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La palabra puedo
Cómo se escribe

la palabra puedo

La palabra Puedo ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
Blancanieves de Jacob y Wilhelm Grimm
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
El Señor de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Niebla de Miguel De Unamuno
Sandokán: Los tigres de Mompracem de Emilio Salgàri
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
Un viaje de novios de Emilia Pardo Bazán
Julio Verne de La vuelta al mundo en 80 días
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece puedo.

Estadisticas de la palabra puedo

La palabra puedo es una de las palabras más comunes del idioma Español, estando en la posición 687 según la RAE.

Puedo es una palabra muy común y se encuentra en el Top 500 con una frecuencia media de 12.65 veces en cada obra en castellano

El puesto de esta palabra se basa en la frecuencia de aparición de la puedo en 150 obras del castellano contandose 1923 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Puedo

Más información sobre la palabra Puedo en internet

Puedo en la RAE.
Puedo en Word Reference.
Puedo en la wikipedia.
Sinonimos de Puedo.

Algunas Frases de libros en las que aparece puedo

La palabra puedo puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 773
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Y como estaba convencido de que el mundo no podía sentir la más leve emoción por mi retirada, ni había llegado a enterarse de que existo, recogí los bártulos que yo titulaba ideales, me decidí a comer, y aprovechando ciertos bombos dados por mí en los periódicos a la casa Dupont, me metí en ello para siempre, y no puedo quejarme. ...

En la línea 1525
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --No le quiero... porque le quiero mucho. No puedo quererle, porque le amo demasiado para hacerle infeliz. ...

En la línea 1615
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¿Y tú--preguntó--qué crees que puedo hacer en esto?... ...

En la línea 1856
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... --¿Tú crees que yo tengo verdadero deseo de emparentar contigo y que esto me da alegría?... Pues te equivocas. ¡Ojalá no hubieses tenido nunca el mal pensamiento que ha hecho infeliz a mi hermana! A no existir eso de por medio, no te aceptaría por cuñado, aunque llegases a pedírmelo de rodillas, cargado de millones... Pero el mal está hecho y hay que remediarlo del único modo que puede remediarse, aunque reventemos todos de pena... Ya sabes que yo me río del matrimonio: es una de las muchas pamplinas que existen en el mundo. Lo necesario para ser felices, es el amor... y nada más. Yo puedo expresarme así porque soy hombre; porque me cisco en la sociedad y en lo que diga la gente. ...

En la línea 456
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... ¿Qué puedo hacer por su hijo? Daos prisa, mi tiempo no es mío. ...

En la línea 472
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Aprenderéis el manejo del caballo, esgrima y danza; haréis buenos conocimientos, y de vez en cuando volveréis a verme para decirme cómo os encontráis y si puedo hacer algo por vos. ...

En la línea 523
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Sin embargo, apre tó la mano de D'Artagnan, y le dijo:-Sois un joven honesto, pero en este momento no puedo hacer nada por vos más que lo que os he ofrecido hace un instante. ...

En la línea 669
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Los dos jóvenes se saludaron, l uego Aramis se alejó remontando la calle que subía alLuxemburgo, mientras D'Artagnan, viendo que la hora avanzaba, tomaba el camino de los Carmelitas Descalzos, di ciendo para sí:-Decididamente, no puedo librarme; pero por lo menos, si soy muerto, seré muerto por un mosquetero. ...

En la línea 8
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Tales son mis principales deseos, y creyendo puedo en algun modo contribuir ilustrando la opinion de cuantos no sepan lo que son nuestras Filipinas, me he decidido á coordinar algunos apuntes y notas que en ratos de ocio redacté en otros dias sobre reformas útiles que pueden y deben hacerse en Filipinas para el logro de objetos tan interesantes, como son procurar su fomento y prosperidad. ...

En la línea 323
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Tales son los fundamentos que puedo suministrar sobre la administracion y distribucion de la hacienda pública en Filipinas, y me persuado que (aun cuando mal coordinados y no muy completos, porque la cortedad de mis luces no da de sí otra cosa, la estrechez con que me he propuesto redactarlos no admite mayores digresiones, y el habérseme estraviado algunos papeles interesantes, me impiden suministrar mas datos) presentan noticias de alguna importancia para que se pueda formar alguna idea del mérito de aquellas Islas, y el Gobierno tomar algunas medidas sobre la reforma que el estado de las Islas Filipinas demanda para felicidad de ellas, estension y fomento de sus rentas, y establecer justas economías, conteniendo se aumenten los empleados, y procurando reducirlos á los puramente precisos é indispensables, si se han de hacer los ahorros posibles, que si en todos tiempos deben procurarse, en los actuales de escasez y penuria por lo atrasado del estado, es mas recomendable, preciso y necesario todo jénero de economía justa y racional. ...

En la línea 428
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... de la administracion de Manila, nada del aumento que han tenido sus productos en los últimos años, como consecuencia forzosa de lo que se han multiplicado sus relaciones mercantiles con la Metrópoli, en cuya proporcion estarán siempre: nada de las remesas de fondos que ha hecho el administrador ni otras que á manejarse con mas prevision pudo y dejó de hacer á su tiempo; y nada tampoco de los estados y resultados comparativos que presenta, aunque de estos no puedo menos de dar á conocer el formado por la direccion al tratar del arreglo, y que comprende los años de 1832 á 1836 inclusive, del modo siguiente: Rs. ...

En la línea 518
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Los cerdos son muy hermosos: de patas cortas, corpulentos, de color negro o rojo oscuro; de la excelencia de su carne puedo dar testimonio, porque muchas veces la he saboreado con deleite en mis viajes por esta provincia; el _lombo_, o lomo, asado en el rescoldo, es delicioso, especialmente comiéndolo con aceitunas. ...

En la línea 1132
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... YO.—Así es; no puedo estar aquí más tiempo. ...

En la línea 1156
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... ANTONIO.—Es un asunto de Egipto, hermano, y no puedo decirte más. ...

En la línea 1190
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Apenas si puedo hacerle andar.» «Es el caballo más ligero que hay en _Chim del Manró_, hermano—dijo Antonio—. ...

En la línea 270
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... -Yo sé quién soy -respondió don Quijote-; y sé que puedo ser no sólo los que he dicho, sino todos los Doce Pares de Francia, y aun todos los Nueve de la Fama, pues a todas las hazañas que ellos todos juntos y cada uno por sí hicieron, se aventajarán las mías. ...

En la línea 718
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y si es que vuestra merced no se precia de ser tan secreto como don Galaor, con las veras que puedo le suplico, en nombre de toda esta compañía y en el mío, nos diga el nombre, patria, calidad y hermosura de su dama; que ella se tendría por dichosa de que todo el mundo sepa que es querida y servida de un tal caballero como vuestra merced parece. ...

En la línea 854
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Ansí que, bien puedo yo pasar entre tanta buena gente; que mayores afrentas son las que éstos pasaron, que no las que ahora nosotros pasamos. ...

En la línea 981
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Si os las puedo pagar en haceros vengado de algún soberbio que os haya fecho algún agravio, sabed que mi oficio no es otro sino valer a los que poco pueden, y vengar a los que reciben tuertos, y castigar alevosías. ...

En la línea 81
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... 14 de abril.- Salimos de Socego para dirigirnos a otra hacienda situada en las márgenes del río Macae, límite dé los cultivos en esta dirección. Esta propiedad tiene cerca de una legua de longitud, y al propietario se le ha olvidado cuál puede ser la anchura de ella. Todavía no se ha roturado más que una pequeña parte, y, sin embargo, cada hectárea puede dar con profusión todos los ricos productos de las tierras tropicales. Si se compara con la enorme extensión del Brasil, la parte cultivada es insignificante; casi todo sigue en estado salvaje. ¡Qué enorme población podrá alimentar este país en lo futuro! Durante el segundo día de nuestro viaje, el camino que seguimos está tan atestado de plantas trepadoras, que uno de nuestros hombres nos precede para abrirnos paso hacha en mano. El bosque abunda en objetos admirables, entre los cuales no puedo cansarme de admirar los helechos arborescentes, poco elevados, pero de un follaje tan verde, tan gracioso y tan elegante. Por la tarde cae a torrentes la lluvia y tengo frío, aunque el termómetro marca 65 grados Fahrenheit (18 grados 3 centesimales). En cuanto cesa la lluvia presencio un espectáculo curioso: la enorme evaporación que se produce en toda la extensión del bosque. Un espeso vapor blanco envuelve entonces las colinas hasta unos 100 pies de altura; estos vapores se elevan como columnas de humo por encima de las partes más frondosas del bosque, y principalmente por encima de los valles. He podido observar varias veces este fenómeno, debido, a mi parecer, a la inmensa superficie del follaje, calentada anteriormente por los rayos del sol. ...

En la línea 108
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Cuando el hombre es quien introduce una nueva especie en un país, a menudo desaparece esa relación: puedo citar como ejemplo de esto el hecho de que las lechugas y las coles, que en Inglaterra son presa de un número tan grande de limacos y de orugas, permanecen intactas en los huertos próximos a Río. ...

En la línea 126
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Las telas están puestas verticalmente, disposición invariable que adopta el género Epeira; están separadas unas de otras por el espacio de unos dos pies, pero unidas todas a ciertas líneas comunes en extremo largas y que se extienden a todas las partes de la comunidad. De esa manera, las telas unidas rodean la copa de algunos matorrales grandes. Azara9 describe una araña que vive en sociedad, observada por él en el Paraguay; Walckenaer piensa que debía ser un Theridion; pero probablemente será una Epeira, perteneciente acaso a la misma especie que la mía. Sin embargo, no puedo recordar haber visto el nido central tan grande como un sombrero, en el que, según Azara, depositan sus huevos en otoño las arañas, en el momento de su muerte. Como todas las arañas que he visto en este sitio tenían el mismo grueso, probablemente debían de tener la misma edad Esta costumbre de vivir en sociedad en un género tan típico como el de las Epeiras, es decir, en insectos tan sanguinarios y solitarios que hasta los dos sexos se atacan a menudo el uno al otro, constituye un hecho singularísimo. ...

En la línea 138
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Como prueba de excesiva baratura de todas las cosas en este país, puedo citar el hecho de que dos hombres queme acompañaban con un rebaño de unos doce caballos de silla, no me costaban más que dos pesos al día. Mis acompañantes llevaban sables y pistolas, precaución que yo creía bastante inútil. Sin embargo, una de las primeras noticias que llegaron a nuestros oídos fue que la víspera habían asesinado a un viajero que venía de Montevideo: habíase encontrado su cadáver en el camino, junto a una cruz puesta en memoria de un homicidio análogo. ...

En la línea 80
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Golpeó a la puerta y gritó: -¡Vendo buena mercadería! ¡Vendo! ¡Vendo! Blancanieves miró desde adentro y dijo: -Sigue tu camino; no puedo dejar entrar a nadie. ...

En la línea 98
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... Blancanieves sacó la cabeza por la ventana y dijo: -No puedo dejar entrar a nadie; los enanos me lo han prohibido. ...

En la línea 126
del libro Blancanieves
del afamado autor Jacob y Wilhelm Grimm
... -En ese caso -replicó el príncipe- regálenmelo pues no puedo vivir sin ver a Blancanieves. ...

En la línea 1162
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —Si mi mujer supiera que sólo puedo disponer de dos horas y media de descanso, me dejaría volver a la cama. ...

En la línea 1328
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —Yo ingeniero, no podría conspirar nunca (creía en el espíritu de cuerpo); como particular puedo procurar la salvación del país por los medios más adecuados. ...

En la línea 2222
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —Eso quiero; saber en qué puedo yo servir a ustedes a quien tanto debo. ...

En la línea 2445
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Una noche despertó a su esposa el lector de fondos diciendo: —Oye, Paca, ¿sabes que no puedo dormir?. ...

En la línea 176
del libro El Señor
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... ¿Por qué no? Yo no aspiro a nada; yo no puedo tener celos; yo no quiero su cuerpo, ni aun de su alma más que lo que ella da sin querer en cada mirada que por azar llega a la mía. ...

En la línea 453
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Pero hay algo en mí que me arrastra muy lejos y no puedo res i stirme a sus mandatos: un ansia de libertad absoluta, de vida pobre y modesta, de aislamiento casto y estudioso. Quiero ser alguien, quiero que mi vida tenga una finalidad. Necesito trabajar; necesito sentir deseos. Aquí lo tengo todo. Debo salir de este encantamiento feliz… Yo volveré, arrepentido, a implorar tu perdón, y tú me tratarás como quieras; pero ahora te repito lo mismo: «Rosaura, te amo… Deja que me marche.» ...

En la línea 463
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Yo también, Claudio he pensado muchas veces en nuestra vida futura. No creas que para mí lo es todo lucir alhajas y vestidos, ir a comidas y bailes. Tu amor me ha hecho reflexionar sobre cosas serias, aburguesando mi alma, como tú dirías. «Dos años, tres nada más (he pensado muchas veces), lo necesario para que yo me sacie de esta existencia que a él no le gusta. Y luego, cuando ya no me atraigan las diversiones sociales, regularizaremos nuestra situación, nos casaremos ; seré la señora de Borja; me esforzaré en acicalar mi persona para que no se note entre los dos ninguna diferencia de edad; llevaremos una vida de grave apasionamiento, con viajes a países lejanos, tal vez la vuelta al mundo juntos, y vendremos a descansar en este jardín, que ya no será la Venusberg ardiente, sino algo que haga recordar los pequeños jardines de que habla Claudio, por donde paseaban los filósofos griegos, apreciando serenamente las únicas felicidades durables de la existencia y la llegada inevitable de la muerte… » Así he pensado muchas veces y asi puede terminar, con una majestad serena, nuestra vida común… Pero antes nos quedan todavía varios años de juventud y de amor, años de «transportes divinos», como tú dices, en los cuales vale casi tanto el recuerdo como la realidad. Y cuando yo preparo esta dicha futura y hago cuanto puedo por mantener la presente, ¡hablas de marcharte!… ...

En la línea 1070
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —Es el futuro Pontífice—decía Enciso con tono misterioso—. Estoy bien enterado y no puedo equivocarme. La tiara es para él. ...

En la línea 1261
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... —No puedo tener por yerno a un capellán, hijo de otro capellán—dijo rudamente. ...

En la línea 408
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Yo puedo enseñarle, gentleman, como unos cincuenta mil libros escritos para glorificar a Eulame y narrar sus hazañas. Sin embargo, su herencia no pudo resultar más fatal. Este fabricante de guerras hizo lo necesario antes de desaparecer para que nuestro mundo se viese condenado eternamente a la guerra. ...

En la línea 683
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - ¿A quién se le parece, profesor?… Yo he visto esta cara en alguna parte… . No puedo recordar con exactitud, pero es absolutamente igual a una persona que he visto muchas veces? ¿Quién será? ...

En la línea 1050
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... 'Yo mismo no comprendo como el ilustre Senado, la Cámara de diputados y los demás organismos nacionales no fijaron su atención en el aspecto subversivo que nos ofrece ese gigante desde que llegó. Tampoco puedo explicarme como los periódicos, que atisban el menor de nuestros defectos para publicarlo inmediatamente permanecen ciegos para el Hombre-Montaña… . Debo confesar, sin embargo, que yo también he vivido en esta ceguera inexplicable, y solo anoche ví la realidad, gracias a la sugestión de un poeta eminente, el mas grande de todos los poetas que hoy existen, y después de esto casi resulta inútil que os diga su nombre. Todos habéis adivinado que es Golbasto… . Con razón llaman a los poetas “videntes”. Golbasto ha visto lo que ninguno de nosotros había logrado ver. ...

En la línea 1331
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Popito le avisó a usted hace días que algunos de estos hombres que le rodean proyectan asesinarlo. Hasta ayer solo tenía vagas noticias de ello; ahora puedo darle un aviso concreto. Creo que es mañana cuando intentarán el golpe contra usted, gentleman. En cuanto a los instigadores del crimen, tengo formada mi convicción y nadie me hará desistir de ella. Son Momaren y Golbasto los que desean su exterminio, y ya que no han podido lograr que el gobierno favoreciese sus deseos, se valen de esta chusma que rodea a usted. ...

En la línea 259
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Ni yo lo sé tampoco. Creo que me volví otro de lo que era y de lo que volví a ser. Fue como un paréntesis en mi vida. Y nada, hija de mi alma, fue el maldito capricho por aquella hembra popular, no sé qué de entusiasmo artístico, una demencia ocasional que no puedo explicar. ...

En la línea 261
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Que te calles, hombre, que te calles. Me repugna eso. Razón tienes; tú no eras entonces tú. Trato de figurarme cómo eras y no lo puedo conseguir. Quererte yo y ser tú como a ti mismo te pintas son dos cosas que no puedo juntar. ...

En la línea 261
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Que te calles, hombre, que te calles. Me repugna eso. Razón tienes; tú no eras entonces tú. Trato de figurarme cómo eras y no lo puedo conseguir. Quererte yo y ser tú como a ti mismo te pintas son dos cosas que no puedo juntar. ...

En la línea 351
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... —Acostarme yo, yo… cuando tengo que contarte tantas cosas, chavala!—añadió Santa Cruz, que cansado ya de estar de rodillas, había cogido una banqueta para sentarse a los pies de su mujer—. Perdona que no haya sido franco contigo. Me daba vergüenza de revelarte ciertas cosas. Pero ya no puedo más: mi conciencia se vuelca como una urna llena que se cae… así, así; y afuera todo… Tú me absolverás cuando me oigas, ¿verdad? Di que sí… Hay momentos en la vida de los pueblos, quiero decir, en la vida del hombre, momentos terribles, alma mía. Tú lo comprendes… Yo no te conocía entonces. Estaba como la humanidad antes de la venida del Mesías, a oscuras, apagado el gas… sí. No me condenes, no, no, no me condenes sin oírme… ...

En la línea 262
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Solicito vuestra indulgencia, pero la nariz me pica mucho. ¿Cuál es el uso y la costumbre en este caso? Contestad pronto, os lo ruego, porque, apenas puedo soportarlo poco más. ...

En la línea 346
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Pero no puedo renunciar a él, oh, no, no puedo, no puedo; debe ser mi hijo! ...

En la línea 346
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Pero no puedo renunciar a él, oh, no, no puedo, no puedo; debe ser mi hijo! ...

En la línea 346
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –¡Pero no puedo renunciar a él, oh, no, no puedo, no puedo; debe ser mi hijo! ...

En la línea 160
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... «¿Por qué el diminutivo es señal de cariño? –iba diciéndose Augusto camino de su casa–. ¿Es acaso que el amor achica la cosa amada? ¡Enamorado yo! ¡Yo enamorado! ¡Quién había de decirlo … ! Pero ¿tendrá razón Víctor? ¿Seré un enamorado ab initio? Tal vez mi amor ha precedido a su objeto. Es más, es este amor el que lo ha suscitado, el que lo ha extraído de la niebla de la creación. Pero si yo adelanto aquella torre no me da el mate, no me lo da. ¿Y qué es amor? ¿Quién definió el amor? Amor definido deja de serlo… Pero, Dios mío, ¿por qué permitirá el alcalde que empleen para los rótulos de los comercios tipos de letra tan feos como ese? Aquel alfil estuvo mal jugado. ¿Y cómo me he enamorado si en rigor no puedo decir que la conozco? Bah, el conocimiento vendrá después. El amor precede al conocimiento, y este mata a aquel. Nihil volitum quin praecognitum, me enseñó el padre Zaramillo, pero yo he llegado a la conclusión contraria y es que nihil cognitum quin praevolitum. Conocer es perdonar, dicen. No, perdonar es conocer. Primero el amor, el conocimiento después. Pero ¿cómo no vi que me daba mate al descubierto? Y para amar algo, ¿qué basta? ¡Vislumbrarlo! El vislumbre; he aquí la intuición amorosa, el vislumbre en la niebla. Luego viene el precisarse, la visión perfecta, el resolverse la niebla en gotas de agua o en granizo, o en nieve, o en piedra. La ciencia es una pedrea. ¡No, no, niebla, niebla! ¡Quién fuera águila para pasearse por los senos de las nubes! Y ver al sol a través de ellas, como lumbre nebulosa también. ...

En la línea 182
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... A la piadosa mención de su madre Augusto dejó las cartas sobre la mesa, y su espíritu quedó un momento en suspenso. Muchas veces su madre, aquella dulce señora, hija del infortunio, le había dicho: « Yo no puedo vivir ya mucho, hijo mío; tu padre me está llamando. Acaso le hago a él más falta que a ti. Así que yo me vaya de este mundo y te quedes solo en él tú cásate, cásate cuanto antes. Trae a esta casa dueña y señora. Y no es que yo no tenga confianza en nuestros antiguos y fieles servidores, no. Pero trae ama a la casa. Y que sea ama de casa, hijo mío, que sea ama. Hazla dueña de tu corazón, de tu bolsa, de tu despensa, de tu cocina y de tus resoluciones. Busca una mujer de gobierno, que sepa querer… y gobernarte.» ...

En la línea 497
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –No, no puedo resistir a los mendigos de ninguna clase, y menos a esos que piden limosna con los ojos. ¡Y si vieras qué miradas me echa! ...

En la línea 748
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Y le dije en que hace o dice tonterías. Pues bien, ahora puedo asegurarle que usted está enamorado. ...

En la línea 577
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —A ver —dijo el pirata orientándose con las estrellas—, a mis espaldas tengo a los ingleses; delante, hacia el oeste, está el mar. Si voy directo hacia allá, puedo encontrarme con algún grupo de soldados. Es mejor desviarme en línea recta. Después me dirigiré al mar, a gran distancia de aquí. ...

En la línea 579
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Con esto basta para hacer perder mi pista incluso a los perros —dijo—. Ahora puedo darme algún reposo sin temor de que me descubran. ...

En la línea 635
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —A ver —dijo el pirata orientándose con las estrellas—, a mis espaldas tengo a los ingleses; delante, hacia el oeste, está el mar. Si voy directo hacia allá, puedo encontrarme con algún grupo de soldados. Es mejor desviarme en línea recta. Después me dirigiré al mar, a gran distancia de aquí. ...

En la línea 637
del libro Sandokán: Los tigres de Mompracem
del afamado autor Emilio Salgàri
... —Con esto basta para hacer perder mi pista incluso a los perros —dijo—. Ahora puedo darme algún reposo sin temor de que me descubran. ...

En la línea 208
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -En efecto -respondió muy tranquilamente Conseil-. Creo que van a burlarse del señor. Y ¿puedo permitirme decir que … ? ...

En la línea 294
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Pero en el momento en que se disponía al lanzamiento de su arpón, el cetáceo se alejaba, con una rapidez que no puedo por menos de estimar en unas treinta millas por hora. Y en alguna ocasión se permitió incluso ridiculizar a la fragata, impulsada al máximo de velocidad por sus máquinas, dando alguna que otra vuelta en torno suyo, lo que arrancó un grito de furor de todos nosotros. ...

En la línea 341
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Débil posibilidad, pero ¡la esperanza está tan fuertemente enraizada en el corazón del hombre! Además, éramos dos. Y, por último, puedo afirmar, por improbable que esto parezca, que aunque tratara de destruir en mí toda ilusión, aunque me esforzara por desesperar, no podía conseguirlo. La colisión de la fragata y del cetáceo se había producido hacia las once de la noche. Calculé, pues, que debíamos nadar durante unas ocho horas hasta la salida del sol. Operación rigurosamente practicable con nuestro sistema de relevos. El mar, bastante bonancible, nos fatigaba poco. A veces trataba yo de penetrar con la mirada las espesas tinieblas que tan sólo rompía la fosforescencia provocada por nuestros movimientos. Miraba esas ondas luminosas que se deshacían en mis manos y cuya capa espejeante formaba como una película de tonalidades lívidas. Se hubiera dicho que estábamos sumergidos en un baño de mercurio. ...

En la línea 507
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... -¡Vamos, amigo Ned! -dijo Conseil-, ¿qué va a responder ala objeción del señor? Yo no puedo creer que un americano se halle nunca a falta de recursos. ...

En la línea 89
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... En aquellos tiempos, algún asno médico había recetado el agua de alquitrán como excelente medicina, y la señora Joe tenía siempre una buena provisión en la alacena, pues creía que sus virtudes correspondían a su infame sabor. Muchas veces se me administraba una buena cantidad de este elixir como reconstituyente ideal, y, en tales casos, yo salía apestando como si fuese una valla de madera alquitranada. Aquella noche, la urgencia de mi caso me obligó a tragarme un litro de aquel brebaje, que me echaron al cuello para mayor comodidad, mientras la señora Joe me sostenía la cabeza bajo el brazo, del mismo modo como una bota queda sujeta en un sacabotas. Joe se tomó también medio litro, y tuvo que tragárselo muy a su pesar, por haberse quedado muy triste y meditabundo ante el fuego a causa de la impresión sufrida. Y, a juzgar por mí mismo, puedo asegurar que la impresión la tuvo luego aunque no la hubiese tenido antes. ...

En la línea 90
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... La conciencia es una cosa espantosa cuando acusa a un hombre; pero cuando se trata de un muchacho y, además de la pesadumbre secreta de la culpa, hay otro peso secreto a lo largo de la pernera del pantalón, es, según puedo atestiguar, un gran castigo. El conocimiento pecaminoso de que iba a robar a la señora Joe - desde luego, jamás pensé en que iba a robar a Joe, porque nunca creía que le perteneciese nada de lo que había en la casa -, unido a la necesidad de sostener con una mano el pan con manteca mientras estaba sentado o cuando me mandaban que fuera a uno a otro lado de la cocina a ejecutar una pequeña orden, me quitaba la tranquilidad. Luego, cuando los vientos del marjal hicieron resplandecer el fuego, creí oír fuera de la casa la voz del hombre con el hierro en la pierna que me hiciera jurar el secreto, declarando que no podía ni quería morirse de hambre hasta la mañana, sino que deseaba comer en seguida. También pensaba, a veces, que aquel joven a quien con tanta dificultad contuvo su compañero para que no se arrojara contra mí, tal vez cedería a una impaciencia de su propia constitución o se equivocaría de hora, creyéndose ya con derecho a mi corazón y a mi hígado aquella misma noche, en vez de esperar a la mañana siguiente. Y si alguna vez el terror ha hecho erizar a alguien el cabello, esta persona debía de ser yo aquella noche. Pero tal vez nunca se erizó el cabello de nadie. ...

En la línea 324
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Ya lo sé, pero ahora se trata de una cosa completamente distinta. Un hombre no puede permanecer sin comer; por lo menos, yo no puedo. Tomé algunos víveres en la aldea que hay por allí… , es decir, donde está la iglesia, casi junto a los marjales. ...

En la línea 380
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... — Entonces me quedé solo - añadió Joe -. Vivía aquí sin compañía de nadie, y en aquellos días conocí a tu hermana. Y puedo asegurarte, Pip - dijo mirándome con firmeza, como si de antemano estuviera convencido de que yo no sería de su opinión -, que tu hermana es una mujer ideal. ...

En la línea 108
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »‑Yo no puedo hacer eso, Catalina Ivanovna. ...

En la línea 110
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »‑Yo no puedo hacer eso ‑repitió, remedándola, Catalina Ivanovna‑. ¡Vaya un tesoro para que lo guardes con tanto cuidado! ...

En la línea 118
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Yo besé el polvo de sus botas… , pero sólo mentalmente, pues él, alto funcionario y hombre imbuido de ideas modernas y esclarecidas, no me habría permitido que se las besara de verdad. Volví a casa, y no puedo describirle el efecto que produjo mi noticia de que iba a volver al servicio activo y a cobrar un sueldo. ...

En la línea 122
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... »Huelga decir ‑continuó Marmeladof‑ que todo esto lo inventó mi mujer, pero no por ligereza, ni para darse importancia. Es que ella misma lo creía y se consolaba con sus propias invenciones, palabra de honor. Yo no se lo reprocho, no se lo puedo reprochar. Y cuando, hace seis días, le entregué íntegro mi primer sueldo, veintitrés rublos y cuarenta kopeks, me llamó cariñito. '¡Cariñito mío!', me dijo, y tuvimos un íntimo coloquio, ¿comprende? Y dígame, se lo ruego: ¿qué encanto puedo tener yo y qué papel puedo hacer como esposo? Sin embargo, ella me pellizcó la cara y me llamó cariñito. ...

En la línea 97
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Me sentía incluso desconcertado y penetré de muy mal humor en la sala de juego. Nada de todo aquello me agradó a la primera ojeada. No puedo soportar el servilismo de los cronistas de todos los países, y especialmente de Rusia, que al comenzar la primavera celebran a coro dos cosas: primero, el esplendor y el lujo de las salas de juego en los balnearios del Rin, y luego los montones de oro, que, según afirman, cubren las mesas. No se les paga por hacer estas descripciones, que sólo están inspiradas en una complacencia desinteresada. ...

En la línea 144
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Yo conocía desde hacía tres semanas su intención de jugar a la ruleta. Me había incluso avisado de que yo debía jugar en su lugar, pues las conveniencias prohibían que ella lo hiciese. En el tono de sus palabras comprendía, entonces, que ella experimentaba una honda inquietud y no el simple deseo de ganar dinero. Poco le importa el dinero en sí. En eso hay un objetivo, circunstancias que puedo adivinar, pero que, hasta este momento, ignoro. ...

En la línea 163
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... En resumen, todo depende ahora de nuestra situación, es decir, de la mayor o menor cantidad de dinero que el general pueda ofrecerle. Si, por ejemplo, se afirmase que la abuela no había muerto, estoy seguro de que la señorita Blanche se apresuraría a desaparecer. Para mí mismo es un motivo de extrañeza y de risa el ver que me he vuelto tan entrometido. ¡Cómo me repugna todo eso! ¡Con qué placer lo abandonaría todo y a todos! Pero, ¿puedo alejarme de Paulina? ¿Puedo dejar de realizar el espionaje en torno de ella? El espionaje es seguramente una cosa vil, pero ¿a mí qué me importa? ...

En la línea 249
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... —¡Todo eso son cuentos! No puedo sufrir esa teoría de la “esclavitud”. ...

En la línea 131
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - No puedo. ...

En la línea 135
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - No puedo daros de comer. ...

En la línea 601
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Mirad, yo no puedo llevar a mi hija a mi pueblo. El trabajo no lo permite. Con una criatura no hay dónde colocarse. El Dios de la bondad es el que me ha hecho pasar por vuestra hostería. Cuando vi vuestras niñas tan bonitas y tan bien vestidas, me dije: ésta es una buena madre. Podrán ser tres hermanas. Además, que no tardaré mucho en volver. ¿Queréis encargaros de mi niña? ...

En la línea 862
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... - Eso es problema mío -dijo Magdalena-. Mi injuria es mía, y puedo hacer de ella lo que quiera. ...

En la línea 865
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -¿Y se sabe por fin si la sueca es hija o mujer de ese barón de… de… nunca puedo acordarme de su nombre… vamos, de ese viejo que anda con ella? -interrogó la condesa, entrando por fin en la corriente de curiosidad que la arrastraba, a pesar de su digna actitud. ...

En la línea 1139
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Explicar… , explicar, no puedo, Don Ignacio… , tengo así, la cabeza… Como estaba usted aquí… quise verle… y yo decía: Pues he de verle… No, yo no, lo decían cien mil pajaritos dentro de mí… Ellos lo dijeron. Y vine. No sé más. ...

En la línea 1145
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Pero… -exclamó con tono diferente- yo aquí… sí, ya sé por qué vine, y a qué vine, y cuándo… y ya recuerdo también… ¡Ah, Don Ignacio, Don Ignacio! se asombrará usted y con razón de haberme hallado cuando menos lo pensaba… ¡En qué instante entré! Gracias, Virgen y madre mía; ya tengo mis cinco sentidos y mi juicio cabal, y puedo echarme a los pies de usted, Don Ignacio, y decirle: por Dios señor, por la memoria de su señora madre, que está en el cielo, por… ¡no sé por qué! Por todo, no vuelva usted… ¡Prométame que no volverá a idear quitarse la vida, que puede emplearla tan bien!… Si yo supiese de discursos, y fuese sabia como el Padre Urtazu, lo diría mejor, pero usted me entiende… ¿verdad que sí? Prométame usted… no volver… no volver… ...

En la línea 1207
del libro Un viaje de novios
del afamado autor Emilia Pardo Bazán
... -Fuera de ahí, so tío… so entrometido… ¿usted que… qué tiene que ver?… Yo la abo… la abofeteo, porque pu… pu… puedo y me da la gana… Soy su marido. Si no se va usted, le parto por la mitad… le abro en canal… ...

En la línea 584
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Tengo todavía doce horas de adelanto y puedo dedicarlas a esto. ...

En la línea 898
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Pero yo no puedo abusar… ...

En la línea 1035
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -Pues bien, Vuestro Honor- respondió el piloto ; no puedo arriesgar ni a mis hombres, ni a mí, ni a vos mismo en tan larga travesía, sobre una embarcación de veinte toneladas y en esta época del año. Además, no llegaríamos a tiempo, porque hay mil seiscientas cincuenta millas de Hong Kong a Yokohama. ...

En la línea 1223
del libro Julio Verne
del afamado autor La vuelta al mundo en 80 días
... -¿Es decir, que no puedo servir para algo? ...


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