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La palabra vistas
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la palabra vistas

La palabra Vistas ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece vistas.

Estadisticas de la palabra vistas

Vistas es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 4995 según la RAE.

Vistas tienen una frecuencia media de 18.14 veces en cada libro en castellano

Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la vistas en 150 obras del castellano contandose 2757 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Vistas

Cómo se escribe vistas o viztaz?
Cómo se escribe vistas o bistas?

Más información sobre la palabra Vistas en internet

Vistas en la RAE.
Vistas en Word Reference.
Vistas en la wikipedia.
Sinonimos de Vistas.


la Ortografía es divertida

Algunas Frases de libros en las que aparece vistas

La palabra vistas puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 756
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El joven asintió. Todo aquello lo había leído muchas veces en la introducción del gran catálogo de la casa; un cuaderno con vistas de las bodegas de Dupont, y sus numerosas dependencias, acompañadas de la historia de la casa y de elogios a sus elaboraciones; la obra maestra de don Ramón, que el amo regalaba a los clientes y visitantes con una encuadernación blanca y azul, los colores de las Purísimas pintadas por Murillo. ...

En la línea 1806
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... No había más que tres palacete s en aquella parte de la calle, y dos ventanas con vistas sobre aquella calle: la una era de un pabellón paralelo al que ocupaba Aramis, la otra era la del propio Aramis. ...

En la línea 4110
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Entonces, como hoy, había gran cantidad de mujeres jóvenes y her mosas que iban a Saint-Cloud y que tenían interés en no ser vistas, y sin embargo D'Arta gnan no dudó un solo instante que no fuera la señora Bonacieux la que el barquero había visto. ...

En la línea 6513
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Su casa, muy vasta y suntuosa, hace esquina a la entrada de la _alameda_, y tiene hermosas vistas sobre la bahía. ...

En la línea 6573
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... De las dos montañas, o columnas, la más notable, vistas desde lejos, es la africana, Gibil Muza. ...

En la línea 6601
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Las fortificaciones son fuertes, amenazadoras y, vistas en cualquier otro sitio, ellas solas embargarían el ánimo y absorberían la admiración; pero la montaña, la pasmosa montaña, reaparecía por todas partes y sobrepujaba su efecto como espectáculo. ...

En la línea 7030
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Abierto por arriba, en torno estaban las habitaciones, por tres lados; en el cuarto lado, una escalerilla que comunicaba con el piso superior, la mitad del cual consistía en un terrado con vistas al patio; por encima de sus bajos muros se descubría un panorama del mar y gran parte de la ciudad. ...

En la línea 487
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Parecióme cosa imposible y fuera de toda buena costumbre que a tan buen caballero le hubiese faltado algún sabio que tomara a cargo el escrebir sus nunca vistas hazañas, cosa que no faltó a ninguno de los caballeros andantes, de los que dicen las gentes que van a sus aventuras, porque cada uno dellos tenía uno o dos sabios, como de molde, que no solamente escribían sus hechos, sino que pintaban sus más mínimos pensamientos y niñerías, por más escondidas que fuesen; y no había de ser tan desdichado tan buen caballero, que le faltase a él lo que sobró a Platir y a otros semejantes. ...

En la línea 1595
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Viola en sayo, tal, que todas las bellezas hasta entonces por él vistas las puso en olvido. ...

En la línea 1686
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y más le ruego: que haga cuenta que son ya pasados los tres días que me ha dado de término para ver las locuras que hace, que ya las doy por vistas y por pasadas en cosa juzgada, y diré maravillas a mi señora; y escriba la carta y despácheme luego, porque tengo gran deseo de volver a sacar a vuestra merced deste purgatorio donde le dejo. ...

En la línea 1978
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... En tanto que el cura decía estas razones, estaba la disfrazada moza como embelesada, mirándolos a todos, sin mover labio ni decir palabra alguna: bien así como rústico aldeano que de improviso se le muestran cosas raras y dél jamás vistas. ...

En la línea 106
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Seguí una senda que me condujo a un magnífico bosque, y bien pronto se desplegó ante mis ojos una de esas admirables vistas tan comunes en los alrededores de Río. Me encontraba a una altura como de unos 500 o 600 pies; desde esa elevación el paisaje adquiere sus matices más brillantes; las formas y los colores superan tan por completo en magnificencia a todo cuanto un europeo ha podido ver en su país, que carece de expresiones para pintar lo que siente. El efecto general me recordaba las más brillantes decoraciones de la Opera. Nunca regresaba de esas excursiones con las manos vacías. Esta vez topé con un ejemplar de un hongo curioso, llamado Hymenophallus. ...

En la línea 214
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Los bordes del lago son fangosos; en ese barro hay numerosos cristales de yeso, algunos de los cuales tienen hasta tres pulgadas de longitud; en la superficie de ese légamo se encuentran también gran número de cristales de sulfato de sosa. Los gauchos llaman a los primeros los «padres de la sal», y a los segundos, las «madres»; afirman que estas sales progenitoras existen siempre en las orillas de las salinas, cuando el agua comienza a evaporarse. El barro de los bordes es negro y exhala un olor fétido. Al pronto no pude darme cuenta de la causa de este olor; pero muy luego advertí que la espuma traída por el viento a las orillas es verde, como si contuviese un gran número de confervas. Quise traerme una muestra de esa materia verde, pero un accidente me la hizo perder. Algunas partes del lago, vistas a corta distancia, parecen tener un color rojo, lo cual quizá dependa de la presencia de algunos infusorios. En muchos sitios se nota rebullir en ese fango una especie de gusanos. ¡Qué asombro produce el pensar que 3 Report of the Agricult ...

En la línea 275
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Los grandes animales necesitan una vegetación abundante: esta es una frase hecha, que ha pasado de una obra a otra. Pues bien; no vacilo en declarar que este es un dato absolutamente falso que ha contribuido a extraviar el juicio de los geólogos acerca de algunos puntos de gran interés relativos a la historia antigua del mundo. Sin duda, ese prejuicio se ha tomado de la India y del archipiélago índico, donde siempre se ven juntos los rebaños de elefantes, los bosque espesos y las junqueras impenetrables. Por el contrario, si abrimos una narración de viaje, sea cual fuere, a través de las partes meridionales del África, en casi todas las páginas veremos alusiones al carácter árido del país y al número de grandes animales que en él habitan. Las numerosas vistas del interior que se han traído de allí nos enseñan la misma cosa. Durante una escala hecha por el Beagle en Cape-Twon pude hacer una excursión de varios días por el interior, excursión suficiente, al menos, para permitirme comprender bien las descripciones que había leído. ...

En la línea 481
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... El siguiente día lo pasamos en la casa de postas de Cufre. El cartero llega por la noche con un día de retraso, a causa del desbordamiento del río Rosario. Ese retraso por descontado carecía de consecuencias; pues aunque había atravesado la mayor parte de las ciudades principales de la banda oriental, sólo traía dos cartas. Desde la casa donde habito hay unas vistas preciosas; una vasta superficie verde ondulada, y acá y allá el río de la Plata. Por supuesto ya no veo el país de la misma manera que a mi llegada. ...

En la línea 6325
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El comedor era cuadrado, tenía vistas a la huerta y al patio mediante cuatro grandes ventanas rasgadas hasta cerca del techo, no muy alto. ...

En la línea 6472
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... no eran para vistas por un canónigo formal. ...

En la línea 6717
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Lo que se puede bien llamar juventud dorada del clero de la capital, tan envidiada por sus colegas de la montaña, que según ellos mismos se embrutecían a ojos vistas, la juventud dorada acudía sin falta todas las tardes de otoño y de invierno que hacía bueno al Espolón; iba lo que se llama reluciente; parecían diamantes negros, y sin que nadie tuviera nada que decir, presenciaban las idas y venidas de las jóvenes elegantes; y los que eran observadores podían notar las señales del amor, de la coquetería, en gestos, movimientos, risas, miradas y rubores. ...

En la línea 10590
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Pero abriendo aquella ventana que tenía vistas al cielo, ya no había que temer. ...

En la línea 718
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Entre todas las maravillas vistas en el país de los pigmeos, el rostro de este joven doctor representaba la más enorme y la más grata para el. Pero existe un encadenamiento lógico entre los sucesos extraordinarios, igual al que reúne los hechos de la vida corriente. Desde el momento que Ra-Ra era el, y Momaren era mistress Augusta Haynes, resultaba natural que el joven universitario solo pudiera parecerse a una persona… . ...

En la línea 3572
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Vivía en la calle de Tabernillas (Puerta de Moros), que para los madrileños del centro es donde Cristo dio las tres voces y no le oyeron. Es aquel barrio tan apartado, que parece un pueblo. Comunícase, de una parte con San Andrés, y de otra con el Rosario y la V.O.T. El vecindario es en su mayoría pacífico y modestamente acomodado; asentadores, placeros, trajineros. Empleados no se encuentran allí, por estar aquel caserío lejos de toda oficina. Es el arrabal alegre y bien asoleado, y corriéndose al Portillo de Gilimón, se ve la vega del Manzanares, y la Sierra, San Isidro y la Casa de Campo. Hacia los taludes del Rosario la vecindad no es muy distinguida, ni las vistas muy buenas, por caer contra aquella parte las prisiones militares y encontrarse a cada paso mujeres sueltas y soldados que se quieren soltar. Al fin de la calle del Águila también desmerece mucho el vecindario, pues en la explanada de Gilimón, inundada de sol a todas las horas del día, suelen verse cuadros dignos del Potro de Córdoba y del Albaicín de Granada. Por la calle de la Solana, donde habita tanta pobretería, iba Fortunata a misa a la Paloma, y se pasmaba de no encontrar nunca en su camino ninguna cara conocida. Ciertamente, cuando un habitante del centro o del Norte de la Villa visita aquellos barrios, ni las casas ni los rostros le resultan Madrid. En un mes no pasó Fortunata más acá de Puerta de Moros, y una vez que lo hizo, detúvose en Puerta Cerrada. Al sentir el mugido de la respiración de la capital en sus senos centrales, volviose asustada a su pacífica y silenciosa calle de Tabernillas. ...

En la línea 4441
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Fortunata se echó a la calle, y en la Plaza del Progreso vio muchos coches; pero muchos. Era un entierro, que iba por la calle del Duque de Alba hacia la de Toledo. Por las caras conocidas que fue viendo mientras el fúnebre séquito pasaba, vino a comprender que el entierro era el de Arnaiz el Gordo, que se había muerto el día antes. Pasaron los Villuendas, los Trujillos, los Samaniegos, Moreno-Isla… Pues irían también D. Baldomero y su hijo… quizás en los coches de delante, haciendo cabecera… «Toma; también Estupiñá». Desde el simón en que iba con uno de los chicos, el gran Plácido le echó una mirada de indignación y desdén. Siguió ella tras el entierro, y al llegar a la parte baja de la calle de Toledo, tomó a la derecha por la calle de la Ventosa y se fue a la explanada del Portillo de Gilimón, desde donde se descubre toda la vega del Manzanares. Harto conocía aquel sitio, porque cuando vivía en la calle de Tabernillas, íbase muchas tardes de paseo a Gilimón, y sentándose en un sillar de los que allí hay, y que no se sabe si son restos o preparativos de obras municipales, estábase largo rato contemplando las bonitas vistas del río. Pues lo mismo hizo aquel día. El cielo, el horizonte, las fantásticas formas de la sierra azul, revueltas con las masas de nubes, le sugerían vagas ideas de un mundo desconocido, quizás mejor que este en que estamos; pero seguramente distinto. El paisaje es ancho y hermoso, limitado al Sur por la fila de cementerios, cuyos mausoleos blanquean entre el verde oscuro de los cipreses. Fortunata vio largo rosario de coches como culebra que avanzaba ondeando; y al mismo tiempo otro entierro subía por la rampa de San Isidro, y otro por la de San Justo. Como el viento venía de aquella parte, oyó claramente la campana de San Justo que anunciaba cadáver. ...

En la línea 4624
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Por las noches, cuando llegaba a su casa, rendida, su madre gustaba de que estuvieran presentes doña Lupe, Fortunata o las demás amigas, para dar rienda suelta a su vanidad. En cuanto la veía entrar, se le iluminaba el rostro, y ya no se hablaba más que del establecimiento nuevo, y de las cosas no vistas que en él admiraría el Madrid elegante. Las cuatro mujeres no paraban el pico hasta las doce, y por eso Ballester, aquella noche, al ver que se armaba el nublado de ropa blanca, cogió por un brazo a Maxi y le dijo: «Nosotros nos vamos a ver una piececita en Variedades». Dicho se está que Olimpia, no participando de la presunción ni del entusiasmo mercantil de su mamá, seguía posada en el antepecho del balcón del gabinete, viendo pasar la sombra melancólica del aburrido Aristarco, y arrojándole desde arriba alguna palabrilla, para que endulzara el plantón. ...

En la línea 5345
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —¡Qué ha de ser amiga de usted… qué ha de ser!—replicó Estupiñá con sarcasmo—. Y si quiere usted verla furiosa, háblele de obras que no sean las del asilo. Adiós; que haya salud… ¡Ah!, me olvidaba: cuidado con los tiestos de la ventana. Como yo vea rezumos de agua, la echo a usted; cuente que la echo… ¡María Santísima, y cuánta planta tiene usted aquí! Es un jardín… Me parece mucho peso… ¡Qué vistas tan hermosas! Mal año ha sido este para los puestos de Navidad. Están los pobres vendedores que trinan. Ya se ve… con tanta agua… Y hoy me parece que tenemos nieve. En toda mi vida no he visto un invierno tan frío como este. ¿Sabe usted que se murió el sordo, el del puesto de carne? Anoche… de repente. Yo le vi tan bueno y tan sano anteayer, y… ¡qué vida esta!… En fin, voy a ver si les saco algo a los del segundo de la izquierda. Me deben cinco meses. ¡Ay qué gente! Si la señora me dejara, ya les habría puesto los trastos en la calle; pero mi ama es así, no quiere desahucios.—«Por Dios Plácido, no les eches… los pobrecitos ya pagarán; es que no pueden».—«Pero señora, con que me dieran lo que gastan en aguardiente y lo que se dejan en la pastelería de Botín… ». Total, que con caseras como la mía, estos bribones de inquilinos están como quieren. ...

En la línea 3458
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Nada de escupir. Se trata de una simple protesta. Yo procedo con vistas a una finalidad útil. Así puedo prestar una ayuda indirecta a la propaganda de las nuevas ideas y a la civilización, lo que representa un deber para todos. Y este deber tal vez se cumple mejor prescindiendo de los convencionalismos sociales. Puedo sembrar la idea, la buena semilla. De esta semilla germinarán hechos. ¿En qué ofendo a las personas con las que procedo así? Empezarán por sentirse heridas, pero después verán que les he prestado un servicio. He aquí un ejemplo: se ha reprochado a Terebieva, que ahora forma parte de la commune y que ha dejado a su familia para… entregarse libremente, que haya escrito una carta a sus padres diciéndoles claramente que no quería vivir ligada a los prejuicios y que iba a contraer una unión libre. Se dice que ha sido demasiado dura, que debía haber tenido piedad y haberse conducido con más diplomacia. Pues bien, a mí me parece que este modo de pensar es absurdo, que en este caso las fórmulas están de más y se impone una protesta clara y directa. Otro caso: Ventza ha vivido siete años con su marido y lo ha abandonado con sus dos hijos, enviándole una carta en la que le ha dicho francamente: «Me he dado cuenta de que no puedo ser feliz a tu lado. No te perdonaré jamás que me hayas engañado, ocultándome que hay otra organización social: la commune. Me ha informado de ello últimamente un hombre magnánimo, al que me he entregado y al que voy a seguir para fundar con él una commune. Te hablo así porque me parecería vergonzoso engañarte. Tú puedes hacer lo que quieras. No esperes que vuelva a tu lado: ya no es posible. Te deseo que seas muy feliz.» Así se han de escribir estas cartas. ...

En la línea 4374
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Salió de la taberna seguido de Raskolnikof. Su embriaguez se disipaba a ojos vistas. Parecía preocupado por asuntos importantes y su semblante se había nublado como si esperase algún grave acontecimiento. Su actitud ante Raskolnikof era cada vez más grosera e irónica. El joven se dio cuenta de este cambio y se turbó. Aquel hombre le inspiraba una gran desconfianza. Ajustó su paso al de él. ...


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