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La palabra tranquilidad
Cómo se escribe

la palabra tranquilidad

La palabra Tranquilidad ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Niebla de Miguel De Unamuno
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece tranquilidad.

Estadisticas de la palabra tranquilidad

Tranquilidad es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 3472 según la RAE.

Tranquilidad tienen una frecuencia media de 26.66 veces en cada libro en castellano

Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la tranquilidad en 150 obras del castellano contandose 4053 apariciones en total.


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece tranquilidad

La palabra tranquilidad puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 2164
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Mientras llevase pendiente del brazo el magnífico pájaro de dos voces, como él llamaba a su escopeta, podía marchar con tranquilidad por toda la huerta. ...

En la línea 244
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Sus hijas, que eran casi unas mujeres y llamaban la atención por su belleza picaresca y su desenfado, abandonaron el caserón paterno que tenía mil dueños, ya que se lo disputaban todos los acreedores del de San Dionisio, y fueron a vivir con su santa tía doña Elvira. La presencia de estos adorables diablillos produjo una serie de disgustos domésticos que amargaron los últimos años de don Pablo Dupont. Su esposa no podía tolerar el desenfado de las sobrinas, y Pablo, el hijo mayor, el favorito de la madre, apoyaba sus protestas contra aquellas parientas que venían a turbar la tranquilidad de la casa, como si con ellas trajesen un olor, un eco, de las costumbres del marqués. ...

En la línea 252
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pensaba con orgullo en los millones que tendrían sus hijos, y al mismo tiempo despreciaba a los que los habían amasado. Recordaba mentalmente con cierta vergüenza el origen de los Dupont, del que hablaban los más viejos de Jerez al comentar su escandalosa fortuna. El primero de la dinastía llegaba a la ciudad a principios del siglo, como un pordiosero, para entrar al servicio de otro francés que había establecido una bodega. Durante la guerra de la Independencia, el amo huía por miedo a las cóleras populares, dejando toda su fortuna confiada al compatriota, que era su servidor de confianza, y éste, en fuerza de dar gritos contra su país y vitorear a Fernando VII, conseguía que le respetasen y hacía prosperar los negocios de la bodega, que se acostumbraba a considerar como suya. Cuando, terminada la guerra, volvía el verdadero dueño, Dupont se negaba a reconocerle, alegándose a sí mismo, para tranquilidad de la conciencia, que bien había ganado la propiedad de la casa haciendo frente al peligro. Y el confiado francés, enfermo y agobiado por la traición, desaparecía para siempre. ...

En la línea 260
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... No por esto olvidaba a su protector. ¡Ay, aquel don Pablo, cuánto bien le había hecho! Por él, su hijo Fermín era un caballero. El viejo Dupont, al ver la actividad que mostraba el muchacho en su escritorio, donde había entrado como _zagal_ para los recados, quiso ayudarle con su protección. Fermín se había instruido aprovechando la presencia en Jerez de Salvatierra. El revolucionario, al volver de su emigración en Londres, ansioso de sol y de tranquilidad campestre, había ido a vivir en Marchamalo, al lado de su amigo el capataz. Algunas veces, al entrar el millonario en la viña, se encontraba con el rebelde hospedado en su propiedad sin permiso alguno. El señor Fermín creía que, tratándose de un hombre de tantos méritos, era innecesario solicitar la autorización del amo. Dupont, por su parte, respetaba el carácter probo y bondadoso del agitador, y su egoísmo de hombre de negocios le aconsejaba la benevolencia. ¡Quién sabe si aquellas gentes volverían a mandar el día menos pensado!... ...

En la línea 775
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Créeme: el que muerde la fatal manzana de que hablan esos señores amigos de nuestro principal, no se quita jamás el gusto de los labios. Se cambia de envoltura para seguir viviendo, pero de alma ¡nunca! El que duda una vez, y razona y critica, ese ya no cree jamás como los devotos sinceros; cree porque se lo aconseja la razón, o porque se lo imponen sus conveniencias. Por esto, cuando veas a uno, como yo, hablar de fe y de creencias, di que miente porque le conviene, o que se engaña a sí mismo para proporcionarse cierta tranquilidad... Fermín, hijo mío; el pan no me lo gano dulcemente, sino a costa de bajezas de alma, que me dan vergüenza. ¡Yo, que en _mis tiempos_ era de una altivez y una virtud con púas de erizo!... Pero piensa que llevo a cuestas a mis hijas, que quieren comer y vestir y todo lo demás que es necesario para atrapar a un marido, y que mientras éste no se presente debo mantenerlas aunque sea robando. ...

En la línea 6146
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Los cuatro rostros expresaban cuatro sentimientos distintos: el de Porthos tranquilidad; el de D'Artagnan, esperanza; el de Aramis, inquietud; el de Athos, despreocupación. ...

En la línea 7302
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Por lo demás, como toda acciónhermosa lleva consigo su recom pensa, la hermosa acción de D'Artagnan tuvo por resultado devolverle la tranquilidad que había perdido. ...

En la línea 7304
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Esta tranquilidad probaba una cosa, y es que D'Artagnan no cono cía aún a Milady. ...

En la línea 23
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Que la pronta y recta administracion de justicia sea la primera base de la felicidad, buen órden y tranquilidad de todos los pueblos del mundo, nadie puede dudarlo; y que en cualquiera nacion donde Astrea no ejerza su augusto imperio en todo el lleno de su poder, no haya mas que confusion y desórden, males de grave trascendencia, de escándalo y dolor, es tambien una verdad que no necesita pruebas, por ser de todos conocida. ...

En la línea 158
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Tales son las observaciones que sobre el ramo de justicia me ha ocurrido presentar, y si en ellas no hay elegancia y amenidad de estilo, hay ideas que pueden ser de suma utilidad é importancia al caso para que se han redactado, ó por lo menos deseos laudables de mejorar en las Filipinas tan importante materia: otras plumas mas dispuestas y mejores talentos podrán llevarlas al grado de perfeccion de que son susceptibles, quedando contento por mi parte con haber tratado de estas reformas, y escitado á otros por este papel á que ocupándose en tan importante asunto, se le ponga en el lugar que le corresponde, y desapareciendo el sistema absurdo, irregular y anómalo que hoy tienen esos juzgados, sean reformados oportuna y sabiamente para felicidad de los naturales y habitantes de nuestras preciosas Islas Filipinas, dándoles jueces que no tengan por primera base el aumento de sus fortunas, si no la pública felicidad: jueces en fin, de saber, de probidad y aptitud acreditadas, para administrar cumplidamente la justicia: único medio de que los pueblos, al paso que consoliden por este modo una felicidad estable, vean solo en sus alcaldes mayores y correjidores unos padres que solo desean la prosperidad de sus hijos, y se afanan por conservarles su paz y tranquilidad inalterables sobre los sólidos cimientos de la justicia, fuente y manantial seguro de todos los demas bienes en la tierra. ...

En la línea 341
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Finalmente, despues de tanto cuanto se ha espuesto sobre vicios y defectos en la administracion, asi de justicia como de la hacienda en aquellas posesiones, y remedios que desde luego podian emplearse para cortar abusos, remediar males, y dar impulso á la prosperidad de las Islas, resta aun añadir, que si se quiere y desea la felicidad de aquellas provincias; si de buena fe se apetece su paz, tranquilidad y público sosiego, teniendo en cuenta que aun ha de pasar algun tiempo [24] hasta que las Córtes puedan ocuparse de los trabajos que presente el Gobierno para formular las leyes especiales para Ultramar, muy útil, muy conveniente y provechoso seria para perfeccionar aquellos trabajos, pedir á nuestras provincias ultramarinas bases sobre qué fundar las nuevas disposiciones que tienen que formularse, discutirse y sancionarse. ...

En la línea 387
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Ahora bien, si esa comunicacion establecida de un modo tan jeneroso, se la grava ahora con el porte que se señale á cada carta en tarifa que se establezca, cuando todo lo que puede producir es tan insignificante, ¿no es consiguiente que tal medida pueda causar disgustos? ¿no es fácil que se forme la idea y crean algunos que esto es establecer una contribucion, cuyo solo nombre podria ser suficiente á producir inquietudes que espongan el sosiego público? por lo tanto, ese mezquino interes debe posponerse al deseo de que se conserve la tranquilidad pública tan inalterable como siempre lo ha estado, y por ello conviene concluir no es llegado el caso de la reforma tal cual se acordó y mandó, por contraria y onerosa á los intereses nacionales, y perjudicial al comercio y demas habitantes de aquellas Islas. ...

En la línea 1686
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Cierto que antiguamente no ocurría así; sin embargo, yo no sé por qué sería, pero aunque otras familias lo pasaron muy mal, la nuestra disfrutó siempre de relativa tranquilidad. ...

En la línea 1807
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Dos curas llevaban al borrico por el ramal; otros dos caminaban a cada lado, cantando letanías, en las que percibí palabras de paz y tranquilidad celestiales; el delincuente se había reconciliado con la iglesia, confesado sus culpas y recibido la absolución, con promesa de ser admitido en el cielo. ...

En la línea 2036
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Allí permanecían, tomando notas en un cuaderno con tanta tranquilidad como si estuvieran haciendo información en un mitin de Covent Garden o de Finsbury Square. ...

En la línea 2060
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... La tranquilidad quedó restablecida en Madrid para el resto del día; el pelotón de infantes vivaqueó en la _Puerta del Sol_. ...

En la línea 349
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... La naturaleza da aquí la prueba de que el último movimiento que se produce para convertir el álveo del mar en tierra seca, puede efectuarse a veces con mucha tranquilidad. En esas circunstancias, sentíame curioso por saber a qué distancia podían haber sido transportados los guijarros procedentes de la roca primitiva. Pues bien: en las costas de Bahía Blanca y junto a la ciudad de este nombre, se encuentran pedazos de cuarzo que, con certeza, provienen de esta montaña, sita a 45 millas de distancia (72 kilómetros). ...

En la línea 364
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Si la tranquilidad reinante en la llanura era turbada por el ladrido de sus perros, uno de 2 Travels in A frica, pág. 233. ...

En la línea 469
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Pretende ser muy amigo de los ingleses; pero sostiene que sólo obtuvieron la victoria de Trafalgar porque compraron a los capitanes españoles, y que el único acto de valentía ejecutado en aquella jornada fue el del almirante español ¿No es característico esto? ¡Un hombre que prefiere creer que sus compatriotas son los traidores más abominables a pensar que sean cobardes o torpes! 18y 19 de octubre.- Seguimos bajando lentamente este río magnífico; la corriente no nos ayuda nada. Encontramos muy pocos barcos. Parece realmente desdeñarse aquí uno de los dones más preciosos de la naturaleza: esta magnífica vía de comunicación, un río donde por buques podrían relacionarse dos países, uno de clima templado y en el cual abundan ciertos productos mientras otros faltan por completo; otro con un clima tropical y un suelo que (a creer a M. Bonpland, el mejor de todos los jueces) quizá no tenga igual en el mundo por su fertilidad. ¡Cuán otro hubiera sido este río, si colonos ingleses hubiesen tenido la suerte de remontar los primeros el río de la Plata! ¡Qué magníficas ciudades ocuparían hoy sus orillas! Hasta la muerte de Francia, dictador del Paraguay, estos dos países permanecen tan separados cual si estuviesen en los dos extremos del globo. Pero violentas revoluciones, violentas proporcionalmente a la tranquilidad tan poco natural que hoy reina allí, desgarrarán al Paraguay cuando el viejo tirano sanguinario ya no exista. Este país tendrá que aprender, como todos los estados españoles de la América del Sur, que una república no puede sustituir en tanto que no se apoye en hombres que respeten los principios de la justicia y el honor. ...

En la línea 624
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Interesante espectáculo fue ver cómo en pocos minutos la inteligencia triunfó sobre la fuerza bruta. En el momento en que se precipitaba sobre el caballo de uno de mis compañeros de viaje, un lazo le envolvió los cuernos y otro las patas traseras: en un instante, la fiera caía impotente al suelo. Parecía muy difícil, sin matar al animal, desembarazar del lazo los cuernos de aquella furiosa fiera; para un hombre solo, creo que imposible en absoluto. Pero arrojando otro hombre el lazo alrededor de las patas traseras, la operación es muy sencilla. En efecto, el animal permanece tendido y por completo inerte mientras se le sostiene sujetas con fuerza las patas; el hombre puede acercarse entonces y desprenderle el lazo con las manos y montar después a caballo con toda tranquilidad; pero tan pronto como el otro afloja lo más mínimo la tensión del lazo, escurre éste por las piernas del toro, que se revuelve furioso y trata, aunque en vano, de precipitarse sobre su adversario. ...

En la línea 3088
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¿Creería en él? ¿le sacrificaría la tranquilidad de la conciencia y otras comodidades que ahora disfrutaba en su hogar honrado? Algunas insinuaciones tal vez temerarias le habían hecho perder terreno, y con ellas había coincidido el cambio de confesores de la Regenta. ...

En la línea 3542
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Es más; si la media de Obdulia no hubiera sido escocesa, tal vez el mozo no hubiese perdido la tranquilidad de su reposo idealista; pero aquellos cuadros rojos, negros y verdes, con listillas de otros colores, le volvieron a la torpe y grosera realidad, y Obdulia notó en seguida que triunfaba. ...

En la línea 3802
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¿Qué era de aquella frialdad habitual, de aquella tranquilidad que parecía recelo y desconfianza disimulados? Tenía la doncella algo más de veinticinco años; era rubia de color de azafrán, muy blanca, de facciones correctas; su hermosura podía excitar deseos, pero difícilmente producir simpatías. ...

En la línea 6095
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Las señoras eran las que peor fingían tranquilidad e indiferencia. ...

En la línea 213
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... — Y yo no puedo defenderlos desembarazadamente. Soy un sacerdote, y cada vez que tomo la pluma para escribir sobre ellos, dudo, siento miedo, me parece que voy a faltar a los deberes que me impone la disciplina de la Iglesia. Debo justificar la conducta de este Pontífice, relatando los escándalos de otros pontífices de su época. Necesito recordar lo que olvidaron muchos maliciosamente para ir concentrando sobre el Papa español todas las maldades de su tiempo, presentándolo como si fuese un, caso único. ¿Puedo hacer yo esto, un canónigo, con entera tranquilidad de conciencia?… Tú eres otra cosa. Eres un laico, y te es posible decir la verdad sin faltar a ningún misterio sagrado. ...

En la línea 226
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Y al convencerse finalmente de que eran católicos, como él, no por esto recobró su tranquilidad. ...

En la línea 285
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Ambos partidos se aprestaron a dar una verdadera batalla en presencia del nuevo Pontífice, siendo necesaria la intervención de los cardenales Colonna y Orsini para que, exhortando a sus parientes, restableciesen la tranquilidad. ...

En la línea 519
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Recibió don Baltasar a su sobrino con admirable tranquilidad, como si la existencia del joven y la suya propia no significasen nada al lado de las obras de erudición que llevaba entre manos y los descubrimientos de arte retrospectivo que acababa de hacer en Roma. ...

En la línea 328
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Vio como el rector, que indudablemente tenía también noticias de esto, daba explicaciones a los señores del Consejo. El presidente, que parecía furioso por haber estornudado grotescamente en presencia del jefe de la oposición, se apresuró a ordenar que se llevaran el cofre y arrojasen su contenido fuera del puerto, como nocivo para la salud pública y la tranquilidad de la patria. ...

En la línea 477
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Lo son, -contesto Flimnap-; pero una sociedad bien organizada como la nuestra no podía consentir que las mujeres, mucho más inteligentes que los hombres, cargasen con los trabajos pesados y enojosos, mientras el sexo vencido vivía en la tranquilidad y la molicie. Es tolerable que no trabajen los varones que viven recluidos en el hogar como esposas e hijas y muestran una delicadeza necesitada de protección; pero hemos considerado necesario el aprovechamiento de la fuerza de todos los hombres atléticos y groseros, para manejar las máquinas peligrosas, para cargar los objetos pesados; en una palabra, para las funciones que exigen el músculo y no necesitan de la inteligencia. ...

En la línea 484
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sin ejército no sabríamos que hacer de todas esas muchachas de veinte años, fuertes, animosas, sanas, con una sangre rica que hace arder su piel o hincha sus músculos. Andarían sueltas por ahí, perturbando la tranquilidad de la República; molestarían a los hombres tímidos, inclinados a la modestia y el recogimiento, y ¡quién sabe si acabarían por raptarlos!… Con el ejército, estas energías sueltas se canalizan hacia la gloria militar, y aunque la tal gloria no exista, su ilusión nos proporciona la tranquilidad. Mas adelante, al entrar en años, las muchachas de la Guardia y las del casco con aletas, como usted dice, se hacen prudentes y mesuradas, se casan y forman una familia. ¡Pero si usted viese lo que dan que hacer mientras tanto a sus coroneles y capitanes, personas expertas que han tenido hijos y conocen las exigencias de la vida!… ...

En la línea 484
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sin ejército no sabríamos que hacer de todas esas muchachas de veinte años, fuertes, animosas, sanas, con una sangre rica que hace arder su piel o hincha sus músculos. Andarían sueltas por ahí, perturbando la tranquilidad de la República; molestarían a los hombres tímidos, inclinados a la modestia y el recogimiento, y ¡quién sabe si acabarían por raptarlos!… Con el ejército, estas energías sueltas se canalizan hacia la gloria militar, y aunque la tal gloria no exista, su ilusión nos proporciona la tranquilidad. Mas adelante, al entrar en años, las muchachas de la Guardia y las del casco con aletas, como usted dice, se hacen prudentes y mesuradas, se casan y forman una familia. ¡Pero si usted viese lo que dan que hacer mientras tanto a sus coroneles y capitanes, personas expertas que han tenido hijos y conocen las exigencias de la vida!… ...

En la línea 1585
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Hacia la calle de la Greda. —No… los amigos se habían trasladado a una casa de la calle de Alcalá, la de Casa-Irujo, que tiene ventanas al parque del ministerio de la Guerra… Subo y me les encuentro muy desanimados. Me asomé con ellos a las ventanas que dan a Buenavista, y no vi nada… «¿Pero a cuándo esperan? ¿En qué están pensando?… ». Francamente, yo creí que el golpe se había chafado y que Pavía no se atrevía a echar las tropas a la calle. Serrano, impaciente, limpiaba los cristales empañados, para mirar, y abajo no se veía nada. «Mi general —le dije—, yo veo una faja negra, que así de pronto, en la oscuridad de la noche, parece un zócalo… Mire usted bien, ¿no será una fila de hombres?».—«¿Y qué hacen ahí pegados a la pared?».—«Vea usted, vea usted, el zócalo se mueve. Parece una culebra que rodea todo el edificio y que ahora se desenrosca… ¿Ve usted?… la punta se extiende hacia las rampas».—«Soldados son—dijo en voz baja el general, y en el mismo instante entró Zalamero con medio palmo de lengua fuera, diciendo: «La votación sigue: la ventaja que llevaba al principio Salmerón, la lleva ahora Castelar… nueve votos… Pero aún falta por votar la mitad del Congreso… ». Ansiedad en todas las caras… A mí me tocaba entonces ir allá, para traer el resultado final de la votación… Tras, tras… cojo mi calle del Turco, y entrando en el Congreso, me encontré a un periodista que salía: «La proposición lleva diez votos de ventaja. Tendremos ministerio Palanca». ¡Pobre Emilio!… Entré. En el salón estaban votando ya las filas de arriba. Eché un vistazo y salí. Di la vuelta por la curva, pensando lo que acababa de ver en Buenavista, la cinta negra enroscada en el edificio… Figueras salió por la escalerilla del reloj, y me dijo: «Usted qué cree, ¿habrá trifulca esta noche?». Y le respondí: «Váyase usted tranquilo, maestro, que no habrá nada… ». «Me parece—dijo con socarronería—que esto se lo lleva Pateta». Yo me reí. Y a poco pasa un portero, y me dice con la mayor tranquilidad del mundo, que por la calle del Florín había tropa. «¿De veras? Visiones de usted. ¡Qué tropa ni qué niño muerto!». Yo me hacía de nuevas. Asomé la jeta por la puerta del reloj. «No me muevo de aquí—pensé, mirando la mesa—. Ahora veréis lo que es canela… ». Estaban leyendo el resultado de la votación. Leían los nombres de todos los votantes sin omitir uno. De repente aparecen por la puerta del rincón de Fernando el Católico varios quintos mandados por un oficial, y se plantan junto a la escalera de la mesa. Parecían comparsas de teatro. Por la otra puerta entró un coronel viejo de la Guardia Civil. ...

En la línea 1905
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pero una de aquellas señoras creía que era pecado mortal no indicar algo a doña Lupe, porque esta al fin lo tenía que saber, y más valía prepararla para tan tremendo golpe. ¡Pobre señora! Era un dolor verla con aquella tranquilidad, tan ajena a la deshonra que la amenazaba. Total, que la noticia llegó a la sutil oreja de doña Lupe a los tres días de haber salido del labio tímido de Rubinius vulgaris. ...

En la línea 2357
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Echa, echa más veneno—murmuraba Sor Marcela con tranquilidad, abriendo la puerta de la prisión—. Así te pasará más pronto el arrechucho. Vaya, adentro, y mañana como un guante. A la noche te traeré de comer. Paciencia, hija… ...

En la línea 2453
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «¿Pero cómo te ha dado así… tan de repente?—dijo la otra confusa. ¡Ah!, es que Dios toca en el corazón cuando menos lo piensa una. Llora, hija, desahógate, y no te asustes… ¿Sabes lo que vas a hacer? Mañana te confiesas… Puede que se te haya quedado algo por decir y confesar, porque siempre se queda algo sin saber cómo, y esos pozos son lo que más atormenta… pues dilo todo, rebaña bien… Así lo hice yo, y hasta que lo hice no tuve tranquilidad. Luego el perro de Satanás me atormentaba por vengarse, y cuando empezaba la misa, a mí me parecía que alzaban el telón, y cuando yo rompía a cantar, se me venía a la boca aquello de El Siglo, que dice: 'Somos figurines vivos… '. Y un día por poco no lo suelto… Pillinadas del diablo; pero no podía conmigo ni con mi fe, y tanto hice que lo metí en un puño, y ahora, que se atreva, ¿a que no se atreve?… Llora, hija, llora todo lo que quieras, que Dios te iluminará y te dará su gracia». ...

En la línea 1188
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «Y luego dormiré hoy, como los otros días, y dormirá ella. ¿Dormirá Rosarito? ¿No habré turbado la tranquilidad de su espíritu? Y esa naturalidad suya, ¿es inocencia o es malicia? Pero acaso no hay nada más malicioso que la inocencia, o bien, más inocente que la malicia. Sí, sí, ya me suponía yo que en el fondo no hay nada más… más… ¿cómo lo diré?… más cínico que la inocencia. Sí, esa tranquilidad con que se me entregaba, eso que hizo me entrara miedo, miedo, no sé bien de qué, eso no era sino inocencia. Y lo de: “¿Y aquella mujer?”, celos, ¿eh?, ¿celos? Probablemente no nace el amor sino al nacer los celos; son los celos los que nos revelan el amor. Por muy enamorada que esté una mujer de un hombre, o un hombre de una mujer, no se dan cuenta de que lo están, no se dicen a sí mismos que lo están, es decir, no se enamoran de veras sino cuando él ve que ella mira a otro hombre o ella le ve a él mirar a otra mujer. Si no hubiese más que un solo hombre y una sola mujer en el mundo, sin más sociedad, sería imposible que se enamorasen uno de otro. Además de que hace siempre falta la tercera, la Celestina, y la Celestina es la sociedad. ¡El Gran Galeoto! ¡Y qué bien está eso! ¡Sí, el Gran Galeoto! Aunque sólo fuese por el lenguaje. Y por esto es todo eso del amor una mentira más. ¿Y el fisiológico? ¡Bah, eso fisiológico no es amor ni cosa que lo valga! ¡Por eso es verdad! Pero… vamos, Orfeo, vamos a cenar. ¡Esto sí que es verdad!» ...

En la línea 1188
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «Y luego dormiré hoy, como los otros días, y dormirá ella. ¿Dormirá Rosarito? ¿No habré turbado la tranquilidad de su espíritu? Y esa naturalidad suya, ¿es inocencia o es malicia? Pero acaso no hay nada más malicioso que la inocencia, o bien, más inocente que la malicia. Sí, sí, ya me suponía yo que en el fondo no hay nada más… más… ¿cómo lo diré?… más cínico que la inocencia. Sí, esa tranquilidad con que se me entregaba, eso que hizo me entrara miedo, miedo, no sé bien de qué, eso no era sino inocencia. Y lo de: “¿Y aquella mujer?”, celos, ¿eh?, ¿celos? Probablemente no nace el amor sino al nacer los celos; son los celos los que nos revelan el amor. Por muy enamorada que esté una mujer de un hombre, o un hombre de una mujer, no se dan cuenta de que lo están, no se dicen a sí mismos que lo están, es decir, no se enamoran de veras sino cuando él ve que ella mira a otro hombre o ella le ve a él mirar a otra mujer. Si no hubiese más que un solo hombre y una sola mujer en el mundo, sin más sociedad, sería imposible que se enamorasen uno de otro. Además de que hace siempre falta la tercera, la Celestina, y la Celestina es la sociedad. ¡El Gran Galeoto! ¡Y qué bien está eso! ¡Sí, el Gran Galeoto! Aunque sólo fuese por el lenguaje. Y por esto es todo eso del amor una mentira más. ¿Y el fisiológico? ¡Bah, eso fisiológico no es amor ni cosa que lo valga! ¡Por eso es verdad! Pero… vamos, Orfeo, vamos a cenar. ¡Esto sí que es verdad!» ...

En la línea 1878
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Al salir de la iglesia parecíale que iba tranquilo, mas era una terrible tranquilidad de bochorno. Se dirigió a casa de Eugenia, donde encontró a los pobres tíos consternados. La sobrina les había comunicado por carta su determinación y no remaneció en toda la noche. Había tomado la pareja un tren que salió al anochecer, muy poco después de la última entrevista de Augusto con su novia. ...

En la línea 1891
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Iba aterrado de sí mismo y de lo que le pasaba, o mejor aún, de lo que no le pasaba. Aquella frialdad, al menos aparente, con que recibió el golpe de la burla suprema, aquella calma le hacía que hasta dudase de su propia existencia. «Si yo fuese un hombre como los demás –se decía–, con corazón; si fuese siquiera un hombre, si existiese de verdad, ¿cómo podía haber recibido esto con la relativa tranquilidad con que lo recibo?» Y empezó, sin darse de ello cuenta, a palparse, y hasta se pellizcó para ver si lo sentía. ...

En la línea 335
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Posiblemente respondió Conseil, con la mayor tranquilidad . Pero aún tenemos unas cuantas horas por delante, y en unas horas pueden pasar muchas cosas. ...

En la línea 415
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... El otro desconocido merece una descripción más detallada. Un discípulo de Gratiolet o de Engel hubiera podido leer en su fisonomía como en un libro abierto. Reconocí sin vacilación sus cualidades dominantes: la confianza en sí mismo, manifestada en la noble elevación de su cabeza sobre el arco formado por la línea de sus hombros y en la mirada llena de fría seguridad que emitían sus ojos negros; la serenidad, pues la palidez de su piel denunciaba la tranquilidad de su sangre; la energía, demostrada por la rápida contracción de sus músculos superciliares, y, por último, el valor, que cabía deducir de su poderosa respiración como signo de una gran expansión vital. Debo añadir que era un hombre orgulloso, que su mirada firme y tranquila parecía reflejar una gran elevación de pensamientos, y que de todo ese conjunto de rasgos y de la homogeneidad expresiva de sus gestos corporales y faciales cabía diagnosticar, según la observación de los fisonomistas, una indiscutible franqueza. ...

En la línea 493
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -Pues bien, los pondremos en hora -dijo con tranquilidad Conseil. ...

En la línea 609
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¡Sí! ¡Lo amo! ¡El mar es todo! Cubre las siete décimas partes del globo terrestre. Su aliento es puro y sano. Es el inmenso desierto en el que el hombre no está nunca solo, pues siente estremecerse la vida en torno suyo. El mar es el vehículo de una sobrenatural y prodigiosa existencia; es movimiento y amor; es el infinito viviente, como ha dicho uno de sus poetas. Y, en efecto, señor profesor, la naturaleza se manifiesta en él con sus tres reinos: el mineral, el vegetal y el animal. Este último está en él ampliamente representado por los cuatro grupos de zoófitos, por tres clases de articulados, por cinco de moluscos, por tres de vertebrados, los mamíferos, los reptiles y esas innumerables legiones de peces, orden infinito de animales que cuenta con más de trece mil especies de las que tan sólo una décima parte pertenece al agua dulce. El mar es el vasto receptáculo de la naturaleza. Fue por el mar por lo que comenzó el globo, y quién sabe si no terminará por él. En el mar está la suprema tranquilidad. El mar no pertenece a los déspotas. En su superficie pueden todavía ejercer sus derechos inicuos, batirse, pelearse, devorarse, transportar a ella todos los horrores terrestres. Pero a treinta pies de profundidad, su poder cesa, su influencia se apaga, su potencia desaparece. ¡Ah! ¡Viva usted, señor, en el seno de los mares, viva en ellos! Solamente ahí está la independencia. ¡Ahí no reconozco dueño ni señor! ¡Ahí yo soy libre! ...

En la línea 286
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Con el corazón palpitante, a pesar de ir montado en Joe, miré alrededor para observar si divisaba alguna señal de la presencia de los penados. Nada pude ver ni oír. El señor Wopsle me había alarmado varias veces con su respiración agitada, pero ahora ya sabía distinguir los sonidos y podía disociarlos del objeto de nuestra persecución. Me sobresalté mucho cuando tuve la ilusión de que seguía oyendo la lima, pero resultó no ser otra cosa que el cencerro de una oveja. Ésta cesó de pastar y nos miró con timidez. Y sus compañeras, volviendo a un lado la cabeza para evitar el viento y la cellisca, nos miraron irritadas, como si fuésemos responsables de esas molestias. Pero a excepción de esas cosas y de la incierta luz del crepúsculo en cada uno de los tallos de la hierba, nada interrumpía la inerte tranquilidad de los marjales. ...

En la línea 412
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Yo, en cambio, no tengo buena cabeza. Por lo menos, Pip, y quiero hablarte con sinceridad, mi pobre madre era exactamente igual. Pasó toda su vida trabajando, hecha una esclava, matándose verdaderamente y sin lograr jamás la tranquilidad en su vida terrestre. Por eso yo temo mucho desencaminarme y no cumplir con mis deberes con respecto a una mujer, lo que tal vez ocurriría si tomara yo el mando de la casa, pues entonces, posiblemente, mi mujer y yo seguiríamos un camino equivocado, y eso no me proporcionaría ninguna ventaja. Créeme que con toda mi alma desearía mandar yo en esta casa, Pip; te aseguro que entonces no habrías de temer a «Thickler»; me gustaría mucho librarte de él, pero así es la vida, Pip, y espero que tú no harás mucho caso de esos pequeños percances. ...

En la línea 711
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Se experimentaba una deliciosa sensación de limpieza y de tranquilidad antes de reanudar la vida corriente en nuestro pueblo y en las tardes del sábado. Esto estimulaba a Joe a permanecer fuera de casa los sábados hasta media hora más que de costumbre. Y pasados que fueron la media hora y el agua con ron, Joe se levantó para marcharse y me cogió la mano. ...

En la línea 1079
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Aquí mi hermana, después de un ataque de gritos y de golpearse el pecho y las rodillas con las manos, se quitó el gorro y se despeinó, lo cual era indicio de que se disponía a dejarse dominar por la furia. Y como ya lo había logrado, se dirigió hacia la puerta, que yo, por fortuna, acababa de cerrar. El pobre y desgraciado Joe, después de haber ordenado en vano al obrero que dejara en paz a su mujer, no tuvo más remedio que preguntarle por qué había insultado a su esposa y luego si era hombre para sostener sus palabras. El viejo Orlick comprendió que la situación le obligaba a arrostrar las consecuencias de sus palabras y, por consiguiente, se dispuso a defenderse; de modo que, sin tomarse siquiera el trabajo de quitarse los delantales, se lanzaron uno contra otro como dos gigantes. Pero si alguien de la vecindad era capaz de resistir largo rato a Joe, debo confesar que a ese alguien no lo conocía yo. Orlick, como si no hubiera sido más que el joven caballero pálido, se vio en seguida entre el polvo del carbón y sin mucha prisa por levantarse. Entonces Joe abrió la puerta, cogió a mi hermana, que se había desmayado al pie de la ventana (aunque, según imagino, no sin haber presenciado la pelea), la metió en la casa y la acostó, tratando de hacerle recobrar el conocimiento, pero ella no hizo más que luchar y resistirse y agarrar con fuerza el cabello de Joe. Reinaron una tranquilidad y un silencio singulares después de los alaridos; y más tarde, con la vaga sensación que siempre he relacionado con este silencio, es decir, como si fuese domingo y alguien hubiese muerto, subía la escalera para vestirme. ...

En la línea 253
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »¿Qué misterio es éste? ¿Dónde está la clave del enigma? La cosa no puede estar más clara: ella no se vendería jamás por sí misma, por su bienestar, ni siquiera por librarse de la muerte. Pero lo hace por otro; se vende por un ser querido. He aquí explicado el misterio: se dispone a venderse por su madre y por su hermano… Cuando se llega a esto, incluso violentamos nuestras más puras convicciones. La persona pone en venta su libertad, su tranquilidad, su conciencia. 'Perezca yo con tal que mis seres queridos sean felices.' Es más, nos elaboramos una casuística sutil y pronto nos convencemos a nosotros mismos de que nuestra conducta es inmejorable, de que era necesaria, de que la excelencia del fin justifica nuestro proceder. Así somos. La cosa está clara como la luz. ...

En la línea 310
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «¡Pobre muchacha! ‑se dijo mirando el pico del banco donde había estado sentada‑. Cuando vuelva en sí, llorará y su madre se enterará de todo. Primero, su madre le pegará, después la azotará cruelmente, como a un ser vil, y acto seguido, a lo mejor, la echará a la calle. Aunque no la eche, una Daría Frantzevna cualquiera acabará por olfatear la presa, y ya tenemos a la pobre muchacha rodando de un lado a otro… Después el hospital (así ocurre siempre a las que tienen madres honestas y se ven obligadas a hacer las cosas discretamente), y después… después… otra vez al hospital. Dos o tres años de esta vida, y ya es un ser acabado; sí, a los dieciocho o diecinueve años, ya es una mujer agotada… ¡Cuántas he visto así! ¡Cuántas han llegado a eso! Sí, todas empiezan como ésta… Pero ¡qué me importa a mí! Un tanto por ciento al año ha de terminar así y desaparecer. Dios sabe dónde… , en el infierno, sin duda, para garantizar la tranquilidad de los demás… ¡Un tanto por ciento! ¡Qué expresiones tan finas, tan tranquilizadoras, tan técnicas, emplea la gente… ! Un tanto por ciento; no hay, pues, razón, para inquietarse… Si se dijera de otro modo, la cosa cambiaria… , la preocupación sería mayor… ...

En la línea 1242
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Oye, escúchame con atención. El portero, Koch, Pestriakof, el segundo portero, la mujer del primero, otra mujer que estaba en aquel momento en la portería con la portera, el consejero Krukof, que acababa de bajar de un coche y entraba en la casa con una dama cogida a su brazo; todas estas personas, es decir, ocho, afirman que Nicolás tiró a Mitri al suelo y lo mantuvo debajo de él, golpeándole, mientras Mitri cogía a su camarada por el pelo y le devolvía los golpes con creces. Están ante la puerta y dificultan el paso. Se les insulta desde todas partes, y ellos, como dos chiquillos (éstas son las palabras de los testigos), gritan, disputan, lanzan carcajadas, se hacen guiños y se persiguen por la calle. Como verdaderos chiquillos, ¿comprendes? Ten en cuenta que arriba hay dos cadáveres que todavía conservan calor en el cuerpo; sí, calor; no estaban todavía fríos cuando los encontraron… Supongamos que los autores del crimen son los dos pintores, o que sólo lo ha cometido Nicolás, y que han robado, forzando la cerradura del arca, o simplemente participado en el robo. Ahora, admitido esto, permíteme una pregunta. ¿Se puede concebir la indiferencia, la tranquilidad de espíritu que demuestran esos gritos, esas risas, esa riña infantil en personas que acaban de cometer un crimen y están ante la misma casa en que lo han cometido? ¿Es esta conducta compatible con el hacha, la sangre, la astucia criminal y la prudencia que forzosamente han de acompañar a semejante acto? Cinco o diez minutos después de haber cometido el asesinato (no puede haber transcurrido más tiempo, ya que los cuerpos no se han enfriado todavía), salen del piso, dejando la puerta abierta y, aun sabiendo que sube gente a casa de la vieja, se ponen a juguetear ante la puerta de la casa, en vez de huir a toda prisa, y ríen y llaman la atención de la gente, cosa que confirman ocho testigos… ¡Qué absurdo! ...

En la línea 1686
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Una vez habían salido todos, se oyó decir a uno de ellos, tras la puerta ya cerrada, que para estos casos estaban los hospitales y que no había derecho a turbar la tranquilidad de una casa. ...

En la línea 1010
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... El resto del día lo pasó en el mismo estado: un torbellino por dentro y una aparente tranquilidad por fuera. Todo estaba confuso; sus ideas se agolpaban dentro de su cerebro. ...

En la línea 660
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Pero si el restablecimiento de la joven india no inquietaba el ánimo del brigadier general, no tenía igual tranquilidad al pensar en el porvenir. No vaciló, pues, en decir a Phileas Fogg que si Aouida se quedaba en la India, volvería a caer inevitablemente en manos de sus verdugos. Estos energúmenos se extendían por toda la península, y ciertamente que, a pesar de la policía inglesa, recobrarían su víctima, fuese en Madrás, Bombay o Calcuta. Y sir Francis Cromarty, citaba en apoyo de su dicho un hecho de igual naturaleza que había ocurrido recientemente. A su modo de pensar, la joven no estaría segura sino marchándose del Indostán. ...

En la línea 773
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... Fix sintió frío en sus fibras, pero recobró su tranquilidad cuando oyó que el juez, atendida la cualidad de extranjeros de Phileas Fogg y su criado, fijaba la caución para cada uno de ellos en la enorme suma de mil libras. ...


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Más información sobre la palabra Tranquilidad en internet

Tranquilidad en la RAE.
Tranquilidad en Word Reference.
Tranquilidad en la wikipedia.
Sinonimos de Tranquilidad.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Tranquilidad

Cómo se escribe tranquilidad o trankilidad?
Cómo se escribe tranquilidad o trranquilidad?

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