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La palabra preguntaba
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la palabra preguntaba

La palabra Preguntaba ha sido usada en la literatura castellana en las siguientes obras.
La Barraca de Vicente Blasco Ibañez
La Bodega de Vicente Blasco Ibañez
Los tres mosqueteros de Alejandro Dumas
La Biblia en España de Tomás Borrow y Manuel Azaña
El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha de Miguel de Cervantes Saavedra
Viaje de un naturalista alrededor del mundo de Charles Darwin
La Regenta de Leopoldo Alas «Clarín»
A los pies de Vénus de Vicente Blasco Ibáñez
Fortunata y Jacinta de Benito Pérez Galdós
Niebla de Miguel De Unamuno
Veinte mil leguas de viaje submarino de Julio Verne
Grandes Esperanzas de Charles Dickens
Crimen y castigo de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
El jugador de Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
Fantina Los miserables Libro 1 de Victor Hugo
La llamada de la selva de Jack London
Amnesia de Amado Nervo
Por tanto puede ser considerada correcta en Español.
Puedes ver el contexto de su uso en libros en los que aparece preguntaba.

Estadisticas de la palabra preguntaba

Preguntaba es una de las 25000 palabras más comunes del castellano según la RAE, en el puesto 5769 según la RAE.

Preguntaba aparece de media 15.43 veces en cada libro en castellano.

Esta es una clasificación de la RAE que se basa en la frecuencia de aparición de la preguntaba en las obras de referencia de la RAE contandose 2346 apariciones .

Errores Ortográficos típicos con la palabra Preguntaba

Cómo se escribe preguntaba o prreguntaba?
Cómo se escribe preguntaba o preguntava?
Cómo se escribe preguntaba o prejuntaba?

Algunas Frases de libros en las que aparece preguntaba

La palabra preguntaba puede ser considerada correcta por su aparición en estas obras maestras de la literatura.
En la línea 1300
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... -¿Y como cuántos cayeron? -preguntaba el maestro al final del relato. ...

En la línea 2115
del libro La Barraca
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... -¿T'en vas? ¿T'en vas? (¿Te vas? ¿Te vas?) -preguntaba Pimentó, cada vez más fosco y amenazador. ...

En la línea 377
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... El aperador calculaba los viajes que había de hacer a una dehesa propiedad de don Luis, donde invernaban la torada y la yeguada del cortijo. La responsabilidad era del yegüero; pero don Luis, a quien interesaba más su ganadería que todas las cosechas, quería estar al corriente del estado de sus yeguas, y era por su salud por lo primero que preguntaba a Rafael siempre que le veía. ...

En la línea 943
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... La mesa se llenó de botellas, que transparentaban la luz; unas de color de avellana, otras de oro pálido. La vieja de _Zarandilla_ se entró en la cocina, seguida de las demás mujeres, mientras el señorito preguntaba al aperador por la gente de la gañanía. ...

En la línea 1056
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Cuando se retiraba el rayo de sol, extinguiéndose el zumbido de las moscas, y el pedazo de cielo encuadrado por la puerta tomaba un suave color de violeta, la enferma alegrábase. Era la mejor de las horas: iban a llegar los suyos. Y sonreía a _Alcaparrón_ y sus hermanos, que se sentaban en el suelo en semicírculo sin decirla nada, mirándola con ojos interrogantes, como si quisieran atrapar a la fugitiva salud. Su tía, todas las tardes al volver, lo primero que preguntaba era si había arrojado _aquello_, aguardando que expeliera por la boca la pudredumbre, la mala sangre que el susto había acumulado en su pecho. ...

En la línea 1131
del libro La Bodega
del afamado autor Vicente Blasco Ibañez
... Salvatierra preguntaba en voz baja por los padres. Adivinaba el remoto arañazo del alcohol en esta agonía. La tía _Alcaparrona_ protestó. ...

En la línea 1840
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Pero ¿era por su cuenta o por cuenta deotra persona por lo que se exponía a semejantes azares? Esto era lo que se preguntaba a sí mis mo el joven, a quien el demonio de los celos mordía en el corazón ni más ni menos que a un amante titulado. ...

En la línea 2792
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... En efecto, todos los días el rey preguntaba al cardenal en qué épo ca tendría lugar aquellafiesta, y todos los días, el cardenal, con un pre texto cualquiera, difería fijarla. ...

En la línea 6596
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... Luego, nuestro gascón, con la dosis de confianza que nosotros le conocemos, se comparaba a de Wardes y se preguntaba por qué, a fin de cuentas, no le iba a amar, también a él, por sí mismo. ...

En la línea 7761
del libro Los tres mosqueteros
del afamado autor Alejandro Dumas
... -Mas no es eso lo que yo os preguntaba, Aramis -prosiguió Athos-; yo os preguntaba si estuvisteis a gusto, y si nadie os había molestado. ...

En la línea 5490
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... A la mañana siguiente estaba yo en la cama reflexionando sobre esta pérdida, y me preguntaba de qué nación sería mi servidor futuro, cuando oí un ruido al parecer causado por una persona ocupada en limpiar vigorosamente zapatos o botas, y a intervalos una voz extraña y discordante que cantaba trozos de una canción en una lengua desconocida; no sabiendo lo que aquello podría ser, toqué la campanilla. ...

En la línea 6734
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... El hombre aquél no hablaba si no se le preguntaba, y sus respuestas estaban llenas de buen sentido, y en general bien dichas. ...

En la línea 6774
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Cuando nos separamos, proseguí mis viajes por diversas tierras, y dondequiera que iba preguntaba por mi padre; pero me respondían con un movimiento de cabeza, hasta que llegué a tierra de Túnez; allí fuí a ver al rabino principal, y me dijo que conocía muy bien a mi padre, y que había estado en el propio Túnez, y me dijo en qué tiempo, y que desde allí se había ido a tierras de Fez; me habló mucho de mi padre, de su saber, y mencionó el Zohar, aquel obscuro libro que mi padre amaba tanto; y todavía me habló más de las riquezas de mi padre y de sus especulaciones, en todas las cuales parece que había prosperado. ...

En la línea 6824
del libro La Biblia en España
del afamado autor Tomás Borrow y Manuel Azaña
... Al dejar aquellos lugares pensaba yo que acaso fué semejante a esa la cueva de Horeb, donde vivía Elías, cuando oyó una voz, al principio débil, y después un viento grande y poderoso que cuarteaba las montañas y pulverizaba las rocas delante del Señor, cueva a cuya puerta salió y se paró, con el rostro envuelto en el manto, cuando oyó la voz que decía junto a él «¿Qué haces aquí, Elías?» —¿Y qué estoy haciendo yo aquí?—me preguntaba a mí mismo cuando, contrariado por la detención del viaje, bajaba hacia la ciudad. ...

En la línea 6429
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Cuando oía decir que corrían toros y jugaban cañas, y se representaban comedias, preguntaba a mi hermano, que es un año menor que yo, que me dijese qué cosas eran aquéllas y otras muchas que yo no he visto; él me lo declaraba por los mejores modos que sabía, pero todo era encenderme más el deseo de verlo. ...

En la línea 7205
del libro El ingenioso hidalgo don Quijote de la Mancha
del afamado autor Miguel de Cervantes Saavedra
... Llegábase don Quijote a un cajón y preguntaba qué era aquéllo que allí se hacía; dábanle cuenta los oficiales, admirábase y pasaba adelante. ...

En la línea 577
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... en dos llanuras situadas detrás y más elevadas, se encuentran conchas marinas recientes. Estas llanuras han sido, por consiguiente, modeladas y levantadas antes de que se haya depositado el lodo en que se hallaba el Macranchenia; es, por lo tanto, seguro que este curioso cuadrúpedo ha vivido mucho tiempo después que comenzaran las conchas actuales a habitar el mar próximo. Desde luego me sorprendió mucho encontrar un cuadrúpedo tan grande, y me preguntaba cómo había podido existir tan recientemente y subsistir en estas llanuras pedregosas, estériles, que apenas producen alguna vegetación a 490,15” de latitud; pero el indudable parentesco entre el macranchenia y el guanaco que habita hoy los lugares más estériles de estas mismas llanuras dispensa casi de estudiar este lado de la cuestión. ...

En la línea 2096
del libro Viaje de un naturalista alrededor del mundo
del afamado autor Charles Darwin
... ... ando yo desembarqué en la isla Chatham me preguntaba con extrañeza, qué animal sería el que tan metódicamente seguía los senderos trazados en la dirección más corta. muy curioso ver cerca de los manantiales un gran número de estos inmensas criaturas, dirigiéndose unas con mucha prisa hacia el agua con el cuello extendido, y las otras marchando en calma con la sed satisfecha ...

En la línea 1725
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... No pedía nada; tomaba todo lo que le daban, y si se le preguntaba: —¿Cómo estás, Anita? —Algo mejor, señora —contestaba la joven siempre que podía. ...

En la línea 2280
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Cuando, ya cerca de la noche, mientras subían cuestas que el ganado tomaba al paso, el nuevo Presidente de Sala le preguntaba si era él por su ventura el primer hombre a quien había querido, Ana inclinaba la cabeza y decía con una melancolía que le sonaba al marido a voluptuoso abandono: —Sí, sí, el primero, el único. ...

En la línea 2542
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... Pasaba un socio cualquiera, y si no le conocía alguno de aquellos fundadores preguntaba: —¿Quién es ese? —Ese es hijo de. ...

En la línea 3179
del libro La Regenta
del afamado autor Leopoldo Alas «Clarín»
... —¿A dónde bueno, Marqués? —le preguntaba un amigo que le encontraba en el campo. ...

En la línea 61
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... «¿Por qué vivo entre una gente tan insustancial?», se preguntaba Claudio Borja. ...

En la línea 539
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Y se preguntaba vanidosamente sí ella habría procedido lo mismo, escribiendo apasionados llamamientos para que volviese a su lado, y rompiéndolos horas después, bajo la rabiosa sugestión del orgullo. ...

En la línea 546
del libro A los pies de Vénus
del afamado autor Vicente Blasco Ibáñez
... Cuando en su reflexiva soledad se preguntaba el motivo de tal viaje, atribuíalo a no existir en el presente momento ningún lugar de la Tierra que pudiese ejercer sobre él mayor atracción. Había vuelto a pensar en aquella novela suya cuyo protagonista era el Papa Luna, varón tenaz, empeñado en la conquista de Roma, y que nunca I llegó a pisar su suelo. \ ...

En la línea 55
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... También pensaba Barbarita, oyendo a su novio, que la procesión iba por dentro y que el pobre chico, a pesar de ser tan grandullón, no tenía alma para sacarla fuera. «¿Me querrá?» se preguntaba la novia. Pronto hubo de sospechar que si Baldomerito no le hablaba de amor explícitamente, era por pura cortedad y por no saber cómo arrancarse; pero que estaba enamorado hasta las gachas, reduciéndose a declararlo con delicadezas, complacencias y puntualidades muy expresivas. Sin duda el amor más sublime es el más discreto, y las bocas más elocuentes aquellas en que no puede entrar ni una mosca. Mas no se tranquilizaba la joven razonando así, y el sobresalto y la incertidumbre no la dejaban vivir. «¡Si también le estaré yo queriendo sin saberlo!» pensaba. ¡Oh!, no; interrogándose y respondiéndose con toda lealtad, resultaba que no le quería absolutamente nada. Verdad que tampoco le aborrecía, y algo íbamos ganando. ...

En la línea 1197
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Cuando fue al cuarto del Delfín, Barbarita le hacía tomar a este un tazón de té con coñac. En el comedor continuaba la bulla; pero los ánimos estaban más serenos. «Ahora—dijo la mamá—, han pegado la hebra con la política. Dice Samaniego que hasta que no corten doscientas o trescientas cabezas; no habrá paz. El marqués no está por el derramamiento de sangre, y Estupiñá le preguntaba por qué no había aceptado la diputación que le ofrecieron… ...

En la línea 1288
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Juntose Rafaela con su ama en la casa de Benigna, y helas aquí por la calle de Toledo abajo. Llevaban plata menuda para repartir a los pobres, y algunas chucherías, entre ellas la sortija que la señorita había prometido a Adoración. Era una soberbia alhaja, comprada aquella mañana por Rafaela en los bazares de Liquidación por saldo, a real y medio la pieza, y tenía un diamante tan grande y bien tallado, que al mismo Regente le dejaría bizco con el fulgor de sus luces. En la fabricación de esta soberbia piedra había sido empleado el casco más valioso de un fondo de vaso. Apenas llegaron a los corredores del primer patio, viéronse rodeadas por pelotones de mujeres y chicos, y para evitar piques y celos, Jacinta tuvo que poner algo en todas las manos. Quién cogía la peseta, quién el duro o el medio duro. Algunas, como Severiana, que, dicho sea entre paréntesis, tenía para aquella noche una magnífica lombarda, lomo adobado y el besugo correspondiente, se contentaban con un saludo afectuoso. Otros no se daban por satisfechos con lo que recibían. A todos preguntaba Jacinta que qué tenían para aquella noche. Algunas entraban con el besugo cogido por las agallas; otras no habían podido traer más que cascajo. Vio a muchas subir con el jarro de leche de almendras, que les dieran en el café de los Naranjeros, y de casi todas las cocinas salía tufo de fritangas y el campaneo de los almireces. Este besaba el duro que la señorita le daba, y el otro tirábalo al aire para cogerlo con algazara, diciendo: «¡Aire, aire, a la plaza!». Y salían por aquellas escaleras abajo camino de la tienda. Había quien preparaba su banquete con un hocico con carrilleras, una libra de tapa del cencerro, u otras despreciadas partes de la res vacuna, o bien con asadura, bofes de cerdo, sangre frita y desperdicios aún peores. Los más opulentos dábanse tono con su pedazo de turrón del que se parte con martillo, y la que había traído una granada tenía buen cuidado de que la vieran. Pero ningún habitante de aquellas regiones de miseria era tan feliz como Adoración, ni excitaba tanto la envidia entre las amigas, pues la rica alhaja que ceñía su dedo y que mostraba con el puño cerrado, era fina y de ley y había costado unos grandes dinerales. Aun las pequeñas que ostentaban zapatos nuevos, debidos a la caridad de doña Jacinta, los habrían cambiado por aquella monstruosa y relumbrante piedra. La poseedora de ella, después que recorrió ambos corredores enseñándola, se pegó otra vez a la señorita, frotándose el lomo contra ella como los gatos. ...

En la línea 1791
del libro Fortunata y Jacinta
del afamado autor Benito Pérez Galdós
... Una de las cosas a que Maximiliano daba más importancia para poner en ejecución su plan redentorista era que Fortunata le amara, porque sin esto la sublime obra iba a tener sus dificultades. Si Fortunata se prendaba de él, aunque se prendara por lo moral, que es la menor cantidad de amor posible, no era tan difícil que él la convirtiera al bien por la atracción de su alma. De esta necesidad de amor previo emanaba la insistencia con que Maximiliano le preguntaba a su ídolo si le quería ya algo, si le iba queriendo. Algunas veces contestaba ella que sí con esa facilidad mecánica y rutinaria de los niños aplicados que se saben la lección; otras veces, más sincera y reflexiva, respondía que el cariño no depende de la voluntad ni menos de la razón, y por esto acontece que una mujer, que no tiene pelo de tonta, se enamorisca de cualquier pelagatos, y da calabazas a las personas decentes. Aseguraba estar muy agradecida a Maximiliano por lo bien que se había portado con ella, y de aquella gratitud saldría, con el trato, el querer. Según Rubín, el orden natural de las cosas en el mundo espiritual establece que el amor nazca del agradecimiento, aunque también nace de otros padres. El corazón le decía, como él dice las cosas, a la calladita, que Fortunata le había de querer de firme; y esperaba con paciencia el cumplimiento de esta dulce profecía. Sin embargo, no las tenía todas consigo, porque como se dan casos de que salga fallido lo que el corazón anuncia, pasaba el pobre chico horas de verdadera angustia, y a solas en su casa, se metía en unos cálculos muy hondos para averiguar el estado de los sentimientos de su querida. Rápidamente pasaba de la duda más cruel a las afirmaciones terminantes. Tan pronto pensaba que no le quería ni pizca, como que le empezaba a querer, y todo era discutir y analizar palabras, gestos y actos de ella, interpretándolos de una manera o de otra. «¿Por qué me dijo tal o cual cosa? ¿Qué querría expresar con aquella reticencia?… Y aquella carcajadita, ¿qué significaba?… Ayer, cuando me abrió la puerta, no me dijo nada… Pero cuando me marché díjome que me abrigara bien». ...

En la línea 759
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... Pocos días después de esto entró una mañana Liduvina en el cuarto de Augusto diciéndole que una señorita preguntaba por él. ...

En la línea 1073
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Pues no lo es. Hay cosas que no se inventan. Y aún falta lo mejor. Y me contaba don Valentín, que es después de don José quien ha estado tratando a don Eloíno, que al ir un día a verle y encontrarse con don Matías revestido, creyó que era para darle la Extremaunción al enfermo, y le dicen que estaba casándole. Y al volver más tarde le acompañó hasta la puerta la recién casada patrona, ¡por tercera vez!, y con voz compungida y ansiosa le preguntaba: «Pero, diga usted, don Valentín, ¿vivirá?, ¿vivirá todavía?» «No, señora, no; es cuestión de díás… » «Se morirá pronto, ¿eh?» «Sí, muy pronto.» ...

En la línea 1419
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Y bien, ¿qué? –le preguntaba Augusto a Víctor ¿cómo habéis recibido al intruso? ...

En la línea 1426
del libro Niebla
del afamado autor Miguel De Unamuno
... –Allá voy. Pues el caso es que había en un pueblo portugués un pirotécnico o fogueteiro que tenía una mujer hermosísima, que era su consuelo, su encanto y su orgullo. Estaba locamente enamorado de ella, pero aún más era orgullo. Complacíase en dar dentera, por así decirlo, a los demás mortales, y la paseaba consigo como diciéndoles: ¿veis esta mujer?, ¿os gusta?, ¿sí, eh?, ¡pues es la mía, mía sola!, ¡y fastidiarse! No hacía sino ponderar las excelencias de la hermosura de su mujer y hasta pretendía que era la inspiradora de sus más bellas producciones pirotécnicas, la musa de sus fuegos artificiales. Y hete que una vez, preparando uno de estos, mientras estaba, como de costumbre, su hermosa mujer a su lado para inspirarle, se le prende fuego la pólvora, hay una explosión y tienen que sacar a marido y mujer desvanecidos y con gravísimas quemaduras. A la mujer se le quemó buena parte de la cara y del busto, de tal manera que se quedó horriblemente desfigurada, pero él, el fogueteiro, tuvo la fortuna de quedarse ciego y no ver el desfiguramiento de su mujer. Y después de esto seguía orgulloso de la hermosura de su mujer y ponderándola a todos y caminando al lado de ella, convertida ahora en su lazarilla, con el mismo aire y talle de arrogante desafío que antes. «¿Han visto ustedes mujer más hermosa?», preguntaba, y todos, sabedores de su historia, se compadecían del pobre fogueteiro y le ponderaban la hermosura de su mujer. ...

En la línea 218
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Tan profunda era ya la oscuridad que yo me preguntaba cómo había podido verlo el canadiense, por buenos que fuesen sus ojos. Mi corazón latía hasta romperse. ...

En la línea 1498
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Yo seguía tales estudios con el más vivo interés. El capitán Nemo ponía en ellos una verdadera pasión. A menudo me preguntaba yo con qué fin procedía él a esas observaciones. ¿Las hacía en beneficio de sus semejantes? No era probable que así fuera, pues, un día u otro, los resultados de sus trabajos debían perecer con él en algún mar ignorado. A menos que me destinara a mí el resultado de sus estudios. Pero eso significaría admitir que mi extraño viaje tendría un término, y ese término yo no lo veía. ...

En la línea 1549
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Ned Land no tardó en dormirse, y, con gran sorpresa mía, Conseil cayó también en un profundo sopor. Me preguntaba qué era lo que había podido provocar en él esa imperiosa necesidad de dormir cuando me sentí yo invadido por una pesada somnolencia, que me hacía cerrar los ojos contra mi voluntad. Me sentía presa de una extraña alucinación. ...

En la línea 2280
del libro Veinte mil leguas de viaje submarino
del afamado autor Julio Verne
... Había que decidirse y disponerse a partir. Bien ligero era mi equipaje. Mis notas, únicamente. Me preguntaba yo qué pensaría el capitán Nemo de nuestra evasión, qué inquietudes y qué perjuicios le causaría tal vez, así como lo que haría en el doble caso de que resultara descubierta o fallida. No podía yo quejarme de él, muy al contrario. ¿Dónde hubiera podido hallar una hospitalidad más franca que la suya? Cierto es que al abandonarle no podía acusárseme de ingratitud. Ningún juramento nos ligaba a él. No era con nuestra palabra con lo que él contaba para tenernos siempre junto a sí, sino con la fuerza de las cosas. Pero esa declarada pretensión de retenernos a bordo eternamente, como prisioneros, justificaba todas nuestras tentativas. ...

En la línea 902
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Estella andaba de un lado a otro y siempre me abría la puerta y me acompañaba para salir, pero nunca más me dijo que la besara. Algunas veces me toleraba muy fríamente; otras se mostraba condescendiente o familiar, y en algunas me decía con la mayor energía que me odiaba. La señorita Havisham me preguntaba en voz muy baja o cuando estábamos solos: ...

En la línea 1002
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Los jueces estaban sentados en la sala del tribunal, que se hallaba a poca distancia, y en el acto fuimos todos allí con objeto de formalizar mi contrato de aprendizaje a las órdenes de Joe. Digo que fuimos allí, pero, en realidad, fui empujado por Pumblechook del mismo modo como si acabase de robar una bolsa o incendiado algunas gavillas. La impresión general del tribunal fue la de que acababan de cogerme in fraganti, porque cuando el señor Pumblechook me dejó ante los jueces oí que alguien preguntaba: «¿Qué ha hecho?, y otros replicaban: «Es un muchacho muy joven, pero tiene cara de malo, ¿no es verdad?» Una persona de aspecto suave y benévolo me dio, incluso, un folleto adornado con un grabado al boj que representaba a un joven de mala conducta, rodeado de grilletes, y cuyo título daba a entender que era «PARA LEER EN MI CALABOZO». ...

En la línea 1402
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Por grados empezó a demostrarme tal confianza, que me pidió mi consejo con respecto a sus propios asuntos. Mencionó que nunca se había presentado una ocasión tan favorable como aquélla para acaparar el negocio de granos y semillas en su propio establecimiento, en caso de que se ampliase considerablemente. Lo único que necesitaba para alcanzar así una enorme fortuna era tener algo más de capital. Éstas fueron sus palabras: más capital. Y Pumblechook creía que este capital podría interesarlo en sus negocios un socio que no tendría nada que hacer más que pasear y examinar de vez en cuando los libros y visitarle dos veces al año para llevarse sus beneficios, a razón del cincuenta por ciento. Eso le parecía una excelente oportunidad para un joven animoso que tuviese bienes y que, por lo tanto, sería digna de fijar su atención. ¿Qué pensaba yo de eso? Él daba mucho valor a mis opiniones, y por eso me preguntaba acerca del particular. Yo le dije que esperase un poco. Esta respuesta le impresionó de tal manera que ya no me pidió permiso para estrecharme las manos, sino que dijo que tenía que hacerlo, y cumplió su deseo. ...

En la línea 1783
del libro Grandes Esperanzas
del afamado autor Charles Dickens
... Por varias razones y por no comprender claramente cuál sería «la faena» en que podía encontrar al señor Jaggers, contesté afirmativamente. Nos dirigimos, pues, a la City, y llegamos a la sala de un tribunal muy concurrida, en la que varios parientes consanguíneos (en el sentido criminal) del difunto que sentía tal debilidad por los broches estaban en el banquillo de los acusados, mascando incómodamente alguna cosa, en tanto que mi tutor preguntaba o repreguntaba - no lo sé exactamente - a una mujer, y no sólo a ella, sino a todos los demás, los dejaba estupefactos. Si alguien, cualquiera que fuese su condición, decía una palabra que a él no le gustara, instantáneamente exigía que la retirase. Si alguien se negaba a declarar alguna cosa, ...

En la línea 502
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... «¿De dónde me había sacado yo -me preguntaba mientras bajaba los últimos escalones‑ que era seguro que Nastasia se habría marchado a esta hora?» Estaba anonadado; incluso experimentaba un sentimiento de humillación. Su furor le llevaba a mofarse de sí mismo. Una cólera sorda, salvaje, hervía en él. ...

En la línea 687
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... En pie en medio de la habitación, con aquellas piezas acusadoras en las manos, se preguntaba: ...

En la línea 1287
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Piotr Petrovitch se sintió profundamente herido por la aspereza de Raskolnikof, pero no lo dejó entrever. Se preguntaba a qué obedecía aquella actitud. Hubo una pausa que duró no menos de un minuto. Raskolnikof, que para contestarle se había vuelto ligeramente hacia él, empezó de súbito a examinarlo fijamente, con cierta curiosidad, como si no hubiese tenido todavía tiempo de verle o como si de pronto hubiese descubierto en él algo que le llamara la atención. Incluso se incorporó en el diván para poder observarlo mejor. ...

En la línea 1483
del libro Crimen y castigo
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... El secretario se quedó mirándole fijamente, sin moverse y sin retirar la cabeza. Más tarde, al recordar este momento, Zamiotof se preguntaba, extrañado, cómo podían haber estado mirándose así, sin decirse nada, durante un minuto. ...

En la línea 1173
del libro El jugador
del afamado autor Fyodor Mikhailovich Dostoyevsky
... Yo me preguntaba, con espanto, qué iría a ocurrir y en qué pararía todo aquello. De pronto, Paulina se irguió, se acercó a la mesa, y mirándome con un odio extraordinario, con los labios trémulos de furor, me dijo: —Bueno, ¿vas a darme mis cincuenta mil francos? ...

En la línea 525
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Fueron al parque a columpiarse y después se embarcaron en el Sena. De cuando en cuando, preguntaba Favorita: ...

En la línea 686
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... También se comentaba que cada vez que pasaba por la aldea algún niño saboyano de esos que recorren los pueblos buscando chimeneas que limpiar, el señor alcalde le preguntaba su nombre y le daba dinero. Los saboyanitos se pasaban el dato unos a otros, y nunca dejaban de venir. ...

En la línea 898
del libro Fantina Los miserables Libro 1
del afamado autor Victor Hugo
... Magdalena la visitaba dos veces al día, y cada vez le preguntaba: ...

En la línea 179
del libro La llamada de la selva
del afamado autor Jack London
... -Oh, está bien, está bien -se apresuró a decir el otro, en tono conciliatorio-. Sólo me lo preguntaba. Parece que llevan mucha carga. ...

En la línea 121
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... -¿Y los zapatitos? -preguntaba ella continuamente. ...

En la línea 148
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... -¿Estaremos mucho tiempo en el coche? -me preguntaba. ...

En la línea 308
del libro Amnesia
del afamado autor Amado Nervo
... -¿Has visto cosa igual? -me preguntaba Blanca después-. Pero tú parecías conocerle… ...


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Más información sobre la palabra Preguntaba en internet

Preguntaba en la RAE.
Preguntaba en Word Reference.
Preguntaba en la wikipedia.
Sinonimos de Preguntaba.

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