La palabra Volver ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
El cuervo de Leopoldo Alias Clarín
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Amnesia de Amado Nervo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece volver.
Estadisticas de la palabra volver
La palabra volver es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 792 según la RAE.
Volver es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 111.17 veces en cada obra en castellano
El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la volver en 150 obras del castellano contandose 16898 apariciones en total.
Más información sobre la palabra Volver en internet
Volver en la RAE.
Volver en Word Reference.
Volver en la wikipedia.
Sinonimos de Volver.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece volver
La palabra volver puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 949
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y al día siguiente volvía a la fábrica, para sufrir los mismos temores al regreso, animada únicamente por la esperanza de que pronto vendría la primavera, con sus tardes más largas y los crepúsculos luminosos, que la permitirían volver a la barraca antes que oscureciese. ...
En la línea 971
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En ciertas ocasiones, al volver bruscamente la cabeza, creía haberle sorprendido con los ojos fijos en ella. ...
En la línea 1068
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Lo del casamiento hacía volver a Roseta a la realidad. ...
En la línea 1087
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Luego le advirtió con voz lenta, un índice en alto y el acento imperativo, que, en adelante, cuidase de volver sola de la fábrica, pues, de lo contrario, sabría quién era él. ...
En la línea 61
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --Tú no has alcanzado la buena época, Ferminillo--continuó;--por esto tomas las cosas con tanta pachorra. Tú eres de los modernos, de los que creen que las cosas marchan bien porque vendemos mucho cognac como cualquier casa de esos países extranjeros, cuyas viñas sólo producen porquería, sin que Dios les conceda la menor cosa que se parezca al Jerez... Dime, tú que has corrido mundo, ¿dónde has visto nuestra uva de _Palomino_, ni la de _Vidueño_, ni el _Mantuo de Pila_, ni el _Cañocaso_, ni el _Perruno_, ni el _Pedro Ximénez_?... ¡Qué has de ver! Eso sólo se cría en esta tierra: es un regalo de Dios...; y, con tanta riqueza, fabricamos cognac o vinos de imitación porque el Jerez, el verdadero Jerez ya no está de moda, según dicen esos señores del extranjero! Aquí se acaban las bodegas. Esto son licorerías, boticas, cualquier cosa, menos lo que fueron en otro tiempo y ¡vamos!, que me dan ganas de echar a volar para no volver, cuando os presentáis con esos papelillos, pidiéndome que haga otra falsificación. ...
En la línea 154
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --He venío a encargá unas cosillas para allá y llevo prisa. Pero antes de volver, echaré un galope para ir a la viña y ver a tu padre. Me farta algo cuando no veo al padrino. ...
En la línea 207
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En esta aventura conoció a Salvatierra, sintiendo por él una admiración que nunca había de enfriarse. La fuga y una larga temporada pasada en Tánger fueron el único resultado de sus entusiasmos y cuando al fin pudo volver a la tierra, besó a Ferminillo, el primer hijo que la _pobre mártir_ le había dado a los pocos meses de su marcha a la serranía. ...
En la línea 210
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Al recobrar la libertad, la vida le pareció en Jerez más triste y desesperada que en el presidio. La _pobre mártir_ había muerto durante su ausencia, dejando en poder de unos parientes sus dos hijos, Ferminillo y María de la Luz. El trabajo escaseaba; había sobra de brazos, era reciente la indignación contra los _petroleros_ perturbadores del país; los Borbones acababan de volver, y los ricos temían dar entrada en sus fincas a los que habían visto antes con el fusil en la mano, tratándoles de igual a igual, con gestos amenazadores. ...
En la línea 236
del libro El cuervo
del afamado autor Leopoldo Alias Clarín
... Al volver de un entierro a la casa mortuoria, por la puerta que a él se le abría parecía entrar el aire fresco de la vida, la alegría de la Naturaleza inconsciente, el cándido egoísmo de las fuerzas fatales. ...
En la línea 849
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Cahusac corrió hacia aquel de los guardias que había matado Aramis, se apoderó de su acero y quiso volver a D'Artagnan; pero en su camino se encontró con Athos, que durante aquella pausa de un ins tante que le había procurado D'Artagnan había recuperado el aliento y que, por temor a que D'Artagnan le matase a su enemigo, quería volver a empezar el combate. ...
En la línea 849
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Cahusac corrió hacia aquel de los guardias que había matado Aramis, se apoderó de su acero y quiso volver a D'Artagnan; pero en su camino se encontró con Athos, que durante aquella pausa de un ins tante que le había procurado D'Artagnan había recuperado el aliento y que, por temor a que D'Artagnan le matase a su enemigo, quería volver a empezar el combate. ...
En la línea 992
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El seño r de Tréville les invitó pues a volver cada uno a su alojamiento y a esperar sus noticias. ...
En la línea 1431
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Comprendieron, pues por algunas palabras escapadas a D'Artag nan, de qué asunto se trataba, y como pensaron que después de ha ber cogido a su hombre o haberlo perdido de vista, D'Artagnan termi naría por volver a subir a su casa, prosiguieron su camino. ...
En la línea 72
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Declarada por fin, despues de vencidas dificultades, por bastante para proceder, los juzgados se encuentran sin promotores fiscales, ni letrados defensores capaces de pedir en la causa cada uno segun su ministerio, y á cada pedimento que por los reos ó presos suele presentar el indio defensor, ó por cualquier otro incidente que ocurra, se suspende el curso y vuelva al asesor cuando haya oportunidad: últimamente, por no molestar mas en el particular, llegado el caso de sentencia se pronuncia con asesor y con las dilaciones que todo lo demas, y dada y publicada, se remite la causa á la audiencia, desde donde á solicitud del ministerio fiscal suele volver á la provincia para reformar defectos, y aun ciertas nulidades, con las cuales no se puede administrar justicia, ó para practicar alguna dilijencia interesante que se omitió, y que aun puede ser de utilidad. ...
En la línea 297
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Esta nacion ha llevado hasta el estremo las medidas restrictivas de la estraccion de los pesos españoles de su imperio, marcando cuantos entran en él con tanto número de contraseñas, que desfigurados y desconocidos, no pueden ya volver á ser estraidos para el cambio esterno. ...
En la línea 298
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Sin embargo, algunos suelen volver, y para habilitarlos á la circulacion se les echa el resello que á los pesos de las repúblicas de América, y asi corren en el mercado de la capital y de las provincias, y son admitidos en las tesorerías del estado. ...
En la línea 246
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Y ahora que la ilusión se ha desvanecido ¡ay! para no volver jamás, siento por España una admiración ardiente: es el país más espléndido del mundo, probablemente el más fértil y con toda seguridad el de clima más hermoso. ...
En la línea 475
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El viejo me aseguró que, unos dos meses antes, al volver a Aldea Gallega con sus mulas de acompañar a unos viajeros, le había derribado, desnudado y robado un individuo que, a su parecer, salió de aquel nido de asesinos. ...
En la línea 983
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... En cinco minutos me refirió que, movido del deseo de ver mundo, se había desgarrado de su familia, gente opulenta de Madrid, con ánimo de no volver hasta haber recorrido varios países. ...
En la línea 1251
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Muchas veces me entran ganas de volver otra vez a su _chim_. ...
En la línea 229
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Del sahumerio os hago gracia -dijo don Quijote-; dádselos en reales, que con eso me contento; y mirad que lo cumpláis como lo habéis jurado; si no, por el mismo juramento os juro de volver a buscaros y a castigaros, y que os tengo de hallar, aunque os escondáis más que una lagartija. ...
En la línea 324
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Ni aun fuera bien que vos le entendiérades -respondió el cura-, y aquí le perdonáramos al señor capitán que no le hubiera traído a España y hecho castellano; que le quitó mucho de su natural valor, y lo mesmo harán todos aquellos que los libros de verso quisieren volver en otra lengua: que, por mucho cuidado que pongan y habilidad que muestren, jamás llegarán al punto que ellos tienen en su primer nacimiento. ...
En la línea 626
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y tengo para mí que ha de ser cosa muy de ver; a lo menos, yo no dejaré de ir a verla, si supiese no volver mañana al lugar. ...
En la línea 691
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -¿No han vuestras mercedes leído -respondió don Quijote- los anales e historias de Ingalaterra, donde se tratan las famosas fazañas del rey Arturo, que continuamente en nuestro romance castellano llamamos el rey Artús, de quien es tradición antigua y común en todo aquel reino de la Gran Bretaña que este rey no murió, sino que, por arte de encantamento, se convirtió en cuervo, y que, andando los tiempos, ha de volver a reinar y a cobrar su reino y cetro; a cuya causa no se probará que desde aquel tiempo a éste haya ningún inglés muerto cuervo alguno? Pues en tiempo de este buen rey fue instituida aquella famosa orden de caballería de los caballeros de la Tabla Redonda, y pasaron, sin faltar un punto, los amores que allí se cuentan de don Lanzarote del Lago con la reina Ginebra, siendo medianera dellos y sabidora aquella tan honrada dueña Quintañona, de donde nació aquel tan sabido romance, y tan decantado en nuestra España, de: Nunca fuera caballero de damas tan bien servido como fuera Lanzarote cuando de Bretaña vino; con aquel progreso tan dulce y tan suave de sus amorosos y fuertes fechos. ...
En la línea 251
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El Beagle no había llegado aún; por tanto, nos pusimos en marcha para volver; pero nuestros caballos estaban fatigados y no tuvimos más remedio que vivaquear en el llano. Por la mañana habíamos matado a un armadillo; aunque es un ejemplar excelente si se le asa dentro de su mismo caparazón, para dos hombres hambrientos no había con eso dos refacciones de sustancia, almuerzo y comida. En el sitio donde tuvimos que detenernos para pasar la noche estaba el suelo cubierto por una capa de sulfato de sosa; por consiguiente, allí no había agua. Sin embargo, un gran número de roedores pequeños lograban hallar-su subsistencia; y durante la mitad de la noche oí al tucutuco su llamada habitual, precisamente debajo de mi cabeza. Teníamos muy malos caballos; estaban tan rendidos al día siguiente por no haber tenido nada para beber, que nos vimos obligados a apearnos y seguir a pie el camino. Hacia mediodía, nuestros perros mataron un cabrito, que hicimos asar. Comí poco, pero enseguida me entró una sed intolerable. Sufría tanto más cuanto que por obra de lluvias recientes encontrábamos a cada instante charquitos de agua cristalina, pero de la cual era imposible beber ni una sola gota. Apenas llevaba unas veinte horas sin agua y sólo me había expuesto al sol muy poco tiempo; sin embargo, sentía una gran debilidad. ¿Cómo se puede sobrevivir dos o tres días en las mismas circunstancias? Eso es lo que no puedo imaginar. Sin embargo, debo reconocer que mi guía estaba imperturbable y parecía extrañarse mucho de que en mí produjese tal efecto un día de privación. ...
En la línea 264
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 7.0 Una especie extinta de caballo, de la cual volveré a hablar luego. 8.0 Un diente de un paquidermo, probablemente un Macranchenia, inmenso animal de largo pescuezo como el camello, y del que también tendré que volver a hablar. 9.0 Y último, el Toxodon, uno de los animales más extraños quizá que se hayan descubierto jamás. ...
En la línea 350
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El rocío, que durante la primera parte de la noche había mojado las cubiertas con que nos tapábamos, habíase transformado en hielo a la mañana siguiente. Aunque la llanura parece horizontal, se eleva poco a poco, y nos hallábamos a 800 ó 900 pies sobre el nivel del mar. El 9 de septiembre por la mañana me aconseja el guía que suba a la estribación más próxima, la cual acaso me conduzca a los cuatro picos que coronan a plomo la montaña. Trepar sobre peñascales tan rugosos fatiga en extremo; las laderas de la montaña están cortadas tan hondamente, que con frecuencia se pierde en un minuto el camino andado en cinco. Llego, por fin, a la cima, pero para sufrir un gran desencanto; estaba al borde de un precipicio, en el fondo del cual hay un valle a nivel de la llanura, valle que corta la estribación transversalmente y me separa de los cuatro picos. Este valle es muy estrecho, pero muy plano, y forma un buen paso para los indios, pues hace comunicar entre sí los llanos que hay al norte y al sur de la cadena. Al bajar al valle para atravesarlo, veo dos caballos; en seguida me escondo entre las altas hierbas y examino con cuidado las cercanías; pero al no advertir señales de indios, comienzo mi segunda ascensión. Avanzaba ya el día; y esa parte de la montaña es tan escarpada y desigual como la otra. Llego por fin a la cima del segundo pico a las dos horas, pero no lo consigo sino con la mayor dificultad; en efecto, cada 20 metros sentía calambres en la parte superior de ambos muslos, hasta el punto de no saber si podría volver a bajar. También me fue preciso dar la `vuelta por otro camino, pues no me sentía con fuerzas para escalar de nuevo la montaña que había atravesado por la mañana. Por tanto, me vi obligado a renunciar a subir a los dos picos más altos. La diferencia de altura no es muy grande, y desde el punto de vista geológico sabía yo cuanto deseaba saber; por consiguiente, el resto no merecía otra nueva fatiga. Supongo que mis calambres eran efecto del gran cambio de acción muscular, el trepar mucho, después de una larga carrera a caballo. ...
En la línea 450
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Un testigo ocular me refiere que las bestias de ganadería se precipitaban por ir a beber en el Paraná en rebaños de muchos miles de cabezas; agotados por la falta de alimento esos animales, érales imposible volver a subir luego las escurridizas márgenes del río y se ahogaban. El brazo del río que pasa por San Pedro estaba tan lleno de cadáveres en putrefacción, que un capitán de barco me dijo haberle sido imposible pasar por allí: tan fétido era el olor. Sin duda ninguna, perecieron así en el río cientos de miles de animales; viéronse flotar sus cadáveres descompuestos dirigiéndose hacia el mar, y probablemente gran número de ellos se depositaron en el estuario de la Plata. El agua de todos los riachuelos volviose salobre; y este hecho produjo la muerte a muchos animales en ciertos sitios, pues cuando un animal bebe de esa clase de aguas muere siempre, de un modo infalible Azara9 describe el furor de los caballos en semejante ocasión: todos se arrojan a los pantanos, y los primeros que llegan son aplastados por la multitud que los sigue. Añade que ha visto más de una vez los cadáveres de más de mil caballos salvajes que habían perecido así. He notado que el cauce de los riachuelos de las Pampas está cubierto por una verdadera capa de osamentas; pero esta capa proviene probablemente de una acumulación gradual, más bien que de una gran destrucción en un período cualquiera. Después de la gran sequía de 1827-1832 sobrevino una estación muy lluviosa que trajo consigo vastas inundaciones. Por tanto, es casi seguro que millares de esqueletos han quedado sepultos por los sedimentos del año mismo que siguió a la sequía. ¿Qué diría un geólogo al ver una colección tan enorme de osamentas pertenecientes a animales de todas las especies y de todas las edades, sepultada bajo una gran masa de tierra? ¿No estaría dispuesto a atribuirla a un diluvio, más bien que al curso natural de las cosas10. ...
En la línea 36
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Al volver a casa la onda, venía radicalmente desfigurada: en el paso por Albión habíanle arrebatado la socarronería española, que fácilmente convirtieron en humour inglés las manos hábiles de Fielding, Dickens y Thackeray, y despojado de aquella característica elemental, el naturalismo cambió de fisonomía en manos francesas: lo que perdió en gracia y donosura, lo ganó en fuerza analítica y en extensión, aplicándose a estados psicológicos que no encajan fácilmente en la forma picaresca. ...
En la línea 426
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Solía volver a sus novelas de la hora de dormirse la imagen de la Regenta, y entablaba con ella, o con otras damas no menos guapas, diálogos muy sabrosos en que ponía el ingenio femenil en lucha con el serio y varonil ingenio suyo; y entre estos dimes y diretes en que todo era espiritualismo y, a lo sumo, vagas promesas de futuros favores, le iba entrando el sueño al arqueólogo, y la lógica se hacía disparatada, y hasta el sentido moral se pervertía y se desplomaba la fortaleza de aquel miedo que poco antes salvara al doctor en teología. ...
En la línea 1162
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —Si mi mujer supiera que sólo puedo disponer de dos horas y media de descanso, me dejaría volver a la cama. ...
En la línea 1787
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... La conversación tardó en volver al pecado de Ana, a la vergüenza de que les hablaba la carta de doña Camila. ...
En la línea 35
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Como en realidad no gustaba de la danza, empezó Claudio a mostrar una resignación de marido cortés, manteniéndose en su asiento mientras ella bailaba con otros hombres. Luego, al volver Rosaura a su lado, sonreía con forzada mansedumbre. Nada podía decirle a una mujer que se apresuraba a halagarlo con palabras amorosas, como si le pidiese perdón. ...
En la línea 163
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En la corta vida de un hombre, la Ciudad Eterna sufría enormes destrucciones. El gran humanista Pogglo había visto casi incólume el templo de Saturno, y al volver a Roma años después, sólo encontraba las ocho columnas que se conservan actualmente. Igual devastación notaba en el sepulcro de Cecilia Metella. ...
En la línea 270
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Si al valenciano Borja—continuó Figueras—lo llamaban catalán era porque los catalanes gozaban en Italia de una impopularidad algo menor que la de los franceses, mas no por eso menos odiosa e intolerable para el vulgo. Dominaban a Sicilia y Nápoles y hacían la guerra en el mar a las galeras de varias repúblicas y principados italianos. Temían las gentes de Roma que el nuevo Papa confiase las fortalezas de la Iglesia a guerreros catalanes, o sea españoles, de suerte que luego de su fallecimiento fuese difícil volver a recobrarlas. Pero la Índole apacible y bondadosa de Alfonso de Borja, su fama de hombre justo y puro de costumbres, la severidad para el trato de su propia persona y el tono suave con que acogía a todos, acabaron por acallar estas Inquietudes públicas. ...
En la línea 430
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... A1 fin le resultaron intolerables los largos mutismos de Claudio, su, celos sin causa, seguidos de apartamientos que le dolían como menosprecios. Dejaba de acompañarla a las fiestas, no venía en busca suya a Montecarlo, y luego sus amigas lo encontraban paseando a solas por la orilla del mar. Otras veces lo veía volver cansado y polvoriento de excursiones a pie por los Alpes, emprendidas sin razón alguna. Era necesaria una explicación entre los dos. ...
En la línea 86
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Media hora después, al volver a hundir el remo, creyó tocar una roca; pero siguió avanzando mucho tiempo, sin que la quilla del bote rozase ningún obstáculo. Empezaba a ocultarse el sol cuando llegó cerca de tierra, y fue siguiendo su contorno a unos cincuenta metros de distancia. Iba en busca de una bahía pequeña o de la desembocadura de un riachuelo para poder desembarcar, conservando su bote. ...
En la línea 92
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Quiso volver atrás, convencido de la inutilidad de su exploración. Prefería pasar la noche en el bote, por ofrecerle mayores comodidades para su sueno que esta tierra desconocida. Pero al poco tiempo de marchar en varias direcciones se dio cuenta de que estaba completamente desorientado. Aquel mar tranquilo como una laguna, sin rompientes y sin olas, no podía guiarle con el ruido de sus aguas al chocar contra la orilla. ...
En la línea 128
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Iba ya transcurrida una hora, y el prisionero empezaba a encontrar penosa su inmovilidad, cuando se hizo un profundo silencio. Procurando no moverse, torció a un lado y a otro sus ojos para examinar a la muchedumbre. Todos miraban en la misma dirección, y Gillespie se creyó autorizado para volver la cabeza en idéntico sentido. Entonces vio, como a dos metros de su rostro, un gran vehículo que acababa de detenerse. Este automóvil tenia la forma de una lechuza, y los faros que le servían de ojos, aunque apagados, brillaban con un resplandor de pupilas verdes. ...
En la línea 196
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... La noticia hizo perder su calma al gigante… . ¡Verse privado de un bote que representaba la única probabilidad de volver al mundo de sus semejantes!… ...
En la línea 52
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pasaba por la honestidad misma, iba a misa todos los días que lo mandaba la Iglesia, rezaba el rosario con la familia, trabajaba diez horas diarias o más en el escritorio sin levantar cabeza, y no gastaba el dinero que le daban sus papás. A pesar de estas raras dotes, Barbarita, si alguna vez le encontraba en la calle o en la tienda de Arnaiz o en la casa, lo que acontecía muy pocas veces, le miraba con el mismo interés con que se puede mirar una saca de carbón o un fardo de tejidos. Así es que se quedó como quien ve visiones cuando su madre, cierto día de precepto, al volver de la iglesia de Santa Cruz, donde ambas confesaron y comulgaron, le propuso el casamiento con Baldomerito. Y no empleó para esto circunloquios ni diplomacias de palabra, sino que se fue al asunto con estilo llano y decidido. ¡Ah, la línea recta de los Trujillos… ! ...
En la línea 96
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La biografía mercantil de este hombre es tan curiosa como sencilla. Era muy joven cuando entró de hortera en casa de Arnaiz, y allí sirvió muchos años, siempre bien quisto del principal por su honradez acrisolada y el grandísimo interés con que miraba todo lo concerniente al establecimiento. Y a pesar de tales prendas, Estupiñá no era un buen dependiente. Al despachar, entretenía demasiado a los parroquianos, y si le mandaban con un recado o comisión a la Aduana, tardaba tanto en volver, que muchas veces creyó D. Bonifacio que le habían llevado preso. La singularidad de que teniendo Plácido estas mañas, no pudieran los dueños de la tienda prescindir de él, se explica por la ciega confianza que inspiraba, pues estando él al cuidado de la tienda y de la caja, ya podían Arnaiz y su familia echarse a dormir. Era su fidelidad tan grande como su humildad, pues ya le podían reñir y decirle cuantas perrerías quisieran, sin que se incomodase. Por esto sintió mucho Arnaiz que Estupiñá dejara la casa en 1837, cuando se le antojó establecerse con los dineros de una pequeña herencia. Su principal, que le conocía bien, hacía lúgubres profecías del porvenir comercial de Plácido, trabajando por su cuenta. ...
En la línea 120
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Habiendo apreciado este espectáculo poco grato, el olor de corral que allí había, y el ruido de alas, picotazos y cacareo de tanta víctima, Juanito la emprendió con los famosos peldaños de granito, negros ya y gastados. Efectivamente, parecía la subida a un castillo o prisión de Estado. El paramento era de fábrica cubierta de yeso y este de rayas e inscripciones soeces o tontas. Por la parte más próxima a la calle, fuertes rejas de hierro completaban el aspecto feudal del edificio. Al pasar junto a la puerta de una de las habitaciones del entresuelo, Juanito la vio abierta y, lo que es natural, miró hacia dentro, pues todos los accidentes de aquel recinto despertaban en sumo grado su curiosidad. Pensó no ver nada y vio algo que de pronto le impresionó, una mujer bonita, joven, alta… Parecía estar en acecho, movida de una curiosidad semejante a la de Santa Cruz, deseando saber quién demonios subía a tales horas por aquella endiablada escalera. La moza tenía pañuelo azul claro por la cabeza y un mantón sobre los hombros, y en el momento de ver al Delfín, se infló con él, quiero decir, que hizo ese característico arqueo de brazos y alzamiento de hombros con que las madrileñas del pueblo se agasajan dentro del mantón, movimiento que les da cierta semejanza con una gallina que esponja su plumaje y se ahueca para volver luego a su volumen natural. ...
En la línea 342
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Entraron en su cuarto, y sentados uno frente a otro, pasaron un rato recordando los graciosos tipos que en el comedor estaban y los equívocos que allí se decían. Juan hablaba poco y parecía algo inquieto. De repente le entraron ganas de volver abajo. Su mujer se oponía. Disputaron. Por fin Jacinta tuvo que echar la llave a la puerta. ...
En la línea 354
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... El asustado príncipe se incorporó parcialmente de un salto, pero un filoso recuerdo de sus doloridos miembros lo hizo volver en sí y se hundió de nuevo en la sucia paja con un gemido y la exclamación: ...
En la línea 483
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Hecho está ya, señor mío –contestó Hendon–. Tengo quehacer fuera, pero no tardaré en volver. Duérmete otra vez, que lo has menester. Déjame que te cubra también la cabeza. Así entrarás más pronto en calor. ...
En la línea 763
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Al cabo de mucho tiempo –no podía decir cuánto– pugnaron sus sentidos por volver a la realidad; y mientras con los ojos aún cerrados se preguntaba vagamente dónde estaba y qué le había sucedido, notó un murmullo, el repentino caer de la lluvia en el techo. Invadió su cuerpo una sensación de placidez, que al poco rato fue rudamente interrumpida por un coro de risas chillonas y de sarcásticas carcajadas. Sobresaltó al niño desagradablemente y le hizo asomar la cabeza para ver de dónde procedía la interrupción. Sus ojos vieron un cuadro repugnante y espantable. En el suelo, al otro extremo del granero, ardía una alegre fogata y en tomo de ella, fantásticamente iluminados por los rojizos resplandores, se desperezaban o se tendían en el suelo los más abigarrados grupos de bellacos harapientos y rufianes de uno o sexo que el niño hubiera de soñar o conocer en sus lecturas. Eran hombres recios y fornidos, atezados por la intemperie, de pelo largo y cubiertos de caprichosos andrajos. Había mozos de mediana estatura y rostros horribles vestidos de la misma manera; había mendigos ciegos con los ojos tapados o vendados, lisiados con piernas de palo o muletas, enfermos con purulentas llagas mal cubiertas por vendas; había un buhonero de vil traza con sus baratijas, un afilador, un calderero y un barbero cirujano con las herramientas de su oficio. Algunas de las mujeres eran niñas apenas adolescentes, otras se hallaban en la edad primaveral, otras eran brujas viejas y arrugadas; pero todas ellas gritonas, morenas y deslenguadas, todas desaliñadas y sucias. Había tres niños esmirriados y un par de perros hambrientos con cuerdas al cuello, cuyo oficio era guiar a los ciegos. ...
En la línea 777
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Londres es mejor que el campo y más seguro desde hace unos años, porque las leyes son muy duras y se ponen en práctica con todo rigor. Si no me hubiera ocurrido ese accidente, me habría quedado. Había resuelto no volver a aventurarme por la campiña, pero el 'accidente' ha dado al traste con todo. ...
En la línea 118
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «¿Y por qué no ha de distraerse uno en el juego? –se decía Augusto–. ¿Es o no es un juego la vida? ¿Y por qué no ha de servir volver atrás las jugadas? ¡Esto es la lógica! Acaso esté ya la carta en manos de Eugenia. Alea jacta est! A lo hecho, pecho. ¿Y mañana? ¡Mañana es de Dios! ¿Y ayer, de quién es? ¿De quién es ayer? ¡Oh, ayer, tesoro de los fuertes! ¡Santo ayer, sustancia de la niebla cotidiana!» ...
En la línea 258
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Poco después su madre, temblorosa de congoja, le apechugaba a su seno, y con una letanía de ¡hijo mío! ¡hijo mío! ¡hijo mío! le bautizaba en lágrimas de fuego. Y él lloró también, apretándose a su madre, y sin atreverse a volver la cara ni apartarla de la dulce oscuridad de aquel regazo palpitante, por miedo a encontrarse con los ojos devoradores del coco. ...
En la línea 345
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Usted no molesta nunca, caballero –le respondió la tía–, y queda comprometido a volver por esta casa. Ya lo sabe usted, es usted mi candidato. ...
En la línea 815
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pues si quieres volver a tenerla, ¡cásate, Augusto, cásate! ...
En la línea 223
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Los piratas trabajaron de un modo febril. Pusieron nuevos mástiles, taparon todos los agujeros y renovaron los cordajes. A las diez ya el barco podía volver al mar y afrontar un nuevo combate. ...
En la línea 279
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Ya fuera del bosque, se lanzó a través de una pradera, al extremo de la cual le pareció ver confusamente una empalizada. Se detuvo y cayó de rodillas. Estaba exhausto. Quiso volver a levantarse pero un velo de sangre le cubrió los ojos y se desplomó. ...
En la línea 346
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —¡De eso estoy convencido! —exclamó Sandokán—. Y cuando salga de esta casa para volver a mi lejana tierra, diré a mis compatriotas que una joven de rostro blanco ha conmovido el corazón de un hombre que creía tenerlo invulnerable. ...
En la línea 397
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... Echó a correr por el parque como si temiera estar cerca de la empalizada y no se detuvo hasta llegar debajo de la ventana de su habitación. De un salto subió a las ramas de un árbol y de allí pasó al alféizar. Al encontrarse en aquella casa que había abandonado con la firme decisión de no volver a ella, un segundo sollozo se le escapó de la garganta. ...
En la línea 550
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Lo he dudado mucho. Nada me obligaba a concederles mi hospitalidad. Si debía separarme de ustedes, no tenía ningún interés en volver a verles. Me hubiera bastado situarles de nuevo en la plataforma de este navío que les sirvió de refugio, sumergirme y olvidar su existencia. ¿No era ése mi derecho? -Tal vez sea ése el derecho de un salvaje -respondí-, pero no el de un hombre civilizado. ...
En la línea 567
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¡Cómo! ¿Deberemos renunciar para siempre a volver a ver nuestros países, nuestros amigos y nuestras familias? ...
En la línea 579
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Ahora, permítame acabar lo que quiero decirle. Yo le conozco, señor Aronnax. Si no sus compañeros, usted, al menos, no tendrá tantos motivos de lamentarse del azar que le ha ligado a mi suerte. Entre los libros que sirven a mis estudios favoritos hallará usted el que ha publicado sobre los grandes fondos marinos. Lo he leído a menudo. Ha llevado usted su obra tan lejos como le permitía la ciencia terrestre. Pero no sabe usted todo, no lo ha visto usted todo. Déjeme decirle, señor profesor, que no lamentará usted el tiempo que pase aquí a bordo. Va a viajar usted por el país de las maravillas. El asombro y la estupefacción serán su estado de ánimo habitual de aquí en adelante. No se cansará fácilmente del espectáculo incesantemente ofrecido a sus ojos. Voy a volver a ver, en una nueva vuelta al mundo submarino (que, ¿quién sabe?, quizá sea la última), todo lo que he podido estudiar en los fondos marinos tantas veces recorridos, y usted será mi compañero de estudios. A partir de hoy entra usted en un nuevo elemento, verá usted lo que no ha visto aún hombre alguno (pues yo y los míos ya no contamos), y nuestro planeta, gracias a mí, va a entregarle sus últimos secretos. ...
En la línea 656
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Seguí al capitán Nemo, quien, por una de las puertas practicadas en los paneles del salón, me hizo volver al corredor del barco. Me condujo hacia adelante y me mostró no un camarote sino una verdadera habitación, elegantemente amueblada, con lecho y tocador. ...
En la línea 299
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — ¿Que quise asesinarlo? - exclamó con desdén mi penado -. ¿Quise asesinarlo y no lo maté? No he hecho más que cogerle y entregarle. Nada más. No solamente le impedí que huyera de los marjales, sino que lo traje aquí, a rastras. Este sinvergüenza se las da de caballero. Ahora los Pontones lo tendrán otra vez, gracias a mí. ¿Asesinarlo? No vale la pena, cuando me consta que le hago más daño obligándole a volver a los Pontones. ...
En la línea 416
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Joe reavivó el fuego, limpió el hogar y luego nos acercamos a la puerta, con la esperanza de oír la llegada del carruaje. La noche era seca y fría, el viento soplaba de un modo que parecía cortar el rostro y la escarcha era blanca y dura. Pensé que cualquier persona podría morirse aquella noche si permanecía en los marjales. Y cuando luego miré a las estrellas, consideré lo horroroso que sería para un hombre que se hallara en tal situación el volver la mirada a ellas cuando se sintiese morir helado y advirtiese que de aquella brillante multitud no recibía el más pequeño auxilio ni la menor compasión. ...
En la línea 565
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Se echó a reír con burla, me dio un empujón para hacerme salir y cerró la puerta a mi espalda. Yo me marché directamente a casa del señor Pumblechook, y me satisfizo mucho no encontrarle en casa. Por consiguiente, después de decirle al empleado el día en que tenía que volver a casa de la señorita Havisham, emprendí el camino para recorrer las cuatro millas que me separaban de nuestra fragua. Mientras andaba iba reflexionando en todo lo que había visto, rebelándome con toda mi alma por el hecho de ser un aldeano ordinariote, lamentando que mis manos fuesen tan bastas y mis zapatos tan groseros. También me censuraba por la vergonzosa costumbre de llamar «mozos» a las sotas y por ser mucho más ignorante de lo que me figuraba la noche anterior, así como porque mi vida era peor y más baja de lo que había supuesto. ...
En la línea 664
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Como era natural, en el pueblo había una taberna, y también se comprende que Joe gustara de ir allí de vez en cuando a fumar una pipa. Mi hermana me había mandado con la mayor severidad que aquella tarde, al salir de la escuela, fuese a buscar a mi amigo a Los Tres Alegres Barqueros para hacerle volver a casa, con amenaza de castigo en caso de no cumplir esta orden. Por consiguiente, dirigí mis pasos hacia Los Tres Alegres Barqueros. ...
En la línea 120
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑De esto hace cinco semanas. Pues sí, cuando Catalina Ivanovna y Sonetchka se enteraron de lo de mi empleo, me sentí como transportado al paraíso. Antes, cuando tenía que permanecer acostado, se me miraba como a una bestia y no oía más que injurias; ahora andaban de puntillas y hacían callar a los niños. «¡Silencio! Simón Zaharevitch ha trabajado mucho y está cansado. Hay que dejarlo descansar.» Me daban café antes de salir para el despacho, e incluso nata. Compraban nata de verdad, ¿sabe usted?, lo que no comprendo es de dónde pudieron sacar los once rublos y medio que se gastaron en aprovisionar mi guardarropa. Botas, soberbios puños, todo un uniforme en perfecto estado, por once rublos y cincuenta kopeks. En mi primera jornada de trabajo, al volver a casa al mediodía, ¿qué es lo que vieron mis ojos? Catalina Ivanovna había preparado dos platos: sopa y lechón en salsa, manjar del que ni siquiera teníamos idea. Vestidos no tiene, ni siquiera uno. Sin embargo, se había compuesto como para ir de visita. Aun no teniendo ropa, se había arreglado. Ellas saben arreglarse con nada. Un peinado gracioso, un cuello blanco y muy limpio, unos puños, y parecía otra; estaba más joven y más bonita. Sonetchka, mi paloma, sólo pensaba en ayudarnos con su dinero, pero nos dijo: «Me parece que ahora no es conveniente que os venga a ver con frecuencia. Vendré alguna vez de noche, cuando nadie pueda verme.» ¿Comprende, comprende usted? Después de comer me fui a acostar, y entonces Catalina Ivanovna no pudo contenerse. Hacía apenas una semana había tenido una violenta disputa con Amalia Ivanovna, la dueña de la casa; sin embargo, la invitó a tomar café. Estuvieron dos horas charlando en voz baja. ...
En la línea 160
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Antes de salir, Raskolnikof había tenido tiempo de Ilevarse la mano al bolsillo, coger las monedas que le quedaban del rublo que había cambiado en la taberna y dejarlo, sin que le viesen, en el alféizar de la ventana. Después, cuando estuvo en la escalera, se arrepintió de su generosidad y estuvo a punto de volver a subir. ...
En la línea 162
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Luego se dijo que ya no podía volver a recoger el dinero y que, aunque hubiese podido, no lo habría hecho, y decidió volverse a casa. ...
En la línea 208
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Pero ahora, gracias a Dios, creo que te podré mandar algo. Por otra parte, en estos momentos no podemos quejarnos de nuestra suerte, por el motivo que me apresuro a participarte. Ante todo, querido Rodia, tú no sabes que hace ya seis semanas que tu hermana vive conmigo y que ya no tendremos que volver a separarnos. Gracias a Dios, han terminado sus sufrimientos. Pero vayamos por orden: así sabrás todo lo ocurrido, todo lo que hasta ahora te hemos ocultado. ...
En la línea 14
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Al volver antes de la comida, con los niños, me encontré en el camino con toda la partida. Iban a contemplar no sé qué ruinas. Se veían dos carruajes soberbios y dos caballos magníficos. La señorita Blanche ocupaba uno de los coches con María Philippovna y Paulina; el francés, el inglés y nuestro general, les daban escolta a caballo. Los transeúntes se detenían a contemplar el lúcido cortejo. ...
En la línea 458
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —No vale la pena tampoco fijarse en ello… Con el consiguiente disgusto del público correcto se las tolera aquí. Por lo menos a las que cambian todos los días en la mesa billetes de mil francos. Por otra parte, en cuanto dejan de cambiar billetes, se les ruega que se retiren. La señorita Zelma continuó cambiando, pero fue todavía más desgraciada. Advierte usted que esas señoras tienen a menudo suerte. Poseen un sorprendente dominio de sí mismas. En fin, mi historia termina aquí. Un día el conde desapareció, igual que el príncipe. La señorita Zelma fue a jugar sola por la noche. Aquella vez no hubo quien le ofreciera el brazo. En dos días quedó completamente arruinada. Después de arriesgar y perder su último luis de oro, miró en torno y vio al barón de Wurmenheim, que la examinaba con una atención indignada. Pero la señorita Zelma no reparó en esa indignación y, dirigiéndose al barón, con una sonrisa profesional, le rogó apostase por ella diez luises al rojo. Poco después, y debido a una denuncia de la baronesa, fue invitada a no dejarse ver más por el casino. ¿Le extraña tal vez que yo conozca todos esos escandalosos detalles? Los sé por Mr. Fider, mi pariente, que condujo, aquella noche misma, en su coche, a la señorita Zelma. Ahora comprenda usted: la señorita Blanche quiere ser generala, sin duda para no volver a caer en semejantes desgracias. Ahora no juega ya, tiene un capital que presta a los jugadores mediante usura. Es mucho más práctico. Sospecho que el desgraciado general es uno de sus deudores. Des Grieux quizá también, a menos que vayan a medias. Comprenderá usted que hasta después de haberse casado no desee llamar la atención del barón ni de la baronesa. En su situación, nada tiene que ganar con un escándalo. Usted está relacionado con su casa y sus actos pueden provocar escándalo, con mayor motivo porque ella se exhibe cada día en público del brazo del general o con miss Paulina. ¿Comprende usted ahora? ...
En la línea 749
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¿Quiere usted volver a jugar? —exclamé —¿Te extraña, muchacho? ¿Porque vosotros os aburrís sin hacer nada yo voy a estar contemplándoos? ...
En la línea 851
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Pero en la avenida, al volver el square, nos encontramos a todos nuestros deudos. El general, Des Grieux, la señorita Blanche y su madre. ...
En la línea 288
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... A fines de ese mismo cuarto año, le llegó su turno para la evasión. Sus camaradas lo ayudaron como suele hacerse en aquella triste mansión, y se evadió. Anduvo errante dos días en libertad por el campo, si es ser libre estar perseguido, volver la cabeza a cada instante y al menor ruido, tener miedo de todo, del sendero, de los árboles, del sueño. En la noche del segundo día fue apresado. No había comido ni dormido hacía treinta seis horas. El tribunal lo condenó por este delito a un recargo de tres años. Al sexto año le tocó también el turno para la evasión; por la noche la ronda le encontró oculto bajo la quilla de un buque en construcción; hizo resistencia a los guardias que lo cogieron: evasión y rebelión. Este hecho, previsto por el código especial, fue castigado con un recargo de cinco años, dos de ellos de doble cadena. Al décimo le llegó otra vez su turno, y lo aprovechó; pero no salió mejor librado. Tres años más por esta nueva tentativa. En fin, el año decimotercero, intentó de nuevo su evasión, y fue cogido a las cuatro horas. Tres años más por estas cuatro horas: total diecinueve años. En octubre de 1815 salió en libertad: había entrado al presidio en 1796 por haber roto un vidrio y haber tomado un pan. ...
En la línea 455
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... El niño lo miró atemorizado; tembló de pies a cabeza, y después de algunos momentos de estupor, echó a correr con todas sus fuerzas sin volver la cabeza, ni dar un grito. ...
En la línea 576
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... En cuanto a la madre, su aspecto era pobre y triste. Llevaba la vestimenta de una obrera que quiere volver a ser aldeana. Era joven; acaso hermosa, pero con aquella ropa no lo parecía. Sus rubios cabellos escapaban por debajo de una fea cofia de beguina amarrada al mentón; calzaba gruesos zapatones. Aquella mujer no se reía; sus ojos parecían secos desde hacía mucho tiempo. Estaba pálida, se veía cansada y tosía bastante; tenía las manos ásperas y salpicadas de manchas rojizas, el índice endurecido y agrietado por la aguja. Era Fantina. ...
En la línea 579
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... No tenía a quién recurrir. Apenas sabía leer, pero no sabía escribir; en su niñez sólo había aprendido a firmar con su nombre. ¿A quién dirigirse? Había cometido una falta, pero el fondo de su naturaleza era todo pudor y virtud. Comprendió que se hallaba al borde de caer en el abatimiento y resbalar hasta el abismo. Necesitaba valor; lo tuvo, y se irguió de nuevo. Decidió volver a M., su pueblo natal. Acaso allí la conocería alguien y le daría trabajo. Pero debía ocultar su falta. Entonces entrevió confusamente la necesidad de una separación más dolorosa aún que la primera. Se le rompió el corazón, pero se resolvió. Vendió todo lo que tenía, pagó sus pequeñas deudas, y le quedaron unos ochenta francos. A los veintidós años, y en una hermosa mañana de primavera, dejó París llevando a su hija en brazos. Aquella mujer no tenía en el mundo más que a esa niña, y esa niña no tenía en el mundo más que a aquella mujer. ...
En la línea 92
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... -Ah, compañeros -dijo quedamente-, quizá volver rabiosos tantos mordiscos. ¡Puede que todos rabiosos, sacredam! ¿Tú qué creer, eh, Perrault? ...
En la línea 201
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Buck sentía vagamente que no podía confiar en aquellos dos hombres ni en la mujer. No sabían cómo hacer las cosas, y con el paso de los días fue evidente que eran incapaces de aprender. Eran descuidados, carecían de orden y de disciplina. Les llevaba la mitad de la noche montar un precario campamento, y media mañana levantarlo y cargar el trineo, y lo hacían de una forma tan inadecuada que durante el resto del día tenían que detenerse varias veces para volver a acomodar la carga. Hubo días en que no lograron recorrer veinte kilómetros. Otros, que ni siquiera consiguieron arrancar. Y no hubo uno solo en el que lograsen cubrir más de la mitad de la distancia que habían tomado como base para calcular la comida de los perros. ...
En la línea 244
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... Tan perentoria era la llamada de aquellas almas que día a día el ser humano y sus reclamos se volvían más distantes. Una llamada resonaba en lo profundo del bosque y, cada vez que la oía, misteriosa, emotiva y atrayente, se sentía empujado a volver la espalda al fuego y a la tierra hollada a su alrededor para sumergirse en la espesura y seguir adelante, sin saber hacia dónde ni por qué, ni preguntárselo siquiera, tan imperativa era la llamada de las profundidades del bosque. Pero en cuanto llegaba a la suave tierra virgen y a la sombra de los árboles, el amor por John Thornton lo atraía de nuevo hacia el fuego. ...
En la línea 257
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... A Buck le fue imposible detenerse, barrido río abajo por la corriente, y luchó con todas sus fuerzas sin conseguir volver. Al oír la reiterada orden de Thornton se irguió parcialmente fuera del agua, alzando cuanto pudo la cabeza como para lanzar una última mirada, tras lo cual giró obedientemente hacia la orilla. Nadó con potencia y fue arrastrado fuera por Hans y Pete precisamente en el punto donde ya no se podía nadar y el final era ineluctable. ...
En la línea 180
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Fue en Venecia, una tarde, al volver del Lido, en la Plaza de San Marcos, entre las palomas familiares. ...
En la línea 220
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Estreché su mano con ternura y echamos a andar en busca de nuestra góndola para volver al hotel. ...
En la línea 246
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... El miedo me sobrecogió de nuevo. ¿Quién iba a volver a la luz, Luisa o Blanca? ...
En la línea 286
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... Al volver al plano de la duración, uníamos los dos cabos sueltos de tiempo y nos dábamos cuenta de las horas transcurridas. Con la mirada vaga y los pies poco firmes, como el niño que se ha quedado traspuesto en un sillón y a quien se lleva a la cama, descendíamos casi automáticamente a nuestros camarotes, donde un sueño blando sustituía al blando éxtasis. ...
En la línea 31
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Vete en paz, y Dios Nuestro Señor te acompañe, que es buen acompañante -contestó-. Ya he rezado por ti el itinerario, para que volvamos tan sanos y satisfechos… Acuérdate de lo que te avisé, chiquilla; ahora ya somos, como quien dice, una señora casada y de respeto; y aunque nos parece que todo se va a volver florecicas y mieles en el nuevo estado, y nos largamos por esos mundos a echar canas al aire y divertirnos… ¡cuidadito, cuidadito!, puede que donde menos se piense salte la liebre, y tengamos rabietas, y pruebecitas y trabajos que no tuvimos de niños… No ser tonta entonces… ¿eh? Ya sabemos que Aquel que anda por allá arriba moviendo aquellas estrellas tan preciosas, es el único que nos entiende y nos consuela cuando a Él le parece… mira, en vez de tanto trapo como has metido en las maletas, mete paciencia, ¡chiquilla! mete paciencia. Es mejor aún que el árnica y los emplastos… ; si a quien era tan grande le hizo falta para aguantar aquella cruz, tú que eres chiquitita… ...
En la línea 264
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Yo no presto dinero, señora -contestó apaciblemente el viajero, sin volver la faz ni dejar de mirar el alba, que rompía por los cielos envuelta en leves vapores de rosa y nácar. ...
En la línea 297
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Lucía esperaba que la hablasen, y su mirada lo pedía. Pero como el viajero no pareciese dispuesto a realizar sus esperanzas, se resolvió ella, pasado algún tiempo, a volver a la carga, exclamando: ...
En la línea 474
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... Artegui, sonriendo, la sostuvo mejor en el brazo, y diéronse a andar por Bayona tan cordiales como si en toda su vida otra cosa hubiesen hecho. La noche era digna del día: en el cielo de aterciopelado azul centelleaban claras y vivas las estrellas; el gas de las innumerables tiendas con que Bayona explota la vanidad de los españoles pudientes y trashumantes, ponía a las obscuras manzanas de casas un collar de luz, y en los escaparates se lucían, con todos los tonos de la escala cromática, telas ricas, porcelanas y bronces caprichosos, opulentas joyas. Caminaba la pareja silenciosa, a paso igual y rítmico, midiendo Artegui su andar largo y varonil por el paso más corto de Lucía. En las calles la gente circulaba de prisa, animada, como el que va a algo que le interesa: no con esa lentitud de los españoles que se pasean por tomar el aire y matar el tiempo. Ante los cafés, las mesas al aire libre tenían mucho parroquiano, porque la templada atmósfera lo consentía; y bajo la claridad fuerte de los reverberos bullían los mozos sirviendo cerveza, café o bavaresa de chocolate, y el humo de los cigarros, y el crujir de los periódicos que desdoblaban, y las conversaciones, y el sonido seco de las fichas del dominó dando contra el mármol, llenaban de vida aquel trozo de acera. De pronto Artegui, al volver una esquina, se metió en una tienda no muy ancha, cuyo escaparate ocupaban casi por entero dos luengos peinadores salpicados de cascadas de encaje y lazos de cinta azul el uno, rosa el otro. Dentro, era una exhibición de cuantos objetos componen el tocado íntimo del niño y la mujer. Las camisas presentaban coquetonamente el adornado escote, ocultando la lisa falda; los pantalones estiraban, simétricas y unidas, una y otra pierna; las chambras tendían los brazos, las batas inclinaban el cuerpo con graciosa laxitud. ...
En la línea 134
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Picaporte, que había empezado a estudiar concienzudamente su programa, quedó sorprendido al ver a mister Fogg culpable de inexactitud acudir a tan inusitada hora, pues, según la nota, el inquilino de Saville Row no debía volver sino a medianoche. ...
En la línea 305
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -¡En África!- Repitió Picaporte-. No puedo creerlo. ¡Figuraos, caballero, que yo me imaginaba no ir más lejos de París,y me he tenido que contentar con ver esa famosa capital, desde las siete y veinte de la mañana hasta las ocho y cuarenta, entre la Estación del Norte y la de Lyón, a través de los cristales de un coche y lloviendo a chaparrones! ¡Lo siento! ¡Me hubiera gustado volver a ver el cementerio del Père Lachaise y el circo de los Campos Elíseos. ...
En la línea 350
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Entonces, ¿es un ladino que cuenta con volver a Londres después de haber hecho perder su pista a todas las poblaciones de ambos continentes? ...
En la línea 667
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Aouida empezaba a volver en sí. La influencia a que la habían sometido los sacerdotes de Pillaji, se iba disipando poco a poco, y sus hermosos ojos recobraban toda su dulzura hindú. ...

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