La palabra Testarudo ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece testarudo.
Estadisticas de la palabra testarudo
La palabra testarudo no es muy usada pues no es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE
Errores Ortográficos típicos con la palabra Testarudo
Cómo se escribe testarudo o testarrudo?
Cómo se escribe testarudo o teztarudo?
Más información sobre la palabra Testarudo en internet
Testarudo en la RAE.
Testarudo en Word Reference.
Testarudo en la wikipedia.
Sinonimos de Testarudo.
Algunas Frases de libros en las que aparece testarudo
La palabra testarudo puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1445
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¡Si parece una señorita! Y el labriego, insensible a las melosidades gitanas, encerrado en sí mismo, pensativo e inerte, miraba al suelo, miraba a la bestia, se rascaba el cogote, y acababa diciendo con energía de testarudo: -Bueno; pues no done més (Bueno; pues no doy más). ...
En la línea 1487
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... -Ni un chavo más -repitió el testarudo. ...
En la línea 6950
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Conociendo que era testarudo, me retiré, y a los pocos minutos caí en profundo sueño, que duró hasta el alba. ...
En la línea 10770
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El canónigo Döllinger, de quien no sabía más sino que existía y que se había separado de la Iglesia, le seducía por su tenacidad, que le recordaba la de su tierra, Aragón, el reino más noble y testarudo del Universo. ...
En la línea 191
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Ned Land continuaba manifestando la más tenaz incredulidad, hasta el punto de mostrar ostensiblemente su desinterés por el examen de la superficie del mar cuando no estaba de servicio o cuando ninguna ballena se hallaba a la vista. Y, sin embargo, su maravillosa potencia visual nos hubiera sido muy útil. Pero de cada doce horas, ocho por lo menos las pasaba el testarudo canadiense leyendo o durmiendo en su camarote. Más de cien veces le reconvine por su indiferencia. ...
En la línea 2098
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -A otro con ésas, señor -replicó el testarudo canadiense. ...
En la línea 1053
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Joe tenía un obrero, al que pagaba semanalmente, llamado Orlick. Pretendía que su nombre de pila era Dolge, cosa imposible de toda imposibilidad, pero era tan testarudo que, según creo, no estaba engañado acerca del particular, sino que, deliberadamente, impuso este nombre a la gente del pueblo como afrenta hacia su comprensión. Era un hombre de anchos hombros, suelto de miembros, moreno, de gran fuerza, que jamás se daba prisa por nada y que siempre andaba inclinado. Parecía que nunca iba de buena gana a trabajar, sino que se inclinaba hacia el trabajo por casualidad; y cuando se dirigía a los Alegres Barqueros para cenar o se alejaba por la noche, salía inclinado como siempre, como Caín o el Judío Errante, cual si no tuviera idea del lugar a que se dirigía ni intención de regresar nunca más. Dormía en casa del guarda de las compuertas de los marjales, y en los días de trabajo salía de su ermitaje, siempre inclinado hacia el suelo, con las manos en los bolsillos y la comida metida en un pañuelo que se colgaba alrededor del cuello y que danzaba constantemente a su espalda. Durante el domingo permanecía casi siempre junto a las compuertas, entre las gavillas o junto a los graneros. Siempre andaba con los ojos fijos en el suelo, y cuando encontraba algo, o algo le obligaba a levantarlos, miraba resentido y extrañado, como si el único pensamiento que tuviera fuese el hecho extraño e injurioso de que jamás debiera pensar en nada. Aquel triste viajero no sentía simpatía alguna por mí. Cuando yo era muy pequeño y tímido me daba a entender que el diablo vivía en un rincón oscuro de la fragua y que él conocía muy bien al mal espíritu. También me decía que era necesario, cada siete años, encender el fuego con un niño vivo y que, por lo tanto, ya podía considerarme como combustible. En cuanto fui el aprendiz de Joe, Orlick tuvo la sospecha de que algún día yo le quitaría el puesto, y, por consiguiente, aún me manifestó mayor antipatía. Desde luego, no dijo ni hizo nada, ni abiertamente dio a entender su hostilidad; sin embargo, observé que siempre procuraba despedir las chispas en mi dirección y que en cuando yo cantaba Old Clem, él trataba de equivocar el compás. ...

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