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La palabra vanquete
Cómo se escribe

Comó se escribe vanquete o banquete?

Cual es errónea Banquete o Vanquete?

La palabra correcta es Banquete. Sin Embargo Vanquete se trata de un error ortográfico.

El Error ortográfico detectado en el termino vanquete es que hay un Intercambio de las letras b;v con respecto la palabra correcta la palabra banquete

Más información sobre la palabra Banquete en internet

Banquete en la RAE.
Banquete en Word Reference.
Banquete en la wikipedia.
Sinonimos de Banquete.

Algunas Frases de libros en las que aparece banquete

La palabra banquete puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 723
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El dueño de Matanzuela, al ver a María de la Luz bajo las arcadas, fue a su encuentro, confundiéndose con el cocinero de los Dupont y un grupo de criados que acababan de llegar cargados de vituallas, y pedían a la hija del capataz que los guiase a la cocina de los señores, para preparar el banquete. ...

En la línea 845
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero don Pablo aún estaba bajo la presión de sus emociones. Dentro de la torre terminaban los preparativos del banquete, pero él no podría comer. ¡Qué día, amigos! ¡Qué espectáculo sublime! Y mirando los centenares de trabajadores que iban viña abajo, daba salida libre a sus entusiasmos. ...

En la línea 82
del libro el Cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Y para esto acudía al banquete de la muerte; acudía a las casas donde se moría alguien, y comía allí con motivo de «no tener ánimo para otra cosa». ...

En la línea 1580
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Llega el lobo, esperando darse un banquete de carne de caballo, pero se lleva chasco; las yeguas son tan listas como él. ...

En la línea 4021
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Tuvo el bachiller el envite: quedóse, añadióse al ordinaro un par de pichones, tratóse en la mesa de caballerías, siguióle el humor Carrasco, acabóse el banquete, durmieron la siesta, volvió Sancho y renovóse la plática pasada. ...

En la línea 4478
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y dijo: -Vuestra merced sí que es escudero fiel y legal, moliente y corriente, magnífico y grande, como lo muestra este banquete, que si no ha venido aquí por arte de encantamento, parécelo, a lo menos; y no como yo, mezquino y malaventurado, que sólo traigo en mis alforjas un poco de queso, tan duro que pueden descalabrar con ello a un gigante, a quien hacen compañía cuatro docenas de algarrobas y otras tantas de avellanas y nueces, mercedes a la estrecheza de mi dueño, y a la opinión que tiene y orden que guarda de que los caballeros andantes no se han de mantener y sustentar sino con frutas secas y con las yerbas del campo. ...

En la línea 6683
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Pero lo que más campeó en el campo de aquel banquete fueron seis botas de vino, que cada uno sacó la suya de su alforja; hasta el buen Ricote, que se había transformado de morisco en alemán o en tudesco, sacó la suya, que en grandeza podía competir con las cinco. ...

En la línea 368
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Esos soldados viven en una choza pequeña, construida con tallos de cardo, que no les resguarda contra el viento ni la lluvia; en este último caso, la única función de la techumbre consiste en reunirla en gotas más gruesas. No les dan víveres: para alimentarse sólo tienen lo que pueden cazar, avestruces, ciervos, armadillos, etc.; por único combustible, no tienen sino los tallos de una pequeña planta, parecida un poco al áloes. El único lujo que pueden permitirse esos hombres es fumar cigarrillos y mascar mate. No podía menos de pensar que los buitres, habituales acompañantes del hombre en estas desiertas llanuras, encaramados en los altos más próximos, con su paciencia ejemplar parecían decir a cada instante: «¡Ah, qué banquete cuando vengan los indios!». ...

En la línea 2496
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Stokes ha encontrado huesos humanos calcinados, esparcidos junto a un hogar en una isleta próxima al lugar en que está anclado nuestro buque; es probable, sin embargo, que los restos de aquel soberbio banquete estuviesen allí desde hace muchos años, puesto que la moralidad del país va mejorando muy deprisa ...

En la línea 6361
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Los surtidores de abajo eran una orquesta que acompañaba al bullicioso banquete; Pepa y Rosa vestidas de colorines, pero con trajes de buen corte ceñido, airosas, limpias como armiños, sinuosas al andar de faldas sonoras, risueñas, rubia la una, morena como mulata la que tenía nombre de flor, servían con gracia, rapidez, buen humor y acierto, enseñando a los hombres dientes de perlas, inclinándose con las fuentes con coquetona humildad, de modo que, según Ripamilán, aquella buena comida presentada así era miel sobre hojuelas. ...

En la línea 10024
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —¿Qué cena? —Sí, señor; se ha acordado por el elemento vencedor, por los que solicitan la presencia de usted, obsequiarle con un banquete. ...

En la línea 654
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... También desfilaban ante las mesas castillos embanderados; todos de confitería, y estas obras eran arrojadas a continuación por los balcones del comedor sobre el populacho, que coreaba desde fuera con sus gritos las músicas del banquete. Igualmente estaban hechos de turrón y otras materias semejantes diez navíos que se presentaban cargados de peladillas en forma de bellotas, por figurar la bellota en el escudo de los Roveres. Como final, aparecía Venus en su carro de nácar tirado por cisnes; una montaña que se partía, saliendo de ella un poeta para expresar en forma rimada su admiración ante tal banquete; y tropas coreográficas de mujeres, bailando danzas antiguas, pretexto, según el gusto de entonces, para excitar la concupiscencia. En los tres años que duró su cardenalato, gastó Pedro Riario trescientos mil ducados de oro (varios millones de la moneda actual), dejando aún deudas por valor de sesenta mil. Sixto IV le lloraba con un dolor de padre, olvidando sus despilfarros y la enfermedad crapulosa que ocasionó su muerte en pocos días, viendo solamente lo que este joven, digno de su época, había hecho en favor de las artes, protegiendo a pintores, escultores y arquitectos. Todos los poetas de Roma le lloraron en sus versos como un nuevo Mecenas. ...

En la línea 654
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... También desfilaban ante las mesas castillos embanderados; todos de confitería, y estas obras eran arrojadas a continuación por los balcones del comedor sobre el populacho, que coreaba desde fuera con sus gritos las músicas del banquete. Igualmente estaban hechos de turrón y otras materias semejantes diez navíos que se presentaban cargados de peladillas en forma de bellotas, por figurar la bellota en el escudo de los Roveres. Como final, aparecía Venus en su carro de nácar tirado por cisnes; una montaña que se partía, saliendo de ella un poeta para expresar en forma rimada su admiración ante tal banquete; y tropas coreográficas de mujeres, bailando danzas antiguas, pretexto, según el gusto de entonces, para excitar la concupiscencia. En los tres años que duró su cardenalato, gastó Pedro Riario trescientos mil ducados de oro (varios millones de la moneda actual), dejando aún deudas por valor de sesenta mil. Sixto IV le lloraba con un dolor de padre, olvidando sus despilfarros y la enfermedad crapulosa que ocasionó su muerte en pocos días, viendo solamente lo que este joven, digno de su época, había hecho en favor de las artes, protegiendo a pintores, escultores y arquitectos. Todos los poetas de Roma le lloraron en sus versos como un nuevo Mecenas. ...

En la línea 671
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Viajaba don Pedro de Mendoza con más aparato que los monarcas siendo su lujo tan grande como el de los demás fastuosos cardenales. Entró en Valencia precedido de una música de negros a caballo, entre muchos señores castellanos, que llevaban sobre sus pechos pesadas cadenas de oro, y seguido de una escolta de doscientos jinetes y una tropa no menor de halconeros y monteros. Como Borja conocía la esplendidez del prelado de Castilla, le obsequió con un banquete, que hizo recordar a los cronistas de Valencia el lujo de Alfonso el Magnánimo. ...

En la línea 672
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Entre ricas tapicerías estaba servida la mesa, con letras góticas sobre el mantel hechas de flores, que repetían la leyenda del escudo episcopal de Borja: Ave María gratia plena . Ocho obispos pertenecientes a ambas comitivas sentábanse al banquete, con los dos poderosos magnates eclesiásticos y numerosos Invitados seglares. ...

En la línea 1288
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Juntose Rafaela con su ama en la casa de Benigna, y helas aquí por la calle de Toledo abajo. Llevaban plata menuda para repartir a los pobres, y algunas chucherías, entre ellas la sortija que la señorita había prometido a Adoración. Era una soberbia alhaja, comprada aquella mañana por Rafaela en los bazares de Liquidación por saldo, a real y medio la pieza, y tenía un diamante tan grande y bien tallado, que al mismo Regente le dejaría bizco con el fulgor de sus luces. En la fabricación de esta soberbia piedra había sido empleado el casco más valioso de un fondo de vaso. Apenas llegaron a los corredores del primer patio, viéronse rodeadas por pelotones de mujeres y chicos, y para evitar piques y celos, Jacinta tuvo que poner algo en todas las manos. Quién cogía la peseta, quién el duro o el medio duro. Algunas, como Severiana, que, dicho sea entre paréntesis, tenía para aquella noche una magnífica lombarda, lomo adobado y el besugo correspondiente, se contentaban con un saludo afectuoso. Otros no se daban por satisfechos con lo que recibían. A todos preguntaba Jacinta que qué tenían para aquella noche. Algunas entraban con el besugo cogido por las agallas; otras no habían podido traer más que cascajo. Vio a muchas subir con el jarro de leche de almendras, que les dieran en el café de los Naranjeros, y de casi todas las cocinas salía tufo de fritangas y el campaneo de los almireces. Este besaba el duro que la señorita le daba, y el otro tirábalo al aire para cogerlo con algazara, diciendo: «¡Aire, aire, a la plaza!». Y salían por aquellas escaleras abajo camino de la tienda. Había quien preparaba su banquete con un hocico con carrilleras, una libra de tapa del cencerro, u otras despreciadas partes de la res vacuna, o bien con asadura, bofes de cerdo, sangre frita y desperdicios aún peores. Los más opulentos dábanse tono con su pedazo de turrón del que se parte con martillo, y la que había traído una granada tenía buen cuidado de que la vieran. Pero ningún habitante de aquellas regiones de miseria era tan feliz como Adoración, ni excitaba tanto la envidia entre las amigas, pues la rica alhaja que ceñía su dedo y que mostraba con el puño cerrado, era fina y de ley y había costado unos grandes dinerales. Aun las pequeñas que ostentaban zapatos nuevos, debidos a la caridad de doña Jacinta, los habrían cambiado por aquella monstruosa y relumbrante piedra. La poseedora de ella, después que recorrió ambos corredores enseñándola, se pegó otra vez a la señorita, frotándose el lomo contra ella como los gatos. ...

En la línea 3145
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Decidieron por fin establecerse en el Siglo de la calle Mayor, donde se encontraron bastantes personas conocidas. Rubín necesitaba algunos días para la aclimatación en nuevo local. Al principio cambiaba frecuentemente de mesa, bien porque el sitio era expuesto a las corrientes de aire, bien por ciertas vecindades un poco molestas. Una de las primeras noches, cuando aún no habían llegado los amigos, Rubín estaba solo en la mesa, y ponía su atención en dos grupos inmediatos a él. En ambos era vivo y animado el diálogo. En el de la derecha decían: «Hoy he hecho yo unas cincuenta arrobas a veinticinco reales. Pero está la plaza perdida. Los paletos van aprendiendo mucho. Hoy han dicho que no traen más escarola si no se la ponemos a diez». En el grupo de la izquierda, compuesto de tres individuos, oyó Rubín lo siguiente: «Te aseguro que yo admito la metempsícosis, según la entendían los egipcios y los caldeos». Comprendió Rubín que los de la derecha eran asentadores de víveres y los de la izquierda filósofos de café. En el del Siglo había una gran reunión de espiritistas, a la que concurría por aquella fecha Federico Ruiz. Viole Rubín, y se acercó a la tertulia, teniendo el gusto de discutir con los individuos más entusiastas de aquella secta. Entendía Juan Pablo que esto de ir corriéndola de mundo en mundo después que uno se muere es muy aceptable; pero lo del periespíritu no lo tragaba, ni la guasa de que vengan Sócrates y Cervantes a ponerse de cháchara con nosotros cuando nos place. Vamos; esto es para bobos. Uno de los más chiflados de la escuela se esforzaba en convencer a Rubín, tomando ese tonillo de unción y ese amaneramiento de cuello torcido y ojos bajos en que cae todo propagandista de doctrina religiosa, cualquiera que sea. Feijoo aparentaba creer, por darles cuerda y oírles desatinar. A aquel círculo iba Federico Ruiz siempre con prisa y con el tiempo tasado, porque a tal hora tenía que asistir a una junta para tratar de la erección del monumento a Jovellanos; después a otra para ocuparse del banquete que se había de dar a los pescadores de provincias que vendrían al Congreso de piscicultura. Hombre más atareado no se vio jamás en nuestro país, y como tenía tantas cosas en el caletre, para no olvidar muchas de ellas se veía obligado a apuntárselas con lápiz en los puños de la camisa. Cuando no tenía que ir a la Sociedad Económica a defender su voto particular como individuo de la comisión informadora de reformas sociales, iba al Fomento de las Ciencias a dar su conferencia sobre la utilidad de elevar a estudio serio el arte de la panificación. Entre col y col, Ruiz pasaba un rato con sus amigos los espiritistas, y les alentaba a organizarse, a establecerse, a alquilar un local, y sobre todo a fundar un órgano en la prensa. Nada adelantarían sin órgano. ...

En la línea 228
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... En conjunto transcurrió el tiempo agradablemente, y casi suavemente. Los escollos y arrecifes fueron cada vez menos frecuentes, y Tom se sintió más y más a sus anchas al ver, que todos estaban amorosamente inclinados a ayudarlo y a pasar por alto sus equivocaciones. Cuando salió a la conversación que las damitas habrían de acompañarle por la noche al banquete del alcalde mayor, el corazón le dio un salto de consuelo y de alegría, porque sintió que ya no se hallaría sin amigos entre aquella muchedumbre de extraños, mientras que, una hora antes, la idea de que ellas fueran con él le habría causado un terror insoportable. ...

En la línea 385
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Después de las oraciones, Tom, ya instruido, se levantó –y con él todos los allí presentes– y bebió de una portentosa copa con la princesa Isabel; la pasó luego a lady Juana Grey y después circuló por toda la asamblea. Así comenzó el banquete. ...

En la línea 730
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Aprovechemos nuestro privilegio, y corramos a la gran sala del banquete para echarle un vistazo, mientras Tom se encuentra listo para una ocasión tan imponente. Es un aposento espacioso, de columnas y pilastras doradas y paredes y techos con pinturas. En la puerta se yerguen dos fornidos guardias, rígidos como estatuas, vestidos de ricos y pintorescos trajes y armados de alabardas. En una galería alta, que corre en tomo de toda la sala, hay una banda de músicos y compacta concurrencia de uno y otro sexo, brillantemente ataviada. En el centro del salón, sobre la tarima, está la mesa de Tom. Dejemos ahora que hable el viejo cronista: ...

Reglas relacionadas con los errores de b;v

Las Reglas Ortográficas de la B

Regla 1 de la B

Detrás de m se escribe siempre b.

Por ejemplo:

sombrío
temblando
asombroso.

Regla 2 de la B

Se escriben con b las palabras que empiezan con las sílabas bu-, bur- y bus-.

Por ejemplo: bujía, burbuja, busqué.

Regla 3 de la B

Se escribe b a continuación de la sílaba al- de inicio de palabra.

Por ejemplo: albanés, albergar.

Excepciones: Álvaro, alvéolo.

Regla 4 de la B

Las palabras que terminan en -bundo o -bunda y -bilidad se escriben con b.

Por ejemplo: vagabundo, nauseabundo, amabilidad, sociabilidad.

Excepciones: movilidad y civilidad.

Regla 5 de la B

Se escriben con b las terminaciones del pretérito imperfecto de indicativo de los verbos de la primera conjugación y también el pretérito imperfecto de indicativo del verbo ir.

Ejemplos: desplazaban, iba, faltaba, estaba, llegaba, miraba, observaban, levantaba, etc.

Regla 6 de la B

Se escriben con b, en todos sus tiempos, los verbos deber, beber, caber, haber y saber.

Regla 7 de la B

Se escribe con b los verbos acabados en -buir y en -bir. Por ejemplo: contribuir, imbuir, subir, recibir, etc.

Excepciones: hervir, servir y vivir, y sus derivados.

Las Reglas Ortográficas de la V

Regla 1 de la V Se escriben con v el presente de indicativo, subjuntivo e imperativo del verbo ir, así como el pretérito perfecto simple y el pretérito imperfecto de subjuntivo de los verbos tener, estar, andar y sus derivados. Por ejemplo: estuviera o estuviese.

Regla 2 de la V Se escriben con v los adjetivos que terminan en -ava, -ave, -avo, -eva, -eve, -evo, -iva, -ivo.

Por ejemplo: octava, grave, bravo, nueva, leve, longevo, cautiva, primitivo.

Regla 3 de la V Detrás de d y de b también se escribe v. Por ejemplo: advertencia, subvención.

Regla 4 de la V Las palabras que empiezan por di- se escriben con v.

Por ejemplo: divertir, división.

Excepciones: dibujo y sus derivados.

Regla 5 de la V Detrás de n se escribe v. Por ejemplo: enviar, invento.


Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras b;v


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