Cual es errónea Amigo o Amijo?
La palabra correcta es Amigo. Sin Embargo Amijo se trata de un error ortográfico.
El Error ortográfico detectado en el termino amijo es que hay un Intercambio de las letras j;g con respecto la palabra correcta la palabra amigo
Más información sobre la palabra Amigo en internet
Amigo en la RAE.
Amigo en Word Reference.
Amigo en la wikipedia.
Sinonimos de Amigo.

la Ortografía es divertida

El Español es una gran familia
Reglas relacionadas con los errores de j;g
Las Reglas Ortográficas de La J
Se escriben con j las palabras que terminan en -aje. Por ejemplo: lenguaje, viaje.
Se escriben con j los tiempos de los verbos que llevan esta letra en su infinitivo. Por ejemplo:
viajemos, viajáis (del verbo viajar); trabajábamos, trabajemos (del verbo trabajar).
Hay una serie de verbos que no tienen g ni j en sus infinitivos y que se escriben en sus tiempos
verbales con j delante de e y de i. Por ejemplo: dije (infinitivo decir), traje (infinitivo traer).
Las Reglas Ortográficas de la G
Las palabras que contienen el grupo de letras -gen- se escriben con g.
Observa los ejemplos: origen, genio, general.
Excepciones: berenjena, ajeno.
Se escriben con g o con j las palabras derivadas de otra que lleva g o j.
Por ejemplo: - de caja formamos: cajón, cajita, cajero...
- de ligero formamos: ligereza, aligerado, ligerísimo...
Se escriben con g las palabras terminadas en -ogía, -ógico, -ógica.
Por ejemplo: neurología, neurológico, neurológica.
Se escriben con g las palabras que tienen los grupos -agi-, -igi. Por ejemplo: digiere.
Excepciones: las palabras derivadas de otra que lleva j. Por ejemplo: bajito (derivada de bajo), hijito
(derivada de hijo).
Se escriben con g las palabras que empiezan por geo- y legi-, y con j las palabras que empiezan por
eje-. Por ejemplo: geografía, legión, ejército.
Excepción: lejía.
Los verbos cuyos infinitivos terminan en -ger, -gir se escriben con g delante de e y de i en todos sus
tiempos. Por ejemplo: cogemos, cogiste (del verbo coger); elijes, eligieron (del verbo elegir).
Excepciones: tejer, destejer, crujir.
Te vas a reir con las pifia que hemos hemos encontrado cambiando las letras j;g
Algunas Frases de libros en las que aparece amigo
La palabra amigo puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 708
del libro la Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El viejo dejaba hablar a los hijos, que sabían expresarse con más energía; la viuda acudía acompañada de algún amigo del difunto, decidido protector que llevaba la voz por ella. ...
En la línea 1473
del libro la Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿Cuánto? -Por ser para usted, que es un amigo -dijo el gitano, palmeándole en la espalda-; por ser para usted, persona simpática que sabrá tratar bien a esta prenda. ...
En la línea 2021
del libro la Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Un amigo corrió a la taberna para traer una larga ristra de guindillas. ...
En la línea 2155
del libro la Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero no hacía ningún viaje a Valencia sin llevar consigo la escopeta, que dejaba confiada a un amigo de los arrabales. ...
En la línea 93
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Han de salir ustedes de aquí borrachos--decía el joven Dupont a los recién casados.--Es de ritual: nos consideraríamos deshonrados si un amigo saliera de esta casa lo mismo que entró. ...
En la línea 129
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Don Fernando Salvatierra--dijo con voz trémula, haciendo esfuerzos por contener su indignación--fue mi maestro y le debo mucho. Además, es el mejor amigo de mi padre, y yo sería un desagradecido sin entrañas si no fuese a verle después de sus desgracias. ...
En la línea 131
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Pues su padre de usted, don Pablo--dijo Fermín,--también fue amigo de don Fernando Salvatierra y más de una vez acudió a él pidiéndole apoyo en aquella época de pronunciamientos y cantones. ...
En la línea 134
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La monarquía era una bandera social, como decía su amigo el padre Urizábal: conforme; pero él se fijaba poco en banderas y colores; lo importante era que Dios estuviese sobre todo, que reinase Cristo con monarquía o con república, y los gobernantes fuesen hijos sumisos del Papa. A él no le infundía miedo la República. Miraba con gran simpatía algunas de la América del Sur, pueblos ideales y felices donde la Purísima Concepción era capitana generala de los ejércitos y el Corazón de Jesús figuraba en las banderas y en los uniformes de los soldados, formándose los gobiernos bajo la sabia inspiración de los Padres de la Compañía. Una república de esta clase podía venir, por él, cuando quisiera. Daría por su triunfo la mitad de su fortuna. ...
En la línea 50
del libro el Cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Pues nuestro hombre, el de los cerdos, fue a la provincia limítrofe con unas dietas que no se merecía; gastó allí alegremente su dinero, llamémosle así, y no vio el boliche ni se acordó de él siquiera hasta que, poco antes de dar la vuelta para Laguna, un amigo suyo, a quien había encargado que estudiara «aquello del boliche, o San Boliche», se le presentó con una Memoria acerca de la planta y una caja bien cerrada, donde había ejemplares de ella. ...
En la línea 53
del libro el Cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Al fin, en un periódico de oposición al Ayuntamiento se publicó una terrible gacetilla, que se titulaba: «¿Y el boliche?» El de los cerdos se dio una palmada en la frente y buscó la Memoria del amigo, que no pareció. ...
En la línea 94
del libro el Cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... De noche, en la cama, o tal vez mientras velaba a un moribundo, o cuando después seguía su cadáver camino del cementerio, se entretenía en componer aquellas «cuchufletas», según las llamaba siempre; las aprendía de memoria, daba en seguida la noticia del hallazgo a un amigo íntimo, diciéndole al oído: «Cayó una», y el amigo, delante de otros pocos íntimos, le decía: «Vamos, don Ángel, venga eso. ...
En la línea 94
del libro el Cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... De noche, en la cama, o tal vez mientras velaba a un moribundo, o cuando después seguía su cadáver camino del cementerio, se entretenía en componer aquellas «cuchufletas», según las llamaba siempre; las aprendía de memoria, daba en seguida la noticia del hallazgo a un amigo íntimo, diciéndole al oído: «Cayó una», y el amigo, delante de otros pocos íntimos, le decía: «Vamos, don Ángel, venga eso. ...
En la línea 238
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Era el amigo del rey, que honraba mucho, como todos saben, la memoria de su padre Enrique IV. ...
En la línea 242
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Gracias a este doble don y alnombre sin tacha que lo acompañaba, el señor de Tréville fue admitido en la casa del joven príncipe, donde se sirvió también de su espada y fue tan fiel a su divisa que Luis XIII, uno de los buenos aceros del reino, solía decir que si tuviera un amigo en ocasión de batirse, le daría por consejo tomar por segundo primero a él, y a Tréville después, y quizá incluso antes que a él. ...
En la línea 315
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Respondió con un gesto de cabeza afirmativo a la interpela ción de su amigo. ...
En la línea 339
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Aramis, amigo mío, por esta vez os equivocáis -interrumpió Porthos-, y vuestra manía de ser ingenioso os lleva siempre más allá de los límites; si el señor de Tréville os oyese, osarrepentiríais de ha blar así. ...
En la línea 25
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Aprendió galés, danés, hebreo, árabe, armenio, y en el despacho de sus maestros trabajaba en traducir de esas lenguas al inglés; su amigo William Taylor le enseñó el alemán. ...
En la línea 36
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El futuro misionero era entonces ateo empedernido; su amigo Taylor, además de enseñarle el alemán, le inculcó la irreligión. ...
En la línea 67
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Clarke, o porque las ideas que le inculcó su amigo Taylor arraigaron poco en su espíritu y se marchitaron al acercarse la treintena, lo cierto es que Borrow profesó un protestantismo tan fanático como el ateísmo que abandonaba. ...
En la línea 75
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... «¿No le ha chocado a usted nunca—le escribía en una ocasión su amigo el danés Hasfeldt—cuánto se parece usted al buen hidalgo Don Quijote de la Mancha? A mi juicio, podría usted pasar fácilmente por hijo suyo.» W. ...
En la línea 23
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Muchas veces tomé la pluma para escribille, y muchas la dejé, por no saber lo que escribiría; y, estando una suspenso, con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría, entró a deshora un amigo mío, gracioso y bien entendido, el cual, viéndome tan imaginativo, me preguntó la causa; y, no encubriéndosela yo, le dije que pensaba en el prólogo que había de hacer a la historia de don Quijote, y que me tenía de suerte que ni quería hacerle, ni menos sacar a luz las hazañas de tan noble caballero. ...
En la línea 27
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... En fin, señor y amigo mío -proseguí-, yo determino que el señor don Quijote se quede sepultado en sus archivos en la Mancha, hasta que el cielo depare quien le adorne de tantas cosas como le faltan; porque yo me hallo incapaz de remediarlas, por mi insuficiencia y pocas letras, y porque naturalmente soy poltrón y perezoso de andarme buscando autores que digan lo que yo me sé decir sin ellos. ...
En la línea 28
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... De aquí nace la suspensión y elevamiento, amigo, en que me hallastes; bastante causa para ponerme en ella la que de mí habéis oído. ...
En la línea 29
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Oyendo lo cual mi amigo, dándose una palmada en la frente y disparando en una carga de risa, me dijo: -Por Dios, hermano, que agora me acabo de desengañar de un engaño en que he estado todo el mucho tiempo que ha que os conozco, en el cual siempre os he tenido por discreto y prudente en todas vuestras aciones. ...
En la línea 9
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Por otra parte, en el curso de esta obra tendré el gusto de indicar la ayuda que me han prestado otros varios naturalistas distinguidos. Pero, permítaseme dar aquí sinceras gracias al profesor Henslow, pues él fue quien, cuando estudiaba yo en la Universidad de Cambridge, me hizo aficionarme a la historia natural; él quien, durante mi ausencia, tuvo a bien encargarse de las colecciones que de tiempo en tiempo remitía yo a Inglaterra; por último, él quien con sus cartas dirigió mis investigaciones, y quien, en una palabra, ha sido siempre para mí el amigo más afectuoso. ...
En la línea 226
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El país que recorremos al otro día es enteramente semejante al que habíamos recorrido la víspera. Muy pocas aves, muy pocos animales habitan en él. De vez en cuando se ve un ciervo o un guanaco (Llama salvaje); pero el agutí (Cavia patagónica) es el más común de todos los cuadrúpedos. Este animal se asemeja a nuestra liebre, aun cuando difiere de este género en muchos caracteres esenciales; por ejemplo, no tiene más que tres dedos en las patas traseras. Adquiere también doble tamaño que la liebre, pues pesa de 20 a 25 libras. El agutí es el verdadero amigo del desierto; a cada instante vemos dos o tres de estos animales saltando uno tras otro a través de estas llanuras silvestres. Se extienden al norte hasta la sierra Tapalguen (latitud, 370 30'), punto donde la llanura se hace de pronto más húmeda y más verde; el límite meridional de su vivienda está entre Puerto-Deseado y el puerto San Julián, aun cuando la naturaleza del paisaje no cambia en nada. Es de advertir que aunque el agutí ya no se encuentra en ningún punto más al sur del puerto San Julián, el capitán Wood vio en este sitio grandísimo número de ellos durante su viaje en 1670. ¿Qué causa ha podido modificar en una región salvaje,, desierta y tan escasamente visitada como esta, la habitación de este animal? Fundándose en el número de agutís que el capitán Wood mató en un solo día en Puerto-Deseado, parece también que dichos animales eran allí mucho más numerosos entonces que ahora. En todas partes donde habita la viscacha, este animal hace galerías, y el agutí se sirve de ellas; pero en los lugares donde no se encuentra la viscacha, como en Bahía Blanca, el mismo agutí hace minas. Igual acontece con el pequeño búho de las Pampas (Athene cunicularia), descrito tan a menudo, como estando de centinela a la entrada de las conejeras; en efecto, en la banda oriental, donde no hay viscachas, ese ave se ve obligada a hacerse ella misma su guarida en tierra. ...
En la línea 413
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Las estancias distan mucho unas de otras; en efecto, hay muy pocos pastos buenos, estando el suelo cubierto en casi todas partes por una especie de trébol acre o por cardo gigante. Esta última planta, tan bien conocida desde la admirable descripción que de ella hizo Sir F. Head, en esa estación del año no había llegado sino a los dos tercios de su altura; en algunas partes los cardos se elevan hasta la grupa de mi caballo; en otras no han brotado aún de la tierra, y entonces el suelo está tan desnudo y polvoriento como pueda estarlo en nuestras grandes carreteras. Los tallos, de un color verde brillante, dan al paisaje el aspecto de un bosque en miniatura. En cuanto los cardos crecen todo lo que han de crecer, los llanos que recubren se vuelven impenetrables en absoluto, excepto en algunos senderos, verdadero laberinto sólo conocido por los ladrones que se guarecen allí en esa estación y salen para robar y asesinar a los viajeros. Un día preguntaba yo en una casa «si había por allá muchos ladrones» y me respondieron, sin comprender yo al pronto el alcance de la contestación: «todavía no han brotado los cardos». Casi nada de interés hay que observar en los parajes invadidos por los cardos, pues pocos mamíferos o aves habitan en ellos, a no ser el viscache y su amigo el búho pequeño. ...
En la línea 469
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Pretende ser muy amigo de los ingleses; pero sostiene que sólo obtuvieron la victoria de Trafalgar porque compraron a los capitanes españoles, y que el único acto de valentía ejecutado en aquella jornada fue el del almirante español ¿No es característico esto? ¡Un hombre que prefiere creer que sus compatriotas son los traidores más abominables a pensar que sean cobardes o torpes! 18y 19 de octubre.- Seguimos bajando lentamente este río magnífico; la corriente no nos ayuda nada. Encontramos muy pocos barcos. Parece realmente desdeñarse aquí uno de los dones más preciosos de la naturaleza: esta magnífica vía de comunicación, un río donde por buques podrían relacionarse dos países, uno de clima templado y en el cual abundan ciertos productos mientras otros faltan por completo; otro con un clima tropical y un suelo que (a creer a M. Bonpland, el mejor de todos los jueces) quizá no tenga igual en el mundo por su fertilidad. ¡Cuán otro hubiera sido este río, si colonos ingleses hubiesen tenido la suerte de remontar los primeros el río de la Plata! ¡Qué magníficas ciudades ocuparían hoy sus orillas! Hasta la muerte de Francia, dictador del Paraguay, estos dos países permanecen tan separados cual si estuviesen en los dos extremos del globo. Pero violentas revoluciones, violentas proporcionalmente a la tranquilidad tan poco natural que hoy reina allí, desgarrarán al Paraguay cuando el viejo tirano sanguinario ya no exista. Este país tendrá que aprender, como todos los estados españoles de la América del Sur, que una república no puede sustituir en tanto que no se apoye en hombres que respeten los principios de la justicia y el honor. ...
En la línea 173
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... También lo sabía Celedonio, pero callaba y sonreía complaciéndose en el pavor de su amigo. ...
En la línea 214
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Celedonio era un monaguillo de mundo, entraba como amigo de confianza en las mejores casas de Vetusta, y si supiera que Bismarck tomaba un anteojo por un fusil, se le reiría en las narices. ...
En la línea 502
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Citaba mucho a su amigo el Patriarca y al campechano obispo de Nauplia; proponía rifas católicas, organizaba bailes de caridad, novenas y jubileos a puerta cerrada, para las personas decentes. ...
En la línea 866
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Y temiendo que la lugareña llevase la mejor parte en lo de profanar o no profanar, se apresuró a añadir: —Por lo demás, ya usted comprenderá, amigo mío, que yo sigo los cánones de la belleza clásica condenando enérgicamente el gusto barroco. ...
En la línea 63
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sufría viéndose ignorado por esta gente bien educada y amable. Todos le acogían con sonrisas y apretones de manos, desconociendo su verdadera personalidad. Era para ellos «el amigo de madame Pineda, joven español, simpático, distinguido… », y nada más. Algunas damas viejas empezaban a llamarle marqués, sin que pudiera saber quién había iniciado tal invención. ...
En la línea 65
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... El amigo de madame Pineda se daba cuenta del concepto que tenían de él muchos hombres y mujeres con los que hablaba en comidas y bailes. Sólo decían que era simpático y distinguido; pero Claudio leía algo más en el silencio continuador de tales palabras. Como la viuda argentina era rica, tal vez le creían protegido por sus amorosas larguezas. Esto no era pecado ni defecto entre las gentes de dicho mundo. Casi aumentaba a los ojos de las señoras el valor de un hombre dándole el atractivo de una alhaja cara, de todo objeto de lujo que cuesta mucho dinero. ...
En la línea 96
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Este viaje le placía más que los otros dos que llevaba hechos a la ciudad de los papas, agregado a populosas peregrinaciones. Ahora iba solo y contando con un apoyo oficial. Su ilustre amigo don Arístides Bustamante, a quien había sido presentado en otros tiempos por el padre de Claudio, vivía en Roma como embajador de España cerca del Papa. Esto Iba a proporcionarle grandes facilidades para sus rebuscas y estudios. Verse admitido en la Biblioteca Vaticana con una investidura casi oficial le parecía el triunfo supremo de su carrera de historiador. ...
En la línea 259
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Algunas veces hablaba melancólicamente a sus íntimos, recordando la profecía del maestro Vicente Ferrer. Nunca llegaría a Papa. Aquel santo predicador se había equivocado. Otro fraile ascético, que luego figuró igualmente en los altares, San Juan de Capistrano, gran amigo de Alfonso de Borja, oyó muchas veces cómo recordaba éste dicha predicción, seguro de que iba a resultar falsa. ...
En la línea 39
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Creyó, como todos, que la fortuna únicamente puede esperarnos en un lugar de la tierra muy apartado de aquel en que nacimos, casi en los antípodas, y por eso aceptó con verdadera fe los informes de un amigo que le aconsejaba ir a Australia, ofreciéndole para allá varias cartas de recomendación. ...
En la línea 228
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... 'Y ahora, perdóneme lo que voy a añadir. Yo no figuro en el gobierno; no soy más que un modesto profesor de Universidad. Si de mi dependiese, le llevaría hasta la capital sin precaución alguna, como un amigo. Pero el gobierno no le conoce a usted y guarda un mal recuerdo de la grosería de los Hombres-Montañas que nos visitaron en otros tiempos. Teme que se le ocurra durante el camino derribar alguna casa de un puntapié o aplastar a las muchas personas que acudirán a verle. Puede usted perder la paciencia; la curiosidad del público es siempre molesta; hay hombres que ríen con la ligereza y la verbosidad propias de su sexo frívolo; hay niños que arrojan piedras, a pesar de la buena educación que se les da en las escuelas. El sexo masculino es así. Por más que se pretenda afinarle, conserva siempre un fondo originario de grosería y de inconsciencia. En fin, gentleman, tenemos orden de llevarle atado hasta nuestra capital, pero marchando por sus propios pies. ...
En la línea 282
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Mi opinión es que debe vivir -interrumpió el presidente-. Mi esposa y mis niñas lo encontraron ayer muy simpático al verle entrar en la ciudad. Un hijo mío, que es del ejército del aire y montaba una de las máquinas que lo condujeron, me ha contado cosas muy graciosas de el. Todos los muchachos de la Guardia gubernamental lo encuentran igualmente muy agradable, y hasta algunos afirman que es hermoso… . Tuvo usted una buena idea, profesor Flimnap, al aconsejar que lo mirásemos con lentes de disminución… . Yo opino que debemos dejarle vivir, aunque sea únicamente por una temporada corta. Resultara carísimo, pero la República puede permitirse este lujo, lo mismo que mantiene a los animales raros de su Jardín Zoológico. Y usted ¿qué opina de esto, ilustre amigo Momaren? ...
En la línea 378
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Al fin se decidió a emplear en sus visitas la grúa montadora de alimentos. Silbaba desde abajo para que los trabajadores hiciesen descender el cable, y sentándose en uno de los platos más pequeños empleados en el servicio, subía sin fatiga hasta la gran planicie donde apoyaba sus codos el gigante amigo. Este la vio llegar en la mañana del segundo día de su instalación acompañada de varios objetos, que los siervos masculinos fueron sacando del plato-ascensor. ...
En la línea 4
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... ¡Ay!, el susto que se llevaron D. Baldomero Santa Cruz y Barbarita no es para contado. ¡Qué noche de angustia la del 10 al 11! Ambos creían no volver a ver a su adorado nene, en quien, por ser único, se miraban y se recreaban con inefables goces de padres chochos de cariño, aunque no eran viejos. Cuando el tal Juanito entró en su casa, pálido y hambriento, descompuesta la faz graciosa, la ropita llena de sietes y oliendo a pueblo, su mamá vacilaba entre reñirle y comérsele a besos. El insigne Santa Cruz, que se había enriquecido honradamente en el comercio de paños, figuraba con timidez en el antiguo partido progresista; mas no era socio de la revoltosa Tertulia, porque las inclinaciones antidinásticas de Olózaga y Prim le hacían muy poca gracia. Su club era el salón de un amigo y pariente, al cual iban casi todas las noches D. Manuel Cantero, D. Cirilo Álvarez y D. Joaquín Aguirre, y algunas D. Pascual Madoz. No podía ser, pues, D. Baldomero, por razón de afinidades personales, sospechoso al poder. Creo que fue Cantero quien le acompañó a Gobernación para ver a González Bravo, y éste dio al punto la orden para que fuese puesto en libertad el revolucionario, el anarquista, el descamisado Juanito. ...
En la línea 63
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Criáronle con regalo y exquisitos cuidados, pero sin mimo. D. Baldomero no tenía carácter para poner un freno a su estrepitoso cariño paternal, ni para meterse en severidades de educación y formar al chico como le formaron a él. Si su mujer lo permitiera, habría llevado Santa Cruz su indulgencia hasta consentir que el niño hiciera en todo su real gana. ¿En qué consistía que habiendo sido él educado tan rígidamente por D. Baldomero I, era todo blanduras con su hijo? ¡Efectos de la evolución educativa, paralela de la evolución política! Santa Cruz tenía muy presentes las ferocidades disciplinarias de su padre, los castigos que le imponía, y las privaciones que le había hecho sufrir. Todas las noches del año le obligaba a rezar el rosario con los dependientes de la casa; hasta que cumplió los veinticinco nunca fue a paseo solo, sino en corporación con los susodichos dependientes; el teatro no lo cataba sino el día de Pascua, y le hacían un trajecito nuevo cada año, el cual no se ponía más que los domingos. Teníanle trabajando en el escritorio o en el almacén desde las nueve de la mañana a las ocho de la noche, y había de servir para todo, lo mismo para mover un fardo que para escribir cartas. Al anochecer, solía su padre echarle los tiempos por encender el velón de cuatro mecheros antes de que las tinieblas fueran completamente dueñas del local. En lo tocante a juegos, no conoció nunca más que el mus, y sus bolsillos no supieron lo que era un cuarto hasta mucho después del tiempo en que empezó a afeitarse. Todo fue rigor, trabajo, sordidez. Pero lo más particular era que creyendo D. Baldomero que tal sistema había sido eficacísimo para formarle a él, lo tenía por deplorable tratándose de su hijo. Esto no era una falta de lógica, sino la consagración práctica de la idea madre de aquellos tiempos, el progreso. ¿Qué sería del mundo sin progreso?, pensaba Santa Cruz, y al pensarlo sentía ganas de dejar al chico entregado a sus propios instintos. Había oído muchas veces a los economistas que iban de tertulia a casa de Cantero, la célebre frase laissez aller, laissez passer… El gordo Arnaiz y su amigo Pastor, el economista, sostenían que todos los grandes problemas se resuelven por sí mismos, y D. Pedro Mata opinaba del propio modo, aplicando a la sociedad y a la política el sistema de la medicina expectante. La naturaleza se cura sola; no hay más que dejarla. Las fuerzas reparatrices lo hacen todo, ayudadas del aire. El hombre se educa sólo en virtud de las suscepciones constantes que determina en su espíritu la conciencia, ayudada del ambiente social. D. Baldomero no lo decía así; pero sus vagas ideas sobre el asunto se condensaban en una expresión de moda y muy socorrida: «el mundo marcha». ...
En la línea 109
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... En sus últimos tiempos, del 70 en adelante, vestía con cierta originalidad, no precisamente por miseria, pues los de Santa Cruz cuidaban de que nada le faltase, sino por espíritu de tradición, y por repugnancia a introducir novedades en su guardarropa. Usaba un sombrero chato, de copa muy baja y con las alas planas, el cual pertenecía a una época que se había borrado ya de la memoria de los sombreros, y una capa de paño verde, que no se le caía de los hombros sino en lo que va de Julio a Septiembre. Tenía muy poco pelo, casi se puede decir ninguno; pero no usaba peluca. Para librar su cabeza de las corrientes frías de la iglesia, llevaba en el bolsillo un gorro negro, y se lo calaba al entrar. Era gran madrugador, y por la mañanita con la fresca se iba a Santa Cruz, luego a Santo Tomás y por fin a San Ginés. Después de oír varias misas en cada una de estas iglesias, calado el gorro hasta las orejas, y de echar un parrafito con beatos o sacristanes, iba de capilla en capilla rezando diferentes oraciones. Al despedirse, saludaba con la mano a las imágenes, como se saluda a un amigo que está en el balcón, y luego tomaba su agua bendita, fuera gorro, y a la calle. ...
En la línea 115
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... El orgullo de trepar por aquellas gastadas berroqueñas no excluía lo fatigoso del tránsito, por lo que mi amigo supo explotar sus buenas relaciones para abreviarlo. El dueño de una zapatería de la Plaza, llamado Dámaso Trujillo, le permitía entrar por su tienda, cuyo rótulo era Al ramo de azucenas. Tenía puerta para la escalera de la Cava, y usando esta puerta Plácido se ahorraba treinta escalones. ...
En la línea 390
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Aunque seas príncipe o no, lo mismo da; eres un chico gallardo y no te faltan amigos. Aquí estoy yo a tu lado para probarlo. Y te digo que peor amigo podrías tener que Miles Hendon, sin cansar tus piernas en la búsqueda. Descansa tu lengua, hijo mío. Yo hablo el lenguaje de estas ratas de coladera como mi lengua nativa. ...
En la línea 391
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El que hablaba era una especie de don César de Bazán por su traje, su aspecto y su porte. Era alto, delgado y musculoso. Su jubón y sus calzas eran de rico género, pero marchitos y raídos, y su adorno de encaje estaba tristemente deslucido; su lechuguilla, estaba ajada y estropeada; la pluma de su sombrero alicaído estaba rota y tenía aspecto sucio y poco respetable. Al costado llevaba un largo estoque en una oxidada vaina de hierro; su actitud fanfarrona lo delataba de inmediato como un espadachín en campaña. Las palabras de esta fantástica figura fueron recibidas con una explosión de júbilo y risas. Algunos gritaron: '¡Es otro príncipe disfrazado!' '¡Cuidado con lo que hablas, amigo, parece que es peligroso!' 'En verdad lo parece: mira sus ojos.' 'Separa de él al chico.' 'Al abrevadero de los caballos con él.' ...
En la línea 412
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –No tan aprisa, amigo. Eres, a fe mía, demasiado brusco. ¿Qué tienes que, ver con este muchacho? ...
En la línea 425
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Por Dios que este arrapiezo se le mete a uno en casa y le usurpa la cama con gracia y soltura tan naturales como si fuera el dueño, sin pedir permiso ni ofrecer excusas ni nada que se le parezca. En sus arrebatos de locura se ha llamado Príncipe de Gales, y lo cierto es que sostiene bravamente su carácter. ¡Pobre ratoncillo sin amigos! Sin duda su mente se ha desequilibrado por los malos tratos. Bien; pues yo seré su amigo. Yo lo he salvado, y algo en él me atrae con harta fuerza. Siento ya cariño por este rapaz que sabe hablar tan bien. ¡Con qué marcial actitud ha hecho frente a la sórdida ralea y le ha dirigido su reto! ¡Y qué cara tan linda, tan dulce y tan gentil tiene, ahora que el sueño ha conjurado sus desazones y sus pesares! Yo le enseñaré, curando su enfermedad. Sí; seré, su hermano mayor, y cuidaré de él y por él velaré. Y los que quieran mancillarle o maltratarle ya pueden encargar la mortaja, porque la habrán menester, aunque por ello me quemen vivo. ...
En la línea 324
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Sí, señor mío, yo soy anarquista, anarquista místico, pero en teoría, entiéndase bien, en teoría. No tema usted, amigo –y al decir esto le puso amablemente la mano sobre la rodilla–, no echo bombas. Mi anarquismo es puramente espiritual. Porque yo, amigo mío, tengo ideas propias sobre casi todas las cosas… ...
En la línea 324
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Sí, señor mío, yo soy anarquista, anarquista místico, pero en teoría, entiéndase bien, en teoría. No tema usted, amigo –y al decir esto le puso amablemente la mano sobre la rodilla–, no echo bombas. Mi anarquismo es puramente espiritual. Porque yo, amigo mío, tengo ideas propias sobre casi todas las cosas… ...
En la línea 401
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Oyóse un ligero rumor, como de paloma que arranca en vuelo, un ¡ah! breve y seco, y los ojos de Eugenia, en un rostro todo frescor de vida y sobre un cuerpo que no parecía pesar sobre el suelo, dieron como una nueva y misteriosa luz espiritual a la escena. Y Augusto se sintió tranquilo, enormemente tranquilo, clavado a su asiento y como si fuese una planta nacida en él, como algo vegetal, olvidado de sí, absorto en la misteriosa luz espiritual que de aquellos ojos irradiaba. Y sólo al oír que doña Ermelinda empezaba a decir a su sobrina: «Aquí tienes a nuestro amigo don Augusto Pérez… » , volvió en sí y se puso en pie procurando sonreír. ...
En la línea 402
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Aquí tienes a nuestro amigo don Augusto Pérez, que desea conocerte… ...
En la línea 370
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡Cuánto me alegro de verlo así, amigo mío! —dijo. ...
En la línea 416
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Se equivoca, amigo mío. ...
En la línea 499
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Lo buscaba, mi heroico amigo —dijo ruborizada. Se acercó un dedo a los labios como para recomendarle silencio, lo cogió de una mano y lo condujo a una pérgola. ...
En la línea 544
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Señor —dijo Sandokán acercándosele—, si yo le hubiese dado hospitalidad, si le hubiera llamado mi amigo y hubiera descubierto después que era un enemigo, le habría indicado la puerta, pero no le hubiera tendido una cobarde emboscada. Ahí abajo, en el camino que debo recorrer, hay cincuenta o cien hombres dispuestos a fusilarme. Mande que se retiren y que me dejen el paso libre. ...
En la línea 405
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Tranqulícese, amigo Ned, cálmese -dijo plácidamente Conseil-. No se sulfure antes de tiempo. Todavía no estamos en la parrilla. ...
En la línea 494
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Sólo usted podría hablar así, amigo Conseil -replicó el irascible canadiense-. Se ve que usa usted poco su bilis y sus nervios. ¡Siempre tranquilo! Sería usted capaz de decir el Deo gracias antes que el benedícite y de morir de hambre antes que de quejarse. ...
En la línea 497
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -A decir verdad, sé tanto como usted, amigo Land. ...
En la línea 507
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¡Vamos, amigo Ned! -dijo Conseil-, ¿qué va a responder ala objeción del señor? Yo no puedo creer que un americano se halle nunca a falta de recursos. ...
En la línea 181
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Pasó el tiempo sin que trajera ningún consuelo para mis sentimientos, y llegaron los invitados. El señor Wopsle, unido a una nariz romana y a una frente grande y pulimentada, tenía una voz muy profunda, de la que estaba en extremo orgulloso; en realidad, era valor entendido entre sus conocidos que, si hubiese tenido una oportunidad favorable, habría sido capaz de poner al pastor en un brete. Él mismo confesaba que si la Iglesia estuviese «más abierta», refiriéndose a la competencia, no desesperaría de hacer carrera en ella. Pero como la Iglesia no estaba «abierta», era, según ya he dicho, nuestro sacristán. Castigaba de un modo tremendo los «amén», y cuando entonaba el Salmo, pronunciando el versículo entero, miraba primero alrededor de él y a toda la congregación como si quisiera decir: «Ya han oído ustedes a nuestro amigo que está más alto; háganme el favor de darme ahora su opinión acerca de su estilo.» ...
En la línea 232
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Nuevamente me agarré a la pata de la mesa y oprimí contra ella mi pecho, como si el mueble hubiese sido el compañero de mi juventud y mi amigo del alma. Preveía lo que iba a suceder y comprendí que ya no había remedio para mí. ...
En la línea 276
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Mientras yo los contemplaba reunidos en torno de la fragua y divirtiéndose, pensé en el terrible postre que para una comida resultaría la caza de mi amigo fugitivo. Apenas hacía un cuarto de hora que estábamos allí reunidos, cuando todos se alegraron con la esperanza de la captura. Ya se imaginaban que los dos bandidos serían presos, que las campanas repicarían para llamar a la gente contra ellos, que los cañones dispararían por su causa, y que hasta el humo les perseguiría. Joe trabajaba por ellos, y todas las sombras de la pared parecían amenazarlos cuando las llamas de la fragua disminuían o se reavivaban, así como las chispas que caían y morían, y yo tuve la impresión de que la pálida tarde se ensombrecía por lástima hacia aquellos pobres desgraciados. ...
En la línea 279
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... El sargento se despidió cortésmente de las damas y se separó del señor Pumblechook como de un amigo muy querido, aunque sospecho que no habría apreciado en tan alto grado los méritos de aquel caballero en condiciones más áridas, en vez del régimen húmedo de que había gozado. Sus hombres volvieron a tomar las armas de fuego y salieron. El señor Wopsle, Joe y yo recibimos la orden de ir a retaguardia y de no pronunciar una sola palabra en cuanto llegásemos a los marjales. Cuando ya estuvimos en el frío aire de la tarde y nos dirigíamos rápidamente hacia el objeto de nuestra excursión, yo, traicioneramente, murmuré al oído de Joe: ...
En la línea 55
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Aquí tiene, amigo mío. A diez kopeks por rublo y por mes, los intereses del rublo y medio son quince kopeks, que cobro por adelantado. Además, por los dos rublos del préstamo anterior he de descontar veinte kopeks para el mes que empieza, lo que hace un total de treinta y cinco kopeks. Por lo tanto, usted ha de recibir por su reloj un rublo y quince kopeks. Aquí los tiene. ...
En la línea 59
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Es posible, Alena Ivanovna, que le traiga muy pronto otro objeto de plata… Una bonita pitillera que le presté a un amigo. En cuanto me la devuelva… ...
En la línea 61
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Ya hablaremos cuando la traiga, amigo mío. ...
En la línea 71
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... En la taberna sólo había tres hombres más. Uno de ellos era un individuo algo embriagado, un pequeño burgués a juzgar por su apariencia, que estaba tranquilamente sentado ante una botella de cerveza. Tenía un amigo al lado, un hombre alto y grueso, de barba gris, que dormitaba en el banco, completamente ebrio. De vez en cuando se agitaba en pleno sueño, abría los brazos, empezaba a castañetear los dedos, mientras movía el busto sin levantarse de su asiento, y comenzaba a canturrear una burda tonadilla, haciendo esfuerzos para recordar las palabras. ...
En la línea 401
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Pero yo no iré personalmente a buscarle —contesté con gran flema—. Usted se equivoca, señor Des Grieux. Todo eso pasará con el mayor decoro de lo que usted imagina. Iré ahora mismo a ver a Mr. Astley para rogarle que me sirva de mediador, de segundo, si usted lo prefiere. Es muy amigo mío y seguramente no se negará. Irá a casa del barón y el barón tendrá que recibirle; aunque yo sea un outchitel, y tenga aspecto de “Subalterno”, de individuo sin apoyo. Mr. Astley, nadie lo ignora, es sobrino de un lord auténtico, lord Pabroke, el cual se encuentra aquí. Esté seguro de que el barón se mostrará muy cortés con Mr. Astley y que le escuchará. Y si no le escuchara, Mr. Astley se considerará ofendido (ya sabe usted lo suspicaces que son los ingleses), y enviará al barón uno de sus amigos, pues él tiene muy buenos amigos. Las cosas, como usted ve, pueden tomar un aspecto distinto del que usted creía. ...
En la línea 482
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Bueno, amigo mío, ¿por qué me miras con los ojos tan abiertos?—me apostrofaba a gritos la abuela—. ¿No sabes saludar y dar los buenos días? ¿Es el orgullo lo que te detiene? ¿No me has reconocido? Mira, Potapytch —y se dirigía a un viejecito vestido de frac y corbata blanca, con una calva rosada, su mayordomo, que la acompañaba en el viaje—. Mira. ¡No me conoce! ¡Ya me han enterrado! Recibíamos telegramas: “¿Se ha muerto o no?” ¡Sí, sí, lo sé todo! Pues bien, ya lo ves; aún estoy vivita. ...
En la línea 539
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... “La estancia en un balneario con tratamiento apropiado haría desaparecer la obstrucción. “ ¿Por qué no?, pensé. Los Duorzaivguine lanzaron suspiros: “¡ Qué idea irte tan lejos!” ¿Qué os parece eso? En veinticuatro horas, mis preparativos de viaje estaban hechos y el viernes de la semana pasada tomé a mi camarera, luego Potapytch, luego a Fiodor, mi criado, del que me separé en Berlín, pues me era inútil y hubiera podido ya viajar sola. Tomé un departamento reservado. Hay factores en todas las estaciones que, por veinte kopeks, os llevan a donde queréis… ¡Qué habitación! —terminó diciendo, mientras miraba en torno—. ¿De dónde sacas el dinero, amigo mío? Porque toda tu hacienda está hipotecada. ¡Sólo a este franchute le debes una buena suma! ¡Lo sé todo, todo! ...
En la línea 741
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —Poco es. Te prestaré cincuenta federicos, si quieres. Toma este cartucho… Pero tú, amigo mío, es inútil que esperes que te dé dinero —declaró, dirigiéndose al general. ...
En la línea 417
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Ahora -dijo el obispo-, id en paz. Y a propósito, cuando volváis, amigo mío, es inútil que paséis por el jardín. Podéis entrar y salir siempre por la puerta de la calle. Está cerrada sólo con el picaporte noche y día. ...
En la línea 756
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Tal era la situación cuando volvió Fantina. Nadie se acordaba de ella, pero afortunadamente la puerta de la fábrica del señor Magdalena era como un rostro amigo. ...
En la línea 212
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Hícela gracia de una explicación de mi docto amigo Wilde, según el cual el hecho de la doble vista anacrónica del mismo objeto en el pasado y en el presente, depende del pasaje al sensorio común, por dos vías diferentes, de una misma percepción, alojándose primero la que llegaba antes, transmitida directamente por el nervio óptico, y después la que hubiera recorrido vías combinadas: de esta suerte la primera sería más antigua con relación a la otra. ...
En la línea 295
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Yo estreché la mano de mi amigo y guiñé un ojo, guiño absolutamente inútil como ustedes comprenderán. ...
En la línea 304
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Mi amigo abrió los ojos desmesuradamente. Yo repetí un guiño que no advirtió en su estupor, y concluí: ...
En la línea 343
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... -Pues bien, sí… ; pobre amigo mío: ¡se nos muere! ...
En la línea 65
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Llamábase el visitante D. Aurelio Miranda, y desempeñaba en León uno de esos destinos que en España abundan, no por honoríficos peor retribuídos, y que sin imponer grandes molestias ni vigilias, abren las puertas de la buena sociedad, prestando cierta importancia oficial: género de prebendas laicas, donde se dan unidas las dos cosas que asegura el refrán no caber en un saco. Era Miranda de origen y familia burocrática, en la cual se transmitían y como vinculaban los elevados puestos administrativos, merced a especial maña y don de gentes perpetuado de padres a hijos, a no sé qué felina destreza en caer siempre de pie y a cierta delicada sobriedad en esto de pensar y opinar. Logró la estirpe de los Mirandas teñirse de matices apagados y distinguidos, sobre cuyo fondo, así podía colocarse insignia blanca, como roja divisa; de suerte, que ni hubo situación que no les respetase, ni radicalismo que con ellos no transigiera, ni mar revuelto o bonancible en que con igual fortuna no pescaran. El mozo Aurelio casi nació a la sombra protectora de los muros de la oficina: antes que bigote y barba tuvo colocación, conseguida por la influencia paterna, reforzada por la de los demás Mirandas. Al principio fue una plaza de menor cuantía, que cubriese los gastos de tocador y otras menudencias del chico, derrochador de suyo; en seguida vinieron más pingües brevas, y Aurelio siguió la ruta trillada ya por sus antecesores. Con todo esto, veíase que algo degeneraba en él la raza: amigo de goces, de ostentación y vanidades, faltabale a Aurelio el tino exquisito de no salir de mediano por ningún respecto, y carecía de la formalidad exterior, del compasado porte que a los Mirandas pasados acreditaba de hombres de seso y experiencia y madurez política. Comprendiendo sus defectos, trató Aurelio de beneficiarlos diestramente, y más de una blanca y pulcra mano emborronó por él perfumadas esquelas con eficaces recomendaciones para personajes de muy variada ralea y clase. Asimismo se declaró gran amigote y compinche de algunos prohombres políticos, entre ellos el don Fulano que ya conocemos. No habló jamás con ellos diez palabras seguidas que a política se refiriesen: contábales las noticias del día, el escándalo fresco, el último dicharacho y la más reciente caricatura; y de tal suerte, sin comprometerse con ninguno se vio favorecido y servido de todos. Agarrose, como nadador inexperto, a los hombros de tan prácticos buzos, y acá me sumerjo, y acullá me pongo a flote, fue sorteando los furiosos vendavales que azotaron a España, y continuando la tradición venerable de los Mirandas. Pero también la influencia se gasta y agota, y llegó un período en que, mermada la de Aurelio, no alcanzó a mantenerle en el único punto para él grato, en Madrid, y hubo de irse a vegetar a León, entre el Gobierno civil y la Catedral, edificios que ni uno ni otro le divertían. Lo que singularmente amargaba a Aurelio, era comprender que su decadencia administrativa nacía de otro decaimiento irreparable, a saber, el de su persona. Cumplida la cuarentena de años, faltábanle ya los billetitos de recomendación o por lo menos no eran tan calurosos: en los despachos de las notabilidades iba siendo su persona como un mueble más, y hasta él mismo sentía apagarse su facundia. La madurez se revelaba en él por un salto atrás; íbasele metiendo en el cuerpo la seriedad de los Mirandas; y de amable calavera, pasaba a hombre de peso. No del todo extrañas a tal metamorfosis debían ser algunas dolencias pertinaces, protesta del hígado contra el malsano régimen, mitad sedentario y mitad febril, tanto tiempo observado por Aurelio. Así es que, aprovechando la estancia en León, y los conocimientos y acierto singular de Vélez de Rada, dedicose a reparar las brechas de su desmantelado organismo; y la vida metódica y la formalidad creciente de sus maneras y aspecto, que en la corte la perjudicaban revelando que empezaba a ser trasto arrumbado y sin uso, sirviéronle en el timorato pueblo leonés de pasaporte, ganándole simpatías y fama de persona respetable y de responsabilidad y crédito. ...
En la línea 108
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Y diciendo y haciendo, sentose el prohombre a la mesa atestada de periódicos, cartas y libros, y tomando un pliego de timbrado papel, dejó correr la mano garrapateando el blanco folio con su letra precipitada, ininteligible casi, de hombre abrumado de asuntos. Doblolo, deslizándolo dentro de un sobre, y sin cerrarlo lo entregó a su amigo. ...
En la línea 114
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... En León causó al principio sorpresa grande que el currutaco Miranda eligiese por amigo a un señor Joaquín, hombre en cuyos cuadrados hombros parecía soldada y remachada la chaqueta; más presto anduvo la malicia el camino necesario para llegar a racional explicación del fenómeno, y comenzó Lucía a recibir larga broma de sus compañeras, que la aturdían a fuerza de glosar la pasión del señor de Miranda, sus atenciones, sus obsequios y rendimientos. Recibió ella la descarga risueña y sosegadamente, sin un sonrojo, sin perder minuto de sueño, sin que el latir del corazón se le acelerase cuando Miranda, desahogado siempre, repicaba la campanilla o entraba haciendo ruido con las flamantes botas. Como ningún amoroso requiebro de Miranda vino a confirmar los dichos de las gentes, estaba Lucía descuidada y tranquila lo mismo que de costumbre. Pero Miranda, resuelto ya a dar cima a su empresa, y considerando suficiente la preparación, un día, después de haber tomado café y leído El Progreso Nacional con el señor Joaquín, le pidió redondamente a su hija. ...
En la línea 119
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Pasolos dado a Satanás, porque era ciertamente ridículo para un hombre de sus ínfulas y categoría pedir la hija de un tendero de ultramarinos, y haber de esperar, como quien dice, en la antesala de la lonja, a que se dignasen abrirle la puerta. Entretanto, el señor Joaquín, leyendo solo el periódico y paladeando solo el café, venía a echarle muy de menos, e íbase arraigando en su mente la idea de la boda. Cada día consideraba más adecuado para yerno al amigo de Colmenar. Con todo, hizo lo que suelen las gentes que gustan de seguir su inclinación sin contraer responsabilidad: asesorarse con algunas personas acerca del asunto, esperando que su aprobación le escudase. Hubo de salirle frustrado el intento. El Padre Urtazu, consultado primero, exclamó con su franqueza navarra: ...
En la línea 296
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Pues bien, amigo mío- le dijo Fix saliéndole al encuentro ; ¿habéis visado el pasaporte? ...
En la línea 678
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Enhorabuena -exclamó Picaporte-. Toma, amigo mío, Kiouni es animal animoso Y valiente. ...
En la línea 1367
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Se hablaba poco en el vagón, y, por otra parte, el sueño iba a apoderarse pronto de los viajeros. Picaporte se encontraba colocado cerca del inspector de policía, pero no le hablaba. Desde los últimos acontecimientos, sus relaciones se habían enfriado notablemente. Ya no había simpatía ni intimidad. Fix no había cambiado nada de su modo de ser; pero Picaporte, por el contrario, estaba muy reservado y dispuesto a estrangular a su antiguo amigo, a la menor sospecha. ...
Errores Ortográficos típicos con la palabra Amigo
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Cómo se escribe amigo o amijo?
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