Cual es errónea Bastante o Vastante?
La palabra correcta es Bastante. Sin Embargo Vastante se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino vastante es que hay un Intercambio de las letras b;v con respecto la palabra correcta la palabra bastante
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Bastante en la RAE.
Bastante en Word Reference.
Bastante en la wikipedia.
Sinonimos de Bastante.
Errores Ortográficos típicos con la palabra Bastante
Cómo se escribe bastante o baztante?
Cómo se escribe bastante o vastante?

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece bastante
La palabra bastante puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 473
del libro la Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Un labrador habitante de otro dístrito de la huerta, hombre que las echaba de guapo y nunca tenía bastante tierra, sintióse tentado por el bajo precio del arrendamiento y apechugó con unos campos que a todos inspiraban miedo. ...
En la línea 652
del libro la Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Cada cual que se meta en su negocio, y él haría bastante cumpliendo con el suyo sin faltar a nadie. ...
En la línea 895
del libro la Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Podía llevarse las sobras de la cena; con esto y tres sardinas que encontraría en el vasar tenía bastante. ...
En la línea 998
del libro la Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Luego se apretó mucho el corsé, como si no le oprimiese aún bastante aquella armazón de altas palas, un verdadero corsé de labradora, que aplastaba con crueldad el naciente pecho, pues en la huerta valenciana es impudor que las solteras no oculten los seductores adornos de la Naturaleza, para que nadie pueda pecaminosamente suponer en la virgen la futura maternidad. ...
En la línea 594
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Para sostener sus injusticias y la servidumbre tradicional, necesitaban del estado de guerra, fingir que vivían entre peligros, quejándose de los gobiernos porque no les protegían bastante. Si los braceros pedían que les diesen de comer como a seres humanos, que les dejasen fumar un cigarro más en las horas veraniegas de sol abrasador, que les aumentasen los dos reales en unos cuantos céntimos, todos gritaban desde arriba recordando _La Mano Negra_, afirmando que iba a resucitar. ...
En la línea 686
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y su acento, al decir estas palabras, era tan triste, que Rafael tuvo que animarla. ¿Quién pensaba en tales cosas? ¿Qué podía ocurrir que tuviese fuerza bastante para separarlos? Los dos se conocían y eran dignos el uno del otro. Él, si acaso, por su vida pasada, no merecía ser amado, pero ella era buena y misericordiosa y le concedía la regia limosna de su cariño. ¡A vivir! ¡a quererse mucho!... ...
En la línea 914
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En las noches de invierno, la gran muchedumbre de la miseria pululaba en las calles de las ciudades, sin pan y sin techo, como si estuviese en un desierto. Los niños lloraban de frío, ocultando las manos bajo los sobacos; las mujeres de voz aguardentosa se encogían como fieras en el quicio de una puerta, para pasar la noche; los vagabundos sin pan, miraban los balcones iluminados de los palacios o seguían el desfile de las gentes felices que, envueltas en pieles, en el fondo de sus carruajes, salían de las fiestas de la riqueza. Y una voz, tal vez la misma, repetía en sus oídos, que zumbaban de debilidad: «No esperéis nada. ¡Cristo ha muerto!» El obrero sin trabajo, al volver a su frío tugurio, donde le aguardaban los ojos interrogantes de la hembra enflaquecida, dejábase caer en el suelo como una bestia fatigada, después de su carrera de todo un día para aplacar el hambre de los suyos. «¡Pan, pan!» le decían los pequeñuelos esperando encontrarlo bajo la blusa raída. Y el padre oía la misma voz, como un lamento que borraba toda esperanza: «¡Cristo ha muerto!» Y el jornalero del campo que, mal alimentado con bazofia, sudaba bajo el sol, sintiendo la proximidad de la asfixia, al detenerse un instante para respirar en esta atmósfera de horno, se decía que era mentira la fraternidad de los hombres predicada por Jesús, y falso aquel dios que no había hecho ningún milagro, dejando los males del mundo lo mismo que los encontró al llegar a él... Y el trabajador vestido con un uniforme, obligado a matar en nombre de cosas que no conoce a otros hombres que ningún daño le han hecho, al permanecer horas y horas en un foso, rodeado de los horrores de la guerra moderna, peleando con un enemigo invisible por la distancia, viendo caer destrozados miles de semejantes bajo la granizada de acero y el estallido de las negras esferas, también pensaba con estremecimientos de disimulado terror: «¡Cristo ha muerto, Cristo ha muerto!» Sí; bien muerto estaba. Su vida no había servido para aliviar uno solo de los males que afligen a los humanos. En cambio, había causado a los pobres un daño incalculable predicándoles la humildad, infiltrando en sus espíritus la sumisión, la creencia del premio en un mundo mejor. El envilecimiento de la limosna y la esperanza de justicia ultraterrena habían conservado a los infelices en su miseria por miles de años. Los que viven a la sombra de la injusticia, por mucho que adorasen al Crucificado, no le agradecerían bastante sus oficios de guardián durante diecinueve siglos. ...
En la línea 1171
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Don Fernando intervino, colocándose entre el aperador y la bruja. Ya había dicho bastante: debía callar. ...
En la línea 101
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¡A fe mía que estos gascones sonincorregibles! ¡Continuad la danza, pues que lo quiere! Cuando esté cansado ya dirá que tiene bastante. ...
En la línea 338
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Dicen que el señor de Buckingham está en Francia - prosiguió Aramis con una risa burlona que daba a aquella frase, tan simple en apariencia, una significación bastante escandalosa. ...
En la línea 503
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Aquel gran odio que manifestaba tan altivamente el joven viajero por aquel hombre que, cosa bastante pocoverosímil, le había robado la carta de su padre, aquel odio ¿no ocultaba alguna perfidia? ¿No le habría sido enviado aquel joven por Su Eminencia? ¿No vendría para tenderle alguna trampa? Ese presunto D'Artagnan ¿no sería un emisa rio del cardenal que trataba de introducirse en su casa, y que le habían puesto al lado para sorprender su confianza y para perderlo más tarde, como mil veces se había hecho? Miró a D'Artagnan más fijamente aún que la vez primera. ...
En la línea 547
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Me pare ce, pues, que es bastante. ...
En la línea 60
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Ahora bien: si para una sola sala de un rejente, cinco ministros y dos fiscales hay ademas de sus tareas ordinarias tantos cargos y comisiones de tanta gravedad y ocupacion como asi es, ¿como puede concebirse que se administre pronta justicia en ningun ramo? Es imposible que suceda lo que se debe desear en este particular, ínterin no se remuevan con mano fuerte todos estos obstáculos, bastante cada uno por sí solo á entorpecer y dilatar, lo que no se puede sujetar á cálculo, la marcha de los asuntos judiciales. ...
En la línea 72
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Declarada por fin, despues de vencidas dificultades, por bastante para proceder, los juzgados se encuentran sin promotores fiscales, ni letrados defensores capaces de pedir en la causa cada uno segun su ministerio, y á cada pedimento que por los reos ó presos suele presentar el indio defensor, ó por cualquier otro incidente que ocurra, se suspende el curso y vuelva al asesor cuando haya oportunidad: últimamente, por no molestar mas en el particular, llegado el caso de sentencia se pronuncia con asesor y con las dilaciones que todo lo demas, y dada y publicada, se remite la causa á la audiencia, desde donde á solicitud del ministerio fiscal suele volver á la provincia para reformar defectos, y aun ciertas nulidades, con las cuales no se puede administrar justicia, ó para practicar alguna dilijencia interesante que se omitió, y que aun puede ser de utilidad. ...
En la línea 256
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Ademas, las economías que esto proporcionaria son tambien de bastante bulto y peso para el efecto de esta reforma. ...
En la línea 313
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... ; dotadas con bastante profusion tales prebendas, nada mas justo que reformar sus asignaciones, teniendo presente para ello las que anteriormente disfrutaban en tiempos de la Nao de Acapulco, y sabiendo que emancipadas las Américas, aquellas dotaciones han sido aumentadas con poca razon y justicia. ...
En la línea 371
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Sospecho que las últimas palabras del digno cura encubrían una sátira; fuí, sin embargo, bastante jesuíta para aparentar que las recibía como un fino cumplido, y, quitándome el sombrero, me despedí haciéndole infinidad de reverencias. ...
En la línea 409
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En las puertas de las posadas lugareñas, en los hogares rústicos, en los campos donde trabajan, en las fuentes de piedra al borde de los caminos, donde abrevan sus ganados, he interrogado a la clase más humilde de los hijos de Portugal acerca de la Escritura, de la Biblia, del Viejo y del Nuevo Testamento, y ni una sola vez han sabido a qué me refería ni me han dado una respuesta racional, aunque en todas las demás cosas sus contestaciones fuesen bastante sensatas. ...
En la línea 452
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Un viejo huesudo y fuerte, acompañado de un muchacho descalzo, llegó con las bestias, que eran bastante regulares. ...
En la línea 531
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... A su izquierda había un saco, por cuya boca asomaban las cabezas de dos o tres animales bastante extraños; a su derecha se agazapaba un lobezno gruñón que estaba domesticando. ...
En la línea 138
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Con esto, caminaba tan despacio, y el sol entraba tan apriesa y con tanto ardor, que fuera bastante a derretirle los sesos, si algunos tuviera. ...
En la línea 512
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y el primero que fue a descargar el golpe fue el colérico vizcaíno, el cual fue dado con tanta fuerza y tanta furia que, a no volvérsele la espada en el camino, aquel solo golpe fuera bastante para dar fin a su rigurosa contienda y a todas las aventuras de nuestro caballero; mas la buena suerte, que para mayores cosas le tenía guardado, torció la espada de su contrario, de modo que, aunque le acertó en el hombro izquierdo, no le hizo otro daño que desarmarle todo aquel lado, llevándole de camino gran parte de la celada, con la mitad de la oreja; que todo ello con espantosa ruina vino al suelo, dejándole muy maltrecho. ...
En la línea 954
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -También lo podrían decir las mías -respondió don Quijote-, pero no es bastante indicio ése para creer que este que se vee sea el encantado moro. ...
En la línea 1049
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Viéndose tan maltrecho, creyó sin duda que estaba muerto o malferido, y, acordándose de su licor, sacó su alcuza y púsosela a la boca, y comenzó a echar licor en el estómago; mas, antes que acabase de envasar lo que a él le parecía que era bastante, llegó otra almendra y diole en la mano y en el alcuza tan de lleno que se la hizo pedazos, llevándole de camino tres o cuatro dientes y muelas de la boca, y machucándole malamente dos dedos de la mano. ...
En la línea 42
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Las Peñas de San Pablo, vistas desde cierta distancia, son de una blancura deslumbradora. Este color se debe, en parte, 'a los excrementos de una inmensa multitud de aves marinas, y en parte, a un revestimiento formado por una sustancia dura, reluciente, con brillo de nácar, que se adhiere con fuerza a la superficie de las rocas. Si se examina con una lente de aumento, se ve que este revestimiento consiste en capas numerosas y en extremo delgadas, ascendiendo su espesor total a una décima de pulgada. Esta sustancia contiene materias animales en gran cantidad, y su formación se debe sin duda ninguna a la acción de la lluvia y de la espuma del mar. He hallado en la Ascensión y en las pequeñas islas Abrolhos, sobre algunas masas de guano pequeñas, ciertos cuerpos en forma de ramos que evidentemente están constituidos de la misma manera que el revestimiento blanco de esas rocas. Estos cuerpos ramificados se asemejan de un modo tan perfecto a ciertas nulíporas (plantas marinas calcáreas muy duras), que, últimamente, al examinar mi colección un poco deprisa, no advertí la diferencia. La extremidad globular de las ramas tiene la misma conformación que el nácar o que el esmalte de los dientes; pero es bastante dura para rayar el vidrio. Quizá no esté fuera de propósito el mencionar aquí que una parte de la costa de la Ascensión donde se encuentran inmensos montones de arena con conchas, el agua del mar deposita en las rocas expuestas a la acción de la' marea una incrustación parecida a ciertas plantas criptógamas (Marchantia), que se notan a menudo en las paredes húmedas; la superficie de las hojas está admirablemente pulimentada; las partes expuestas de lleno a la luz son de un color negro, pero las que se encuentran debajo de un reborde de la roca permanecen, grises. He enseñado a varios geólogos algunas muestras de esas incrustaciones ¡y todos creyeron que son de origen volcánico o ígneo! La dureza y la diafanidad de esas incrustaciones, su pulimento tan perfecto como el de las conchas más bonitas, el olor que exhalan y la pérdida de color que sufren cuando se hace actuar sobre ellas el soplete: todo prueba su íntima analogía con las conchas de los moluscos marinos vivos. ...
En la línea 70
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... esta aldehuela está situada en un llano; en derredor de una habitación central están las chozas de los negros. Estas cabañas, por su forma y por su posición, me recuerdan los dibujos que representan las habitaciones de los hotentotes en el África meridional. Levantándose temprano la luna, nos decidimos a partir la misma noche para ir a acostarnos a Lagoa-Marica. En el momento de comenzar a caer la noche pasamos junto a una de esas macizas colinas de granito desnudas y escarpadas tan comunes en este país ese lugar es bastante célebre; en efecto, durante largo tiempo sirvió de refugio a algunos negros cimarrones que cultivando una pequeña meseta situada en la cúspide, consiguieron asegurarse la subsistencia. Descubrióseles, por fin, y se envió una escuadra de soldados para desalojarlos de allí; se rindieron todos excepto una vieja, quien, primero que volver a la cadena de la esclavitud, prefirió precipitarse desde lo alto de la peña y se rompió la cabeza al caer. Ejecutado este acto por una matrona romana, habríase celebrado y se hubiera dicho que la impulsó el noble amor a la libertad; efectuado - por una pobre negra, limitáronse a atribuirlo a una terquedad brutal. Proseguimos nuestro viaje durante varias horas; en las últimas millas de nuestra etapa, el camino se hace difícil, pues atraviesa una especie de país salvaje entrecortado por marjales y lagunas. A la luz de la luna, el paisaje presenta un aspecto siniestro y desolado. Algunas moscas luminosas vuelan en torno nuestro, y una becada solitaria deja oír su grito quejumbroso. El mujido del mar, situado a una distancia bastante grande, apenas turba el silencio de la noche. ...
En la línea 70
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... esta aldehuela está situada en un llano; en derredor de una habitación central están las chozas de los negros. Estas cabañas, por su forma y por su posición, me recuerdan los dibujos que representan las habitaciones de los hotentotes en el África meridional. Levantándose temprano la luna, nos decidimos a partir la misma noche para ir a acostarnos a Lagoa-Marica. En el momento de comenzar a caer la noche pasamos junto a una de esas macizas colinas de granito desnudas y escarpadas tan comunes en este país ese lugar es bastante célebre; en efecto, durante largo tiempo sirvió de refugio a algunos negros cimarrones que cultivando una pequeña meseta situada en la cúspide, consiguieron asegurarse la subsistencia. Descubrióseles, por fin, y se envió una escuadra de soldados para desalojarlos de allí; se rindieron todos excepto una vieja, quien, primero que volver a la cadena de la esclavitud, prefirió precipitarse desde lo alto de la peña y se rompió la cabeza al caer. Ejecutado este acto por una matrona romana, habríase celebrado y se hubiera dicho que la impulsó el noble amor a la libertad; efectuado - por una pobre negra, limitáronse a atribuirlo a una terquedad brutal. Proseguimos nuestro viaje durante varias horas; en las últimas millas de nuestra etapa, el camino se hace difícil, pues atraviesa una especie de país salvaje entrecortado por marjales y lagunas. A la luz de la luna, el paisaje presenta un aspecto siniestro y desolado. Algunas moscas luminosas vuelan en torno nuestro, y una becada solitaria deja oír su grito quejumbroso. El mujido del mar, situado a una distancia bastante grande, apenas turba el silencio de la noche. ...
En la línea 93
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... La costumbre de llevar cuchillo es universal; por otra parte, las plantas trepadoras hacen indispensable su empleo en cuanto se quiere atravesar un bosque algo espeso; pero también puede atribuirse a este hábito los frecuentes homicidios que se cometen en el Brasil. Los brasileños se valen del cuchillo con habilidad consumada; pueden arrojarlo a uña distancia bastante grande, con tanta fuerza y precisión, que casi siempre causan una herida mortal. He visto a un gran número de chicuelos ensayarse por juego en tirar el cuchillo; la facilidad con que los clavaban en un poste fijo en tierra, prometía para el porvenir. Mi compañero había matado la víspera a dos grandes monos portadores de barbas; estos animales tienen cola que les permite coger los objetos, cola cuyo extremo puede soportar aun el peso entero del cuerpo del animal después de su muerte. Uno de ellos quedó así fijo a una rama y hubo que cortar un árbol grueso para alcanzarle; lo cual se consiguió muy pronto.. Aparte de estos monos, sólo matamos algunos loritos verdes y algunos tucanes. Sin embargo, el conocimiento con el sacerdote portugués me fue de provecho, pues otra vez me regaló un hermoso ejemplar del gato Yaguarundi. ...
En la línea 227
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Celedonio que en alguna ocasión, aprovechando un descuido, había mirado por el anteojo del Provisor, sabía que era de poderosa atracción; desde los segundos corredores, mucho más altos que el campanario, había él visto perfectamente a la Regenta, una guapísima señora, pasearse, leyendo un libro, por su huerta que se llamaba el Parque de los Ozores; sí, señor, la había visto como si pudiera tocarla con la mano, y eso que su palacio estaba en la rinconada de la Plaza Nueva, bastante lejos de la torre, pues tenía en medio de la plazuela de la catedral, la calle de la Rúa y la de San Pelayo. ...
En la línea 236
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y bastante resignación era contentarse, por ahora, con Vetusta. ...
En la línea 528
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Entre aquellos cuadros había una copia bastante fiel y muy discretamente comprendida del célebre cuadro de Murillo San Juan de Dios, del Hospital de incurables de Sevilla. ...
En la línea 748
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La Regenta venía por primera vez, ¿por qué no le había avisado? El suceso era bastante solemne y había de sonar lo suficiente para merecer preliminares más ceremoniosos. ...
En la línea 165
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Con amarla, con saborear aquellos rápidos choques de miradas tenía bastante para ver el mundo iluminado de una luz purísima, bañándose en una armonía celeste llena de sentido, de vigor, de promesas ultraterrenas. ...
En la línea 649
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Jamás llegaron los Borgias a las fastuosidades de este cardenal Riario, presunto hijo del Papa, el cual pasó repentinamente de ser un pobre frailecito a malgastar las riquezas de la Santa Sede. Le dio su padre tantos obispados, abadías y otros cargos fructuosos, que sus rentas anuales ascendieron a tres millones de francos oro, y aun con esto no tenían bastante para su desatinada prodigalidad. ...
En la línea 752
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —En aquel momento—continuó el diplomático—, Borja y Rovere eran amigos. Se juntaban y apartaban según las conveniencias políticas; pero en realidad Rovere mostrábase más implacable en su odio, por no hallarse éste exento de envidia. Sentíase indignado sordamente por los éxitos mundanos del cardenal de Valencia, por aquel imán misterioso que atraía de un modo irresistible a las mujeres, según decían los cronistas, por la certeza de que iba a ser Papa antes que él, no obstante la influencia que venía ejercitando sobre Inocencio Octavo, Influencia que indignaba a muchos embajadores, haciéndoles gritar que «ya tenían bastante con un Pontífice y no necesitaban dos». ...
En la línea 768
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Me lo imagino—siguió diciendo don Manuel—cuando ya Pontífice hablaba a cardenales y embajadores. Su voz fue indudablemente abaritonada, en consonancia con su figura majestuosa y sus ojos negros, acariciadores y tenaces. Debió de tener mucho de hombre de teatro, expresándose a todas horas con cierta solemnidad, lo que es bastante común en las gentes del Mediterráneo. ...
En la línea 1902
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Aquí le hizo dar tormento con la esperanza de que confesase los crímenes de César. El testimonio de este hombre considerábalo precioso para incoar un terrible proceso contra el duque de las Romanas… Pero el duro don Micalet aguantó toda clase de suplicios sin hablar, manteniéndose fiel a su protector. Indudablemente le preguntaron acerca de muchos delitos imaginarios que César no había cometido nunca, ¡Le inventaban tantos!.. Como si no tuviese bastante con los que resultan completamente ciertos… ...
En la línea 834
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Gillespie no pudo ofenderse por este egoísmo, propio de enamorados. También el cuando había conseguido una entrevista con miss Margaret en un paseo de Nueva York o en un jardín de California, era capaz de no mostrar el menor interés ni llevarse la mano al sombrero aunque pasase por su lado el presidente de la República. El amor tiene bastante con sus propios asuntos y no deja espacio a las otras curiosidades de la vida. ...
En la línea 1093
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Esta pregunta amenguó un poco la cólera de Gillespie. Después de haber hecho huir a los policías, y mientras su servidumbre medrosa escapaba también fuera de la vivienda, Ra-Ra le habló desde el fondo del bolsillo que le servía de refugio. Consideraba prudente no quedarse allí. Ya había hecho bastante el gigante para defenderle de sus enemigos. Debía dejarlo escapar antes de que llegasen fuerzas mas considerables. Necesitaba mantenerse libre para la continuación de sus trabajos. ...
En la línea 1200
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Con una de sus comidas a mediodía -comentaba Gurdilo- podría mantenerse la guarnición entera de nuestra capital; con una de sus cenas habría bastante para la alimentación de toda la escuadra del Sol Naciente. Y el gobierno, que ha dispuesto este despilfarro monstruoso, nos pide ahora, de repente, la muerte de su antiguo protegido. ¿Qué secreto hay en el fondo de tal petición?… Todavía estaría derrochando el dinero del país para sostener al gigantesco intruso, si este, por su bestialidad nativa y su ignorancia, no hubiese molestado inconscientemente a ciertos personajes, especialmente a uno que es el consejero secreto del gobierno y el verdadero autor de los errores que comete. ...
En la línea 29
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La casa del gordo Arnaiz era relativamente moderna. Se había hecho pañero porque tuvo que quedarse con las existencias de Albert, para indemnizarse de un préstamo que le hiciera en 1843. Trabajaba exclusivamente en género extranjero; pero cuando Santa Cruz hizo su traspaso a los Chicos, también Arnaiz se inclinaba a hacer lo mismo, porque estaba ya muy rico, muy obeso, bastante viejo y no quería trabajar. Daba y tomaba letras sobre Londres y representaba a dos Compañías de seguros. Con esto tenía lo bastante para no aburrirse. Era hombre que cuando se ponía a toser hacía temblar el edificio donde estaba; excelente persona, librecambista rabioso, anglómano y solterón. Entre las casas de Santa Cruz y Arnaiz no hubo nunca rivalidades; antes bien, se ayudaban cuanto podían. El gordo y D. Baldomero tratáronse siempre como hermanos en la vida social y como compañeros queridísimos en la comercial, salvo alguna discusión demasiado agria sobre temas arancelarios, porque Arnaiz había hecho la gracia de leer a Bastiat y concurría a los meetings de la Bolsa, no precisamente para oír y callar, sino para echar discursos que casi siempre acababan en sofocante tos. Trinaba contra todo arancel que no significara un simple recurso fiscal, mientras que D. Baldomero, que en todo era templado, pretendía que se conciliasen los intereses del comercio con los de la industria española. «Si esos catalanes no fabrican más que adefesios —decía Arnaiz entre tos y tos—, y reparten dividendos de sesenta por ciento a los accionistas… ». ...
En la línea 29
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La casa del gordo Arnaiz era relativamente moderna. Se había hecho pañero porque tuvo que quedarse con las existencias de Albert, para indemnizarse de un préstamo que le hiciera en 1843. Trabajaba exclusivamente en género extranjero; pero cuando Santa Cruz hizo su traspaso a los Chicos, también Arnaiz se inclinaba a hacer lo mismo, porque estaba ya muy rico, muy obeso, bastante viejo y no quería trabajar. Daba y tomaba letras sobre Londres y representaba a dos Compañías de seguros. Con esto tenía lo bastante para no aburrirse. Era hombre que cuando se ponía a toser hacía temblar el edificio donde estaba; excelente persona, librecambista rabioso, anglómano y solterón. Entre las casas de Santa Cruz y Arnaiz no hubo nunca rivalidades; antes bien, se ayudaban cuanto podían. El gordo y D. Baldomero tratáronse siempre como hermanos en la vida social y como compañeros queridísimos en la comercial, salvo alguna discusión demasiado agria sobre temas arancelarios, porque Arnaiz había hecho la gracia de leer a Bastiat y concurría a los meetings de la Bolsa, no precisamente para oír y callar, sino para echar discursos que casi siempre acababan en sofocante tos. Trinaba contra todo arancel que no significara un simple recurso fiscal, mientras que D. Baldomero, que en todo era templado, pretendía que se conciliasen los intereses del comercio con los de la industria española. «Si esos catalanes no fabrican más que adefesios —decía Arnaiz entre tos y tos—, y reparten dividendos de sesenta por ciento a los accionistas… ». ...
En la línea 84
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... ¡Y que no pasaba flojos apuros la pobre para salir airosa en aquel papel inmenso! A Barbarita le hacía ordinariamente sus confidencias. «Mira, hija, algunos meses me veo tan agonizada, que no sé qué hacer. Dios me protege, que si no… Tú no sabes lo que es vestir siete hijas. Los varones, con los desechos de la ropa de su padre que yo les arreglo, van tirando. ¡Pero las niñas!… ¡Y con estas modas de ahora y este suponer!… ¿Viste la pieza de merino azul?, pues no fue bastante y tuve que traer diez varas más. ¡Nada te quiero decir del ramo de zapatos! Gracias que dentro de casa la que se me ponga otro calzado que no sea las alpargatitas de cáñamo, ya me tiene hecha una leona. Para llenarles la barriga, me defiendo con las patatas y las migas. Este año he suprimido los estofados. Sé que los dependientes refunfuñan; pero no me importa. Que vayan a otra parte donde los traten mejor. ¿Creerás que un quintal de carbón se me va como un soplo? Me traigo a casa dos arrobas de aceite, y a los pocos días… pif… parece que se lo han chupado las lechuzas. Encargo a Estupiñá dos o tres quintales de patatas, hija, y como si no trajera nada». En la casa había dos mesas. En la primera comían el principal y su señora, las niñas, el dependiente más antiguo y algún pariente, como Primitivo Cordero cuando venía a Madrid de su finca de Toledo, donde residía. A la segunda se sentaban los dependientes menudos y los dos hijos, uno de los cuales hacía su aprendizaje en la tienda de blondas de Segundo Cordero. Era un total de diez y siete o diez y ocho bocas. El gobierno de tal casa, que habría rendido a cualquiera mujer, no fatigaba visiblemente a Isabel. A medida que las niñas iban creciendo, disminuía para la madre parte del trabajo material; pero este descanso se compensaba con el exceso de vigilancia para guardar el rebaño, cada vez más perseguido de lobos y expuesto a infinitas asechanzas. Las chicas no eran malas, pero eran jovenzuelas, y ni Cristo Padre podía evitar los atisbos por el único balcón de la casa o por la ventanucha que daba al callejón de San Cristóbal. Empezaban a entrar en la casa cartitas, y a desarrollarse esas intrigüelas inocentes que son juegos de amor, ya que no el amor mismo. Doña Isabel estaba siempre con cada ojo como un farol, y no las perdía de vista un momento. A esta fatiga ruda del espionaje materno uníase el trabajo de exhibir y airear el muestrario, por ver si caía algún parroquiano o por otro nombre, marido. Era forzoso hacer el artículo, y aquella gran mujer, negociante en hijas, no tenía más remedio que vestirse y concurrir con su género a tal o cual tertulia de amigas, porque si no lo hacía, ponían las nenas unos morros que no se las podía aguantar. Era también de rúbrica el paseíto los domingos, en corporación, las niñas muy bien arregladitas con cuatro pingos que parecían lo que no eran, la mamá muy estirada de guantes, que le imposibilitaban el uso de los dedos, con manguito que le daba un calor excesivo a las manos, y su buena cachemira. Sin ser vieja lo parecía. ...
En la línea 169
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La noticia del matrimonio de Juanito cayó en la familia Arnaiz como una bomba que revienta y esparce, no desastres y muertes, sino esperanza y dichas. Porque hay que tener en cuenta que el Delfín, por su fortuna, por sus prendas, por su talento, era considerado como un ser bajado del cielo. Gumersindo Arnaiz no sabía lo que le pasaba; lo estaba viendo y aún le parecía mentira; y siendo el amartelamiento de los novios bastante empalagoso, a él le parecía que todavía se quedaban cortos y que debían entortolarse mucho más. Isabel era tan feliz que, de vuelta ya en Madrid, decía que le iba a dar algo, y que seguramente su empobrecida naturaleza no podría soportar tanta felicidad. Aquel matrimonio había sido la ilusión de su vida durante los últimos años, ilusión que por lo muy hermosa no encajaba en la realidad. No se había atrevido nunca a hablar de esto a su cuñada, por temor de parecer excesivamente ambiciosa y atrevida. ...
En la línea 13
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... No. La vida de Tom transcurría bastante bien, especialmente en verano. Mendigaba sólo lo necesario para salvarse, pues las leyes contra la mendicidad eran estrictas, y graves las penas, y reservaba buena parte de su tiempo para escuchar los encantadores viejos cuentos y leyendas del buen padre Andrés acerca de gigantes y hadas, enanos, y genios, y castillos encantados y magníficos reyes y príncipes. Llenósele la cabeza de todas estas cosas maravillosas, y más de una noche, cuando yacía en la oscuridad, sobre su mezquina y hedionda paja, cansado, hambriento y dolorido de una paliza, daba rienda suelta a la imaginación y pronto olvidaba sus penas y dolores, representándose deliciosamente la espléndida vida de un mimado príncipe en un palacio real. Con el tiempo un deseo vino a cautivarlo día y noche: ver a un príncipe de verdad, con sus propios ojos. Una vez les habló de ello a sus camaradas de Offal Court; pero se burlaron y escarnecieron tan despiadamente, que después de aquello guardó, gustosamente para sí su sueño. ...
En la línea 15
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Tom encontraba siempre algún suceso en torno del Mayo de Cheapside y en las ferias, y de cuando en cuando, él y el resto de Londres tenían oportunidad de presenciar una parada militar cuando algún famoso infortunado era llevado prisionero a la Torre, por tierra o en bote. Un día de verano vio quemar en la pira de Smithfield a la pobre Ana Askew y a tres hombres, y oyó a un ex-obispo predicarles un sermón, que no le interesó. Sí, la vida de Tom era variada, y, en conjunto, bastante agradable. ...
En la línea 23
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Tom se levantó hambriento, y hambriento vagó, pero con el pensamiento ocupado en las sombras esplendorosas de sus sueños nocturnos. Anduvo aquí y allá por la ciudad, casi sin saber a dónde iba o lo que sucedía a su alrededor. La gente lo atropellaba y algunos lo injuriaban, pero todo ello era indiferente para el meditabundo muchacho. De pronto se encontró en Temple Bar, lo más lejos de su casa que había llegado nunca en aquella dirección. Detúvose a reflexionar un momento y en seguida volvió a sus imaginaciones y atravesó las murallas de Londres. El Strand había cesado de ser camino real en aquel entonces y se consideraba como calle, aunque de construcción desigual, pues si bien había una hilera bastante compacta de casas a un lado, al otra sólo se veían unos cuantos edificios grandes desperdigados: palacios de ricos nobles con amplios y hermosos parques que se extendían hasta el río; parques que ahora están encajonados por horrendas fincas de ladrillo y piedra. ...
En la línea 239
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Sentóse después el fatigado cautivo y se dispuso a quitarse las zapatillas, después de pedir tímidamente permiso con la mirada; mas otro oficioso criada, también ataviado de seda y terciopelo, se arrodilló y le ahorró el trabajo. Dos o tres esfuerzos más hizo el niño por servirse a si mismo; mas, como siempre se le anticiparon vivamente, acabó por ceder con un suspiro de resignación y diciendo entre dientes: 'Maravillame que no se empeñen también en respirar por mi' En chinelas y envuelto en suntuosa bata se tendió por fin a reposar, pero no a dormir, porque su cabeza estaba demasiado llena de pensamientos y la estancia demasiado llena de gente. No podía desechar los primeros, así que permanecieron; no sabía tampoco lo bastante para despedir a los segundos, así que también se quedaron, con gran pesar del príncipe y de ellos. ...
En la línea 1080
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Sí, bastante después. Mejoró, mejoró bastante. Y ella, la patrona, decía: «De esto tiene la culpa ese don Valentín, que le ha entendido la enfermedad… Mejor era el otro, don José, que no se la entendía. Si sólo le hubiese tratado él, ya estaría muerto, y no que ahora me va a fastidiar.» ...
En la línea 1080
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Sí, bastante después. Mejoró, mejoró bastante. Y ella, la patrona, decía: «De esto tiene la culpa ese don Valentín, que le ha entendido la enfermedad… Mejor era el otro, don José, que no se la entendía. Si sólo le hubiese tratado él, ya estaría muerto, y no que ahora me va a fastidiar.» ...
En la línea 1400
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¡Nada! Mi mujer salía sola de casa con bastante frecuencia, a casa de su madre, de unas amigas, y su misma extraña frialdad la defendía ante mí de toda sospecha. ¡Y nada adiviné nunca en aquella esfinge! El hombre con quien huyó era un hombre casado, que no sólo dejó a su mujer y a una pequeña niña para irse con la mía, sino que se llevó la fortuna toda de la suya, que era regular, después de haberla manejado a su antojo. Es decir, que no sólo abandonó a su esposa, sino que la arruinó robándole lo suyo. Y en aquella seca y breve y fría carta que recibí se hacía alusión al estado en que la pobre mujer del raptor de la mía se quedaba. ¡Raptor o raptado… no lo sé! En unos días ni dormí, ni comí, ni descansé; no hacía sino pasear por los más apartados barrios de mi ciudad. Y estuve a punto de dar en los vicios más bajos y más viles. Y cuando empezó a asentárseme el dolor, a convertírseme en pensamiento, me acordé de aquella otra pobre víctima, de aquella mujer que se quedaba sin amparo, robada de su cariño y de su fortuna. Creí un caso de conciencia, pues que mi mujer era la causa de su desgracia, ir a ofrecerla mi ayuda pecuniaria, ya que Dios me dio fortuna. ...
En la línea 1522
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –¡No, dos no!, ¡de ninguna manera! De no contentarse con una, que yo creo es lo mejor y es bastante tarea, por lo menos tres. La dualidad no cierra. ...
En la línea 680
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Pronto volveremos a Labuán. ¿Cómo olvidar a su Perla, aunque esté en Mompracem junto a mis tigres? ¿No era bastante la derrota? ¡También tenía que dejar el corazón en esta isla maldita! ...
En la línea 727
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... La canoa avanzaba bastante bien únicamente con la vela. ...
En la línea 1297
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Han crecido bastante en número estos bribones! —murmuró Yáñez— Van a rodearnos, hermanito, y si no actuamos con mucha prudencia caeremos en la red que nos tienden. ...
En la línea 1330
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... El sitio era bastante amplio, pero había una gran cantidad de cenizas y carbones. Los dos piratas podían estar de pie cómodamente. ...
En la línea 40
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... A mi llegada a Nueva York, varias personas me habían hecho el honor de consultarme sobre el fenómeno en cuestión. Había publicado yo en Francia una obra, en cuarto y en dos tomos, titulada Los misterios de los grandes fondos submarinos, que había hallado una excelente acogida en el mundo científico. Ese libro hacía de mí un especialista en ese dominio, bastante oscuro, de la Historia Natural. Solicitada mi opinión, me encerré en una absoluta negativa mientras pude rechazar la realidad del hecho. Pero pronto, acorralado, me vi obligado a explicarme categóricamente. «El honorable Pierre Aronnax, profesor del Museo de París», fue conminado por el New York Herald a formular una opinión. ...
En la línea 70
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... «Además pensé todos los caminos llevan a Europa y el unicornio será lo bastante amable como para llevarme hacia las costas de Francia. El digno animal se dejará atrapar en los mares de Europa, en aras de mi conveniencia personal, y no quiero dejar de llevar por lo menos medio metro de su alabarda al Museo de Historia Natural.» ...
En la línea 78
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Conseil tenía tan sólo un defecto. Formalista empedernido, nunca se dirigía a mí sin utilizar la tercera persona, lo que me irritaba bastante. ...
En la línea 341
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Débil posibilidad, pero ¡la esperanza está tan fuertemente enraizada en el corazón del hombre! Además, éramos dos. Y, por último, puedo afirmar, por improbable que esto parezca, que aunque tratara de destruir en mí toda ilusión, aunque me esforzara por desesperar, no podía conseguirlo. La colisión de la fragata y del cetáceo se había producido hacia las once de la noche. Calculé, pues, que debíamos nadar durante unas ocho horas hasta la salida del sol. Operación rigurosamente practicable con nuestro sistema de relevos. El mar, bastante bonancible, nos fatigaba poco. A veces trataba yo de penetrar con la mirada las espesas tinieblas que tan sólo rompía la fosforescencia provocada por nuestros movimientos. Miraba esas ondas luminosas que se deshacían en mis manos y cuya capa espejeante formaba como una película de tonalidades lívidas. Se hubiera dicho que estábamos sumergidos en un baño de mercurio. ...
En la línea 148
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... La certeza de este hecho fue la que me dio valor bastante para hacer la indicación. ...
En la línea 161
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Me figuraba que lo sabía usted - repliqué -, porque los oímos desde mi casa, que está bastante más lejos y además teníamos las ventanas cerradas. ...
En la línea 179
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Así, pues, cuando Joe y yo íbamos a la iglesia, éramos un espectáculo conmovedor para las personas compasivas. Y, sin embargo, todos mis sufrimientos exteriores no eran nada para los que sentía en mi interior. Los terrores que me asaltaron cada vez que la señora Joe se acercaba a la despensa o salía de la estancia no podían compararse más que con los remordimientos que sentía mi conciencia por lo que habían hecho mis manos. Bajo el peso de mi pecaminoso secreto, me pregunté si la Iglesia sería lo bastante poderosa para protegerme de la venganza de aquel joven terrible si divulgase lo que sabía. Ya me imaginaba el momento en que se leyeran los edictos y el clérigo dijera: «Ahora te toca declarar a ti.» Entonces había llegado la ocasión de levantarme y solicitar una conferencia secreta en la sacristía. Estoy muy lejos de tener la seguridad de que nuestra pequeña congregación no hubiera sentido asombro al ver que apelaba a tan extrema medida, pero tal vez me valdría el hecho de ser el día de Navidad y no un domingo cualquiera. ...
En la línea 201
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Un poco después, y mientras comíamos aún, el señor Wopsle hizo una crítica bastante severa del sermón, e indicó, en el caso hipotético de que la Iglesia estuviese «abierta», el sermón que él habría pronunciado. Y después de favorecer a su auditorio con algunas frases de su discurso, observó que consideraba muy mal elegido el asunto de la homilía de aquel día; lo cual era menos excusable, según añadió, cuando había tantos asuntos excelentes y muy indicados para semejante fiesta. ...
En la línea 90
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Llenó su vaso, lo vació y quedó en una actitud soñadora. En efecto, briznas de heno se veían aquí y allá, sobre sus ropas y hasta en sus cabellos. A juzgar por las apariencias, no se había desnudado ni lavado desde hacía cinco días. Sus manos, gruesas, rojas, de uñas negras, estaban cargadas de suciedad. Todos los presentes le escuchaban, aunque con bastante indiferencia. Los chicos se reían detrás del mostrador. El tabernero había bajado expresamente para oír a aquel tipo. Se sentó un poco aparte, bostezando con indolencia, pero con aire de persona importante. Al parecer, Marmeladof era muy conocido en la casa. Ello se debía, sin duda, a su costumbre de trabar conversación con cualquier desconocido que encontraba en la taberna, hábito que se convierte en verdadera necesidad, especialmente en los alcohólicos que se ven juzgados severamente, e incluso maltratados, en su propia casa. Así, tratan de justificarse ante sus compañeros de orgía y, de paso, atraerse su consideración. ...
En la línea 146
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Raskolnikof calculó que tenía unos treinta años y que la edad de Marmeladof superaba bastante a la de su mujer. Ella no advirtió la presencia de los dos hombres. Parecía sumida en un estado de aturdimiento que le impedía ver y oír. ...
En la línea 250
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «Cierto ‑prosiguió, cazando al vuelo los pensamientos que cruzaban su imaginación‑, cierto que para conocer a un hombre es preciso observarlo largo tiempo y de cerca, pero el carácter del señor Lujine es fácil de descifrar. Lo que más me ha gustado es el calificativo de hombre de negocios y eso de que parece bueno. ¡Vaya si lo es! ¡Encargarse de los gastos de transporte del equipaje, incluso el gran baúl… ! ¡Qué generosidad! Y ellas, la prometida y la madre, se ponen de acuerdo con un mujik para trasladarse a la estación en una carreta cubierta (también yo he viajado así). Esto no tiene importancia: total, de la casa a la estación sólo hay noventa verstas. Después se instalarán alegremente en un vagón de tercera para recorrer un millar de verstas. Esto me parece muy natural, porque cada cual procede de acuerdo con los medios de que dispone. Pero usted, señor Lujine, ¿qué piensa de todo esto? Ella es su prometida, ¿no? Sin embargo, no se ha enterado usted de que la madre ha pedido un préstamo con la garantía de su pensión para atender a los gastos del viaje. Sin duda, usted ha considerado el asunto como un simple convenio comercial establecido a medias con otra persona y en el que, por lo tanto, cada socio debe aportar la parte que le corresponde. Ya lo dice el proverbio: 'El pan y la sal, por partes iguales; los beneficios, cada uno los suyos'. Pero usted sólo ha pensado en barrer hacia dentro: los billetes son bastante más caros que el transporte del equipaje, y es muy posible que usted no tenga que pagar nada por enviarlo. ¿Es que no ven ellas estas cosas o es que no quieren ver nada? ¡Y dicen que están contentas! ¡Cuando pienso que esto no es sino la flor del árbol y que el fruto ha de madurar todavía! Porque lo peor de todo no es la cicatería, la avaricia que demuestra la conducta de ese hombre, sino el carácter general del asunto. Su proceder da una idea de lo que será el marido, una idea clara… ...
En la línea 494
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Al principio ‑de esto hacía ya bastante tiempo‑, lo que más le preocupaba era el motivo de que todos los crímenes se descubrieran fácilmente, de que la pista del culpable se hallara sin ninguna dificultad. Raskolnikof llegó a diversas y curiosas conclusiones. Según él, la razón de todo ello estaba en la personalidad del criminal más que en la imposibilidad material de ocultar el crimen. ...
En la línea 295
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ¡Pero no, no es usted un hombre bastante fuerte para eso! Usted mataría sin duda por orden mía, pero luego vendría a matarme a mí, por haberme atrevido a mandarle. ...
En la línea 377
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Estoy unido al general en parte por negocios, en parte por “ciertas circunstancias particulares” —dijo secamente—. El general me ha enviado a rogar a usted que renuncie a sus intenciones de ayer. Todo lo que usted ha imaginado es, ciertamente, muy espiritual, pero me ha encargado le advierta que no conseguirá usted nada. Por lo pronto, el barón no le recibirá. No olvide que tiene medios de evitar nuevas molestias de usted. Convénzase usted mismo. ¿Para qué insistir? El general se compromete formalmente a tomarle a su servicio, cuando las circunstancias lo permitan, y le garantiza hasta esa época “sus honorarios”. Lo cual es bastante ventajoso para usted. ¿No le parece? ...
En la línea 500
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... No obstante sus setenta y cinco años tenía la cara fresca y los dientes bastante bien conservados. ...
En la línea 526
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¿Resulta distraído hablar con ella? ¿Comprende el ruso? En Moscú, Des Grieux lo chapurreaba bastante mal. ...
En la línea 351
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Se puso de pie, dudó aún un momento y escuchó: todo estaba en silencio en la casa; entonces examinó la ventana; miró hacia el jardín, con esa mirada atenta que estudia más que mira. Estaba cercado por una pared blanca bastante baja y fácil de escalar. ...
En la línea 435
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Se detuvo cerca del arbusto sin ver a Jean Valjean y tiró las monedas que hasta entonces había cogido con bastante habilidad en el dorso de la mano. Pero esta vez la moneda de cuarenta sueldos se le escapó y fue rodando por la hierba hasta donde estaba Jean Valjean, quien le puso el pie encima. Pero el niño había seguido la moneda con la vista. No se detuvo; se fue derecho hacia el hombre. ...
En la línea 576
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... En cuanto a la madre, su aspecto era pobre y triste. Llevaba la vestimenta de una obrera que quiere volver a ser aldeana. Era joven; acaso hermosa, pero con aquella ropa no lo parecía. Sus rubios cabellos escapaban por debajo de una fea cofia de beguina amarrada al mentón; calzaba gruesos zapatones. Aquella mujer no se reía; sus ojos parecían secos desde hacía mucho tiempo. Estaba pálida, se veía cansada y tosía bastante; tenía las manos ásperas y salpicadas de manchas rojizas, el índice endurecido y agrietado por la aguja. Era Fantina. ...
En la línea 670
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Su dormitorio era una habitación adornada sencillamente con muebles de caoba bastante feos, y tapizada con papel barato. Lo único que chocaba allí eran dos candelabros de forma antigua que estaban sobre la chimenea, y que parecían ser de plata. ...
En la línea 74
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Día tras día, unos días interminables, se afanó Buck en su tarea. Siempre levantaban campamento en la oscuridad, y los primeros grises del amanecer los encontraban dejando su huella en el sendero y con muchas millas ya recorridas a la espalda. Y siempre acampaban después del anochecer, comían un poco de pescado y se arrastraban a dormir metidos en la nieve. Buck estaba hambriento. Los setecientos gramos de salmón secado al sol que constituían su ración diaria desaparecían enseguida. Nunca tenía bastante y sufría continuos retortijones. En cambio, los otros perros, que pesaban menos y estaban acostumbrados a aquel régimen, recibían sólo quinientos gramos de pescado y conseguían mantenerse en buena forma. ...
En la línea 98
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Cuando llegaron al Hootalinqua y al hielo firme, Buck estaba agotado. El resto de los perros se encontraba en un estado semejante; pero Perrault, para compensar el tiempo perdido, les exigía trabajar de sol a sol. El primer día recorrieron sesenta kilómetros hasta el Big Salmon; al siguiente, sesenta más hasta el Little Salmon; el tercer día otros setenta, lo cual los llevó hasta bastante cerca de Five Fingers. ...
En la línea 173
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Ya llevan ustedes bastante peso -dijo uno de ellos- y, aunque no me corresponda meterme en sus asuntos, yo en su lugar no cargaría con esa tienda. ...
En la línea 199
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Con los perros nuevos, inservibles y desanimados, y el equipo anterior agotado por cuatro mil quinientos kilómetros de continuo esfuerzo, las perspectivas no eran muy halagüeñas. No obstante, los dos hombres estaban bastante contentos. Y también orgullosos. Con catorce perros, estaban haciendo las cosas a lo grande. Habían visto otros trineos que cruzaban el paso hacia Dawson o que venían de allí, pero ninguno con catorce perros. Hay una razón obvia por la que en los viajes por el Ártico catorce perros no deben tirar de un trineo, y es que en un solo trineo no cabe la comida para catorce perros. Pero Charles y Hal lo ignoraban. Habían hecho un cálculo teórico, a tanto por perro, catorce perros, tantos días, igual a tanto. Mercedes, que había visto el cálculo por encima, había asentido: era todo tan sencillo… ...
En la línea 187
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Sentáronse a la mesa dispuesta para los viajeros, mesa trivial, sellada por la vulgar promiscuidad que en ella se establecía a todas horas; muy larga y cubierta de hule, y cercada como la gallina de sus polluelos, de otras mesitas chicas, con servicios de té, de café, de chocolate. Las tazas, vueltas boca abajo sobre los platillos, parecían esperar pacientes la mano piadosa que les restituyese su natural postura; los terrones de azúcar empilados en las salvillas de metal, remedaban materiales de construcción, bloques de mármol blanco desbastados para algún palacio liliputiense. Las teteras presentaban su vientre reluciente y las jarras de la leche sacaban el hocico como niños mal criados. La monotonía del prolongado salón abrumaba. Tarifas, mapas y anuncios, pendientes de las paredes, prestaban al lugar no sé qué perfiles de oficina. El fondo de la pieza ocupábalo un alto mostrador atestado de rimeros de platos, de grupos de cristalería recién lavada, de fruteros donde las pirámides de manzanas y peras pardeaban ante el verde fuerte del musgo. En la mesa principal, en dos floreros de azul porcelana, acababan de mustiarse lacias flores, rosas tardías, girasoles inodoros. Iban llegando y ocupando sus puestos los viajeros, contraído de tedio y de sueño el semblante, caladas las gorras de camino hasta las cejas los hombres, rebujadas las mujeres en toquillas de estambre, oculta la gentileza del talle por grises y largos impermeables, descompuesto el peinado, ajados los puños y cuellos. Lucía, risueña, con su ajustado casaquín, natural y sonrosada la color del semblante, descollaba entre todos, y dijérase que la luz amarillenta y cruda de los mecheros de gas se concentraba, proyectándose únicamente sobre su cabeza y dejando en turbia media tinta las de los demás comensales. Les trajeron la comida invariable de los fondines: sopa de hierbas, chuletas esparrilladas, secos alones de pollo, algún pescado recaliente, jamón frío en magrísimas lonjas, queso y frutas. Hizo Miranda poco gasto de manjares, despreciando cuanto le servían, y pidiendo imperativo y en voz bastante alta una botella de Jerez y otra de Burdeos, de que escanció a Lucía, explicándole las cualidades especiales de cada vino. Lucía comió vorazmente, soltando la rienda a su apetito impetuoso de niño en día de asueto. A cada nuevo plato, renovabásele el goce que los estómagos no estragados y hechos a alimentos sencillos hallan en la más leve novedad culinaria. Paladeó el Burdeos, dando con la lengua en el cielo de la boca, y jurando que olía y sabía como las violetas que le traía Vélez de Rada a veces. Miró al trasluz el líquido topacio del Jerez, y cerró los ojos al beberlo, afirmando que le cosquilleaba en la garganta. Pero su gran orgía, su fruto prohibido, fue el café. No acertaremos jamás los mínimos y escrupulosos cronistas del señor Joaquín el Leonés, cuál fuese la razón secreta y potísima que le llevó a vedar siempre a su hija el uso del café, cual si fuese emponzoñada droga o pernicioso filtro: caso tanto más extraño cuanto que ya sabemos la afición desmedida, el amor que al café profesaba nuestro buen colmenarista. Privada Lucía de gustar de la negra infusión, y no ignorante de los tragos que de ella se echaba su padre al cuerpo todos los días, dio en concebir que el tal brebaje era el mismo néctar, la propia ambrosía de los dioses, y sucedíale a veces decir a Rosarito o a Carmela: ...
En la línea 378
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Poca cosa: curarle una herida, bastante grave. ...
En la línea 704
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Pues es verdad, pues es verdad… Y está en castellano, murmuraba: «La señora bastante grave. Desea venga señorito… Engracia.» ¿Quién será esta Engracia, esta Engracia?¡Ah! ya sé: el ama de cría de Artegui… el ama, de fijo. ¡Hombre, hombre! pues no sé si cogerá el expreso, el expreso (esta palabra en labios de Gonzalvo sonaba así: epés). Las dos y media… hace poco llegó el de España… aún tiene tiempo. ...
En la línea 755
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -El señor será bastante amable de dispensarme… -protestó la fondista, despedazando sin compasión, en su aturdimiento, la sintaxis castellana-. Yo me rehúso a lo que el señor propone, yo soy verdaderamente desolada, pero esto, no se hace, esto no se hizo jamás en nuestras casas… Sería una falta, una grave falta, Monsieur Artegui tendría razón de quejarse… Yo demando bien perdón al señor… ...
En la línea 206
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El otro era un hombrecillo flaco, de aspecto bastante inteligente, nervioso, que contraía con notable persistencia los músculos de sus párpados. A través de éstos brillaba una mirada viva, pero cuyo ardor sabía amortiguar a voluntad. En aquel momento descubría cierta impaciencia, yendo, viniendo y no pudiendo estarse quieto. ...
En la línea 220
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... El tiempo era bastante hermoso, pero el aire frío, a consecuencia del viento que soplaba del Este. Algunos minaretes se destacaban sobre la población bajo los pálidos rayos del sol. Hacia el Sur se prolongaba una escollera de dos mil metros, cual un brazo, sobre la rada de Suez. Por la superficie del Mar Rojo circulaban varias lanchas pescadoras o de cabotaje, algunas de las cuaies han conservado el elegante gálibo de la galera antigua. ...
En la línea 234
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Eran los pasajeros bastante numerosos a bordo. Algunos se quedaron en el entrepuente contemplando el pintoresco panorama de la ciudad, pero la mayor parte desembarcaron en las lanchas que se habían arrimado al 'Mongolia'. ...
En la línea 517
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Sacaron y equiparon al elefante sin tardanza. El parsi conocía perfectamente el oficio de 'mahut' o cornac. Cubrió con una especie de hopalanda los lomos del elefante y dispuso por cada lado dos especies de cuévanos bastante poco confortables. ...
Reglas relacionadas con los errores de b;v
Las Reglas Ortográficas de la B
Regla 1 de la B
Detrás de m se escribe siempre b.
Por ejemplo:
sombrío
temblando
asombroso.
Regla 2 de la B
Se escriben con b las palabras que empiezan con las sílabas bu-, bur- y bus-.
Por ejemplo: bujía, burbuja, busqué.
Regla 3 de la B
Se escribe b a continuación de la sílaba al- de inicio de palabra.
Por ejemplo: albanés, albergar.
Excepciones: Álvaro, alvéolo.
Regla 4 de la B
Las palabras que terminan en -bundo o -bunda y -bilidad se escriben con b.
Por ejemplo: vagabundo, nauseabundo, amabilidad, sociabilidad.
Excepciones: movilidad y civilidad.
Regla 5 de la B
Se escriben con b las terminaciones del pretérito imperfecto de indicativo de los verbos de la primera conjugación y también el pretérito imperfecto de indicativo del verbo ir.
Ejemplos: desplazaban, iba, faltaba, estaba, llegaba, miraba, observaban, levantaba, etc.
Regla 6 de la B
Se escriben con b, en todos sus tiempos, los verbos deber, beber, caber, haber y saber.
Regla 7 de la B
Se escribe con b los verbos acabados en -buir y en -bir. Por ejemplo: contribuir, imbuir, subir, recibir, etc.
Excepciones: hervir, servir y vivir, y sus derivados.
Las Reglas Ortográficas de la V
Regla 1 de la V Se escriben con v el presente de indicativo, subjuntivo e imperativo del verbo ir, así como el pretérito perfecto simple y el pretérito imperfecto de subjuntivo de los verbos tener, estar, andar y sus derivados. Por ejemplo: estuviera o estuviese.
Regla 2 de la V Se escriben con v los adjetivos que terminan en -ava, -ave, -avo, -eva, -eve, -evo, -iva, -ivo.
Por ejemplo: octava, grave, bravo, nueva, leve, longevo, cautiva, primitivo.
Regla 3 de la V Detrás de d y de b también se escribe v. Por ejemplo: advertencia, subvención.
Regla 4 de la V Las palabras que empiezan por di- se escriben con v.
Por ejemplo: divertir, división.
Excepciones: dibujo y sus derivados.
Regla 5 de la V Detrás de n se escribe v. Por ejemplo: enviar, invento.
Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras b;v

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