Cual es errónea Claro o Slaro?
La palabra correcta es Claro. Sin Embargo Slaro se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino slaro es que hay un Intercambio de las letras c;s con respecto la palabra correcta la palabra claro
Más información sobre la palabra Claro en internet
Claro en la RAE.
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Claro en la wikipedia.
Sinonimos de Claro.

la Ortografía es divertida

El Español es una gran familia
Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras c;s
Reglas relacionadas con los errores de c;s
Las Reglas Ortográficas de la S
Se escribe s al final de las palabras llanas.
Ejemplos: telas, andamos, penas
Excepciones: alférez, cáliz, lápiz
Se escriben con s los vocablos compuestos y derivados de otros que también se escriben con esta letra.
Ejemplos: pesar / pesado, sensible / insensibilidad
Se escribe con s las terminaciones -esa, -isa que signifiquen dignidades u oficios de mujeres.
Ejemplos: princesa, poetisa
Se escriben con s los adjetivos que terminan en -aso, -eso, -oso, -uso.
Ejemplos: escaso, travieso, perezoso, difuso
Se escribe con s las terminaciones -ísimo, -ísima.
Ejemplos: altísimo, grandísima
Se escribe con s la terminación -sión cuando corresponde a una palabra que lleva esa letra, o cuando otra palabra derivada lleva -sor, -sivo, -sible,-eso.
Ejemplos: compresor, compresión, expreso, expresivo, expresión.
Se escribe s en la terminación de algunos adjetivos gentilicios singulares.
Ejemplos: inglés, portugués, francés, danés, irlandés.
Se escriben s con las sílabas iniciales des-, dis-.
Ejemplos: desinterés, discriminación.
Se escribe s en las terminaciones -esto, -esta.
Ejemplos: detesto, orquesta.
Algunas Frases de libros en las que aparece claro
La palabra claro puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1001
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y sin saber por qué, se deleitaba contemplando sus ojos de un verde claro; las mejillas moteadas de esas pecas que el sol hace surgir de la piel tostada; el pelo rubio blanquecino, con la finura fláccida de la seda; la naricita de alas palpitantes cobijando una boca sombreada por el vello de un fruto sazonado, y que al entreabrirse mostraba una dentadura fuerte e igual, de blancura de leche, cuyo brillo parecía iluminar su rostro: una dentadura de pobre. ...
En la línea 2149
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Nadie había visto nada, nadie sabía nada: Pimentó contaba con risotadas brutales cómo se había roto él mismo la cabeza volviendo de la taberna, a consecuencia de su apuesta, que le hizo andar con paso vacilante, chocando contra los árboles del camino; y los dos guardias civiles tuvieron que volverse a su cuartelillo de Alboraya sin sacar nada en claro de los vagos rumores de riña y sangre que habían llegado hasta ellos. ...
En la línea 2311
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Tenía fiebre, agitábase furioso, como si aún corriese por el cauce de la acequia cazando al hombre, y sus gritos asustaban a los pequeños y a las dos mujeres, que pasaron la noche de claro en claro, sentadas junto al lecho, ofreciéndole a cada instante agua azucarada, único remedio casero que lograron inventar. ...
En la línea 2311
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Tenía fiebre, agitábase furioso, como si aún corriese por el cauce de la acequia cazando al hombre, y sus gritos asustaban a los pequeños y a las dos mujeres, que pasaron la noche de claro en claro, sentadas junto al lecho, ofreciéndole a cada instante agua azucarada, único remedio casero que lograron inventar. ...
En la línea 1861
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Te ofuscas, Fermín--decía.--Yo veo más claro que tú... ...
En la línea 114
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... ¿Por qué? Pues, claro, por eso; porque había muchos entierros y muchas misas de funeral. ...
En la línea 950
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Y como lo que habéis dicho está demasiado claro para que vues tras palabras necesiten una explicación -respondió D'Artagnan en voz baja-, os ruego que me sigáis. ...
En la línea 1341
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿Sabéis vos la hist oria de la zarabanda?-Pardiez, claro que la sé -respondió D'Artagnan, que no sabía nada en absoluto, pero que quería aparentar estar al corriente. ...
En la línea 1658
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Claro que sí, señor, claro que sí, y espero probaros que no ha béis prestado un servicio a una ingrata. ...
En la línea 2129
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -No quiero más, y vos me amáis, señora, está claro. ...
En la línea 170
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Autorizados para el comercio por instruccion pagando al estado una módica retribucion por este privilejio, titulado indulto para poder comerciar, es claro y consiguiente que lo hacen con los fondos del tesoro público que recaudan y administran, valiéndose de su autoridad, que algunas ó las mas de las veces, emplean á causar vejaciones y tropelías; pues si asi no fuese, imposible seria sacase un alcalde ó correjidor las sumas que dicen algunos sacan en el corto periodo de tres ó seis años para que son provistos. ...
En la línea 350
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Todo se demostrará del modo mas sencillo y claro; y si las razones que se espresarán fuesen tales que fijando el verdadero punto de vista que debe tener la cuestion, aclarasen de un modo concluyente la desventaja del nuevo establecimiento de esa oficina, y conveniencia de que esa renta siga como hasta aqui y con solo la reforma mas precisa ó necesaria, y en su virtud asi se acordase, los ocurrentes se atreven á asegurar la gratitud de aquellos habitantes por tal disposicion, asi como el que sus trabajos en el caso quedarian con solo esto satisfechos. ...
En la línea 492
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Despues de lo manifestado de un modo tan claro y positivo sobre el producto cuantioso que dan esas provincias al estado, cubiertas todas sus cargas y atenciones, que no son pocas, económicas ni pequeñas, y de lo que á primera vista ofrece la vasta poblacion de las Islas, cualquiera podrá inferir su estima y cuantía, y de ello deducir que no solo Filipinas es un monumento del antiguo esplendor y poderío de la nacion española, sino tambien una posesion útil por mil conceptos y productiva en sumo grado; por lo que los que intenten deprimir la prosperidad, grande riqueza y valor incalculable de las provincias asiático-españolas, deben enmudecer á la vista de esta demostracion, si son españoles y aman las glorias de su patria, de esta patria desgraciada, digna de mejor suerte por tantos títulos; y de este modo contribuir á que recobre su dignidad y poderío en tanto ó mas alto grado todavía de como le tuvo en dias no muy lejanos aun cuando, sin segunda en sus triunfos, llegó á ser el asombro y la envidia de todas las naciones; no estando muy lejos el dia en que vuelva á recobrar su esplendor, si cuantos tenemos la dicha de nacer en el hermoso suelo español, apreciamos como es debido nuestro nombre, y solo pensamos en que antes que todo somos españoles. ...
En la línea 1770
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... —Celebro mucho conocerle, _señor nacional_—le dije en cuanto su madre se retiró, y así que Baltasar se hubo sentado y encendido, claro está, un cigarro de papel en el _brasero_—. ...
En la línea 1843
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Vacié un vaso de _val de peñas_, y ya iba a pagar y a marcharme, cuando un individuo de horrible catadura, vestido con un coleto de ante fuerte, zajones y botas de montar que le pasaban de las rodillas, y tocado con un sombrero claro, cuyas alas tenían lo menos vara y media de circunferencia, se abrió paso entre la gente, y, encarándose conmigo, dijo con voz de trueno: —_¡Otra copita! ¡Vamos, inglesito, otra copita!_ —Gracias, mi buen señor; es usted muy amable. ...
En la línea 2041
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... De pronto, la gente que estaba hacia la desembocadura de la _calle de Carretas_, retrocedió en desorden, dejando un vasto espacio libre, en el que al instante se precipitó Quesada a galope tendido, espada en mano y con uniforme de general, montado en un _pura sangre_ inglés, bayo claro, con tal ímpetu, que recordaba a un toro manchego lanzándose al redondel al ver de súbito abierta la puerta del toril. ...
En la línea 2233
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Su mujer se le asemejaba un poco, pero su semblante era más abierto y parecía de mejor humor; lo que más me chocó en la ventera fué el color de su pelo, castaño claro, y su tez, blanca y sonrosada, tan diferentes del pelo negro y atezado rostro que en general distinguen a los naturales de la provincia. ...
En la línea 80
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Mas vos, godo Quijote, ilustre y claro, por Dulcinea sois al mundo eterno, y ella, por vos, famosa, honesta y sabia. ...
En la línea 107
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio. ...
En la línea 107
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... En resolución, él se enfrascó tanto en su letura, que se le pasaban las noches leyendo de claro en claro, y los días de turbio en turbio; y así, del poco dormir y del mucho leer, se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio. ...
En la línea 764
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Tú, que con tantas sinrazones muestras la razón que me fuerza a que la haga a la cansada vida que aborrezco, pues ya ves que te da notorias muestras esta del corazón profunda llaga, de cómo, alegre, a tu rigor me ofrezco, si, por dicha, conoces que merezco que el cielo claro de tus bellos ojos en mi muerte se turbe, no lo hagas; que no quiero que en nada satisfagas, al darte de mi alma los despojos. ...
En la línea 103
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... el del clavillo tienen hojas que exhalan un aroma delicioso; el árbol del pan, el jaca y el mango rivalizan por la magnificencia del follaje. En los alrededores de Bahía, sobre todo, es notable el paisaje por la presencia de estas dos últimas especies arbóreas. Antes de verlas, no me hubiera figurado nunca que un árbol pudiese proyectar sobre el suelo una sombra tan espesa. Estos dos árboles guardan con los árboles siempre verdes de estos climas la misma relación que el laurel y el acebo tienen en Inglaterra con las especies deciduas de un verde más claro. Puede advertirse que en las regiones intertropicales los árboles más magníficos rodean a las casas, sin duda porque son los más útiles. En efecto, el bananero, el cocotero, las numerosas especies de palmeras, elnaranjo y el árbol del pan. ...
En la línea 162
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Cuando el ciervo exhala este olor, claro es que no se puede comer su carne, pero los gauchos afirman que se la puede quitar todo mal gusto enterrándola en tierra húmeda y dejándola permanecer allí algún tiempo. He leído no sé dónde que los habitantes de las islas situadas al norte de Escocia tratan de la misma manera, antes de comerla, la tan detestable carne de las aves que se alimentan de pescado. ...
En la línea 258
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El agua estaba cortada por numerosos diques de barro, llamados cangrejales por los habitantes, a causa de la grandísima cantidad de cangrejitos que hay allí. Ese barro es tan blando que resulta imposible andar por él, ni siquiera algunos pasos. La mayor parte de esos diques están cubiertos de juncos muy largos, de los cuales sólo se ven las puntas en la marea alta. Un día que íbamos embarcados nos perdimos en medio de esos barrizales, hasta el punto de costarnos muchísimo trabajo salir de ellos. No podíamos ver más que la superficie llena del barro; el día no estaba muy claro; había una refracción muy fuerte, o (para emplear la expresión de los marineros) «las cosas se miraban en el aire». El único objeto que no estaba a nivel era el horizonte; los juncos nos producían el efecto de matorrales suspensos en el aire; el agua nos parecía barro, y el barro agua. ...
En la línea 312
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Si se quiere coger a ese animal, es preciso no bajarse, sino tirarse del caballo, pues cuando el suelo no es demasiado duro cava con tanta rapidez que el cuarto trasero desaparece antes de haber tenido tiempo de echar pie a tierra. Ciertamente se experimenta algún remordimiento al matar a un animal tan bonito, pues como me decía un gaucho al descuartizar a uno de ellos: ¡Son tan mansos! Hay muchas especies de reptiles. Una serpiente (un Trigonocephalus o Cophias) debe de ser muy peligrosa, a juzgar por el tamaño del conducto venenoso que tiene en los colmillos. En contra de la opinión de algunos otros naturalistas, Cuvier clasifica esta serpiente como un subgénero de la culebra de cascabel y la coloca entre esta última y la víbora. He observado un hecho que confirma esta opinión y que me parece muy curioso y muy instructivo, por cuanto prueba cómo tiende a variar lentamente cada carácter, aun cuando ese carácter pueda dentro de ciertos límites ser independiente de la conformación. El extremo de la cola de esta serpiente acaba en una punta que se ensancha muy ligeramente. Pues bien, cuando el animal se arrastra por el suelo, hace vibrar de continuo la punta de la cola; la cual, chocando contra las hierbas secas y las malezas, produce un ruido que se oye claro a seis pies de distancia. En cuanto el animal se asusta o se encoleriza, menea la cola con vibraciones muy rápidas; y aun todo el tiempo que el cuerpo conserva su irritabilidad después de muerto el animal, puede observarse una tendencia a este movimiento. Por tanto, dicho trigo nocéfalo, desde algunos puntos de vista, tiene la figura de una víbora y las costumbres de una culebra de cascabel, sólo que produce el ruido por un procedimiento más sencillo. La cara de esta serpiente tiene una expresión feroz y horrible hasta más no poder. La pupila consiste en una hendidura vertical hecha en un iris jaspeado y de color cobrizo; las mandíbulas son anchas por la base, y la nariz termina en un proyeccieii triangular. No creo haber visto nunca nada más feo, a no ser quizá algunos vampiros. Paréceme que ese aspecto tan repulsivo proviene de que los rasgos fisionómicos están uno con respecto a otro casi en la misma posición que los de la cara humana, lo cual produce el colmo de lo espantoso16. ...
En la línea 684
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... claro, la otra, agradecida. ...
En la línea 1247
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Si llegara el caso, que claro que no llegaría, él no pensaba prorrumpir en preciosa tirada de versos, porque ni era poeta ni quería calentarse al calor de su casa incendiada; pero en todo lo demás había de ser, dado el caso, no menos rigoroso que tales y otros caballeros parecidos de aquella España de mejores días. ...
En la línea 1454
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Mucho después, cuando su inocencia perdió el último velo y pudo ella ver claro, ya estaba muy lejos aquella edad; recordaba vagamente su amistad con el niño de Colondres, sólo distinguía bien el recuerdo del recuerdo, y dudaba, dudaba si había sido culpable de todo aquello que decían. ...
En la línea 1600
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Unas quintillas de Fray Luis de León comenzaban así: Si quieres, como algún día, alabar rubios cabellos, alaba los de María, más dorados y más bellos que el sol claro al mediodía. ...
En la línea 1552
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Le pareció el ambiente de una, engañosa fluidez: sólido, duro, impenetrable y, al mismo tiempo, claro como una masa de cristales. Tales fueron su decepción y su desaliento que Claudio sintió deseos de huir, como en las tardes anteriores, cuando llegaba hasta la puerta del hotel. Su pasado estaba muerto y bien muerto. El lo había suprimido voluntariamente. ¿A qué insistir buscando una resurrección imposible?… ...
En la línea 447
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La sabia genial era en la vida corriente, una mujer de cortos alcances, y solo presintió en su invención un medio de llamar al orden a los humanos, impidiéndoles que insistiesen en sus guerras; como si esto fuese posible quedando en manos del hombre la dirección de la Historia. El Comité supremo de las reivindicaciones feministas vio más claro que esta química ilustre y simplona. Se fue enterando minuciosamente de sus trabajos, y a continuación la guardó presa, con toda clase de miramientos, en una cueva del Club Feminista, para que no pudiese revelar su secreto a los hombres. ...
En la línea 69
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... También la casa de Gumersindo Arnaiz, hermano de Barbarita, ha pasado por grandes crisis y mudanzas desde que murió D. Bonifacio. Dos años después del casamiento de su hermana con Santa Cruz, casó Gumersindo con Isabel Cordero, hija de D. Benigno Cordero, mujer de gran disposición, que supo ver claro en el negocio de tiendas y ha sido la salvadora de aquel acreditado establecimiento. Comprometido éste del 40 al 45, por los últimos errores del difunto Arnaiz, se defendió con los mahones, aquellas telas ligeras y frescas que tanto se usaron hasta el 54. El género de China decaía visiblemente. Las galeras aceleradas iban trayendo a Madrid cada día con más presteza las novedades parisienses, y se apuntaba la invasión lenta y tiránica de los medios colores, que pretenden ser signo de cultura. La sociedad española empezaba a presumir de seria; es decir, a vestirse lúgubremente, y el alegre imperio de los colorines se derrumbaba de un modo indudable. Como se habían ido las capas rojas, se fueron los pañuelos de Manila. La aristocracia los cedía con desdén a la clase media, y esta, que también quería ser aristócrata, entregábalos al pueblo, último y fiel adepto de los matices vivos. Aquel encanto de los ojos, aquel prodigio de color, remedo de la naturaleza sonriente, encendida por el sol de Mediodía, empezó a perder terreno, aunque el pueblo, con instinto de colorista y poeta, defendía la prenda española como defendió el parque de Monteleón y los reductos de Zaragoza. Poco a poco iba cayendo el chal de los hombros de las mujeres hermosas, porque la sociedad se empeñaba en parecer grave, y para ser grave nada mejor que envolverse en tintas de tristeza. Estamos bajo la influencia del Norte de Europa, y ese maldito Norte nos impone los grises que toma de su ahumado cielo. El sombrero de copa da mucha respetabilidad a la fisonomía, y raro es el hombre que no se cree importante sólo con llevar sobre la cabeza un cañón de chimenea. Las señoras no se tienen por tales si no van vestidas de color de hollín, ceniza, rapé, verde botella o pasa de corinto. Los tonos vivos las encanallan, porque el pueblo ama el rojo bermellón, el amarillo tila, el cadmio y el verde forraje; y está tan arraigado en la plebe el sentimiento del color, que la seriedad no ha podido establecer su imperio sino transigiendo. El pueblo ha aceptado el oscuro de las capas, imponiendo el rojo de las vueltas; ha consentido las capotas, conservando las mantillas y los pañuelos chillones para la cabeza; ha transigido con los gabanes y aun con el polisón, a cambio de las toquillas de gama clara, en que domina el celeste, el rosa y el amarillo de Nápoles. El crespón es el que ha ido decayendo desde 1840, no sólo por la citada evolución de la seriedad europea, que nos ha cogido de medio a medio, sino por causas económicas a las que no podíamos sustraernos. ...
En la línea 75
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pero Gumersindo e Isabel habían llegado un poco tarde, porque las novedades estaban en manos de mercaderes listos, que sabían ya el camino de París. Arnaiz fue también allá; mas no era hombre de gusto y trajo unos adefesios que no tuvieron aceptación. La Cordero, sin embargo, no se desanimaba. Su marido empezaba a atontarse; ella a ver claro. Vio que las costumbres de Madrid se transformaban rápidamente, que esta orgullosa Corte iba a pasar en poco tiempo de la condición de aldeota indecente a la de capital civilizada. Porque Madrid no tenía de metrópoli más que el nombre y la vanidad ridícula. Era un payo con casaca de gentil-hombre y la camisa desgarrada y sucia. Por fin el paleto se disponía a ser señor de verdad. Isabel Cordero, que se anticipaba a su época, presintió la traída de aguas del Lozoya, en aquellos veranos ardorosos en que el Ayuntamiento refrescaba y alimentaba las fuentes del Berro y de la Teja con cubas de agua sacada de los pozos; en aquellos tiempos en que los portales eran sentinas y en que los vecinos iban de un cuarto a otro con el pucherito en la mano, pidiendo por favor un poco de agua para afeitarse. ...
En la línea 86
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Casose luego la mayor, llamada Benigna en memoria de su abuelito el héroe de Boteros. Esta sí que fue buena boda. El novio era Ramón Villuendas, hijo mayor del célebre cambiante de la calle de Toledo; gran casa, fortuna sólida. Era ya viudo con dos chiquillos, y su parentela ofrecía variedad chocante en orden de riqueza. Su tío D. Cayetano Villuendas estaba casado con Eulalia hermana del marqués de Casa-Muñoz, y poseía muchos millones; en cambio, había un Villuendas tabernero y otro que tenía un tenducho de percales y bayetas llamado El Buen Gusto. El parentesco de los Villuendas pobres con los ricos no se veía muy claro; pero parientes eran y muchos de ellos se trataban y se tuteaban. ...
En la línea 120
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Habiendo apreciado este espectáculo poco grato, el olor de corral que allí había, y el ruido de alas, picotazos y cacareo de tanta víctima, Juanito la emprendió con los famosos peldaños de granito, negros ya y gastados. Efectivamente, parecía la subida a un castillo o prisión de Estado. El paramento era de fábrica cubierta de yeso y este de rayas e inscripciones soeces o tontas. Por la parte más próxima a la calle, fuertes rejas de hierro completaban el aspecto feudal del edificio. Al pasar junto a la puerta de una de las habitaciones del entresuelo, Juanito la vio abierta y, lo que es natural, miró hacia dentro, pues todos los accidentes de aquel recinto despertaban en sumo grado su curiosidad. Pensó no ver nada y vio algo que de pronto le impresionó, una mujer bonita, joven, alta… Parecía estar en acecho, movida de una curiosidad semejante a la de Santa Cruz, deseando saber quién demonios subía a tales horas por aquella endiablada escalera. La moza tenía pañuelo azul claro por la cabeza y un mantón sobre los hombros, y en el momento de ver al Delfín, se infló con él, quiero decir, que hizo ese característico arqueo de brazos y alzamiento de hombros con que las madrileñas del pueblo se agasajan dentro del mantón, movimiento que les da cierta semejanza con una gallina que esponja su plumaje y se ahueca para volver luego a su volumen natural. ...
En la línea 506
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Truenos y centellas! Lo han hecho para engañarme, está claro que se proponían ganar tiempo. Escucha. ¿Venía solo el mozalbete? ...
En la línea 525
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Lo veo claro, lo veo claro. Loado sea Dios, que por fin estoy despierto. ¡Ven, alegría! ¡Huye, pesar! ¡Hola, Nan! ,¡Bet! Sacudid la paja y venid a mi lado para que haga penetrar en vuestros incrédulos oídos el sueño más insólito que han evocado jamás los espíritus de la noche para dejar pasmada el alma de un hombre. ¡Hola, Nan! ¡Digo! ¡Bet! ...
En la línea 525
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Lo veo claro, lo veo claro. Loado sea Dios, que por fin estoy despierto. ¡Ven, alegría! ¡Huye, pesar! ¡Hola, Nan! ,¡Bet! Sacudid la paja y venid a mi lado para que haga penetrar en vuestros incrédulos oídos el sueño más insólito que han evocado jamás los espíritus de la noche para dejar pasmada el alma de un hombre. ¡Hola, Nan! ¡Digo! ¡Bet! ...
En la línea 743
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¿Escapará el niño del lado del rufián, su supuesto padre, si le es posible? ¿Volverá a Londres en busca de sus antiguos parajes? No. No lo hará, porque querrá evitar que lo atrapen de nuevo. ¿Pues entonces, que hará? No habiendo tenido amigos ni protectores en el mundo hasta que se encontró a Miles Hendon, tratará, claro, de hallarme otra vez, siempre que estos trabajos no le obliguen a acercarse a Londres y al peligro. Se encaminará a Hendon Hall. Eso es lo que hará, porque sabe que yo me propongo dirigirme a mi casa, y en ella esperará hallarme. ...
En la línea 842
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Y, es claro, yo, aun sin decírselo, le echaba la culpa a ella y me decía: «Esta mujer es estéril y te pone en ridículo.» ...
En la línea 878
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Tienes razón, disparato. Perdóname. Pero ¿te parece bien, al cabo de cerca de doce años, cuando nos iba tan ricamente, cuando estábamos curados de la ridícula vanidad de los recién casados, venirnos esto? Es claro, ¡vivíamos tan tranquilos, tan seguros, tan confiados… ! ...
En la línea 994
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pues ¡claro está, rica, claro está! ...
En la línea 994
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pues ¡claro está, rica, claro está! ...
En la línea 1931
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Bien claro está que estos historiadores no navegaron a bordo del Nautilus. ...
En la línea 2342
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... A mediodía, el sol se asomó un instante. El segundo de a bordo aprovechó el claro para tomar la altitud. El oleaje nos obligó a descender, y se cerró la escotilla. ...
En la línea 2586
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -En cuanto a mí, he recibido un coletazo de ballena; en mi bote, claro. Mis compañeros y yo nos vimos despedidos a una altura de seis metros. Pero al lado de la ballena del señor profesor, la mía no era más que un ballenato. ...
En la línea 3060
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Entre los peces de esos parajes que no había tenido aún la ocasión de estudiar, anoté diversas especies. Entre los cartilaginosos, los petromizones, especie de anguilas de quince pulgadas de longitud, con la cabeza verdosa, las aletas violetas, el dorso gris azulado, el vientre marrón y plateado con motas de vivos colores y el iris de los ojos en un círculo de oro, curiosos animales a los que la corriente del Amazonas había debido arrastrar hasta alta mar, pues habitan las aguas dulces. También unas rayas tuberculadas de puntiagudo hocico, de cola larga y suelta, armadas de un largo aguijón dentado; pequeños escualos de un metro, de piel gris y blancuzca, cuyos dientes, dispuestos en varias filas, se curvan hacia atrás, yque se conocen vulgarmente con el nombre de «pantuflas»; lofios vespertilios, como triángulos isósceles, rojizos, de medio metro aproximadamente, cuyos pectorales tienen unas prolongaciones carnosas que les dan el aspecto de murciélagos pero a los que su apéndice córneo, situado cerca de las fosas nasales, les ha dado el nombre de unicornios marinos; en fin, algunas especies de balistes, el curasaviano, cuyos flancos punteados brillan como el oro, y el caprisco, violeta claro de sedosos matices como el cuello de una paloma. ...
En la línea 564
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Sí tienes - replicó -. Has llorado tanto que apenas ves claro, y ahora mismo estás a punto de llorar otra vez. ...
En la línea 792
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Crucé el rellano de la escalera y entré en la habitación que me indicaba. También en aquella estancia había sido excluida por completo la luz del día, y se sentía un olor opresivo de atmósfera enrarecida. Pocos momentos antes se había encendido el fuego en la chimenea, húmeda y de moda antigua, y parecía más dispuesto a extinguirse que a arder alegremente; el humo pertinaz que flotaba en la estancia parecía más frío que el aire claro, a semejanza de la niebla de nuestros marjales. Algunos severos candelabros, situados sobre la alta chimenea, alumbraban débilmente la habitación, aunque habría sido más expresivo decir que alteraban ligeramente la oscuridad. La estancia era espaciosa, y me atrevo a afirmar que en un tiempo debió de ser hermosa, pero, a la sazón, todo cuanto se podía distinguir en ella estaba cubierto de polvo y moho o se caía a pedazos. Lo más notable en la habitación era una larga mesa cubierta con un mantel, como si se hubiese preparado un festín en el momento en que la casa entera y también los relojes se detuvieron a un tiempo. En medio del mantel se veía un centro de mesa tan abundantemente cubierto de telarañas que su forma quedaba oculta por completo; y mientras yo miraba la masa amarillenta que lo rodeaba y entre la que parecía haber nacido como un hongo enorme y negro, observé que varias arañas de cuerpo y patas moteados iban a refugiarse allí, como si fuera su casa, o bien salían como si alguna circunstancia de la mayor importancia pública hubiese circulado por entre la comunidad de las arañas. ...
En la línea 878
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En secreto, le tuve miedo cuando le vi tan diestro; pero estaba moral y físicamente convencido de que su cabeza, cubierta de cabello de color claro, no tenía nada que hacer junto a mi estómago y que me cabía el derecho de considerarlo impertinente por habérseme presentado de tal modo. Por consiguiente, le seguí, sin decir palabra, a un rincón lejano del jardín, formado por la unión de dos paredes y oculto por algunos escombros. ...
En la línea 1293
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Ahora, Joe Gargery, le aviso a usted de que ésta es su última oportunidad. Conmigo no hay que hacer las cosas a medias. Si quiere usted aceptar el regalo que tengo el encargo de entregarle, dígalo claro y lo tendrá. Si, por el contrario, quiere decir… ...
En la línea 246
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «La cosa no puede estar más clara ‑pensaba, sonriendo con aire triunfal y malicioso, como si estuviese seguro de su éxito‑. No, mamá; no, Dunia; no conseguiréis engañarme… Y todavía se disculpan de haber decidido la cosa por su propia cuenta y sin pedirme consejo. ¡Claro que no me lo han pedido! Creen que es demasiado tarde para romper el compromiso. Ya veremos si se puede romper o no. ¡Buen pretexto alegan! Piotr Petrovitch está siempre tan ocupado, que sólo puede casarse a toda velocidad, como un ferrocarril en marcha. No, Dunetchka, lo veo todo claro; sé muy bien qué cosas son esas que me tienes que decir, y también lo que pensabas aquella noche en que ibas y venias por la habitación, y lo que confiaste, arrodillada ante la imagen que siempre ha estado en el dormitorio de mamá: la de la Virgen de Kazán. La subida del Gólgota es dura, muy dura… Decís que el asunto está definitivamente concertado. Tú, Avdotia Romanovna, has decidido casarte con un hombre de negocios, un hombre práctico que posee cierto capital (que ha amasado ya cierta fortuna: esto suena mejor e impone más respeto). Trabaja en dos departamentos del Estado y comparte las ideas de las nuevas generaciones (como dice mamá), y, según Dunetchka, parece un hombre bueno. Este 'parece' es lo mejor: Dunetchka se casa impulsada por esta simple apariencia. ¡Magnifico, verdaderamente magnifico! ...
En la línea 267
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Todo estaba perfectamente claro. Aquel señor era un hombre de unos treinta años, bien vestido, grueso y fuerte, de tez roja y boca pequeña y encarnada, coronada por un fino bigote. ...
En la línea 628
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Óigame: estoy estudiando para juez de instrucción. Aquí hay algo que no está claro; esto es evidente… , ¡evidente! ...
En la línea 1053
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Pero ¿qué te pasa? Te has turbado. Deseaba conocerte. ¡Habíamos hablado tanto de ti! Por él he sabido todas las cosas que te he contado. Es un excelente muchacho, Rodia, y más que excelente… , dentro de su género, claro es. Ahora somos muy amigos; nos vemos casi todos los días. Porque, ¿sabes una cosa? Me he mudado a este barrio. Hace poco. Oye, ¿te acuerdas de Luisa Ivanovna? ...
En la línea 461
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Basta —dije, levantándome—. Ahora veo que la señorita Paulina se halla también enterada de lo que se refiere a la señorita Blanche, pero no pudiendo romper con su francés consiente en pasearse con esa persona. Esto me parece tan claro como la luz del día. Esté seguro de que ninguna otra influencia ha podido obligarla a acompañar a la señorita Blanche y a suplicarme por carta que no haga nada respecto al barón. ¡Y sin embargo, es ella quien me lanzó contra el barón! ¡Procure comprender este enredo! ...
En la línea 645
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Cuando el golpe ha sido realizado con habilidad y los testigos dudan, el dinero robado queda en el bolsillo del ladrón; eso, claro está, si se trata de una suma pequeña, porque de lo contrario los croupieres o algún jugador no dejarán de darse cuenta de ello. Si se trata de una suma mínima, el verdadero dueño renuncia muchas veces a discutir y se retira, por temor al escándalo. Cuando se consigue desenmascarar al ratero se le expulsa en el acto de un modo ignominioso por “levantar muertos”, como se dice en el argot de los jugadores. ...
En la línea 1051
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Vaya, vaya, esto está claro —dije a Paulina—. ¿Podía usted esperar otra cosa? —añadí, con indignación. ...
En la línea 776
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... El invierno volvió. Días cortos, menos trabajo. En invierno no hay calor, no hay luz, no hay mediodía; la tarde se junta con la mañana; todo es niebla, crepúsculo; la ventana está empañada, no se ve claro. Fantina ganaba poquísimo y sus deudas aumentaban. ...
En la línea 312
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Aunque Buck no había hecho ruido, el lobo interrumpió el aullido para localizar la presencia del intruso. Buck salió al claro con precaución, medio agazapado, con el cuerpo en tensión, el rabo extendido y rígido, pisando con inusitada cautela. Cada uno de sus movimientos era una mezcla de amenaza y de ofrecimiento a la amistad. Era la tregua amenazadora que caracteriza el encuentro entre bestias feroces. Pero el lobo huyó al ver a Buck, que salió precipitadamente tras él, desesperado por alcanzarlo. Lo persiguió a lo largo de un conducto sin salida, el cauce de un riachuelo interrumpido por un amontonamiento de troncos que impedía el paso. El lobo giró sobre sí mismo, apoyándose en las patas traseras como lo había hecho Joe y lo hacían todos los perros esquimales cuando estaban acorralados, gruñendo y erizando el pelaje, entrechocando los dientes en una continua y rápida sucesión de chasquidos. ...
En la línea 314
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Pero, al final, la tenacidad de Buck fue recompensada, porque el lobo, al comprender que aquel animal no intentaba hacerle daño, acabó por acercarle el hocico para que se olfateasen el uno al otro. Después se hicieron amigos y estuvieron jugueteando de la forma nerviosa y un poco tímida con que los animales salvajes encubren su ferocidad. Al cabo de un rato, el lobo se puso a andar con paso ligero revelando que se dirigía a alguna parte. Con su actitud dejó claro que Buck había de acompañarlo. Y los dos marcharon de lado en la penumbra por el lecho del riachuelo, rumbo a la garganta donde nacía la corriente, y cruzaron la divisoria de las aguas. ...
En la línea 336
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Cien metros más allá, Buck se encontró con uno de los perros de trineo que Thornton había comprado en Dawson. Se revolcaba en lucha con la muerte, en mitad del camino, y Buck pasó bordeándolo sin detenerse. Del campamento llegaban débilmente numerosas voces, en una cantinela cuyo sonido aumentaba y decrecía de forma monótona. Al aproximarse, pegado al suelo, al borde del claro, encontró a Hans boca abajo, emplumado de flechas como un puerco espín. En el mismo instante miró hacia donde había estado la choza de ramas y lo que vio hizo que se le erizase el pelo del cuello y del lomo. Una ráfaga de rabia insuperable lo recorrió. Sin ser consciente de ello, emitió un terrible bramido de furia. Por última vez en su vida permitió que la pasión usurpara el lugar de la astucia y la razón; y si esa vez perdió la cabeza fue por el gran amor que profesaba a John Thornton. ...
En la línea 340
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Se hizo la noche y una luna llena se elevó por encima de los árboles hasta lo alto del cielo, iluminando la tierra, que quedó bañada de una claridad fantasmal. Y, con la llegada de la noche, Buck, pensativo y afligido junto a la laguna, sintió el despertar de una vida nueva en la selva, una vida distinta de la que habían vivido los yeehat. Se puso de pie, escuchando y husmeando. Desde muy lejos le llegó débilmente, empujado por el viento, un penetrante aullido, al que respondió un coro de aullidos semejantes. Poco a poco los aullidos se fueron haciendo más claros y cercanos. De nuevo, Buck supo que los había oído en aquel otro mundo que vivía en su memoria. Se dirigió al centro del claro del bosque y escuchó. Era la llamada, la llamada tantas veces oída, que sonaba más atractiva e imperiosa que nunca. Y más que nunca estuvo dispuesto a obedecer. John Thornton había muerto. El último vínculo se había roto. Ni el hombre ni sus lazos lo retenían ya. ...
En la línea 42
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -No, poco a poco; cepitos quedos, amigo: yo quería no hacerla. Soy muy claro. ...
En la línea 50
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Mientras el acompañamiento desfilaba, con lentitud de duelo, por las calles mal empedradas de León, el tren corría, corría, dejando atrás las interminables alamedas de chopos que parecen un pentagrama donde fuesen las notas verde claro, sobre el crudo tono rojizo de las llanadas. Hecha Lucía un ovillo en la esquina del departamento, sollozaba sin amargura, con algún hipo, con vehemente llanto de niña inconsolable. Bien comprendía el novio que le tocaba decir algo, mostrarse afectuoso, compartir aquel primer dolor, ponerle término; mas hay en la vida situaciones especiales, casos en que no tropieza ni se embaraza la gente sencilla, y en que acaso el hombre de mundo y experiencia se convierte en doctrino. Preferible es en ocasiones un adarme de corazón a una arroba de habilidad; donde fracasan las huecas fórmulas, vence el sentimiento, con su espontánea elocuencia. A fuerza de quebrarse los cascos ideando manera de anudar el diálogo con su esposa, ocurriole al novio aprovechar una circunstancia insignificante. ...
En la línea 245
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Sí, señor… -contestó Lucía, atribulada ya-. Pues claro está que venía… venía don Aurelio Miranda, mi marido… -y al decirlo, sonriose involuntariamente, de lo nueva y peregrina que se le figuraba tal expresión en su boca. ...
En la línea 359
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Cuanto más, que… ¡Bobo de mi!; pues claro que va a sanar la señora doña Armanda, cuando vea la alegría que se le entra por las puertas. ¡Ay qué gusto verle a usted casado, señorito! ¡Y con tan linda muchacha! ¡Para bien sea! ...
En la línea 606
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Muy luego el guía se detuvo en la extremidad de un claro alumbrado por algunas antorchas. El suelo estaba cubierto de grupos de durmientes entorpecidos por la embriaguez. Parecía un campo de batalla sembrado de muertos. Hombres, mujeres, niños, todo allí estaba confundido. Algunos había aquí y acullá que dejaban oír el ronquido de la embriaguez. ...
En la línea 1796
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... En efecto, algunos minutos más tarde, llegaba a la toldilla una bomba con gritos e imprecaciones. Esa bomba era el capitán Speedy, y era claro que iba a estallar. ...
Errores Ortográficos típicos con la palabra Claro
Cómo se escribe claro o clarro?
Cómo se escribe claro o slaro?
Palabras parecidas a claro
La palabra secciones
La palabra cristal
La palabra palmo
La palabra virgen
La palabra valenciana
La palabra cuidado
La palabra brillaba
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