Cómo se escribe.org.es

La palabra presentes
Cómo se escribe

la palabra presentes

La palabra Presentes ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
Memoria De Las Islas Filipinas. de Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
El paraíso de las mujeres de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
El príncipe y el mendigo de Mark Twain
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece presentes.

Estadisticas de la palabra presentes

Presentes es una de las palabras más utilizadas del castellano ya que se encuentra en el Top 5000, en el puesto 1980 según la RAE.

Presentes tienen una frecuencia media de 48.85 veces en cada libro en castellano

Esta clasificación se basa en la frecuencia de aparición de la presentes en 150 obras del castellano contandose 7425 apariciones en total.

Errores Ortográficos típicos con la palabra Presentes

Cómo se escribe presentes o prresentes?
Cómo se escribe presentes o prezentez?

Más información sobre la palabra Presentes en internet

Presentes en la RAE.
Presentes en Word Reference.
Presentes en la wikipedia.
Sinonimos de Presentes.


la Ortografía es divertida


El Español es una gran familia

Algunas Frases de libros en las que aparece presentes

La palabra presentes puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 237
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Llevaba siempre el bolsillo de su faja bien apretado sobre el estómago, y si bebía era cuando alguno de los gananciosos convidaba a todos los presentes. ...

En la línea 965
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El _Chivo_ se dignó explicarse. Él no quería _fartar_ a las señoras presentes; quería decir que la juerga, para que marchase bien, necesitaba más mujerío. ...

En la línea 1244
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Para Luis, la cuestión era sencillísima. Un poco de caridad; y después religión, mucha religión, y palo al que se desmandase. Con esto se acababa el llamado conflicto social y quedaba todo como una balsa de aceite. ¿Cómo podían quejarse los trabajadores, allí donde existían hombres como su primo y muchos de los presentes (aquí sonrisas agradecidas del auditorio y movimientos de aprobación), que eran caritativos hasta el exceso y no podían presenciar una desgracia sin echar mano al bolsillo y regalar un duro, y hasta dos?... ...

En la línea 225
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... El hecho es que ninguno de los criados, ninguno de los viajeros presentes hubiera ganado nada poseyendo aquel papel. ...

En la línea 3703
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Y si place a Dios, hare mos buen uso de vuestros presentes. ...

En la línea 3951
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Áh, ya está:Timeo Danaos et dona ferentesLo cual quiere decir: «Desconfiad del enemigo que os hace presentes». ...

En la línea 4548
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... » D'Artagnan, cuya erudición conocemos, no parpadeó ante esta ci ta más de lo que había hecho el señor de Tréville a propósito de los presentes que pretendía D'Artagnan haber recibido del señor de Buckingham. ...

En la línea 411
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Acaso por no haberse tenido presentes los antecedentes enunciados ni otras consideraciones de política, se comunicó una Real órden en 18 de Marzo de 1832 acerca del asunto, y el superior gobierno de las Islas contestó en 17 de Julio 1834: »Está siguiendo los trámites de la ley, y se cumplirá exactamente lo que manda S. ...

En la línea 430
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Sueldo del administrador el 25 por 100 29,683 8 Idem de un escribiente 1,440 Alquiler de casa 6,000 Gastos de oficio 575 24 37,698 32 ------ -- Líquido producto para correos 81,034 2 Dejo, pues, demostrado suficientemente la notable diferencia entre los estados del suscriptor, y el que precede fundado en datos auténticos; que la direccion de correos se ha conducido en este importante asunto con el celo y acierto que la distingue; que procura la mejor de las comunicaciones de las ricas Islas Filipinas, teniendo presentes las memorias y diferentes trabajos que las han motivado, y que en la eleccion de los empleados no ha mediado el favor con que se quiere obscurecer su mérito; no restándome que añadir sino el rogar á usted, señor editor, se sirva insertar esta manifestacion en su ya citado apreciable periódico; favor á que le seré reconocido. ...

En la línea 437
del libro Memoria De Las Islas Filipinas.
del afamado autor Don Luis Prudencio Alvarez y Tejero
... Partiendo de este concepto, prescindiremos del mérito de los electos, de las virtudes que adornan al padre de uno, porque no hacen al caso en las circunstancias presentes, y del que haya podido adquirir otro en sus especulaciones de comercio y viajes á Filipinas, de que da noticia el empleado en el ramo de correos, cuya asercion parece tiende á mellar méritos reconocidos, á fin de hacer pasar mas fácilmente alusiones que están fuera de las reflexiones censuradas, olvidándose á la vez de que la primera autoridad de las Islas es superintendente de correos, bajo cuyo doble carácter comunica órdenes, que en concepto del que dice deben obedecer fielmente los administradores de correos, ora sean, ora dejen de ser empleados de la secretaría de gobierno. ...

En la línea 1557
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Allí me senté, y me entretuve en examinar la diversa catadura de los presentes. ...

En la línea 4456
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Todos los presentes aprobaron esta sentencia, y le dijeron que tenía su merecido y que era la deshonra de Galicia. ...

En la línea 5693
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Pero yo sabía que su negativa no significaba nada, por ser tan sólo una parte del ceremonial de su urbanidad; presenté por segunda vez el pasaporte y lo tomaron con avidez; en un momento, todos los presentes clavaron en él los ojos con intensa curiosidad. ...

En la línea 5694
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Lo examinaron de arriba abajo, lo volvieron y revolvieron, y aunque no es probable que ninguno de los presentes entendiese palabra de él, por estar escrito en francés, produjo, sin embargo, universal contento; cuando el _alcalde_, doblándolo con cuidado, me lo devolvió, todos observaron que no habían visto en su vida otro pasaporte mejor, o que hablase de su portador en términos más elogiosos. ...

En la línea 1309
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Mandará luego el rey que todos los que están presentes la prueben, y ninguno le dará fin y cima sino el caballero huésped, en mucho pro de su fama, de lo cual quedará contentísima la infanta, y se tendrá por contenta y pagada además, por haber puesto y colocado sus pensamientos en tan alta parte. ...

En la línea 1709
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Y confieso a vuestra merced una verdad, señor don Quijote: que hasta aquí he estado en una grande ignorancia; que pensaba bien y fielmente que la señora Dulcinea debía de ser alguna princesa de quien vuestra merced estaba enamorado, o alguna persona tal, que mereciese los ricos presentes que vuestra merced le ha enviado: así el del vizcaíno como el de los galeotes, y otros muchos que deben ser, según deben de ser muchas las vitorias que vuestra merced ha ganado y ganó en el tiempo que yo aún no era su escudero. ...

En la línea 2048
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Todo lo cual visto por don Fernando, pareciéndole que Luscinda le había burlado y escarnecido y tenido en poco, arremetió a ella, antes que de su desmayo volviese, y con la misma daga que le hallaron la quiso dar de puñaladas; y lo hiciera si sus padres y los que se hallaron presentes no se lo estorbaran. ...

En la línea 2748
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Estas y otras razones dijo la lastimada Dorotea, con tanto sentimiento y lágrimas, que los mismos que acompañaban a don Fernando, y cuantos presentes estaban, la acompañaron en ellas. ...

En la línea 1420
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... niendo presentes todas estas circunstancias, que con tanta claridad indican el sudeste como foco principal de agitación, resulta muy interesante el hecho de que la isla de Santa María, situada en esa dirección se levantó, durante el movimiento general ascendente del terreno, tres veces más que ningún otro punto de la costa. ...

En la línea 1749
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Las conchas presentes en las capas de Navidad y de Patagonia, de que ha dado una lista el profesor E ...

En la línea 2445
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... Cuando acabó mi acompañante de frotarse la nariz, con todos los individuos presentes, nos sentamos en círculo delante de una de las chozas y descansamos una media hora ...

En la línea 4715
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Todos los presentes, menos don Santos, convinieron en que aquello era demasiado fuerte: —¡Hombre, un Candelas!. ...

En la línea 5922
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —Nada, nada, señores, ya lo oyen ustedes —dijo el Provisor en voz alta, para que se enterasen todos los presentes y no le aburrieran más —en las oficinas del gobierno civil dicen que se resolverán los expedientes uno a uno, porque no hay criterio general aplicable, es decir, que no se resolverán nunca los expedientes dichosos. ...

En la línea 6045
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... El jefe económico había dicho que allá el gobernador; lo estaba refiriendo él a los presentes. ...

En la línea 6050
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Trabuco, o sea Pepe Ronzal, de la comisión provincial, creía con la mayoría de los presentes, el jefe económico inclusive, que la razón de Estado aconsejaba preferir la pretensión del alcalde, aunque este, según malas lenguas, quería el estanco para una su ex-concubina. ...

En la línea 789
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Poseía las condiciones de un gran soberano temporal, y nadie como él guiaría a la Iglesia entre las dificultades presentes. Alababan también su celo incansable para el trabajo, recordando que en treinta y siete años de vida cardenalicia no había dejado de asistir a un solo consistorio, salvo en casos de enfermedad, lo que no podía decirse de ningún otro cardenal. ...

En la línea 900
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Sin embargo, aceptó, y los dos reyes procuraron endulzar con seductores presentes su aventurada resolución. ...

En la línea 1097
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Pero no resultaba fácil cortar de golpe la murmuración, por tratarse de una persona que las más de las mujeres presentes odiaban y admiraban a un tiempo. ...

En la línea 1270
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Los cardenales presentes le fueron entregando, por turno, sortijas y otras alhajas. Madona Lucrecia era una princesa, a la que convenía halagar para tener propicio a su omnipotente padre. ...

En la línea 140
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... - Puede usted hablar sin miedo, Gentleman-Montaña. De todos los miles de seres que están aquí presentes, los únicos que conocen el inglés somos usted y yo. Los demás solo hablan el idioma de nuestra raza… . Y para aplacar su curiosidad, le diré cuanto antes que el inglés es la lengua particular de nuestros sabios; algo semejante a lo que fue el latín, según mis noticias, durante algunos siglos, en los países habitados por los Hombres-Montañas. Yo soy el profesor de inglés en la Universidad Central de nuestra República. ...

En la línea 176
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Después pareció sentir la necesidad de cambiar el curso de la conversación, recobrando su altivo empaque de personaje universitario. Aunque ninguno de los presentes pudiera entenderla, temía haber dicho demasiado. ...

En la línea 268
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Flimnap había creído necesario, teniendo en cuenta su nueva importancia oficial, llevar bajo el brazo una gran cartera de cuero, semejante a la que ostentaban los altos funcionarios del Estado cuando iban a despachar con los señores del Consejo Ejecutivo. En esta cartera guardaba las actas de las tres sesiones que había celebrado el 'Comité de recibimiento del Hombre-Montaña', así como los presupuestos de gastos, presentes y futuros, para la manutención de tan costoso huésped. Además llevaba una traducción, en idioma del país, que había hecho de los versos escritos por el Gentleman-Montaña en su cuaderno de notas. ...

En la línea 270
del libro El paraíso de las mujeres
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Además, en su afecto sincero por el recién llegado había algo de egoísmo. Gracias al Gentleman-Montaña, acababa de conocer instantáneamente todas las dulzuras de la celebridad, siendo el personaje más popular de la República en los presentes momentos. Después de la fama de Gillespie venía la suya. ¡Qué derrumbamiento tan doloroso en la sombra si el gobierno acordaba la muerte de su gigante!… ...

En la línea 119
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Juanito reconoció el número 11 en la puerta de una tienda de aves y huevos. Por allí se había de entrar sin duda, pisando plumas y aplastando cascarones. Preguntó a dos mujeres que pelaban gallinas y pollos, y le contestaron, señalando una mampara, que aquella era la entrada de la escalera del 11. Portal y tienda eran una misma cosa en aquel edificio característico del Madrid primitivo. Y entonces se explicó Juanito por qué llevaba muchos días Estupiñá, pegadas a las botas, plumas de diferentes aves. Las cogía al salir, como las había cogido él, por más cuidado que tuvo de evitar al paso los sitios en que había plumas y algo de sangre. Daba dolor ver las anatomías de aquellos pobres animales, que apenas desplumados eran suspendidos por la cabeza, conservando la cola como un sarcasmo de su mísero destino. A la izquierda de la entrada vio el Delfín cajones llenos de huevos, acopio de aquel comercio. La voracidad del hombre no tiene límites, y sacrifica a su apetito no sólo las presentes sino las futuras generaciones gallináceas. A la derecha, en la prolongación de aquella cuadra lóbrega, un sicario manchado de sangre daba garrote a las aves. Retorcía los pescuezos con esa presteza y donaire que da el hábito, y apenas soltaba una víctima y la entregaba agonizante a las desplumadoras, cogía otra para hacerle la misma caricia. Jaulones enormes había por todas partes, llenos de pollos y gallos, los cuales asomaban la cabeza roja por entre las cañas, sedientos y fatigados, para respirar un poco de aire, y aun allí los infelices presos se daban de picotazos por aquello de si tú sacaste más pico que yo… si ahora me toca a mí sacar todo el pescuezo. ...

En la línea 497
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... «Un edificio ad hoc» dijo con incredulidad el marqués de Casa-Muñoz, que era uno de los presentes. ...

En la línea 1158
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Pepe Samaniego apareció en la puerta a punto que D. Baldomero pregonaba su nombre y su premio, y el favorecido no pudo contener su alegría y empezó a dar abrazos a todos los presentes, incluso a los criados. ...

En la línea 1171
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Todos los presentes se apresuraron a felicitar al favorecido, quedándose él tan parado y suspenso, que creyó que le tomaban el pelo. ...

En la línea 257
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Todos los presentes habían sido bien advertidos a su tiempo de recordar que el príncipe había perdido temporalmente la razón y de tener cuidado de no mostrar sorpresa ante sus desvaríos. Estos 'desvaríos' pronto se exhibieron ante ellos, pero sólo excitaron su compasión y su pesar, no sus burlas. Era para ellos una gran aflicción ver al amado príncipe en tan lastimoso estado. ...

En la línea 287
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... –Señor, si me permitís la osadía, varios de los presentes recuerdan como yo cómo pusisteis el gran sello en manos de Su Alteza el Príncipe de Gales para que lo guardase hasta el día que… ...

En la línea 559
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Una fuerte presión en el brazo de Tom interrumpió sus palabras y le hizo sonrojarse, pero ninguno de los presentes dio muestras de haberse fijado en el extraño discurso del monarca. ...

En la línea 679
del libro El príncipe y el mendigo
del afamado autor Mark Twain
... Un susurro de admiración recorrió la asamblea. No era admiración por la orden que dictaba Tom, porque la conveniencia o la necesidad de perdonar a un convicto de envenenamiento eran cosas que ninguno de los presentes se hubiera creído con derecho a discutir ni a admirar; no. La admiración era por la inteligencia y la decisión que Tom había demostrado. Algunos que comentaban en voz baja, decían: ...

En la línea 2057
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Por espacio de once años no había visto a Joe ni a Biddy con los ojos del cuerpo, aunque con mucha frecuencia habían estado presentes ante los de mi alma. Una nocha de diciembre, una hora o dos después de oscurecer, apoyé suavemente la mano en el picaporte de la vieja puerta de la cocina. Lo hice con tanta suavidad que no me oyó nadie, y, sin que se dieran cuenta de mi presencia, miré al interior. Allí, fumando su pipa en el lugar acostumbrado ante la luz del fuego, tan fuerte y tan robusto como siempre, aunque con los cabellos grises, estaba Joe; y, protegido en un rincón por la pierna de éste y sentado en mi taburetito, vi que, mirando al fuego, estaba… ¿yo mismo, acaso? - Le dimos el nombre de Pip en recuerdo tuyo - dijo Joe, alegre en extremo, cuando yo me senté en otro taburete al lado del niño (aunque me guardé muy bien de mesarle el cabello) y esperamos que se parecerá bastante a ti. Así pensaba yo también, y a la mañana siguiente me lo llevé a dar un paseo. Hablamos mucho, y mutuamente nos comprendimos a la perfección. Luego le llevé al cementerio, le hice sentar en determinada tumba y él me mostró desde aquel lugar la losa consagrada a la memoria de «Philip Pirrip, último de la parroquia, y también de Georgiana, esposa del anterior». - Biddy - dije al hablar con ella después de comer y mientras su hijito dormía en su regazo. - Es preciso que me des a Pip, o me lo prestes. - De ningún modo - contestó Biddy cariñosamente. - Es preciso que te cases. - Lo mismo me dicen Herbert y Clara, pero yo no soy de la misma opinión, Biddy. Me he establecido ya en su casa de un modo tan permanente, que no es fácil que esto ocurra. Soy un solterón a perpetuidad. Biddy miró al niño, se llevó su manecita a los labios y luego, con la misma mano bondadosa, me tocó la mía. En aquella acción y en la ligera presión de la sortija de boda de Biddy hubo algo que en sí era muy elocuente. - Querido Pip - dijo Biddy. - ¿Estás seguro de no sentirte enojado con ella? - ¡Oh, no! Me parece que no, Biddy. - Dímelo como a una antigua amiga. ¿La has olvidado ya? - Mi querida Biddy, no he olvidado en mi vida nada que se haya relacionado con este lugar. Pero aquel pobre sueño, como solía llamarlo, ha desaparecido por completo. Pero aún, mientras decía estas palabras, estaba convencido de mi deseo secreto de volver a visitar el lugar en que existiera la antigua casa, y en recuerdo de ella. Sí: en recuerdo de Estella. Habíame enterado de que su vida era muy desgraciada; de que se separó de su marido, que la trataba con la mayor crueldad y que llegó a ser famoso por su orgullo, su avaricia, su brutalidad y su bajeza. También me enteré de la muerte de su marido a causa de un accidente debido al mal trato que dio a un caballo. Esta liberación de Estella ocurrió dos años antes y, según me figuraba, se habría casado ya otra vez. Como en casa de Joe se comía temprano, tenía tiempo más que suficiente, sin necesidad de apresurar el rato de charla con Biddy, para ir a hacer la visita deseada antes de que oscureciese. Pero como me entretuve mucho por el camino, mirando cosas que recordaba y pensando en los tiempos pasados, declinaba ya el día cuando llegué allí. Ya no existía la casa, ni la fábrica de cerveza, ni construcción alguna, a excepción de la tapia del antiguo jardín. El terreno había sido rodeado con una mala cerca, y mirando por encima de ella observé que parte de la antigua hiedra había retoñado y crecía verde y fresca sobre los montones de ruinas. Como la puerta de esa cerca estaba entreabierta, la acabé de abrir y penetré en el recinto. Una niebla fría y plateada envolvía el atardecer, y la luna no había salido para disiparla. Pero las estrellas brillaban más allá de la niebla y salía ya la luna, de modo que la noche no era oscura. Distinguí perfectamente dónde había estado la antigua casa, la fábrica de cerveza, las puertas y los barriles. Después de esto y cuando miraba la desolada cerca del jardín, vi en él a una figura solitaria. Ésta pareció haberme descubierto también mientras yo avanzaba. Hasta entonces se había ido acercando, pero luego se quedó quieta. Yo me aproximé y me di cuenta de que era una mujer. Y, al acercarme más, estuvo a punto de alejarse, pero por fin se detuvo, permitiéndome llegar a su lado. Luego, como si estuviera muy sorprendida, pronunció mi nombre, y yo, al reconocerla, exclamé: - ¡Estella! - Estoy muy cambiada. Me extraña que me reconozca usted. En realidad, había perdido la lozanía de su belleza, pero aún conservaba su indescriptible majestad y su extraordinario encanto. Esos atractivos ya los conocía, pero lo que nunca vi en otros tiempos era la luz suavizada y entristecida de aquellos ojos, antes tan orgullosos, y lo que nunca sentí en otro tiempo fue el contacto amistoso de aquella mano, antes insensible. Nos sentamos en un banco cercano, y entonces dije: 231 - Después de tantos años es realmente extraño, Estella, que volvamos a encontrarnos en el mismo lugar que nos vimos por vez primera. ¿Viene usted aquí a menudo? -Desde entonces no había vuelto. - Yo tampoco. La luna empezó a levantarse, y me recordó aquella plácida mirada al techo blanco, que ya había pasado, y recordé también la presión en mi mano en cuanto yo hube pronunciado las últimas palabras que él oyó en este mundo. Estella fue la primera en romper el silencio que reinaba entre nosotros. -Muchas veces había esperado, proponiéndome volver, pero me lo impidieron numerosas circunstancias. ¡Pobre, pobre lugar éste! La plateada niebla estaba ya iluminada por los primeros rayos de luz de la luna, que también alumbraban las lágrimas que derramaban sus ojos. Entonces, ignorando que yo las veía y ladeándose para ocultarlas, añadió: - ¿Se preguntaba usted, acaso, mientras paseaba por aquí, cómo ha llegado a transformarse este lugar? - Sí, Estella. - El terreno me pertenece. Es la única posesión que no he perdido. Todo lo demás me ha sido arrebatado poco a poco; pero pude conservar esto. Fue el objeto de la única resistencia resuelta que llegué a hacer en los miserables años pasados. - ¿Va a construirse algo aquí? -Sí. Y he venido a darle mi despedida antes de que ocurra este cambio. Y usted - añadió con voz tierna para una persona que, como yo, vivía errante, - ¿vive usted todavía en el extranjero? - Sí. - ¿Le va bien? - Trabajo bastante, pero me gano la vida y, por consiguiente… , sí, sí, me va bien. - Muchas veces he pensado en usted - dijo Estella. - ¿De veras? -últimamente con mucha frecuencia. Pasó un tiempo muy largo y muy desagradable, cuando quise alejar de mi memoria el recuerdo de lo que desdeñé cuando ignoraba su valor; pero, a partir del momento en que mi deber no fue incompatible con la admisión de este recuerdo, le he dado un lugar en mi corazón. - Pues usted siempre ha ocupado un sitio en el mío - contesté. Guardamos nuevamente silencio, hasta que ella habló, diciendo: - Poco me figuraba que me despediría de usted al despedirme de este lugar. Me alegro mucho de que sea así. - ¿Se alegra de que nos despidamos de nuevo, Estella? Para mí, las despedidas son siempre penosas. Para mí, el recuerdo de nuestra última despedida ha sido siempre triste y doloroso. - Usted me dijo - replicó Estella con mucha vehemencia-: «¡Dios la bendiga y la perdone!» Y si entonces pudo decirme eso, ya no tendrá inconveniente en repetírmelo ahora, ahora que el sufrimiento ha sido más fuerte que todas las demás enseñanzas y me ha hecho comprender lo que era su corazón. He sufrido mucho; mas creo que, gracias a eso, soy mejor ahora de lo que era antes. Sea considerado y bueno conmigo, como lo fue en otro tiempo, y dígame que seguimos siendo amigos. - Somos amigos - dije levantándome e inclinándome hacia ella cuando se levantaba a su vez. -Y continuaremos siendo amigos, aunque vivamos lejos uno de otro - dijo Estella. Yo le tomé la mano y salimos de aquel desolado lugar. Y así como las nieblas de la mañana se levantaron, tantos años atrás, cuando salí de la fragua, del mismo modo las nieblas de la tarde se levantaban ahora, y en la dilatada extensión de luz tranquila que me mostraron, ya no vi la sombra de una nueva separación entre Estella y yo. ...

En la línea 2499
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Levantó los ojos y miró a los presentes con aire distraído. Después sonrió y cogió su gorra. Estaba sereno, por lo menos mucho más que cuando había llegado, y se daba cuenta de ello. Todos se levantaron. Porfirio Petrovitch dijo: ...

En la línea 3327
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Durante diez segundos reinó en la estancia un silencio absoluto, como si todos los presentes hubieran perdido el habla. El gendarme había retrocedido: sin atreverse a acercarse a Nicolás, se había retirado hacia la puerta y allí permanecía inmóvil. ...

En la línea 3556
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... La comida comenzó bajo los peores auspicios. Al fin todo el mundo se sentó a la mesa. Raskolnikof había aparecido en el momento en que regresaban los que habían ido al cementerio. Catalina Ivanovna se mostró encantada de verle, en primer lugar porque, entre todos los presentes, él era la única persona culta (lo presentó a sus invitados diciendo que dos años después sería profesor de la universidad de Petersburgo), y en segundo lugar, porque se había excusado inmediatamente y en los términos más respetuosos de no haber podido asistir al entierro, pese a sus grandes deseos de no faltar. ...

En la línea 3586
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Amalia Ivanovna, presa también de los peores presentimientos acerca del desenlace de la comida y, por otra parte, herida profundamente por la aspereza con que la trataba Catalina Ivanovna, se propuso dar un giro a la atención general y, al mismo tiempo, hacerse valer a los ojos de todos los presentes. Para ello empezó a contar de pronto que un amigo suyo, que era farmacéutico y se llamaba Karl, había tomado una noche un simón cuyo cochero había intentado asesinarle. ...

En la línea 513
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Paseé mi mirada por todos los presentes. ...

Busca otras palabras en esta web

Palabras parecidas a presentes

La palabra pagar
La palabra nunca
La palabra truco
La palabra contorno
La palabra domingos
La palabra propia
La palabra pues

Webs Amigas:

Ciclos Fp de informática en León . Ciclos Fp de Automoción en Cáceres . VPO en Islas Baleares . - Córdoba Hotel Abeto