La palabra Temblaban ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece temblaban.
Estadisticas de la palabra temblaban
Temblaban es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 24291 según la RAE.
Temblaban aparece de media 2.3 veces en cada libro en castellano.
Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la temblaban en las obras de referencia de la RAE contandose 350 apariciones .
Errores Ortográficos típicos con la palabra Temblaban
Cómo se escribe temblaban o tenblaban?
Cómo se escribe temblaban o temvlavan?
Más información sobre la palabra Temblaban en internet
Temblaban en la RAE.
Temblaban en Word Reference.
Temblaban en la wikipedia.
Sinonimos de Temblaban.

la Ortografía es divertida
Algunas Frases de libros en las que aparece temblaban
La palabra temblaban puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 682
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Un vejete seco, encorvado, cuyas manos rojas y cubiertas de escamas temblaban al apoyarse en el grueso cayado, era Cuart de Faitanar; el otro, grueso y majestuoso, con ojillos que apenas sí se veían bajo los dos puñados de pelo blanco de sus cejas, era Mislata; poco después llegaba Rascaña, un mocetón de planchada blusa y redonda cabeza de lego; y tras ellos iban presentándose los demás, hasta siete: Favar, Robella, Tormos y Mestalla. ...
En la línea 835
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... En el fondo, sobre las oscuras montañas, coloreábanse las nubes con resplandor de lejano incendio; por la parte del mar temblaban en el infinito las primeras estrellas; ladraban los perros tristemente; con el canto monótono de ranas y grillos confundíase el chirrido de carros invisibles alejándose por todos los caminos de la inmensa llanura. ...
En la línea 1977
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Que nadie alardease de guapo dentro de su casa, pues antes de hablar ya había echado mano él a una porra que tenía bajo el mostrador, especie de as de bastos, al que le temblaban Pimentó y todos los valentones del contorno. ...
En la línea 2422
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Las paredes del corral temblaban sordamente, cual si dentro de ellas se agitase dando golpes una legión de demonios. ...
En la línea 274
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y Rafael no murió de hambre. ¡Qué había de morir!... Su padrino le admiraba cuando le veía llegar a Marchamalo, montado en un alazán fuerte y de libras, vestido como un hacendado de la sierra, con fachenda de galán campesino, asomándole ricos pañuelos de seda por los bolsillos de la chaqueta y el escopetón siempre pendiente de la montura. Al viejo contrabandista le temblaban las carnes de placer oyéndole relatar sus proezas. El muchacho vengaba a su compadre y a él de los sustos sufridos en la montaña, de los golpes que les habían dado los que él apellidaba «los esbirros». ¡De seguro que a éste no se le ponían delante para quitarle la carga!... ...
En la línea 384
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Otras veces eran las yeguas de larga cola y sueltas crines que temblaban un momento con salvaje sorpresa al ver al jinete y huían monte arriba con violentas ondulaciones de ancas. Los potros las seguían, con las patas grotescamente cubiertas de pelo, como si llevasen pantalones. ...
En la línea 484
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Eran caballos jerezanos de pura sangre, verdaderos sementales de la tierra, y elogiaba su cara alegre, sus ojos saltones, el corte elegante y esbelto de su figura, su paso enérgico. Unos eran de color tordo; otros de un gris plateado, sedoso y brillante, y todos ellos temblaban desde las piernas a la grupa con fuertes estremecimientos, como si no pudiesen contener su exceso de vida en este encierro. ...
En la línea 815
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Pero el amo no se daba cuenta de nada, cegado por la emoción. La vista de las dos filas de hombres marchando entre las cepas y el canto reposado del sacerdote, conmovían su alma. Las llamas de los cirios temblaban sin color y sin luz como fuegos fatuos retrasados en su viaje nocturno y sorprendidos por el día: la capa del jesuita brillaba bajo el sol como el caparazón de un insecto enorme, blanco y dorado. La sagrada ceremonia conmovía a Dupont hasta el punto de agolpar las lágrimas a sus ojos. ...
En la línea 8026
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Los cómicos temblaban de frío en el escenario, dentro de la cota de malla, y las bailarinas aparecían azules y moradas dando diente con diente debajo de los polvos de arroz. ...
En la línea 13250
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Rompió el sobre con dedos que temblaban y leyó aquellas letras de tinta rosada que saltaban y se confundían enganchadas unas con otras. ...
En la línea 13315
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Al recordar esto, con todos los pormenores de la gran prueba ofrecida por Ana, don Fermín sintió que le temblaban las piernas; era el desfallecimiento de aquel deleite que él llamaba moral, pero que le llegaba a los huesos en forma de soplo caliente. ...
En la línea 16474
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Mesía y su adversario temblaban como las ramas de los árboles que batía el viento. ...
En la línea 1489
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En realidad, estos revoltosos temblaban ante la idea de luchar de un modo decisivo contra su antiguo señor. Además, repugnábales ir muy lejos en su disciplina, al no sentirse sinceramente unidos entre ellos. ...
En la línea 1246
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los grupos de hombres, pudorosos y tímidos, huyeron hacia la ciudad con tanto apresuramiento, que detrás de sus pasos temblaban como banderas fugitivas los extremos de velos y túnicas. Mientras tanto, varios centenares de hembras guerreras se despojaban tranquilamente de sus uniformes, y unas en simples calzoncillos, otras completamente desnudas, se lanzaron al agua, haciendo alegres suertes de natación. ...
En la línea 2746
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Lo más particular era que la misma Fortunata, al correr el cerrojo con tanto cuidado, había sentido, allá en el más apartado escondrijo de su alma, un travieso anhelo de volverlo a descorrer. Podría ser ilusión suya; pero creía ver, cual si la puerta fuera de cristal, a la persona que tras esta, a su parecer, estaba… Le conocía, ¡cosa más rara!, en la manera de empujar, en la manera de rasguñar la fechadura en la manera de probar una llave que no servía. Durante un rato, señora y criada no se miraron. A la primera le temblaban las manos y le andaba por dentro del cráneo un barullo tumultuoso. La sirviente clavaba en la señora sus ojos de gato, y su irónica sonrisa podría ser lo mismo el único aspecto cómico de la escena que el más terrible y dramático. Pero de repente, sin saber cómo, criada y ama cruzaron sus miradas, y en una mirada pareció que se entendieron. Patria le decía con sus ojuelos que arañaban: «Abra usted, tonta, y déjese de remilgos». La señora decía: «¿Le parece a usted bien que abra?… ¿Cree usted que… ?». ...
En la línea 3107
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Risa general. D. Basilio se ponía colorado y después palidecía. Sus labios temblaban al aplicarse al borde del vaso. ...
En la línea 3774
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... La prójima no había visto nunca a su amigo tan vencido de la emoción. Tenía los ojos húmedos y le temblaban las manos. Sujetose ella en la coronilla con una correa negra las crenchas de su abundante cabello, porque no era posible repicar y andar en la procesión; no podía peinarse y al mismo tiempo celebrar, entre lágrimas y castos apretones de mano, la santificación de las relaciones que entre ambos habían existido. Poco a poco se serenaron; don Evaristo, la hizo sentar a su lado en el sofá, y con voz clara y firme le habló de esta manera: ...
En la línea 3935
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Sólo de oír hablar de comida se ponía peor Mauricia. Le temblaban mucho las manos, y de rato en rato le daban como ataques de asfixia, siendo su respiración muy difícil, y quejándose de irresistible calor. Hallándose presentes la de Jáuregui y su sobrina, estuvo la Dura un ratito como quien desea romper a toser y no puede. Las tres mujeres la miraban con pena, lamentándose de no saber aliviarle aquel ahogo… «Bebe un poco de agua» le dijo Fortunata incorporándose. Pero aquello pasó, y la infeliz volvió a hablar, cortando mucho las frases y tomando aire a cada palabra. ...
En la línea 530
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Buenas tardes, Alena Ivanovna ‑empezó a decir en el tono más indiferente que le fue posible adoptar. Pero sus esfuerzos fueron inútiles: hablaba con voz entrecortada, le temblaban las manos‑. Le traigo… , le traigo… una cosa para empeñar… Pero entremos: quiero que la vea a la luz. ...
En la línea 734
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Las piernas le temblaban. ...
En la línea 1446
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Había encontrado al fin lo que buscaba, y empezó a leer. Las líneas danzaban ante sus ojos. Sin embargo, leyó el suceso hasta el fin de la información y buscó nuevas noticias sobre el hecho en los números siguientes. Sus manos temblaban de impaciencia al pasar las páginas… ...
En la línea 2597
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Sus cabellos estaban empapados de sudor, temblaban sus resecos labios, su mirada se fijaba en el techo obstinadamente. ...
En la línea 702
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Comprendí en aquel momento que yo también era un jugador. Mis manos y mis piernas temblaban. Era realmente extraordinario que en un intervalo de diez jugadas el “cero” hubiese salido tres veces, pero sin embargo había sucedido así. Yo mismo había visto, la víspera, que el “cero” había salido tres veces seguidas y un jugador, que anotaba cuidadosamente en un cuadernito todas las jugadas, me hizo notar que la víspera, el mismo “cero” no se había dado más que una vez en veinticuatro horas. ...
En la línea 1048
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Mis manos temblaban y los renglones danzaban ante mis ojos. He olvidado los términos exactos de la misiva, pero hela aquí, si no palabra por palabra, al menos idea por idea: ...
En la línea 1104
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Debía de estar, ciertamente, muy distraído, pues recuerdo que algunas veces los croupiers rectificaban mi juego. Cometía burdos errores. Mis sienes estaban mojadas, mis manos temblaban. Unos polacos me ofrecieron sus servicios, pero yo no escuchaba a nadie. ¡La suerte no me abandonaba! ...

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