los resultados que de uno y otro deriven. ...
En la línea 243
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Pablo Fernandez Alonso sirvió en ella muchos años sin los altos empleados que hoy tienen las oficinas jenerales, la organizó y perfeccionó, llevándola á un grado de esplendor por los productos que rendia, que es fácil conocer cotejando cómo recibió la renta y cómo la entregó á su sucesor. ...
En la línea 428
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... de la administracion de Manila, nada del aumento que han tenido sus productos en los últimos años, como consecuencia forzosa de lo que se han multiplicado sus relaciones mercantiles con la Metrópoli, en cuya proporcion estarán siempre: nada de las remesas de fondos que ha hecho el administrador ni otras que á manejarse con mas prevision pudo y dejó de hacer á su tiempo; y nada tampoco de los estados y resultados comparativos que presenta, aunque de estos no puedo menos de dar á conocer el formado por la direccion al tratar del arreglo, y que comprende los años de 1832 á 1836 inclusive, del modo siguiente: Rs. ...
En la línea 147
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Sus aventuras en España despertaron en el público un deseo muy vivo de conocer otros hechos de la vida del «héroe». ...
En la línea 242
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Desde el principio hasta el fin fuí, digámoslo así, a la deriva por España, tierra de antiguo renombre, tierra de maravillas y de misterios, en condiciones tales para conocer sus extraños secretos y peculiaridades como quizás a ningún otro individuo le hayan sido nunca dadas, y ciertamente a ningún extranjero; y si en muchos casos presento escenas y caracteres tal vez sin precedente en una obra de esta índole, sólo haré observar que durante mi estancia en España me vi tan inevitablemente mezclado con ellos, que hubiera sido difícil referir con fidelidad mis andanzas sin dar de tales cosas una referencia tan puntual como la que aquí he puesto. ...
En la línea 244
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... España ocupó siempre un lugar considerable en mis ensueños infantiles, y las cosas españolas me interesaban por modo especial, sin presentir que, andando el tiempo, me vería llamado a participar, si bien modestamente, en el drama descomunal de su vida; aquel interés me indujo, en edad temprana, a aprender su noble idioma y a conocer su literatura (apenas digna del idioma), su historia y tradiciones; de modo que al entrar por vez primera en España me sentí más en mi casa que lo que sin esas circunstancias me hubiese sentido. ...
En la línea 247
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Si sus hijos son o no dignos de tal madre, es una cuestión distinta que no pretendo resolver; me contento con observar que, entre muchas cosas lamentables y reprensibles, he encontrado también muchas nobles y admirables; muchas virtudes heroicas, austeras, y muchos crímenes de horrible salvajismo; pero muy poco vicio de vulgar bajeza, al menos entre la gran masa de la nación española, a la que concierne mi misión; porque bueno será notar aquí que no tengo la pretensión de conocer íntimamente a la aristocracia española, de la que me mantuve tan apartado como me lo permitieron las circunstancias; _en revanche_ he tenido el honor de vivir familiarmente con los campesinos, pastores y arrieros de España, cuyo pan y _bacallao_ he comido, que siempre me trataron con bondad y cortesía, y a quienes con frecuencia he debido amparo y protección. ...
En la línea 168
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... El ventero, que, como está dicho, era un poco socarrón y ya tenía algunos barruntos de la falta de juicio de su huésped, acabó de creerlo cuando acabó de oírle semejantes razones, y, por tener qué reír aquella noche, determinó de seguirle el humor; y así, le dijo que andaba muy acertado en lo que deseaba y pedía, y que tal prosupuesto era propio y natural de los caballeros tan principales como él parecía y como su gallarda presencia mostraba; y que él, ansimesmo, en los años de su mocedad, se había dado a aquel honroso ejercicio, andando por diversas partes del mundo buscando sus aventuras, sin que hubiese dejado los Percheles de Málaga, Islas de Riarán, Compás de Sevilla, Azoguejo de Segovia, la Olivera de Valencia, Rondilla de Granada, Playa de Sanlúcar, Potro de Córdoba y las Ventillas de Toledo y otras diversas partes, donde había ejercitado la ligereza de sus pies, sutileza de sus manos, haciendo muchos tuertos, recuestando muchas viudas, deshaciendo algunas doncellas y engañando a algunos pupilos, y, finalmente, dándose a conocer por cuantas audiencias y tribunales hay casi en toda España; y que, a lo último, se había venido a recoger a aquel su castillo, donde vivía con su hacienda y con las ajenas, recogiendo en él a todos los caballeros andantes, de cualquiera calidad y condición que fuesen, sólo por la mucha afición que les tenía y porque partiesen con él de sus haberes, en pago de su buen deseo. ...
En la línea 212
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y, viendo don Quijote lo que pasaba, con voz airada dijo: -Descortés caballero, mal parece tomaros con quien defender no se puede; subid sobre vuestro caballo y tomad vuestra lanza -que también tenía una lanza arrimada a la encima adonde estaba arrendada la yegua-, que yo os haré conocer ser de cobardes lo que estáis haciendo. ...
En la línea 558
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Virtud es -respondió Sancho- conocer esas yerbas; que, según yo me voy imaginando, algún día será menester usar de ese conocimiento. ...
En la línea 846
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... En fin, bien dicen que es menester mucho tiempo para venir a conocer las personas, y que no hay cosa segura en esta vida. ...
En la línea 664
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... del Fuego. Un poco después del mediodía doblamos el cabo de San Diego y penetramos en el famoso estrecho de Maire. Costeamos de cerca la Tierra del Fuego, pero sin dejar de ver a través de las nubes la tormentosa silueta de la inhospitalaria tierra de los Estados. Por la tarde echamos el ancla en la bahía del Éxito. A nuestra entrada recibimos un saludo digno de los habitantes de esta tierra salvaje. Un grupo de fueguenses, ocultos en parte por la espesura del bosque se había situado en una punta de la roca que dominaba el mar; en el momento de nuestro paso saltan agitando sus guiñapos y lanzando un largo y sonoro aullido. Siguen al barco, y al caer la noche distinguimos que han encendido fuego y oímos todavía sus gritos salvajes. Consiste el puerto en una hermosa sabana de agua medio rodeada de montañas, redondeadas y de poca elevación, de esquisto arcilloso, cubiertas hasta la orilla del mar por un espeso bosque. Una sola ojeada sobre el paisaje me bastó para conocer que iba a ver allí cosas distintas de las que había visto hasta entonces. Durante la noche se levanta el viento que no tarda en soplar tempestuoso, pero nos protegen de él las montañas: en el mar habríamos sufrido mucho; también nosotros, como otros muchos, podemos saludar esta bahía con el nombre de bahía del Éxito. ...
En la línea 669
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Todavía no he hablado de los fueguenses que teníamos a bordo. Durante el viaje anterior del Adventura y del Beagle, de 1826 a 1830, tomó el capitán Fitz-Roy como rehenes cierto número de indígenas para castigarlos de haber robado un barco; lo que había producido graves dificultades a una patrulla ocupada en descubrimientos hidrográficos. Llevó el capitán algunos de estos individuos a Inglaterra, y además un niño que compró por un botón de nácar, con el propósito de darle alguna educación y enseñarle algunos principios religiosos a su costa. Establecer a estos indígenas en su patria era uno de los principales motivos que llevaron al capitán Fitz-Roy a la Tierra del Fuego. Antes que el Almirantazgo resolviera armar esta expedición había fletado el capitán un barco generosamente para devolver a los fueguenses a su país. Un misionero, R. Matthews, acompañaba a los indígenas; pero ha publicado Fitz-Roy un estudio tan completo acerca de estas gentes, que tendré que limitarme a muy breves observaciones. El capitán llevó primero a Inglaterra dos hombres (de los cuales murió uno en Europa de sífilis), un joven y una muchacha: teníamos, pues, a bordo a York Minster, Jemmy Button (nombre que se le había dado para recordar el precio por él pagado) y Fuegía Basket. York Minster era un hombre de mediana edad, pequeño, grueso, muy fuerte; tenía el carácter taciturno, reservado, perezoso y muy violento cuando se encolerizaba; quería mucho a algunos de los de a bordo y su inteligencia estaba bastante desarrollada. Todo el mundo quería a Jemmy Button aun cuando también tenía violentos accesos de cólera. Era muy alegre, reía casi siempre y bastaba ver sus facciones para adivinar su excelente carácter. Experimentaba profunda simpatía por todo enfermo; cuando el mar estaba malo solía yo marearme y entonces se me acercaba diciéndome con voz doliente: «¡Pobre, pobre hombre!» Pero había navegado tanto, que en su opinión era ridículo que un hombre se marease, por lo cual muchas veces se volvía para ocultar una sonrisa o una carcajada, y luego repetía su «¡Pobre, pobre hombre!» Buen patriota, acostumbraba a hablar lo mejor posible de su tribu y de su país, donde había, decía él y decía la verdad, «una gran cantidad de árboles»; pero se burlaba de todas las demás tribus. Declaraba enfáticamente que en su país no había diablo. Jemmy era pequeño, fuerte y grueso, y muy coquetón: llevaba siempre guantes, se hacía cortar el pelo y sufría un gran disgusto cuando se le manchaban las botas muy bien embetunadas. Gustaba mucho de mirarse al espejo, lo que no tardó en conocer un pequeño indio muy burlón del río Negro que iba a bordo con nosotros desde hacía algunos meses y que acostumbraba a reírse de él. Muy celoso Jemmy de las atenciones que se le tenía a aquel muchacho, no le quería nada y solía decir meneando gravemente la cabeza: «¡Demasiada alegría!» Cuando recuerdo todas sus buenas cualidades confieso que aún hoy experimento la más profunda extrañeza al pensar que pertenecía a la misma raza que los innobles y asquerosos salvajes que hemos visto en la Tierra del Fuego, y que probablemente tenía el mismo carácter que ellos. Fuegía Basket, por último, era una graciosa muchacha, modesta y reservada, de facciones bastante agradables, pero que a veces se obscurecían; aprendía todo muy pronto, y en particular los idiomas. Tuvimos buena prueba de esta facilidad admirable por la cantidad de español y portugués que aprendió en poco tiempo en Río de Janeiro y en Montevideo, y porque había llegado a saber inglés. York Minster se mostraba muy celoso de las atenciones que con ella se tenían, y era indudable que tenía intención de hacerla su mujer tan pronto como volviesen a su país. ...
En la línea 693
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Las diferentes tribus no tienen gobierno, ni jefe, y están rodeadas por otras tribus hostiles que hablan dialectos distintos. Están separadas unas de otras por un territorio neutral que permanece desierto; la principal causa de sus guerras perpetuas parece ser la dificultad que experimentan para proporcionarse alimentos. Todo el país no es más que una enorme masa de rocas abruptas, de colinas elevadas, de inútiles bosques, envueltos en brumas perpetuas y atormentados por tempestades incesantes. La tierra habitable se compone sólo de las piedras de la costa. Para encontrar alimento han de errar constantemente de playa en playa, y es tan escarpada la costa que no pueden cambiar de domicilio sino mediante sus miserables canoas. No pueden conocer las dulzuras del hogar doméstico, y menos aún las del afecto conyugal, porque el hombre no es más que el dueño brutal de su mujer o más bien de su esclava. ¡Qué acto se habrá cometido jamás tan horrible como aquel de que Byron fue testigo en la costa occidental! Vio a una desgraciada mujer recogiendo el cadáver sangriento de su hijo, a quien su marido había estrellado contra las rocas porque el niño había derramado un cesto de huevos de mar. ¿Hay, por lo demás, en su existencia nada que pueda desarrollar facultades intelectuales elevadas? ¿Necesitan imaginación, razón, ni juicio? Nada tienen que imaginar, nada que comparar, nada que decidir. Para despegar una lapa de las piedras, ni aun necesita emplear la astucia, esa ínfima facultad del espíritu. En cierto modo pueden compararse sus escasas facultades al instinto de los animales, puesto que no se aprovechan de la experiencia. Su producción más ingeniosa, la canoa, tan primitiva como es, no ha hecho ningún progreso durante los doscientos cincuenta años últimos; para convencernos de ello no tenemos más que abrir los relatos del viaje de Drake. ...
En la línea 743
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Al día siguiente bajó a tierra una numerosa escuadra para comprarles pieles; no quisieron armas de fuego, sino que lo que más solicitaban era tabaco con preferencia a las hachas y herramientas. Toda la población de los toldos, hombres, mujeres y niños, se colocó en una altura del terreno; lo que constituía un espectáculo interesante, no pudiendo por menos de sentirse atraído hacia los llamados gigantes, tan confiados, tan agradables, y de tan buen humor. Al despedirnos nos rogaron que volviésemos a visitarles. Les agrada mucho tener consigo algunos europeos, y la vieja María, una de las tres mujeres más influyentes de la tribu, suplicó a Mr. Lowe que permitiera a uno de los marineros quedarse allí con ellos. La mayor parte del año la pasan aquí, pero en verano se van a cazar al pie de la cordillera, y a veces suben hacia el norte hasta el río Negro, a distancia de 750 millas (1.200 kilómetros). Tienen muchos caballos; según Lowe, cada hombre tienen cinco o seis, y hasta las mujeres y los niños tienen cada uno el suyo. En tiempos de Sarmiento (1580) estaban estos indios armados de arcos y flechas que desde hace mucho tiempo han desaparecido; también entonces tenían algunos caballos. Hay un hecho curioso que prueba la rapidez con que se multiplican estos animales en la América del Sur. Se desembarcaron los primeros caballos en Buenos Aires en 1537; abandonada esta colonia por algún tiempo, recobraron los caballos el estado salvaje, y ¡sólo cuarenta y tres años después, en 1580, se les encuentra ya en las costas del estrecho de Magallanes! Me ha contado Mr. Lowe que una tribu vecina de indios que hasta ahora no ha usado el caballo, comienza a conocer este animal y a apreciarlo; la tribu que habita los alrededores de la bahía de Gregory le da sus caballos más viejos, todos los inviernos, y unos cuantos hombres de los más peritos en su manejo, para ayudarles en sus cacerías. ...
En la línea 666
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... En una fonda de la calle del Arenal tuve ocasión de conocer bien a esa Obdulia, a quien antes apenas saludaba aquí, a pesar de que éramos contertulios en casa del Marqués de Vegallana. ...
En la línea 727
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Había vuelto a pasar, había mirado mejor y con disimulo, y pudo conocer, a pesar de las sombras de la capilla, que una de aquellas damas era la Regenta en persona. ...
En la línea 1519
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El hombre que no habla con mujeres se suele conocer en que habla mucho de la mujer en general; pero los amigotes de Ozores ni esto hacían; eran pinos solitarios del Norte que no suspiraban por ninguna palmera del Mediodía. ...
En la línea 1762
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Además, así no se podía conocer su verdadero carácter. ...
En la línea 104
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Tú, a causa de tu apellido, deberías sentir tanto interés como yo por dicho trabajo… A pesar de todo, perderé unos días al lado tuyo. Quiero conocer algo del mundo en que vives, simpático e inconsciente pecador.» ...
En la línea 110
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Otra modificación que Borja notó en su persona fue el abultamiento del abdomen. Manteníase enjuto de carnes, sin aditamentos grasosos en los miembros, pero su vientre se había desarrollado aparte, con independencia algo grotesca. Era el resultado de un sedentarismo de hombre estudioso, que pasaba largas horas en el archivo de la catedral o en la biblioteca de su casa, inmóvil en un sillón, la cabeza apoyada en ambas manos, los ojos puestos en un documento de intrincada escritura. Se acordó Borja, además, de los siete arroces distintos que figuran en la cocina valenciana y de otros platos no menos suculentos a los que se mostraba aficionado este santo hombre, por no conocer vicio mayor que el de una gula tranquila y jocunda, capaz de hacer alto en los linderos del exceso, ...
En la línea 185
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Segismundo Malatesta, hábil y temible capitán, que fue en sus guerras un precursor de César Borgia, tomaba a las mujeres violentamente, matándolas si se negaban a sus deseos. Esta brutalidad de sátiro no le impedía ser poeta, hábil orfebre, gran protector de las artes y constructor de bellas iglesias que parecían templos paganos. Su lubricidad de fiera le impulsó a querer conocer, en el sentido bíblico, a su hijo Roberto, teniendo que huir este futuro heredero de sus estados para librarse de la terrible predilección paternal. ...
En la línea 204
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Ya la han justificado muchos historiadores, demostrando la falsedad de los crímenes y vicios que le atribuyeron; pero esto no impide que la gente ignorante continúe sin conocer otra figura que la antigua, la creada por la mentira, y cada vez que en los diarios se habla de una envenenadora célebre, nunca falta un periodista ignorante o un lector bodoque que diga: ...
En la línea 45
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La cubierta del libro era en colores, y el dibujo de ella le hizo conocer su título antes de leerlo. Vio un hombre con sombrero de tres picos y casaca de largos faldones, que tenía las piernas abiertas como el coloso de Rodas y las manos apoyadas en las rotulas. Por entre las dos columnas de sus pantorrillas desfilaba, a pie y a caballo, llevando tambores al frente y banderas desplegadas, todo un ejército de enanos tocados con turbantes y plumeros, a estilo oriental. ...
En la línea 158
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - ¿Y como llegaron ustedes a conocer que soy un gentleman? -preguntó, sonriendo. ...
En la línea 191
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Todavía pudo hacer Edwin nuevas observaciones. Vio con estupefacción entre el público, repelido y mantenido a distancia por la fuerza armada, mujeres menos lujosas que la familia recién venida de la capital, pero igualmente con largas túnicas… . Y sin embargo parecían hombres a causa de sus barbas o de sus rostros azulados por el rasuramiento. En cambio, todos los individuos de aspecto civil que llevaban pantalones y mostraban ser trabajadores del campo, obreros de la ciudad o acaudalados burgueses, venidos para conocer al gigante, tenían el rostro lampiño y las formas abultadas de la mujer. ...
En la línea 262
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pasó por entre estos guerreros, con toda la austeridad de su carácter universitario y sus opiniones antimilitaristas, el profesor Flimnap. La inesperada aparición del Gentleman-Montaña había dado una importancia extraordinaria a la traductora de inglés. En unas cuantas horas se había convertido en el personaje más interesante de la República. El gobierno le llamaba para conocer sus opiniones; el rector de la primera de las universidades, que hasta entonces le había considerado como un triste catedrático de una lengua muerta y de problemática utilidad, se dignaba sonreírle, y hasta en la noche anterior, después del recibimiento del Hombre-Montaña, lo había invitado a cenar para que en presencia de su familia contase todo lo ocurrido. ...
En la línea 339
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Una tarde fueron a comer a un bodegón de Triana, porque decía Juanito que era preciso conocer todo de cerca y codearse con aquel originalísimo pueblo, artista nato, poeta que parece pintar lo que habla, y que recibió del Cielo el don de una filosofía muy socorrida, que consiste en tomar todas las cosas por el lado humorístico, y así la vida, una vez convertida en broma, se hace más llevadera. Bebió el Delfín muchas cañas, porque opinaba con gran sentido práctico que para asimilarse a Andalucía y sentirla bien en sí, es preciso introducir en el cuerpo toda la manzanilla que este pueda contener. Jacinta no hacía más que probarla y la encontraba áspera y acídula, sin conseguir apreciar el olorcillo a pero de Ronda que dicen que tiene aquella bebida. ...
En la línea 430
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Y de tal modo se iba enseñoreando de su alma el afán de la maternidad, que pronto empezó a embotarse en ella la facultad de apreciar las ventajas que disfrutaba. Estas llegaron a ser para ella invisibles, como lo es para todos los seres el fundamental medio de nuestra vida, la atmósfera. ¿Pero qué hacía Dios que no mandaba uno siquiera de los chiquillos que en número infinito tiene por allá? ¿En qué estaba pensando su Divina Majestad? Y Candelaria, que apenas tenía con qué vivir, ¡uno cada año!… Y que vinieran diciendo que hay equidad en el Cielo… Sí; no está mala justicia la de arriba… sí… ya lo estamos viendo… De tanto pensar en esto, parecía en ocasiones monomaniaca, y tenía que apelar a su buen juicio para no dar a conocer el desatino de su espíritu, que casi casi iba tocando en la ridiculez. ¡Y le ocurrían cosas tan raras… ! Su pena tenía las intermitencias más extrañas, y después de largos periodos de sosiego se presentaba impetuosa y aguda, como un mal crónico que está siempre en acecho para acometer cuando menos se le espera. A veces, una palabra insignificante que en la calle o en su casa oyera o la vista de cualquier objeto le encendían de súbito en la mente la llama de aquel tema, produciéndole opresiones en el pecho y un sobresalto inexplicable. ...
En la línea 594
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Algo le habría gustado a D. Baldomero que el Delfín diera a conocer sus eximios talentos en la política. ¡Oh!, si él se lanzara, seguramente descollaría. Pero Barbarita le desanimaba. «¡La política, la política! ¿Pues no estamos viendo lo que es? Una comedia. Todo se vuelve habladurías y no hacer nada de provecho… ». Lo que hacía cavilar algo a D. Baldomero II era que su hijo no tuviese la firmeza de ideas que él tenía, pues él pensaba el 73 lo mismo que había pensado el 45; es decir, que debe haber mucha libertad y mucho palo, que la libertad hace muy buenas migas con la religión, y que conviene perseguir y escarmentar a todos los que van a la política a hacer chanchullos. ...
En la línea 651
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Jacinta y su marido se miraron. —O Mujeres de la Biblia—prosiguió Ido, enseñando carteras—. Como el Sr. de Santa Cruz me dijo el otro día en casa del Sr. de Pez que deseaba conocer las publicaciones de las casas de Barcelona que tengo el honor de representar… ¿O quiere usted Cortesanas célebres, Persecuciones religiosas, Hijos del Trabajo, Grandes inventos, Dioses del Paganismo… ? ...
En la línea 377
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Por consiguiente, no podía seguir más que un rumbo: encontrar el camino hacia el Ayuntamiento, darse a conocer y denunciar al impostor. También resolvió que a Tom se le debería conceder un tiempo razonable para la preparación de su ánima, y después ser colgado, arrastrado y descuartizado, conforme a la ley y el uso de la época, en casos de alta traición. ...
En la línea 655
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Si alguna vez, lo que Dios no quiera, llegaras a conocer el infortunio, ¡ojalá se recuerde y se recompense tu bondad para conmigo en el día de hoy! ...
En la línea 754
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Déjate de tonterías y tranquilízate. No es tan bueno mi disfraz que pretendas no conocer a ta padre. ...
En la línea 763
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Al cabo de mucho tiempo –no podía decir cuánto– pugnaron sus sentidos por volver a la realidad; y mientras con los ojos aún cerrados se preguntaba vagamente dónde estaba y qué le había sucedido, notó un murmullo, el repentino caer de la lluvia en el techo. Invadió su cuerpo una sensación de placidez, que al poco rato fue rudamente interrumpida por un coro de risas chillonas y de sarcásticas carcajadas. Sobresaltó al niño desagradablemente y le hizo asomar la cabeza para ver de dónde procedía la interrupción. Sus ojos vieron un cuadro repugnante y espantable. En el suelo, al otro extremo del granero, ardía una alegre fogata y en tomo de ella, fantásticamente iluminados por los rojizos resplandores, se desperezaban o se tendían en el suelo los más abigarrados grupos de bellacos harapientos y rufianes de uno o sexo que el niño hubiera de soñar o conocer en sus lecturas. Eran hombres recios y fornidos, atezados por la intemperie, de pelo largo y cubiertos de caprichosos andrajos. Había mozos de mediana estatura y rostros horribles vestidos de la misma manera; había mendigos ciegos con los ojos tapados o vendados, lisiados con piernas de palo o muletas, enfermos con purulentas llagas mal cubiertas por vendas; había un buhonero de vil traza con sus baratijas, un afilador, un calderero y un barbero cirujano con las herramientas de su oficio. Algunas de las mujeres eran niñas apenas adolescentes, otras se hallaban en la edad primaveral, otras eran brujas viejas y arrugadas; pero todas ellas gritonas, morenas y deslenguadas, todas desaliñadas y sucias. Había tres niños esmirriados y un par de perros hambrientos con cuerdas al cuello, cuyo oficio era guiar a los ciegos. ...
En la línea 390
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –No tan clara –arguyó don Fermín–. Los caminos de la Providencia son misteriosos siempre… Y en cuanto a eso de que para casarse sea preciso o siquiera conveniente conocerse antes, discrepo… discrepo… El único conocimiento eficaz es el conocimiento post nuptias. Ya me has oído, esposa mía, lo que en lenguaje biblico significa conocer. Y, créemelo, no hay más conocimiento sustancial y esencial que ese, el conocimiento penetrante… –Cállate, hombre, cállate, no desbarres. ...
En la línea 472
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Despidiéronse y Augusto salió a la calle como aligerado de un gran peso y hasta gozoso. Nunca hubiera presupuesto lo que le pasaba por dentro del espíritu. Aquella manera de habérsele presentado Eugenia la primera vez que se vieron de quieto y de cerca y que se hablaron, lejos de dolerle, encendíale más y le animaba. El mundo le parecía más grande, el aire más puro y más azul el cielo. Era como si respirase por vez primera. En lo más íntimo de sus oídos cantaba aquella palabra de su madre: ¡cásate! Casi todas las mujeres con que cruzaba por la calle parecíanle guapas, muchas hermosísimas y ninguna fea. Diríase que para él empezaba a estar el mundo iluminado por una nueva luz misteriosa desde dos grandes estrellas invisibles que refulgían más allá del azul del cielo, detrás de su aparente bóveda. Empezaba a conocer el mundo. Y sin saber cómo se puso a pensar en la profunda fuente de la confusión vulgar entre el pecado de la carne y la caída de nuestros primeros padres por haber probado del fruto del árbol de la ciencia del bien y del mal. ...
En la línea 474
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Llegó a casa, y al salir Orfeo a recibirle lo cogió en sus brazos, le acarició y le dijo: «Hoy empezamos una nueva vida, Orfeo. ¿No sientes que el mundo es más grande, más puro el sire y más azul el cielo? ¡Ah, cuando la veas, Orfeo, cuando la conozcas… ! ¡Entonces sentirás la congoja de no ser más que perro como yo siento la de no ser más que hombre! Y dime, Orfeo, ¿cómo podéis conocer, si no pecáis, si vuestro conocimiento no es pecado? El conocimiento que no es pecado no es tal conocimiento, no es racional.» ...
En la línea 1440
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –En efecto; se me antoja que debe de ser imposible conocer a aquella mujer con quien se convive y que acaba por formar parte nuestra. ¿No has oído aquello que decía uno de nuestros más grandes poetas, Campoamor? ...
En la línea 1200
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Lord James ha de conocer muy bien la audacia del Tigre de la Malasia. ¡Por todos los rayos, cuántas precauciones! ...
En la línea 499
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Supongo que el azar nos ha hecho conocer un importante secreto. Y si la tripulación de este barco submarino tiene interés en mantener ese secreto, y si ese interés es más importante que la vida de tres hombres, creo que nuestra existencia se halla gravemente comprometida. En el caso contrario, el monstruo que nos ha tragado nos devolverá en la primera ocasión al mundo habitado por nuestros semejantes. ...
En la línea 572
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -No, señor, esto se llama clemencia. Son ustedes prisioneros míos después de un combate. Les guardo conmigo, cuando podría, con una sola orden, arrojarles a los abismos del océano. Ustedes me han atacado. Han venido a sorprender un secreto que ningún hombre en el mundo debe conocer, el secreto de toda mi existencia. ¿Y creen ustedes que voy a reenviarles a ese mundo que debe ignorarme? ¡jamás! Al retenerles aquí no es a ustedes a quienes guardo, es a mí mismo. ...
En la línea 652
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Comprendo, capitán, comprendo la alegría de pasearse en medio de tales riquezas. Es usted de los que han hecho por sí mismos sus tesoros. No hay en toda Europa un museo que posea una semejante colección de productos del océano. Pero si agoto aquí mi capacidad de admiración ante estas colecciones, ¿qué me quedará para el barco que las transporta? No quiero conocer secretos que le pertenecen, pero, sin embargo, confieso que este Nautilus, la fuerza motriz que encierra, los aparatos que permiten su maniobrabilidad, el poderoso agente que lo anima, todo eso excita mi curiosidad… Veo en los muros de este salón instrumentos suspendidos cuyo uso me es desconocido. ¿Puedo saber… ?… ...
En la línea 723
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -En modo alguno, señor profesor -me respondió el capitán, tras una ligera vacilación-, ya que nunca saldrá usted de este barco submarino. Venga usted al salón, que es nuestro verdadero gabinete de trabajo, y allí sabrá todo lo que debe conocer sobre el Nautilus. ...
En la línea 567
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Cuando llegué a mi casa encontré a mi hermana llena de curiosidad, deseando conocer detalles acerca de la casa de la señorita Havisham, y me dirigió numerosas preguntas. Pronto recibí fuertes golpes en la nuca y sobre los hombros, y mi rostro fue a chocar ignominiosamente contra la pared de la cocina, a causa de que mis respuestas no fueron suficientemente detalladas. ...
En la línea 1015
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Recuerdo que en un período avanzado de mi aprendizaje solía permanecer cerca del cementerio en las tardes del domingo, al oscurecer, comparando mis propias esperanzas con el espectáculo de los marjales, por los que soplaban los vientos, y estableciendo cierto parecido con ellos al pensar en lo desprovistos de accidentes que estaban mi vida y aquellos terrenos, y de qué manera ambos se hallaban rodeados por la oscura niebla, y en que los dos iban a parar al mar. En mi primer día de aprendizaje me sentí tan desgraciado como más adelante; pero me satisface saber que, mientras duró aquél, nunca dirigí una queja a Joe. Ésta es la única cosa de que me siento halagado. A pesar de que mi conducta comprende lo que voy a añadir, el mérito de lo que me ocurrió fue de Joe y no mío. No porque yo fuese fiel, sino porque lo fue Joe; por eso no huí y no acabé siendo soldado o marinero. No porque tuviese un vigoroso sentido de la virtud y del trabajo, sino porque lo tenía Joe; por eso trabajé con celo tolerable a pesar de mi repugnancia. Es imposible llegar a comprender cuánta es la influencia de un hombre estricto cumplidor de su deber y de honrado y afable corazón; pero es posible conocer la influencia que ejerce en una persona que está a su lado, y yo sé perfectamente que cualquier cosa buena que hubiera en mi aprendizaje procedía de Joe y no de mí. ...
En la línea 1403
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Nos bebimos todo el vino, y el señor Pumblechook me aseguró varias veces que haría cuanto estuviese en su mano para poner a Joe a la altura conveniente (aunque yo ignoraba cuál era ésta) y que me prestaría eficaces y constantes servicios (servicios cuya naturaleza yo ignoraba). También me dio a conocer, por vez primera en mi vida y ciertamente después de haber guardado su secreto de un modo maravilloso, que siempre dijo de mí: «Este muchacho se sale de lo corriente y fíjense en que su fortuna será extraordinaria.» Dijo con lacrimosa sonrisa que recordar eso era una cosa singular, y yo convine en ello. Finalmente salí al aire libre, dándome cuenta, aunque de un modo vago, de que en la conducta del sol había algo raro, y entonces me fijé en que, sin darme cuenta, había llegado a la barrera del portazgo, sin haber tenido en cuenta para nada el camino. ...
En la línea 1419
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... - ¿No se ha dado a conocer? ...
En la línea 229
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »En su segunda visita, cuando ya su petición había sido aceptada, nos dijo, en el curso de la conversación, que antes de conocer a Dunia ya había resuelto casarse con una muchacha honesta y pobre que tuviera experiencia de las dificultades de la vida, pues considera que el marido no debe sentirse en ningún caso deudor de la mujer y que, en cambio, es muy conveniente que ella vea en él un bienhechor. Sin duda, no me expreso con la amabilidad y delicadeza con que él se expresó, pues sólo he retenido la idea, no las palabras. Además, habló sin premeditación alguna, dejándose llevar del calor de la conversación, tanto, que él mismo trató después de suavizar el sentido de sus palabras. Sin embargo, a mí me parecieron un tanto duras, y así se lo dije a Dunetchka; pero ella me contestó con cierta irritación que una cosa es decir y otra hacer, lo que sin duda es verdad. Dunia no pudo pegar ojo la noche que precedió a su respuesta y, creyendo que yo estaba dormida, se levantó y estuvo varias horas paseando por la habitación. Finalmente se arrodilló delante del icono y oró fervorosamente. Por la mañana me dijo que ya había decidido lo que tenía que hacer. ...
En la línea 250
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Cierto ‑prosiguió, cazando al vuelo los pensamientos que cruzaban su imaginación‑, cierto que para conocer a un hombre es preciso observarlo largo tiempo y de cerca, pero el carácter del señor Lujine es fácil de descifrar. Lo que más me ha gustado es el calificativo de hombre de negocios y eso de que parece bueno. ¡Vaya si lo es! ¡Encargarse de los gastos de transporte del equipaje, incluso el gran baúl… ! ¡Qué generosidad! Y ellas, la prometida y la madre, se ponen de acuerdo con un mujik para trasladarse a la estación en una carreta cubierta (también yo he viajado así). Esto no tiene importancia: total, de la casa a la estación sólo hay noventa verstas. Después se instalarán alegremente en un vagón de tercera para recorrer un millar de verstas. Esto me parece muy natural, porque cada cual procede de acuerdo con los medios de que dispone. Pero usted, señor Lujine, ¿qué piensa de todo esto? Ella es su prometida, ¿no? Sin embargo, no se ha enterado usted de que la madre ha pedido un préstamo con la garantía de su pensión para atender a los gastos del viaje. Sin duda, usted ha considerado el asunto como un simple convenio comercial establecido a medias con otra persona y en el que, por lo tanto, cada socio debe aportar la parte que le corresponde. Ya lo dice el proverbio: 'El pan y la sal, por partes iguales; los beneficios, cada uno los suyos'. Pero usted sólo ha pensado en barrer hacia dentro: los billetes son bastante más caros que el transporte del equipaje, y es muy posible que usted no tenga que pagar nada por enviarlo. ¿Es que no ven ellas estas cosas o es que no quieren ver nada? ¡Y dicen que están contentas! ¡Cuando pienso que esto no es sino la flor del árbol y que el fruto ha de madurar todavía! Porque lo peor de todo no es la cicatería, la avaricia que demuestra la conducta de ese hombre, sino el carácter general del asunto. Su proceder da una idea de lo que será el marido, una idea clara… ...
En la línea 281
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El agente comprendió al punto la situación y se puso a reflexionar. Los propósitos del grueso caballero saltaban a la vista; pero había que conocer los de la muchacha. El agente se inclinó sobre ella para examinar su rostro desde más cerca y experimentó una sincera compasión. ...
En la línea 524
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... No obtuvo respuesta, pero no volvió a llamar: además de no conducir a nada, habría sido una torpeza. No cabía duda de que la vieja estaba en casa; pero era suspicaz y debía de estar sola. Empezaba a conocer sus costumbres… ...
En la línea 1382
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¡De veras! Creo que se equivoca. ¿De qué puedo hablar sino de eso? Todos mis recuerdos se reducen a ella. No se preocupe, sin embargo; no tengo necesidad de conocer sus asuntos íntimos… Me intereso solamente, por decirlo así, por la situación mundana de miss Paulina, por lo que la rodea actualmente. Todo eso me lo puede decir en dos palabras. ...
En la línea 1389
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¡Ah, ah, es eso lo que le interesa! Es una historia larga de contar, Mr. Astley. Sería preciso conocer bien, previamente, muchas cosas. Por otra parte, se trata de una cuestión muy seria… por cómica que parezca a primera vista. Un francés, Mr. Astley, es una “forma” terminada, elegante. Usted, como inglés, puede no convenir en ello; yo, como ruso, tampoco estoy conforme, aunque no sea más que por envidia, quizá. Pero nuestras muchachitas parecen ser de otra opinión. ...
En la línea 814
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Es verdad que conociéndote a ti… y a él, cualquiera sería tan confiado como Miranda… Tú, ya se sabe, una santita, un angelín de retablo… y él… él es un caballero chapado a la antigua, a pesar de sus manías… más fama tiene que el Cid. ¡Ya viene de atrás! Yo le conozco mucho, hace tiempo -aseveró Pilar, que como todas las jóvenes de la clase media introducidas en la buena sociedad, tenía prurito de conocer al mundo entero. ...
En la línea 1032
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... No fue posible a los Gonzalvo proseguir a España, porque ya hacia la mitad de la ruta se sintió Pilar presa de tales congojas y sudores, con tales desvanecimientos, arcadas y soponcios, que allí creyeron todos llegado el punto de su muerte; y aún tomaron por feliz suceso el que pudiesen llegar a París, siguiendo el consejo del doctor Duhamel, que les dejó entrever la esperanza de que acaso algunos días de descanso repusiesen las fuerzas de la enferma, consintiéndole emprender la vuelta a su patria. Avinagró el gesto Miranda, que ya se creía libre de la moribunda, a quien si no cuidaba, le enfadaba ver cuidar; ensanchósele el corazón a Lucía, mal hallada con la idea de abandonar a su amiga en la antesala, como quien dice, del sepulcro; y Perico se dispuso a conocer París, seguro como estaba de que no faltarían a su hermana cuidados. Por lo que toca a Pilar misma, poseída del extraño optimismo característico de su padecimiento, mostró gran regocijo por visitar la metrópoli del lujo y elegancia, pensando en hacer allí sus comprillas de invierno, por no ser menos que las currutacas Amézagas. ...
En la línea 468
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Es oportuno dar a conocer los pensamientos que ocupaban entonces el ánimo de Picaporte. Hasta su llegada a Bombay, había creído y podido creer que las cosas no pasarían de aquí. Pero ahora, desde que corría a todo vapor al través de la India, se había verificado un cambio en su ánimo. Sus inclinaciones naturales reaparecían con celeridad. Volvía a sus caprichosas ideas de la juventud, tomaba por lo serio los proyectos de su amo, creía en la realidad de la apuesta, y por consiguiente en la vuelta al mundo y en el maximum de tiempo que no debía excederse. Se inquietaba ya por las tardanzas posibles y por los accidentes que podían sobrevenir en el camino. Se sentía como interesado en esta apuesta, y temblaba a la idea que tenía de haberia podido comprometer la víspera con su imperdonable estupidez. Por eso, siendo mucho menos flemático que mister Fogg, estaba mucho más inquieto. Contaba y volvía a contar los días transcurridos, maldecía las paradas del tren, lo acusaba de lentitud y vituperaba 'in pectore' a mister Fogg por no haber prometido una prima al maquinista. No sabía el buen muchacho que lo que era posible en un vapor no tenía aplicación en un ferrocarril, cuya velocidad era reglamentaria. ...
En la línea 799
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... En última instancia, Fix estaba decidido a revelárselo todo a Picaporte, dándole a conocer el amo a quien servía y del cual no era ciertamente cómplice. Picaporte, con esta revelación, debería creerse comprometido, y entonces se pondría de parte de Fix. Pero éste era un medio aventurado que sólo podía emplearse a falta de otro. Una sola palabra dicha por Picaporte a su amo hubiera bastado para comprometer irrevocablemente el negocio. ...
En la línea 1325
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... - Creo prudente retirarnos -dijo Fix, que no tenía empeño en que su hombre recibiese un mal golpe o se mezclase en un mal negocio-. Si se trata en todo esto de Inglaterra, y nos llegan a conocer, nos veremos muy comprometidos en el tumulto. ...
En la línea 1893
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Picaporte salió del cuarto, y se reunió con Aouida, a quien dio a conocer las intenciones de su amo. ...

El Español es una gran familia
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Las Reglas Ortográficas de la R y la RR
Entre vocales, se escribe r cuando su sonido es suave, y rr, cuando es fuerte aunque sea una palabra derivada o compuesta que en su forma simple lleve r inicial. Por ejemplo: ligeras, horrores, antirreglamentario.
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Mira que burrada ortográfica hemos encontrado con la letra r
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