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La palabra reglas
Cómo se escribe

la palabra reglas

La palabra Reglas ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece reglas.

Estadisticas de la palabra reglas

Reglas es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 2268 según la RAE.

Reglas tienen una frecuencia media de 42.28 veces en cada libro en castellano

Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la reglas en 150 obras del castellano contandose 6427 apariciones en total.

Más información sobre la palabra Reglas en internet

Reglas en la RAE.
Reglas en Word Reference.
Reglas en la wikipedia.
Sinonimos de Reglas.


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece reglas

La palabra reglas puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1230
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... ¿Por qué no habían de hacer lo mismo aquellos tontos del campo, que por las noches quitaban horas a su sueño formando corro en torno del camarada que les leía diarios y folletos? El hombre, cuanto más ignorante, más dichoso... Y lanzaban miradas de abominación al armario de los libros, como si fuese un depósito de maldades, mientras el mueble infeliz seguía guardando en sus entrañas un tesoro de volúmenes inofensivos, regalados en su mayor parte por el Ministerio a instancias del diputado del distrito; versos a la Virgen María, y cancioneros patrióticos; guías para la cría del canario y reglas para lo reproducción del conejo doméstico. ...

En la línea 4972
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Más allá de las fortificaciones en las que Athos había hecho brecha para salir y que componían haces, tablones y toneles vacíos amonto nados según todas las reglas del arte estratégico, se veían aquí y allá, nadando en mares de aceite y de vino, las osamentas de todos los jamones comidos, mientras que un montón de botellas rotas tapizaba todo el ángulo izquierdo de la bodega, y un tonel, c uya espita había quedado abierta, perdía por aquella abertura las últimas gotas de su sangre. ...

En la línea 94
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... o Que deberán ser residenciados al fin de los seis años, ó antes si dieren justo motivo de queja, á peticion de parte ó del ministerio fiscal, ó de oficio, si á ello dieren lugar, bajo reglas dadas en oportuno reglamento. ...

En la línea 145
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... El establecimiento de este juzgado es de mucha entidad é importancia, y como tal lo establecen y protejen las leyes de Indias [16], y muchas posteriores Reales cédulas; asi que el conservarle y perfeccionar su planta bajo reglas dadas, separar el conocimiento de sus asuntos de los ministros de la audiencia, y ponerlos en primera instancia bajo la inspeccion de los mismos jueces letrados, quienes procederán con la exijencia que marca la ley [17], y segun se estime con restricciones y garantías para que no puedan abusar de su ministerio aunque quieran, ni distraer un solo real de esas testamentarías, debe ser la principal base de esta reforma, muy conforme á justicia y pública conveniencia. ...

En la línea 155
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Para el caso de que despues de repetidos anuncios y avisos no hubiese quien se presentase á reclamar, deberian fijarse bases y reglas para pasar al tesoro esos bienes, por no ser ni útil ni provechoso á nadie que tales fondos existan como abandonados y sin dueño, y enteramente muertos como lo están. ...

En la línea 326
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Esas obras pias son unos pequeños bancos donde acuden á tomar fondos bajo las garantías que se convienen los que para sus negocios necesitan ausilios pecuniarios, se administran por vecinos que deben ser cofrades de las respectivas corporaciones á cuyo cargo se hallan, bajo ciertas reglas, reglamentos ó estatutos que marcan las respectivas obligaciones, y todos no son mas que unos ejecutores de las últimas voluntades de los testadores que les legaron sus fondos para los usos que tuvieron por conveniente señalar. ...

En la línea 1639
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y entiende con todos tus cinco sentidos que todo cuanto yo he hecho, hago e hiciere, va muy puesto en razón y muy conforme a las reglas de caballería, que las sé mejor que cuantos caballeros las profesaron en el mundo. ...

En la línea 3551
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Donde prosigue el canónigo la materia de los libros de caballerías, con otras cosas dignas de su ingenio -Así es como vuestra merced dice, señor canónigo -dijo el cura-, y por esta causa son más dignos de reprehensión los que hasta aquí han compuesto semejantes libros sin tener advertencia a ningún buen discurso, ni al arte y reglas por donde pudieran guiarse y hacerse famosos en prosa, como lo son en verso los dos príncipes de la poesía griega y latina. ...

En la línea 5861
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Cuando se hubiera casado esa señora con algún paje suyo, o con otro criado de su casa, como han hecho otras muchas, según he oído decir, fuera el daño sin remedio; pero el haberse casado con un caballero tan gentilhombre y tan entendido como aquí nos le han pintado, en verdad en verdad que, aunque fue necedad, no fue tan grande como se piensa; porque, según las reglas de mi señor, que está presente y no me dejará mentir, así como se hacen de los hombres letrados los obispos, se pueden hacer de los caballeros, y más si son andantes, los reyes y los emperadores. ...

En la línea 6020
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Si estos preceptos y estas reglas sigues, Sancho, serán luengos tus días, tu fama será eterna, tus premios colmados, tu felicidad indecible, casarás tus hijos como quisieres, títulos tendrán ellos y tus nietos, vivirás en paz y beneplácito de las gentes, y en los últimos pasos de la vida te alcanzará el de la muerte, en vejez suave y madura, y cerrarán tus ojos las tiernas y delicadas manos de tus terceros netezuelos. ...

En la línea 2954
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... a barba, unida al vigor de su fisonomía, les da el más notable aspecto. mayor parte han sido deportados por asesinatos u otros crímenes; otros por causas que apenas pueden considerarse como infracciones de las reglas de moral, por ejemplo, por no haber obedecido las leyes inglesas por motivo de superstición ...

En la línea 12426
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Sí ardía aquello, pero sin faltar a las reglas del buen tono vetustense, decía el Marqués al Barón, que estaba ya como un tomate y cada vez más cerca de la jamona. ...

En la línea 1264
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Que el Papa—dijo a los intermediarios—cambie las reglas de la Iglesia, si quiere ser mi consuegro y declare que un cardenal puede tomar mujer. ...

En la línea 1293
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... En los últimos años de César, al mandar éste ejércitos, su fiel matón, desconocedor de las reglas y escrúpulos que guían a los otros hombres, se convirtió en un buen capitán o e guerra. Fue el jefe de confianza del hijo del Pontífice, y cuando todos lo abandonaron, él se mantuvo leal. ...

En la línea 1841
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Una mañana, cerca ya de mediodía, vino a visitarlo Enciso de las Casas. En días anteriores se había valido del teléfono para preguntar por el estado de Borja, excusando su ausencia y justificándola con las grandes ocupaciones qua le imponía cierta cuestión entre el Gobierno de su país y el Vaticano. Atento siempre a cumplir las reglas del buen trato social, creía faltar a sus deberes no yendo en persona a pedir noticias. ...

En la línea 2388
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Fortunata, al mes de estar allí, tuvo otra amiga con quien intimó bastante. Doña Manolita era señora en regla, puesto que era casada, ayudaba a las monjas en las clases de lectura y escritura, y ponía un empeño particular en enseñar a Fortunata, de lo que principalmente vino su amistad. Permitían las madres a aquella recogida cierta latitud en la observancia de las reglas; se la dejaba sola con una o dos filomenas durante largo rato, bien en la sala de estudio, bien en la huerta; se le permitía ir al departamento de Josefinas, y como tenía habitación aparte y pagaba buena pensión, gozaba de más comodidad que sus compañeras de encierro. ...

En la línea 2698
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Maximiliano habló a su futura de las invitaciones que había hecho, y ella le oía como quien oye llover; mas no reparó el joven en esta distracción por lo muy exaltado que estaba. Como era tan idealista, quería hacer el papel de novio con todas las reglas recomendadas por el uso, y aunque se vio solo en el comedor con su amada, tratábala con aquellos miramientos que impone el pudor más exquisito. No se decidía ni a besarla, gozando con la idea de poder hacerlo a sus anchas después de recibidas las bendiciones de la Iglesia, y aun de hacerle otras caricias con la falsa ilusión de no habérselas hecho antes. Mientras comían, Fortunata se sintió anegada en tristeza, que le costaba trabajo disimular. Inspirábale el próximo estado tanto temor y repugnancia, que le pasó por el pensamiento la idea de escaparse de la casa, y se dijo: «No me llevan a la Iglesia ni atada». Doña Lupe, que gustaba tanto de hacer papeles y de poner en todos los actos la corrección social, no quería que los novios se quedasen solos ni un momento. Había que emplear una ficción moral como tributo a la moral misma y en prueba de la importancia que debemos dar a la forma en todas nuestras acciones. ...

En la línea 2765
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Vino doña Lupe muy temprano, y enterada que Maxi estaba bien, empezó a dar órdenes y más órdenes, y a incomodarse porque ciertas cosas no se habían hecho como ella mandara. Iba de la sala a la cocina y de la cocina a la sala, dictando reglas y pragmáticas de buen gobierno. Maxi se quejaba de que su mujer estaba más tiempo fuera de la alcoba que en ella, y la llamaba a cada instante. ...

En la línea 3165
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... En las últimas semanas del 74, Rubín volvió a sentir comezón de lecturas. Quería instruirse a todo trance, labor inmensa y difícil por carecer de base, pues su padre, con la idea de que al comerciante le estorba el latín, no le permitió aprender más que las cuatro reglas y un poco de francés. No tenía biblioteca, y un amigo le proporcionaba libros. Fue a verle, escogió los que más despertaron su curiosidad por los títulos, y consagró a la lectura todo el tiempo que le dejaban libre el café y el sueño. Tantas ideas adquirió que se sentía con vivas ansias de devolverlas por medio de la propaganda. O predicaba o reventaba. Lástima grande no volver a la tertulia de Pedernero para ponerle verde, porque ya sabía lo bastante para pasarse a todos los teólogos por la nariz. ...

En la línea 885
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Sentí el mayor respeto por su valor. Me pareció que no tenía fuerza, pues ni siquiera una vez me pegó con dureza, y él, en cambio, siempre caía derribado al suelo; pero se ponía en pie inmediatamente, limpiándose con la esponja o bebiendo agua de la botella y auxiliándose a sí mismo según las reglas del arte. Y luego venía contra mí con una expresión tal que habría podido hacerme creer que, finalmente, iba a acabar conmigo. Salió del lance bastante acardenalado, pues lamento recordar que cuanto más le pegaba, con más dureza lo hacía; pero se ponía en pie una y otra vez, hasta que por fin dio una mala caída, pues se golpeó contra la parte posterior de la cabeza. Pero, aun después de esta crisis en nuestro asunto, se levantó y confusamente dio algunas vueltas en torno de sí mismo, sin saber dónde estaba yo; finalmente se dirigió de rodillas hacia la esponja, al mismo tiempo que decía, jadeante: ...

En la línea 1006
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Sin embargo, ellos se esforzaron en pasar bien el día, y lo lograron bastante. El sinvergüenza de Pumblechook, exaltado al papel de autor de la fiesta, ocupó la cabecera de la mesa, y cuando se dirigía a los demás para hablarles de que yo había sido puesto a las órdenes de Joe y de que, según las reglas establecidas, sería condenado a prisión en caso de que jugase a los naipes, bebiese licores fuertes, me acostase a hora avanzada, fuese con malas compañías o bien me entregase a otros excesos que, a juzgar por las fórmulas estampadas en mis documentos, podían considerarse ya como inevitables, en tales casos me obligaba a sentarme en una silla a su lado, con objeto de ilustrar sus observaciones. ...

En la línea 1142
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Admitamos que sea así. Eso a mí no me importa. ¿Qué importancia tiene? ‑exclamó Rasumikhine con una especie de afectada indignación‑. ¿Acaso he alabado yo este rasgo suyo? Yo sólo digo que es un buen hombre en su género. Además, si vamos a juzgar a los hombres aplicándoles las reglas generales, ¿cuántos quedarían verdaderamente puros? Apostaría cualquier cosa a que si se mostraran tan exigentes conmigo, resultaría que no valgo un bledo… ni aunque te englobaran a ti con mi persona. ...

En la línea 3219
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Sin embargo ‑continuó éste‑, tengo razón, por lo menos en lo que concierne a ciertos individuos, pues los hombres son muy diferentes unos de otros y nuestra única consejera digna de crédito es la práctica. Pero, desde el momento que tiene usted pruebas, me dirá usted… ¡Dios mío! Usted sabe muy bien lo que son las pruebas: tres de cada cuatro son dudosas. Y yo, a la vez que juez de instrucción, soy un ser humano y en consecuencia, tengo mis debilidades. Una de ellas es mi deseo de que mis diligencias tengan el rigor de una demostración matemática. Quisiera que mis pruebas fueran tan evidentes como que dos y dos son cuatro, que constituyeran una demostración clara e indiscutible. Pues bien, si yo ordeno la detención del culpable antes de tiempo, por muy convencido que esté de su culpa, me privo de los medios de poder demostrarlo ulteriormente. ¿Por qué? Porque le proporciono, por decirlo así, una situación normal. Es un detenido, y como detenido se comporta: se retira a su caparazón, se me escapa… Se cuenta que en Sebastopol, inmediatamente después de la batalla de Alma, los defensores estaban aterrados ante la idea de un ataque del enemigo: no dudaban de que Sebastopol sería tomado por asalto. Pero cuando vieron cavar las primeras trincheras para comenzar un sitio normal, se tranquilizaron y se alegraron. Estoy hablando de personas inteligentes. «Tenemos lo menos para dos meses ‑se decían‑, pues un asedio normal requiere mucho tiempo.» ¿Otra vez se ríe usted? ¿No me cree? En el fondo, tiene usted razón; sí, tiene usted razón. Éstos no son sino casos particulares. Estoy completamente de acuerdo con usted en que acabo de exponerle un caso particular. Pero hay que hacer una observación sobre este punto, mi querido Rodion Romanovitch, y es que el caso general que responde a todas las formas y fórmulas jurídicas; el caso típico para el cual se han concebido y escrito las reglas, no existe, por la sencilla razón de que cada causa, cada crimen, apenas realizado, se convierte en un caso particular, ¡y cuán especial a veces!: un caso distinto a todos los otros conocidos y que, al parecer, no tiene ningún precedente. ...

En la línea 3286
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑No me dejaré torturar -murmuró en el mismo tono de antes. Pero advertía, con una mezcla de amargura y rencor, que no podía obrar de otro modo, y esta convicción aumentaba su cólera‑. Deténgame ‑añadió‑, regístreme si quiere; pero aténgase a las reglas y no juegue conmigo. ¡Se lo prohíbo! ...

En la línea 3287
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... ‑Nada de reglas ‑respondió Porfirio, que seguía sonriendo burlonamente y miraba a Raskolnikof con cierto júbilo‑. Le invité a venir a verme como amigo. ...


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